Category: KAREL CAPEK


Por Iñaki Urdanibia

«La lengua es la única manifestación auténtica del alma nacional. Religión, costumbres, misión nacional, todo esto puede, un día, ser alterado por una revolución; en cuanto a la lengua, la revolución nada tiene que hacer; en la lengua, hay una eterna continuidad, eterna comunión, hay una evolución profunda y silenciosa como en la naturaleza creadora…» (La Revue Nouvelle, oct-nov, 1929)

«Mientras escribía, fui presa de un terrible miedo; quería poner en guardia contra la producción en masa y las propagandas deshumanizadas y, de repente, sentí la angustia de que un día será así, y tal vez pronto: de que de nada habrá servido mi advertencia, y que de igual modo que yo – el autor – he dirigido las fuerzas de estos obtusos artefactos hacia donde he querido, alguien conducirá un día al tonto hombre-masa contra el mundo y contra Dios»

Además de la temática que he tratado de dejar clara, y que se completará con los breves resúmenes que realizo a continuación, las cuestiones relacionadas con la lengua, y su relación con el pueblo, eran un frente importante en su quehacer, como señala Ivan Klíma al definir al escritor como encarnación máxima «del espíritu democrático de la Primera República. Defensor del pragmatismo angloamericano, amigo personal de Masaryk, presidente durante mucho tiempo del PEN Club checo y humanista en su obra literaria. En todas las actividades se oponía a las ideologías y sistemas totalitarios, lo que significa que era uno de los principales adversarios del nazismo y el fascismo», añade el autor de Amor y basura que tal tendencia es lo que sorprendió a los rígidos doctrinarios comunistas después de 1948, prohibiendo sus obras, para a continuación mostrarse clementes a su antifascismo [ya que…, señalaré que la tesis doctoral de Klíma versó sobre La lucha contra el fascismo de Karel Capek]. Baste con traer a colación unas significativas palabras de quien era el ideólogo mayor de la nomenklatura soviética en el terreno dicho cultural, A.A. Zhdanov, para hacerse una idea de cómo le podía ir a Capek: «Los principales héroes de nuestra literatura son los que construyen una nueva vida, los trabajadores, los campesinos colectivos, hombres y mujeres, miembros del partido, expertos económicos, ingenieros, miembros del Komsomol, Los Jóvenes Pioneros. Nuestra literatura vibra de entusiasmo y heroísmo. […] Es esencialmente optimista, porque es literatura de la clase que está en alza: el proletariado, la clase progresiva y pionera. […] La literatura soviética ha de ser capaz de presentar a nuestros héroes y mirar hacia nuestro mañana. Esto no será una utopía, porque nuestro futuro está dispuesto de manera planeada, mediante el trabajo político correcto…» [palabras pertenecientes al discurso en el Primer Congreso de escritores soviéticos, celebrado el 17 de octubre de 1934, discurso que sentó las bases del realismo socialista: cita extraída de Sur la littérature, la philosophie et la musique. Éditions Norman Bethune, 1973]; literatura proletariaciencia proletaria de Lyssenko, y… el panfleto subido, como criterio esencial, a los altares del arte y de la ciencia, y la vigilante censura escrutando de cerca palabra tras palabra.

Si en lo ya dicho queda claro que los temas tratados por el escritor checo son de una seria seriedad, eso no quita para , como ya queda señalado, que Capek hace gala de un humor que no huye del sarcasmo, y que linda los bordes de la reducción al absurdo como método; aspecto que parece que es marca de la casa de los escritores, al menos de algunos de ellos, de la misma pertenencia geográfica y cultural, como es el caso de Jaroslav Hasek, el creador del soldado Schwejk de quien por cierto dijese Capek que «era un hombre que sabía ver el mundo. Numerosos son los que no saben más que hablar de él»; o la sorna cervezera de Brohumil Hrabal, por no referirme al particular sentido del humor de Franz Kafka. Hay ocasiones en las que el humor es muy serio y la risa que provoca también.

A lo dicho, se ha de sumar la presencia del lenguaje popular que utilizaba y que le llevaba a utilizar las noticias de la prensa de la época para abastecerse de ejemplos que confirmasen las tendencias que él señalaba.

Resulta, por último, necesario tener en cuenta el papel que Capek otorgaba a la literatura como modo de servir al pueblo, con el fin de acceder a éste recurría a un estilo llano, que no impedía sus momentos de grandiosidad, elaborando así unas obras que podríamos decir que contienen una vena pedagógica o al menos incitan a pensar sobre los temas que son expuestos.

R.U.R. (1920)

El título de la obra responde a Robots Universales Rossum, empresa instalada en la isla de Rossum, situada en el Pacífico cerca de la costa de Estados Unidos. Allí un sabio, el Viejo Rossum, fue con el fin de estudiar la fauna del océano. Primero trató de crear protoplasma mediante síntesis química, y en 1932 hallo una sustancia que funcionaba como tal. A partir de ahí, Rossum puso en marcha una fábrica para crear seres humanos artificiales, a los que llamó robots. Varios sabios más trabajan en la tarea. Llega una mujer, Elena, a la isla con el propósito de lograr cotas de libertad para los robots. Los diálogos iniciales que mantiene con los científicos (Domin, Busman, Alquist, Gall…) apuntan a temas relacionados con el uso adecuado o inadecuado de la ciencia, y la necesidad de que la conciencia juegue un papel en su utilización; el caso es que acaba casándose con uno de los jefes de la empresa. El perfeccionamiento de estos seres hace que los pedidos de empresas de todo el mundo y de diferentes gobiernos crezca de una manera exponencial, ya que tales seres podían muy bien servir para realizar trabajos pesados, al igual que podían ser empleados para labores de seguridad, policía, y militar, además que podía ser sustituidos o destruidos sin problemas y sin quejas. El mayor perfeccionamiento en su fabricación va a hacer que dichos seres alcancen dotes de las que anteriormente carecían, en lo referente a sentimientos, capacidad de opinar, etc. El caso es que llega un momento en el que tales seres, por alguna equivocación, o perfeccionamiento, en su construcción, toman conciencia de la dependencia de los humanos con respecto a su superioridad, superioridad que les ha ido siendo concedida y aumentada, lo que les lleva a organizarse en un sindicato que decide poner condiciones a los humanos si no quieren ser eliminados de la faz de la tierra, las comunicaciones con la isla que se daban por medio de varios barcos que llevaban el correo y otros materiales se ven interrumpidas, etc.

