Por Iñaki Urdanibia

Nota previa: Este artículo retoma algunos de los papeles repartidos en la sesión de la tertulia que tras más de una quincena de años, primero en Arteleku y luego en la Biblioteca municipal del barrio de Intxaurrondo, se suspendió a raíz de la pandemia, y que ahora, este 23-F, se despide, por desfondamiento del que suscribe. En la sesión además de el libro de Sebald, se habló de La peste de Albert Camus, a la que en su momento me referí en esta misma red. [Al final del artículo incluyo una lista con los libros que se han leído].

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«…la obra del recuerdo, el trabajo del testimonio desgarrador del curso del tiempo […] para el autor era tan importante conservar, coleccionar y archivar»

Andre Köhler, El paso a través de la oscuridad

«Toda la civilización de la humanidad, desde sus comienzos, no ha sido más que un ascua que con el paso de las horas se trona más intensa, y de la que nadie sabe qué punto se va a avivar y cuándo se va a extinguir»

W.G.Sebald

Cualquiera que se acerque a cualquiera de las obras, me resisto a calificarlas de novelas, constatará una serie de coincidencias, a veces alucinadas entre pasado y presente, incluyéndose él mismo en las historias narradas, muchas de ellas nada ejemplares en la historia de la vieja Europa, dejando ver su disgusto sobre el derrotero que tomaron las cosas, de manera muy especial de la aberrante experiencia nacionalista radical de su país con los subsiguientes desastres que conllevaron, amén de el horizonte ligado a la decadencia a la que conduce el afán por adueñarse de la tierra, que prescribía Yavé; sin reparar en gastos; reseñable en este orden de cosas resulta su poema Del natural de 1988, verdadero alegato en defensa del respeto a la naturaleza. Entrevera lo autobiográfico, insertando documentos, lecturas, ficción, hechos históricos y representaciones pictóricas y gráficas. Sus ingredientes son la memoria, el duelo y la melancolía, con implicación personal, reitero, recurriendo a materiales de archivo, con especial presencia fotográfica, que va intercalando en el texto no como simple acompañamiento o adorno, sino haciendo hincapié en aspectos esenciales que van marcando cierto ritmo en la narración.

Se zambulle el escritor en el vértigo de la historia, y reflexiona sobre lo que fue y lo que podría haber sido, con su presencia como protagonista o sujeto. En una mezcla de personajes reales y ficticios, adoptando el tono de la crónica o el reportaje ( por momentos en un estado alucinado de ensoñaciones…). Haciendo las paces con su identidad cultural, desmarcándose del fanatismo, que tan malas consecuencias tuvo en su país, teñid a su prosa con amplia melancolía propia de la errancia y el desarraigo que le son propios.

Ya desde su primer libro en prosa, Vértigo (1990) se podían ver los rasgos esenciales que iban a guiar su quehacer: El presente y el pasado cruzados, utilizando con frecuencia la intertextualidad que le conducían a recurrir a citas de luminarias de las letras y de otras artes. Con el recurso del interior al exterior, de lo propio a lo ajeno. Stendhal y su amada madame Gherardi, o la estancia de Franz Kafka en un sanatorio; definiendo su escritura como ficciones en prosa. En el siguiente, de 1992, Los emigrados irrumpe otra de las constantes de su escritura, en la que acompañaba la existencia de cuatro exiliados de los demás y de sí mismos, todos ellos outsiders, exiliados, melancólicos… en consonancia con su propia manera de ser y de enfocar las cosas, y con su elegido exilio, resultando las palabras de uno de ellos, Max Ferber, idénticas a las del propio Sebald, exiliado por deseo propio. En Austerlitz (2001) trata igualmente de la existencia y avatares de un exiliado en busca del origen de su nombre y otros orígenes; no seguiré, mas lo que sí que salta a la vista es que, sin rizar rizo alguno, al escritor le dolía Alemania como al de Bilbao, decía que, le dolía España. No es rebuscar mucho hallar la coincidencia de su postura, de tender a convertirse en protagonista de las historias que presenta a pesar de estar situadas en otros tiempos, con las afirmaciones finales de Jean-Paul Sartre, en las líneas finales de su texto autobiográfico, La palabras: «es un muchacho hecho de todo el mundo, hombres y mujeres, chicas y chicos, que equivale a todos, y a la equivale cualquiera», reafirmadas en su obra dedicada a Flaubert, El idiota de la familia, al considerar al hombre como «un universal singular que engloba a su sociedad y su época “reproduciéndose en ellas como singularidades”».

No me extenderé más en retratar las características y constantes temáticas y estilísticas de sus obras ya que irán siendo mostradas, y tal vez repetidas, en la lectura del libro escogido.

Si elijo este libro del escritor germano, que se afincó en Inglaterra en donde falleció de un ataque de corazón mientras conducía su coche el 14 de diciembre de 2001, y que se hacía llamar Max, ya que el Winfried Maximilian Georg con que le habían bautizado le sonaba como a muy alemán, muy nazi; la elección es debida, repito, a que «Los anillos de Saturno. Una peregrinación inglesa», fue el que le abrió las puertas a la celebridad, además de que resulta paradigmático de su quehacer en el que se cruzan las historias reales con las imaginadas, los reportajes, los relatos de viajes, las imágenes reales, las reproducciones fieles, detalles verificables o hipotéticos, y los encuentros casuales o supuestos, todo ello acompañado de fotografías en blanco y negro de edificios, obras de arte, reproducciones facsímiles de escritos, pinturas, etc., lo que da como resultado falsos documentales elaborados por este explorador de la vida, muy en especial de la que recorre el Viejo Continente, en sus geografías y personalidades, por el lado oscuro; una travesía presentada en diez entradas que se multiplican en la medida en que se va avanzando, en un laborioso trabajo arqueológico. En palabras de Susan Sontag «el autor más interesante de las últimas décadas […] escritor de referencia en la literatura contemporánea».

