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Por Iñaki Urdanibia

Una vida, unas historias, algunos hechos, curiosas anécdotas, las más de las veces que de entrada parecen insignificantes dan pie a Sergi Pàmies (París, 1960) a hilvanar unos cuentos, convirtiendo dichas circunstancias en materia prima para el desarrollo de la ficción, que es lo que el escritor sitúa en el centro de gravedad de su quehacer. Ya en anteriores ocasiones puede verse este dispositivo de su quehacer en marcha (https://archivo.kaosenlared.net/sergi-pamies-padres-e-hijos/), si bien en la presente ocasión, sus relatos hacen franco honor a lo señalado: «A las dos serán las tres», editado por Anagrama… y una hora menos en Canarias, que dicen.

El escritor catalán es un observador nato que saca oro literario de debajo de las piedras, como un lúcido trapero – adoptando la metáfora cara a Walter Benjamin – que buscando, halla maravillas que para los demás resultarían puros desechos. Esta habilidad que Pàmies posee la combina con la incursión de la propia persona del narrador, lui-même, que se muestra o se desvanece según la conveniencia. Varios relatos, diez, se reúnen en el libro en los que la vida propia y algunas relaciones puntuales se codean en las líneas, ya sea con un objeto, una guitarra ( «Por qué no toco la guitarra»), que le sirve para sacar a la luz de algunas circunstancias existenciales en torno al instrumento musical mentado, con algún otro escritor admirado, Manuel Vázquez Montalbán, con quien coincidió ya en el viaje para asistir a un congreso literario, o también con el propio oficio de escribir («Ferias y congresos»). No faltan tampoco el basado en el relato del momento de acoger una entrega de un premio literario («Dos alpargatas»), y las circunstancias un tanto chirenes.

La prosa va acompañada de un humor, nada de estridencias, serio, ya que éste es un asunto a tomárselo como tal, sin ruidosas risas, ni estruendosas carcajadas, sino con sonrisas cómplices que surgen ante la sorna empleada por Pamiès sobre sí mismo y el mundo que le/nos rodea, sin que el ombliguismo se apodere, para nada, de sus historias, ni siquiera éste asome con timidez. Los disloques propios del escritor son desvelados sin recato hasta la desnudez, con un paso firme que avanza cual potente apisonadora, pero con suavidad y ternura. La mirada se acerca o se distancia como si un certero zoom sirviese al narrador para buscar la distancia y el enfoque precisos. A lo dicho hasta el momento, se ha de añadir la marca de la casa propia del autor de «El arte de llevar gabardina», que reside en la sencillez carente de cualquier manierismo o abalorio estilístico y pertrechado con el recurso a los saltos inesperados que pueden descolocar al lector que se guíe de manera excesiva por el orden y la grave seriedad impermeable a cierta diseminación, desorden y las inesperadas y casuales carambolas… sin obviar la mandarina como metáfora comparativa con respecto a la grandeza del acto de escribir.

A lo largo de la lectura es difícil que el lector no sienta cierta simpatía, y hasta complicidad, con el protagonista de las historias narradas, que reclama desde los cuentos iniciales esta sensación de complicidad y empatía risueña que surgen en su lectura: «Tres periodistas», «Díptico bivitelino», y «La narrativa breve»… y el tono de ironía seria, casa con la sencillez de algunos de los retazos expuestos con algunos otros que ahondan en asuntos más profundos y sesudos. No se priva, por otra parte, el escritor de considerar la escritura como un remedio eficaz frente al malestar existencial, en mayor medida que una terapia engorrosa o unos fármacos dañinos – sabido es que el pharmakon griego se definía a la vez como lo que sana y lo que mata -, y así su prosa se comporta sin sobresaltos, pero con una capacidad de deslizamientos que fluye con una inequívoca soltura por los entresijos de la vida, con una sinceridad que se aplica, sin paños calientes ni aspavientos, a la suya propia sin evitar algunos asuntos, que cierta mojigatería pudiera considerar como problemáticos, como el establecido en paralelo entre la pérdida de la virginidad sexual y la literaria, plasmada en el acto de escribir, etc., etc., etc., y… padres, abuelas, o los malentendidos en el seno de alguna pareja de comunicación equívoca.

Por Iñaki Urdanibia

«Contaré una historia de magia y mentiras, de batallas navales y princesas secuestradas, de revueltas de esclavos y persecuciones de reinos y embajadores impostores, de espías y ladrones de joyas, adoradores del diablo y obsesión sexual, puesto que todo ello se encuentra en la base de la idea moderna de libertad.»

No es la primera vez que hablo de piratas*, ni tampoco del autor de Trabajos de mierda** del que acaba de ver la luz una desmitificadora obra que se balancea entre el mito, la antropología y la historia de las ideas y que lleva por título: «Ilustración pirata», editado por Ariel. Su autor es el antropólogo y activista David Graeber (Nueva York, 1961- Venecia, 2020), del que, como decía, he dado cuenta de la lectura de varias de sus obras. Su activismo libertario, militando en el Parque Zuccotti e impulsando el movimiento Occupy Wall Street motivó su expulsión de alguna universidad, al contrario que en alguna otra facultad, la London School of Economics, en la que se le ha considerado, como «un destacado antropólogo que transformó radicalmente el estudio de la cultura», elogios que también vertieron eminentes historiadores como Simon Sebag Montefiore que decía que su quehacer estaba «lleno de refutaciones iconoclastas a la sabiduría convencional. Lleno de ideas nuevas, es un placer leerlo y ofrece un desafío estimulante en cada página»; el libro que acaba de ser publicado da cuenta cabal, una más, de lo dicho por el historiador nombrado.

La cita inicial que transcribo se cumple con creces en el libro que combina las historias y anécdotas, con un trabajo de erudición que por momentos desborda los límites del rigor; ha de añadirse a esto la hipótesis que avanza sobre los protagonistas del libro, los piratas, quienes las más de las veces han sido considerados como unos salvajes, desalmados y amorales que no respetaban la propiedad ajena, de las grandes navieras sea dicho al pasar, que se entregaban al vicio depravado y al ron, ron a litros. Pues bien, el autor les presenta como unos adelantados a los tiempos en la medida en que sus experiencias de democracia directa y ansia disparada de libertad, les convirtieron, a decir de Graeber, en precursores de las ideas ilustradas.

Entre 1989 y 1991, David Graeber se dedicó al trabajo de campo etnográfico en Madagascar. Su trabajo le sirvió como tesis doctoral que analizaba la magia, la esclavitud y la política por aquellos lares. A lo largo de su estancia comprobó que había un grupo étnico formado por descendientes, mestizos, de numerosos piratas que se habían instalado allá a principios del siglo XVIII: los Zana-Malata. Sus apuntes al respecto iban aumentando hasta que tiempos después decidió, pulirlos y publicarlos, centrándose en la utopía pirata bautizada por Daniel Defoe, como Libertalia. Hurgando en los escasos materiales existentes al respecto y en diversas leyendas de los propios piratas, llegó a la conclusión de que los herederos de los filibusteros dejaron una honda huella en la cultura y política malgaches que prologando, e inspirando, en ciertos aspectos, las propuestas del siglo de las Luces, completando el cuadro resaltando la influencia que tuvieron los relatos de los piratas y las prácticas proto-democráticas, con claros tintes libertarios, en los pensadores de las Luces. A la sombra de estas imágenes luminosas el autor avanza por las sombras que supusieron el mercantilismo, el colonialismo y en consabido europeocentrismo.

