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ACTUALIDAD DEL BARROCO

Por Iñaki Urdanibia

«La razón barroca teatraliza la existencia, juega con las apariencias y hace reinar por todas partes la lógica apasionada e indecidible de la ambivalencia, de las metamorfosis de imágenes, propia a cierta modernidad como escena»

Christine Buci-Glucksmann, La raison baroque

«Aceptada en principio tan sólo en la crítica de las artes figurativas, la noción se ha ampliado, extendiendo cada vez más su significado a todos los aspectos de la realidad cultural y moral, intentando incluso presentarse como una “categoría eterna” de la cultura; actualmente la atención sobre ella se ve estimulada [y la noción] se presenta hoy como profundamente estimulante, viva, intelectualmente activa. Una convergencia de intereses culturales, artísticos y morales el momento, una atención histórica y filosófica por parte de los investigadores nos conducen a un vivo interés por la noción y por sus significados»

Luciando Anceschi, La idea del Barroco

«El barroco actual surge del ecosistema que configuran una realidad compleja, una imagen compleja y un sujeto complejo, todos ellos en constante interacción transformadora que catalizan las tecnologías de la imaginación»

Josep. M. Català Domènech

Me ocupo en este artículo de un libro realmente potente, me atrevo a decir barroco, con sus pliegues, repliegues y despliegues, del catedrático emérito de Comunicación Audiovisual en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de Barcelona, editado por Shangrila : «Complejidad y Barroco. Arrebatos del sujeto».

Diré de entrada que no es fácil dar cuenta fiel de lo expuesto en el libro, que conste que no por ningún tipo de falta de claridad expositiva sino por el despliegue que encadena diferentes aspectos relacionados con la imagen, el lenguaje, el sujeto, y la cuestión del gusto, ampliando el foco a la actualidad en sus cruces y pliegues relacionados con el arte, la política y la economía…despliegue en rizoma que penetra por diferentes concepciones como mirada-imagen / imagen-mirada, imagen-tiempo, imagen-movimiento, imagen-pensamiento, hibridaciones varias, moviéndose, a pesar de la mala imagen de la imagen (redundancia al canto) y la peor prensa del Barroco, relacionando los sentidos con las palabras y el pensamiento. El libro muestra la tenaz labor de desmenuzamiento que practica el ensayista, sobre los aspectos referidos, y los que referiré, entreverando mente y cuerpo, sujeto y objeto, la mirada subjetiva del espectador, multiplicando las opciones de juego, más allá de la económica propuesta de la navaja de Occam… para lo que además del campo de la estética y la psicología, busca apoyo en el campo de la neurociencia.

El afeado Barroco, considerado en su momento como arte de lo feo, respondía a momentos de zozobra, de duda, de desencanto y depresión ante la complejidad del mundo. Si hace ya algún tiempo Omar Calabrese hablaba de nuestro tiempo como neobarroco, ligándolo a lo posmoderno; en sus palabras: «consiste en la búsqueda de formas – y en su valoración – en la que asistimos a la pérdida de la integridad, de la globalidad, de la sistematización ordenada a cambio de la inestabilidad, de la polidimensionalidad, de la mudabilidad. Esta es la razón por la que una teoría científica que atañe a fenómenos de fluctuación y turbulencia y un film que concierte a mutaciones de ciencia-ficción tienen una relación porque cada uno de los ámbitos parte de una orientación común de gusto», desde entonces la complejidad social ha crecido exponencialmente, impulsado con nuevas tecnologías hasta la llegada de la dichosa Inteligencia Artificial, lo que hace que la confusión, lo fragmentario y lo indescifrable haya aumentado hasta niveles más amplios, en un tránsito del predominio del dispositivo teatral a una sensibilidad arquitectónica, características que empapan las diferentes esferas del quehacer humano, convirtiendo en tarea harto difícil la interpretación de las sociedad, nada digamos de la propuesta de alternativas que se precien.

Tales características conllevan variaciones, o marcas, a la hora de la representación artística y otras, suponiendo a su vez cambios en las formas de subjetivización, y por consiguiente, en la concepción del sujeto, la importancia que cobra el cuerpo como componente esencial del sujeto, que es cruzado / conformado por diferentes hilos; esto hace que se haya de dar un replanteamiento en lo que hace a la concepción de éste, por supuesto alejada de cualquier forma de sujeto transcendental, al tiempo que enfrentándose a la negación del sujeto; el esquizoanálisis – esbozado por Gilles Deleuze y Félix Guattari – parece ofrecer una posible salida al impasse, una línea de fuga. Josep M. Català Doménech, deriva, no a la deriva, por pagos en que se entreveran la estética, la filosofía y, por supuesto, las artes visuales, en los tiempos en que el lenguaje deja de estructurar el inconsciente, como afirmaba Lacan, dando paso a la imagen (imagen-pensamiento /pensamientos-imagen / imágenes-interfaz), más ésta en su movilidad, podría decirse fractal, se muestra en un devenir constante. A lo largo de su peregrinación, el autor va acumulando informaciones y referencias, en un abigarramiento, niéguese las connotaciones negativas y de desorden, de análisis de diferentes pensadores y artistas, avanzando a la par por estudios de diferentes obras de arte, pictóricas, fotográficas, arquitectónicas, ilustradas con numerosas reproducciones, comparadas entre sí en algunos casos, que complementan su diagnóstico epocal, tiempos en los que «el neoliberalismo apuesta por la supuesta libertad de un cuerpo a merced de máquinas deseantes de fácil manipulación , en detrimento de un sujeto libre y dispuesto a generar pensamiento crítico», en unos aires de familia del dualismo cartesiano impulsado políticamente ya que «al capitalismo siempre le ha convenido ser cartesiano para poder explotar los cuerpos, cuando no podía llegar a las mentes».

Como ya queda señalado, el libro avanza abarcando diversos campos del saber, buscando, y lográndolo, detectar los rasgos comunes que sirven para el diagnóstico emitido. No se priva en este orden de cosas, el autor en retroceder a tiempos anteriores y a sus obras, con el propósito anunciado de, en vez de avanzar por acumulación del pasado al presente, caminar del presente al pasado, aprehendiendo la alargada y fantasmal sombra del Barroco y su complejidad, extrayendo los cambios en las formas de encarar la visualidad, de tratar de dar cuenta del laberinto actual, y sus consecuencias tanto en lo referente a la metodología como al campo de lo epistemológico.

Confiesa Josep M. Català Doménech que ha optado por el ensayo, casando con la complejidad en red propia del espíritu estudiado, para adentrarse en esta exploración por estos intrincados lares de los que podría decirse algo parecido a lo sentenciado por Octavio Paz: «una crisis espiritual caracterizada por la continua tensión entre el cuerpo y el alma, la fe y la duda, la sensualidad y la conciencia de la muerte, el instante y la eternidad. Esta discordia psíquica y moral se resolvió en un arte violento y dinámico, poseído por la doble conciencia de la escisión del mundo y de sus unidad, arte del claroscuro, contrastes, paradojas, retorcidas inversiones y centelleantes afirmaciones».

En el libro, Josep M. Català Domènech ofrece unas brillantes lecciones en las que se entrelazan, sin crujido alguno, la estética, las artes visuales, la iconología la filosofía, el psicoanálisis, sin obviar ciertas referencias literarias, en una toma de pulso del espíritu de la época por las vías que van desde la locura humana a la más gélida normalidad poshumana, y con numerosos invitados, de cuyos pensamientos, el autor da cumplida y atinada cuenta.

Libro apropiado, el que avisa no es traidor, para el desgaste del bicolor Janus.

Por Iñaki Urdanibia

«Esta isla, luego estas islas todas unidas, nómbralas […] Escucha el país, detrás del islote»

Édouard Glissant (Martinica, 1928-París, 2011) se desliza, haciendo honor a su apellido (glisser) entre islas, el mar, desiertos, los vientos y otros fenómenos que se funden con las voces y la sangre de los humanos de los pagos y aguas que son el escenario de sus poemas. Es como si el archipiélago antillano del que era originario contagiase sus versos que transitan las diferentes materias como si de islotes se tratasen… constituyéndose el poema en la sal que alimenta el canto, al igual que el otro dicen que invitaba a esparcir la sal de la tierra (Mateo, 5, 13-16).

La valenciana Pre-Textos publica una antología del poeta, basada en la que realizase Gallimard, en 1994, que recorre, casi, toda la trayectoria de la obra poética, incluidas prosas poéticas, de este novelista, ensayista franco-caribeño que también se comprometió políticamente contra el colonialismo, además de profesor universitario: «La sal del poema. Antología poética». No está de más señalar que su compromiso político, antillanista, le supuso su expulsión de las Antillas, siendo extraditado al Hexágono en los tiempos de la guerra de Argelia por orden del mismo Carles De Gaulle. Como si avanzásemos por lo que une y separa los diferentes elementos, penetramos en el laberinto poético, semejante al rizoma, que multiplica las raíces, uniéndolas hasta la misma confusión, y que expresa «esa tierra abusada, allá, donde la sangre crece como un grito…»; allá llegaron los buscadores de eldorados, buscando las Indias («¿guiados por vientos o diamantes?») preocupados por usurpar las riquezas y por someter a quienes allá habitaban, intentando robarles también su identidad, imponiendo sus valores, su lengua y costumbres, «ese mal profundo que es el Uno» que desaloja cualquier rastro de diversidad… convirtiendo «el país de carne descompuesta y muerte»; algunos nombres propios acompañan a otros anónimos que sufrieron la brutalidad colonialista, en su lucha contra ella, así Toussaint Louverture y algún que otro desollado.

