Category: IVÁN TURGUÉNEV


Por Iñaki Urdanibia.

Continuación del artículo anterior dedicado al escritor ruso, con especial atención, en el presente, en la génesis y desarrollo del nihilismo.

«Los nihilistas rechazaban y abandonaban, en nombre del progreso, todo lo que no podía ser justificado científicamente, como supersticiones, prejuicios y costumbres»

(Kropotkin)

Habitualmente se suele considerar al escritor, mencionado en especial su Padres e hijos, como quien bautizó el término de nihilismo; aunque en alguna ocasión el escritor llegó a arrogarse la paternidad del término, hubo otras ocasiones en las que admitió haber tomado un término que ya era utilizado en ciertos ambientes, quedando así la cosa en que realmente fue el propagador/promotor de tal concepto. Así las cosas, me voy a permitir esbozar algunos rastreos acerca de tal movimiento, en especial en el caso ruso.

No es raro asimilar, o al menos relacionar, el nihilismo con el ateísmo, el egoísmo, el solipsismo, el materialismo, el pesimismo… ya que si de la nada nada se puede decir – como argumentaba el otro -, los intentos de aproximarse al contenido de tal postura, presente por otra parte de muy diversas maneras y distintos ropajes, según los autores y los ámbitos del saber en que se muevan.

El término ya aparecía ocasionalmente en San Agustín y más tarde en los estudios de la teología alemana del XVIII; ejemplar en este orden de cosas es la carta que envió Jacobi a Fitche en 1799. Por la misma época se nombraba de tal modo a quienes no estaban «ni a favor ni en contra» (Anarchasis Cloots). En Rusia se utilizó inicialmente para referirse al movimiento de crítica literaria liberal (Belinski, Dobroliukov…), que se enfrentaba a las posturas almibaradas, anunciando el movimiento de emancipación intelectual que cobraba fuerza en la década de los cincuenta del XIX: librarse del romanticismo, del esteticismo, movilizando una visión científica del mundo con el fin de transformarse a sí mismo y el mundo social por el camino de la emancipación.

* * *

El siglo XIX en Rusia era puro fuego: ardía. En 1825 se dio la revuelta decembrista, que concitó la movilización de cientos de conjurados. No era algo nuevo en la medida en que anteriormente ya se habían producido revueltas campesinas como la de Pugachev de 1762 o las anteriores del bandolero cosaco Stenka Razin, en el siglo XVII… Significativa resulta, para ver cómo se las gastaban los sublevados contra el zarismo una canción anónima del XVIII

«¿Díme, díme, Pugatch…
realmente has colgado príncipes y nobles?
He colgado realmente tal tipo de gente seiscientos seis mil.
¡Y bendice a Dios de que no te haya encontrado!
Pues te habría dado una somanta,
Te habría puesto la corbata en el cuello
Por tus méritos, te habría colgado más alto»

El tal Pugatch (en ruso quiere decir espantar) era un bandido que encabezó la terrible revuelta cosaca de Yaik y que tras ser capturado, fue castigado a la rueda, tras haber impuesto el terror durante más de dos años…

Ya antes se habían dado escabechinas, provocadas por sectas apocalípticas que inspiraron, por ejemplo, a Tólstoi que habla de ellas en Resurrección.

Se ha hablado con frecuencia de la pasión rusa de destruir: el anarquismo desde luego fue un invento fundamentalmente ruso (Bakunin, Kropotkin, Tolstoi…), que eran en cierta medida herederos de la contrahistoria rusa (Stenka Razin…). El espíritu de este carácter nihilista y pandestructor del que hablaría Netchaiev, queda reflejado en estos versos , de 1923,de Maximiliano Volochine

¡Ábrete, abismo sangriento,
y en la plenitud del ser,
ante el pueblo, el mundo y las estrellas
que resplandezca tu justicia!