Las historias de filibusteros, mujeres comerciantes y los simulacros de reinos en Madagascar del siglo XVIII se acumulan convirtiendo la lectura en un verdadero libro de aventuras, que se ve completado, depende de cómo se mire, entorpecido, en la narración por la profusión de datos, citas, referencias… mas el rigor es el rigor, y la constatación basada no en ideas previas sino en datos, resulta necesaria, en especial, cuando la teoría que se propone puede resultar de entrada extemporánea e intempestiva, además de absolutamente contracorriente.

Aun a riesgo de repetirme, me permito retomar las líneas que en su momento escribí sobre el libro, al publicarse su edición francesa:

Aquel lugar se convirtió, en palabras del antropólogo americano David Graeber (1961-2020), en una tierra en la que se radicalizaron las ideas de las que más tarde se conocerían como las Luces. Alejados del orden mercantil y de la explotación, allá fundaron unas relaciones de libertad y de hermandad jovial: nadie gobernaba por razones de sangre, ni de linaje, ni de antigüedad, sino que el poder pertenecía a todos, que participaban en la renovación de los puestos de responsabilidad al tiempo que sobre cada uno de ellos podía recaer tal responsabilidad. Una amplia república oceánica que respondía a los sueños de la libertad; no hay en aquellos lares un fundamento último, ni primero, siendo su extensión la inmensidad de los mares como señala Marcus Rediker en su Pirates de tous les pays. Un modelo ajeno a la tierra con sus límites y sus férreas jerarquías, desplegándose por el mar, la mar, con la única ventaja, tecnológica, de quienes eran capaces de construir los navíos y hacerlos navegar. Libertalia, señala el especialista en el mundo de la mar, Rediker, la república de la que hablamos nacía en tiempos de la monarquía, siendo una democracia directa y asamblearia en la época del despotismo. En la obra se da cuenta de los principios constitutivos de tal república en sus medidas y normas con el fin de evitar la acumulación del poder, poniendo en marcha una política de igualdad en la que las mujeres también tenían su espacio (así lo muestra el capítulo dedicado a Anne Bonny y Mary Read), y con una aspiración permanente de luchar por hacer justicia a los marinos; ciertamente el papel esencial de las féminas es subrayado en la medida en que acogían con los brazos abiertos a quienes llegaban, no dudando en establecer relaciones de pareja… originando descendencia.

David Graeber en su Les pirates des Lumières ou la véritable histoire de Libertalia (ahora presentada en castellano, como digo), hace honor a su oficio y entrega los resultados de un detallado trabajo de campo, y así lo anuncia desde el principio: «voy a contar una historia de magia y de mentiras, de batallas navales y de princesas raptadas, de revueltas de esclavos y de cazas de hombres, de reinos de pacotilla y de embajadores impostores, de espías y de ladrones de joyas, de envenenadores y de sectarios del diablo y de la obsesión sexual, todas las cosas que participan en los orígenes de la libertad de moderna». Entre 1989 y 1991, David Graeber se entregó a un trabajo etnográfico en Madagascar (país muy dado, según señala, a situar la conversación en un papel esencial, casi estructurador de las relaciones sociales, en una sociedad poco homogénea compuesta de gentes de muy diversos orígenes, a lo que se ha de sumar el desarrollado arte de la seducción sexual; sociedad abierta, y acogedora, con respecto a los llegados de otros lares); el resultado de su estancia fue su tesis de doctorado sobre la magia, la esclavitud y la política en la isla. Mientras desarrollaba su trabajo, tuvo conocimiento de la existencia de un grupo étnico que estaba formado por mestizos descendientes de diferentes piratas, que se habían instalado allá a principios del siglo XVIII: los Zana-Malata; la nombrada importancia y centralidad de la conversación no cabe duda de que fue contagiada a los piratas que la practicaban, aumentada con sus uniones con mujeres malgaches, materializándose además en forma de debate a la hora de tomar decisiones colectivas. En la obra pone el foco en el relato de Daniel Defoe, y la utopía pirata de la que éste hablaba. No se conforma con ello sino que, a cada cual lo suyo, incide en el peso de los filibusteros y sus descendientes sobre la cultura malgache en el siglo de las Luces, y subraya la importancia que tuvieron las leyendas y relatos de piratas y las prácticas proto-democráticas, léase libertarias, de éstos en los pensadores de las denominadas Luces. Obra que se abre, cual crisálida, ofreciendo caminos para la reflexión, crítica, sobre la naturaleza y los orígenes de la ideología mercantil, del colonialismo y del europeocentrismo, a la vez que muestra su rigor dando cuenta de los diferentes documentos consultados, diferentes textos que dan testimonio de algunos protagonistas y testigos de la época, amèn de una extensa bibliografía, sin ocultar su honda prudencia (si Libertalia no ha existido tal vez podría haberlo hecho) acerca de lo que se sabe de los piratas ya que mucho se ha escrito, mucho se ha ocultado y borrado de la historia… a lo que se ha de sumar que ha habido cantidad de cuentos de una imaginación desorbitada y unas leyendas sin cuento; generalmente empapadas de desprecio. No está de más tener en cuenta que todas las utopías, desde las primeras de Moro o Campanella, son no-lugares situados en islas imaginadas.

«Los primeros griegos fueron todos piratas» que dijese Montesquieu, afirmación que se puede acompañar de la conclusión de Marcus Rediker: «los piratas han tenido el coraje de tratar de vivir de manera diferente y de crear una vida alternativa al mismo tiempo que se encontraban confrontados a condiciones de extrema opresión […]. Igualitarios, colectivistas y democráticos, estos “sinvergüenzas” de todas las naciones merecen que se recuerde su historia, en Francia y por otros lugares».

Me permito sugerir la que puede ser una adecuada banda sonora para acompañar la lectura la recopilación de Johnny Depp and Gore Berbinski: Rogue´s Gallery /Pirate Ballads, Sea Songs & Chanteys que recoge canciones de Bono, Brian Ferry, Nick Cave, Lou Reed, Sting, Lucinda Williams, Javis Cocker, y…otros, hasta completar, en dos cds, cuarenta y tres canciones.

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( * ) Los dos primeros enlaces envían a algunas obras sobre los piratas, incluyéndose en uno de los artículos, unas líneas dedicadas al libro ahora comento, en su versión francesa de hace cinco años:
(**) Los artículos que siguen están dedicado a diferentes obras del autor:

Por Iñaki Urdanibia

Como el título, obviamente en inglés, se llamaba en duodécimo disco de estudio de los Stones de 1979: It´s Only Rock `n´ Roll; tomo en préstamo tal expresión ya que un atractivo volumen presenta «La historia del Rock en cómic», publicado por Lunweg Ediciones. Bajo la dirección del periodista francés, Vincent Brunner, especializado tanto en música como en cómic, y autor de diversas monografías de cantantes rockeros, amén de comisario en diferentes exposiciones, se han reunido 54 artistas gráficos, bregados en el campo del dibujo, en distintos ramos que van de la publicidad al cine, siendo quienes ofrecen sus ilustraciones en este libro que presenta una maquetación cercana al fanzine, acompañando al texto y las viñetas, que sirven de presentación de los 64 cantantes y/o grupos; puede verse la lista completa al final del artículo*. Un dibujante por cada episodio que muestra la cercanía con el clima de la época evocada; abarcando setenta años.