Nadie piense tras lo dicho que estamos ante versos de tonalidad panfletaria (dejando de lado que hay panfletos ejemplares y que estos surgen de cierta necesidad de reclamar justicia) sino que estos se convierten en canto a unas tierras, a un país real y la imaginación de un país soñado, y a la luz que las ilumina, repleto de día, donde la equidad nos complace, y… si el otro decía filosofar con el martillo, Glissant lo hace con la espada, como una espada, espada que hurga en la carne de las palabras hasta llegar al hueso, en otro lugar. Introducción a Orphée-Studio (Gallimard, 1.999), hablaba de sílex que corta, e invoca al Caos, con explícitas referencias a los dioses locales.

Presente el impulso de deseo («el hombre teme a su propio deseo en el momento de satisfacerlo»), el deseo de conocer al Otro, en un viaje de ida y vuelta en el que se recoge la novedad de lo hasta entonces desconocido en ese vaivén que conforma la lógica de la relación que él defendía; pues si otro martinicano, poeta y político, Aimé Césaire hablaba de negritud («labrar con tal dureza el grito enorme y negro que temblarán los cimientos del mundo», escribía); Glissant pretendía la criollización, como tendencia a sumar en vez de a restar o dividir, lo Uno más lo Otro, en un Todo-Mundo, que completa y complementa lo propio en un diálogo entre iguales, en una tensión que conserva lo propio, en posición de apertura receptiva hacia lo otro, tensión que resulta plural en sus efectos binarios en una dirección que -según el poeta- conduce a una «archipielagización y criollización del mundo»… «¡Luego, la otra orilla, fue saludada! [y] el poema termina cuando la orilla está a la vista…».

Y por la senda de un Empédocles redivivo, rastrea, se funde con, los cuatro elementos – una última antología suya, publicada un año antes de su muerte, se titulaba precisamente La terre, le feu, l’eau et les vents –, si bien en la antología presente la oscilación del fuego, en sí, se ausenta por momentos (el fuego naciente desfallece… se enrosca en la palabra, donde es dominado el fuego), aunque haya relámpagos, hogueras, fulgores y resplandores varios (afirmaba Jean-Paul Sartre en su Orfeo negro que era la introducción a la antología de la nueva poesía negra y malgache de Lépopold Sédar Senghor – Ultramarinos, 2021- : «El Ser es negro, el Ser es el fuego…» / por cierto en tal compilación entre los martincanos aparecen el nombrado Aimé Césaire, Etienne Léro y Gilbert Gratiant, de Glissant, nada)… montes, ríos, agua, mares, olas, arena, luz, arcilla, nubes, cielos azules, lodos, rocas y acantilados, pájaros, noches, albas, llanuras y deslumbrante claridad, en aquella tierra de volcanes, cenizas nos acompañan en la lectura-travesía-navegación… en el texto recién nombrado se lee: «El poema está siempre a punto de venir. Es debido a que vivimos algunas visiones proféticas del pasado, al mismo tiempo que con la que la multitud de poemas airean sus estelas, experimentamos susurrantes, a veces las recorremos en los gritos y las desmesuras, pero que al mismo tiempo vemos que conduce, al final, Rutebeuf o Gilbert Gratiant o Estrella Morente o Georges Brassens, al silencio más unido, en el que cada uno se encuentra y se estima».

Y… Édouard Glissant, ese negro universal, que tenía fe en el Hombre «mide su palabra en el brillo desmedido. Va, a través de la soledad misma, a cantar la tierra, quienes lo sufren», en aquellos lares innombrados que han hecho del grito y el llanto morada.

Por Iñaki Urdanibia

El título que pongo al comentario se queda corto con respecto al contenido del libro que presento: «Los chicos de Hidden Valley Road. En la mente de una familia americana» del periodista y escritor Robert Kolker (Columbia, Maryland), editado en castellano por Sexto Piso; en catalán por Periscopi. Y si digo que me quedo corto es debido a que el retrato es mucho más amplio que lo dicho, si bien el centro de gravedad lo ocupa, qué duda cabe, la singular familia de doce hijos, de los cuales seis fueron diagnosticados de esquizofrenia. Dicho retrato y genealogía familiar van absolutamente unidos al espíritu del país de la barras y estrellas de la época, la posterior a la segunda guerra mundial, al tiempo que un lugar importante, y atinado, ocupan el seguimiento que hace el libro sobre las distintas visiones acerca de la enfermedad mental y las variaciones que tales supusieron en las instituciones dedicados al tratamiento de los enfermos, y muy en concreto en la familia Galvin, compuesta por Mimi y Don y sus hijos: Donald, Jim, John, Brian, Michael, Richrad, Joe, Mark, Matt, Peter, Margaret y Mary. Avanza así el libro atendiendo, y entreverando, los tres aspecto señalados.

Estamos en Colorado, en los años cincuenta, sesenta y setenta (y hasta la mirada se amplía a años posteriores en mirada retrospectiva), y el escritor va presentando a la familia que acabó convirtiéndose en un caso clínico sorprendente y de indudable interés de cara a la investigación de las enfermedades mentales, sus orígenes y posibles causas, lo que supuso que el Instituto de Salud Mental tomase el caso como objeto de estudio. Robert Kolker da forma de novela a su historia, mejor a sus historias, cruzando el estilo propio de la ficción, con la realidad de los reflejado, con las informaciones referidas a los modelos de familia, y otros, vigentes en aquellos tiempos de la gloria de los USA. Con unas pinceladas que no dan tregua, conocemos el árbol genealógico de los antepasados tanto de Mimi, como de Don, y sus diferentes creencias religiosas, que interferirán en las valoraciones acerca de la relación de los dos seres nombrados.

El hogar de los Galvin, que cambió con frecuencia de ubicación, debido a los destinos del padre, que alternó diferentes cuerpos y ocupaciones dentro del ejército del país, y posteriormente en el terreno de la enseñanza; imbuido de un patente orgullo patrio acerca del liderazgo de sus país en el área internacional, más tras su intervención decisiva en lo que hace a la finalización de la segunda guerra mundial, y el final de los fascismos, Don consideraba que el modo de vida militar era admirable en la medida que suponía orden y disciplina, si bien en su casa, de la que estaba ausente las más de las veces, se mostraba concesivo, al tiempo que implantaba algunas formas propias del estamento militar… horarios, llamada al rancho… llegando a tratar, siempre guiado por su talante deportivo, a limar las disputas entre hermanos en el domicilio con la obligación del uso de guantes de boxeo para pelearse, lo cual obviamente suponía un verdadero, tormento, amén de una asegurada derrota y paliza, para los más débiles. Mimi, por su parte, era la que realmente se dedicaba al cuidado de los hijos, tras sus molestos embarazos con las constantes náuseas, imponiendo los rituales religiosos (se había convertido al catolicismo), que combinaba con sus dedicaciones sociales, en especial musicales, camino que a su modo seguiría su hijo Brian. Siempre preocupada por causar buena impresión, considerando, y propagando, la idea de que la suya era una familia ideal, lo que hacía que la ocultación de los problemas de ésta fueran lo habitual; Mimi siempre empeñada que en la familia imperase la perfección; esta inquebrantable postura acabó cediendo, de puertas adentro, por el lado de la amargura del carácter y la impotencia para lidiar con los hijos, lo que le conducía a insultarles y a compararles con el mayor, como prototipo del desastre. Así, pues en la casa siempre reinaban unas costumbres que unían lo militar y lo religioso.

Naturalmente en la medida en que comenzaban a aflorar los extraños signos de unos comportamientos discordantes, primero fue Donald – guapo y destacado deportista – al que seguirían los otros, los problemas aumentaban en las relaciones en el seno familiar al tiempo que una incapacidad manifiesta de cómo encarar los problemas era la moneda al uso, considerando inicialmente que se trataban de cosas propias de la edad adolescente, siempre problemática y que con el tiempo se solucionarían; más adelante los brotes psicóticos de sus hijos, confesados por sus parejas, serían simplemente problemas conyugales. El desbrujule de Mimi y Don, y de los hijos más lúcidos, coincidía con el que reinaba en el seno de los estudiosos de los desajustes psíquicos. En este orden de cosas, como queda señalado, Kolker intercala los debates y disputas que surgían en el campo de la galaxia psi, en torno a la explicación de las causas de las enfermedades mentales y su tratamiento… en ese orden de cosas se presenta la importancia del caso Schreber, que fue analizado por Freud y que supuso serias discrepancias con Carl Jung; el primero, recurriendo a interpretaciones pansexuales, mientras que su discípulo, luego disidente, ponía el acento en cuestiones de orden biológico. Las diferencias en las explicaciones y lo central en ellas, residía en la diversidad entre quienes apostaban por lo biológico, lo genético o lo medioambiental, viral o bacteriano. Todas estas discrepancias se plasmaban en el campo de la salud mental en los hospitales del país, del que hace pormenorizado seguimiento Robert Kolker, deteniéndose en las posturas innovadoras de una exiliada judía, procedente de Alemania, Fromm-Reichmann, que se oponía las teorías de Krabelin, en Alemania, acerca de la demencia precoz, de igual manera que rechazaba los métodos brutales que se empleaban en los hospitales del país que le había acogido, en 1948. Si las tendencia eugenésicas y el empleo de las terapias de choque, incluida la lobotomía, baños de agua helada, electroshocks eran habituales en aquellos años, la doctora mantenía otra visión que hacía recaer la responsabilidad de los brotes de tal tipo de enfermedad, en los padres, y en especial en las madres esquizofrenogéniicas, que con sus imposiciones anulaban la voluntad libre de los hijos… así, pues, en la misma senda que ya había transitado Freud, la doctora nombrada mantenía que con la enfermedad mental no se nace sino que se hace, y son los padres – y en especial las madres – las que, vellis nolis, originan los desajustes; asoma también la teoría del doble vínculo del marido de la antropóloga Margaret Mead, Guy Bateson, que creó la Escuela de Palo Alto, y que defendía que algunas madres combinaban órdenes-trampas emitidas a sus hijos que eran contradictorias y que de hecho eran invitaciones a plegarse al deseo de la madre aunque la forma adoptase tonos de libertad. Otras teorías de orden genético afloraron, basándose en los casos de hermano gemelos, lo que suponía de hecho una descarga en lo que hace a la culpabilización de los padres y, sobre todo, reitero, de las madres. Es reseñable que el autor de la obra aporta datos acerca de la presencia tal enfermedad no solamente en Estados Unidos sino a lo largo y ancho del planeta. Resulta destacable el señalamiento que el autor va haciendo a diferentes textos que sobre la cuestión han ido dejando su huella a lo largo de ls diferentes épocas, al igual que el seguimiento de los diferentes fármacos que se han ido utilizando a lo largo del tiempo: desde los que eran similares a la lobotomía química a otros menos brutales.

