Category: ANDREA CAMILLERI


Por Iñaki Urdanibia

«He explicado que no tengo mente de historiador […] no he consultado más que unos pocos libros de historia y no he puesto un pie en un archivo para buscar papeles y documentos […] A mí me interesa que la segunda masacre, la de la memoria, sea de algún modo rescatada. Y perdóneseme acaso el lenguaje, el color, sus intemperancias, que ciertamente no son de historiador»

El escritor siciliano (Porto Empedocle, Sicilia, 1925 – Roma, 2019) es conocido por sus obras narrativas, y de manera muy especial por su serie cuyo protagonismo recae en el comisario Salvo Montalbano. Varias son las obras que, no obstante, han derivado por otros lares como puede verse en los enlaces que añado al final del artículo*. No es la primera vez de todos modos en que el escritor echa la vista atrás como hizo, por ejemplo, al rescatar al Rey Campesino, personaje del siglo XVIII.

Ahora en su «La masacre olvidada», editada por Destino, se zambulle, y nos arrastra consigo, al siglo XIX. Camilleri se comporta como un avezado arqueólogo y, a pesar de sus disculpas, como un historiador dispuesto a rascar para sacar a la luz unos hechos brutales que han sido mantenidos en el secreto, tanto por las autoridades, y su prensa, como por los historiadores. Fue en la noche entre el 25 y 26 de enero de 1848, cuando el mayor Sarzana se llevó por delante a ciento catorce personas, sin despeinarse; de los asesinados se ofrece en el Apéndice, la lista completa y su edad y lugar de procedencia.

En medio de las luchas de las diferentes banderías monárquicas, se desarrollan, además de los cambios de chaqueta, que hace que unos se pasen de los borbones a otras líneas dinásticas, los comienzos de la rebelión y los pasos hacia la unificación de Italia. No me detendré en detalles, pero sí quisiera destacar que lo narrado tiene ciertos aires de familia con comportamientos del presente: la represión fue salvaje, las versiones sobre lo sucedido fueron silenciadas siempre que no respondiesen a la versión oficial que es igual que decir la mentira oficial que exculpaba a los culpables de la masacre, y muy en especial del mayor protagonista de la chacinería. El coronel Emanuele Sarzana fue el comandante de la guarnición de Licata en el mismo momento en que los Borbones se adueñaban de lugar. El nombrado fue juzgado, es un decir, en diferentes lugares napolitanos y otros, yéndose de rositas, al difuminarse su responsabilidad o justificarla. También vemos a algún empleado, que respondía al nombre de Gaetano Attard, que se encargaba del Registro Civil, mostraba una capacidad de manipular propia de un hábil trilero: ocultación de datos, de las causas de las muertes, etc., etc., etc..pero que, al fin y a la postre, fue el que escribió los nombres de los asesinados; fiel escribiente pues. «Los fenicios, que a menudo veían largo y claro, llamaban a la Pantelaria, ´Yrnm, que significa “islas de los avestruces”»… en esta ocasión hicieron verdad el dicho de los fenicios.

Las fuentes a las que recurre Andre Camilleri quedan desveladas y muy en concreto las historias que sobre el asunto le contase su bisabuela Carolina Camilleri, coetánea de los hechos, al igual que los testimonios de parte de quienes colaboraron en la masacre, no privándose de recurrir al terreno hipotético, el escritor recompone la verdad de los hechos, la esclavitud a que eran sometidos los prisioneros, o la obligación a lucir uniformes enemigos, siendo así aprovechados antes de dárseles la muerte… y el espanto de los testigos que veían a seres que generalmente daban cuenta de unos sentimientos realmente buenos se dedicaban, enloquecidos, a arrastrar por las ensangrentadas calles los cadáveres de los asesinados. Robos, incendios y destrucción acompañaron la matanza en la que el cabecilla no tuvo tiempo de sudar… frente a los grandes sudores que confesó Adolf Eichmann padecidos para llevar adelante su producción de cadáveres al por mayor…

En fin, una historia narrada con la habilidad propia de Andrea Camilleri que combina la presentación de la sangría cometida con ciertos toques de humor que son una verdadera arma para ver el desbarajuste con que se llevaron a cabo las inexistentes investigaciones, y la absoluta ocultación de los hechos.

