Por Iñaki Urdanibia

«…ninguna historia llega entera hasta nosotros, sin pies rotos ni rostros borrados. Que los vacíos y las lagunas siempre acompañan a la supervivencia y son su motor oculto, el mecanismo de su ulterior aceleración. […] yo también soy un objeto producido en masa, derivado de la catástrofe colectiva que conoció el siglo pasado, survivor de esa catástrofe a la vez que su involuntaria beneficiaria, alguien milagrosamente vivo en este mundo»

Nada que ver con el dichoso baúl de los recuerdos de Karina, y perdóneseme la bobadica. En esta ocasión no hay exactamente un baúl sino la mudanza de una vivienda en la que había habitado una tía de la escritora Maria Stepánova (Moscú, 1972), considerada como una de las grandes poetas vivas de Rusia; alguna poesía, propia y también ajenas, se cuela en su «En memoria de la memoria», editado por Acantilado.

Con ocasión del fallecimiento de su tía Gala, a la escritora le toca vaciar al apartamento, lugar en el que a pesar de su escasa dimensión los objetos amontonados no son pocos, vajillas, cuadros, fotos familiares, tarjetas postales, diarios de la fallecida quien era realmente detallista, lo que hace suponer que escribía con la esperanza de que sería leída, van a servir a Maria Stepánova para comenzar una deriva por otorgar presencia a sus familiares que la verdad es que habían pasado inadvertidos en la historia a lo más habían sido inquilinos de ella, cobrando algunos cierto protagonismo ajeno a su deseo, escapando, los que no murieron asesinados por los nazis, siendo pasto de las llamas en Auschwitz, o los que permanecieron y padecieron el frío siberiano, escapando, digo, del país a diferentes países tanto de un lado como del otro del charco, Alemania, Francia o EEUU, en una diáspora familiar cuyo testimonio es la correspondencia intercambiada que cobra presencia en las páginas. En la medida en que van avanzando sus hipótesis, impulsada por las fotos, recortes, etc., la autora va contando cómo inició este escrito y los intentos dejados de lado una y otra vez, a la vez que va manifestando su manera de actuar por medio de tanteos con el fin de seguir el rastro de los miembros de su familia, judíos rusos, en especial en el agitado siglo XX, muy en especial bajo la bota de Stalin, con puntillas del siglo anterior, el XIX, bajo la bota zarista. En algún momento pensó que debería hablar con su madre para tratar de recavar información y crear el árbol genealógico de la familia, de algunos de cuyos miembros le sonaba simplemente el nombre mas sin poder relacionarlos entre ellos ni con las experiencias que habían vivido, al final fue aplazando la conversación y al final no tuvo lugar con la profundidad debida. Así pues, van a ser los objetos mentados los que le van a servir para comenzar a derivar en la vida de sus familiares, al mismo tiempo que se van ofreciendo escenas del telón de fondo que no es otro que el de la Rusia /URSS del siglo pasado, y finales del anterior, reitero..