Es obvio que todo no se puede, ni debe, contar, ya que las derivas que se van desplegando al paso de las páginas con sus historias, sus problemas, sus temores, los internamientos, las expulsiones de centros escolares, encarcelamientos, y enfrentamiento en el seno de la familia (convertida en un verdadero campo de lucha libre), mas sí que no se puede ignorar la importancia que la cetrería adquirió en la familia; unas casas en que los diferentes pájaros volaban a su antojo, siendo educados, si es caso recurriendo a ciertas técnicas ancladas en el pasado de los especialistas; el saber y la práctica de tales artes supuso otro motivo de orgullo de los padres de la familia que así salían en las fotos de revistas, y hablando de fotos…, significativa resulta la de la portada del libro, y otras que se presentan en el interior de él; en lo que hace a la cetrería y las aficiones ornitológicas es paradigmática la propuesta de Don para que el halcón pasase a ser la mascota de alguna sección deportiva de un cuerpo militar. También tiene su aquél el desarrollo que se presenta de diferentes centros de investigación tratando de determinar la supuesta cadena de ADN provocadora de la esquizofrenia, al igual que también surgen algunas derivas de diferentes visiones más de actualidad, como las corrientes, en los años de la contracultura, de la anti-psiquiatría (Laing & Cooper), inspirados por Thomas Szasz, que seguían las posiciones de la psicología existencialista defendida por Jean-Paul Sartre, o de algunos postulados filosóficos, desde la filosofía hexagonal de netos tonos libertarios (Deleuze & Guattari y su esquizoanálisis o Michel Foucault y sus análisis sobre las tecnologías de yo y otras formas de control microfísico). El escritor de esta obra ofrece verdaderas lecciones panorámicas que cumplen el encomiable modelo de enseñar deleitando.

Robert Kolker recabó información, de cara a la escritura de este libro, por medio de entrevistas con algunos de los hermanos, en especial con las más pequeñas Margaret y Mary – por cierto, ambas, de muy niñas, abusadas por algunos de sus hermanos -, sin obviar las confesiones de Michael no está de más añadir que el escritor sigue la pista de los hermanos tras el abandono del hogar común y el comienzo, en algunos casos, de su vida personal y familiar propia, que en algunos casos, acabaron con parejas rotas. Los consultados le ofrecieron cuáles habían sido sus sentimientos y el ambiente en el que vivieron y las consecuencias traumáticas de lo padecido, en aquella familia en que todo debía ser positivo, perfecto y ejemplar... familia, que sirvió como conejillo de indias para investigar las posibles causas de la esquizofrenia, moviéndose a la vez en un torbellino de interpretaciones, de dudas, de supuestas verdades contrapuestas, lo que la convertía en víctima,… y las diferentes opciones que continúan, y continuarán, a la hora de buscar el origen en lo físico o en lo mental, en la antigüedad y no tanto se distinguía entre cuerpo y alma. en lo genético, lo innato, o en el entorno… sin olvidarse de la vulnerabilidad potencial que se dispara debido a algún desencadenante – debiendo quedar claro que una cosa es provocar/originar y otra desencadenar que hace que del estado latente (refiriéndose algunos investigadores, pasándose algunos pueblos sea dicho al pasar, como Rosenthal – defensor de la combinación de lo hereditario y lo adquirido -, en los trabajos de Bruno Bettelheim y su noción de “situación extrema” extraída de la experiencia de los lager del nacionalsocialismo, que él también padeció… y que desde luego no resulta equiparable a los hogares con madres posesivas y autoritarias), hace salir a la superficie los comportamientos discordantes. Mil teorías sobre estas enfermedades que perturban la existencia de esos seres extraños que somos los humanos, que decía el otro… que en el libro balancean en la misma medida que lo hace la familia retratada, que de hecho es balanceada, el país y sus instituciones médicas. A las fuentes de la propia familia, y como muestra de rigor, Kolker presenta una selecta y amplia bibliografía usada para la elaboración de la obra.

Y tras la lectura que resulta fluida e inquietante, la persistencia del misterio de la enfermedad mental, de sus causas, de su tratamiento – medicamentos o palabra, o ambas a la vez – y de los daños colaterales, denominados efectos secundarios, de los fármacos, phármakon, que ya en su origen griego era ambivalente: cura y veneno; con el mayor rizo del rizo, que hasta en los casos diagnosticados de la familia visitada se dan diferencias, en los síntomas y comportamientos (uno agresivo y comportándose como un predicador, otro maníaco y violento, el siguiente que cuando no se creía Paul McCartney pensaba que el clima variaba según su estado de ánimo, el otro que oía voces y era consciente de sus perturbaciones, o el que convertía en víctimas al resto de hermanos, y el último que parecía encarnar la perfección hasta que la enfermedad estalló de manera repentina, sorpresiva y violenta), lo que hace que puede hablarse en términos similares a los expresados por Aristóteles acerca del ser, se dice de múltiples maneras, baste con echar una ojeada al DSM (Manual de diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales / en inglés: Diagnostic and Statiscal Manual of mentals disorders) particularidades, no pocas veces coincidentes con otros diagnóstico; también es verdad que aun siendo, como es el caso presentado, todos hijos de los mismos padres, el trato con ellos no es siempre igual, a pesar de los deseos maternos/paternos, dependiendo del orden de nacimiento y de los afectos desplazados, etc., lo que hace que se puede afirmar al respecto lo que dijese George Orwell, sobre los humanos, todos iguales, pero unos más iguales que otros, sin obviar los factores desencadenantes que hacen que unos sí contraigan la enfermedad y otros no. Y no sigo ya que todo esto no pertenece al libro sino a algunas de las reflexiones que provoca su lectura, al menos en el que esto escribe, sumando a todo lo anterior, la labor encomiable del escritor por alejar cualquier forma de estigma con respecto a los enfermos (los chistes y las películas jugando un papel tergiversador ad nauseam), o culpabilidad para los progenitores.

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P.S.: Los casos que se presentan en el libro muestran unidos la enfermedad mental unida a actos de violencia constantes y extremos; sin poner en duda los casos referidos, sí que podría sacarse de la lectura una visión generalizadora y falsa: que la enfermedad mental va unida a comportamientos violentos, lo que falsea la realidad de los números. En este orden de cosas, las cifras son inequívocas: algunas fuentes cifran en menos de uno de cada diez enfermos mentales comete algún acto de violencia, bajando la cifra al tres por ciento en el caso de delitos más graves. Otras fuentes, como la publicación Harvard Review of Psichiatry habla de entre el tres y el cinco por ciento atribuibles a seres diagnosticados de alguna enfermedad mental; así pues, la gran mayoría de quienes cometen delitos violentos no tienen ninguna enfermedad mental diagnosticada. ¡Y no sigo!

Por Iñaki Urdanibia

Esos seres voladores, aves, pueblan los cielos, a la vez que en diferentes acepciones sirven para insultar, al considerarse, entre otros usos, que su proliferación en las mentes no hacen sino servir para diversas, y alocadas, ensoñaciones que a nada conducen, al desbordar los límites de la razón. Los pájaros han dado para mucho, además de para nutrir el refranero, a diferentes cabezas creadoras, así han posado su vuelo en páginas, en músicas y pinturas, en coloridas metáforas, analogías y alegorías, todas ellas voladoras; a la vez que han entregado sus plumas a los humanos para que de ellas se sirvan y creen sus signos, significantes respondiendo a sus significados… carroñeros, palomas de la paz, cantarines ruiseñores, que cantan encima de los fusiles y en medio de las batallas que poetizaba Miguel Hernández, vencejos, jilgueros, tarines y canarios, familiares petirrojos, gorriones, gaviotas costeras y no tanto, pájaros de mal agüero y de bueno, golondrinas que anuncian nuevas estaciones, etc., etc., etc. El deseo de volar, que se lo pregunten a Ícaro o al mismo Leonardo da Vinci, parece ser una constante en el pensar y crear de los humanos… el deseo de devenir ave, siendo capaces de ver con mirada de águila, desde lo alto, propio del espíritu del hombre libre del que hablase Nietzsche en su Zaratrusta.

Tengo en mis manos un volumen de una exquisitez, habitual en las publicaciones de la valenciana Shangrila, destacable que encierra muchos vuelos, acompañados de cuidadas imágenes, en las que el sujeto viene nombrado desde el propio título de la obra colectiva, una quincena de autores, coordinados por Pasión Rivière: «Pájaros».