Basta para hacerse una idea de la irrespirable atmósfera de la época el alias que se empleaba con respecto al zar Nicolás: el verdugo, Palkin, el apaleador, y es que éste no se andaba con chiquitas y defendía su lema rector con uñas y dientes: ortodoxia, autocratismo y pueblo. En aquel ambiente, no obstante, o tal vez promovido por él, se dio el surgimiento de la intelligentsia, que se reunía en diferentes círculos, con luminarias como Belinski, Sokolovski o Satnlevich; mostraban una honda sensibilización con respecto a los problemas sociales, juzgando que la solución a éstos vendría dada por medio de la demolición de estructuras. Ya con anterioridad los liberales se habían interesado por los utopistas franceses (Fourier, Saint Simon, Cabet….), en busca de salidas a la nefasta situación del país. Entre los jóvenes urbanos este tipo de sentimientos les impulsaron a ir al pueblo populistas, narodnikis), idealizando el mundo campesino, eliminando de él el sello conformistas del eslavofismo, encarnado en la comuna rural y pensando que la federación de las mismas podrían dar lugar a un Estado más justo. En el exilio es en donde se respiraba la libertad, con una emigración intensa, con los de Herzen, y miembros de la aristocracia, huyendo de la asfixia rusa, a la que se fueron uniendo estudiantes, exiliados políticos, aventureros y agitadores de toda laya e ideología.

Fue a mediados del XIX cuando se origina en Rusia, y en los ambientes del exilio, una corriente que se va a conocer con el nombre de nihilista, mezcla de tendencias anarquizantes, que en algunos casos practicando el terror como el grupo Narodnaya Volya (la Voluntad del Pueblo) que llegó a atentar, causándole la muerte, contra el zar Alejandro II. De origen agrario, este movimiento populista entroncaba con la línea de los nihilistas como Nikolai Chernishevski y Nikola Dobrouliubov (que conciliaban en su entrono a poetas, gentes de sectas diversas, y cierto anarquismo cristiano-panteísta), influidos por las novelas de Ivan Turguénev, Dimitri Pisarev y Fiodor Dostoievski. Algunos estudiantes, cumpliendo el proyecto antes nombrado, iban al campo (narodnikis) con el fin de integrarse con el campesinado ya que en última instancia su esperanza se centraba en crear una comunidad agrícola, asentada en la idiosincracia rusa, como embrión de una organización común de la sociedad toda; se ha tener en cuenta que los mir eran comunidades en las que tanto el cultivo como los aperos eran compartidos entre todos los habitantes del lugar. Estos jóvenes también fueron conocidos como “populistas”. Se puede decir como anécdota como un hermano de Lenin (1870-1924), el mayor, Alexandr Uliánov (1866-1887) fue ejecutado, junto a otros, en 1887 tras haber lanzado varias bombas contra el carruaje que transportaba al zar Alejandro III (puede verse El hermano de Lenin de Philip Pomper). En esta obra se puede observar con amenidad la atmósfera de aquellos tiempos y se puede seguir la pista del hermano de Lenin que, coincidiendo con la muerte de su padre, se unió a la llamada Fracción Terrorista de la Voluntad del Pueblo, formada por algunos estudiantes y por varios jóvenes con antecedentes violentos, y participó en el golpe. No sólo eso, sino que Sahsa (con tal nombre era conocido) elaboró el programa ideológico que justificaba políticamente el atentado. Sasha creía que «el socialismo y el comportamiento ético tenían que ir de la mano con las ciencias naturales. Sacrificarse uno mismo por los campesinos rusos y los obreros de las factorías constituía una obligación natural de una persona desarrollada. Una vez el individuo conocía las leyes de la naturaleza y de la sociedad, tenía la obligación de obedecerlas. La teoría evolucionista podría conciliarse con el socialismo agrario y la ética kantiana. La elite científica comprendió no sólo la naturaleza del progreso, sino también los mejores medios de servirlo. Sasha decidió que un partido terrorista, la Voluntad del Pueblo, representaba la vanguardia de la lucha por el socialismo en Rusia, y que, en consecuencia, era ético ser terrorista, y así intentó explicárselo al tribunal que lo sentenció a muerte» (pp. 271-272).

El descontento se extendía entre las diferentes capas sociales: nobles, burgueses, comerciantes, curas y siervos. Los estudiantes convertidos en agitadores aumentaba bajo el estandarte de materialismo y justicia, y su acción en el campo se iba caldeando de manera creciente. A pesar de las dificultades que suponían, para al extensión de las ideas, la existencia de treinta idiomas, la presencia de algunos jóvenes cultivados, no pocos hijos de curas, facilitaba la tarea de ampliar la oposición al zar.