Se reivindica él mismo, como queda expresado en la cita inicial de las notas biográficas que van más abajo, del dios romano Saturno, el padre severo de los dioses griegos, Cronos, al igual que incluye a algunos de sus personajes que encajan en tal conjunto saturniano, funcionando todo ello con la azarosa lógica de un caleidoscopio. Aun no siendo nada aficionado a horóscopos, ni a astronomías, y menos todavía a astrologías, sí que me parece de recibo detenerme en algunas cuestiones relacionadas con el signo-personaje que corona el libro y su actividad, al que se ha asociado [sigo la exhaustiva enumeración de Cristian Crusat] al principio del límite, el tiempo, el pasado, la tradición, la edad, la madurez, la mortalidad, el fin de las cosas, también con lo que pesa, sujeta, desafía, fortifica, profundiza; es el trabajo de la existencia, y del sufrimiento, la vejez y la muerte; el peso del pasado, los efectos del destino, el carácter, el error y la culpa, el castigo, la venganza, el encarcelamiento, la sensación de que “no hay salida”; en suma, pesimismo, inferioridad, inhibición, aislamiento, opresión y depresión; lo oscuro, frío, pesado, denso, seco, viejo, lento, distante…aspectos todos ellos que planean en la escritura glacial del escritor, que en no pocas ocasiones parece ser un vivo muerto o un muerto en vida, moviéndose e los límites borrosos entre la vida y la muerte. La melancolía se asocia a los nacidos bajo el signo de Saturno (diré al pasar que Susan Sontag hablando de, otro que tal bailaba, Walter Benjamin, destacaba que había nacido bajo el signo de Saturno… él mismo lo había afirmado: «Yo vine al mundo bajo el signo de Saturno. La estrella de revolución más lenta, el planeta de las desviaciones y demoras») [La sinceridad es una virtud y ser agradecido tampoco está nada mal: digo esto ya que las precisiones relacionadas con los astros y otras yerbas que siguen, deben mucho, o casi todo, a la obra de Richard Tarnas, Cosmos y psique, Atlanta, 2017].

Durante mucho tiempo se consideró a Saturno como el más distante de los planetas visibles, más allá de él reinaban divinidades desconocidas y poderosas, tal lejanía señalaba su indiferencia con respecto a los habitantes de la Tierra, y hasta se le consideraba como representación de quienes jugaban malas pasadas a los humanos; Pierto Citati, en su El mal absoluto (Galaxia Gutenberg, 2006) afirmaba que «Saturno era el planeta más alto, y en éso conservaba la excelencia y soberanía del sistema solar. Pero también era negro y siniestro, hostil a la Tierra y a los seres humanos. Frío, blanco y batido por los vientos, lejano, lento y enigmático, enviaba a la Tierra una luz debilísima y pálida, originaba el hielo y la nieve, los rayos y el trueno». Fue gracias al descubrimiento del telescopio cuando se conoció la distancia real de Urano, Neptuno y Plutón, lo que no quita para que hasta finales del siglo XVIII, se consideraba a ese dios, del que hablamos, como quien convertía en seres desdichados a quienes nacían bajo su estrella… La cosa venía de lejos, ya que tanto las corrientes del helenismo como luego los árabes siempre dotaron de carga negativa a Saturno.

Los alquimistas y astrólogos lo identificaban con el plomo, representándolo con una calavera o una tumba, en las diferentes fases del proceso alquímico de ennegrecimiento, putrefacción y la mortificación… dios que devora a sus hijos, siendo calificado por el poeta Paul Verlaine, en sus poemas saturnianos, como planeta fauve. Así pues, Saturno representan la pulsión al desmoronamiento y la descomposición.

Siendo la historia posterior a la segunda guerra mundial esencial en la escritura de W.G. Sebald, en la pluralidad ontológica de sus personajes, el autor del libro que tenemos entre manos se mueve en un vaivén de recuento de episodios fundamentales de las vidas de escritores y otras personalidades: en Vértigo, toman el protagonismo Stendhal, Giacomo Casanova o Kafka, mientras que en la presente ocasión nos las vemos con Rembrandt, Thomas Browne, el vizconde de Chateaubriand, Charles Swinbure, Joseph Conrad o Michael Hamburger, entre muchos otros.

Una tonalidad importante de la prosa de Sebald es que logra reflejar con extraordinaria dignidad el dolor traumático provocado por los funestos acontecimientos cuadráticos del ciclo Saturno-Plutón, al contrario que los periodos dominados por Urano-Plutón que son presa de amplias agitaciones revolucionarias y en los que florecen impulsos de renovación emancipadora. Precisamente los primeros fueron tiempos de crisis y conflicto, tiempos de la primera y la segunda guerras mundiales, el 11-S, con el derrumbe de las Torres Gemelas, o el ascenso del nazismo y la implantación de la dictadura de Hitler, al igual que otros acontecimientos como la intensificación de la represión estalinista en la URSS, se dieron bajo la coincidencia de los astros nombrados.

En el libro que nos ocupa, vemos al caminante incansable por las costas del condado de Suffolk, al este de Inglaterra, con las sombras de las reflexiones de los Joseph Conrad, Rembrandt, Chateaubriand sin obviar algunas cuestiones relacionadas con la purificación en los Balcanes, que luego arderían en la cruda realidad; sin obviar sus propias rumias que le provocan los paisajes atravesados y sus sensaciones placenteras y no tanto; el narrador recorre la tierra, avistando la flecha que guía su mirada, como «un cementerio interminablemente largo para una humanidad afectada de un profundo mal, a veces cuando miro, tengo la impresión de que todo está ya muerto», con sus ruinas, acumulación de edificios destruidos, en esta obra que junto a Vértigo y Los emigrados, conforma la denominada trilogía de la destrucción, se sumerge en las negras noches de Europa, de tiempos oscuros hablaba su amiga Hannah Arendt; por asociación vienen a la mente los análisis del Angelus Novus de Paul Klee, que según el autor de los Pasajes, observa las ruinas que ha ido dejando tras de sí el Ángel de la Historia [No me resisto a transcribir la tesis IX de su Sobre el concepto de historia (Iluminaciones I, Taurus, 1973) en donde habla del asunto, quizá su texto más leído y citado al exponer una escueta síntesis de su pensamiento histórico-político: «Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. Representa a un ángel que parece estar a punto de alejarse de algo a lo que está clavada su mirada. Sus ojos están desencajados, la boca abierta, las alas desplegadas. El ángel de la historia tiene que parecérsele. Tiene el rostro vuelto hacia el pasado. Lo que a nosotros se presenta como una cadena de acontecimientos, él lo ve como una catástrofe que acumula sin cesar ruinas sobre ruinas, arrojándolas a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer los fragmentos. Pero desde el paraíso sopla un viento huracanado que se arremolina en sus alas, tan fuerte que el ángel no puede plegarlas. El huracán le impulsa irresistiblemente hacia el futuro, al que da la espalda, mientras que el cúmulo de ruinas crece hasta el cielo. Eso que nosotros llamamos progreso es ese huracán»]. Se palpa en sucminar, el de Sebald obviamente, la pena del exilio, trayendo a colación el caso del padre de Joseph Conrad, y otros destinos desorientados, individuos expulsados y perdidos, eliminados de la fortuna, centrándose en los que están solos y a los que se evita, ofreciendo retratos especulares con respecto a su propia experiencia (paradigmático en ese orden de cosas Los emigrados); al recuerdo viene algunas obras de Georges Perec (me refiero a W o recuerdos de la infancia o su descripción de Ellis Island, en donde se presta potente atención a los exiliados, los emigrados a los desarraigados en general. Como es marca de la casa el libro adopta Sebald la forma de collage en el cruce de trazos autobiográficos, lecturas múltiples, acontecimientos históricos y las habituales reproducciones gráficas en blanco y negro, espacio-tiempo del que hablaba Walter Benjamin.

