Por Iñaki Urdanibia.
Un breve libro del escritor navarro, que da mucho que pensar.
El escritor iruindarra (iba a decir “pamplonica” pero me suena como a marca de chorizo) no descansa y cada entrega, ya sea en el género ensayístico, novelístico o misceláneo, resulta aleccionadora. Conste que a Miguel Sánchez-Ostiz no le debo nada ni él me debe nada, ni me va a deber tras lo que voy a decir, mas sí que es destacable su sagacidad, su ironía que en ocasiones la mezcla con el uso atinado del garrote de la crítica, hasta el despelleje. Es el caso.
Su «Diario volátil. Apostillas, descreimientos, despropósitos, desvelos…» (Pamiela, 2018) es un cuaderno de bitácora de la vida del escritor, anotaciones que han sido escritas al hilo de la experiencia vivida; y claro está que si la experiencia es un grado, la más experiencia otorga más grado todavía, ya que los años no pasan en balde y la afilada mirada – a no ser que alguien sea un conformista de tomo y lomo- se agudiza en su aprehensión de lo vivido… y si al otro la vida le daba sorpresas, a cierta edad lo que sí que te da la vida son lecciones ya que llegado un momento la capacidad de sorprenderse se esfuma, por agotamiento, ante lo dejà vu, dejà vécu. Lo volátil de este plural y diseminado diario contiene un peso que nos lleva al fondo de las cuestiones visitadas, que cierto es que se reflejan en la superficie, en la piel de las relaciones y las palabras, no pocas veces vanas y falaces, de la comunicación humana; muy en especial en ciertos ambientes, más propicios a privilegiar el ombliguismo, el espíritu trepa, la hipocresía y la atracción por el espectáculo, que traducido significa: salir en la foto o brillar en la página…
Si las apreciaciones del escritor son personales, por el mero hecho de hacerlas públicas, se difunden como posibles lecciones, como guía para perplejos (si quienes se acerquen a las ciento y pico páginas conservan todavía la capacidad de asombrarse), y me atrevo a indicar que uno se puede topar con una especie de tratado de saber vivir para no tan jóvenes generaciones (con perdón a Raoul por la aproximada apropiación del título), ya que las enseñanzas que don Miguel extrae de la (su) experiencia vivida bien puede servir, no digo ya como brújula, ni indicación, ni consejo, sino como aviso a navegantes que si ya han navegado por algunas de las travesías señaladas en las saltarinas páginas del libro, le sonarán a su propia aprehensión de la realidad.
Los veinticinco capitulillos pueden funcionar, en su interrelación, como un juego de la oca ya que algunas entradas llevan a la otra, o se repiten en cierto sentido, ya que las coincidencias críticas – como denominadores comunes – se comportan como unas constantes de base, de fondo, ante la observación de comportamientos repetidos, que hacen que parezca que tales forman parte de la propia esencia de no pocos humanos, esos seres extraños de los que hablaba el otro. Diferentes cameos asoman por las páginas dando ocasión a reforzar alguna idea expuesta por el escritor o para dar ocasión a éste para extenderse en algún asunto que juzga oportuno (Eugenio D´Ors, Günther Grass, George Brassens, Léo Ferré, Luis Cernuda, Philippe Murray, Constantino Cavafis, Albert Camus, Philip Roth, Louis-Férdinand Céline, H.P. Lovecraft, Lewis Mumford, Borges, Jorge de Oteiza, Pascal Quignard, etc., etc., etc.). Como puede observarse por los nombres citados, la variación y los distintos registros por los que se diseminan las apostillas del libro son realmente plurales y abiertas a diferentes horizontes y registros.
Ante la imposibilidad de abarcar todos los temas tratados o de hallar un denominador común, me limitaré a transcribir algunas de las entradas a modo de ejemplo de la sagacidad y la pluralidad : «LADRONES, tramposos, criminales, abusivos, desvergonzados, asociales… No, no son insultos, es la cruda realidad y la tenemos encima, y hay quien aplaude, qué digo aplaude, vitorea y pide más».
«NUEVOS profesionales de la política y mañas viejas, qué tristeza y qué decepción».