El juego de los insectos (1921)

Obra teatral escrita con su hermano, narra la vida y formas de organización de diferentes insectos que representan a diferentes estamentos y clases sociales: escarabajos, mariposas, hormigas… destacando en lo que hace a las últimas nombradas la guerra que se establece entre ellas con lo que la fábula se convierte en una invitación a reflexionar sobre la locura y maldades de la guerra. Destaca igualmente la la indiferencia y despreocupación de los ciudadanos, en especial por parte de los integrantes de la intelligentsia, con respecto al abismo que se avecina, lo que no hace precisamente más que facilitarlo.

+ La fabrica de lo absoluto (1922)

El objetivo de esta novela es la lucha contra el integrismo religioso; con tal fin presenta un científico que por medio de la desintegración de los átomos de carbón, provoca energía, en forma de carburadores, haciendo que se alcance a separar el espíritu de la materia. Esta producción hace que se destile, por expresarlo de algún modo, el divino absoluto, que es repartido entre los humanos. El buen precio con que se fabrica hace que se extienda con amplitud, mas lo hace como si de un gas venenoso se tratara haciendo que la humanidad en vez de liberada se halle cada vez más contaminada, afectando en primer lugar a las poblaciones intelectuales y urbanas que dan rienda suelta a su imaginación. Los campesinos, pegados a la tierra y a los productos que de ella se obtienen se mantienen alejados de tal plaga de desparrame espiritual y religioso; y como es hábito en el terreno de las religiones surgen las divisiones, las sectas, lo que conduce a guerras santas y a la proliferación de gurús místicos que guían a diferentes facciones a la rebelión, bajo el estandarte de una inamovible ortodoxia… La solución a este desmadre vendrá solamente cuando los nombrados carburadores sean destruidos, si bien para entonces el mundo está en una situación realmente caótica.

La sombra del panteísmo de Giordano Bruno (que hablaba del Alma del mundo y de la imposibilidad de la existencia de dos infinitos: el universo y Dios, de donde se deducía que eran uno y lo mismo), y de Spinoza con su Deus sive Natura (Dios, es decir la Naturaleza) planean sobre la narración. Me viene al recuerdo, asociando esta especie de hurto a la divinidad, la curiosa disquisición teológica que se originó ante el hecho de la creación por parte de una escuela rabínica, encabezada por un tal Isaac Luria, que venía a mantener que ante la dificultad que tendría Dios a la hora de pasar al acto de crear el mundo y demás, debido a su omnipresencia, hubo de recurrir a la creación de un hueco en sí mismo para dejar lugar a lo creado, exiliándose dentro de sí mismo para dejar lugar (puede verse la exposición de tales ideas en la obra de Karen Armstrong: Los orígenes del fundamentalismo en el judaísmo, el cristianismo y el Islam. La intolerancia religiosa frente al progreso (Tusquets, 2004).

El caso Macropulos (1922)

El texto fue utilizado por Leos Janacek para una ópera (Leoš Janáček – Věc Makropulos – The Makropulos Affair – Elisabeth Söderström – YouTube ). La obra comienza revisando algunas cuestiones relacionadas con unos asuntos de herencia que han preocupado a varias generaciones de la familia del barón Ferdinand Josef Prus, pasando a su familia la herencia de la familia Prus, en contra de la decisión escrita de que debía pasar a manos de una orden religiosa. En el momento en que los tribunales parece que van a dictar sentencia a favor de los Prus aparece una cantante de ópera, Emilia Marty, que pone patas arriba la versión extendida, indicando que ella puede señalar en donde se halla un documento que probaría el verdadero carácter del testamento. Tras algunas vueltas y revueltas se aclara que tal señora había vivido trescientos años debido a un elixir contra el envejecimiento que se le había suministrado; al final la señora abandona el deseo de alargar eternamente la vida, haciendo desaparecer la fórmula maravillosa.

+ La guerra de las salamandras (1936)

«El pueblo necesita una fantasía excepcional en una palabra: un hechizo de una poética inmensa que logre encender la cautivante chispa de lo inesperado en la vida cotidiana»

La acción se sitúa en una pequeña isla del Pacífico a la que llega el capitán Jan Van Toch y donde descubre una nueva especie que es similar a las salamandras sin bien a poco que se observe se ven ciertos comportamientos particulares : sus manos parecidas a las humanas, la postura que adoptan y ciertos rituales de danza; el sorprendido capitán las denomina tapa-boys o simplemente salamandras (otorgándoles un nombre técnico: Andrias Scheuchzeri). Lo que va más lejos todavía y causa más sorpresa es la capacidad que poseen para aprender a hablar; escuchan y entienden lo que se les dice y llegan a comprender las noticias que aparecen en la prensa. El peligro que acecha a tales seres son los tiburones y con el fin de defenderse de ellos, el capitán les suministra arpones y cuchillos con el fin de que hagan frente a la amenaza de los depredadores y a cambio el capitán recibe las perlas que ellos recogen.

La ampliación de las salamandras por distintas zonas de las costas del planeta, en especial a Francia y a Estados Unidos, no deja de sorprender a los habitantes de tales lugares que las utilizan como objeto de sus espectáculos, mas lo que resulta más atractivo en estos seres es que supone una mano de obra barata y con la que se obtienen grandes beneficios; la prensa haciendo la ola al unísono con los intelectuales que solamente se fijan en el exotismo del fenómeno, sin percatarse de la amenaza que la proliferación de tales seres y el crecimiento de su poder pudieran acarrear.

