Por Iñaki Urdanibia.

Una novela a sumar al género de las utopías negativas; el hoy anuncia el mañana.

Ante el género literario que cantaba unos mañanas felices y armoniosos desde Platón a Moro – que fue quien bautizo las utopías, con su isla-, pasando por Campanella y sus derivaciones posteriores se alzaron las cacotopías, las utopías negativas o distopías: en tal terreno plasmaron algunas de sus obras Zamiatin, Aldous Huxley, George Orwell, H.G.Wells, Alfred Jarry, Margaret Atwood , Karin Boye, Philip K. Dick, Georges Perec, Karel Capek, Ismail Kadaré por nombrar algunos de los más destacados que han transitado por el g´nero..

Ahora acaba de ver la luz una novela que se puede encuadrar en el género del que hablo, novela en la que se dibuja un panorama que nada tiene que ver con el tan cacareado sueño americano…sabido es, al menos desde Goya, que los sueños de la razón engendran monstruos, o el no menos manido dicho de que de buenas intenciones está empedrado el infierno. Lionel Shriver (Carolina del Norte, 1957) presenta en su «Los Mandible. Una familia: 2029 – 2047» (Anagrama, 2017), con abundante y potente uso de un afiladísimo sarcasmo, una situación de creciente crisis, a través de la vida de una familia, situación generalizada en la que la carencia de agua es casi-absoluta lo que hace que se haya de restringir la limpieza corporal y doméstica, la prensa de papel al igual que los libros del mismo soporte han pasado a la historia, los bancos han comenzado a hacer aguas – la pantalla que es el único medio de difusión de los noticiarios ha aireado la ruinosa situación que se extiende por el Viejo Continente – por todos los costados, muchos alimentos han desaparecido no solo por su carencia sino también debido a nuevos inventos y modos alimentarios más acordes con los tiempos de precariedad, los coches sin conductor transitan por las calles, mientras que la xenofobia y la consiguiente responsabilización del desastre cae sobre los extranjeros o por quienes tienen sus orígenes en los países latinos: adecuadas cabeza de turco. La fecha inicial es sintomática y recuerda al crack que sacudió el país en el siglo pasado…el desastre se masca e invade, cada vez con más agresiva presencia, la totalidad del tejido social y, por supuesto, se implanta en el seno de la familia de la que hablo, la de los Mandible.

La familia nos es presentada y podemos conocer los distintas miembros que la componen y la diversidad de sus posturas ante la realidad circundante; todos ellos, eso sí, proceden de una familia bien asentada y al principio están a la espera de la fortuna que tiene acumulada su anciano abuelo, que nadie sabe calcular pero que desde luego no es una birria. La crisis, no obstante, va a suponer que lo que al principio se antojaba como una promesa segura en su cumplimiento quede en agua de borrajas (o de coles que es el agua, gris, que usan para su limpieza en casa de Florence y Esteban – hombre de orígenes mexicanos -, que viven con un adolescente Willing y un perro de nombre Milo).

