Archive for abril, 2024


Por Iñaki Urdanibia

«Aun vencida, quiero ser yo misma, / abeja furiosa de su miel»

Hay escritores, y obviamente escritoras, a las que a veces de manera parcial e injusta se les conoce únicamente por una obra, como si no hubiesen escrito ninguna otra. Es, casi, el caso de la escritora catalana Mercè Rodoreda conocida por su La plaza del Diamante, y más desde la teleserie que se basó en su novela.

Mercè Ibarz (Saidí, 1954) hace justicia al entregar una verdadera guía de la autora y su obra: «Abeja furiosa de su miel. Retrato de Mercè Rodoreda», editado en la colección Biblioteca de la memoria de la barcelonesa Anagrama. Ibarz se acerca, y nos acerca, a la agitada existencia de la peregrina escritora que le llevó de una parte a otra, exiliada, hasta el punto de sentirse, por momentos, exiliada de sí misma, en búsqueda permanente, lo que se trasladaba a sus obras, que iban conformando una especie de caleidoscopio literario, con fondo histórico.

Vemos así a Mercè Rordoreda (1909-1983) haciendo sus primeros pinitos en el campo de la escritura, entregada a la empresa de acabar con la leyenda que pintaba a las mujeres como incapaces de escribir debido a su pereza…«he querido demostrar que yo escribía un libro, y por tanto daba una prueba irrefutable de mi diligencia y de mi coraje…». Incansable se dedica a escribir en diferentes revistas, y más adelante colaboraría en empresas culturales de la Generalitat catalana, manteniendo una clara posición catalanista y de izquierdas, en la medida que colaboraba con algunas publicaciones de dicha coloración política, cuando las horas de Franco asaltaron la República, su vida corría peligro; la autora entrega algunas pinceladas de la relación de la escritora con el líder del POUM, Andreu Nin (¿dónde está Nin?). Fue precisamente escapar del peligro lo que le obligaron a abandonar el país, huyendo hacia el norte. Cuánta, cuánta guerra, se titulaba una de sus obras y ciertamente en su vida, y en la de muchas otras, y otros obviamente, ésta marcó de manera honda su vida. Para entonces ya había escrito una de sus obras más destacadas y significativas: Aloma.

En aquéllos años revueltos, ella llevaba a cabo su revolución, en paralelo, a la que estaba en marcha por tierras catalanas, y dichas transformaciones se centraban en la búsqueda de un estilo, de diferentes formas de expresión que coincidió con la huida, que suponía radicales cambios en los modos de vida, costumbres, amistades, etc. Los sueños juveniles convertidos en pesadilla y su escritura va viéndose invadida por unos tonos en los que se cruzan el yo con el nosotros: entreverándose lo histórico, lo colectivo y lo íntimo… la escritura de «una joven, perdedora de una guerra, exiliada, siempre como escritora catalana y más aún como escritora del siglo XX», que con el telón de fondo histórico entrega la voz, o las voces, desde la subjetividad de sus protagonistas. En el rastreo a su travesía vemos su amores, un tanto cambiantes, al igual que sus estrechas amistades, con Obiols o Murià, y las influencias de algunos pesos pesados de las letras catalanas como Trabal. No se nos priva tampoco de sus aficiones lectoras, ni de su dedicación a la costura… y a la par vamos siendo puestos al corriente de sus desplazamientos por diferentes localidades francesas, más tarde por Suiza,Chile… y una escritura que se empapa de vida, de sentimientos, de amor (precisamente en los medios del exilio algunos de sus amoríos le supusieron severos juicios) y de compañerismo que le catapultaban a atreverse a escribir y a innovar… constatándose que el humor esperanzador de sus años de juventud en Catalunya se va a transformar en «un manar de palabras para decir el dolor y la violencia contra el deseo a través de las guerras y el poder, y así, desde la palabra, vislumbrar a veces otros mundos». Un quehacer del que otra escritora diría: «Rodoreda no es una cronista de su tiempo, es una maga, un hada capaz de crear lo aparentemente existente».