Si al principio la novela se desarrolla por los ambientes propios de las novelas de aventura, y por el terreno de lo descriptivo, pronto adquiere unas tonalidades que ensalza el trabajo y los beneficios que de él, o con él, se pueden extraer. En este orden de cosas las salamandras son explotadas cada vez más al tiempo que se les van otorgando mayores concesiones: en especial, en lo relacionado con el alimento y las armas que ellas llevan al fondo del mar, iniciando al tiempo en tal lugar inaccesible a los humanos la construcción de fábricas, lo que a la larga da paso a las reivindicaciones de las dichosas salamandras.

La visión que se va dando de tales animales, de su comportamiento y de las relaciones que se van estableciendo entre estos y los humanos se va ofreciendo por medio de diferentes personajes que van dando su visión del asunto; testigos, viajeros, noticias de prensa, reuniones internacionales, todo ello sirve para ir trazando un plano general de la situación y su desarrollo. Ciertos personajes, además del capitán, cobran relevancia: G.H. Bondy que es un hombre de negocios judío praguense, y su mayordomo Povondra, que sería la voz del propio autor.

Karel Capek escribe la obra en los momentos en que se da un ascenso fulgurante del nacionalsocialismo, y en la novela asistimos a la desestabilización que supone el crecimiento de las zonas que van siendo copadas por las salamandras, que van desarrollando un nuevo orden que además de más espacio vital llega a reclamar la re-elaboración de los continentes para hacer ganar espacio al mar frente a la costa que es el terreno de los humanos; la invasión de tales seres alcanza hasta a zonas del interior, así en el río checo Vltava se ve asomar la negra cabeza de alguno de ellos. No hace falta dar muchas vueltas a la trama para observar que la crítica al capitalismo, y sus ansias ilimitadas del logro de beneficios, atraviesa la novela; tales ansias por lograr riqueza se convierte en el objetivo que prima haciendo olvidar otros aspectos fundamentales en la vida de los humanos. Tampoco es abusivo señalar que los toques de orden ecologista, avant la lettre, se dejan ver en la obra.

Se ha de tener en cuenta, reitero, el contexto en la que se escribe la obra: la cuestión de las colonias, con la opresión y explotación que conlleva su implantación, y los llamamientos a la rebelión (¡salamandras del mundo entero, uníos!), el ya nombrado ascenso del nazismo con la consiguiente exaltación de la raza pura y superior, los apaleamientos de las salamandras por parte de la población que recuerda los ataques a los judíos, a los negros, a los diferentes, etc. Tampoco quedan fuera del foco la política de concesiones que hace que el monstruo vaya creciendo (dardo directo lanzado a los permisivos pactos de las organizaciones internacionales, la Sociedad de Naciones en concreto, a la permisiva prensa y a la candidez acomodaticia de los intelectuales).

El tono de la obra, en especial de las páginas finales, expresa la posibilidad del fin de la raza humana, si bien los negociadores de las salamandras, y su jefe, chef Salamander, resultan ser humanos… se palpa, de todos modos, una atmósfera de descenso a la perdición (significativas resultan las ideas del teórico Wolf Meynert que reflejan posturas cercanas a las de Spengler en La decadencia de Occidente, publicada en 1922).

Las pistas que abre la fábula, de la que no cabe ignorar ciertas visiones proféticas, son numerosas, además de las ya señaladas y ampliándolas se puede señalar, me conformo con indicar algunas con referencia a algunas páginas significativas, las alusiones a la técnica (198), el papel de las metáforas (139), cuestiones relacionadas con la educación/ domesticación (142) , las doctrinas de la expansión vital tan aireada por los nazis (186), la creación de muros (148), la guerra (182), los pogromos (178), el nombrado productivismo (163), el parasitismo de ciertas razas que decían (191 / sin obviar la pura salamandra del Norte, trasunto de la aria), el sentido de culpa (229)… y los espectáculos de exaltación del macho y sus valores, el papel de la prensa ligado a los negocios, ciertos transportes que recuerdan a los que fueron sometidos los judíos y otros, la adoración y fe ciega en la idea de progreso, ciñéndola a lo material…

En fin, dejando la palabra al autor: «No es una utopía, antes bien es el día de hoy. No es una especulación acerca de tal o cual futuro, sino un reflejo de algo que existe y en medio de lo cual estamos viviendo».

Sí quisiera concluir señalando que una interpretación que pusiese el signo de igual entre salamandras y nazis, única y exclusivamente, crujiría por todas las esquinas, ya que si bien ello es cierto en algunos, bastantes, casos, éstas también representan en otros el papel de víctimas (explotadas, perseguidas, etc.). De este modo, las críticas que dirige el escritor toman protagonistas variables que funcionan con versatilidad caleidoscópica… lo que hace que lo esencial sean los fenómenos a los que se dirige la crítica.

Apócrifos (1945)