Si en Austerlitz la guía era una estrella en la presente ocasión tal papel lo juega el tresbolillo en una viaje en el que más que el dicho de Spinoza, de no reír, no llorar, no indignarse sino comprender, Sebald trata de comprender alzando, frente a la vorágine de la Historia, un gris museo al igual que Alec Garrard llevaba más de dos décadas construyendo un modelo del templo de Jerusalén; aficionado a las maquetas en Los emigrados, uno de los personajes, Max Ferber se empeñaba por reproducir el templo de Salomón. Traza en su caminar, medio convaleciente, unos mapas del paisaje que se mezclan con una desolación silenciosa (Al cabo de unos minutos ya me parecía estar caminando por un país ignoto completamente liberado ilimitadamente oprimido…con cada paso se hacía cada vez mayor el vacío en mí y a mi alrededor y el silencio más profundo), señalando que no tenía ni un pensamiento en su cabeza, sólo el murmullo opaco del mundo apenas audible, y en eso salta la liebre la que a la expectativa ve que sus latidos cobran velocidad del mismo modo que en el narrador lo hacen contagiado, por la terra incognita, en un pre-tiempo póstumo en que se halla el animal [podría tomarse sin exagerar ni forzar las cosas la liebre como modelo del modo de comportarse de su escritura Sebald: haciendo que cuando menos se espera salte una liebre en forma de lugar, lectura, acontecimiento… que el escritor asocia con habilidad narrativa]. Y desde el puente, edificaciones de hormigón medio enterradas entre piedras, lugar en el que durante tanto tiempo había trabajado en secreto el ejército inglés… se nombra la Isla de los Muertos, sintiendo encontrarse entre «los restos de nuestra propia civilización perdida en una catástrofe venidera»… montañas de basura de metal y de chatarra que hemos dejado atrás… en un balanceo de juego entre el olvido y la memoria… acompañado de escalofríos, provocados tanto por el desolador espectáculo como por su propia situación post-operatoria.

Los encuentros, las lecturas o los reportajes vistos en la televisión van a llevarle a buscar coincidencias, e hilos que se asocian a diferentes hechos y curiosos sucesos, como en un juego de la oca, eso sí casos que siempre tienen una honda significación. Nos entrega el cuadro que Rembrandt pintó de un buey abierto en canal, en 1655, el pintor convertido en carnicero de la realidad, al igual que conocemos a Thomas Browne, nacido en Londres en 1605, preocupado por la anatomía de los humanos, y asistimos a la clase de anatomía de Nicolaas Tulp, somos llevados al Amsterdam de 1632, en la que se celebra, es un modo de hablar, una autopsia pública; agotado del camino y flojo en los referente a su salud se ve asaltado por los muertos que siguen presentes e intenta perseguirlos al modo de un avezado detective… fantasmas, y la mentada Isla de los muertos, que casan con los restos de nuestra civilización, que se antoja como un anuncio de una catástrofe venidera, unos restos que parecen confirmar la extinción de una especie; salen al paso, por sus aires de familia, algunos análisis de Gilles Deleuze en su curso de Vincennes, en 1981, y en su ensayos obre Francis Bacon, Lógica de la sensación ( Arena, 2013), en los que hablaba de que el cuerpo se escapaba al control de la conciencia, enumerando maneras en que el cuerpo se ausenta: cuando se duerme, en el vómito o el grito, del mismo modo que en las experiencias postquirúrgicas el cuerpo tiene tendencia a la huida, similar sensación a la que experimenta, y expresa, Sebald. Si Umberto Eco consagraba la división entre apocalípticos e integrados, el escritor anglo-germano, se debería ubicar entre los apocalípticos, o poco menos; no se asemejaría, desde luego, su visión a aquella definición de la felicidad de Gottftield Benn, que la definía como ser idiota y tener trabajo, inclinándose más a lo aseverado por John Stuart Mill: más vale Sócrates atormentado que cerdo satisfecho. Diré al pasar, por si hace falta decirlo, que si alguien ama las alegrías del huerto, con W.G. Sebald está aviado, ya que el elemento del que se nutre su escritura es la melancolía (del latín melancholia y este del griego melankholía ‘bilis negra’, ‘mal humor’, compuesto de mélas ‘negro’ y kholé ‘bilis’); ya en Grecia se usaba la expresión para señalar el exceso de alguno de los cuatro elementos , dándose un desplazamiento posterior en el tiempo en que los anacoretas se se retiraban al desierto, a la solitaria meditación, viéndose asediados por ataques de acedia, nombre que adoptó tal tipo de actitud de taciturnidad, de ausencia, provocada según sus víctimas por el siempre tentador Satanás. Tensión permanente entre la grandeza de quienes se veían afectados por tal estado, y los borrosos límites con la locura. Entre Satán, Saturno / Cronos, se fueron deslizando las distintas visiones por la Edad Media, dominada por la óptica cristiana, por el Renacimiento, el clasicismo, las Luces, el romanticismo, y las ya más actuales posiciones de la psiquiatría y de los escritores y pensadores más cercanos a nuestra actualidad (puede leerse con provecho Mélancolie. Les metamorphoses de la depression de Heléne Prigent, editado por Gallimard en 2005). En este orden de cosas, Robert Burton en su clásica Anatomía de la melancolía (hay traducción en dos cuidados volúmenes: Asociación Neuropsiquiátrica de España, 1997) se preguntaba: «¿Quién no está loco? ¿Quién está exento de melancolía?¿Quién no está más o menos afectado por ella de forma pasajera o permanente?». No lo sé.