Y de la mano de Ibarz conoceremos las variaciones de su escritura, incluidos sus momentos intempestivos, las circunstancias de elaboración, y el contenido, de sus diferentes obras como La dama de las Camelias, que podría ser clara muestra de que la Ciudad Condal ya tiene quien la escribiese con detalle aun desde la lejanía, Espejo roto, donde el collage toma cuerpo, o La muerte y la primavera, que da cabida a la cambiante rueda de los ciclos vitales, al desamor y la crueldad, y al enigma de la existencia…

Obra en la que nos es presentado un vívido retrato de una mujer que tiró hacia adelante siempre a su bola, no respetando ciertas convenciones familiares y otras, insumisión que se plasmó en su vida y también en su escritura en la que lucía una amplia libertad expresiva y de composición, desviados de los cánones al uso…plasmándose en su persona la figura de una mujer nómada que asomaba allá en donde menos se la esperaba, solitaria en sus últimos años por el bosque de Romanyà, soledad poblada por sus personajes que no la abandonaban, escritora de la que Gabriel García Márquez dijese que era una «copia viva de sus personajes». Y Mercè Ibarz nos conduce como avezada guía por el archipiélago-Rodoreda, desvelándonos algunos misterios, todos no sería posible, a través de casi trescientas páginas en las que la ágil narración y rigor se dan la mano.

Por Iñaki Urdanibia

A no ser que con posterioridad se publiquen inéditos, y de Pirineos abajo libros no publicados, la escritora guadalupeana ha fallecido tras una larga enfermedad a la edad de noventa años, de modo y manera que su voz se ha callado, aunque sus obras permanecen como grito contra el racismo, el colonialismo y la violencia.

Acababa de leer su último libro publicado por Impedimenta y de escribir estas líneas, que pensaba que verían la luz la semana que viene; adelanto su publicación como homenaje a la potente escritora.

Vaya una aclaración del título ya que qué duda cabe que puede sorprender: no le duelen prendas a la escritora nacida en Guadalupe, provincia francesa perteneciente a los eufemísticos DOM / TOM… territorios o departamentos de ultramar, Tiens!, a la hora de reivindicar un cierto canibalismo, señalado por la propia Condé, que se da por parte de los propios colonizados a la hora de emplear además de la lengua, las formas de escritura del colonizador… podría hablarse de una relación recíproca y sino que se lo preguntase, por ejemplo, a Pablo Picasso y su inspiración en el arte africano, o los colores imaginativos de ciertas escrituras, nada digamos de músicas. Dicho esto, ha de añadirse que el título de este, su último libro, emplea el término: «Historia de la mujer caníbal», editado por Impedimenta. En la novela asoma como es habitual en la escritora de Condé el combate contra el racismo, la segregación y la violencia, en los que siempre llevan la peor parte las mujeres; no se tome, no obstante, la expresión como una narración panfletaria o similar, sino que el denominador común señalado se presenta de diversas, y originales, formas literarias en sus novelas, y en esta en concreto de manera desbordante.

Podría afirmarse sin titubeo algunos que la escritora conoce el suelo que pisa, ya que su condición de mujer negra, le ha supuesto ciertas experiencias nada agradables en diferentes países, de los numerosos en los que ha vivido, al igual que la protagonista de esta novela, Rosélie Thibaudin, nacida en la isla de Guadalupe y habiendo vivido en Francia, en algún país de África, en Estados Unidos, hasta finalizar viviendo en la Ciudad del Cabo, sin obviar que también ha vivido en Japón. Muchas geografías, ninguna raíz que le una de manera especial con ninguna parte: así pues, de muchas parte y de ninguna, o de todas, en una constante búsqueda de identidad, o al menos de sentirse cómoda. Lo dicho hace que la realidad narrada alcance una extensión que rebasa las fronteras para situarse en una nivel de generalidad ineludible. Está casada con Stephen, hombre cultivado donde los haya, profesor de universidad, especializado en literatura irlandesa, en contraste con el absoluto desinterés de Rosélie por tales asuntos, lo que no quita para que ell dediqué no pocos momentos a su afición: la pintura.