Se ofrecen así los retratos veloces de los diferentes artistas, sin que se eviten los tonos críticos y el humor al tiempo que significativas anécdotas, por supuesto, contextualizadoras que sirven para situar a cada uno de los presentados en su momento. Semblanzas, a modo de fichas exhaustivas, en las que quedan presentados los artistas o bandas con brevedad que no está reñida con la precisión, sin obviar, reitero, sabrosas anécdotas que definen la manera de ser de los artistas y sus respectivas expresiones musicales. A cada cual su estilo, e imágenes que casan como un guante con la tendencia musical ofrecida; las casi cuatrocientas páginas, en blanco y negro, resultan clarificadoras y certeras en sus textos e imágenes. Setenta años de la historia de la música popular en la que se desvela la diversa fauna de rockeros que van desde perfiles de absolutos caraduras, gamberros y vividores, a provocadores sin cuento, en un desfile que la verdad es que es muestra de una pluralidad que hace bueno aquello que dijese Aristóteles con respecto al ser…que se dice de múltiples maneras, con clara aplicación al rock, ya que entre los presentados se codean cantantes como Bob Marley o Serge Gainsbourg con grupos como Metálica o AC / DC… siguiendo la pista tanto personal como la relacionada con la carrera artística de cada cual. Un muestrario que en algunos casos puede conducir a aquello que cantase uno de los ausente en las páginas, Ian Dury: sexo, droga y rock&roll, y en otros a concluir que el rock es un gran negocio… lo que no quita para que estemos ante una expresión que inicialmente rompía moldes con respecto a los cánones dominantes, irrumpiendo como signo de rebeldía, vena que en algunos casos sigue vivita y coleando como era el caso, por ejemplo, de The Clash. Tal irrupción musical pronto se dio la mano con la representación gráfica propia del cómic, suponiendo ambas una verdadera revolución cultural.

Cada uno de los presentes se ve acompañado de una Playlist y una recomendación de discografía seleccionada, lo que hace que tales materiales puedan servir como orientación a quienes pretendan entrar en el continente-rock, y una confirmación para quienes ya siendo veteranos en estos pagos traten de completar su discografía ideal… siempre abierta.

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( * ) Ofrezco la lista completa de los presentados por orden de aparición:

Elvis Presley, Little Richard, Johnny Cash, Jerry Lee Lewis, Serge Gainsbourg, Roy Orbison, The Beatles, Bob Dylan, Curtis Mayfield, The Rolling Stones, The Kins, The Who, Marianne Faithfull, Bob Marley, Jefferson Airplaine, Bashung, David Bowie, Areski & Fontaine, Alex Chilton, Janis Joplin, Captain Beefheart, The Velvet Underground, The Doors, Jimi Hendrix, Pink Floyd, Elton John, Led Zeppelin, Nick Drake, Iggy Pop, Alice Cooper, King Crimson, Kraftwerk, Funkadeklic, Roxy Musica, Johny Thunders, Tom Waits, AC/DC, Ramones, Blondie, TheStranglers, The Clash, Sex Pistols, Kate Bush, Suicide, Nick Cave, The Cramps, Dead Kennedys, Motley Crüe, New Order (Joy Division), Sonic Youth, Metállica, Oixies, Mano Negra, Nirvana, The Smashing Pumpkins, P.J.Harvey, Radiohead, Björk, Queens of The Stone, Age, The White Stripes, Arcadie Fire, The Libertines, Amy Winehouse, LCD Soundsystem.

Sin caer en la tentación de pasar lista, ni en convertirme en policía o juez – profesiones para las que desde luego no he tenido, ni a estas alturas tengo, vocación – sí que hay algunos de los nombrados, pocos, que a fuer de sincero no conozco, mientras que, sin embargo, hay otros que bien merecerían un lugar en esta historia, y me refiero, seleccionando a voleo, a Eric Capton -por cierto, se abre el libro con una anécdota relacionada con manolenta-, o Patti Smith, Neil Young (solo o con sus antiguos colegas: CSN), Creedence Clearwater Revival, Frank Zappa, Talking Head, Fleetwood Mac, J.J.Cale, Lou Reed en solitario más allá de la Velvet, Génesis (o en solitario sus ex-componentes: Peter Gabriel y Phill Collins), Gratefuld Dead,… y teniendo en cuenta el caso hexagonal, resultan imprescindibles, a mi modo de ver, Johnny Hallyday o Eddy Mitchel.

Obviamente la selección que se presenta en el volumen es amplia y atinada, ofreciendo un verdadero mapa del terreno visitado, que nunca puede ser del tamaño real como se daba en un relato borgeano (Del rigor en la ciencia), a lo que añadiré la cuestión de que de los gustos y de los colores, de las filias y de las fobias,… además de que todo no se puede abarcar, siendo, por otra parte, imposible; ya decía el otro que el Todo es la no-verdad.

Por Iñaki Urdanibia

Hay novelas, no sé si ésta, a pesar de las notas editoriales, la calificaría de negra, que obtiene un sonado éxito al poco de ser publicadas. Si hacemos caso a la faja que acompaña al libro y las noticias de la editorial estamos ante el autor de novela negra que arrasa en Europa… no lo discutiré y tras leerla sí que puede pronunciarme acerca de la lectura ágil a que se prestan las historias que se van anudando y que van insinuando pistas acerca del posible culpable de la desaparición de una joven perteneciente a una familia adinerada de Suecia.

Andres de la Motte (Suecia, 1971) trabajó como policía una temporada y posteriormente se dedicó a responsabilidades en el campo de la seguridad, hasta que decidió dedicarse a la escritura, no cabe duda que con el bagaje propio de quien saber que terreno pisa. Planeta publica su «El asesino de la montaña», primera entrega, según se anuncia, de una serie que lleva el título de Unidad de Casos Perdidos. Varios son los personajes centrales del libro, que se van turnando en la toma de la palabra: el rey de la montaña, que narra sus andanzas y sus planes, sin obviar los recuerdos de sus años de juventud, Leonore Asker y su amigo Martin Hill… otros personajes hay que van interfiriendo en el nudo que se ha de desentrañar en la resolución del extraño caso. Dos escenarios van cobrando especial relevancia e intringulis: el interior de la montaña que es desde donde habla el asesino, túneles y pasadizos que había servido en su momento a modo de búnker; coincide, por otra parte, que hay una asociación de maquetistas de ferrocarriles. Si ambos lugares no parecen de entrada que tengan alguna relación entre ellos, al paso del tiempo se puede observar que en la maqueta ferrovaria se dan algunas desapariciones que coincide con lo personajes a los que representan, que luego desaparecen en la realidad.

Entre los personajes nombrados destaca la brillante inspectora de policía, Asker, que parece estar llamada a ascender a altas cotas de la jerarquía policial, más en concreto en el Departamento de Delitos Violentos, mas la desaparición a la que antes he aludido va a suponer, sorpresivamente, que sea destinada a la Unidad de Casos Perdidos, lo cual a todas luces es tomado por ella, y por seres cercanos como un inexplicable castigo…sin motivo, por cierto. La unidad que acabo de nombrar está compuesta por policías de pasado sospechoso y de dudosa reputación (Rosita, Virgilsson,…); las descripciones y las labores que desempeñan resultan realmente chirenes, lo que hace que para una policía como Leo que usa la razón y la deducción como instrumentos de su trabajo, aquello es incomprensible para ella, que ve que no se atienden sus peticiones de materiales de archivo y otros, o se hacen con desgana y fuera de tiempo. Ante la complejidad de caso Asker va a recurrir a un profesor de arquitectura y experto en exploración urbana, Martin Hill, que le va a tratar de ayudar, hasta llegar a jugarse el tipo y pasarlas canutas en el laberinto que explora en donde parece ser que el asesino encierra a sus víctimas, ya que a la primera va a sumarse otra en breve, la amiga de Leonor, Smilla, y…

Los cabos comienzan a ser atados hallándose relaciones inesperadas entre un comercio en donde está instalada la maqueta señalada y los artífices de las réplicas que son una exacta copia de los trenes, estaciones, paisajes y viajeros habituales. En la medida en que se van estableciendo lazos y la verdad parece acercarse, los peligros aumentan y los riesgos también… en un ritmo trepidante que va in crescendo regular al igual que la regularidad del tren reproducido, hasta los desvíos en lo que hace a los sospechosos y el encadenamiento de sorpresas.

