Por Iñaki Urdanibia

Entre los personajes del necesario Si esto es un hombre, Primo Leví nombra un par de ejemplos de dignidad: por una parte, Jean Samuel, un joven judío alsaciano, al que le llamaba cariñosamente Pikolo (la historia de éste se puede ver en Me llamaba Pikolo, publicado por Plataforma Editorial, en 2009) y un tal Lorenzo del que no dice el apellido que era un albañil italiano que participaba en la construcción de las instalaciones de la fábrica de I.G. Farben, la Burna, y que vivía fuera del lager, frente a la valla de Auschwitz III-Monowitz. A este último lo nombra, además de en la obra señalada, en otras obras como La tabla periódica, en Los hundidos y los salvados, o en unas cuantas páginas de Lilith y otros relatos (“Un discípulo”); en varias ocasiones, Levi asegura que « creo que si estoy vivo es gracias a Lorenzo». Y ¿quién era este Lorenzo?

Pues bien, el historiador Carlo Greppi (1982) entrega en su «El hombre que salvó a Primo Levi», editado por Crítica, el retrato, con pelos y señales, de tal personaje. El trabajo de investigación del autor es de relevancia en su exhaustividad, presentando el encuentro entre ambos hombres, echando la vista atrás en la vida del tal Lorenzo, y hurgando igualmente en los años posteriores al trato entre ambos.

Lorenzo Perrone era un albañil, pobre y casi analfabeto que, junto a otros compañeros, italianos marchó a realizar algunos trabajos en el campo nombrado en el que estaba ingresado Primo Levi; éste tenía 24 años mientras que el albañil le sacaba quince. En su juventud era conocido por su carácter reservado, taciturno, y por sus tendencias a participar en peleas junto a su hermano, Giovanni, los Tacca, camorristas, de su pueblo, la gresca era su estado natural; el barrio de Burgué, barrio del casco antiguos de Fossano en el que vivían los albañiles y los pescadores, allá residía en condiciones un tanto precarias Lorenzo Perrone con su familia de la que se ofrece al árbol genealógico en el libro. Antes de acabar en el lugar en donde conoció a Levi, había trabajado en Francia, pasando clandestinamente la frontera con su colla de amigos. Junto a la valla de Auschwitz, Suiss decía Lorenzo, se encontraron casualmente Primo Levi, tatuado en el número 174.517, y Lorenzo Perrone que formaba parte de los voluntarios, entre más de ocho mil, de la compañía de construcción de Giovanni Beotti que fueron enviados para colaborar en la construcción del universo Auschwitz; como digo, el albañil subido a un andamio pide ayuda a un desnutrido y flaco detenido, estamos en junio de 1944, para que le suba la poca argamasa que quedaba, Levi coge el cubo pero ante la imposibilidad de alzarlo hace que se caiga derramándose todo por el suelo. Si tal fallo hubiese supuesto una tunda segura por parte de un kapo, el albañil se conformó con espetar: «claro, con gente como esta…». La frase podía interpretarse como poco menos que la justificación de la inutilidad de los personajes allá encerrados o de la falta de pericia de los burgueses, mas fuera de toda duda se constata el desprecio inequívoco que asomaba en las palabras pronunciadas. La respuesta del albañil, no obstante, fue bien distinta a lo que cabía esperar: a partir de entonces cada día, durante seis meses se encargó de llevar un plato de sopa cada día, de manera clandestina obviamente, y jugándose el tipo, y la vida, para conseguir tal alimento, llevarlo, y entregarlo al desnutrido químico, que recién finalizados los estudios en la Universidad de Turín se echó al monte junto a unos camaradas para enfrentarse al fascismo lugar en donde fue detenido y llevado allager; pues bien, a pesar de las advertencias de Levi al albañil piamontés diciéndole que hablar con él podría suponerle grandes riesgos, éste le contesta: Me da igual. La ayuda no consistió solamente en proporcionarle la ración diaria de alimento, que conseguía de noche entrando en secreto a la cocina cuando ésta estaba desatendida, alimento que también era aprovechado por el inseparable colega de Levi, Alberto Dalla Volta, sino que también facilitó alguna prenda de vestir para que pudiera soportar mejor el gélido invierno, igualmente hizo de correo para que el detenido pudiese mantener contacto con su familia, por medio de varias tarjetas postales, en las que animaba a su madre, con expresiones de esperanza. Puede añadirse que la suerte acompañó a Primo Levi, además de por la ayuda esencial de Perrone, por su profesión que le hizo trabajar en el laboratorio de la fábrica nombrada que estaba pensada para la fabricación de caucho artificial (y digo pensada, ya que en la práctica no se elaboró ni un gramo), su conocimiento que le evitó los fríos del duro invierno, amén del, un tato precario dominio del idioma alemán, y, en los últimos momentos antes de la liberación, el haberse visto afectado por la escarlatina lo que supuso que fuese conducido de la enfermería librándose de las nefastas marchas de la muerte que emprendieron los derrotados SS junto a los detenidos… cuestiones todas ellas que crearon una mala conciencia en Primo Levi, al considerar que quienes habían sobrevivido, como era su caso, había sido gracias a algunos privilegios adquiridos a costa de otros deportados…