Diferentes pájaros e inspiraciones que han provocado en escritores, poetas, pensadores, músicos y pintores, amén de convertirse en objeto de los especialistas en dichos menesteres, los ornitólogos que observan su vuelo, estudian sus cantos y sus comportamientos. Estos últimos, los científicos observadores, no tienen cabida en las satinadas páginas del volumen que son tomadas por poetas y escritores (Aristófanes, Henri David Thoreau, José Ángel Valente, Julio Cortázar, Wallace Stevens, Paul Valéry, Edgar Allan Poe, y sus analistas; Robert Lowell, John Keats, José Bergamín, Juan Ramón Jiménez,…), pensadores (Emmanuel Lévinas, Edmond Jabès, Gilles Deleuze y Félix Guattari, Bruno Schulz…), músicos (John Cage y Olivier Messiaen, en especial), y las ilustraciones de pintores y fotógrafos (desde la genial ala de Durero a las tomas de los imposibles vuelos, en su multiplicidad milagrosamente ordenada, de los estorninos retratados por Soren Sokaer) que muestran el color y las singularidad de algunos vuelos, de algunas tierras y mares, y algunos que acompañan las figuras de diferentes personajes como Francisco de Asís, o de Buster Keaton. No faltan las alusiones a distintas, y distantes, leyendas y mitos en que ellos, los alados, juegan el papel protagonista, que van desde los Andes hasta Persia.

Y las líneas de las voladoras páginas, cual los alambres o ramas, sirven para las evoluciones de los pájaros que cual palabras anidan en los pentagramas, la prosa y en los versos: «Ahora escribo pájaros. / No los veo venir, no los elijo,/ de golpe están ahí, son esto, / una bandada de palabras / posándose / una / a / una / en los alambres de la página» que poetizaba Julio Cortázar.

Las páginas no son una jaula en la que los pájaros queden atrapados en la falta de libertad sino que, al contrario, es una jaula abierta que sirve para impulsar sus vuelos, un lugar en el que reposan la diversidad de ellos… en el lenguaje que sirve de réplica a sus trinos; no se cortan sus alas sino que su aleteo les es facilitado, ajeno al pesimismo de Alejandra Pizarnik que veía la jaula convertida en pájaro… y, ajenos a la voraz cazuela, sirven de modelo de libertad y de respeto a ellos y a la naturaleza toda, con tonalidades de inspiración ecologista.

Imposible me resulta dar cuenta de los variados vuelos que se presentan en sus evoluciones, en un movimiento y desplazamiento continuos… que nos llevan a planear por distintos parajes de la cultura como queda dicho… evitando los pasitos de paloma, y su mirada, lateral – como si sólo un ojo tuviese – según Patrick Süskind, aunque tal es la visión de los animales humanos no la del animal.

No hace falta ni decir, tras todo lo dicho, que este hermoso vuelo no es apto para quienes adopten el más pájaro en mano que ciento volando, que podría traducirse en un al pan, pan y al vino, vino, ya que aquí los vuelos son de altura y las derivas conservan la sutileza y sagacidad propia de las miradas creativas e imaginativas, que impulsan otros vuelos por el poliédrico mapa del arte y la literatura… «cielo abierto de pájaros brillantes y azules… una bóveda de sol festivo ».

Por Iñaki Urdanibia

«Soy un bárbaro, tengo apatía muscular, languideces nerviosas, los ojos verdes, y alta talla; también tengo impulso, terquedad, irascibilidad. Normando, como somos, tenemos mi poco de sidra en nuestras venas; es una bebida agria y fermentada y que en ocasiones hace saltar el tapón».

Carta a Louise Collet del 3 de julio de 1932

Decir el nombre de Flaubert (Rouen, 1821- 1880) es asociarlo de inmediato con Madame Bovary, Salammbô, La tentación de san Antonio, La educación sentimental y Bouvard y Pécuchet; es decir sus grandes novelas, lo que le ha valido ser considerado por algunos como inventor de la novela moderna, obviando sus cuentos, que en vida fueron publicados, tres años de su fallecimiento, los célebres Tres cuentos: La Leyenda de san Julián el Hospitalario, Un corazón simple y Herodías. Es claro, no obstante que ahí no se acaban sus creaciones ya que amén de su extensa correspondencia, en especial con Louise Collet y George Sand, que echa luz sobre sus ideas y andanzas, están sus materiales preparatorios para la novela en la que trabajaba cuando le sorprendió la parca, centrados en la estupidez e ideas recibidas… Más no queda ahí la cosa como puede comprobarse con la publicación por Páginas de Espuma, sus «Cuentos completos», en edición y traducción de Mauro Armiño, Premio Nacional de Traducción. El volumen en cartoné y con guía marcapáginas, reúne, además de los Tres relatos mencionados líneas arriba, una recopilación de diecisiete Cuentos y relatos póstumos, completando en su totalidad más de seiscientas páginas. No me resisto a indicar que el volumen se abre con un prólogo elaborado por Mauro Armiño que resulta francamente ubicador y brillante, para acercarse a la figura del escritor, a sus obras, a sus andanzas por los pagos de la penuria, y a sus relaciones amorosas y otras.

Flaubert mostraba verdaderos escrúpulos a la hora de sacra a la luz sus escritos, ya que los pulía una y otra vez hasta que quedasen presentables, según su exigente y exquisito gusto, lo que hizo que sus primeras publicaciones hubiesen de esperar a los treinta años cumplidos, postura que impuso-como señala Mauro Armiño- a Guy de Maupassant; de ahí que sus obras publicadas, no su escritura, no fueran numerosas, la punta emergente del iceberg, siete en total, qué decir si se le compara con la producción de Zola o Balzac; sus obras en las que alternaba su mirada a la realidad circundante con las incursiones en temas lejanos, exóticos, reconstruyendo personajes y civilizaciones desaparecidas; balanceo que puede constatarse en los Tres cuentos con que se inicia el volumen, en la que se centra en su presente, Un corazón simple, que relata las relaciones de Félicité y su ama; y mira a tiempos pasados en los otros dos, en los momentos en que recopila información para su narración de la Guerra de Cartago, y en los que rondan actos de violencia asesina, irrumpiendo el nacimiento de la hagiografía medieval en su San Julián. Se ha de sumar a esto último su vena crítica con respecto a la estupidez humana que atravesó, desde joven, su espíritu, alimentando una destacada finura para aprehender los casos de necedad, y denunciarlos, con rabia y con sorna; en una carta a Feydeau se lee: «…antes de palmarla deseo vaciar la hiel de la que estoy lleno. Preparo, pues, mi vómito. Será abundante y amargo…». Una escritura anunciando el comienzo de la modernidad inscribiendo si obra abiertamente contra el siglo, convirtiendo la negatividad en principio, del vacío una forma, del silencio un grito. «Clamar contra» o el escritor en secesión abierta.

Volviendo a la obra que nos ocupa, esta es digna de aplauso si en cuenta se tiene que se da a conocer una faceta prácticamente ignorada del escritor normando, que hasta ahora permanecía inédita para los lectores en castellano, haciéndolo coincidir, en su publicación, con el doscientos aniversario del nacimiento del escritor, el pasado 12 de diciembre. El recorrido es de hondura en la medida en que se entra en las diferentes fases de la producción flaubertiana, desvelando el espíritu que guiaba su quehacer: «me parece que he existido siempre y poseo recuerdos que remontan a los faraones. Me veo en diferentes edades de la historia, de manera muy neta, desempeñando oficios diferentes y en fortunas diferentes…He sido batelero en el Nilo, traficante de esclavos en la Roma de las guerras púnicas, después retórico griego en el barrio de Suburra en donde era devorado por las pulgas. He muerto durante las Cruzadas, a causa de haber comido uvas en exceso en la costa de Siria, He sido pirata y monje, saltimbanqui y cochero. Quizá emperador de Oriente»; habiendo sido, o habiéndose imaginado de tantas maneras como las que señala en esta carta, de mayo de 1866, a George Sand, no es extraño que sus creaciones volasen en diferentes direcciones, tesituras y tiempos históricos. Trayectoria y balanceo que puede constatarse en los cuentos que se presentan, que abarcan desde temprana edad hasta la madurez, siempre inquieta y preñada de desasosiego, en este escritor-siglo, que transitó los diferentes estilos en presencia, de un humanismo flou a un romanticismo caricaturizado y enragé, influenciado en algunos momentos por las novelas góticas de terror, sin evitar las cuitas personales en las que se desenvuelve con absoluta sinceridad, como en su Noviembre, en donde presenta su inicio en el campo de la sexualidad; Pinard, el celoso fiscal que persiguió la publicación de Madame Bovary, habría hallado más motivos de escándalo en las insinuaciones homosexuales de un leproso en San Julián o las seducciones pedófilas y mortales en la joven Salomé en Herodias. Las preocupaciones existenciales y las dudas de índole religiosa y moral, entre el bien y el mal, y Cristo en disputa con Satán, sueños y perfumes capaces de captar falsarios, dando amplia cabida a los males que acucian a los hombres en un mundo dominado por el tedio y la penuria, sin olvidar las contingencias de la vida real (guenille)… ahí están La danza de los muertos o Borracho y muerto, alcanzando cotas de verdadera altura cuando la materia parece faltar a sus relatos; mostraba el escritor su intención de escribir alguna obra en que nada pasase, siempre intentando desbordar los límites del sentido común, guiado por la libido sciendi, pensando el pensamiento, siendo consciente, no obstante – según confesaba -, de que «es precisa una voluntad sobrehumana para escribir, y yo no soy más que un hombre».