Afirma Coetzee en su Mecanismos internos: «la forma que toma esa crisis de melancolía en los textos de Sebald está bien definida[…] El mundo parece estar lleno de mensajes en algún código secreto. Los sueños son espesos y agitados […]. El hombre y sus actividades parecen diminutas al punto de la insignificancia; todo sentido de propósito de disuelve»… y W.G.Sebald avanzando y ligando su estado postoperatorio, y lo que siente anestesiado, con las escenas de Rembrandt y compañía, y continúa la peregrinación con una postura de quien dijese ya que pasaba por ahí… topa con los nombrados y con Borges y sus seres imaginarios que llevan a al autor a arrastrarnos al gigante asiático y a algunas historias allá ubicadas, y… Bioy Casares, Catalina de Siena, san Sebaldo, o al ya nombrado Joseph Conrad contextualizado en relación con el salvaje colonialismo belga («el rey Leopoldo, el patrocinador de la modélica empresa, explica que los amigos de ls humanidad no podrían perseguir una meta más noble que aquella que hoy les une: la apertura de la última parte de nuestra tierra que, hasta ahora, había permanecido intacta a las bendiciones de la civilización»), y unas cuantas localidades en un patchwork permanente de ellas, de monumentos, paisajes y relaciones de vidas de escritores, de inventores… y un amplio bestiario en el que se codean, es un decir, los arenques, golondrinas, abejas, cerdos, con los dragones chinos, con escenarios bélicos (Alemania, Inglaterra, Irlanda…), y… la seda, los gusanos, los tejedores y sus enfermedades mentales, cementerios, la Naturaleza, los sueños y las realidades vividas o imaginadas con anterioridad o provocadas por ciertas coincidencias. Y… las ruinas, el paso del tiempo, la destrucción y la memoria, en una lógica bíblica que se pliega como mano al guante: «Y los bendijo Dios y les dijo: Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra y sojuzgadla; ejerced dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra» (Génesis, 1: 28) [ Las cursivas son mías].

El escritor presentado elabora, en forma rizomática (leo a Gilles Deleuze & Felix Guattari, Rizoma (Introducción), Pre-Textos, 1976: primero lo definen: «Contrariamente al grafismo, al dibujo o a la fotografía, contrariamente a los calcos, el rizoma está relacionado con un mapa que debe ser producido, construido, siempre desmontable, conectable, alterable, modificable, con múltiples entradas y salidas, con sus líneas de fuga (…) Contrariamente a los sistemas centrados (incluso policentrados), de comunicación jerárquica y de uniones preestablecidas, el rizoma es un sistema acentrado, no jerárquico y no significante, sin General, sin memoria organizadora o autómata central, definido únicamente por una circulación de estados […]. Un rizoma no empieza ni acaba, siempre está en el medio, entre las cosas, inter-ser, intermezzo. El árbol es filiación, pero el rizoma tiene como tejido la conjunción “y…y…y…”. En esta conjunción hay fuerza suficiente para sacudir y desenraizar el verbo ser. ¿A dónde vais? ¿De dónde partís? ¿A dónde queréis llegar? Todas estas preguntas son inútiles. Hacer tabla rasa, partir de cero, buscar un principio o un fundamento, implican una falsa concepción del viaje y del movimiento (metódico, pedagógico, iniciático, simbólico…)» y tras la definición lanzan una invitación: «¡HACED RIZOMA y no raíz, no plantéis nunca! ¡No sembréis, horadad! ¡No seáis uno ni múltiple, sed multiplicidades! ¡Haced la línea, no el punto! La velocidad transforma el punto en línea. ¡Sed rápidos, incluso sin moveros! Línea de suerte, línea de cadera, línea de fuga. ¡No suscitéis un General en vosotros! ¡Haced mapas y no fotos ni dibujos! ¡Sed la Pantera Rosa y que vuestros amores sean como los de la avispa y la orquídea, el gato y el babuino!»). El modo de comportarse de a escritura dela autor que leemos parece adaptarse a la prescripción de la pareja nombrada, y así se comporta la prosa leída, sebaldiana, que se disemina en asociaciones múltiples, en una horizontalidad que se va desplegando en una tela propia de una tenaz araña; y si el otro escribía sus episodios nacionales, W.G. Sebald elaboraba sus episodios continentales europeos, y… siendo tal la abundancia… que cualquiera puede verse abocado a preguntarse aquello que dijese Nietzsche en su Ecce homo: « ¿Cuánta verdad puede soportar un hombre cuánta verdad puede atreverse?. Ésta se ha convertido para mí en la auténtica unidad de medida, cada vez más…Cualquier resultado, cualquier paso hacia adelante en el conocimiento es una consecuencia del valor, de la dureza con uno mismo, de la exigencia con uno mismo…?», el saturniano Max Sebald da muestras, en sus intensas obras, de tirar siempre hacia adelante no en flecha sino en un zigzagueo constante que abarca y baliza no pocas anécdotas e historias, como guiado por un dispositivo propios de las muñecas rusas, matrioska, en cuyo interior hay otras… ¡Así Max Sebald!

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W.G.Sebald (Allgäu, Alemania, 1944 – Norfolk, Inglaterra, 2001)

«Cuando el Día de la Asunción

del cuarenta y cuatro vine el mundo,

pasaba por delante de casa una procesión,

acompañada de la banda de música de los bomberos,

en dirección a los floridos campos de mayo. Mi madre

lo tomó al principio por un buen presagio, sin saber

que el frío de Saturno regía la constelación

del momento y que, sobre las montañas,

estaba ya la tempestad que, poco después,

dispersó a los suplicantes y mató a uno

de los cuatro porteadores del palio…»

Ya a temprana edad tomó conciencia de las vicisitudes de su país: su padre habiéndose alistado en la Wehrmacht en 1929, participó en la segunda guerra mundial siendo hecho prisionero hasta 1947, mas mayor influencia en la conciencia del joven, ya que en su familia, y en el país en general, se guardaba un celoso silencio con respecto a los años anteriores de la guerra, fue el ver un documental, sin explicación ni contextualización alguna, sobre el campo de concentración de Bergen-Belsen lo que le hizo sentir una sensación de vergüenza que le empujó a abandonar su infancia solitaria y bucólica («mientras que estaba sentado en mi cochecito y mi madre me paseaba a través de praderas floridas, los judíos de Corfú eran deportados an Polonia en marchas de cuatro semanas. Es la simultaneidad de una infancia dichosa y esos acontecimientos horribles me resultan hoy completamente incomprensibles, y sé que estas cosas arrojan una gran sombra en mi vida»); si esto sucedió cuando contaba con la edad de dieciséis años, las imágenes y lo que representaban se le quedó grabado en la mente, de tal manera que fue la fuente que dinamizó su escritura que tomó como centro los problemas relacionados con la memoria y la desmemoria del país, la culpa ante los desmanes cometidos, y las huellas que todo ello supuso para el pueblo alemán, y por extensión al resto de países europeos, además de los problemas ligados con la emigración, el exilio etc..