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( * ) Aquí van algunos enlaces que llevan, o deberían hacerlo, a varios artículos sobre libros del escritor. En el primero de ellos, se envía a cuatro, además del propio artículo; advierto que se pueden dar repeticiones, pero bueno…:

https://carteldelasartesylasletras.wordpress.com/?s=++Andrea+Camilleri

https://archivo.kaosenlared.net/archivo/lo-ultimo-de-andrea-camilleri

htttps://archivo.kaosenlared.net/alla-en-vigata/

Por Iñaki Urdanibia

Cualquiera que sea aficionado con la novela negra se habrá topado con Andrea Camilleri (Porto Empedocle, 1925- Roma, 2019) y su sagaz comisario Montalbano y el escenario imaginario de sus historias, Vigàta*. En la presente ocasión, su «El precio del honor», editada en Destino, la escritura del autor italiano deriva por otros derroteros, sicilianos eso sí.

Todo empezó cuando con una veintena de años debía trasladarse a Palermo para presentarse a un examen; un amigo de la familia le lleva en su camioneta, dedicada al transporte de pescado, cuando de pronto varios hombres armados mandan parar al vehículo. Se ve que para el chófer la cosa era ya habitual: se trataba de pagar un peaje para poder pasar, consistentes en algunas cajas de pescado para poder continuar el camino sin sobresaltos. Esta experiencia escamó a Camilleri, al suponer su primer contacto con la mafia, más de una vez a nombra como Maffia, lo que le empujó a interesarse por el tema… su investigación personal le llevó a consultar diversos archivos y enciclopedias y a interrogar a algunos conocedores del fenómeno, y sus diferentes expresiones, sin obviar la petición de ayuda, a alguien que de esto sabía cantidad: Leonardo Sciascia.

Con un estilo oral, que como en el escritor es hábito, teñido de afiladas dosis de humor, que se ve ayudad por su desbordante fantasía, Andrea Camilleri penetra en el corazón del asunto y nos arrastra con sus descripciones, centradas en los mecanismos que funcionaban, y funciona, desde hace años, adentrándonos en el mundo del malandrinaje, y las componendas. Los dispositivos con que se desarrolla todo el entramado de extorsiones, aceptación y miradas para otro lado, supone la implicación de políticos y funcionarios de Dios, léase de la Iglesia, que no se recatan a la hora de utilizar la práctica del pecado de simonía, venta de bienes religiosos. En el presente caso tal falta consiste en otorgar bulas e indulgencias previo pago de una penitencia, en forma de dinero. De hecho tal sistema supone de hecho un permiso para robar sin contemplaciones, y hasta con la bendición eclesial. Somos llevados a la Sicilia salvaje con su idiosincrasia forjada desde los tiempos en que fue colonia en que la luz de la supuesta civilización, material, venía de la mano el invasor. Retrocede Camilleri en trabajo de campo a los tiempos de las Cruzadas, y a desvelar los pactos con el latrocinio. Se apoya en sus afirmaciones en informes de prohombres del lugar, tanto militares como civiles, que en sus informes oficiales señalan lo aspectos clave de las prácticas de las bulas, las componendas y otras yerbas que tapaban, justificaban el delito, ante el silencio de quienes deberían investigar estas maneras de actuar, que en su tiempo se plasmaba en milicianos a caballo y el bandolerismo en los campos, en una complicidad que en el Diccionario histórico de Pallotta es definida así: «una transacción entre milicianos y malvivientes en virtud de la cual el robado retiraba la denuncia a cambio de la devolución de una parte de sus bienes», denominada bula, ya que quedaba por escrito, a pluma o lápiz, las condiciones de la componenda… práctica conocida por las más altas autoridades que enviaban a sus representantes al lugar con el fin de investigar la situación y sus implantados tejemanejes… Generalmente el silencio, el no sabe, no contesta era lo que dominaba en las entrevistas que se llevaban con los paisanos del lugar. Prácticas laicas y también religiosas: «la bula de componenda lo absuelve de culpa frente a Dios. Porque Dios es justo, y no puede tolerar que a un hombre lo traten peor que a una bestia salvaje», y doctores, o no tanto, tiene la Iglesia que hacía que el Cielo implantase sus medidas en la Tierra. Absoluciones y bendiciones por doquier como consagración del delito, como moneda corriente. Eso sí, la concesión de las bulas de componenda no se dejaba en manos de los párrocos, sino que como mínimo era un obispo quien debía suministrarlas… ya que estaba visto que los párrocos y sus sacristanes se lavaban las manos, aun a sabiendas de que actuaban mal. Un solo delito quedaba fuera de la bula nombrada: «el homicidio (y contemplarlo hubiese sido demasiado). Pero el siciliano, escribe el doctor Stocchi, “es sutilísimo razonador y lógico incomparable”».