Por Iñaki Urdanibia

Hay libros de narrativa, a los de ensayo se les supone, que tienen inicio, desarrollo y fin, siguiendo un orden cronológico de la historia presentada; no es el caso, desde luego, de la novela de Daša Drndić (Zagreb, 1946-Rijeka, 2018), «Leica Format», editada por Automática. Las historias se encabalgan, se dispersan siguiendo diferentes líneas de fuga, hacia adelante o hacia atrás, disparándose hacia aspectos azarosos e insustanciales al menos en apariencia, que no parecen casar, en algunos momentos, con lo que se nos acaba de contar; y ello no es debido, únicamente a asociaciones, que también, sino al carácter nómada de la escritura presentada que se mueve con la lógica móvil de los saltos, al collage, al patchwork, con el funcionamiento propio de un colorido caleidoscopio que nos va entregando dispares figuras y combinaciones. Por si no fuera suficiente con las comparaciones expresadas me atrevería, cambiando todo lo que se hay de cambiar, que la escritora balcaniza su escritura en distintas historias que se dividen, pero que no se enfrentan, sino que van dando en sus singulares pinceladas una toma de pulso certero del país que en cierta medida dejó de serlo, Yugoslavia, de sus habitantes, sus hábitos y costumbres, en una atmósfera de decadencia, que hunde sus raíces en tiempos pasados, en los que no es que hubiese decadencia sino desastre asesino, o si se quiere decadencia de lo humano. Quede claro desde el principio, y así quiero dejarlo expuesto, que no responde lo presentado a las tonalidades propias de la alegría del huerto, sino más bien a unos resabios agrios, como los del yogur de la zona, como caracterizase Ismael Kadaré, creo recordar que en sus cuentos kosovares, la idiosincrasia de los Balcanes, el espíritu de la zona. Nadie ha de temer, no obstante, que en la lectura uno se vea atrapado por cierto despistante disloque, sino que aun siendo necesaria la atención al paso de las páginas, la comprensión no se ausenta en ningún momento.

Nos hallamos en situaciones de fuga – la propia escritora la tuvo que emprender de Belgrado por su condición de croata -, de la que en las primeras páginas se nos ofrecen los distintos tipos que van de la amnesia, al arte de la fuga musical y a la concepción croata del asunto, con sus grietas al parecer irreparables, y abiertas tras los enfrentamientos bélicos que han sacudido a la zona; en unos casos hace que una mujer huya de su identidad, para utilizar el nombre de una amiga, del mismo modo que topamos con otros seres que huyen de sí mismos, del mundo que les rodea, agarrándose a diferentes creencias o pretendidas técnicas de salud física y mental. Visitamos cementerios, hospitales psiquiátricos (estos cobran una presencia importante, en el filo de los normal y lo patológico que no afecta únicamente a los pacientes de tales establecimientos sino al país en su totalidad), parques, y ciudades en las que los edificios se balancean entre el desconche y la ruina pura y dura. En alguno de los asilos se nos darán a conocer los experimentos asesinos llevados a cabo con los pacientes por unos médicos alejados del oficio de sanar, y sin temblar ante las manos manchadas de sangre de enfermos mentales, de niños que servían como cobayas a unos pretendidos experimentos eugenésicos, que de eu, felices, nada tenían y de genésicos tampoco ya que el final era la muerte mas que la vida, y de qué manera; formas más brutales si cabe cuando la derrota de la bestia parda se acercaba a pasos agigantados y era preciso borrar pruebas de la ignominia; en las páginas finales se ofrece una inquietante Pequeña cronología incompleta de experimentos médicos llevados a cabo en seres humanos en nombre de la paz, la democracia y el progreso de la humanidad. En relación con lo anterior, asomará la sombra, y fatal, destino de los campos nacionalsocialistas, y el ambiente de terror creado por la Shoá (como he dejado expuesto en el artículo anterior y en otros, no me parece adecuado el empleo consagrado de holocausto)no ocultándose el apoyo que prestaron algunas empresas como Bayer. No quisiera privarme de señalar como sobre el tema la escritora escribió una recomendable novela documental: Trieste, editada también por Automática.

Conoceremos a coleccionistas varios, desde aquel que coleccionaba diferentes ediciones de El principito, hasta aquel otro cuya pasión eran las aves, pasando por una señora cuya visión con respecto a la ropa interior residía en el nilón y el plástico. Y seremos puestos al corriente de algunos usos y costumbres del país, como los mantenidos con respecto a la línea blanca de los electrodomésticos, los diferentes manitas que arreglan o desplazan la avería de una a otra pieza o función, se precisan algunas maneras de vestir, en una ciudad con sus cartillas varias que servían, además de para identificarse, para abastecerse o para viajar, y conocemos de la existencia de comedores populares… Como señalaba, las historias que se nos van entregando, en medidas dosis, van completando el panorama total de la ciudad, de sus variopintos habitantes, sus aficiones y ocupaciones, y en medio de ellas la vida de la narradora y los problemas de salud de su enferma madre y los diferentes intentos en el país y fuera de él para tratar de solucionarlos, con encuentro incluido con un personaje que creaba pomadas curativas; la visita parisina nos es presentada con alusión a algunos de sus señeros monumentos. Papel clave ocupa la relación de la propia narradora con la ciudad, que le sirven para el recuerdo aunque por momentos se le presente como una desconocida; y el hambre, el frío que se combate yendo a representaciones teatrales o cinematográficas, y los edificios y monumentos que cambian al igual que las placas indicadoras de las calles, fruto de los cambios del tiempo vivido y de los distintos valores y gobernantes. Y la ciudad vista, en sus cambios, por visitantes.

Daša Drndić se busca acompañantes para sus reflexiones, y para sus paseos y observaciones urbanas, como una avezada flâneuse, y así vemos a Fernando Pessoa relacionándose con algunos de sus heterónimos (en las relaciones problemáticas de la identidad, del yo por los bordel del rimbauldiano yo es un otro), a Italo Calvino y sus ciudades invisibles que dan mucho juego y prestan muchas citas a la escritora, o Samuel Beckett con sus personajes dañados, que pueden ser mudos, pero no son sordos; no faltan tampoco las referencias a Thomas Bernhard, a Rudyard Kapuchinski, a Wislawa Szymborska, a Yeats, a T-S. Eliot, W.G. Sebald o Charles Baudelaire, y a otros personajes no tan reales, que son descritos en sus oficios y dedicaciones y en sus posibilidades hipotéticas, del condicional de que si las cosas no se hubiesen desarrollado como lo hicieron, otro gallo hubiese cantado, o mejor para la ocasión aquella enorme pava, Stefica, a la que fue otorgado el nivel de permanente indultada para las celebraciones navideñas, lo que supuso encendidas luchas entre los partidarios de mantenerla en vida o quienes pensaban que debía de seguir el mismo camino que el resto de sus congéneres, más cuando había tanta hambre en amplias capas de la población. Se recuerda igualmente a los ustachas, milicias croatas colaboradoras con los nazis, de quienes se ofrecen algunas fechorías asesinas, y se da cuenta del uso que, de su nombre, posteriormente se ha hecho con respecto a quienes han mostrado algunas forma de desacuerdo con las posiciones oficiales, como relata la propia narradora que le sucedió, y las páginas son pobladas por un amplio bestiario (murciélagos, serpientes..) y las leyendas que les acompañan, y sus expresiones en zoos varios, verdadera metáfora de los humanos domesticados, el de Munich, el de Roma, Toronto…pues en la ciudad en la que habita no hay zoo. Referencias también se dan acerca de los cuentos de hadas y sus personajes a veces terroríficos, de las orejas y las manos con las precisiones acerca del papel del pulgar subrayado por Engels, y la inspiración de éste en Darwin, que queda fuera de los programas escolares ya que el país es católico hasta las cartolas. Se palpa también la soledad y la incomunicación que se da entre los individuos, y toda una galería de personajes, encontrados en los paseos, a quienes se presta la palabra para expresar sus más curiosas opiniones.

Daša Drndić deja claro su desagrado, por decirlo suave, al sentirse alejada de los valores de la gran mayoría de sus conciudadanos, disgusto que amplía a las desbarajustadas correcciones a que han sometido sus escritos los correctores y traductores de turno. Y el propio título de la novela muestra el carácter fotográfico de ésta que entrega escenas y más escenas, con el espíritu propio de la escritora, a la que nada de lo humano le es ajeno, y la memoria y la verdad son fundamentales para mantener en alto la enseña de la humanidad contra quienes pretenden falsificar la historia, convirtiéndose en culpables sin culpabilidad y responsables sin responsabilidad de los que hablase Günther Anders.

Por Iñaki Urdanibia

El último premio Goncourt 2020 del país vecino fue entregado a «La anomalía» de Hervé Le Tellier.

«Hay algo admirable que supera siempre al conocimiento, a la inteligencia e incluso al genio, y es la incomprensión»

«Ningún autor escribe el libro del lector, ningún lector lee el libro del autor. A lo sumo pueden coincidir en el punto final»

                                                   Victor Miesel, La anomalía

El último premio Goncourt 2020 del país vecino fue entregado a «La anomalía» de Hervé Le Tellier, de Pirineos abajo, publicada por Seix Barral, también ha sido alabada y galardonada con el premio homónimo en su cuarta edición; me hallo entre quienes consideran que la lectura de esta singular novela – podría calificarse de OLNI, objeto literario no identificado no defraudará a nadie que a ella se acerque cuando menos por su imaginación desbordante y su originalidad sin par; y vamos por partes.

El autor nacido en 1957, es matemático, periodista, consultor industrial, crítico culinario, profesor y animador de un programa radiofónico en France-Culture que se centraba en juegos literarios y poéticos, Patou, con invitados surrealistas y otras yerbas, con el signo dominante del OuLiPo y de la patafísica (pace Alfred Jarry y la gidouille del padre Ubú). Pues bien, el escritor del que hablo entró en tal movimiento, creado por Raymond Queneau, François Le Lionnais y animado entre otros por Georges Perec e Ítalo Calvino, en 1992 pasando a ser tesorero de la organización; el trasparente guiño al primero de los nombrados queda claro ya que cada parte del libro toma un verso de él: Tan negro como el cieloLa vida es sueño, dicen, y La canción de la nada; otros guiños, e inversiones, asoman a lo largo de las páginas, teniendo como objeto a Robert Musil, Ítalo Calvino, Stéphane Mallarmée, el propio Perec… referencias literarias explícitas e implícitas. Su integración el el grupo queda clara si en cuenta se tienen sus palabras, «siento una afección particular por el presente hermoso, la transducción sustantiva y la moral elemental – añadiendo – que no le gustan ni los anagramas, ni los palíndromos»… lo que no quita para que se atenga al espíritu oulipiano ya que éste le permite «escribir ciñéndose a limitaciones impuestas», buscando el júbilo, la complicidad, la inmediatez, la continuidad, la apropiación, lo efímero, la fecundidad, las ocultaciones, el gusto por el secreto, las correspondencias, etc. Este espíritu juguetón se traduce en su gusto por el skubidu como técnica aplicable a la escritura, al cruzar, trenzando diferentes hilos y colores temáticos.