«DONDE EL SERMONARIO sustituye con ventaja a cualquier programa político: el país de las ruedas de molino ».
«MAL PAÍS ES ESE en el que abundan los uniformados que se alistan para, cuando tienen la ocasión, golpear a la ciudadanía por gusto y por dinero…».
«POR LO VISTO, entre asnos anda el juego… todos lo somos para el de la trinchera de enfrente o para la cátedra».
«GENTE ENCANTADORA que cree tener derecho ilimitado al empujón y a que tú tengas el deber ineludible de aguantar… y de sonreír, encima».
«No HACE FALTA SER WITTGENSTEIN ni Thoreau para comprobar que la convivencia forzosa puede resultar muy ingrata».
«NO PARECE muy sano que la vida política de un país pase de manera inevitable por los juzgados… y por las sacristías».
«EL PRURITO de dar lecciones y el de pasar lista… no sé cuál de los dos me da más asco».
«– NO TENGO trabajo…
– ¡Eso es populismo, bolivarianismo, etarrimmmo!
– Cierto, pero lo suyo cosa de malparidos (Escobar)».
«EL PENSAMIENTO LIBRE lo reivindica para sí sobre todo quien hace de vocero del gobernante y por ello cobra».
«EL QUE VA en dirección contraria ni es un converso, ni un arrepentido… no necesita público ni prestarse a autillos de fe».
«NO ESTOY SEGURO de que a un exceso de comunicación no le siga un déficit de relaciones sociales».
«LA HISTORIA, su escritura a gusto del príncipe… o de la cátedra, o de la sucia cuadrilla o del gurú de la secta de turno».
Y diálogos del loquero, bailes de tartufos, figuras (y famas), personajes con tendencias al teatreo y al campaneo, problemas y consecuencias de la (hiper)comunicación, más en tiempos de redes sociales (Twiter, Facebook…), las tendencias auto-referenciales de los mismos, ensimismados en sus propiedad (como el Uno stirneriano), o la tendencia a proclamar a los cuatro vientos (en la escasa estancia llena de humo) que uno es muy psicólogo, o que en el fondo es anarquista, o, que él anda a su bola alejado de la gregaria manada… Hay de todo como en botica , como en la vida misma… de Miguel Sánchez-Ostiz como universalizable espejo de las demás…¡ y no sigo! Ya que la enumeración haría que cayese en el alocado intento de crear un mapa de tamaño natural (cosa muy borgeana, ella) y tampoco es eso… pues se abra por donde abra el libro se hallará alguna dosis para el paladeo; servidor se lo ha leído de cabo a rabo y puede dar fe de lo que afirma… hora lo tengo como medicina, acudiendo según el cuerpo a unas que me sosiegan o a otras que me enfurecen cuando tengo día guerrero… siempre, sea dicho al pasar, y conste que no es por dar la razón al hernaniarra Gabriel Celaya cuando afirmaba que la insatisfacción es de izquierda.
Una y otra vez aparece la importancia de delimitar fronteras entre los unos y los otros, entre al dentro y el afuera de la supuesta tribu o bandería, la práctica de repartidores de carnets de corrección política y moral, el uso desmedido de palabras altisonantes, pomposas y huecas que no ocultan, como los sepulcros blanqueados, más que deshechos dentro frente a los adornos exteriores… como para dar el pego. También irrumpen las declaraciones usuales de distinción, de sentirse diferente, superior… muy propio en tertulias, en comidillas y en garitos varios en que unos se reúnen para darse la razón a sí mismos. Y para el que esto escribe, al menos, resuena de fondo la parábola de los puercoespines de Schopenhauer: demasiado juntos se pinchan, alejados se hielan de frío… lo que supone que se ha de hallar la distancia justa.
Una colección de píldoras para su lenta degustación y disfrute (o mosqueo, al sentir alguna situación ya vivida y odiada) y también para su repetida visita, ya que la vida se balancea entre lo mismo y la diferencia… Conste, si es que todavía hace falta después de lo escrito que el libro no es apto, o al menos no es recomendable, para satisfechos seguidores del volteriano personaje, el satisfecho Pangloss en su aceptación de este mundo como el leibniziano mejor de los mundos posibles.