Por Iñaki Urdanibia

Negro, rojo y blanco son los tres colores dominantes del inquietante novela que traigo a esta página. El primero debido a su pertenencia al domesticnoir, con sus peros, blanco por el efecto que la lejía ejerce sobre los cuerpos ya muertos y rojo por la sangre de las víctimas. Quien sea aficionado a este tipo de lecturas está de enhorabuena ya que la acción trepidante, los giros y sorpresas están servidos en cantidad.

Hablo de «Los buenos samaritanos» de Will Carver, editado por Destino. Ciento sesenta y cuatro capítulos, que funcionan a modo de flashes, nos van situando en medio de la descripción de unos hechos y de sus protagonistas que realmente enganchan , haciendo que la lectura resulte difícil de abandonar.

A modo de aviso, el tono es marcado desde el inicio cuando alguien narra los beneficios, y las contraindicaciones según el tipo de piel, de la lejía a la hora de limpiar y adecentar cadáveres. A continuación ya entramos en la presentación de la trama: un matrimonio Seath Beauman y su esposa Maeve, de ambos se nos describe sus relaciones laborales en diferentes oficinas, mas lo que es de mayor interés para el desarrollo de la historia es que el hombre padece de insomnio y mientras su esposa marcha al lecho, tras quedarse dormida habitualmente en el sofá en que se sienta para ver la televisión, él toma su particular lista de teléfonos para al azar marcar un número y cuando se le pide respuesta del otro lado del hilo, declarar «soy Seth. No puedo dormir. ¿Quieres hablar?», generalmente la cosa no funciona ya que quien es interrumpido en su descanso e intimidad de esta inesperada manera, responde con todo tipo de improperios de los cuales el menos agresivos es el vete a la mierda. En paralelo a esto se nos va dando a conocer la existencia de un programa radiofónico para almas solitarias o con problemas que responde al nombre de Buenos Samaritanos, conducido por Ant que trata de calmar el desasosiego de quienes acuden en busca de apoyo, conversación y consejo. Por otra parte, se da el caso de la aparición, en tiempos diferentes, de dos cadáveres de mujeres jóvenes, Daisy Pickersgill y Teresa Palmer cuyos cuerpos han sido hallados en el mismo lugar, un lago algo alejado de Londres, Waewickshire, coincidiendo en ambos caos que los cuerpos estaban envueltos en plásticos y que éstos habían sido limpiados con lejía y sus vaginas limpiadas de manera exhaustiva con algún cepillo de dientes. El detective sargento Pace anda loco tras la pista de lo que se supone , viendo la repetición de las circunstancias, es obra de un asesino en serie, que seguro, por otra, parte que no cesará en sus criminales fechorías.

En una de las llamadas aleatorias y nocturnas, la llamada de Seth es respondida por una muchacha, Hadley, que está hundida en un profundo estado depresivo, al sentirse sola, despreciada y teniendo la impresión de que es usada por los hombres que no le escuchan para ser abandonada como se arroja un kleenex; la muchacha está entusiasmada al ver que alguien le escucha, ya que Seth le deja contar, sus cuitas, a la vez que Seth se siente atraído por la sinceridad de la joven. Las llamadas comienzan a repetirse con regularidad, si se exceptúa alguna ocasión en la que Hadley sale de marcha con sus amigas , en una de estas salidas baila con un tal Charlie Sanders con quien acaba en la cama; según ella el disfrute fue grande, entre otras cosas, ya que era un varón bien dotado… el chasco llegó, no obstante, cuando el hombre nada más finalizar se levantó y se marchó sin más contemplaciones, ni explicaciones. Abandonada…Días después se entera por la prensa que tal caballero ha sido brutalmente agredido en plena calle.

Todo parece marchar sobre ruedas entre Seth que cada vez está más encandilado y la muchacha que comparte los mismos sentimientos, hasta el punto que más allá de la relación telefónica deciden encontrarse personalmente.

Si hasta entonces el libro va avanzando suministrando datos de cada uno de los hilos mentados, a partir de la mitad de la novela, los hilos comienzan a entrecruzarse de manera sorprendente y el giro de la historia da un vuelco total haciendo que nada es lo que parece y que lo que en principio parece ayuda y escucha al final deviene acoso y brutalidad, más cuando como en el billar se cruzan intereses y atractivos particulares en triángulo… Si hablo de un giro y un vuelco, la marcha de la novela no finaliza en este inesperado cambio inicial sino que inaugura una sucesión de sorpresas y giros, acompañados, esos sí, por sangre y lejía.

Una lectura en la que la ficción refleja ciertas realidades al límite que de vez en vez asoman en las truculentas y morbosas páginas de sucesos, y en la que el telón de fondo del poder de la televisión y de cierto tipo de programas (concursos e historias de crímenes, o similares) que abundan alimentando las pasiones tristes de los televidentes.