Por Iñaki Urdanibia

Dos novelas potentes, dos escritores – uno letón, el otro serbio -, dos, o más, historias inquietantes, y… la misma editorial: Automática. Vamos por partes.

Entre rejas

«La jaula» de Alberts Bels

Un afamado arquitecto, Edmuns Berzs, desaparece, sin que nada se sepa de su paradero ni del motivo de tal desaparición. Volvía a su casa en Riga, después de visitar la casa rural de sus padres. Los interrogantes se acumulan acerca de si el hombre se ha fugado o ha sido víctima de algún secuestro o similar. Su esposa, Edite, se apresura para que comiencen las investigaciones sobre el desaparecido. El el encargado del caso es el inspector Valdis Struga, quien trata de atar cabos, siendo los únicos que ata, o que provoca el caso, cierta simpatía (syn pathos) con respecto al arquitecto, al coincidir entre ellos alguna enfermedad y algunos otros rasgos de carácter.

Struga recorre el camino en el que había desaparecido Bersz, y su coche, modelo nuevo recién comprado, para ver si halla algún vestigio del desaparecido, mas nada: ni él ni su coche. Otros policías son puestos en danza, con los cuales, por cierto, la relación de Struga es un tanto singular, y en algún caso, áspera. Organismos relacionados con los automóviles y con las fronteras son puestos en aviso para ver si se pueden conocer los movimientos del vehículo, pero nada de nada. En la medida que la investigación avanza, más bien permanece estancada, varios son los supuestos sospechosos de la desaparición: algún compañero de trabajo del arquitecto que se comentaba que no se llevaba nada bien con Berzs, se baraja también la hipótesis del robo, o tal vez de un secuestro a manos de alguna banda de delincuentes, y muy en concreto uno, con antecedentes; en este último orden de cosas se dirige el foco hacia un taller en el que parece juntarse los más granado de diversos tráficos ilegales; tampoco se deja de reparar en las relaciones que mantenía el arquitecto con una mujer de nombre Mare con la que iba a nadar al estanque… ¿y si su novio había sospechado que entre ellos había algo más que brazadas? Tampoco se descarta que se haya fugado con alguna mujer, como deja entrever el inspector al escritor Nupats, compañero de algunas jornadas de esquí con Brezs… Ni rastro.

Me detendré en lo que hace a las averiguaciones y a la continuación de las pesquisas, del mismo modo que no entraré en mayores detalles, acerca de la continuación con el fin de no destripar el misterio que contiene el desarrollo de la historia a través del que, obviamente, conoceremos el culpable de la desaparición del arquitecto y de la situación de éste. Sí que, no obstante, resulta destacable la jaula, resto de tiempos guerreros, oculta en el bosque, y las sabrosas reflexiones que acerca de ella y su función se deslizan, tanto de quien se ve encerrado entre las rejas, sus vecinos, los animales que se disputan la comida que cae de los árboles, y las meditaciones desde dentro, como desde la misma mirada animal(«las ardillas y los pájaros se comen otras [se refiere a las nueces] y solo unas pocas logran echar raíces en la tierra fértil») y hasta de la propia jaula, en un ejercicio de animismo… Cruce de interrogaciones acerca de la libertad interior y exterior, el miedo, la esperanza y su contraria, la salida de la asunción, deudora de cierto estoicismo, del estado o la rebeldía ante él… que puede traer a la mente aquel camusiano Sísifo, castigado pero feliz.

Si estas meditaciones de /entre /acerca de las rejas dan pie a unas sagaces derivas acerca, como digo, de la libertad y los obstáculos que la impiden con sus constricciones, merecen un elogio, la novela en general, su desarrollo, las entregas intercaladas de información sobre los hechos y sus protagonistas bien dosificadas hace que el interés no decaiga y la curiosidad por lo que depare la hoja siguiente tampoco.

El ruido del tren

«La casa del recuerdo y del olvido» de Filip David

Desde los primeros compases del libro, el protagonista confiesa sentirse invadido por un persistente y monótono ruido: el de un tren en movimiento, chucu-chucu-chucu-chucu… El símbolismo es claro: el progreso y su utilización para industrializar el mal como quedaba demostrado tanto en lo que hace al transporte de tropas a la guerra como los convoys de deportados que iban enviados, en vagones para ganado, a la muerte en los lager de Auschwitz, Treblinka o Sobibor… aquella locura geométrica, de la que en claro oxímoron, hablase Primo Levi. Por asociación me viene a la mente aquella afirmación de Walter Benjamin en sus Tesis sobre la historia de que todo documento de cultura es al tiempo un documento de barbarie, y los aires de familia con aquello que exclamaba Nietzsche: «¡Cuánta sangre y horror hay en el fondo de todas las “cosas buenas“!».

Albert Weis sobrevivió, y fue testigo de la muerte al por mayor, dándose en él una culpabilidad doble: la propia de quienes sobrevivieron que lo sentían como un privilegio frente a los que allá dejaron su vida, y en su caso y más en concreto, el haber perdido a su hermano cuando junto a él fueron arrojados del tren, por su padre, con el fin se salvarlos. Este sentimiento de culpa va acompañado por las constantes interrogantes sobre el mal, su origen y su omnipresencia… El escritor serbio, nacido en una familia judía coincide con la visión del escapado: «El mal es esquivo, intocable, escapa a explicaciones simples. Es omnipresente y se  encuentra en los cimientos mismos de la civilización, representando el elemento negativo y destructivo. No hay una sola generación que no haya sentido y experimentado ese lado oscuro de la historia».

La explicación de Hannah Arendt recurriendo a banalidad del mal, no es que le satisfaga sino que le rebota a Weis y al escritor del libro, y no es que les resulte insuficiente sino que desvían malamente el origen y la presencia, cósmica, irracional e imparable, del mal. Diré al pasar, que la propuesta de Arendt fue malentendida (obviando lo que ocultaba la obediencia ciega que iba acompañado de un abandono absoluto de cualquier criterio moral relacionado con el sentimiento de humanidad)y hasta le supuso la ruptura de algunas amistades como las de Gershom Scholem o Hans Jonas, mas por ahí no seguiré, como tampoco entraré en las distinciones entre al mal absoluto, el mal metafísico, del que tratase Kant, y discutiese Semprún en alguno de sus novelas concentracionarias [mucho trabajo ha dado el asunto a teólogos, filósofos, antropólogos, psicoanalistas…]… Weis confiesa al narrador su convicción de que a un señor que afirmaba que existía un daimón responsable de los desaguisados que en el mundo se dan no le faltaba razón y que era una hipótesis a tener en cuenta.