Un día Stephen sale de noche a por tabaco, acción ciertamente imprudente teniendo en cuenta la violencia latente que se da en la ciudad sobre todo a horas nocturnas, y no vuelve a casa ya que es asaltado por unos delincuentes que le asesinan; para entonces la pareja llevaba veinte años unida. El encargado de investigar el caso se mosquea ya que el hecho le resulta algo oscuro, la salida nocturna y el ataque padecido…la respuesta al pretendido misterio no se aclarará hasta las páginas finales de la novela. La mujer se encuentra sola y decide dedicarse como médium, como consta en la tarjeta que reparte en algunas tiendas: «Rosélie Thibaudin, médium. Especializada en casos imposibles». Su carácter expansivo y su capacidad para crear lazos amistosos hace que su labor resulte exitosa, no tanto por las posibles adivinaciones propia de tal tipo de seres, ya que al fin y a la postre su dedicación va a ir más por el lado de los masajes y las relaciones terapéuticas, terreno en el que obtiene cierto éxito con algunos de sus clientes en males relacionados, en especial, con la angustia, el insomnio o traumatismos varios.

La novela avanza con pausa, mas sin descanso en lo que hace a las diferentes vivencias del pasado de la mujer, de sus filias y sus fobias, que se mezclan con sus reflexiones; terreno auto- que va a verse complementado con la aparición de diferentes personajes lo que hace que el abanico se abra a otros horizontes de experiencias e introspecciones varias, en el campo de lo cotidiano, de lo penal (mención especial, la mujer que responde al nombre de Felia, en prisión por haber asesinado a su marido), etc.. Por medio de esa dosificación se hacen patentes los problemas relacionados con el color de su piel, lo que le supone rechazo por parte de los blancos, dándose a la vez, por parte de los de su mismo color la consideración de ser una traidora; incómodo entre dos. Puede aplicarse al caso aquello -orden del dicho invertido- de que no hay bien que por mal no venga ya que hasta la desapación de su marido, ella siempre había vivido al amparo de algún hombre, haciendo que ella adoptase las ideas y opiniones del varón, no preocupándose mayormente por tener ideas propias, ni por expresarse con voz propia, y muerto Stephen y encontrándose ella sola va a darse la ocasión para replantearse su vida iniciar una carrera de realización, creándose una situación en la que sus potencialidades van a convertirse en actos, y en logros, siendo ella misma… con el telón de fondo, como ya queda insinuado, del racismo, de las parejas mixtas, la violencia en la Sudáfrica del post- apartheid… con la inmigración de seres que huyen de dictaduras varias , la pobreza, el sida… Maryse Condé, en plena forma.

Otros artículos sobre otras novelas de la autora:

¿Un regalo de Dios?

este artículo contiene dos enlaces que llevan, o deberían hacerlo, a dos recensiones de otros libros de la autora, de los años 2019 y 2020

En carteldelasrtesylasletras.worldpress.com se pueden encontrar los mismos artículos y alguno más

Por Iñaki Urdanibia

«He explicado que no tengo mente de historiador […] no he consultado más que unos pocos libros de historia y no he puesto un pie en un archivo para buscar papeles y documentos […] A mí me interesa que la segunda masacre, la de la memoria, sea de algún modo rescatada. Y perdóneseme acaso el lenguaje, el color, sus intemperancias, que ciertamente no son de historiador»

El escritor siciliano (Porto Empedocle, Sicilia, 1925 – Roma, 2019) es conocido por sus obras narrativas, y de manera muy especial por su serie cuyo protagonismo recae en el comisario Salvo Montalbano. Varias son las obras que, no obstante, han derivado por otros lares como puede verse en los enlaces que añado al final del artículo*. No es la primera vez de todos modos en que el escritor echa la vista atrás como hizo, por ejemplo, al rescatar al Rey Campesino, personaje del siglo XVIII.

Ahora en su «La masacre olvidada», editada por Destino, se zambulle, y nos arrastra consigo, al siglo XIX. Camilleri se comporta como un avezado arqueólogo y, a pesar de sus disculpas, como un historiador dispuesto a rascar para sacar a la luz unos hechos brutales que han sido mantenidos en el secreto, tanto por las autoridades, y su prensa, como por los historiadores. Fue en la noche entre el 25 y 26 de enero de 1848, cuando el mayor Sarzana se llevó por delante a ciento catorce personas, sin despeinarse; de los asesinados se ofrece en el Apéndice, la lista completa y su edad y lugar de procedencia.

