Por Iñaki Urdanibia.

El pasado día 4 falleció el escritor; que este pequeño acercamiento a su escritura sirva de homenaje.

Junto a su amigo y admirado Jean Genet, el «poeta enclaustrado» como le llamaba, en tierras arenosas de Marruecos, con la única compañía hispana de los restos de algunos soldados de antiguas batallas – digamos que – imperiales. Se apago la voz instalada desde hacia tiempo en Marrakech, allí en donde se sentía a gusto alejado del mundillo de las candilejas literarias, lo cual no quiere decir que su voz permaneciese callada y ausente de diferentes medios en los que intervenía.

Hay familias que dan para mucho en diferentes terrenos, los Goytisolo (imprescindible para quienes quieran penetrar en el inconformismo de los hermanos resulta el libro de Miguel Dalmau – finalista XXVII del Premio Anagrama de Ensayo, en 1999 – Los Goytisolo) brillaron en la escritura y lo hicieron – cada uno a su modo- mostrando la libertad y soñando en ella El mayor, el gran poeta José Agustín (1928-1999), uno de los más destacados de la llamada “Generación del 50”, el menor Luis, nacido en 1935, autor de brillantes novelas como Antígona o Estatua con palomas por nombrar dos de las que tengo a mano, y… quizá el más renombrado de entre ellos: el que ahora se ha ido.

Si inicialmente se pueden incluir sus incursiones en las cercanías del denominado realismo social, sí que siempre mostró diferencias notables al dejar ir a sus sentimientos, su subjetividad y sus apasionamientos que le diferenciaban en no pequeña medida del conjunto de los incluidos en tal tendencia literaria. El moverse dentro del realismo social era casi una necesidad existencial y generacional, lo que no quita para que dejase volar su imaginación, sus tonos un tanto dislocados y fantásticos, con claros tintes anecdóticos ad limitem, que rebosaban aires sarcásticos. En cierto sentido esta diferenciación puede achacarse a su carácter más bien libertario y a la negativa a plegarse a un estricto catecismo ideológico. Estos pasos iniciales se deslizaban por los pagos de la desorientación de unos chavales de familia bien (Juego de manos, 1954) o la historia de un grupo de niños refugiados en una finca catalana, en los momentos del derrumbe del frente catalán (Duelo en el paraíso. 1959), en las que se narra el contagio de los pequeños de los vicios observados en los mayores. La vena de inspiración se movía en algunas novelas de la época entre lo fantástico y lo patológico, reflejados en jóvenes marginados. La factura más estricta de realismo y de implicación social y crítica vendría de la mano de La isla (1961), siendo Fin de fiesta de un año después una especie de despedida por agotamiento de tan inspiración, que queda plasmada a través de cuatro miradas – la de un muchacho, un marido, la mujer y un amigo – en las que ya irrumpen con fuerza y descaro la desilusión, el tedio y las dudas personales que ya parecen anunciar el giro que vino a suponer su Señas de identidad, publicada en la cual se da cierto desvío en cuanto a la senda recorrida con anterioridad. Si ya en las obras nombradas se veía el ambiente gris de la sociedad en la que situaba sus historias- indudablemente la hispana- en esta ya se da el giro de rumbo en la que su visión va afilarse en sus aristas críticas y rechazo del muermo del muladar que se padecía en la piel de toro. El estandarte de esta ruptura con los usos decadentes de la sociedad va a ser la búsqueda de una salida que sería provocada en un nuevo conde don Julián (Reivindicación del Conde don Julián. 1970), en estas dos últimas se repasaban las últimas décadas de la vida española entregando una visión realmente pesimista y acritud con respecto a los hábitos hispanos; estos libros a los que habían de sumarse las amistades peligrosas que frecuentaba, por ejemplo el editor Feltrinelli, y algunos actos (de conciliábulos hablaba la prensa de la época), le valieron calumnias y descalificaciones por ser un miembro de la anti-España, por participar en «los actos de agresión comunista contra la Penísnsula Ibérica» ( sic). La reivindicación de un traidor, unido a lo dicho, le convertía directamente en un traidor (téngase en cuenta de todos modos que desde 1956, el escritor vivía en París, trabajando en la editorial Gallimard). Sus obras posteriores – muy en concreto Juan Sin Tierra (1977) y Makbara (1980) van a dejar ver un nuevo modo de escribir en el que la fragmentariedad y lo Inter.-textual con incursiones de diferentes textos y evocaciones , obras en las que se ahondan ya algunos terrenos ya transitados, en entregas anteriores: elogio de modos de vida más ligados a la vida, a la pasión, a los mundos otros de los negros cubanos, del mundo musulmán de los que destaca su caminar ajeno a la alienación post-industrial; modos de vida admirados a los que une – en especial en la última de las dos obras nombradas – algunas figuras de la heterodoxia que van desde el ángel caído, a los ejemplos de la antigua tradición oral. Sin entrar en mayores análisis no cabe duda de que la ingenuidad llevada hasta los topes y las cándidas intenciones no empeña en nada la prosa de la obra que es un grito de libertad.

Si en la del conde don Julián, tomaba como ejemplo – según señalaba – a Góngora y en Makbara se señalaba al arcipreste de Hita, tras sus dos entregas autobiográficas (Coto vedado y En los reinos de taifas – dicho sea al pasar que, como sucede en este tipo de escritos, la sinceridad y el incensario son inseparables -) , reapareció con Las virtudes del pájaro solitario (1988) en la que san Juan de la Cruz vertebraba la novela, en la que la mística del carmelita se entrevera con la sufí, sin dejar de apuntar- y disparar- contra los dogmas y las imposiciones autoritarias.

Sé que me quedo corto en la presentación de este gigante de las letras hispanas pero no es cuestión de abusar; dicho esto no me puedo privar de recomendar su Campos de Níjar (1960) que es una soberbia guía de la geografía almeriense, y del poder de los viajes en la transformación de los viajeros; o tampoco querría obviar su particular visión ofrecida en su La saga de los Marx (1993) , en la que mezcla la historia de la familia nombrada con la visión un tanto desesperada de Marx , sobreviviéndose a sí mismo- al ver qué ha pasado con su pensamiento. De otras incursiones, a mi modo de ver un tanto desiguales (así: Cogitus interruptus , muestra unos finos análisis literarios de indudable interés, mientras que Carajicomedia se dispara con amplias dosis de diseminación argumental…) nada diré. Sí que, no obstante, sería injusto a la hora de rendir homenaje al escritor desaparecido ignorar sus escritos comprometidos acerca de Argelia (Argelia en le vendaval. 1993), sobre el viaje a la barbarie (Cuadernos de Sarajevo. 1993) o Los paisajes de guerra con Chechenia al fondo (1996). Son análisis impresionistas que aunque algunos de ellos crujan por sus escorados posicionamientos sí que sirven de contrapeso a las voces dominantes con respecto a tales conflictos y las ideologías que los envuelven, los encubren o los provocan. Testimonios, qué duda cabe, valientes y que muestran su coraje de moverse contracorriente, acogiéndose a la pharresía de los griegos.

¡Que la tierra te sea leve!

N.B.: está claro que alguien se me ha adelantado, muy en concreto Pepe Gutiérrez-Álvarez, con su brillante artículo. Juan, en otro Goytisolo, mas teniéndolo ya escrito he optado por enviarlo para su publicación, ciñéndome a los aspectos literarios.

Hendaia, 5 de junio