A partir de los primeros pasos la historia se despliega en primer lugar hacia sus antepasados y, más en concreto, a los orígenes y visiones proféticas y apocalípticas de un mundo que era una amenaza y se desmoronaba a ojos vista, lo que hacía que su empeño era proteger a su familia, tratando de evitar que fuesen devorados por la aterradora normalidad del mal de la que hablase Freud. Después seremos puestos al corriente del viaje en el tren hacia la muerte, y su confianza en que su padre les liberaría de aquella situación y así fue al conseguir hacer un hueco en las paredes del vagón por el que hizo escapar a Albert y a su hermano pequeño Elijah, al que perdió en la huida. Él, por su parte, fue acogido por una pareja, un guardabosques y su atormentada esposa, que había perdido accidentalmente un hijo, allá duró poco tiempo Albert Weis. Y… una veintena de capítulos se suceden dando cuenta de las peripecias del protagonista, y tomando el pulso a la persecución de los judíos, de los rituales y hábitos de éstos, hurgando en el paradero de su desaparecido hermano y en el destino de sus padres… sus cavilaciones e intentos explicativos acerca del mal no cesan, compartiendo con algún amigo que responde al nombre de Solomon Levi la creencia en la existencia de una posible partícula divina del mal. En las páginas se da cabida igualmente a algunos episodios singulares de la crónica negra, periodística, acerca de seres endemoniados o similares, al tiempo que él y sus amigos buscan, con el apoyo de los textos dichos sagrados, explicaciones al mundo, tanteando por la demonología y otras fuerzas externas en el comportamiento humano, concluyendo que aunque el mal no sea el origen está siempre presente desde los orígenes, constituyendo así una parte ineludible de la esencia humana, y hasta se vierte la hipótesis de que pudiera haber sido contagiado a la divinidad en su intento de poner freno al malvado. Suicidios, consultas a la neurología y a la cábala, y el Mesías tratando de apoderase del mal para apaciguarlo, siguiendo diferentes leyendas…y somos llevados a aquellos tiempos de los que dijese Stefan Zweig: «No había protección ni defensa alguna ante el hecho de que se nos informara constantemente y de que mostrásemos interés por estas informaciones. No había país al que poder huir ni tranquilidad que se pudiese comprar; siempre y en todas partes, la mano del destino nos atrapaba y volvía a meternos en su insaciable juego».

Mirando para atrás y hacia adelante de aquellos años oscuros, aunque en el libro todos lo son, en un entrecruzamiento de historias con el fondo de los creyentes judíos y sus leyendas, sus padecimientos, y… el mal, la fragilidad del bien, la vida y la muerte.

Por Iñaki Urdanibia

«Aun vencida, quiero ser yo misma, / abeja furiosa de su miel»

Hay escritores, y obviamente escritoras, a las que a veces de manera parcial e injusta se les conoce únicamente por una obra, como si no hubiesen escrito ninguna otra. Es, casi, el caso de la escritora catalana Mercè Rodoreda conocida por su La plaza del Diamante, y más desde la teleserie que se basó en su novela.

Mercè Ibarz (Saidí, 1954) hace justicia al entregar una verdadera guía de la autora y su obra: «Abeja furiosa de su miel. Retrato de Mercè Rodoreda», editado en la colección Biblioteca de la memoria de la barcelonesa Anagrama. Ibarz se acerca, y nos acerca, a la agitada existencia de la peregrina escritora que le llevó de una parte a otra, exiliada, hasta el punto de sentirse, por momentos, exiliada de sí misma, en búsqueda permanente, lo que se trasladaba a sus obras, que iban conformando una especie de caleidoscopio literario, con fondo histórico.

Vemos así a Mercè Rordoreda (1909-1983) haciendo sus primeros pinitos en el campo de la escritura, entregada a la empresa de acabar con la leyenda que pintaba a las mujeres como incapaces de escribir debido a su pereza…«he querido demostrar que yo escribía un libro, y por tanto daba una prueba irrefutable de mi diligencia y de mi coraje…». Incansable se dedica a escribir en diferentes revistas, y más adelante colaboraría en empresas culturales de la Generalitat catalana, manteniendo una clara posición catalanista y de izquierdas, en la medida que colaboraba con algunas publicaciones de dicha coloración política, cuando las horas de Franco asaltaron la República, su vida corría peligro; la autora entrega algunas pinceladas de la relación de la escritora con el líder del POUM, Andreu Nin (¿dónde está Nin?). Fue precisamente escapar del peligro lo que le obligaron a abandonar el país, huyendo hacia el norte. Cuánta, cuánta guerra, se titulaba una de sus obras y ciertamente en su vida, y en la de muchas otras, y otros obviamente, ésta marcó de manera honda su vida. Para entonces ya había escrito una de sus obras más destacadas y significativas: Aloma.

En aquéllos años revueltos, ella llevaba a cabo su revolución, en paralelo, a la que estaba en marcha por tierras catalanas, y dichas transformaciones se centraban en la búsqueda de un estilo, de diferentes formas de expresión que coincidió con la huida, que suponía radicales cambios en los modos de vida, costumbres, amistades, etc. Los sueños juveniles convertidos en pesadilla y su escritura va viéndose invadida por unos tonos en los que se cruzan el yo con el nosotros: entreverándose lo histórico, lo colectivo y lo íntimo… la escritura de «una joven, perdedora de una guerra, exiliada, siempre como escritora catalana y más aún como escritora del siglo XX», que con el telón de fondo histórico entrega la voz, o las voces, desde la subjetividad de sus protagonistas. En el rastreo a su travesía vemos su amores, un tanto cambiantes, al igual que sus estrechas amistades, con Obiols o Murià, y las influencias de algunos pesos pesados de las letras catalanas como Trabal. No se nos priva tampoco de sus aficiones lectoras, ni de su dedicación a la costura… y a la par vamos siendo puestos al corriente de sus desplazamientos por diferentes localidades francesas, más tarde por Suiza,Chile… y una escritura que se empapa de vida, de sentimientos, de amor (precisamente en los medios del exilio algunos de sus amoríos le supusieron severos juicios) y de compañerismo que le catapultaban a atreverse a escribir y a innovar… constatándose que el humor esperanzador de sus años de juventud en Catalunya se va a transformar en «un manar de palabras para decir el dolor y la violencia contra el deseo a través de las guerras y el poder, y así, desde la palabra, vislumbrar a veces otros mundos». Un quehacer del que otra escritora diría: «Rodoreda no es una cronista de su tiempo, es una maga, un hada capaz de crear lo aparentemente existente».

Y de la mano de Ibarz conoceremos las variaciones de su escritura, incluidos sus momentos intempestivos, las circunstancias de elaboración, y el contenido, de sus diferentes obras como La dama de las Camelias, que podría ser clara muestra de que la Ciudad Condal ya tiene quien la escribiese con detalle aun desde la lejanía, Espejo roto, donde el collage toma cuerpo, o La muerte y la primavera, que da cabida a la cambiante rueda de los ciclos vitales, al desamor y la crueldad, y al enigma de la existencia…

Obra en la que nos es presentado un vívido retrato de una mujer que tiró hacia adelante siempre a su bola, no respetando ciertas convenciones familiares y otras, insumisión que se plasmó en su vida y también en su escritura en la que lucía una amplia libertad expresiva y de composición, desviados de los cánones al uso…plasmándose en su persona la figura de una mujer nómada que asomaba allá en donde menos se la esperaba, solitaria en sus últimos años por el bosque de Romanyà, soledad poblada por sus personajes que no la abandonaban, escritora de la que Gabriel García Márquez dijese que era una «copia viva de sus personajes». Y Mercè Ibarz nos conduce como avezada guía por el archipiélago-Rodoreda, desvelándonos algunos misterios, todos no sería posible, a través de casi trescientas páginas en las que la ágil narración y rigor se dan la mano.

Por Iñaki Urdanibia

A no ser que con posterioridad se publiquen inéditos, y de Pirineos abajo libros no publicados, la escritora guadalupeana ha fallecido tras una larga enfermedad a la edad de noventa años, de modo y manera que su voz se ha callado, aunque sus obras permanecen como grito contra el racismo, el colonialismo y la violencia.

Acababa de leer su último libro publicado por Impedimenta y de escribir estas líneas, que pensaba que verían la luz la semana que viene; adelanto su publicación como homenaje a la potente escritora.