Detalla los límites y diferencias existentes en lo que hace a las verdaderas indulgencias repartidas, las bulas y las prácticas degeneradas empleadas en el lugar, con unos tratados que estaban rodeados, como el valle de Josafat, por humo y niebla. Y las palabras de Leonardo Sciascia que decía a Camilleri que nunca encontraría un papel, más sí conciencias tranquilas que constataba nuestro escritor-investigador.

Aun asomando en muchas de sus anteriores libros los temas relacionados con la mafia y las complicidades del clero, la magistratura y la policía… en esta ocasión, estas cuestiones son presentadas con el rigor propia de un cronista e historiador de las costumbres utilizadas en los pagos sicilianos, en los que es posible negociar hasta con el mismísimo Dios.

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( * ) Algunos artículos publicados sobre novelas del autor:

Allá en Vigàta – Kaos en la red

Andrea Camilleri viaja al XVIII siciliano – Kaos en la red

Un abogado frente a la mafia, el clero y la aristocracia

Lo último de Andrea Camilleri – Kaos en la red

Por Iñaki Urdanibia

Nadie que se acerque a las novelas de Andrea Camilleri (Porto Empedocle, 1925- Roma, 2019) se aburrirá, ya sea a las que tienen como protagonista al comisario Montalbano como las que están protagonizadas por otros investigadores, o todavía a aquellas que se incrustan en algunas situaciones históricas, que tomadas como inspiración le sirven para dejar volar su fantasía cargándolas de un afilado espíritu crítico, en los que el corrosivo humor no se ausenta. No es, desde luego, la primera vez que me refiero a ellos*.

Ahora acaba de ver la luz «La secta de los ángeles», publicada por Destino, y la cosa tiene su guasa desde las primeras páginas, guasa que no decae, a la vez que contiene una carga de altura contra los poderes fácticos que imperan en el pueblo que esta vez no es el mítico Vigàta sino, otro que tal baila, Palizzolo. La narración se sitúa en 1901, y la historia presenta a un valiente abogado, Matteo Teresi, que ama por encima de todas las cosas la verdad; abogado humilde, que vive de la defensa de los pobres lo cual denota su honda humanidad y su profundo sentido de la justicia, pero que a la vez supone que sus ingresos no sean pingües que digamos. Si este comportamiento no es del gusto de los poderosos que cuidan de sus privilegios y se enfrentan con todos los medios a su alcance contra quienes pueden poner en peligro su situación, menos les satisface todavía el que este señor publique artículos en su periódico, denunciando las prácticas delictivas del clero, de los aristócratas, que no hacen asco a recurrir a la mafia para achantar al personal e imponer su orden. Así, el abogado y periodista es considerado la mismísima encarnación de diablo al no dejar pasar ni una, eso hace que en el club de los selectos de la localidad, el círculo Honor y Familia, que reúne a la crème de la crème, sus solicitudes del abogado para ingresar en él sea rechazadas una y otra vez.