En medio de las luchas de las diferentes banderías monárquicas, se desarrollan, además de los cambios de chaqueta, que hace que unos se pasen de los borbones a otras líneas dinásticas, los comienzos de la rebelión y los pasos hacia la unificación de Italia. No me detendré en detalles, pero sí quisiera destacar que lo narrado tiene ciertos aires de familia con comportamientos del presente: la represión fue salvaje, las versiones sobre lo sucedido fueron silenciadas siempre que no respondiesen a la versión oficial que es igual que decir la mentira oficial que exculpaba a los culpables de la masacre, y muy en especial del mayor protagonista de la chacinería. El coronel Emanuele Sarzana fue el comandante de la guarnición de Licata en el mismo momento en que los Borbones se adueñaban de lugar. El nombrado fue juzgado, es un decir, en diferentes lugares napolitanos y otros, yéndose de rositas, al difuminarse su responsabilidad o justificarla. También vemos a algún empleado, que respondía al nombre de Gaetano Attard, que se encargaba del Registro Civil, mostraba una capacidad de manipular propia de un hábil trilero: ocultación de datos, de las causas de las muertes, etc., etc., etc..pero que, al fin y a la postre, fue el que escribió los nombres de los asesinados; fiel escribiente pues. «Los fenicios, que a menudo veían largo y claro, llamaban a la Pantelaria, ´Yrnm, que significa “islas de los avestruces”»… en esta ocasión hicieron verdad el dicho de los fenicios.

Las fuentes a las que recurre Andre Camilleri quedan desveladas y muy en concreto las historias que sobre el asunto le contase su bisabuela Carolina Camilleri, coetánea de los hechos, al igual que los testimonios de parte de quienes colaboraron en la masacre, no privándose de recurrir al terreno hipotético, el escritor recompone la verdad de los hechos, la esclavitud a que eran sometidos los prisioneros, o la obligación a lucir uniformes enemigos, siendo así aprovechados antes de dárseles la muerte… y el espanto de los testigos que veían a seres que generalmente daban cuenta de unos sentimientos realmente buenos se dedicaban, enloquecidos, a arrastrar por las ensangrentadas calles los cadáveres de los asesinados. Robos, incendios y destrucción acompañaron la matanza en la que el cabecilla no tuvo tiempo de sudar… frente a los grandes sudores que confesó Adolf Eichmann padecidos para llevar adelante su producción de cadáveres al por mayor…

En fin, una historia narrada con la habilidad propia de Andrea Camilleri que combina la presentación de la sangría cometida con ciertos toques de humor que son una verdadera arma para ver el desbarajuste con que se llevaron a cabo las inexistentes investigaciones, y la absoluta ocultación de los hechos.

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( * ) Aquí van algunos enlaces que llevan, o deberían hacerlo, a varios artículos sobre libros del escritor. En el primero de ellos, se envía a cuatro, además del propio artículo; advierto que se pueden dar repeticiones, pero bueno…:

https://carteldelasartesylasletras.wordpress.com/?s=++Andrea+Camilleri

https://archivo.kaosenlared.net/archivo/lo-ultimo-de-andrea-camilleri

htttps://archivo.kaosenlared.net/alla-en-vigata/

Por Iñaki Urdanibia

«Y la desesperación busca sus palabras»

A principios de este año dediqué un artículo a unos poemas de quien fuese considerada una de las mayores poetas rusas, y por extensión universales, del siglo pasado ( https://kaosenlared.net/marina-tsvietaieva-poemas-de-la-vida-y-el-amor/). Ahora, leo una novela en la que su autora, la periodista y escritora Béatrice Wilmos (1959) se mete, y nos mete, en la piel de la poeta: «Tant de neige et si peu de pain», publicado en Éditions de la Rouergue. Las cientocincuenta páginas del sintiente libro no dan respiro y sí muchos suspiros, ante la situación realmente desesperada de una madre con sus dos hijas pequeñas, y con el paradero desconocido de su compañero, el también poeta Serguei Efron, en aquellos años revueltos de 1919-1920.