En esta recopilación se reúnen treinta narraciones en las que se revisa la historia y los mitos y leyendas que han abundado a la hora de narrarla. La re-escritura de la versión opuesta a la oficial, heredada y consagrada, de algunos episodios está realizada con humor afilado y con una desarrollada tendencia a conducir al terreno de las aporías. La condena de Prometeo y su robo del fuego y el posterior juicio al que fue sometido y la condena que le fue impuesta; somos también conducidos al Paleolítico en donde asistimos a una lucha de generaciones, oponiéndose los ancianos a las nuevas costumbres que comienzan a usar sus hijos y, nada digamos, sus nietos: desde el uso de los huesos en vez de las piedras para la elaboración de armas, a las pinturas que los jóvenes realizan en las paredes de las cuevas con el consentimiento y elogio de los padres que las consideran actos de creación que han de ser aplaudidas… lo viejo lucha por mantenerse ante lo nuevo que se va imponiendo a pesar de las protestas de los defensores de la tradición; se nos ofrece la versión de la batalla de Troya, y las fantasmadas que en torno a ella y a sus fanfarrones personajes se han difundido vía Homero: héroes que no lo son tal, Aquiles, Héctor, Helena, etc. De igual manera se deconstruyen las batallas de los romanos, que no tuvieron lugar y que hace que distintos protagonistas cuenten sus contradictorias versiones. Conoceremos una carta de Carlo Magno dirigida a su maestro Aristóteles en la que le explica los motivos de su política expansiva hacia el Este. También la Biblia es visitada y el episodio de Sodoma y Gomorra y la búsqueda de los posibles justos que allí pudieran habitar que supondría el cambio de la decisión divina, muestra igualmente a un rebelde Lot que se resiste a someterse a la condena de Yavé que le es transmitida por los ángeles, aferrándose a su amor a la patria, pues él quiere mantenerse fiel a su pueblo. Marta y María y sus cuitas domésticas son exploradas con gracia, no quedando ausente de la visita el resucitado Lázaro. No sale bien parado Cristo que con su multiplicación de panes y peces mosquea sobremanera a los panaderos y pescateros, que ven con disgusto que los precios de tales alimentos caen en picado…y también son visitados y retocados Pilatos que se descarga de culpa, Atila, Francisco de Asís, Hamlet. Don Juan, Romeo y Julieta o Napoleón al que conocemos en sus tiempos escolares con mote incluido.

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Bibliografía:

Capek, hermanos. «R.U.R. y el juego de los insectos». Alianza Editorial, 1966.

Capek, Karel. «El caso Macropulos». Editorial Arte y Literatura, 1967.

+ Capek, Karel. «La fábrica de absoluto». Círculo de Lectores, 2003.

+ Capek, Karel. «Apócrifos». Valdemar, 2009.

+ Capek, Karel. «La guerra de las salamandras». Gigamesh, 2017.

Diccionario de Literatura. 2. Literaturas europeas. Penguin / Alianza, 1982.

Klíma, Ivan. «El espíritu de Praga». Acantilado, 2010.

+ Magazine littéraire n.º 255 / juin 1988: «Prague et ses écrivains. De Jan Hus à Kundera».

+ Magazine littéraire n.º 387 / mai 2000: «La renaissance de l´utopie».

+ Manguel, Alberto y Guadalupi, Gianni. «Breve guía de lugares imaginarios». Alianza, 1992.

+ Pàmies, Teresa. «Praga». Ediciones Destino, 1987.

+ Ripellino, Angelo Maria. « Praga mágica». Julio Ollero Editor, 1991.

+ Riquer, Martín de y Valverde , José María. «Historia de la Literatura universal. Volumen 10». Planeta, 1986.

Por Iñaki Urdanibia

Karel Capek (1890 – 1938)

Nació en Malé Svatononovice, localidad situada en el noroeste de Chescoslovaquia, el 9 de enero de 1890. Ya a temprana edad comenzó a mostrar su gusto por la escritura y por el estudio de la filosofía; en aquellos tiempos tuvo sus más y sus menos con las autoridades al ser descubierto como integrante de un movimiento anti-austriaco. Se libró de ser reclutado en la primera guerra mundial debido a molestias en la espalda que no le abandonaron de por vida. Inicialmente escribía en colaboración con su hermano Josef, quien llegase a ser célebre pintor cubista. En 1918 publicaron una recopilación de relatos bajo el título de El jardín de Krankonos, que fue realmente bien acogido por los lectores, debido al juego de espejos que ofrecía una visión poliédrica de las cosas. Ya para entonces se había licenciado en Filosofía y Letras en la universidad de Praga, estudios que completó posteriormente en Berlín y en París. En aquellos momentos escribió su primera obra en solitario, Los calvarios, en la que daba muestra de una gran perspicacia y conocimiento del inconsciente y de la psique de los humanos. Tanto en esta como en alguna otra de la misma época se ven sus tendencias relativistas; con el fin de salir del atolladero, cercano al nihilismo, en el que se encuentra opta por explorar el campo del teatro como nuevo medio de expresión, obteniendo un sondo éxito en las primeras representaciones de R.U.R., en 1920, y un año después con El juego de los insectos. Obras con una honda carga crítica con respecto a la adoración que se profesaba en aquellos tiempos a los avances tecnológicos; su entrega a tal género se tradujo igualmente en su cargo de promotor y director de algunos teatros.

Estas obras le sitúan entre los pioneros de las novelas de anticipación junto a H.G. Wells, mas destacando por sus preocupaciones éticas y sociales: siendo tal vez La fábrica de absoluto y La guerra de las salamandras las más célebres y celebradas por su desbordante imaginación y el afilado humor que hurga en las llagas de la sociedad. No se debe ignorar su dedicación al periodismo, práctica que dejó expresada en sus cartas de Italia, Inglaterra o España.

La “capitulación“ que supuso el Pacto de Munich, celebrado a finales del mes de setiembre con la presencia de Hitler, Mussolini, Chamberlain y Daladier, que prácticamente entregaba Checoslovaquia a Alemania, país que tras la anexión, Anschluss, de Austria había quedado desprotegido (no pudo ser testigo de la ocupación militar pues sucedió tres meses más tarde), hizo que cundiese en él un hondo desánimo, con la moral resquebrajada, al sentir que se había vaciado su ser y que ya había perdido su pertenencia, todo ello le provocó un espíritu de reivindicación del nacionalismo checo de la primera república de cuyo presidente Masaryk era íntimo amigo [en la foto que ilustra este artículo se le ve con él; el escritor es el de la derecha según se mira]; parece ser que su abierta oposición a las posturas contrarias a los postulados nacionalsocialistas fueron la causa de que la Academia sueca temerosa ante la reacción germana no le concediese el Nobel de Literatura del que era el más firme candidatos en los años 1934 y 1935; estas posturas críticas con el potencial invasor, hizo que se convirtiese en verdadera cabeza de turco recibiendo mensajes amenazadores y siendo atacada, en diferentes ocasiones, su vivienda; al final falleció afectado por una neumonía el 25 de diciembre de 1938. Tal vez tuvo más suerte que su hermano Josef, que detenido por su actividad en la resistencia anti-fascista, murió en el campo nacionalsocialista de Bergen-Belsen en 1945, ya había previsto éste desde hacía tiempo la que se avecinaba a su país, al escribir un relato, en el que dos perversas botas, se multiplicaban como salamandras, sembrando el universo de mentira, destrucción y muerte.