La escena se sitúa en la Sicilia en la que las sotanas, las togas de los jueces y los ricos del lugar, con sus fastuosas mansiones y con sus sumisos fieles, hacen frente común, unidas por sus intereses de clase. Las chapuzas de los unos son ocultadas por los demás, y viceversa, manteniendo un férreo bloque que convierta las flagrantes injusticias en inexistentes, en cosa de las lenguas envidiosas y viperinas, siempre guiadas por el abogado de marras que no respeta a Dios ni al país, sino que quiere destruir el orden social existente. Aquí no hay distinción entre lo que es del César y lo que es de Dios, ya que todo está hermanado en un solo poder que funciona con la precisión de una máquina bien engrasada.

Cierta ola de misteriosas enfermedades comienzan a afectar a los ciudadanos del pueblito, dándose un atmósfera creciente de pánico y de habladurías que hacen que la gente se encierre en sus casas o huya a otras zonas de la isla; los rumores se extienden, en medio de diversas confusiones y malentendidos, de que se trata de una plaga de cólera. Al pueblo llega un capitán Montagnet, piamontés él, que trata de poner fin al revuelo en que se ve sumido el pueblo; el recién llegado no se priva de detener a quien considere menester sin reparar en la categoría ni en elevado estatus social, tomando sin temblarle el pulso medidas realmente radicales, lo que hace que los que dominan el cotarro se quejen con furia y traten de recurrir a instancias superiores con el fin de frenar la actividad depuradora de Montaignet que investiga acerca de quién hizo correr el rumor de la plaga de cólera y el consiguiente desconcierto y tumulto populares, con el fin de acusarle de sedición.

Si el pánico ante la supuesta llegada del cólera, lo que sí que es más tangible es que afloran varias jóvenes embarazadas, se barajan entre cinco o seis, alcanzando la versión de algunos a la cifra de siete, que coincidencias de la vida, y de otra cosa, han quedado preñadas hace dos meses, por lo que parece en la misma fecha y el mismo lugar. La labor del honesto capitán y el combativo abogado, se une en las averiguaciones para resolver el misterio del embarazo múltiple y el responsable o los responsables de tal ola; que alguna de las afectadas en la mudez que le ha invadido solamente balbucea una y otra vez que el responsable es el Espíritu Santo. No entraré en mayores detalles para no desvelar el desarrollo de la trama y las vicisitudes que se van sucediendo; solamente diré que en el pueblo hay ocho iglesias con sus correspondientes párrocos, que son respetados por los feligreses que siguen al pie de la letra todas las indicaciones y penitencias que imponen a quienes acuden a sus confesonarios. Los poderosos no se detienen ante las acusaciones e intentan cargar el sambenito en los seres infelices ya sea por medio de amedrentarles a golpes o bien comprándoles con dinero, o las dos cosas a la vez.

Al final se descubre a los responsables del plural desaguisado, la secta de los ángeles, y cuando parece que el abogado y el capitán, que en cuanto finalizó su labor se marchó a otro destino, habiendo tenido razón en sus hipótesis, deberían ser homenajeados, tras alguna procesión de reparación que celebra la salud del pueblo con su vuelta a la normalidad, el cabeza de turco recae como ya es hábito en el malvado abogado, que se queda más sólo que la una, en aquel lugar en que la hostilidad y las amenazas contra su persona abundan, convirtiéndose en moneda al uso, más todavía que la ya habitual.

Como ya ha quedado señalado líneas más arriba, Camilleri se inspiró para escribir este libro en un personaje real, del que conserva el nombre en la novela, del mismo modo que conserva el nombre del periódico que publicaba y desde el que arrojaba los dardos contra las esferas del poder, La Battaglia.