A la edad de veintiún años abandona su país, exasperado por el silencio que allá reinaba, forma descarada de ocultación de los hechos, además de por la falta de interés por lo acontecido por el mundo de la literatura y la cultura en general que se respiraba por aquellos lares; los silencios familiares y de los profesores universitarios que le tocaron en suerte. Cursa estudios universitario, primero en Suiza y más tarde en Inglaterra, en donde finalizados los estudios, impartió clases de Literatura europea, en la Universidad East Anglia de Manchester, anteriormente había ejercido como profesor en St Gallen, Suiza. Los comienzos en el mundo de la escritura se hicieron esperar hasta la cuarentena ya que con anterioridad su dedicación fundamental era la de profesor e investigador… entonces vinieron sus Vértigos (1990), Los emigrados (1992), Los anillos de Saturno (1995) y Austerlitz (2001), y algunas más, como Pútrida patria. Ensayos sobre literatura (1985), Del natural (1988), Sobre la historia natural de la destrucción (1999), o Campo Santo (2003), y me limito a las traducidas al castellano, en Anagrama, anteriormente algunas vieron la luz en Debate.

No pasaré lista de los numerosos galardones obtenidos: la Medalla Johannes Bobrowski, 1994, el Premio de literatura de Berlín en 1994, el Premio Mörike de la ciudad de Fellbach, 1997, el Joseph Breitbach en el 2000, al igual que el Heine del mismo año, el National Book Critics Circle Award de 2002, el Premio de literatura de la ciudad de Bremen en 2002 y ese mismo año el Independent Foreign Fiction, por su Austerlitz. Su temprana muerte le privó de alcanzar el Nobel, con respecto al cual su nombre comenzaba a sonar como candidato seguro; significativas en este orden de cosas resultan las palabras que pronunciase en 2007 Horace Engdahl, antiguo secretario de la Academia sueca, al señalar que Sebald entraba en el conjunto de escritores que habían merecido ser laureados con el Nobel.

Un adiós a Max Sebaldde Hans Magnus Enzensberger

«Quien nos llegara al corazón, / parecía venido desde muy lejos / a esta inquietante patria. Aquí, poco le retuvo. / Sin otra cosa que la búsqueda de vestigios, / con una vergueta de zahorí de las palabras / que vibra en sus mano. / Por lugares incendiados y llenos de tumbas / la ha seguido / hasta la locura frenética/en el brezal de Suffolk./ Is this rhe promis´d land? / Pronto irrumpió la oscuridad / pero él continuó su caminos, / en todas sus pesadillas / intrépido, hizo /una difícil andadura. / Que el polvo se le hiciera ligero, / lo sabemos solo por estas tres líneas: / Así me deslizaba silenciosamente / sin apenas mover un ala / a gran altura sobre la tierra…»

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Obras del autor

«¿Aún existe la gran literatura? ¿Qué sería, a la vista de la decadencia imparable del espíritu y del dominio de la trivialidad, de la superficialidad y la crueldad desprovistas de sentido que se han convertido en el eje de la narrativa actual, una empresa literaria respetable? De las pocas respuestas posibles, una es la obra de W.G.Sebald»

                                 Susan Sontag, Un âme en peine

+ SEBALD, W.G., Los emigrados, Debate, 1996. [Editado después en Anagrama]

Cuatro historias que son la misma: el desencuentro con la vida y con el país propio; caso que es también el del propio escritor. No solo irse sino irse de sí mismo, en un ejemplo de exilio interior. Seres perseguidos o cansados de prohibiciones y otras yerbas.

+ SEBALD, W.G., Vértigo, Debate, 2001.

Reflexiona sobre la identidad europea, que cruza con lo autobiográfico, por medio de la recreación de situaciones y escenas del pasado: así los amores de Stendhal en Italia, o la vida de Kafka en un sanatorio… en una atmósfera en que los limites borrosos entre ficción y realidad dominan. Y con él vamos a Milán, Viena o Venecia y al centro del la propia conciencia y sentimientos del escritor.

+ SEBALD, W.G., Austerlitz, Anagrama, 2002.

En la estación de Amberes, el narrador observa a un hombre que toma notas de manera compulsiva en su cuaderno; el narrador toma contacto con él y surgen unos lazos que se mantienen y que van suponiendo el descubrimiento de un ser al que se ha robado, la identidad, la memoria, y hasta el nombre, lo que hace que se sienta ajeno a todos los lugares, al mundo todo. El hombre vive en Londres y fue perseguido por su condición de judío, ya en Gales es educado por un párroco y su esposa… llegado el momento en que descubre su verdadero origen, siente que el mundo le es ajeno, sintiéndose extranjero entre los hombres. Una genial crónica del desarraigo.

+ W.G.SEBALD / Jan Peter Tripp, Sin contar, Nórdica Libros, 2003.

Un libro ilustrado que recoge unos haikus del escritor. El proyecto fue concluido por el dibujante Jan Peter Tripp a quien poco antes de morir, Sebald le envió los textos; tiene un Adiós a W.G.Sebald de Hans Magnus Enzensberger, concluyendo con El paso a través de la oscuridad de Andrea Kôhler. Una obra escrita a dos manos, y a muchas más, que entrecruza los poemas breves con los grabados, en permanente conversación; 33 poemas y 33 fotografías y los textos de Borges, Onetti, Beckett, Proust, Truman Capote, y unos cuantos más, escritores y pintores. Susan Sontag dijo de este hermoso libro: «La magia de la deslumbrante obra de W.G.Sebald sigue revelándose con esta colaboración inesperada»

+ SEBALD, W.G., Sobre la historia natural de la destrucción, Anagrama, 2003.

Se pregunta por qué los alemanes apenas hablan de las 131 ciudades destruidas, de la muerte de seiscientos mil civiles alemanas, a sumar a las víctimas de la guerra, y los siete millones y medio de alemanes que se quedaron sin hogar en la segunda guerra mundial. Culpabilidad, memoria y quién puede considerarse víctima.

+ SEBALD, W.G., Del natural, Anagrama, 2004.

Poema en prosa, poema rudimentario decía, en el que se presenta las tensas relaciones del Hombre con la Naturaleza. Un tríptico: el pintor Matthias Grünewald, que pintaba santos, sangrientas crucifixiones, etc., testigo de la persecución de los judíos, y execrables crímenes. La experiencia del botánico G.W. Steller que se unió a una expedición rusa para explorar la ruta de Alaska. El tercero, en el que él mismo asoma, sus temas más frecuentes: amnesia alemana, el desarraigo del exilio, elegido o no, el maquinismo brutal, los paisajes destruidos, el amor al arte y la melancolía del vivir. Con una visita a la Pinacoteca de Munich, para contemplar el lienzo de Altdorfer: La batalla de Alejandro, le sirve a Sebald, nacido bajo el siglo de Saturno, para reflexionar sobre la condición humana y la Historia.

