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Por Iñaki Urdanibia.

Antología de poetisas árabes.

«Un camino que ignoramos

pero recorremos

con dolor y miedo, con odio y carencias »

( Lamía Abbás Amara )

« Intento, amigo, ser una mujer

con todas las medidas y descripciones…

pero no encuentro tribunal

que escuche mis declaraciones…

ni juez que acepte mi testimonio…»

( Suad Al-Sabah )

Del mismo modo que los revolucionarios tomaron la Bastilla, una serie de osadas mujeres árabes tomaron la palabra en verso, reservada a los hombres ( masculinos). « La ira ha cerrado / las puertas del silencio. / ¿ Es este el motivo / por el que has decidido gritar » ( Widad Benmusa ). Señala el gran poeta sirio Adonis en la presentación, breve cuan clarificadora, de la obra que presento, y que se me perdone la extensión de la cita: « si partimos de la libertad como criterio para entender la condición de la mujer y su papel en comunidades árabes e islámicas, veremos que aún sigue siendo un objeto de la ley islámica, shr´. Vive encarcelada en una jaula de vocabularios religiosos sobre lo lícito y lo ilícito, halal y haram, sobre lo permitido y lo prohibido. Es un objeto para el hombre, pertenece a la autoridad del varón, y no es un ser independiente dotado de voluntad ni dueño de su destino».

Pues bien, en « Diván de poetisas árabes contemporáneas » ( Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2016) se nos presenta a diez poetisas( la palestina Fadwa Tucán, las iraquís Názik Al-Malaika y Lamía Abbás Amara, la siria Saniya Saleh, kwatí Suad Al-Sabah, la saudita Fawzia Abú Jáled, la siria Ámal Yarrah, la yemení Huda Ali Iblán, la libanesa Souzanne Alaywan y la marroquí Widad Benmusa ) que abarcan desde el oeste hasta el este en lo que hace a la presencia de escritoras en el mundo araboparlante; la presentación sigue el criterio cronológico, referido al siglo XX; al final del libro hay unas fichas acerca de cada una de las poetisas.. Desde la segunda de las nombradas que es quien abrió el fuego, a mediados del siglo pasado, al romper con las normas canónicas de la métrica clásica, además de meterse en el terreno exclusivo de los hombres, haciendo caso omiso del dicho de que la gallina que cacarea en el terreno el gallo ha de ser decapitada( « ¿ De dónde nos viene el dolor? / ¿ De dónde nos viene ?/ Desde antiguo, hermanó nuestras visiones/ y cuidó de nuestras rimas » ), le siguió la primera, que convirtió su poesía, tras unos primeros pinitos líricos e intimistas, en arma de lucha y resistencia contra las imposiciones de las normas imperantes (« ¡ Mi libertad! / ¡Mi libertad! / ¡Mi libertad!/ Palabra que repito con la boca llena de ira, / bajo los disparos, entre las llamas ,/ Y sigo, pese a la esposas, corriendo tras ella, / sigo llevada por la marea de la ira / combatiendo y pidiendo : ¡ Mi libertad! » ) . A estas pioneras les siguieron las escritoras que participaban , en los años sesenta, en la revista literaria Sh´ir, destacando Saniya Saleh que dio cabida en sus poemas a su cuerpo y las reivindicaciones del cuerpo femenino; las siguientes asentaron la presencia de las mujeres en el mundo poético, no cortándose a la hora de expresar las preocupaciones propias de la mujer y sus pisoteados derechos( « Derrotada me quedo / ante los tiranos y los amantes / y el viento me sigue » ). Las tres últimas de las nombradas cuyo quehacer poético pertenece a la última década del pasado siglo, suponen una honda profundización de la poesía existencial, una superación de los hábitos temáticos, abriéndose a dispares horizontes sin tapujos, innovando en lo rítmico, estructural y estilístico; « La democracia no consiste en que / el hombre diga su opinión en política/ sin que nadie lo contradiga; / la democracia consiste en que una mujer diga / su opinión en el amor…/ ¡ si que nadie la mate! » ( Suad Al-Sabbah)…« seguro que algún día / la fealdad acabará, / y vendrás tú cual ave de amor, / y te abriré mis brazos» ( Àmal Yarrah). « Sumergió sus dedos en el desierto, / y con el agua del espejismo escribió un poema » ( Fwazía Abú Jáled)…

Todas ellas supusieron una apuesta por la poesía frente a la ley ( religiosa, por supuesto) que consagraba el dominio masculino y el silencio sumiso de la mitad del cielo, lo cual venía a suponer un empobrecimiento de la sociedad toda ya que como dijese Ibn Arabí, « todo lugar que no acepta lo femenino es estéril, no cuenta », con lo que la irrupción de estos gritos en verso condujeron a una puerta abierta al enriquecimiento de las sociedades árabes e islámicas, y ello a pesar del cerrilismo de quienes continúan aferrándose a la sharía y al dominio masculino en nombre de un idílico Cielo que jerarquiza y oprime en la tierra; y si el otro decía que la poesía es un arma cargada de futuro, en el caso que nos ocupa lo es también de presente, en la lucha por la emancipación.