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LO ÚLTIMO DE ANDREA CAMILLERI | Cartel de las Artes y las Letras
ALLÁ EN VIGÀTA | Cartel de las Artes y las Letras
ANDREA CAMILLERI VIAJA AL XVIII SICILIANO | Cartel de las Artes y las Letras
ANDREA CAMILLERI. ¿UN CRUCERO REAL O VIRTUAL? | Cartel de las Artes y las Letras

Por Iñaki Uedanibia

Nadie que se haya acercado a los libros del italiano Andrea Camilleri (Porto Empedocle, provincia de Agrigeno, Sicilia, 1925 -Roma, 2019) habrá salido de ellos sin haber sonreído o reído con sus historias, generalmente centradas en las singulares investigaciones del comisario Montalbano, y ubicadas en el espacio imaginario de Vigàta, aunque otras incursiones por otros asuntos, lugares y tiempos, no han faltado*.

Ahora, otro comisario salta a la palestra, o más bien a bordo como podrá verse en el libro y en las líneas que siguen que de él hablan: «Los casos del comisario Collura», editado por Destino. El comisario que se nombra en el título, Vicenzo Collura, vago de solemnidad y torpe donde los haya y conocido como Cecè, es herido en el hígado en un tiroteo, en tal situación se le propone pasar a encargarse de la seguridad de un crucero que navega plácidamente por las plácidas aguas del Mediterráneo; el comisario es hombre de tierra no de mar. Todo da por pensar que tal puesto le va a servir como descanso y como recuperación de la herida sufrida. Mas no todo es lo que se espera que sea, y así desde los primeros momentos de navegación el trabajo comienza a acumularse al comisario, que es reclamado para solucionar algunos inesperados acontecimientos que se van sucediendo; llegan a tal punto lo extraño de los casos que se le van presentando que Collura se plantee el interrogante que consta en el título del artículo: pregunte ante cada uno de ellos: ¿este crucero es virtual o real?.

Ya a las primeras de cambio aceptando la invitación de una pasajera, Agata Masseroni de McGivern, asiste a un concierto de un tal Joe Bolton, nombre artístico tras el que se refugia un millonario cuyo nombre es Paolo Brambilla. El comisario se mosquea más todavía al ver algo raro en lo que respecta al camarote en el que se dice que duerme el cantante; esta situación de duplicación le asalta con respecto a sí mismo, haciéndole pensar que tal vez él también sea un falso comisario. A la semana de navegación, harto de soportar a un periodista freelance, Davide Birolli, que por allá pulula, surge la alarma de una señora, Candida Meneghetti, que dice haber visto en su camarote un fantasma; la preocupación se extiende sobre todo entre los responsables del crucero que temen que el prestigio de la compañía se vaya por la borda; la duda asalta una vez más al comisario ante la constatación de que la señora del fantasma es tal vez una falsa pasajera, embarcada con la única finalidad de desprestigiar a la compañía naviera. No es cosa de narrar el resto de casos, seis, que se suceden, mas sí diré que asistimos a robos de joyas, a la aparición de cadáveres que nadie conoce, a un intercambio de gemelas, veremos a una madre que está convencida de tener una hija de nombre Irene, y asistiremos a otras historias plenas de intríngulis, que solamente la sagacidad, propia de un avezado sabueso, podrá descubrir.

La imaginación y la ocurrencia de Andrea Camilleri se manifiesta en plena forma, en estos relatos que se publicaron en el periódico La Stampa en el verano de 1998, narraciones que son acompañadas de una entrevista al escritor, en la que éste se despacha sobre el comisario Collura, su relación y diferencias con Montalbano, quien por cierto aparece en uno de los relatos; aprovecha la ocasión Camilleri para referirse al relato inicial y a la suplantación que puede interpretarse en cierta medida como un retrato de Silvio Berlusconi, aunque luego varió su primera idea de convertir a los pasajeros del crucero en políticos de la actualidad italiana y divertirse con ellos, ya que… «descubrí que con los políticos uno se divierte muy poco y que, en el fondo, ofrecen pocos motivos para juegos de este tipo», lo que le empujó a derivar hacia los pagos de la novela negra, cosa que hace en estos episodios escritos realmente con mucha coña marinera.

