Por Iñaki Urdanibia

Biografía definitiva de uno de los mayores precursores del rock actual.

Cuando todavía andaba en Velvet Undergroung, Lour Reed escribió una canción que se titulaba así (That´s the Story of My Life), no sé si el ángel negro de Nueva York diría lo mismo con respecto al libro que acaba de publicarse, originalmente se editó en 2017, traducido al castellano: «Lou Reed. Una vida» de Anthony DeCurtis (Libros Cúpula, 2019). Por una parte, no era Lou Reed la alegría del huerto y no era fácil hacerle escapar una sonrisa, más propio era lograr que profiriera algún exabrupto, ni lograr una entrevista con este hombre serio cuya vestimenta casaba a las mil maravillas con la dureza del personaje. El escritor y periodista de Rolling Stone, Anthony DeCurtis era de los pocos, sino el único que entre los periodistas gozaba de alguna cercanía con él lo que hizo que le entrevistase en diferentes ocasiones, sincerándose ante él u¡y hasta dejando ver el espíritu transformador y camaleónico que anidaba en su personalidad; a Lou Reed le gustaba crear una imagen con respecto a su figura, a su manera de vestir, de moverse, de componer, siempre manteniendo la leyenda predominante de que andaba por el lado salvaje, y oscuro, de la vida (Walk on the wild side)… que si se picó en vena en plena actuación que si su ambigüedad en los tiempos del glam rock, con los David Bowie (quien jugaría un papel esencial en la carrera futura en solitario de Reed y en los gustos andróginos…), Iggy Pop, y demás.

Si el cantante, que fue de los que revolucionó en rock desde las filas de lo alternativo, era amante de dar una imagen muy determinada con respecto a él mismo, el autor de esta biografía no ha caído, de ninguna de las maneras, en el género hagiográfico, sino que hurga en las opiniones recogidas entre los miembros de su familia, sus amigos y sus colegas (Andy Warhol, John Cale, Laurie Anderson) y no se limita a la hora de entrar en donde duele , no dudando en entrar en aquellos aspectos que rompen la imagen oficial, monolítica, que en torno a Reed se creó, siendo el propio cantante el artífice de tales versiones escoradas.

Sin caer en el morbo del malditismo que habitualmente ha acompañado al biografiado, tampoco recurre a los tonos edulcorados DeCurtis. Así no se eluden aspectos esenciales como las drogas, sus tendencias y comportamientos sexuales, ni las problemáticas, por decirlo suave, relaciones con sus progenitores, y, muy en especial con su padre autoritario… que acabaron en algún tiempo de tratamiento, y encierro, psiquiátrico, no se sabe muy bien si para ser tratado de alguna enfermedad mental o si para enderezar su desviada existencia: el caso era lograr que quien había nacido el 2 de marzo de 1942, en el seno de una familia judía, se convirtiese en un hombre hecho y derecho; no tardó, tras su nacimiento, en mudarse a otro barrio de la ciudad, lo que supuso el primer descoloque del muchacho que, aun brillando en los estudios, fue deviniendo un tipo raro, solitario, de los de dar de comer aparte, dándose por parte de sus padres la sospecha de que era homosexual lo que hizo que aconsejados por una psiquiatra fuera sometido a alguna sesión de electroshocks… como solución a su posible desviación sexual. En los tiempos de universitario – Bronx y Syracuse – parece ser que el joven empezó a hallarse a sí mismo, teniendo alguna novia que, por cierto, le dejó plantado ante los incordios a los que era sometida por el muchacho; en esos tiempos dejaba ver también su afición por frecuentar bares gays. Tras los tiempos problemáticos de su adolescencia y juventud, entró a formar parte en la que, con el paso del tiempo se convertiría en una banda de referencia del rock (¡Como no recordar su The Velvet Underground and Nico, de 1967… el del plátano), en laVelvet Underground, junto a John Cale, Sterlig Morrison y Maureen Tucker, con el añadido de Nico, presencia forzada por el consumado maniobrero y manager Andry Warhol que a la sazón era el varilla de The Factory, a pesar del descontento de Reed. Nadie hasta entonces se había atrevido a tratar de manera abierta algunos temas delicados en las canciones: sexo, drogas, etc.

Ya en solitario, se trasladó e Gran Bretaña, se convirtió en cronista de sus ciudad, de las miserias de la gran ciudad: ahí están su Transformer, de 1972 (producido por David Bowie), y Berlin, del año siguiente; y algunas canciones que se convirtieron en legendarias como banda sonora de una época, canciones que centraban su mirada en seres dañados por la vida, la marginación el maltrato, etc. DeCurtis sigue los pasos de la vida de Lou Reed, con el fin de comprender su música, y con tal empeño se permite unas páginas magistrales en las que diseca las más emblemáticas canciones de Reed… las contenidas en el ya nombrado Transformer, o en el Rock n Roll Animal, y más tarde podemos seguir las variaciones estilísticas y de género: desde su New Sensation en el que jugaba por las cercanías de la música disco, o sus incursiones posteriores en su labor de cronista de su New York… Más adelante llegaría su colaboración con Metallica en aquella Lulú, en plena distorsión de la versión de Alban Berg.

Tras los tiempos oscuros, llegaron momentos de más sosiego y control hasta los límites del zen (¿contagio de Laurie Anderson? ¿contagio del amor?), y si él adivinó que cuando muriese recurrirían, los medios y demás, a su Walk on the Wild Side, tampoco se equivocaba su compañera Laurie Anderson (esposa más bien, la segunda: la anterior, Bettye Kronstad, alegó, años después en un libro, haber sufrido malos tratos, si bien lo que es absolutamente cierto es que las adicciones que llevó Reed al matrimonio: abuso de alcohol y de drogas no decrecieron de ninguna de las maneras; entre tanto tuvo una relación de pareja, con quien fuese su manager, Sylvia Reed, manteniendo también alguna otra relación, incluido un periodo de convivencia, con un transexual, Rachel) cuando en el discurso mortuorio alababa al desaparecido como ejemplo de libertad, en todos los terrenos de la vida, más allá del ámbito de lo musical.

Nadie saldrá de la lectura del libro con la idea de haber conocido la vida de un santo, sino la de un ser atravesado por continuas contradicciones, por angustias y por el amor (necesitaba una madre a su lado)… Los elogios acerca de su genialidad creativa por parte de sus pares (Bono, Sting, Suzanne Vega, Susan Sarandon, y muchos más…), y la huella de su paso por el mundo de la musical nadie podrá ponerlas en duda; tal vez suceda con él lo que ha sucedido con otros genios de la creación (me vienen a la cabeza entre otros, Charles Bukowski, Camarón de la Isla… con quienes vivir no era, seguro que una fiesta)… Así las cosas, uno se ve tentado de dar por bueno aquello de conoce la poesía, no conozcas al poeta; dicho esto, esta obra es una útil herramienta para acompañar la escucha de sus discos.