Por Iñaki Urdanibia.

Este 31 de mayo se cumplen doscientos años del nacimiento del gran poeta estadounidense, los versos de un yo humano y divino.

«Toda la cultura de Whitman, toda su inteligencia, todo su saber, todo eso estaba fundido y dominado por su humanidad, de suerte que la impresión que producía no era la de un hombre ilustrado ni de un artista, sino la de un hombre con toda la fuerza, belleza y espontaneidad de la naturaleza humana»

                                                (John Burroughs)

«Yo creo que no hemos prestado suficiente atención al arte consciente de este hombre. Su libro es fuente de inspiración y al mismo tiempo nos surte de conocimiento sobre el mundo en que vivimos, nos habla de su esplendor y su violencia, Nos habla, movido por el impulso irrefrenable de llevarnos hasta alturas inaccesibles, en el intento único de dignificarnos, al fin y al cabo, y dentro de su complejidad, siempre fue un hombre amable y compasivo »

                                                        (Erza Pound)

No faltaron elogios como los que abren este artículo, en especial por parte de poetas que admiraron al autor de Hojas de hierba, al gran Walt Whitman Jr. (1819 – 1892), a los que sirvió de inspiración: ahí están Jorge Luis Borges, Federico García Lorca, León Felipe, Pablo Neruda y muchos más; si bien es verdad que no todo fueron elogios ya que las críticas y hasta las medidas de la autoridad, provocadas por sus posturas políticas y supuestamente inmorales, alcanzaron a su persona… El poeta sirvió de puente entre el nuevo continente y el viejo, y en buen seguidor del primer movimiento genuino de filosofía norteamericana, el trascendentalismo de Emerson, exalta el sentimiento, la intuición el romanticismo, combinadas con una mirada mística que tiende a la fusión con el cosmos y con los humanos que lo pueblan, siendo un puntal sólido en la toma de conciencia del yo, en su canto a su independencia, extendiendo su canto a América y a la democracia, tomando en préstamo algunas de las primeras cuestiones apuntadas, mas como señalaba con tino Régis Michaud: «pero es para liberarse mejor de ella. Se han cumplido los tiempos nuevos, América va a estar libre de tutela, literalmente hablando; el ideal nacional finalmente va a encontrar intérpretes dignos de él; Europa para los europeos; que los Estados Unidos persigan su destino particular», colaborando en el espíritu de revuelta que tal movimiento suponía, hasta que ésta se convirtió en movimiento revolucionario de la mano de Jefferson; no es fácil que en una época surgiese una pléyade de escritores de la talla del nombrado Emerson, de Henry David Thoreau y de Walt Whitman. La Unión tenía su profeta en Lincoln y su poeta, encarnado de el poeta del que ahora se cumplen doscientos años de su nacimiento.

Walt Whitman era, o pretendía ser, una voz que era una multitud, que cantaba con el impulso totalizador de los posteriores cánticos que en el mundo han sido: desde el de Jorge Guillén al de Pablo Neruda, pasando por el de Ernesto Cardenal por referirnos al pasado siglo; y cantaba el mundo, la naturaleza en su pluralidad y su exhuberancia, partiendo de su propio yo para ampliarse desde el canto a sí mismo, a la mirada divina de la poesía de la que se arrogaba la propiedad o el destino como quien ha recibido un don y de él ha de encargarse en el cumplimiento de la tarea, y como se dice en la obra que oportunamente le dedica Toni Montesinos: «El dios más poderoso. Vida de Walt Whitman», recién publicado por Ariel, «omnipresente y omnipotente, plural e infinito, un pequeño dios que actúa de Poeta, un gran poeta que actúa de Dios».

Si alguien pretende seguir con detalle los avatares existenciales del poeta es recomendable que comience por la página 405 y que siga una setentena de páginas en las que se da cumplida y detallada cuenta de su vida. El libro está escrito, como se puede constatar de principio a fin, por un admirador de Whitman que sobre él, y de él, ha leído todo y , en consecuencia, pisa suelo firme en su acercamiento. No estamos ante una biografía-tipo, ya que Montesinos sigue al poeta en su evolución, en los motivos que impulsan su escritura, y en los ambientes en los que se movió y que le influyeron; así, la corriente trascendentalista de Emerson y la de su discípulo predilecto Thoreau, del que por cierto Montesinos siguió los pasos del solitario solidario – El triunfo de los principios: cómo vivir con Thoreau – con el fin de hallar el modo de sacar mayor partido a la vida, llegando a ser lo que eres, por la senda de la humildad franciscana y la huida de falsas necesidades; como decía, se ven las relaciones del poeta con dichos personajes y con otros coetáneos, y asistimos a los pasos que fue dando en la senda de perfilar su visión del mundo y su expresión escrita.