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Allá en Vigàta – Kaos en la red                                         6 de junio de 2019

Lo último de Andrea Camilleri – Kaos en la red             14 de febrero de 2020

Andrea Camilleri viaja al XVIII siciliano – Kaos en la red 25 de noviembre de 2020

Por Iñaki Urdanibia

Generalmente conocido Andrea Camilleri (Porto Empdedocle, Sicilia, 1925 – Roma, 2019) por sus novelas protagonizadas por el comisario Salvo Montalbano (nombre que era un guiño y un homenaje a Manuel Vázquez Montalbán), no se privó de practicar otros géneros. Es el caso que ahora no ocupa, en el que estamos ante una novela histórica: «El rey campesino», editada por Destino, novela que era una de las preferidas, si no la más, por el propio autor.

Desde el comienzo de las páginas somos arrastrados por un torbellino que no sumerge en un totum revolutum de historias, enfrentamientos, personas en los que los curas y monjas, y los jerarcas eclesiásticos, ocupan su lugar junto a los reyes, virreyes y demás ralea, que chupan la sangre, y las propiedades, del pueblo como ávidos vampiros. Los correspondientes poderes del César y de Dios en lucha continua, pasando de mano en mano con las consiguientes ganancias para los poseedores de las redes… los de abajo siempre esquilmados.

La lectura no da tregua al irse acumulando situaciones y entrecruzamientos que no impiden que surja la risa, hasta la mismísima carcajada; a modo de ejemplo, los repetidos e ingeniosos piropos cuando acerca su nariz a la mujer deseada; sin obviar los furores eróticos de la esposa del virrey. En medio de dificultades para sobrevivir por las imposiciones el latrocinio de unos y otros, los ya mentados poderes religiosos y de la nobleza, vienen a sumarse los desastres de la sequía y la peste. Todo va acompañado de procesiones, rogativas, adoraciones a supuestos santos y reliquias, que surten un efecto placebo, o no, lo que hace que la plaga de estas veneraciones se extienda a diferentes poblaciones cada una de las cuales busca sus ídolos santos o los huesos conservados de estos. La galería es amplia en lo que hace a series variopintos: magos y adivinos que predicen el futuro, personajes que solamente hablan en versos (que el precoz Zosimo responde cual improvisador nato), cazadores de serpientes, clérigos que comunican con los demonios, en especial el tal Uhù que en su gruta ayuna y sufre con el fin de detectar las diferentes encarnaciones del maligno; tampoco está ausente, como no podía ser de otro modo, la atosigante presencia de la Inquisición, con sus sanguinarias prácticas. Los enfrentamiento dentro del estamento clerical no es pecata minuta, ya que unos se opone a otros, dándose purgas y ajustes de cuentas entre las diferencias tendencias, huidas y falta de curas para celebrar las misas, los bautizos o funerales que el pueblo demandaba .