El gobierno no sabía cómo enfrentarse a aquella oleada que ampliaba su fuerza, y la represión zarista facilitaba que el caldo cultivo fuera siendo el propicio para reaccionar de manera violenta contra el zarismo reaccionario, y ya de paso contra todas las tradiciones religiosas, referidas a las costumbres, con unas claras tendencias deudoras del romanticismo, y así a mediados del XIX y años posteriores se dejaron oír con más fuerza las posturas rebeldes. En una sucinta cronología se pueden establecer tres fases: 1) aparición de la publicación Russkoe Slovo (1859-1862), bajo la dirección de Pisarev al cual, no está de más decirlo, le gustaba el personaje de la novela de Turguénev, Bazárov. Eran tiempos de grandes avances en el terreno de las ciencias naturales, y esto se palpaba en los ambientes cercanos a la revista; 2) entre 1863 y 1866, tras varios cierres y prohibiciones, la revista reaparece mostrándose sus miembros críticos con el dominio de Pisarev y sus encendidos elogios a Bazárov («el que haya mirado las cosas, aunque sea por unos pocos minutos con los ojos de Bazarov, resta nihilista para siempre»), ya que ellos juzgaban que el personaje turgueneviano era un ser sin sentimientos, ni emociones, lo cual hacía que no se le pudiera tomar como modelo de ninguna de las maneras; y 3) en medio de fogosos debates la revista puso fin a su andadura.

Este ambiente de rebelión social e ideológica que empapaba el tejido social, iba calando sobre componentes anárquicos y libertarios que anidaban en el seno de las capas populares, lo que iba provocando un vasto proceso de transformación, que plasmada como revuelta anti-metafísica y anti-romántica de los hijos contra los padres, es presentada en la novela de Turguénev, que jugó un indudable papel de cara a la extensión de tales ideas entre jóvenes escritores y / o pensadores.

Sin entrar en mayores profundidades sí que quisiera destacar algunos de los nombres/hombres que formaban parte de dicha atmósfera rebelde y que a la vez la inspiraron; ahí van en orden alfabético:

Bakunin, Mijaíl Aleksandrovich (1814- 1876). Abandona Rusia y los estudios militares (huella de su familia) para ir a Berlín, en 1840, a estudiar la filosofía de Hegel. Desencantado del maestro se dedica a la acción revolucionaria. Encuentro con Marx en París y dice que este engaña a los obreros al frenar la pasión por medio del dominio del cerebro. 1848 participa en la revolución en París y al año siguiente en la de Dresde; detenido y condenado a muerte… al final entregado a las autoridades rusas. Desterrado a Siberia en 1852 y se escapa en 1861 yéndose a Londres… colabora con los emigrados rusos y participa en la revista de Herzen. Obras fragmentarias, no elaboradas… sino flashes intuitivos y furias. Dios y el Estado (hay edición en el El Viejo Topo).

Chernichevski, Nikolai Sergueivich (1828-1889). Crítico y novelista ruso. Sucesor de Belinski como jefe de la intelligentsia radical rusa. Su actitud ante la literatura era rigurosamente utilitaria. Escribió prolíficamente sobre economía y política, así como sobre temas literarios. Sus ideas se encuentran en la curiosa novela ¿Qué hacer?, escrita en la cárcel en 1863 (al año siguiente fue desterrado a Siberia, donde transcurrió la mayor parte del resto de su vida). Esta novela era en parte una respuesta optimista a Padres e hijos; la novela a su vez movió a Dostoievski a escribir sobre el hombre del subsuelo, ataque contra el racionalismo afirmado por Chernishevski, en el retrato que éste hacía de una ciudad radiante cubierta de una cúpula de cristal (aires de familia se pudieron ver en Nosotros de Zamiatin), que dejaba ver la sombra de los falansterios fourieristas, en medio de un sueño utópico.