Como ya se señala desde el título, que toma las palabras de la poeta («¡Oh Dios mío! ¡Hay tanta nieve este año! ¡Tanta nieve y tan poco pan!»), el frío y el hambre dominan en Moscú, que es donde ellas se encuentran. La madre se las ve y se las desea para tratar de sobrevivir ella y sus hijas. Vamos con ella a las interminables colas para intentar conseguir algunas raciones de alimento, que en no pocas ocasiones quedan en espera vana, ya que para cuando llega el turno los escasos víveres se han acabado, cuando no se suspende sorpresivamente la distribución anunciada; sin obviar el mercado negro. Los muertos se ven por las calles, los enfrentamientos, las palizas y persecuciones, y las noticias del frente de batalla no son esperanzadoras que se diga, allá su marido combate con las tropas blancas, no teniendo noticia de si continua en vida o ha muerto, y al que echaba en falta desde los tiempos en que le conoció en Crimea casándose en 1912 el mismo año en que vio la luz su hija, preferida, Alia, más tarde, cinco años después nacería su segunda hija, Irina a quien su padre no llegaría a conocer. Las noticias de la prensa son de horror y brutalidad, al igual que el miedo a los chivatos que pululan en las filas de espera, con las antenas siempre alerta.

La única tabla de salvación, y motivo de inquietud y alegría, es la poesía y sus cuadernos en los que apunta los más mínimos detalles, sus sueños, sus recuerdos, y la compañía de su hija, Alia, que era su alma gemela, su preferida, niña precoz y de una inteligencia brillante, que escribía sus versos, como eco a los de su madre, y llevaba puntualmente un diario en que expresaba sus sentimientos. La otra hija, Irina, tenía una mirada vacía, gritaba de continuo, no hablaba prácticamente, a lo más repetía incansablemente sílabas sin significado.

La búsqueda de un trozo de carne, sin mirar su calidad, de sopa, de leche y pan va a resultar harto complicada, lo cual la empuja, por recomendación de su amiga Lilia, a ingresarlas en un orfelinato, pues allá tendrán el alimento necesario y el calor que en su palacio-granero, no tienen. El establecimiento estaba dedicado a los huérfanos de soldados o de desaparecidos, por lo que tanto las identidades de Alia e Irina, van a tener que cambiarse, ocultando quién era su verdadera madre, y nada digamos acerca del padre; Marina sola con su honda soledad y la pena del espectáculo de los niños con el pelo al cero, allá las dejó. La hija mayor enferma y Marina va a su rescate, sacándola del orfanato, mientras deja a su otra hija, Irina, en aquel lugar en el que la pequeña anda como alma en pena, sin comunicarse con nadie, siendo insultada por el resto de niños, ante la pasividad y la desesperación de las cuidadoras que no saben qué hacer con esa extraña criatura que no hace más que gritar, que no responde a las palabras que se le dirigen, que antes, en su casa, comía con enorme voracidad todo lo que pillaba y que allá no se lleva a la boca nada de nada, y que hace sus necesidades en la cama.

La culpabilidad del abandono es fuerte y constante, los remordimientos también, tanto de la madre como de la otra hija que tampoco defendió en el encierro a su maltratada hermana, y que ante las pesadillas de la pequeña ella respondía con gesticulaciones horrendas. Se interroga Marina sobre cómo ha podido llegar a tal abandono…y un día llega la fatal noticia de que Irina ha fallecido; según la directora de la institución de fragilidad, lo que no convence a la madre que piensa que ha muerto de hambre…o tal vez de falta de cariño; «ni para vuestro consuelo, ni para el mío, sino como una simple verdad, diré: Irina era una niña muy extraña y quizá tal vez condenada. Ella se balanceaba todo el tiempo, no hablaba casi. Raquitismo tal vez. Degeneración tal vez. Yo no sé», escribe en su cuaderno, para cuya escritura ha recurrido a robar tinta roja, y su recuerdo de la hija abandonada y muerta va cavando en su alma, caminos subterráneos, que le horadan la mente, sensaciones reavivadas por fotos de la chiquilla. Su dolor se expresa en sus versos y en su inseparable cuaderno; «¿Monstruoso? Sí, visto desde el exterior. Pero Dios que ve mi corazón sabe que si no he ido a decirle adiós, no ha sido por indiferencia, sino porque no PODÍA. ¡No iba ya que no iba a verla viva! Entonces…» . Béatrice Wilmos, muestra el amplio conocimiento de los escritos de la poeta, intercalando con tino, sus poemas y sus anotaciones, al igual que los de su hija querida, justificando tales citas en una bibliografía final.