Vaya una aclaración del título ya que qué duda cabe que puede sorprender: no le duelen prendas a la escritora nacida en Guadalupe, provincia francesa perteneciente a los eufemísticos DOM / TOM… territorios o departamentos de ultramar, Tiens!, a la hora de reivindicar un cierto canibalismo, señalado por la propia Condé, que se da por parte de los propios colonizados a la hora de emplear además de la lengua, las formas de escritura del colonizador… podría hablarse de una relación recíproca y sino que se lo preguntase, por ejemplo, a Pablo Picasso y su inspiración en el arte africano, o los colores imaginativos de ciertas escrituras, nada digamos de músicas. Dicho esto, ha de añadirse que el título de este, su último libro, emplea el término: «Historia de la mujer caníbal», editado por Impedimenta. En la novela asoma como es habitual en la escritora de Condé el combate contra el racismo, la segregación y la violencia, en los que siempre llevan la peor parte las mujeres; no se tome, no obstante, la expresión como una narración panfletaria o similar, sino que el denominador común señalado se presenta de diversas, y originales, formas literarias en sus novelas, y en esta en concreto de manera desbordante.

Podría afirmarse sin titubeo algunos que la escritora conoce el suelo que pisa, ya que su condición de mujer negra, le ha supuesto ciertas experiencias nada agradables en diferentes países, de los numerosos en los que ha vivido, al igual que la protagonista de esta novela, Rosélie Thibaudin, nacida en la isla de Guadalupe y habiendo vivido en Francia, en algún país de África, en Estados Unidos, hasta finalizar viviendo en la Ciudad del Cabo, sin obviar que también ha vivido en Japón. Muchas geografías, ninguna raíz que le una de manera especial con ninguna parte: así pues, de muchas parte y de ninguna, o de todas, en una constante búsqueda de identidad, o al menos de sentirse cómoda. Lo dicho hace que la realidad narrada alcance una extensión que rebasa las fronteras para situarse en una nivel de generalidad ineludible. Está casada con Stephen, hombre cultivado donde los haya, profesor de universidad, especializado en literatura irlandesa, en contraste con el absoluto desinterés de Rosélie por tales asuntos, lo que no quita para que ell dediqué no pocos momentos a su afición: la pintura.

Un día Stephen sale de noche a por tabaco, acción ciertamente imprudente teniendo en cuenta la violencia latente que se da en la ciudad sobre todo a horas nocturnas, y no vuelve a casa ya que es asaltado por unos delincuentes que le asesinan; para entonces la pareja llevaba veinte años unida. El encargado de investigar el caso se mosquea ya que el hecho le resulta algo oscuro, la salida nocturna y el ataque padecido…la respuesta al pretendido misterio no se aclarará hasta las páginas finales de la novela. La mujer se encuentra sola y decide dedicarse como médium, como consta en la tarjeta que reparte en algunas tiendas: «Rosélie Thibaudin, médium. Especializada en casos imposibles». Su carácter expansivo y su capacidad para crear lazos amistosos hace que su labor resulte exitosa, no tanto por las posibles adivinaciones propia de tal tipo de seres, ya que al fin y a la postre su dedicación va a ir más por el lado de los masajes y las relaciones terapéuticas, terreno en el que obtiene cierto éxito con algunos de sus clientes en males relacionados, en especial, con la angustia, el insomnio o traumatismos varios.

La novela avanza con pausa, mas sin descanso en lo que hace a las diferentes vivencias del pasado de la mujer, de sus filias y sus fobias, que se mezclan con sus reflexiones; terreno auto- que va a verse complementado con la aparición de diferentes personajes lo que hace que el abanico se abra a otros horizontes de experiencias e introspecciones varias, en el campo de lo cotidiano, de lo penal (mención especial, la mujer que responde al nombre de Felia, en prisión por haber asesinado a su marido), etc.. Por medio de esa dosificación se hacen patentes los problemas relacionados con el color de su piel, lo que le supone rechazo por parte de los blancos, dándose a la vez, por parte de los de su mismo color la consideración de ser una traidora; incómodo entre dos. Puede aplicarse al caso aquello -orden del dicho invertido- de que no hay bien que por mal no venga ya que hasta la desapación de su marido, ella siempre había vivido al amparo de algún hombre, haciendo que ella adoptase las ideas y opiniones del varón, no preocupándose mayormente por tener ideas propias, ni por expresarse con voz propia, y muerto Stephen y encontrándose ella sola va a darse la ocasión para replantearse su vida iniciar una carrera de realización, creándose una situación en la que sus potencialidades van a convertirse en actos, y en logros, siendo ella misma… con el telón de fondo, como ya queda insinuado, del racismo, de las parejas mixtas, la violencia en la Sudáfrica del post- apartheid… con la inmigración de seres que huyen de dictaduras varias , la pobreza, el sida… Maryse Condé, en plena forma.

Otros artículos sobre otras novelas de la autora:

¿Un regalo de Dios?

este artículo contiene dos enlaces que llevan, o deberían hacerlo, a dos recensiones de otros libros de la autora, de los años 2019 y 2020

En carteldelasrtesylasletras.worldpress.com se pueden encontrar los mismos artículos y alguno más

Por Iñaki Urdanibia

«He explicado que no tengo mente de historiador […] no he consultado más que unos pocos libros de historia y no he puesto un pie en un archivo para buscar papeles y documentos […] A mí me interesa que la segunda masacre, la de la memoria, sea de algún modo rescatada. Y perdóneseme acaso el lenguaje, el color, sus intemperancias, que ciertamente no son de historiador»

El escritor siciliano (Porto Empedocle, Sicilia, 1925 – Roma, 2019) es conocido por sus obras narrativas, y de manera muy especial por su serie cuyo protagonismo recae en el comisario Salvo Montalbano. Varias son las obras que, no obstante, han derivado por otros lares como puede verse en los enlaces que añado al final del artículo*. No es la primera vez de todos modos en que el escritor echa la vista atrás como hizo, por ejemplo, al rescatar al Rey Campesino, personaje del siglo XVIII.

Ahora en su «La masacre olvidada», editada por Destino, se zambulle, y nos arrastra consigo, al siglo XIX. Camilleri se comporta como un avezado arqueólogo y, a pesar de sus disculpas, como un historiador dispuesto a rascar para sacar a la luz unos hechos brutales que han sido mantenidos en el secreto, tanto por las autoridades, y su prensa, como por los historiadores. Fue en la noche entre el 25 y 26 de enero de 1848, cuando el mayor Sarzana se llevó por delante a ciento catorce personas, sin despeinarse; de los asesinados se ofrece en el Apéndice, la lista completa y su edad y lugar de procedencia.

En medio de las luchas de las diferentes banderías monárquicas, se desarrollan, además de los cambios de chaqueta, que hace que unos se pasen de los borbones a otras líneas dinásticas, los comienzos de la rebelión y los pasos hacia la unificación de Italia. No me detendré en detalles, pero sí quisiera destacar que lo narrado tiene ciertos aires de familia con comportamientos del presente: la represión fue salvaje, las versiones sobre lo sucedido fueron silenciadas siempre que no respondiesen a la versión oficial que es igual que decir la mentira oficial que exculpaba a los culpables de la masacre, y muy en especial del mayor protagonista de la chacinería. El coronel Emanuele Sarzana fue el comandante de la guarnición de Licata en el mismo momento en que los Borbones se adueñaban de lugar. El nombrado fue juzgado, es un decir, en diferentes lugares napolitanos y otros, yéndose de rositas, al difuminarse su responsabilidad o justificarla. También vemos a algún empleado, que respondía al nombre de Gaetano Attard, que se encargaba del Registro Civil, mostraba una capacidad de manipular propia de un hábil trilero: ocultación de datos, de las causas de las muertes, etc., etc., etc..pero que, al fin y a la postre, fue el que escribió los nombres de los asesinados; fiel escribiente pues. «Los fenicios, que a menudo veían largo y claro, llamaban a la Pantelaria, ´Yrnm, que significa “islas de los avestruces”»… en esta ocasión hicieron verdad el dicho de los fenicios.