Tanto Florence como su hermana menor, Avery se muestran recelosas y extrañadas de que el Abuelo, el Gran Gran Hombre, haya soltado un buen pellizco al hermano menor de ellas; ser voluble que ha montado una granja , Ciudadela, con pretensiones salvadoras en una honda milenarista y evangélica. A cada cual le va en la feria de la vida de una manera, que tiene peso casi-determinante en su modo de interpretar lo que arriba…así, Avery, casada con un profesor de economía y con tres hijos que brillan en los estudios se ofende ante lo que ella considera visiones derrotistas y apocalípticas de su hermano y de otros conocidos, para ella «en realidad, todo está bien. La vida, la civilización, los Estados Unidos, todo va a seguir en pie, y eso es lo que realmente no pueden soportar», ya que según ella, quienes profetizan el desastre no hacen sino reflejar su propia decadencia psicológica: es lo que le sucede a su hermano y a los internos del centro, para ancianos en el que trabaja Florence, que no dejan de pensar en la Edad de Piedra, y los tiempos posteriores al 11S con sus estrictas limitaciones… Su marido, Lowell, coincide en gran parte con el análisis de su esposa a pesar de que, por su propia profesión, está al corriente de las caídas de las tasas de interés, la bajada de los bonos, la imposibilidad de acceder a las cuentas corrientes… y demás monsergas económicas que al final coinciden – según mantiene – con los presupuestos propios de la religión: si se cree, existe, y si se tiene confianza en la moneda toda marcha sobre ruedas… aunque todos los síntomas anuncien, por activa y por pasiva (y el resto de las –ivas) que las ruedas sociales van pinchadas y las llantas se está deshaciendo. Cierto es que en su casa el sistema de gestión de la casa, el Mojo, no responde a las órdenes que se la dan, originando con sus barrabasadas un auténtico desbarajuste. Otros signos también profundizan la marcha hacia el caos: algún atentado del Califato que rompió algunas tuberías o la malévola mano de algunos hackers que torpedeaban la marcha de internet, obstaculizando el funcionamiento de los omnipresentes fleXes, y, en consecuencia, la comunicación y la difusión de noticias. De la amenaza de la invasión de los extranjeros. que algunos temen como si ello fuese a suponer la desaparición del dominio y de la mera presencia de los “blancos” que serían desalojados de los puestos de responsabilidad política y académica, hasta pudiendo llegar a suponer que para referirse a ellos habrían de emplearse fórmulas del tipo “blancos de origen europeo” (calco ad hoc del modo con el que habitualmente se nombraba a los negros).

El cabeza de familia, Carter, visita a su longevo padre en una residencia, Wellcome Arms, lugar en el que todo lujo y ostentación es poco , mientras él lleva una modesta vida con su esposa Jayne. Recuerdan los tiempos pasados y los hábitos que ya se fueron y recuerdan las vicisitudes pasadas: el trabajo editorial del padre, su separación de su esposa a los sesenta años y la unión con una joven ayudante que no le supuso el subidón que él y todo quisque esperaban, ya que al llegar a los sesenta la mujer, afroamericana para más datos, se vio aquejada por claros síntomas de demencia senil; Carter quiere llevarla a una residencia de ancianos pero al carecer de dinero se la lleva a vivir a su casa… y hablan también – más tarde veremos sus andanzas – de Nollie, hermana de Carter, y escritora de éxito que se instaló en París… más tarde al volver a su país se quedó flipada al ver que no lo conocía, pues los cambios acontecidos desde que lo había abandonado lo habían transformado abismalmente. Al final la situación de la sociedad resulta realmente singular: un presidente de origen latino y unas vallas que se alzan por doquier para evitar que los ciudadanos huyan del país.

Por medio de los diferentes capítulos vamos conociendo la vida de la familia y somos testigos de los cambios de costumbres y de nivel de vida que se va dando de una manera veloz y apabullante y que conducen, vía directa, al desmoronamiento. Las miradas para otro lado, y los embellecimientos de la nefasta realidad ya dejan de ser posibles, pues el hundimiento se va tragando a todos con sus felices expectativas , que se van al traste hasta en los aspectos más nimios y cotidianos. Alguna, de las hermanas, con la casa llena de familiares que no tienen a dónde ir, la otra descontenta pues no le llega para conseguir los productos que quiere, el camino hacia la bancarrota es veloz y se traga a su paso a todo el que pilla por medio; y las vidas se entrecruzan y solo algunos jóvenes son capaces de ver las cosas con cierta distancia y con cierta lucidez, iluminada de alternativas imaginativas, que les hace desprenderse sin dificultad de los valores (o desvalores) antiguos. Lionel Shriver nos lo da a conocer y no es un mérito menor la dosificación utilizada con la que la se nos va entregando el proceso de decadencia, a lo largo de casi veinte años; con estribaciones hasta inicios de los sesenta, tal medida dosificación hace que nos veamos aprehendidos por la ola de la disolución de la aparente firmeza rocosa del tejido social, poco a poco… mas de manera inexorable; haciéndose realidad, al por mayor, algunos de los síntomas que ya hoy irrumpen con descarada potencia en el país de las barras y estrellas (violencia, desarrollismo, obsolescencia programada del mercado, dominio y despilfarro del mundo financiero, racismo y xenofobia, comida basura…); y lo que en la actualidad es en potencia en el retrato que Lionel Shriver nos entrega es en acto.