Herzen, Alexandr Ivanovich (Moscú, 1812-París, 1870). Estudios en la Universidad de Moscú, allá se siente atraído por las teorías socialistas de Saint-Simon. En 1834 es desterrado a diferentes localidades de distintas provincias, experiencia que le marcó al ver las difíciles condiciones de vida de los campesinos, amén de por la corrupción que campaba por sus respetos. De regreso a Moscú se convirtió, junto a Belinski, en uno de los occidentalizadores más destacados (frente a los eslavófilos), pensando que el modelo de Europa occidental era el único modo de salir del atraso. Escribe algunas obras críticas con respecto a la moral dominante.

En 1847 emigra a París y al año siguiente participa en los acontecimientos revolucionarios; el fracaso le hace dudar de su “occidentalismo”. La burguesía tenía la fuerza suficiente para echar por tierra cualquier intento revolucionario; esto le hizo pensar que era más fácil que la revolución avanzase en Rusia, ya que la clase dominante y el gobierno eran mucho más endebles. Mostraba un firme fe en la comuna campesina rusa, como modelo para el socialismo… por medio de ésta podría ahorrarse en Rusia el paso por el capitalismo… siendo posible así un “atajo” hacia el socialismo independientemente de la marcha que revistiese en Europa (postura que también pudo verse en algunos artículos de Marx).

De 1852 a 1864 vive en Londres, en donde su casa se convirtió en centro de reunión de los emigrados de todas las naciones. Organizó una imprenta rusa cuyas publicaciones (muy en concreto La campana) fueron vehículos para la expresión de sus opiniones, así como el foro para el comentario liberal de temas de actualidad. Circularon ampliamente por Rusia y colaboraron en la preparación de la opinión favorable para la emancipación de los siervos en 1861. Su ideario mantenía en alto la defensa de las libertades y la responsabilidad individual.

Con respecto al nihilismo, por una parte lo elogiaba: «El nihilismo es la lógica sin estrecheces, es la ciencia sin dogmas, es la incondicionada obediencia a la experiencia y la humilde aceptación de todas las consecuencias, cualesquiera sean, si brotan de la observación, si son requeridas por la razón. El nihilismo no transforma algo en nada, sino que desvela que la nada, cambiada por algo, es una ilusión óptica y que toda verdad, por mucho que contradiga representaciones fantásticas, es más sana que éstas y, en todo caso, obligatoria.

«Que este nombre sea apropiado o no, no importa. A él se nos ha habituado, es aceptado por amigos y por enemigos, ha terminado por llegar a ser una contraseña para la policía; se ha hecho delación, ofensa para unos, alabanza para los otros». Mientras que por otra, exponía sus pegas: «Naturalmente, si por nihilismo entendiésemos la creación invertida, es decir, la transformación de los hechos y de las ideas en nada, en estéril escepticismo, en altanero “estar con los brazos cruzados”, en desesperación que conduce a la inacción, entonces los verdaderos nihilistas estaremos incluidos en esta definición menos que nadie, y uno de los nihilistas más grande será I. Turguéniev, que ha lanzado contra aquellos la primera piedra, y quizás también su filósofo predilecto, Schopenhauer[…]. Cuando Bakunin desenmascaraba a los profesores berlineses y a los revolucionarios parisinos de 1848, acusando a los primeros de timidez, y a los segundos de conservadurismo, era un perfecto nihilista […]. Cuando los petrasevcy iban a los trabajos forzados porque “querían abatir todas las leyes humanas y divinas, y destruir las bases de la sociedad! […] eran nihilistas»

Kropotkin, Pietr Alekseiévich, príncipe (1824-1921). Destacado geógrafo y anarquista; a las teorías de Darwin opina que la evolución no se había dado solamente en un proceso de lucha por la supervivencia sino también de ayuda mutua o solidaridad. Se despega de los ambientes aristocráticos y zaristas y se enrola en un regimiento de caballería cosaca… la experiencia el sirve para realizar un profundo estudio de campo… Su estancia en Suiza y su conocimiento de Bakunin y de los relojeros del Jura le convierten al anarquismo. De vuelta en Rusia es detenido… se escapa a Suiza, donde residió hasta ser expulsado a raíz del asesinato del zar Alejandro II… Prisión Puede verse sus Memorias de un revolucionario, publicado en Edhasa, con un jugoso prólogo de Miguel Morey.