Las fuentes a las que recurre Andre Camilleri quedan desveladas y muy en concreto las historias que sobre el asunto le contase su bisabuela Carolina Camilleri, coetánea de los hechos, al igual que los testimonios de parte de quienes colaboraron en la masacre, no privándose de recurrir al terreno hipotético, el escritor recompone la verdad de los hechos, la esclavitud a que eran sometidos los prisioneros, o la obligación a lucir uniformes enemigos, siendo así aprovechados antes de dárseles la muerte… y el espanto de los testigos que veían a seres que generalmente daban cuenta de unos sentimientos realmente buenos se dedicaban, enloquecidos, a arrastrar por las ensangrentadas calles los cadáveres de los asesinados. Robos, incendios y destrucción acompañaron la matanza en la que el cabecilla no tuvo tiempo de sudar… frente a los grandes sudores que confesó Adolf Eichmann padecidos para llevar adelante su producción de cadáveres al por mayor…

En fin, una historia narrada con la habilidad propia de Andrea Camilleri que combina la presentación de la sangría cometida con ciertos toques de humor que son una verdadera arma para ver el desbarajuste con que se llevaron a cabo las inexistentes investigaciones, y la absoluta ocultación de los hechos.

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( * ) Aquí van algunos enlaces que llevan, o deberían hacerlo, a varios artículos sobre libros del escritor. En el primero de ellos, se envía a cuatro, además del propio artículo; advierto que se pueden dar repeticiones, pero bueno…:

https://carteldelasartesylasletras.wordpress.com/?s=++Andrea+Camilleri

https://archivo.kaosenlared.net/archivo/lo-ultimo-de-andrea-camilleri

htttps://archivo.kaosenlared.net/alla-en-vigata/

Por Iñaki Urdanibia

«Y la desesperación busca sus palabras»

A principios de este año dediqué un artículo a unos poemas de quien fuese considerada una de las mayores poetas rusas, y por extensión universales, del siglo pasado ( https://kaosenlared.net/marina-tsvietaieva-poemas-de-la-vida-y-el-amor/). Ahora, leo una novela en la que su autora, la periodista y escritora Béatrice Wilmos (1959) se mete, y nos mete, en la piel de la poeta: «Tant de neige et si peu de pain», publicado en Éditions de la Rouergue. Las cientocincuenta páginas del sintiente libro no dan respiro y sí muchos suspiros, ante la situación realmente desesperada de una madre con sus dos hijas pequeñas, y con el paradero desconocido de su compañero, el también poeta Serguei Efron, en aquellos años revueltos de 1919-1920.

Como ya se señala desde el título, que toma las palabras de la poeta («¡Oh Dios mío! ¡Hay tanta nieve este año! ¡Tanta nieve y tan poco pan!»), el frío y el hambre dominan en Moscú, que es donde ellas se encuentran. La madre se las ve y se las desea para tratar de sobrevivir ella y sus hijas. Vamos con ella a las interminables colas para intentar conseguir algunas raciones de alimento, que en no pocas ocasiones quedan en espera vana, ya que para cuando llega el turno los escasos víveres se han acabado, cuando no se suspende sorpresivamente la distribución anunciada; sin obviar el mercado negro. Los muertos se ven por las calles, los enfrentamientos, las palizas y persecuciones, y las noticias del frente de batalla no son esperanzadoras que se diga, allá su marido combate con las tropas blancas, no teniendo noticia de si continua en vida o ha muerto, y al que echaba en falta desde los tiempos en que le conoció en Crimea casándose en 1912 el mismo año en que vio la luz su hija, preferida, Alia, más tarde, cinco años después nacería su segunda hija, Irina a quien su padre no llegaría a conocer. Las noticias de la prensa son de horror y brutalidad, al igual que el miedo a los chivatos que pululan en las filas de espera, con las antenas siempre alerta.

La única tabla de salvación, y motivo de inquietud y alegría, es la poesía y sus cuadernos en los que apunta los más mínimos detalles, sus sueños, sus recuerdos, y la compañía de su hija, Alia, que era su alma gemela, su preferida, niña precoz y de una inteligencia brillante, que escribía sus versos, como eco a los de su madre, y llevaba puntualmente un diario en que expresaba sus sentimientos. La otra hija, Irina, tenía una mirada vacía, gritaba de continuo, no hablaba prácticamente, a lo más repetía incansablemente sílabas sin significado.

La búsqueda de un trozo de carne, sin mirar su calidad, de sopa, de leche y pan va a resultar harto complicada, lo cual la empuja, por recomendación de su amiga Lilia, a ingresarlas en un orfelinato, pues allá tendrán el alimento necesario y el calor que en su palacio-granero, no tienen. El establecimiento estaba dedicado a los huérfanos de soldados o de desaparecidos, por lo que tanto las identidades de Alia e Irina, van a tener que cambiarse, ocultando quién era su verdadera madre, y nada digamos acerca del padre; Marina sola con su honda soledad y la pena del espectáculo de los niños con el pelo al cero, allá las dejó. La hija mayor enferma y Marina va a su rescate, sacándola del orfanato, mientras deja a su otra hija, Irina, en aquel lugar en el que la pequeña anda como alma en pena, sin comunicarse con nadie, siendo insultada por el resto de niños, ante la pasividad y la desesperación de las cuidadoras que no saben qué hacer con esa extraña criatura que no hace más que gritar, que no responde a las palabras que se le dirigen, que antes, en su casa, comía con enorme voracidad todo lo que pillaba y que allá no se lleva a la boca nada de nada, y que hace sus necesidades en la cama.

La culpabilidad del abandono es fuerte y constante, los remordimientos también, tanto de la madre como de la otra hija que tampoco defendió en el encierro a su maltratada hermana, y que ante las pesadillas de la pequeña ella respondía con gesticulaciones horrendas. Se interroga Marina sobre cómo ha podido llegar a tal abandono…y un día llega la fatal noticia de que Irina ha fallecido; según la directora de la institución de fragilidad, lo que no convence a la madre que piensa que ha muerto de hambre…o tal vez de falta de cariño; «ni para vuestro consuelo, ni para el mío, sino como una simple verdad, diré: Irina era una niña muy extraña y quizá tal vez condenada. Ella se balanceaba todo el tiempo, no hablaba casi. Raquitismo tal vez. Degeneración tal vez. Yo no sé», escribe en su cuaderno, para cuya escritura ha recurrido a robar tinta roja, y su recuerdo de la hija abandonada y muerta va cavando en su alma, caminos subterráneos, que le horadan la mente, sensaciones reavivadas por fotos de la chiquilla. Su dolor se expresa en sus versos y en su inseparable cuaderno; «¿Monstruoso? Sí, visto desde el exterior. Pero Dios que ve mi corazón sabe que si no he ido a decirle adiós, no ha sido por indiferencia, sino porque no PODÍA. ¡No iba ya que no iba a verla viva! Entonces…» . Béatrice Wilmos, muestra el amplio conocimiento de los escritos de la poeta, intercalando con tino, sus poemas y sus anotaciones, al igual que los de su hija querida, justificando tales citas en una bibliografía final.