+ SEBALD, W.G., Pútrida patria. Ensayos sobre literatura, Anagrama, 2005.

Trabajos críticos desde su cátedra de literatura comparada de la universidad de East Anglia en Norwick. Una de las obsesiones de la literatura austriaca: la patria, con especial afán por los judíos… por este experto en exilios y el más melancólico de los escritores del presente. Visita a algunos relatos de Schnitzler, Kafka, Elias Canetti, Thomas Bernhard, Peter Handke [primera parte: La descripción de la infelicidad ] Los otros: Pútrida patria (historias del gueto alemán, Kafka, Joseph Roth, Herman Broch, Jean Améry y Handke) componen la segunda: La infelicidad como resistencia (Celaya decía que la insatisfacción es de izquierdas)

+ SEBALD, W.G., El paseante solitario. El recuerdo de Robert Walser, Siruela, 2007.

Un paseo con el escritor solitario Walser, que nos hace observar el mundo con sus propios ojos.

+ SEBALD, W.G., Campo Santo, Anagrama, 2007.

Conjunto de textos de diferente índole en los que los hay narrativos, de ensayo, en los que visitamos la isla de Córcega con sus costumbres, etc., y vemos la visión sebaldiana sobre diferentes escritores: Kafka, Handke, Nabokov, Peter Weiss o Jean Améry, entre otros. [En un apetitoso libro reciente de Barbara Cassin, «La nostalgia. Ulises, Eneas, Arendt», editado por Alianza Editorial el año pasado, la filóloga y filósofa, narra en el primer capítulo, Sobre la hospitalidad corsa, las costumbres funerarias de los corsos… no lo hace como viajera, ni como turista sino en base a su experiencia personal.]

+ Schwartz, Lynne Sharon, Emerge, memoria (Conversaciones con W.G.Sebald), KRK, 2021.

Ensayos y entrevistas con el escritor , fechados entre 1996 y 2003; memoria, olvido, ausencia y todos los constantes temas presentes en sus obras explicados por él mismo. Destacable el elogio que rinde a las memorias de Nabokov, Habla, memoria. Una docena de autores ofrecen su visión sobre la persona del escritor y de sus obras. Un homenaje al escritor y un homenaje para sus admiradores.

Algunos otros libros relacionados con el autor:

+ AAVV., Face à Sebald, Éditions Inculte, 2011.

+ Perera Velamazán, Pablo, Incógnita tierra (De Sebald), Shangrila, 2018.

+ Crusat, Cristian, La huida biográfica (Nuevas formas de la biografía, nuevas representaciones del artista), Pre-Textos, 2021.

+ Traverso, Enzo, Pasados singulares. El “yo” en la escritura de la Historia, Alianza Editorial, 2022.

Y… algunas reseñas publicadas sobre un par de libros suyos

Alemania en ruinas

+ W. G. Sebald

Sobre la historia natural de la destrucción

Anagrama, 2003.

158 páginas / 12 €

La escritura sobre los ignominiosos crímenes cometidos por los alemanes en los tiempos de la segunda guerra mundial se han removido por activa, por pasiva, por perifrástica y por todas las -ivas e -icas que en la lengua son. Obviamente no era para menos, ya que sus horrendos métodos y su empeño por elevar el crimen a su nivel industrial (la producción en serie de cadáveres) hacía que éstos debieran pasar a engrosar las más horripìlantes páginas de la historia de la infamia.

Ya desde el propio título del libro, de este potente escritor alemán fallecido ahora hace un par de años (el 14 de diciembre de 2001, en fatal accidente de tráfico, por lo que parece precedido de un ataque cardíaco), se anuncia que lo que va a venir es conmovedor, e indudablemente ya con la apertura del volumen comienza el encuentro con la destrucción, la muerte y su olor, y sus acompañantes animales. ¡Francamente conmovedor!

La base sobre la que se erige la sólida obra son unas conferencias que el propio escritor pronunció en Zurich. Trataba de poner algo de luz en la oscuridad absoluta del tema de la destrucción gratuita (?!) a la que fue sometido su país durante la segunda guerra mundial, cuando además las cosas ya estaban completamente claras desde el punto de vista bélico. «Es difícil hacerse hoy una idea medianamente adecuada de las dimensiones que alcanzó la destrucción de las ciudades alemanas en los últimos años de la Segunda Guerra Mundial, y más difícil aún reflexionar sobre los horrores que acompañaron a esta devastación». El silencio sobre tal sanguinario hecho ha funcionado hasta nuestros días, a pesar del tiempo transcurrido, a pesar de la enormidad del crimen y su sinsentido…ello no sólo fue debido a que la historia la cuentan los vencedores – ¡que también! – sino a la propia culpabilidad alemana que hacía que sintiesen como una especie de merecimiento del castigo debido a las terribles faltas cometidas por ellos, o por sus dirigentes vaya.

Recurriendo a distintos escritores y a muy diversas fuentes y testimonios, W.G. Sebald en buen arqueólogo, nos planta ante el horror producido, mas no únicamente nos sitúa ante los hechos, sino que los interpreta del mismo modo que se pringa, interpretando éstos y también el incomprensible silencio sobre tales persistentemente mantenido por propios y extraños.

Nos coloca el escritor ante el mismísimo apocalípsis, cuando los aviones bombardeaban durante horas enteras poblaciones, cuyos habitantes huían despavoridos hacia ninguna parte, abandonándolo todo, paisajes desolados, ruinas kilométricas, humanos que como seres alocados corrían en una y en otra dirección, hasta volviendo a veces al lugar de la destrucción con la vana esperanza, tal vez, de encontrar alguna pertenecía o a algún ausente…Datos y cifras escalofriantes, sobre las poblaciones y las ciudades diezmadas, sobre las humaredas y los hongos producidos por los bombardeos y que mostraban su impotencia impulsándola hacia lo alto del cielo, destellos luminosos que se podían ver a más de sesenta kilómetros, ruinas en las que se apilaban los cadáveres, con sus parasitarios acompañantes: las ratas, los gusanos y las moscas que formaban nubes intransitables para quienes debían de tratar de poner algo de higiene…en medio de toda aquella marea de olor y de mierda, provocada por la muerte al por mayor.

Desde el otro lado, la lógica del que más puede… «Dios, un espectáculo realmente espléndido, el mayor que he visto en mi vida, mirad ese incendio»… ¡La destrucción por la destrucción!

No quisiera desaprovechar por alto la ocasión y olvidarme de un par de libros, relacionados, de una u otra manera, con el de Sebald.