«Un gran autor del pasado que habla al presente con una voz brillante, lúcida, sincera, ácida, divertida y profética»

(Kurt Vonnegut)

«Desde mis estudios Čapek ha figurado entre mis autores más queridos. Leí la mayoría de sus obras cuatro, cinco o más veces. Nunca ha sido una obligación desagradable, sino que siempre me ha causado mucha alegría por su modo de pensar y el precioso lenguaje que usaba. Si hay alguien quien me haya influido en mi escritura durante toda mi vida, sobre todo con sus posturas y el respeto hacia el checo, es Karel Čapek»

(Ivan Klíma)

Coinciden todas las fuentes y opiniones en que Karel Capek fue en los tiempos de entre-guerras el escritor más conocido en el extranjero siendo traducido a numerosas lenguas europeas, a pesar de aquello que aseverase Czeslaw Milosz de que «cualquier polaco, checo o húngaro, sabe bastante sobre Francia, Bélgica u Holanda, pero al contrario los ciudadanos de tales lugares apenas saben nada de Polonia, Checoslovaquia o Hungría» (La pensée captive. Essai sur les logocraties populaires. Gallimard, 1953), añadiendo, por ejemplo Teresa Pàmies, que «su obra, pragmática y humanista, ejerció notable influencia durante el período de ocupación nazi», ya que reflejaba con claridad la idiosincrasia de los checos, «la aparente resignación ante el infortunio que les permite sobrevivir y, a la larga, prevalecer arriesgando el mínimo»; dejemos la palabra al propio Karel Capek: «un país entero – un imperio entero – ha jurado lealtad espiritual a la creencia en lo animal, la raza y demás disparates; un país entero – ¿se lo pueden creer? -, incluyendo a profesores universitarios, sacerdotes, hombres de letras, doctores y abogados. Sencilla y llanamente, lo que ha sucedido es una formidable traición por parte de los intelectuales […]. Allí en donde la violencia es ejercida contra la humanidad civilizada nos encontramos con intelectuales que están ampliamente implicados en ello, e incluso hacen ostentación de argumentos ideológicos para justificarla […]. La decadencia de la clase intelectual es el camino hacia la barbarización de todo…»

Karel escribió algunas de sus obras de anticipación en colaboración con su hermano Josef, y así puede verse su temprano cuento, Sistema [me permito incluir al final de este artículo la traducción de Daniel Saíz Lorca de este texto que tiene grandes parecidos de familia con los tonos de algunas propuestas de Jonathan Swift, por ejemplo, acerca de la solución de la cuestión irlandesa], que adelantaba lo que luego sería su obra de teatro RUR que vio la luz en 1920, obra en la que por primera vez aparecía la palabra robot, término ideado por su hermano, quien dibujando seres extraños fue preguntado por su hermano a ver qué nombre iba a dar a tal personaje y éste le contestó que robota; le resultó atractiva la idea y la palabra y así la usó en la obra mentada, difundiéndola. No está de más tener en cuenta la etimología de la palabra, que hoy en día está extendida y puesta en práctica en las cadenas productivas y hasta a niveles domésticos: el término proviene de las lenguas eslavas y está formado del radical rabotrabota (работа en ruso) que significa trabajo, trabajo penoso que se encuentra en la palabra Rab (раб), esclavo en ruso. Esta raíz está presente en otras lenguas eslavas (ejemplo: trabajador = robotnik en polaco, работнік en bielorruso, pracovník en checo) y proviene del indo-europeo… y no seguiré por otras derivas y derivados lingüísticos en los que significa necesidad, trabajo. Así pues, la idea inicial de Karel era usar la palabra labor pero al final le resultó más certera la expresión ideada por su hermano Josef y la lanzó al uso.

En sus principales obras funciona un esquema que estructura sus historias: en primer lugar se da o bien un descubrimiento (salamandras ) o bien se da un invento con la consiguiente creación (robots, o ciertos tratamientos que modifican los objetos y los sujetos); en segundo lugar, se da un cambio que lleva de la confianza y las esperanzas iniciales con respecto a la novedad a la desconfianza y a la rebelión de lo hallado / creado en contra de su descubridor / inventor. El caso paradigmático del primer caso, del descubrimiento -como queda señalado y salta a la vista- es La guerra de las salamandras (1936), en el segundo, en el de la invención y creación, puede incluirse además de RUR (1920), La fábrica de absoluto (1922) o « El caso Makropulos» (1922).

No hace falta rizar rizo alguno para asociar el espíritu, y la letra, de las obras nombradas, a las que luego dedicaré más espacio, para asociarlos con el personaje de Mary Shelley: Frankenstein o el Prometeo moderno, publicado en 1918, en el que el personaje se rebela ante la voluntad de su creador que lo ha construido a partir de cadáveres humanos: los humanos erigiéndose en creadores, para luego desentenderse de la criatura creada, y de paso hurtando a la mujer su particular capacidad de dar vida; tratándose de todos modos de la zona a la que pertenece el escritor y más en concreto a la ciudad de Praga, no se puede evitar reparar en la leyenda del Golem [incluyo este enlace que lleva a un artículo en el que se habla de la leyenda y otras yerbas: La sombra del Golem – Kaos en la red / para quien no quiera molestarse en usar el enlace extraigo algunas líneas explicativas: Bajo el reinado de Rodolfo II vivía entre los judíos de Praga un hombre de nombre Bezalel Löw, cuyos restos reposan en el cementerio judío de la ciudad. Hombre de amplios conocimientos era conocido como el rabino Löw. Versado en todas las artes y las ciencias, y particularmente en la Cabala. Gracias a sus conocimientos, se le consideraba capaz de dar vida a seres a los que daba forma con arcilla o madera, y de seres que cumplían inmediatamente todo aquello que se les ordenaba.