La mirada se centra en los años nombrados, lo que no impide que ésta se vuelva hacia atrás, a tiempos más felices y sosegados, y más tarde, tras sus años de exilio en Praga, Berlín y París, con la familia unificada Serguei, Alia y ella- teimpos que apenas son mentados en el libro, a los negros años finales, tras la vuelta a su país. Años de derrumbe: Serguei y Alia, que habían vuelto como agentes secretos del bolchevismo, fueron detenidos al ser acusados de agentes del extranjero…él acabó siendo fusilado, Alia pasó quince años entre el campo y varios de deportación, ésta fue la última que falleció en 1975, el resto quedaron sin sepultura conocida, incluido el hijo, Murr, que murió en el campo de batalla. Muertes desconocidas para los otros, u ocultadas como la de Irina de la que Marina no hizo partícipe a Alia, ni más tarde a su marido, y del suicidio de la poeta, en 1941, no tuvieron noticias ni Serguei fusilado meses más tarde, ni Alia que se enteró mucho tiempo después de la muerte, no de las circunstancias. Mucho se tardó en limpiar el nombre de los nombrados, y declarar que todas las acusaciones que llevaron a Serguei al paredón y a Alia al encierro, habían sido falsas.

Se da cuenta en el libro, inquietante, de la dispersión de los escritos de Marina Tsvetaeva, que fue abandonándolos por los diferentes domicilios y lugares por los que pasó, a lo que se ha de añadir la venta de muchos de ellos por su hijo, el hambre apretando, y de la ímproba tarea de Alia por recuperar todos estos materiales y ordenarlos, entregándoles a la Unión de escritores para que fuesen custodiados, con el fin de que la obra de su madre fuese conocida… y de milagro se logró a pesar de que la poeta había abandonado sus sueños de gloria, afirmando en repetidas ocasiones que escribía para ella misma, para soportar la existencia, como necesidad, y no para alcanzar las cimas de los honores literarios.

Béatrice Wilmos, se comporta como un notario, al no juzgar la decisión de la madre poeta, sino haciéndonos entrar en la mente de la escritora, en sus sentimientos, etc., quedando el tono marcado desde el poema inicial de Pushkin que abre el libro, y que Marina se sabía de memoria…la noche extendiendo su sombra, contagiándose a los negros sentimientos

Hay momentos a lo largo de la lectura en que se siente cierto desasosiego, y hasta malestar, hasta el punto de sentir la tentación de aceptar aquello que en una ocasión escuche a un poeta, al que no podía, ni debía aplicársele el dicho: conoce la poesía, no conozcas al poeta, distinción imposible en el caso que nos ocupa ya que en Marina Tsvetaeva la vida y la poesía, y viceversa, eran todo uno… como dos vasos comunicantes en esa bailarina del alma; «Escribir es vivir. Es querer que alguna cosa sea, y sea, tal vez, de manera eterna. Cuando no es vivir, la mano se rechaza en la pluma».

La prosa de Béatrice Wilmos acompaña a la perfección los avatares de la vida y padecimientos de la poeta, empapada de tristeza, de culpa, de ausencia… y, malgré tout, de amor.

Por Iñaki Urdanibia

Se ha solido considerar a los clásicos como representantes genuinos de su tiempo, cuando de hecho, como enfatiza José María Micó (Barcelona, 1961) son seres extraños, intempestivos con respecto a los modos y maneras de escribir, y crear, consolidados de su época.

El traductor, premiado por tal actividad, entre otros por su versión de la Divina Comedia de Dante (a los que se pueden sumar las traducciones de obras de Ramon Llull, Petrarca, Ausias March, etc.) poeta, músico, ensayista y catedrático de literatura en la Universidad Pompeu Fabra, reune quince ensayos en su «De Dante a Borges. Páginas sobre clásicos», editado por Acantilado, en los que presenta al nombrado Dante, Petrarca, Manrique, Ariosto, el Lazarillo de Tormes, Cervantes, Gracián, Rubén Darío, Borges o los principales poetas del Siglo de Oro. El libro es un intento, logrado, de subrayar el porqué son y siguen siendo tan singulares los autores nombrados, y lo hace entregando aspectos tanto biográficos como relacionados con las particularidades de su escritura. Toma Micó algunos aspectos de dichos autores que muchas veces han sido pasados por alto, para a partir de ellos ofrecer puntillosos retratos de ellos y de su quehacer, en un acto de creación que supone, además de la entrega de unas brillantes lecciones, un homenaje deslumbrante del placer de la lectura, una inmersión en ese continente llamado literatura. Destacan la claridad de la que hace gala el profesor, que va teñida de un desenfadado humor y una tendencia a recurrir a lo fragmentario en un uso rizomático que conduce de unos a otros de los autores nombrados, atreviéndose a buscar puntos de contacto y hasta comparaciones entre autores realmente dispares. Las páginas rezuman una desbordante pasión por la literatura, que coincide con la pasión con la que los escritores presentados se entregaron a la elaboración de su obra, y que es contagiada al lector. Así, puede aplicarse a la obra aquello, tan manido pero en esta ocasión realmente atinado, de enseñar deleitando.

El autor es, qué duda cabe, como queda dicho José María Micó, más la voz es prestada a los poetas analizados, al ofrecer algunos de los versos significativos de ellos, y la travesía por poemas de amor es abundante, amor no solamente a los seres amados sino a la vida y a las letras. No faltan en medio de estos textos presentados, algunas críticas o variaciones que desdicen, en cierta medida y en algunos aspectos, las propias declaraciones de los propios poetas, como es el caso de Borges y su manifestado desprecio, juvenil, por la rima y la forma soneto, que luego puso en práctica con clara devoción e innegable habilidad como queda mostrado en varios de los significativos poemas ofrecidos. Incide igualmente el autor en la relación especular que se establece entre los textos y los estados anímicos de los escritores, como queda explicitados en casos como los del Lazarillo o las coplas de Manrique, o algunas alusiones de Borges acerca de la oscuridad y la ceguera… Y Micó avanza verso a verso, y nos arrastra en sus interpretaciones que completan o llenan los huecos que en algunas lecturas apresuradas pueden ser dados por fallos, cuando de hecho no son sino parte del misterio de la literatura, que el ensayista trata de elucidar, consiguiéndolo.

El libro se abre con dos ensayos referidos a Dante y su obra, a los que siguen Manrique, prestando atención a sus iniciales poemas amorosos para luego centrar la mirada en sus célebres Coplas; Ariosto, luego somos transportados a los siglos XVI y XVII hispanos, nos las vemos con Góngora y Quevedo, para páginas más adelante rastrear el Sliglo de Oro, las idas y venidas entre las maneras italianas e hispanas, y la pérdida de la inocencia presente en el Lazarillo, y luego vienen Cervantes, Lope de Vega y los cruces entre el autor de El Quijote y Ariosto menor, o los ecos de Dante en Góngora, y Petrarca, el nicaragüense Rubén Darío, Gracián, para concluir con Borges en una travesía que fluye como el río que la literatura es…«Somos el tiempo. Somos la famosa / parábola de Heráclito el Oscuro. / Somos el agua, no el diamante duro, / la que se pierde, no la que reposa. / Somos el río y somos aquel griego / que se mira en el río. Su reflejo / cambia en el agua del cambiante espejo, / en el cristal que cambia como el fuego. / Somos el vano río prefijado, / rumbo a su mar. La sombra lo ha cercado. / Todo nos dijo adiós, todo se aleja. / La memoria no acuña su moneda. / Y sin embargo hay algo que se queda / y sin embargo hay algo que se queja.»

Unas lecciones que se muestran caleidoscópicas y rizomáticas – no se entienda descentrada – al avanzar con cruces, referencias, meandros… que nos hacen navegar por el río de los clásicos nombrados y los sedimentos que dejaron para los tiempos futuros…en ese mapa antiguo de la condición humana.