No se priva la escritora en su avance de recurrir a citas – algunas veces señaladas y otras tomadas en préstamo – o referencias a las figuras de diferentes escritores y pensadores que apoyan, o acompañan, su quehacer : W. G. Sebald, Lev Tolstói, Nikolai Gogol, Vladimir Maiakovski, Susan Sontag, Siegfried Kracauer, Auden, Honoré Balzac, Ossip Mandelstam, Boris Pasternak, Mijaíl Bulgakov o Vladimir Nabokov, y filósofos varios como Jacques Ranciére distinguiendo entre documento y monumento, Roland Barthes o Walter Benjamin, -la nómina es amplia- en busca de atar hilos familiares y, por extensión, del país en el que vivieron, que luego se deshizo como una pompa de jabón, suponiendo tan final un enorme vacío para no pocos ciudadanos que habían confiado en la solidez del régimen en curso; la escritora misma cuya mayoría prácticamente coincidió con el derrumbe señalado, hubo de buscarse la vida trabajando como periodista en una agencia de prensa francesa y creando algunos foros en los que se daba cabida a ensayos, críticas y reportajes, labor que no cabe duda de que le sirvió para hacer pluma y para conocer el país en primera línea. De la fusión de algunos de los aspectos señalados, el resultado es el despliegue en tres frentes, además de los señalados: individuales y colectivos, las reflexiones, en medio de sucesivos tanteos, acerca del modo de dominar, o trabajar con, la memoria, recuperándola con el fin de entregar una versión no fosilizada ni acabada sino formada por diferentes fragmentos y voces…«no fue así como me salieron a mí las cosas, por lo que este libro sobre mi familia no es sólo un libro sobre mi familia, sino que se ocupa de otra cosa. Más bien es un libro sobre el modo en que opera la memoria y lo que ella quiere de mí», y la escritora va avanzando a tientas, y tratando de encajar las piezas como si el juego de mahjong, que su abuela había traído de Asia, sirviese de modelo más si cabe teniendo en cuenta que la narradora no sabía jugar además de temer de que tal vez le faltasen fichas, como a su historia en marcha que ve que desemboca en un relato en una «muñeca rusa de las generaciones sucesivas[que] parecía concebir una línea continua de hijas únicas; y como iban saliendo una de la otra iban heredando el don y la posibilidad de ser cada una de ellas el único narrador», con la seguridad de que el relato final quedará incompleto, con zonas oscuras o inatendidas. Y visita diferentes localidades en las que han habitado sus antepasados buscando huellas de su vida: Sarátov, en donde habían vivido muchos familiares suyos, Pochinski, en donde había habitado su bisabuelo…o sus paseos por el cementerio judío de Viena y los diferentes museos, o sus compras en el mercado de anticuarios de Moscú; con respecto a la primera de las poblaciones nombradas, la visita sirve de cara a poner en duda la fiabilidad en la memoria: un guía le sirve para orientarle y señalarle que su antepasado había vivido en la calle Moscú de Sarátov, ella busca y acaba encontrando una casa que está segura de que es la buscada, satisfecha se va y a los pocos días le escribe el guía diciéndole que estaba desolado ya que la calle sí que era aquella que le había indicado pero que se había equivocado al darle el número… y observa las fotos de sus antepasados, alguna participante en las barricadas, de hospitales, de bodas, y se comporta como un detective a la búsqueda de quién es quién. Y en medio de sus familiares aparecen caras que le suenan como algún célebre bolchevique, destacado en la orquestación de medidas represivas, deteniéndose en las puntillosas descripciones de los personajes que aparecen, su forma de vestir, los objetos que usan, deduciendo hasta la pertenencia de clase, y también los paisajes…Reflexionando sobre la imagen sobre las miradas de quienes en ellas salen y el intercambio entre el fotógrafo y los fotografiados, metiéndose María Stepánova en la mirada que parece tomarle a ella como objeto…«el rasgo de todos ellos tienen en común es que tanto el fotógrafo como el espectador de sus fotografías tienen la certeza de que el resultado de cada pieza contiene las características de un documento: da testimonio de la realidad captada tal como es, sin adornos verbales. Una rosa es una rosa es una rosa», ampliando sus rumias al poder de las imágenes en la actualidad y sus formas preferidas…y mostrando los cambios que se han dado en el campo del retrato desde la pintura, asomando Gertrude Stein u Oskar Kokoschka, sin olvidar a Rembrandt de quien analiza algún cuadro, a la fotografía, pasando por la escritura, con sus diferentes expresiones: diarios, epistolarios, testamentos y confesiones, y en el propio campo de la fotografía el perfeccionamiento de las cámaras; y la pintura y la fotografía tomaron direcciones diferentes… «una se quedó con el pájaro y la otra con el ciento volando. María, la chica del pueblo, se quedó la realidad y María, la pija de ciudad, comenzó a hablar en la lengua de la abstracción y las performances». Y… los selfies, y las redes sociales y la acumulación de fotografías fallidas, como si estuviesen colgadas en un tablón con un tag, a lo que se ha de sumar las huellas digitales, las grabaciones que se realizan en las calles y edificios, en ese gigantesco panóptico de imágenes que es nuestro hoy, y el dominio de la era digital.

María Stepánova mo se deja llevar por el tono plañidero y no se zambulle en los tiempos oscuros con sus nefastas consecuencias, lo que no quita para que ofrezca pinceladas acerca de la hambruna que se provocó en el país por algunas medidas delirantes, o deja ver las garras de la represión sobre poetas como Ossip Mandelstam o Marina Tsvetaeva, y sus discusiones entre escuelas poéticas, o todavía los desastres que supusieron, aquellos tiempos oscuros de los que hablase Hannah Arendt, a diferentes personajes de la intelectualidad como Walter Benjamin, sin dejar de lado la presencia del antisemitismo desatado que indudablemente afectó sobremanera, entre otros, a su familia.

Obviamente no doy cuenta de la enormidad de historias, presentada en quinientas páginas, ni de los aspectos diseminados de los que da cuenta esta coleccionadora de historias que de hecho parece haber heredado de su tía y de su abuela cierto afán coleccionista que hace que se extienda en numerosos aspectos y detalles que coronan los hechos narrados. Es justo añadir que la habilidad narrativa de la escritora hace que a pesar de la prodigalidad mentada, la lectura se deslice por los parajes del lirismo que empapa las historias que hace que se vayan encabalgando los diferentes géneros sin límites fronterizos entre ellos, sirviéndose de las certeras metáforas-objetos como motor dinamizador de las historias, como si siguiese la invitación del fenomenólogo Edmund Husserl de volver a las cosas, y…un muñequito que se le rompe, le sirve para «ilustrar la unidad de la historia familiar y la historia personal se había convertido de golpe en una alegoría: de la imposibilidad de contarla, la imposibilidad de conservar siquiera algo, y de mi total incapacidad de armar mi ser a partir de trozos de un pasado ajeno o, al menos, de asimilarlo de una manera convincente», mas Maria Stepánova no desespera y sigue como si fuera Sísifo condenado, empeñada en, con sus más y sus menos, culminar su empresa.

Texto híbrido en el que los diferentes hilos se entreveran sin crujidos: ensayo, ficción, memoria, relato de viajes, hechos históricos con los documentos que dan cuenta de ellos. Sí que soy de la opinión que no hubiera estado de más que la autora hubiese ofrecido un árbol genealógico, aunque en algunos casos se hubiesen producido saltos o lazos hipotéticos, lo que hubiera hecho que en vez de un árbol habría resultado un rizoma, pero bueno, todo no se puede y además es imposible.

La novela, si así se puede llamar, ya que jugando a Magritte podría decirse que esta novela no es una novela, más bien es un álbum, consiguió en 2018 el premio Bolchaïa Kniga, siendo finalista del International Booker Prize.