Pues bien, si el cartero de James McCain siempre llamaba dos veces, en el caso de Hervé Le Tellier el vuelo de un avión procedente de París, con fecha de marzo de este año (se supone que ya pasada la epidemia y reemprendidos los vuelos) con doscientos cuarenta y dos pasajeros, aterriza en Nueva York tras atravesar una fuerte tormenta; lo curioso del asunto es que el vuelo se replica al volver a aparecer el mismo avión con los mismos pasajeros y la misma tripulación tres meses después, en junio, en el cielo neoyorkino, lo que va a provocar un revuelo con el fin de explicarse semejante hecho; la política, la ciencia y los medios tratan de explicar lo que sucede, al tiempo que los pasajeros tras haberse seguido durante tres meses con su vida, se ven enfrentados a esta insólita situación que va a suponer una diferente visión de sí mismos. Para más inri en esta segunda ocasión al avión, vuelo 006, no se le permite tomar tierra en el aeropuerto Kennedy y es conducido a un aeropuerto militar en donde esperan los agentes del FBI y de otros organismos del país de las barras y estrellas. Inexplicable balanceo entre lo mismo y lo otro, entre identidad y diferencia; entre March y June.

El ritmo del libro no da descanso, desde que emprende el vuelo, y los diferentes géneros se entrecruzan sin crujidos, derivando por los pagos del thriller hasta el noir, del relato de aventuras, del amor, de la novela psicológica, y por la ciencia ficción, aliñado todo ello con sobradas y sagaces dosis de desenvuelto humor; el escritor domestica los diferentes registros sin que se den saltos o fracturas en la narración que resulta magistralmente unificada, novela de novelas siempre que no se entienda esto como una construcción adosada de dispares historias, permitiéndose, por otra parte, ciertas incursiones, en especial en la segunda parte, por los lares de la ciencia, lo cual sea dicho al pasar a nadie ha de asustar ni espantar ya que el escritor garantiza la sencillez de lo complejo. Los diferentes personajes con sus avatares existenciales contagian el estilo que adopta el escritor para referirse a ellos. No cabe duda de que ciertos aires de familia con el quehacer de algunos de los miembros nombrados del OuLiPo pueden hallarse: así si en La disparition (traducida y publicada, en Anagrama, como El secuestro) Perec se entregaba al juego lipogramático, al hacer desaparecer la letra e – la vocal más presente en el habla y la escritura del país galo; en la traducción, por la misma regla de tres aplicada al caso hispano, se anuló la presencia de la a -; no contento con tal operación, el autor publicó otra novela, no traducida por acá, Les revenentes, compensando la anterior falta de la e, al aplicársela, la desaparición, al resto de vocales: a, i, o, u. En el caso que nos ocupa, el autor de La anomalía, juega a presentar la copia, la reaparición, la repetición, la réplica, la duplicación, el retorno de lo mismo, aunque éste ya sea otro, en su representación especular. Tampoco resulta descabellado, por asociación, recordar aquella repetición múltiple que Ítalo Calvino, aplicase en su genial Si una noche de invierno un viajero, presentando los comienzos de diez historias diferentes, que en escala diferente recuerda, a su vez, a los ejercicios de estilo de Raymond Queneau en el que éste presentaba una misma historia, sin mayor sustancia, de 99 formas diferentes.

Como Alicia al otro lado del espejo, aquí el autor nos arrastra más allá de la comprensión y el conocimiento racionales, lo que trastorna la mente lectora del mismo modo que las mentes de los protagonistas de la historia, de las historias, ven trastornada su mente ante la duplicación de la experiencia aérea vivida. Personajes, cada cual con sus biografías e historias: así Blake, padre de familia de apariencia respetable y dueño de varios negocios de restauración vegetariana, pero con un trasfondo -que no es tras, ni fondo- nada presentable de asesino a sueldo; como se suele decir ya de niño apuntaba maneras; o Slimbony, estrella del pop nigeriana, homosexual en un país que es peligroso serlo ya que la presión por parte de los clérigos evangelistas y la sharia islámica puede conducir a la muerte, cansado de vivir solpadamente en la mentira y el disimulo. La rueda de prensa del cantante sirve para tomar el pulso al ambiente y los modos de vida en Laos y Nigeria, además de codearnos con cónsules de diferentes países europeos allá presentes; o el teniente Clark Kleffman que ha estado a punto -según cuenta- de morir diez veces en Afganistán, que vive con su esposa April y sus hijos Sophia y Liam; la chica no puede separarse de su rana Betty que le fue regalada cuando cumplió seis años. O Joanna Wasserman, abogada negra que ha defendido casos con brillo de procedencia humilde, siempre reivindicando vencer a los blanquitos que han estudiado en universidades de postín, y cuya madre es costurera y su hermana Ellen padece una enfermedad de las raras cuyo tratamiento supone gastos desmedidos, trabaja en una consultoría y es encargada de los asuntos de una empresa farmacéutica cuyo dueño es Sean Prior; o un par de matemáticos, el uno probabilista que responde al nombre de Adrian Miller, y una matemática topóloga, Meredith, a los que vemos con una trompa elevada a la ene potencia en una celebración en la universidad de Princeton organizada para homenajear a dos profesores que han sido distinguidos con el premio Field; en medio de la confusión etílica Miller es llamado y ha de acudir de inmediato a la llamada que proviene de la seguridad del Estado, a la que sirve, junto a su colega Tina, calculando todas las probabilidades de accidentes, atentados u otros sobresaltos en la circulación aérea y los protocolos que se han de seguir según las variables; conducido a un aeropuerto militar allá se las ve con agentes de el FBI, de la CIA, de la NSA, del NORAD, de las FFAA y de otras siglas, lugar en donde está el famoso Boeing 787. O una montadora de cine, Lucie, con su efímera pareja André, un arquitecto, con quien está al borde de la ruptura y del que luego conoceremos algunos tejemanejes en sus construcciones; o Victor Miesel, traductor del inglés, del polaco y el ruso y entre cuyas traducciones están las de alguna obra de Nikólai Leskov o de Ivan Goncharov, y escritor minusvalorado, cuya carrera literaria se desarrolla rozando el secreto por la falta de reconocimiento a pesar de haber conseguido algún premio y que al borde del suicidio escribe, La anomalía, novela que va a convertirse en un éxito de culto, dando lugar a elogios de la prensa, ceremonias de homenaje y hasta la creación de una selecta asociación de amigos, Avimi; David, cuyo hermano Paul es oncólogo y encargándose éste de anunciarle el grave cáncer de páncreas que le va a llevar vía directa a la muerte, así unos personajes, sin olvidar al comandante Markle, que en sus veinte años de experiencia en vuelos intercontinentales nunca ha vivido una situación tan grave, condenado a atravesar un columbonimbo que parece interminable, mientras pilota el Boeing 787 de Air France…unas vidas repletas de secretos, de cuya profundidad ninguno de ellos era consciente en su auténtica dimensión. El espejo está servido, el mismo que refleja la autenticidad de los protagonistas y en el que el lector es invitado a mirarse. La presentación de los personajes, va perlado con las visitas de agentes policiales lo que hace que el suspense y el interés vayan aumentando desde el principio, del mismo modo que se van intercalando, como los aviones que aparecen y desaparecen tras las nubes, los avatares del vuelo y las confusas comunicaciones con las más altas instancias del poder norteamericano y la sorprendente custodia de dos cazas del ejército y el contacto permanente con un porta-aviones, además de las draconianas medidas que se les exige aplicar a los pasajeros, momentos en el que el humor conduce en un pispás a la carcajada; y somos llevados, al igual que los investigadores militares o similares, a una confusión de razones, de situaciones y personajes, en medio de interrogatorios a los viajeros y tripulación con el fin de aclarar la duplicación misteriosa y los personajes que parecen duplicarse dándose en algún caso el don de la ubicuidad, o casi. Se nos dan a conocer algunos interrogatorios en aquel hangar militar (cuya fonética resulta similar a hagard y hasard / azorado y azar), local repleto de expertos de todo tipo: militares, policías, psicólogos, científicos, premios Nobel, representantes de diferentes creencias religiosas) que están en contacto directo con el Pentágono y con el presidente quien a su vez evacua consultas con otros mandatarios de poderosos países; la crisis se eleva al mundo. Y…un caligrama final, marca de la casa, en la última página, que se desarrolla en sentido decreciente de arriba abajo hasta quedar en tres caracteres finales que en su verticalidad dan : f / i / n, y sin punto final; puestos a jugar, la interpretación queda ofrecida al trabajo del lector.

La imaginación toma la página y no decae en los retratos de las diferentes historias, mecanismo que a servidor le recuerda, salvando todas las distancias debidas y aun a riesgo de resultar algo pelma, al edificio de La vida instrucciones de uso de Georges Perec, en la que el edificio se convierte en trampolín para diferentes y dispares historias de sus habitantes.