Antes de que Meyrink se apropiase de la figura como personaje de novela, la tradición asocia el nombre de Löw con su creación, lo que en definitiva no hizo sino provocar acontecimientos trágicos. El rabino que había encerrado en la boca la fórmula mágica que daba vida a su criatura, tenía cuidado de quitarla regularmente la víspera del sabat, hasta que un día se le olvidó hacerlo y cuando estaba rezando los salmos en la sinagoga, el Golem sin el habitual descanso estalló en cólera y furioso arrancó árboles, lanzó piedras por las calles, rompió todo lo que pilló a su paso. El rabino arrancó la fórmula vital de la boca del golem y éste se derrumbó. A partir de entonces el rabino renunció a recurrir a tan peligrosos domésticos.

Los restos los encerró en un altillo de la sinagoga en donde reposaban allá depositados hasta que – según una versión – un rabino movido por la curiosidad subió y salseó con los restos lo cual volvió a provocar desgracias sin cuento; otras versiones suponen que aquellos restos reposan en el mismo lugar como potencial amenaza.

En toda la geografía eslava se mantiene la leyenda de tal personaje, si bien en algunos lugares en vez de jugar un papel maléfico se le atribuyen poderes benéficos y redentores.]

En definitiva, estamos ante unas obras en las que se entreveran la anticipación, cierta forma de ciencia-ficción, que tal vez sería mejor nombrarla como técnica-ficción, con la crítica social, crítica volcada hacia el maquinismo, el productivismo y el desbocado desarrollo tecnológico, guiados por el afán de beneficio, y dirigido hacia la explotación y el exterminio de los seres humanos. Esto no quita para que Capek situase en el centro de gravedad de su quehacer el protagórico: el hombre es la medida de todas las cosas, y, en consecuencia, mantuviese la opinión de que la desenfrenada voluntad de poder de los humanos para dominar el mundo y a los seres que lo habitan llevaba camino de convertirlo en un ser dominado por sus creaciones, lo que de hecho le conducía al caos y al suicidio directamente [En este orden de cosas, no me resisto a recomendar la obra de Günther Anders: La obsolescencia del hombre, libro editado en dos tomos por Pre-Textos en 2010 / 2011].

Si tomásemos como criterio clasificador el utilizado por Umberto Eco entre apocalípticos e integrados, habría que incluir sin dudar al escritor checo entre los primeros. En su mordiente crítico, de una gélida lucidez, se entreveraban el pesimismo de cara al futuro, unido al temor de que la ciencia, fundamentalmente su uso guiado por los criterios de obtención de beneficios, pueda conducir al desastre; todo ello con un fino y oscuro humor, tomando como base el presente que le tocó vivir. Eran tiempos propios para distopías y en ellos surgieron las de Evgeni Zamiatin (su Nosotros fue escrita en 1920, hubo de esperar hasta 1952 para su publicación), Aldous Huxley (El mundo feliz fue publicado en 1932) o George Orwell (Rebelión en la granja es de 1945 y su 1984 de 1949), en la ola de cambios que se producían en el mundo y el desbocado desarrollo de la técnica y las ciencias.

* * *

SYSTÉM” de Karel y Josef Čapek (1919).

Seducidos por una soleada tarde de domingo entramos en Saint Augustin, en Florida, en el vapor de recreo “General Hoddle”, en el que se celebraba una fiesta popular, sin presentir que de esa forma parábamos en compañía de los independentistas (secta evangélica puritana que estaba en contra de la jerarquía eclesiástica y abogaba por la organización en pequeños grupos). Después de una travesía de media hora, cuando nuestro amigable comportamiento dejó de gustar a nuestra pía compañía, fuimos arrojados al mar debido a alguna descortesía. Un momento después cayó volando junto a nosotros otro señor, vestido de blanco y las buenas almas de cubierta nos echaron tres salvavidas y nos abandonaron en mar abierto mientras cantaban himnos piadosos.

Gracias a Dios, excelente patente, Sklank – intentó entablar conversación el señor del traje blanco – cuando nos hubimos puesto los salvavidas alrededor del costado. Nada perjudicial, señores – intentó tranquilizarnos el nuevo compañero de viaje – en seis horas, espero, si dura el viento del suroeste, llegaremos a tierra firme. A continuación se presentó con toda formalidad: era el dueño de las plantaciones y de la fábrica de Hubertstown, el señor John Andrew Ripraton, sólo que permanecía de visita en casa de una prima en Saint Augustin y cuando a bordo del “General Hoddle” protestó contra nuestro destierro, le fue concedido el deseo de conocernos en condiciones del todo inhabituales.

En el transcurso de estas formalidades el infinito mar murmuraba con indiferencia y la corriente indolente, dándonos pequeños empujoncitos a la par que el rítmico desplazamiento de las olas, que nos llevaba en dirección al continente.

Entretanto el señor John Andrew Ripraton nos habló de sus estudios de economía “en Europa”, donde escuchó a Bücher en Leipzig, a Liszt y Wagner en Berlín, estudió con Schäffel, Smith, Casey y Taylor; de sus transportes de mercancías al templo del negocio, de sus piadosas peregrinaciones a las capillas de la industria, peregrinaciones que fueron interrumpidas por el extraño e inesperado asesinato de su madre y su padre, asesinados por obreros en huelga.