Estamos a finales del siglo XVII y comienzos del siguiente, y el dominio español es disputado por los piamonteses, que en su momento será representado por Víctor Amadeo de Saboya; los unos papistas y los otros contra la autoridad terrenal del Vaticano. Cada cual imponiendo su ley y no dudando en recurrir a la violencia más salvaje para mantener su dominio. En el seno de una familia humilde va a nacer un niño que ya desde sus primeros balbuceos va a mostrar unos poderes fuera de lo común: habla con voz de hombre, gusta de los sabores de sus mayores,, tanto en lo que hace a comida como a bebida, le gusta el vino en cantidad prefiriendo la ingesta de una sardina a la leche materna, con el correspondiente lingotazo de tintorro; Michele Zosimo es su nombre y su amor por los libros y por el aprendizaje de las lenguas hace de él, desde su más temprana niñez, un ser cultivado, formación que será reforzada por un eremita antes nombrado, lo que va a hacer que sirva de consejero a sus paisanos que recuren a él con el fin de tratar de poner fin a las calamidades que les rodean. Su natal Girgenti, allá por Vigàta – trasunto de la Empedocle natal del escritor – será rebautizada por él con el nombre de Agrigento y allá va creciendo su figura rodeada de un aura que supone la admiración de las gentes del pueblo y alrededores y el temor de los poderosos. La fama y el prestigio de Zosimo, va a hacer que en más de una ocasión se las ingenie para buscar las maneras de oponerse, con fuerzas escasas, a poderosos nobles u obispos, con toda su cohorte de guardias y demás, o para obtener bienes para la supervivencia de los pobres, recurriendo a ciertos trucos para esquivar los férreos mecanismos del poder…todo ello va a culminar con su nombramiento como rey, en 1718, tras derrotar, cual imaginativo David, al Goliat piamontés; cierto que su reinado duró un breve espacio de tiempo, ya que las medidas que puso en marcha ( reparto de los latifundios y otras requisas) no satisfacían a quienes estaban acostumbrados a ordenar y que sus órdenes por injustas que resultasen fueran obedecidas sin chistar… y en caso contrario, la espada imponía su implacable ley.

Si antes he aludido a la risa y las carcajadas, no se podrán impedir éstas ante las descripciones y las puyas que Camilleri lanza, con afilado y corrosivo, humor hacia el clero y sus funcionarios. Unas descripciones sagaces que convierten muchos pasajes de la lectura en un disfrute risueño… La corrida de toros, organizada por algún español, para celebrar el acceso al poder de los Saboya, y que finaliza con un toro justiciero que limpia el terreno de los nobles espectadores con unos cuernos revestidos de una puntería realmente atinada…ciertas coplas dan cuenta de las hazañas del astado y de sus nefastas consecuencias para sus víctimas (hay otras coplas, acompañando a ruegos procesionales, a lo largo de las páginas que son un verdadero gozo…).

La amplitud abarcada por la narración veloz es extensa y se dispersa por diferentes pagos, como ya queda señalado, lo que convierte el libro en un verdadero retrato, de una certera toma del pulso, de la mentalidad de la época en las tierras sicilianas, al tiempo que supone una alabanza a quienes se alzaron contra los poderes, resistiendo y enfrentándose a sus desmanes. No falta la ternura en los retratos, que nos acercan a los personajes provocando, según los casos, la simpatía o su contrario.

Salta a la vista que Andre Camilleri pisaba fuerte el terreno que le vio nacer y así puede verse cómo se entrecruzan acontecimientos históricos, con la reproducción de los correspondientes materiales (edictos, leyes…) que retratan las ideas de las clases dominantes, y las ideas populares que pululaban por aquellos tiempos, y, reitero, un sentido del humor contagioso, aliñado con potentes dosis de sal y pimienta, mucha pimienta, sin obviar los paisajes, los sabores, los colores, las tradiciones locales, los juegos infantiles (especial atención e importancia simbólica adoptará la cometa), etc. , etc., etc..

Por Iñaki Urdanibia

En julio del año pasado fallecía en Roma el escritor siciliano, en junio se había publicado por acá una novela suya situada en la imaginaria Vigàta (Allá en Vigàta – Kaos en la red). Camilleri en sus novelas hacía revivir el pasado de Sicilia, suponiendo tal ubicación que el valor de su región entrase en la historia y más en concreto en el género negro: Este toque de regionalismo y el ocurrente carácter de sus historias hizo que sus obras invadieran el mercado y las ventas hicieron que su nombre traspasase las barreras del género mentado para ampliarse a la generalidad de aficionados a la lectura; siempre habrá crítico críticos, con pretensiones elitistas, que trataron de arrinconarle colando sobre sus novelas la etiqueta de literatura comercial (a lo que podría añadirse aunque a estas alturaslas pretensiones de quienes consideran el género policíaco y similares como de inferior categoría).