La mirada se centra en los años nombrados, lo que no impide que ésta se vuelva hacia atrás, a tiempos más felices y sosegados, y más tarde, tras sus años de exilio en Praga, Berlín y París, con la familia unificada Serguei, Alia y ella- teimpos que apenas son mentados en el libro, a los negros años finales, tras la vuelta a su país. Años de derrumbe: Serguei y Alia, que habían vuelto como agentes secretos del bolchevismo, fueron detenidos al ser acusados de agentes del extranjero…él acabó siendo fusilado, Alia pasó quince años entre el campo y varios de deportación, ésta fue la última que falleció en 1975, el resto quedaron sin sepultura conocida, incluido el hijo, Murr, que murió en el campo de batalla. Muertes desconocidas para los otros, u ocultadas como la de Irina de la que Marina no hizo partícipe a Alia, ni más tarde a su marido, y del suicidio de la poeta, en 1941, no tuvieron noticias ni Serguei fusilado meses más tarde, ni Alia que se enteró mucho tiempo después de la muerte, no de las circunstancias. Mucho se tardó en limpiar el nombre de los nombrados, y declarar que todas las acusaciones que llevaron a Serguei al paredón y a Alia al encierro, habían sido falsas.

Se da cuenta en el libro, inquietante, de la dispersión de los escritos de Marina Tsvetaeva, que fue abandonándolos por los diferentes domicilios y lugares por los que pasó, a lo que se ha de añadir la venta de muchos de ellos por su hijo, el hambre apretando, y de la ímproba tarea de Alia por recuperar todos estos materiales y ordenarlos, entregándoles a la Unión de escritores para que fuesen custodiados, con el fin de que la obra de su madre fuese conocida… y de milagro se logró a pesar de que la poeta había abandonado sus sueños de gloria, afirmando en repetidas ocasiones que escribía para ella misma, para soportar la existencia, como necesidad, y no para alcanzar las cimas de los honores literarios.

Béatrice Wilmos, se comporta como un notario, al no juzgar la decisión de la madre poeta, sino haciéndonos entrar en la mente de la escritora, en sus sentimientos, etc., quedando el tono marcado desde el poema inicial de Pushkin que abre el libro, y que Marina se sabía de memoria…la noche extendiendo su sombra, contagiándose a los negros sentimientos

Hay momentos a lo largo de la lectura en que se siente cierto desasosiego, y hasta malestar, hasta el punto de sentir la tentación de aceptar aquello que en una ocasión escuche a un poeta, al que no podía, ni debía aplicársele el dicho: conoce la poesía, no conozcas al poeta, distinción imposible en el caso que nos ocupa ya que en Marina Tsvetaeva la vida y la poesía, y viceversa, eran todo uno… como dos vasos comunicantes en esa bailarina del alma; «Escribir es vivir. Es querer que alguna cosa sea, y sea, tal vez, de manera eterna. Cuando no es vivir, la mano se rechaza en la pluma».

La prosa de Béatrice Wilmos acompaña a la perfección los avatares de la vida y padecimientos de la poeta, empapada de tristeza, de culpa, de ausencia… y, malgré tout, de amor.

Por Iñaki Urdanibia

Se ha solido considerar a los clásicos como representantes genuinos de su tiempo, cuando de hecho, como enfatiza José María Micó (Barcelona, 1961) son seres extraños, intempestivos con respecto a los modos y maneras de escribir, y crear, consolidados de su época.