En fin, una novela cuyo contenido casa como un guante con su título, anomalía, que nos conduce por territorios de la duda, de la reflexión, y… del juego, sin entregarse a una solución a los enigmas planteados en un cruce de saberes que las páginas empujan a la confluencia.

Por Iñaki Urdanibia

En julio del año pasado fallecía en Roma el escritor siciliano, en junio se había publicado por acá una novela suya situada en la imaginaria Vigàta (Allá en Vigàta – Kaos en la red). Camilleri en sus novelas hacía revivir el pasado de Sicilia, suponiendo tal ubicación que el valor de su región entrase en la historia y más en concreto en el género negro: Este toque de regionalismo y el ocurrente carácter de sus historias hizo que sus obras invadieran el mercado y las ventas hicieron que su nombre traspasase las barreras del género mentado para ampliarse a la generalidad de aficionados a la lectura; siempre habrá crítico críticos, con pretensiones elitistas, que trataron de arrinconarle colando sobre sus novelas la etiqueta de literatura comercial (a lo que podría añadirse aunque a estas alturaslas pretensiones de quienes consideran el género policíaco y similares como de inferior categoría).

Publicando sus primeros textos tras la segunda guerra mundial, teniendo que esperar su primera novela hasta 1978, editada por su cuenta, y a partir de ahí un éxito y una suma amplia de nuevas novelas publicadas y vendidas; su escritura sobrepasó los pretendidos límites de la sicilianeidad para lanzarse a pagos más amplios de aceptación, lo que fue facilitado por su escritura eficaz, que se desarrolla por secuencias que van retratando a los personajes, entre los cuales destacó con luz propia el célebre Montalbano, a la sombra inspirador de Manolo Vázquez Montalbán a cuyo nombre recurrió a la hora de bautizar a su simpático y atractivo investigador, a lo que se ha de añadir en su haber – digo en el del escritor – su afilado sentido del humor, que se deja caer como si nada, y su estilo un tanto despojado, que huye de abalorios. Es claro que su escritura no se acaba en Vigàta y en Montalbano ya que varias de sus novelas han hurgado en la historia siciliana con temática policiaca…

Pues bien, ahora se publica una novela inacabada en la que no aparece el famoso investigador, ni tampoco la localidad de la que he hablado; es más la novela tiene como escenario Roma con ciertos balanceos milaneses. «Km 123» (Destino, 2020). Una novela trepidante cuyas páginas llaman a las siguientes sin remedio y sin pausa ya que la curiosidad se va adueñando del lector desde el inicio cuando las llamadas de Ester no son respondidas por Giulio, la causa de la falta de respuesta es debida a que el señor está grave en un hospital debido a un accidente de tráfico que tuvo lugar en el punto kilométrico, que da título a la novela, de la Vía Aurelia de Roma; al final el teléfono es descolgado por la mujer del herido, Giuditta, que no conoce a la tal Ester y, por supuesto, nada conoce de las andanzas de dicha mujer con su marido. Diferentes tipo y tamaño de letra van completando la escena, con mensajes de la víctima, con noticias de prensa sobre el accidente, con interrogatorios, informes y conversaciones policiales que nos llevan de un lado para otro en lo que hace a las sospechas acerca de si el accidente ha sido fruto de la casualidad o provocado intencionadamente por otro vehículo; el caso es encargado al perspicaz inspector de la policía criminal Attilio Bongioanni que se las verá y se las deseará para desentrañar el embrollo, al igual que le ocurrirá si los lectores que acompañen el zigzagueo investigador. Las cuitas de Ester son contadas a su confidente María, que vive en Milán, que está al corriente de los amoríos de su amiga y de algunos engaños de su amante… La cosa se complica al producirse un accidente de metro con resultado de muerte de un señor que cayó a las vías, y a causa del descubrimiento de algunos negocios inmobiliarios que hacen que el implicado, que ha sido denunciado lisa y llanamente por quien menos podía esperárselo, huya siendo aprehendido en la frontera cuando trataba de escapar a la justicia… Como digo, la curiosidad acerca de la continuación y el esclarecimiento de los hechos, y sus responsables, que responden al mecanismo propio de las carambolas hace que no se pueda dejar al libro hasta el final… que da un giro sorprendente inesperado con supuesto suicidio o accidente en el mismo, y fatídico, kilómetro 123 de la misma Vía nombrada.

Se cierra el volumen con unas anotaciones realmente lúcidas del escritor acerca de los romanzi gialli, color, el amarillo, referido a las portadas de las novelas negras, que en el caso italiano lucían del color giallo, apuntes que resultan unas sagaces lecciones acerca del género nombrado y sobre los elogios y otras opiniones, y obras, de diferentes escritores (Gadda, Sciascia, Hammett, Chandler, Gide, Céline, Simenon… o Gramsci. Y varias afirmaciones fuertes: «para saber hoy cuál es la situación socioeconómica de Suecia o para conocer los problemas de España, los gialli de Henning Mankell y de Manuel Vázquez Montalbán sirven menor que un dogmático ensayo reservado a especialistas» y la segunda, que complementa la anterior: «la mejor defensa del color amarillo consiste en la propuesta de la abolición, en literatura, de este color».

Por Iñaki Urdanibia

Una exhaustiva reconstrucción de una disputa en el campo de las letras que desbordó sus límites para ampliarse al campo político.

No corrían buenos tiempos para la lírica en el Viejo Continente justo tras finalizar la primera guerra mundial; en 1919 el tejido social hexagonal tenía la sensibilidad a flor de piel cuando las llamas guerreras todavía mostraban el brillo de sus rescoldos. En tal situación, Marcel Proust publica en junio A la sombra de las muchachas en flor, y ya desde su aparición los ánimos se disparan: para unos una verdadera maravilla, para otros un texto inoportuno ya que no eran tiempos para buscar el pasado sino para vivir el presente, debiendo así jugar la literatura un papel pegado a la realidad o al menos augurar un futuro esperanzador para subir la moral a la ciudadanía. El libro fue seleccionado para el premio Goncourt, llegando a la liza final enfrentado con Las cruces de madera de Roland Dorgèles, novela en la que se narraba la crueldad de la contienda y se cantaba la heroicidad e las trincheras. Al final, el 10 de diciembre se concede el galardón a Marcel Proust por la novela mentada, diez votos contra seis, y el revuelo surge de inmediato. Tirios y troyanos alzan la voz para señalar lo injusto de la decisión para lo que se buscan todo tipo de argumentos: la frivolidad del escritor que además es un charlatán y que ya tiene demasiada edad, 48 años, amén de que no está tan necesitado de los 5000 francos como lo estaban otros escritores. El debate se encrespa y el eje se traslada de lo estético y literario al terreno de la política, haciendo que las discusiones se vean atravesadas por el cuestionamiento de qué papel ha de jugar la literatura en aquellas circunstancias; las mismas editoriales se ven enfrentadas, utilizando todo el arsenal en lo que hace a defensa y ataque, dejando las debidas normas de la politesse de lado: Albin Michel por parte de Roland Dorgèles y Gallimard por la de Marcel Proust, en aquel comienzo del siglo XX, que a no tardar vería aumentar el odio y la violencia hasta extremos de radical enfrentamiento.

Thierry Laget (Clermont-Ferrand, 1959), escritor, traductor y colaborador de la edición de En busca del tiempo perdido en la colección de La Pléiade, se vuelca en los entresijos del ambiente que rodeó a la concesión del premio, y a las reacciones que provocó, en su «Proust, Premio Goncourt. Un motín literario», publicado por Ediciones del Subsuelo. Con un medido humor y una afilada ironía y armado con un riguroso bagaje de cartas, documentos inéditos y artículos de prensa – no hace falta señalar que los protagonistas o testigos de la época no existen ya- reconstruye con un detalle propio del más logrado puntillismo los avatares de la concesión, las opiniones, apoyos y reacciones contrarias que provocaron la concesión del premio, hasta el punto de que da la impresión de que los testimonios a los que recurre están aprehendidos en persona y en directo, como si los responsables de ellos estuviesen todavía presentes.

En doscientas trepidantes páginas que no dan tregua, Laget va desmenuzando este singular episodio de historia literaria, lo que va completado con una treintena de páginas de notas en las que se justifican las fuentes utilizadas, un exhaustivo dossier de prensa de la época y una tabla comparativa de las tiradas de las dos obras en liza, que deja ver que en los años 1919 y el siguiente la obra de Dorgéles arrasa de modo apabullante: 85158 frente a 23100; el patriotismo obliga y el aluvión de pronunciamientos a su favor hizo que se le concediera, a modo de consolación, el premio Fémina… El paso del tiempo nada tendría que ver con la valoración de ambos escritores. Asistimos a la batalla con sus giros, no pocas veces sorprendentes hasta lo azaroso, tomando el autor impulso con unas páginas iniciales en las que se sitúa el premio creado por los hermanos Goncourt desde sus orígenes, y que en la ocasión de la que se habla cumplía dieciséis años de su entrega, ya que habiendo sido creado en 1896, su concesión se puso en marcha en 1903. Ya en estas páginas iniciales irrumpe el tono desenfadado e irónico de Laget que no se priva de valorar la postura de los creadores del tema, los intentos de desbancar a otros premios que funcionaban a nivel hexagonal (el de la Académie française y la Vie Heurese, antecedente del posterior Fémina), y entramos hasta el comedor en que se celebra la cena en la que se otorga dicho premio. Se liga lo anterior con una visita a la actividad de Marcel Proust, dirigidas al intento de lograr dicho galardón por medio de Por el camino de Swann, fracaso incluido, del mismo modo que se nos da a conocer los tejemanejes de las distintas editoriales por hacerse con el premio y los primeros escándalos que se dieron en relación a la concesión de dicho premio.