Publicando sus primeros textos tras la segunda guerra mundial, teniendo que esperar su primera novela hasta 1978, editada por su cuenta, y a partir de ahí un éxito y una suma amplia de nuevas novelas publicadas y vendidas; su escritura sobrepasó los pretendidos límites de la sicilianeidad para lanzarse a pagos más amplios de aceptación, lo que fue facilitado por su escritura eficaz, que se desarrolla por secuencias que van retratando a los personajes, entre los cuales destacó con luz propia el célebre Montalbano, a la sombra inspirador de Manolo Vázquez Montalbán a cuyo nombre recurrió a la hora de bautizar a su simpático y atractivo investigador, a lo que se ha de añadir en su haber – digo en el del escritor – su afilado sentido del humor, que se deja caer como si nada, y su estilo un tanto despojado, que huye de abalorios. Es claro que su escritura no se acaba en Vigàta y en Montalbano ya que varias de sus novelas han hurgado en la historia siciliana con temática policiaca…

Pues bien, ahora se publica una novela inacabada en la que no aparece el famoso investigador, ni tampoco la localidad de la que he hablado; es más la novela tiene como escenario Roma con ciertos balanceos milaneses. «Km 123» (Destino, 2020). Una novela trepidante cuyas páginas llaman a las siguientes sin remedio y sin pausa ya que la curiosidad se va adueñando del lector desde el inicio cuando las llamadas de Ester no son respondidas por Giulio, la causa de la falta de respuesta es debida a que el señor está grave en un hospital debido a un accidente de tráfico que tuvo lugar en el punto kilométrico, que da título a la novela, de la Vía Aurelia de Roma; al final el teléfono es descolgado por la mujer del herido, Giuditta, que no conoce a la tal Ester y, por supuesto, nada conoce de las andanzas de dicha mujer con su marido. Diferentes tipo y tamaño de letra van completando la escena, con mensajes de la víctima, con noticias de prensa sobre el accidente, con interrogatorios, informes y conversaciones policiales que nos llevan de un lado para otro en lo que hace a las sospechas acerca de si el accidente ha sido fruto de la casualidad o provocado intencionadamente por otro vehículo; el caso es encargado al perspicaz inspector de la policía criminal Attilio Bongioanni que se las verá y se las deseará para desentrañar el embrollo, al igual que le ocurrirá si los lectores que acompañen el zigzagueo investigador. Las cuitas de Ester son contadas a su confidente María, que vive en Milán, que está al corriente de los amoríos de su amiga y de algunos engaños de su amante… La cosa se complica al producirse un accidente de metro con resultado de muerte de un señor que cayó a las vías, y a causa del descubrimiento de algunos negocios inmobiliarios que hacen que el implicado, que ha sido denunciado lisa y llanamente por quien menos podía esperárselo, huya siendo aprehendido en la frontera cuando trataba de escapar a la justicia… Como digo, la curiosidad acerca de la continuación y el esclarecimiento de los hechos, y sus responsables, que responden al mecanismo propio de las carambolas hace que no se pueda dejar al libro hasta el final… que da un giro sorprendente inesperado con supuesto suicidio o accidente en el mismo, y fatídico, kilómetro 123 de la misma Vía nombrada.

Se cierra el volumen con unas anotaciones realmente lúcidas del escritor acerca de los romanzi gialli, color, el amarillo, referido a las portadas de las novelas negras, que en el caso italiano lucían del color giallo, apuntes que resultan unas sagaces lecciones acerca del género nombrado y sobre los elogios y otras opiniones, y obras, de diferentes escritores (Gadda, Sciascia, Hammett, Chandler, Gide, Céline, Simenon… o Gramsci. Y varias afirmaciones fuertes: «para saber hoy cuál es la situación socioeconómica de Suecia o para conocer los problemas de España, los gialli de Henning Mankell y de Manuel Vázquez Montalbán sirven menor que un dogmático ensayo reservado a especialistas» y la segunda, que complementa la anterior: «la mejor defensa del color amarillo consiste en la propuesta de la abolición, en literatura, de este color».