Otra mirada, esta vez teñida de humor crítico y ácido, sobre los bombardeos británicos sobre Dresde, es la de Kurt Vonnegut, al que le tocó en desgracia estar destinado allá por el ejército yanki, y de cuya experiencia salió su Matadero cinco, obra que le catapultó al éxito.

Algo posterior a las bombas arrojadas es la visita a las ruinas, incluidas las humanas, que representa James Stern en su El daño oculto. Un viaje a la Alemania de posguerra junto a W.H.Auden (Lengua de Trapo, 2010). El libro fue escrito cuando aún estaban calientes las cenizas de las bombas entre las ruinas, y los supervivientes estaban bajo el efecto del shock provocado por el bombardeo al por mayor. El libro vio la luz por primera vez en 1947 y recoge el testimonio del escritor James Stern, que acompañado por el poeta y amigo W.H. Auden (Mervyn), fue encargado por el ejército estadounidense para aclarar la huella que habían dejado en la población los bombardeos, para conocer la opinión de las víctimas de aquella brutal e indiscriminada operación militar. Recorremos con los investigadores distintas ciudades germanas (Stutttgart, Munich, Núremberg, Bamberg, Frankfurt…) y no asistimos al recuento de los kilómetros cuadrados arrasados, ni a la cantidad de edificios derribados, las ruinas no son las que hablan sino que lo hacen los corazones de quienes padecieron el fuego y el hierro. Eso sí, no está de más aclarar que la presencia del poeta W.H. Auden se reduce a la constatación de que él participó en tal misión, hablándose de él únicamente de pasada… sin más.

———————————————————————————-Sebald póstumo

+ W.G.Sebald

Campo Santo

Anagrama, 2007.

Quiso la desgracia -en forma de accidente de automóvil- que una de las plumas más brillantes y destacadas de las letras europeas y universales, en su deslumbrante lucidez, dejase de escribir un fatídico 14 de diciembre de hace seis años: no obstante, hay muertos que gozan de excelente salud, y lo digo ya que Sebald fue conocido, al menos sus obras más logradas, después de fallecer. Así pues, no podría aplicársele a él aquello que se lee en el libro que acerco a esta página: «los muertos siguen estando a nuestro alrededor, pero a veces creo que quizá desaparezcan pronto», en su caso desde luego sus pensamientos vivos creo que nos van a acompañar durante largo tiempo, y no lo afirmo solo por la categoría de clásico que podría otorgársele, sin exageración alguna al escritor, sino que también por la cantidad de escritos publicados tras su desaparición.

El autor de aquella obra, verdadera arqueología de la soledad, de nombre guerrero-napoleónico despistante, «Austerlitz», es un creador original al que resulta impropio calificar como novelista. Él mismo lo puntualizaba diciendo que lo suyo estaba más cerca del libro de viajes, del cuaderno de notas, de las memorias, etc. Desde luego su escritura se mueve más por aquél híbrido de novela y ensayo que inaugurase – y teorizase – Robert Musil, y que más cerca Alfonso Sastre neologizase como ensayela. En la presente entrega, editada por Sven Meyer, a los dos años escasos de su muerte se confirman aspectos – me refiero a la senda transitada – ya avanzados en otras obras del escritor bávaro: las asociaciones memorísticas y literarias con paisajes, con fotografías de la destrucción, o el recuerdo de algunos escritores que dejaron en el una imborrable huella (recuérdese sus «Pútrida patria» y «Los emigrados»): Améry, Levi, Handke, Günther Grass, Kafka, Nabokov, Chatwin, etc., etc., etc.

Se recoge en el volumen una primera parte que es el fruto de su aguda observación durante unas vacaciones pasadas en Córcega, y la segunda materiales varios en los que se entabla un diálogo, fructífero, con algunas obras y autores, además de hacer un hueco a alguna conferencia, y algunos materiales encabalgados de alguna de sus obras(la conmovedora y rigurosamente esclarecedora e incómoda «Sobre la historia natural de la destrucción».

En Ajaccio tras los rastros del célebre hijo del lugar, Napoleón Bonaparte, visitando museos y sintiendo la sensación de dejà vu ante las mujeres que le atienden en tales lugares, a las que encuentra parecidos de familia con el emperador o con algunos de sus más notorios militares; de visita en algún cementerio y acumulando datos acerca de la relación de los corsos con la muerte, verdaderas anotaciones antropológicas de sumo interés, para finalizar con algunas constataciones sobre la deforestación de la isla y las costumbres cazadoras desatadas de los nativos (con un recuerdo para el san Julián flaubertiano), y unas pinceladas acerca de algunos recuerdos escolares – que le hace llegar una dama isleña – que finalizan con la invitación a escribir bien si alguien quiere que se le lea. El viaje literario se las tiene con un personaje de Handke, al que se pretende domesticar, y lo relaciona con el mono de Kafka, y con algunas aseveraciones, justamente traídas a colación, de Nietzsche, Hofmannsthal, Musil y otros. Este modo de funcionamiento en red va a extenderse al resto de ensayos presentados en los que centrándose en algunos autores- Grass, Weiss, etc. y los problemas de la vergüenza y la culpa en Alemania tras la segunda guerra reclama la presencia de otros, que realmente no tienen desperdicio, al igual que no lo tiene el uso que Sebald hace de ellos, ni tampoco – de ninguna de las maneras – leer a este autor que siempre supone un deleite y un aprendizaje.

Intxaurrondo, 23 de febrero, 23-F, de 2023

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LISTA DE LIBROS LEÍDOS

«Pienso que sólo debemos leer libros de los que muerden y pinchan. Si el libro que estamos leyendo no nos obliga a despertarnos como un puñetazo en la cara, ¿para qué molestarnos en leerlo? ¿Para que nos haga felices, como dice tu carta? Cielo santo, ¡seríamos igualmente felices si no tuviéramos ningún libro! Los libros que nos hagan felices podríamos escribirlos nosotros mismos, si no nos quedara otro remedio. Lo que necesitamos son libros que nos golpeen como una desgracia dolorosa, como la muerte de alguien a quien queríamos más que a nosotros mismos, libros que nos hagan sentirnos desterrados a los bosques más remotos, lejos de toda presencia humana, algo semejante al suicidio. Un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado dentro de nosotros. Eso es lo que creo »

                      Franz Kafka,1907, carta a Oskar-Pollak

«Los malos libros son aquellos que nos dejan la cara y el estómago intactos. En general, venden más por eso mismo, pero no nos tiran a la lona. Cumbres borrascosas nos tira a la lona. Guerra y paz nos tira a la lona. Cualquier gran libro nos tira a la lona y le quedamos agradecidos por eso, puesto que vivimos a ras de tierra y no logramos levantarnos del suelo sin ayuda. Esto es difícil de explicar, pero espero que hayáis entendido ».