Por las páginas el autor hace desfilar a algunas luminarias de la escena hexagonal y a otros no tan conocidos que formaban parte del jurado o de los ambientes influyentes o cercanos a tal; entre los primeros destaca Léon Daudet, cuyas posturas antisemitas eran conocidas, no rehuyendo Laget el referirse al asunto, del mismo modo que resultan certeras sus anotaciones acerca de la presencia de las mujeres en alguno de los jurados nombrados venía a coincidir con la proclamación del derecho a voto de las mujeres decretada por el senado; con ello quiero incidir en una postura decidida en el autor por no esquivar los temas problemáticos sino pringarse, metiéndose au milieu de la mêlée; también subraya la memoria de corto aliento que olvidaba el posicionamiento de Proust a favor del juzgado Dreyfuss, poniendo el acento en los aspectos que se consideraban negativos poniendo en mal lugar a Proust frente al patriota Dorgèles, tachándole contra todo respeto a la verdad de reaccionario, conservador, etc. y sacando como refuerzo de estos calificativos noticias a todas luces falsas. Con respecto a los impresentables posicionamientos del nombrado Daudet, Laget hace justicia, a cada cual lo suyo, subrayando el papel jugado por éste, y su hermano, en la promoción de la obra de Proust; asunto en el que en el lector se origina un balanceo entre la rabia y el agrado. Si anteriormente aludía al desplazamiento hacia el terreno de la política que había dominado en el debate, el capítulo dedicado al veneno de L´ Action Française, y sus posturas de derecha extrema deja ver a las claras este eje sobre el que pivotó la querella, aspecto tratado con tino por Laget que nos conduce a ver ciertos dejes hacia una tibieza de izquierdas por parte del autor galardonado que se pronuncia con ciertos toques -digamos que- obreristas.

Los afilados dardos que se entrecruzan, y las abundantes citas dando cuenta de ellos, son muestra de un abanico que va desde el insulto a las opiniones más matizadas, perladas, algunas, de ricas metáforas, que son verdaderos ejemplos de un depurado estilo crítico, ante las que no desentona la prosa del avezado narrador que es Thierry Laget.

Desde luego si las historias de la literatura, al uso, tomaran como modelo el estilo y la desenvuelta prosa de este autor y abandonaran su habitual tono grand seigneur, se leería como mayor gusto y provecho, ya que a pesar del tema tratado y la abundante, ad nauseam, Thierry Laget consigue atrapar al lector desde la primera hasta la última página.

Por Iñaki Urdanibia.

Una novela-crónica que da cuenta de un crimen múltiple, en un escenario de explotación infame y con una exploración de la mente humana y sus secretos.

No es todo lo que a primera vista parece, sino que la apreciación inmediata puede llevarnos a equívoco, afirmación que aplico, en primer lugar, al propio título que he elegido para este comentario, a pesar de la conjunción y los puntos suspensivos que dejan abierto el campo interpretativo. El título resulta engañoso como también pueda resultar de entrada el título del libro y hasta la portada que casa sin duda con parte de los hecho narrados, que sin embargo puede despistar con respecto a lo que el libro contiene; y conste que no es por ponerme estupendo, ni buscar pelea con el autor o con Enrique Redel o el enmaquetador Daniel Matías, y… me explicaré.

Me estoy refriendo a un libro que nos lleva a la Escocia decimonónica y a un asesinato que es cometido por aquellas tierras: «Un plan sangriento. El caso Roderick Macrae» de Graeme Macrae Burnet (Kilmarnock, Escocia, 1967), publicado por Impedimenta. El título amenaza sangre al igual que la cubierta del libro, y reitero, el título con el que he encabezado este artículo, y es que si nos ceñimos a lo anterior no damos cuenta de la extensión y amplitud de la narración, ya que aun siendo cierto que se da la palabra, y la pluma, al asesino, que es el que narra su situación, sus pensamientos, y los motivos del recurso a la violencia, nos quedaríamos cortos ya que Roderick Macrae nos dibuja con precisión el ambiente que se respiraba por aquellos pagos en los que algunos poderosos, y sus lacayos, imponían su ley en un draconiano régimen de aparcerías y unas normas, no escritas, que hacía que las dificultades recayesen en los más pobres del lugar, mientras que los señores vivían a cuerpo de rey, dedicados a sus cacerías y a sus francachelas, y en este trabajo que es un retazo de microhistoria local (con claros tintes sociológicos y antropológicos, me atrevo a decir) que da cuenta de las relaciones, de las imposiciones y de las trampas ad hoc de los poderes fácticos del lugar.

Fue en 1869, en Culduie, aldea perdida de las Hihlands escocesas, cuando Roderick, conocido como Roddy, muchacho un tanto particular que cierto es que había dado sobradas muestras de su inteligencia en la escuela hasta el punto de que el maestro, Gillies, propuso al padre del joven, huérfano de madre, que Roddy debería seguir estudiando lo que le abriría horizontes más amplios… El padre rechazó con rotundidad los planes del maestro, rechazo que coincidía con la manera de pensar del joven que pensaba que su destino debía ser permanecer junto a su padre con el fin de sacar adelante a la familia, que se componía además de él y su padre, de su hermana Jetta y dos hermanos gemelos, menores que Roddy; digo que fue aquel día cuando el joven mató a tres personas entre ellas un niño.

Nada dado al trato con los demás, amén de marcado por el carácter solitario y tosco de su progenitor, Roddy andaba solo y no se movía con soltura ante los demás; obviamente tras los hechos por él cometido las opiniones con respecto a él variaban en los testigos y la gente de aquel conjunto de escasas nueve casas: para unos era un joven atento y educado, para otros parecía llevar marcado el signo de lo diabólico, el combativo y amenazador párroco, Galbraith, ve los hechos como signo inequívoco del salvajismo creciente que invade a los habitantes del lugar… El caso es que delante de todo el mundo y en especial de su abogado Sinclair él admite haber cometido el crimen múltiple, si bien también es cierto que el ambiente en el lugar no es que fuese muy acogedor para el muchacho y para su familia que parecían estar siempre bajo la vigilancia del nuevo alguacil, Lachlan Broad, que dependiendo del factor, imponía su ley, sus cambiantes normas… a lo dicho se ha de sumar, que el padre del muchacho aceptaba a regañadientes las imposiciones y normas de nuevo corte que el todopoderoso caballero se sacaba de la manga siempre en beneficio de sus intereses y el de su familia, además, claro está, que los de los propietarios de las tierras del lugar. La extensión de las tierras que le correspondía al padre de Roddy, se vieron limitadas por disposiciones que decían favorecer a familias más necesitadas; igualmente algunas prácticas de recogida de ovas de mar para ser utilizadas como abono, le fueron vetadas… La pasividad de su padre, que parecía caer un un estado de conformismo depresivo, hacía que las tierras que estaban bajo su responsabilidad comenzasen a dar muestras ostensibles de dejadez, lo que por una parte suponía multas por no atender debidamente las tierras concedidas, y por otra hacía que Roddy hubiese de buscar otros trabajos con el fin de llevar dinero a casa, lo que como la pescadilla que se muerde la cola, hacía que las tierras continuasen en un creciente estado de abandono. Súmese a lo anterior, que algunos movimientos de su hermana Jetta, cuya existencia concluirá con un fatal y temprano destino, daban por pensar que estaba siendo chuleada por el tal Broad, al tiempo que él se sentía atraído por Flora, hija del anterior, que flirteaba con él al tiempo que no disimulaba signo de desprecio, y no se cansaba de repetir que como les pillase su padre, la paliza iba a ser para el. Algún amigo que había hecho en un ocasional trabajo relacionado con la caza, del que fue expulsado Roddy debido a que en vez de colaborar en la caza de un ciervo lo espantó… en un encuentro casual con el tal Archibald, que había subido de status, acude a fiestas y a lugares que le estaban absolutamente prohibidos, dándole al jarro, y padeciendo los desprecios de su adinerado amigo…

En este escenario que se alterna con las conversaciones, ya en prisión, con su abogado, se van planteando una serie de interrogantes acerca del destino, el libre albedrío, el orden establecido por la voluntad divina, y con el telón de fondo de las arbitrariedades del poder y las continuas humillaciones, no cabe duda que nunca cobra mayor pertinencia aquello de don José: yo soy yo y mis circunstancias, y resulta indiscutible que en el caso de Roddy, ésta tienen un peso que hace que todo lleve a pensar que las cosas no se pueden quedar así sino que se hinchan. De tal hinchazón, y de sus consecuencias prácticas, nos iremos enterando por medio de la escritura del propio Roddy, de sus ya mentadas conversaciones con su cordial abogado, con sesiones del juicio en el que era el acusado, a lo que se ha de sumar un informe médico, complementado con un último añadido, Viajes por los confines de la locura, que resulta jugoso donde los haya. Así, aun partiendo de que existen unos hechos indudables, tampoco se puede eludir a lo largo de la lectura de la construcción de la realidad, por medio de diferentes voces y visiones. Resulta así el libro además de la crónica de un asesinato, la crónica de las condiciones de vida cuasi, y sin, feudales que se daban en aquellos años en las bucólicas tierras altas escocesas, y una crónica de los recovecos de la mente humana y sus variaciones y secretos, que anidan allá adonde la razón no alcanza.

Tras seguir atrapado, y con la respiración contenida, lo que se va narrando de manera dosificada, se aplica de manera paradigmática lo que comentaba al principio nada es lo que parece, de modo y manera que aquello que estaba cantado, hasta por el propio Roddy, y se daba por todo quisque sufre un giro que descoloca al lector, no siendo, desde luego, éste el menor de los méritos de esta novela que fue finalista del Man Booker Prize, llegando a vender en el reino Unido casi doscientos mil ejemplares, y obteniendo otros premios de prestigio como el Vrij Nederland Thriller of the Year o el Saltire Society Fiction Book of the Year.