La verdad es que no existía mucha comunicación entre ellos, pues el albañil era un hombre de pocas palabras, lo que no quita para que los lazos de amistad que se crearon fueran realmente sólidos. La amistad continuó en los años posteriores al encierro en el universo concentracionario, llegando a durar hasta el prematuro y agónico fallecimiento a causa de la tuberculosis y el consumo de alcohol en 1952 del albañil; se nos dan a conocer los últimos tiempos de un hombre sumido en una honda depresión, efecto de las atrocidades vistas en su estancia alemana, que le conducían a no valorar la vida; afirmaba Primo Levi que Lorenzo bebía para escapar del mundo. La huella y el agradecimiento de Levi quedó patente en el nombre elegido para sus hijos, Lisa, Lorenza y Renzo, en honor del albañil, ejemplo de dignidad y solidaridad, más allá de las bellas palabras… plasmada en los actos. Una muestra de humanidad desinteresada y espontánea.

Cierto que tras la guerra la relación se mantuvo de manera intermitente, no recibiendo respuesta, Levi, a algunas de las cartas enviadas, si bien en algunas de las comu8nicaciones se puede observar los esfuerzos del albañil por mejorar su escritura… la felicitación de la Navidad en 1948 es una muestra, mezcla de sencillez y afecto, en la que agradece al turinés todo lo que ha hecho por él, etc.

En fin, un vívido retrato de un hombre que en su anonimato, y humildad, dio un claro ejemplo de solidaridad y de sensibilidad ante las desgracias que observaba que se cometían con aquellos judíos, condenados en sumo grado, a los que, contra las ideas difundidas por el aparato de agitprop nacionalsocialista, consideraba como seres humanos a parte entera.

No cabe duda de que Carlo Greppi ha llevado un trabajo de investigación francamente ejemplar, charlando con conocidos y familiares del retratado, y consultando archivos de uno y otro lado, abriéndose a la vez la mirada del historiador a los aspectos esenciales relacionados con el campo de concentración y exterminio, escenario del encuentro, de la génesis y desarrollos del fascio italiano, además de ofrecer información sobre el funcionamiento de los campos, sin obviar los avatares de la figura del autor de Si esto es un hombre.

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Ya que… me permito incluir algunos artículos publicados sobre el escritor y superviviente italiano.

Iñaki Urdanibia Primo Levi, el justo noviembre-diciembre de 2012

Primo Levi, el deber de memoria – Kaos en la red 4 de enero de 2016

Signore Auschwitz • 28 de enero de 2022

PRIMO LEVI | Cartel de las Artes y las Letras (contiene cinco artículos, fechados entre 2017 y 2021, y…)

Hablando con Primo Levi • 27 de julio de 2023

Es posible que haya algunos artículos repetidos, si en cuenta se tiene que en algunos de ellos contienen enlaces que envían a otros.