El comienzo se da bajo el signo que recorre las distintas andanzas de quien devendría afamado y polémico poeta de un pionero del autobombo, que no necesitaba de departamento de marketing, por decirlo en moderno, ya que él se bastaba para vender su imagen y el papel de ser destinado a dar voz a la vida de su época, considerándose llamado a cumplir un destino; en tal habilidad las primeras labores en una imprenta le facilitaron la labor, que se traducía en la presentación de sus escritos, el diseño esmerado y las ilustraciones en las que quedaba destacado su nombre; igualmente sus trabajos de periodista y sus publicaciones, teñidas de ciertas rigideces en las costumbres que debían evitar el alcohol y teñidas igualmente de ciertos aires morales fueron los tiempos de preparación del estallido que vino de la mano de la obra de su vida, Hojas de hierba, que publicó recién cumplidos los treinta y cinco años, que reescribió a lo largo de su vida en repetidas ocasiones, en nueve concretamente, puliéndola y haciendo que sus mensajes fuesen quedando más delimitados; tanto en lo temático como en los aspectos formales la obra supuso un giro en el terreno de la poética. Montesinos desarrolla los momentos claves a la vez que va explorando las interpretaciones, a veces un tanto crípticas, de sus poemas que en su momento provocaron escándalo debido a cierto pansexualismo que inundaba, desbordante, no solo a los humanos sino la mismísima naturaleza. Visitamos también al poeta contrario a la guerra, enrolado en el campo de batalla, dedicándose con entrega al cuidado de los heridos… se nos da a conocer sus amores, y sus mimos y cariños con respecto a algunos jóvenes con los que trató, y le veremos viajando, hacia el norte canadiense y conociendo el Sur esclavista, festejando la vida y los regalos del universo, con espíritu gozoso y de pura comunión con la naturaleza, etc. Una sencillez pareja a la de Thoreau, persiguiendo mantenerse dentro de los límites de la humildad propia de sus conciudadanos, lo que se traducía tanto en el modo de vestir como en el trato con los demás, y si se me apura hasta en el propio lenguaje de sus poesías en las que recurre a giros del habla coloquial incluyendo hasta palabras no aceptadas, ni aceptables, por la sociedad bien pensante; una concepción, deudora de los postulados de Emerson, de que en el interior de cada cual está presente la divinidad, se trataba de buscarlo con paciencia y con esperanza… Una existencia, no obstante, en la que el éxito y el relieve deseados con fervor no florecieron como él pensaba que merecía, al considerarse un destino, un visionario, un profeta, un apóstol y manteniendo la seguridad de que quien leyese sus poemas se hallaría ante un hombre, ante la cercanía de su cuerpo, de su carne, etc.

Uno de los poemas del libro nombrado en un par de ocasiones puede ser considerado como una exposición a modo de programa: «Creo que una hoja de hierba no es en nada inferior a la labor de las estrellas / Canto al yo, a una simple persona aislada,/ Sin embargo pronuncio la palabra Democracia, la palabra. En Masa./ A la vida en la inmensidad de sus pasiones, de sus pulsiones y de su fuerza,/ A la vida feliz formada por las leyes divinas para la más libre acción,/ Al hombre moderno, esto es a lo que canto.» Poemas que cantan la vida, que proclaman la igualdad, la solidaridad y el universalismo y que bien puede servir de rumia orientadora de cara a situarse en el mundo con una postura de aceptación y veneración de los colores, los sabores y olores que pueblan el variado y rico cosmos… y nadie debe arredrarse ante las dificultades iniciales de cara al sentido oculto de sus versos ya que si hacemos caso al poeta: «quienquiera que seas, te seguiré desde este mismo instante. Mis palabras te cosquillearán los oídos, hasta que las entiendas». ¡Así, Walt Whitman!