Por Iñaki Urdanibia

No es la primera vez que la escritora francesa que firma como Fred Vargas (seudónimo de Frédérique Audoin-Rouzeau, París, 1957), célebre por sus novelas negras, con sus señeros personajes (el comisario Adamsberg o los tres evangelistas) se pronuncia sobre temas ajenos a la propia literatura: ahí están sus artículos en prensa y algunas obras que dan cuenta de su preocupación por temas de actualidad política, social y afines. Recuerdo su compromiso en contra de la extradición del italiano Cesare Battisti (La vérité sur Cesare Battisti, Viviane Hamy, 2004) o sus reflexiones sobre los malestares e inquietudes de los humanos (Critique de l´anxiété pure, Viviane Hamy, 2003); su vida, que conserva con celo lejos del ruido mediático, se desarrolla en dos: como investigadora en arqueozoología y sus rom´pols. En la presente ocasión su escritura se alza contra el calentamiento global que sitúa a «La humanidad en peligro. Un manifiesto», publicado por Siruela.

La escritora, convertida en ensayista, avanza con paso seguro con un cuidado estilo y con medidas dosis de fino humor, suministrando datos y recurriendo a diversas, numerosas, fuentes especializadas con los que van entregando una amplio panorama de la alarmante situación en la que nos hallamos; no cae no obstante ni en posturas derrotistas ni apocalípticas sino que las cifras que aporta son una llamada a poner freno al desmán en marcha, proponiendo una Tercera Revolución que supone la unión de todos, concienciados por las cifras y datos, en pos de la salvación del planeta y la supervivencia de sus habitantes, muy en concreto, los de la raza humana.

Si todo empezó con un texto ecológico breve, según explica, el tema se le fue desplegando más allá de los límites inicialmente pensados debido al interés que iba apoderándose de su ansia de conocer y de la constatación de la gravedad del problema, para irse ampliando con motivo del éxito obtenido y por haberse enterado de que Charlotte Gainsbourg iba a leerlo en la inauguración de la Conferencia de las Partes de la Convención sobre el cambio climático, COP24.

El avance da muestra de la convicción de Fred Vargas al ir ampliando su mirada sin pausa, aportando signos, síntomas, que dan cuenta de la situación: inundaciones, sequías, riadas y mareas, amén de los cambios de temperatura que son muestra inequívoca de que las cosas no funcionan de manera debida, sino que el avance es hacia el desastre. Su afán va a ser el tratar de hallar responsables y la genealogía de cómo se ha llegado a la actual situación y el silencio de quienes tenían una visión contrastada de como funcionaban las cosas y podían prever la dirección que iba tomando el proceso; guardaron silencio, mirando para otro lado y no pusieron freno a la veloz marcha hacia el caos…. y en eso, llegó otra calamidad que responde al nombre de Donald Trump. Obviamente si quienes estaban en posesión de los datos no informaban, es natural que el común de los mortales siguiese metida en la carrera consumista sin prestar atención a aspectos que no eran valorados. Ante esta ignorancia generalizada , ella recurre al ejemplo personal para desvelar como la preocupación la llevó a convertirse en una verdadera auto-didacta, y de tal información le surge el deber de entregar a los demás el saber acumulado.

La responsabilidad es de todos, pero no se priva de señalar que más de unos que de otros, de aquellos que fomentan el consumo desbocado guiados por la búsqueda irrefrenable de la obtención de ganancias y la de quienes teniendo las herramientas en sus manos, no ponen freno al desastre dictando leyes adecuadas, etc.

Nadie podrá achacar a la escritora que se deje llevar por ficciones o por calenturientas imaginaciones, sino que a lo largo de la obra, que no da respiro, va poniendo las cartas encima de la mesa, con cifras, datos, mostrando el recurso a fuentes dignas de crédito. La acumulación de números aportados que puede hacer algo tediosa la lectura, es compensado con un lenguaje llano y accesible, que se expone como una travesía personal de quien toma conciencia y amplía la visión sobre el problema y el deber de compartirla, hace más cercana la lectura y una postura inapelable. Los ejemplos tomados de diferentes esferas como la ganadería, la agricultura, la utilización de las fuentes acuíferas, los medios de transporte (el uso particular de los coches, aviones… con unas páginas que desmitifican las tan cacareadas virtudes de los coches eléctricos), la desaparición de algunas especies animales, y son abundantes, las emisiones, el efecto invernadero, provocada no sólo por el CO2 sino por otros gases como el protóxido de nitrógeno, el metano, la confección de algunas ropas, las visitas a zonas, de glaciales y similares, o por pagos boscosos tropicales, cuyos cambios son llamativos y lo incomprensible que resulta la no utilización de las energías renovables.

A riesgo de repetirme, el libro es una llamada a la responsabilidad personal en pos de un consumo responsable, además de una denuncia radical a los mayores responsables del desaguisado en marcha – terreno en el que no ahorra mostrar su neta desconfianza a los comportamientos gubernamentales – que parecen hacer caso omiso a los peligros que amenazan ya a la supervivencia del planeta.

Que viene el lobo, que viene el lobo… con perdón para dichos animales, éste ya está aquí en estos tiempos de Antropoceno en que el desastre es debido a la acción de los humanos que convertidos en orgullosos Prometeos han caído en manos de un dominante Frankenstein… encarnado en una Naturaleza que parece vengarse de los despropósitos de los humanos. Y Fred Vargas lanza un grito de alarma, llamando a la conciencia y a la responsabilidad de los ciudadanos ya que si estamos esperando a las medidas de los gobiernos… de ahí Tercera Revolución – antes se dieron la neolítica y la industrial – a la que invita a todos.