El traductor, premiado por tal actividad, entre otros por su versión de la Divina Comedia de Dante (a los que se pueden sumar las traducciones de obras de Ramon Llull, Petrarca, Ausias March, etc.) poeta, músico, ensayista y catedrático de literatura en la Universidad Pompeu Fabra, reune quince ensayos en su «De Dante a Borges. Páginas sobre clásicos», editado por Acantilado, en los que presenta al nombrado Dante, Petrarca, Manrique, Ariosto, el Lazarillo de Tormes, Cervantes, Gracián, Rubén Darío, Borges o los principales poetas del Siglo de Oro. El libro es un intento, logrado, de subrayar el porqué son y siguen siendo tan singulares los autores nombrados, y lo hace entregando aspectos tanto biográficos como relacionados con las particularidades de su escritura. Toma Micó algunos aspectos de dichos autores que muchas veces han sido pasados por alto, para a partir de ellos ofrecer puntillosos retratos de ellos y de su quehacer, en un acto de creación que supone, además de la entrega de unas brillantes lecciones, un homenaje deslumbrante del placer de la lectura, una inmersión en ese continente llamado literatura. Destacan la claridad de la que hace gala el profesor, que va teñida de un desenfadado humor y una tendencia a recurrir a lo fragmentario en un uso rizomático que conduce de unos a otros de los autores nombrados, atreviéndose a buscar puntos de contacto y hasta comparaciones entre autores realmente dispares. Las páginas rezuman una desbordante pasión por la literatura, que coincide con la pasión con la que los escritores presentados se entregaron a la elaboración de su obra, y que es contagiada al lector. Así, puede aplicarse a la obra aquello, tan manido pero en esta ocasión realmente atinado, de enseñar deleitando.

El autor es, qué duda cabe, como queda dicho José María Micó, más la voz es prestada a los poetas analizados, al ofrecer algunos de los versos significativos de ellos, y la travesía por poemas de amor es abundante, amor no solamente a los seres amados sino a la vida y a las letras. No faltan en medio de estos textos presentados, algunas críticas o variaciones que desdicen, en cierta medida y en algunos aspectos, las propias declaraciones de los propios poetas, como es el caso de Borges y su manifestado desprecio, juvenil, por la rima y la forma soneto, que luego puso en práctica con clara devoción e innegable habilidad como queda mostrado en varios de los significativos poemas ofrecidos. Incide igualmente el autor en la relación especular que se establece entre los textos y los estados anímicos de los escritores, como queda explicitados en casos como los del Lazarillo o las coplas de Manrique, o algunas alusiones de Borges acerca de la oscuridad y la ceguera… Y Micó avanza verso a verso, y nos arrastra en sus interpretaciones que completan o llenan los huecos que en algunas lecturas apresuradas pueden ser dados por fallos, cuando de hecho no son sino parte del misterio de la literatura, que el ensayista trata de elucidar, consiguiéndolo.

El libro se abre con dos ensayos referidos a Dante y su obra, a los que siguen Manrique, prestando atención a sus iniciales poemas amorosos para luego centrar la mirada en sus célebres Coplas; Ariosto, luego somos transportados a los siglos XVI y XVII hispanos, nos las vemos con Góngora y Quevedo, para páginas más adelante rastrear el Sliglo de Oro, las idas y venidas entre las maneras italianas e hispanas, y la pérdida de la inocencia presente en el Lazarillo, y luego vienen Cervantes, Lope de Vega y los cruces entre el autor de El Quijote y Ariosto menor, o los ecos de Dante en Góngora, y Petrarca, el nicaragüense Rubén Darío, Gracián, para concluir con Borges en una travesía que fluye como el río que la literatura es…«Somos el tiempo. Somos la famosa / parábola de Heráclito el Oscuro. / Somos el agua, no el diamante duro, / la que se pierde, no la que reposa. / Somos el río y somos aquel griego / que se mira en el río. Su reflejo / cambia en el agua del cambiante espejo, / en el cristal que cambia como el fuego. / Somos el vano río prefijado, / rumbo a su mar. La sombra lo ha cercado. / Todo nos dijo adiós, todo se aleja. / La memoria no acuña su moneda. / Y sin embargo hay algo que se queda / y sin embargo hay algo que se queja.»

Unas lecciones que se muestran caleidoscópicas y rizomáticas – no se entienda descentrada – al avanzar con cruces, referencias, meandros… que nos hacen navegar por el río de los clásicos nombrados y los sedimentos que dejaron para los tiempos futuros…en ese mapa antiguo de la condición humana.