                       Antonio Lobo Antunes

«No lean, como hacen los niños, para divertirse o, como los ambiciosos, para instruirse. No, lean para vivir […] Se puede juzgar la belleza de un libro por el vigor de los puñetazos que os ha dado y al tiempo que habéis necesitado para recuperaros»

                           Gustave Flaubert

«Así como la función de la filosofía es elaborar conceptos, la de la literatura es impulsar la vida, originando afectos y perceptos»

Gilles Deleuze

NORMAN MELVILLE – El escribiente Bartebly

STEFAN ZWEIG – Novela de ajedrez

MARGARET ATWOOD – El cuento de la criada

PRIMO LEVI – Si esto es un hombre

YASMINA REZA – Arte

AMÉLIE NOTHOMB – Estupor y temblor

BLAISE CENDRARS – El oro

IVO ANDRIC – Un puente sobre el río Drina

MICHEL TOURNIER – Viernes o los limbos del Pacífico

LOUIS FERDINAND CÉLINE – Viaje al fin de la noche

ENTRE LA ESPERANZA Y LA DESESPERANZA

SAMUEL BECKET – Esperando a Godot

DINO BUZZATI – El desierto de los tártaros

JULIEN GRACQ – El mar de las Sirtes

J. M. COETZEE – Esperandoa losbárbaros

UTOPÍA Y DISTOPÍA

ISMAEL KADARÉ – La pirámide

GEORGES PEREC – Wo el recuerdo de la infancia

ERNST JÜNGER – Sobre los acantilados de mármol

YEVGUENI ZAMIATIN – Nosotros

J.M.G. LE CLÉZIO – Urania

VIENA, FIN DE SIGLO

ARTHUR SCHNITZLER – Relato soñado

JOSEPH ROTH – La marcha Radetzky

STEFAN ZWEIG – La impaciencia del corazón

ROBERT MUSIL – Las tribulaciones del alumno Törless

Le Clézio, << Pawana >>

Irene Nemirovsky, << Un niño prodigio >>

Los anteriores son los libros que leídos en ARTELEKU; el resto en la Biblioteca de Intxaurrondo

TRAVESIAS POR EL SIGLOXX / Nihilismo

ALBERT CAMUS – El hombre rebelde

IVAN TURGUENIEV – Padres e hijos

SOFIA KOVALEVSKAIA – Una nihilista

FIODOR DOVSTOIEVSKI – Las memorias del subsuelo

ALBERT CAMUS – El mito de Sísifo

2012-2013:VOCESDELA MEDIANOCHE

VASSILI GROSSMAN – Vida y destino

NICOLAI BUJARIN – Cómo empezó todo

ELISABETA RASSY – La ciencia del adiós

VICTOR SERGE – El caso Tulayev

ARTHUR KOESTLER – El cero y el infinito

LA SOLUCIONFINAL

BORIS PAHOR – Necrópolis

DIETER SCHLESAK – Capesius, el farmaceútico de Auschwiz

IMRE KÉRSTEZ – Sin destino

PRAGA Y SUS ESCRITORES

Jaroslav Hasek, «Las aventuras del valeroso soldado Schwejk»

Franz Kafka, «El proceso»

Brohumil Hrabal, «Yo que he servido al rey de Inglaterra»

Milan Kundera, «La vida está en otra parte»

Herman Ungar, «Los mutilados»

Ivan Klima, «Amor y basura»

Monika Zgustova, «La mujer silenciosa»

Arnost Lüstig, «Una oración por Katerina Horovitzová»

El MAR

Herman Melville: Moby Dick

Irish Murdoch: El mar, el mar

Joseph Conrad: Lord Jim

Marguerite Duras: El dique contra el Pacífico

B. Traven: La nave de los muertos

Le Clézio: La cuarentena

Yukio Mishima: El marino que perdió la gracia al mar

Norman Melville: Billy Budd

LITERATURA HEXAGONAL

Georges Perec, La vida, instrucciones de uso

Enrique Vila-Matas, Paris no se acaba nunca

Albertine Sarrazin, Astrágalo

Blaise Cendrars, Moravagine

Annie Ernaux, Los años

Romain Gary, El bosque del odio

Patrick Modiano, La trilogía de la ocupación

Irène Némirovsky, Los bienes de este mundo

MUJERES

Doris Lessing,«El cuaderno dorado »

Virginia Woolf,«Al faro »

Toni Morrison,«Beloved »

Sylvia Plath, «La campana de cristal »

Patricia Highsmith,«El diario de Edith »

Natalia Ginzburg, «Todos nuestros ayeres »

Nadine Gordimer,«Mejor hoy que mañana »

Marguerite Yourcenar, «Opus nigrum »

CLÁSICOS SINGULARES

Don DeLillo, Submundo

Clarice Lispector, La hora de la estrella

Malcom Löwry, Bajo el volcán

Carson MacCullers, El corazón es un cazador solitario

Thomas Pynchon, La subasta del lote 49

Thomas Bernhard, Corrección

Robert Walser, Los hermanos Tanner

Siri Hustvedt, Todo cuanto amé

LITERATURAS EUROPEAS

Hans Herbert Grimm: Historia y desventuras del desconocido soldado Schkump

Gustave Flaubert: Bouvard y Pécuchet

Simone de Beauvoir: Memorias de una joven formal

Giseppe Tomasi di Lampedusa: El Gatopardo

Magda Szabó: La puerta

Stanislaw Lem: El hospital de la transfiguración

Lars Gustafsson: Muerte de un apicultor

Jean Améry: Lefeu o la demolición

OTROS MUNDOS, OTRAS GEOGRAFÍAS, OTROS LUGARES

Julio Verne: La isla misteriosa

Christine de Pizán: La ciudad de las damas

Karel Capek: La guerra de las salamandras

[ Suspensión a causa del COVID-19… y los que quedaban por leer]

Herbert George Wells: «La isla del Dr. Moreau »

Ítalo Calvino: «Las ciudades invisibles»

Henry David Thoreau : «Walden o mi vida entre bosques y lagunas»

Raymond Roussell: «Locus solus»

Jonathan Swift:«Los viajes de Gulliver»

Fin de fiesta [al acabr el curso]

+ L´Affiche rouge

+ Informe para una Academia de Franz Kafka

+ El banquero anarquista de Fernando Pessoa

+ El Gran Inquisidor de Fiodor Dostoievski

+ En la colonia penitenciaria de Franz Kafka