Aquí nosotros empezamos como gente beata: ¡Qué desgracia, los obreros! Es usted una víctima de la sociedad. Señor, el obrero es el producto industrial del XIX. ¿Qué pasará con ellos después de un siglo de superproducción? Hay millones de ellos; cada uno de ellos es un hombre, una incógnita, un problema y un peligro múltiple. Señor, cada mano trabajadora es un capullo del que florecerá un puño. De nosotros, los jefes, hay desde hace mucho tiempo sólo diez mil, no aumentamos en número pero de ellos incomprensiblemente cada vez hay más. A usted, señor, los obreros le mataron a su madre y a su padre. Al XIX le mataron las tradiciones. Cuando han matado ya a nuestras madres y padres, pronto nos llegará el turno a nosotros. Usted será asesinado, nosotros seremos asesinados, ¡ay!, y nuestras bellas novias en las colonias también. Cuando llegue el momento que se cierne ya amenazante sobre nuestras cabezas.

  • Cuidado, señores, viene una ola – nos avisó el señor John Andrew Ripraton y prosiguió con una sonrisa -, perdón, señores. Yo no seré asesinado. Mis fábricas, mi Hubertstown vive todo en una gran tranquilidad. He llevado a cabo unas reformas culturales. He injertado una nueva y selecta flor industrial en el duro tronco de la cuestión obrera.
  • ¡Ajá! – dijimos balanceándonos como resultado del oleaje – es usted también uno de esos que reforma al obrero. Usted apoya las escuelas dominicales, las universidades populares, a los abstemios y el arte para los hogares. Crea foros, orquestas, círculos de debate, becas, teosofía y diletantismo. Usted ennoblece al obrero, le despierta, le enseña y le domestica. Pero, estimado señor, si le da a probar la educación, despierta en él una fiera cultural. En cada uno de nosotros dormita un superhombre. Una vez nos veremos superados por una terrible masa de jefes y predicadores. De las fábricas saldrán borbotones millones de salvadores, intelectuales, ideólogos, papas e iluminados. Será una invasión destructiva. Lo que no se deje salvar, será barrido. El mundo, habiendo alcanzado el culmen de su desarrollo, se derrumbará en medio de una polvareda celestial. El último “corazón duro” volará por el universo como un meteoro.

El señor John Andrew Ripraton, habiendo escuchado este monólogo, sacó un puro de una pitillera impermeable y aseguró mientras lo encendía: -Tengan la bondad de coger uno, caballeros. En este inclemente entorno apetece…  Estimados caballeros, están ustedes hablando acerca de algo que yo he meditado desde hace veinte años. ¡Continúen!

Encendiéndonos entonces los puros, seguimos hablando con el rítmico vaivén de las olas:

  • Y sin embargo existe un ideal de obrero. Es el jacquard, la rueda, la selfactina, las rotativas, la locomotora (nombre de diversas máquinas que se empleaban en el primer tercio del siglo XX). Un jacquard, señor, no quiere jugar ni gobernar, no se asocia ni pronuncia discursos. Su única idea, pero una idea firme, grande y fundamental, señor, es coser lo máximo posible. La rueda no quiere de usted sino que la deje girar, no tiene ninguna idea o programa que no sea el girar sobre sí misma. Girar es un gran ideal, señor, girar es la tarea más grande del globo. Girar lo es todo.
  • Excelente, señores – exclamó encantado el señor John Andrew Ripraton quitándose una babosa de encima -, ya que “son ustedes así”, serán capaces de valorar mi sistema, mi solución a la cuestión obrera, la construcción del tipo Operarius utilis Ripratoni. Escuchen ¡Caballeros!: Fabricación deriva del término febris y significa actividad febril. Sí, señores, los grandes negocios no son la pequeña industria. Los grandes negocios es una fiebre alimentada de júbilo, brío e idealismo. Elaborar cincuenta mil pacas no es moco de pavo. Pero imaginarse millones de pacas, señores, para eso es necesario idealismo y una fantasía casi artística. ¡Procesarlo todo! ¡Procesar todo el mundo! El mundo entero no es sino material para trabajar. Los cielos y la tierra, la humanidad, el tiempo, el espacio y el infinito, todo es únicamente materia prima. La obligación de la industria, señores, es procesar todo el mundo. ¡El mundo tiene que convertirse en una mercancía!

Nosotros nos hemos puesto manos a la obra en esa labor al por mayor. Todo se tiene que acelerar. La cuestión obrera nos demora. ¡Retamos a la lucha al socialismo, a la tuberculosis, a la disminución de la natalidad, a la educación, a las ocho horas y al alcoholismo! Nada puede retrasarnos. El obrero debe convertirse en una máquina que simplemente gire. ¡Cada idea es un deterioro en la disciplina! ¡Señores! Todo el taylorismo es un error sistemático puesto que ignora la cuestión del alma. El alma obrera no es sino una simple máquina: por eso hay que extirparla. ¡Eso es lo que consigue mi Sistema! Mi Sistema es la gran respuesta a la cuestión social.

Señores, desde el principio soñé con un obrero que no fuera sino una unidad de trabajo. Por ello para mis servicios me agencié únicamente gente selecta: ineptos, pobres vagabundos, flemáticos, analfabetos, albinos, orangutanes, hidro, macro y microcéfalos, individuos de razas inferiores y demás; solamente aquel que mediante un riguroso examen del profesor Münsterberg demuestra que no piensa, que no sabe, que no quiere, que no tiene inclinación a la poesía, la astronomía, la política, el socialismo, la historia de la humanidad, los estamentos y las organizaciones. Aquel cuya vida se compone sólo de taras hereditarias y unos hábitos contraídos. Con la ayuda de agentes por todo el mundo he reunido a estos individuos seleccionados. Mi Huberstown es como un gigante Briareo que tiene veintidós mil pares de manos y una sola cabeza, yo. Mi Hubertstown funciona perfectamente.

  • Hey, caballero, cuidado no le vaya a dar ese tronco – exclamamos. Querido señor, es un método del todo excelente. Pero, ¿no teme usted que el obrero modélico con el transcurso del tiempo se le descaste y degenere? Digamos que se estropea por alguna influencia y cae en la plena utilización de las fuerzas del espíritu… ¿No son necesarias una vez por semana revisiones médicas? ¿No les sobrevendrá un súbito esclarecimiento?
  • Nunca – contestó triunfante el señor Ripraton, apartándose de las inmediaciones del errático madero -, estimados señores: yo he esterilizado y depurado al obrero. Primeramente eliminé todo embrión de sentimientos desinteresados y los amistosos, familiares, poéticos y trascendentales. He regulado sus intereses tróficos y sexuales, he despojado su entorno de moral y les he imbuido de influencias arquitectónicas, astrales, dietéticas, térmicas y climatológicas y de un sistema de vida exacto…

En el transcurso de este discurso el señor John Andrew Ripraton se enredó en una maraña de pegajosas algas de las que no podía liberarse, por lo que la corriente nos fue acercando a nosotros de forma desganada hacia la orilla, cuya estrecha franja blanqueaba en el horizonte. El señor Ripraton, con prisa por explicarnos su método, gritaba de forma apresurada tras nosotros con una voz cada vez más subida:

  • Esperen un momento, por favor. Cada obrero tiene asegurado en mi empresa el bienestar, la limitación y el trato justo. Todos están sincronizados como componentes de una pila eléctrica. He creado un cuartel obrero. Cada obrero tiene una celda para sí mismo, todas esas celdas son idénticas como gotas de agua. Todos tienen las mismas vivencias, los mismos horarios y los mismos sueños. Nadie tiene nada que decir a otro, nada que pedir o discernir. Un momento, señores. Les he rodeado de tedio, suficiencia, indiferencia, comodidad e higiene. Pero, señores, ¿y la mujer?. La mujer enciende los sentimientos estéticos, familiares, éticos, sociales, románticos, poéticos y en general culturales. Sí, señores, incluso en mí. Lo sé por experiencia propia. ¡La mujer, ah! La mujer es el enemigo de todo sistema. La mujer, señores. Sólo un momento, por favor. Por eso permito a los obreros una mujer de vez en cuando. A los oficiales cada tres días, a los mineros una vez a la semana, a los obreros textiles una vez cada dos semanas y a los jornaleros de las plantaciones una al mes y todo ello siempre de noche, en una oscuridad absoluta, para que no contemplen la belleza y no conozcan un despertar estético. ¡Heoooo, señores! ¿Me escuchan aún?… para que no sintieran ninguna emoción estética, moral ni nada elevado… les aseguro, señores… la mujer… de cualquier explosión… el apaciguamiento de la clase obrera… mi Método… ¡adiós, señores!

Así hablaba tras nosotros cada vez más alto el señor John Andrew Ripraton, hasta que le perdimos totalmente de vista, prisionero sin esperanza de las aguas y aferrado a su lucha y que el viento, que soplaba en dirección a tierra firme, dejó de traernos su voz alzada. Luego y de golpe quedó una silenciosa noche de luna y tras la medianoche llegamos a la orilla cerca de Charlestown, desde donde enviamos embarcaciones para buscar al señor Ripraton, que había pasado una desapacible noche en el agua.

Desde allí nos encaminamos todos en carro a Saint Augustin sin ningún tipo de incidente y al día siguiente visitamos al señor Ripraton en casa de su prima. Le encontramos en una mecedora con una carta en la mano y con una expresión del más profundo de los dolores. Nos dio la bienvenida silenciosamente y sin mediar palabra nos entregó la carta, donde se leía:

Hubertstown, 27.J.

Estimado señor:

Mi carta es penosa. Ha ocurrido una catástrofe, todo está perdido. Los obreros se han sublevado, quemaron las fábricas  – de las que no fue posible salvar nada – y asesinaron a su esposa y a sus tres hijitos.

La cosa tuvo lugar de forma totalmente inesperada. Por una desafortunada casualidad al joven obrero Bob Gibbon (gibón en castellano, es una especie de simio muy parecida al orangután de brazos largos, marcha bípeda y carente de cola) le dejaron luz en la celda cuando por la noche permitieron pasar en ella a una joven, por desgracia muy bella. Con ello se despertó en él un sentido por la belleza y un alto valor de lo humano, surgieron en él sentimientos agradables y ya al día siguiente durante una reprimenda de los vigilantes empezó a canturrear, a dibujar esto y aquello, a sonreír, a soñar, a hablar, a gesticular y a dar a la manifestación de sus sentimientos un aspecto mucho más humano.

A instancias suyas los demás obreros también se agenciaron unas velas para la noche y conocieron un despertar del todo similar. Comenzaron a coleccionar pecheras, agujas, espejitos, postales, cartas poéticas, instrumentos musicales, cuadros y objetos similares relacionados con sentimientos amorosos. Crearon cuatro asociaciones de canto, dos de dibujo, dos de aficionados al teatro y al deporte. La dirección no tuvo posibilidad de evitar tales reuniones. Después a los obreros les fue posible tomar el campamento de las mujeres, se las llevaron a todas y empezaron a llevar vida familiar.

Un día después exigieron la reducción de la jornada laboral y el aumento del salario. Al día siguiente comenzaron una huelga general, fundaron tres sindicatos: la unión de mineros, de obreros textiles y de los jornaleros. El día 25J. fundados tres periódicos y asaltados los comercios y almacenes del centro de la ciudad. El día 26J. comenzaron los asesinatos. Estos son los sucesos de los últimos días, que mejor evite usted quedándose lejos.

Anímese, señor, si puede. Su atento servidor, Francis J. Mulberry

El señor John Andrew Ripraton se volvió hacia la ventana para llorar sin impedimentos. Nosotros nos dijimos seguidamente con un suspiro: Pobre Ripraton! ¡Pobre Gibbon, nuevo Adán! ¡Cuán peligrosa sois para nosotros, oh amiga de ultramar! Proteja el cielo a nuestros jóvenes.