Netchaiev, Serguei (1847-1882). Sobre él corrieron mi historias: Mistificador, criminal, estafador, pretendidamente anarquista, descrito por Dostoievski en Los poseídos, bajo los trazos de Verkhovenski…. Desautorizado por la I Internacional en 1871. Funda en Rusia la sociedad secreta Venganza del pueblo. Autoproclamándose delegado de un movimiento revolucionario ruso, llega a Ginebra y se instala en casa de Bakunin. Ambos publican anónimamente Catecismo del revolucionario (1869): todo por la revolución, no importa ni la familia, ni los amigos, ni… y queda netamente expuesto que el fin justifica los medios, y que para construir primero se ha de destruir; la destrucción como motor de todo cambio que se precie. Todo el mundo, llegado un momento, desconfiaba de él y sintiéndose aprovechado, Bakunin rompe con él en 1870. Arrestado en Zurich en 1872, extraditado y juzgado en Moscú en 1873, muere en la fortaleza Pedro y Pablo de escorbuto. Lugar del que decía se había escapado (cosa imposible para quienes conocían la prisión), hubo asuntos turbios como el relacionado con Ivanov, que levantaba las sospechas de haber sido un delator, hubo algunas presuntas falsedades acerca de la traducción de El Capital, arrogándose autoría que no le correspondían, recurría a las amenazas y a frecuentes chantajes con tal de hacerse con fortunas ajenas, chivateos, robo de papeles comprometidos, por ejemplo a Bakunin, usando tales como amenaza posible ante la policía, etc., etc., etc.

Pisarev, Dimitri Ivanovich (1840 – 1868). Admirador de Rousseau y Fourier… fue tal ver la personalidad e más influyente entre los jóvenes… Autor de artículos científicos relacionados con los temas históricos y políticos, fue detenido por un artículo revolucionario durante una redada de la policía contra una imprenta clandestina en 1862. En la cárcel escribió unos famosos estudios sobre los realistas, sobre el positivista Auguste Comte, Puskin y Belinski. Después de su liberación (1866) siguió escribiendo artículos radicales sobre el orden social y la necesidad de una reforma utilitaria. Estuvo influido por Chernishevski y Herzen, y había leído a Saint-Simon, Owen y otros socialistas europeos.

Decía la mujer de Lenin, Krupskaia, que «todos eran hijos de Pisarev, empezando por Lenin».

La vida de algunos de ellos y sus relaciones, entre ellos, dan para una verdadera novela de aventuras e intrigas; ahí está por ejemplo un libro estupendo, Los exiliados románticos (Anagrama) cuyo autor, E.H. Carr, quien por cierto tiene igualmente una exhaustiva biografía de Bakunin, editada por Grijalbo. Igualmente son fuente literaria de información algunas novelas ya nombradas de Fiodor Dostoievski, de la matemática Sofia Kovalevskaia y su novela esencial – editada en su momento por la viguesa Maldoror: Una nihilista, y por supuesto, la novela comentada de Ivan Turguénev.

Por Iñaki Urdanibia.

Ahora se van a cumplir doscientos años del fallecimiento del gran escritor ruso.

Quien sin lugar a dudas fue el más europeo de los escritores rusos del XIX, dejó escritas algunas obras que han pasado a la posteridad como entre las más destacadas de la literatura europea y, por extensión, universal. A pesar del ranking establecido por Vladimir Nabokov, en Rusia quizá sea Turguénev el más leído, por su prosa amable y su rápido estilo narrativo, antes que Dostoievski y Tolstoi quizá debido a que estos últimos se meten en mayores brumas, exigiendo algunas elucubraciones metafísicas; mas no sería justo pensar que el narrador del que hablamos se mantuviese ajeno a la situación en que vivía la sociedad de la época; es decir, que la agradable lectura no se refiere de ninguna de las maneras a la utilización de una linda prosa, que también, sino a que sus escritos desvelan todos los misterios de la evolución de la literatura, la historia y la sociedad rusas de su época, y hasta en algunas de sus obras asoman algunas expresiones que promovió, y de las que habitualmente se le considera responsable del bautismo: nihilistas, hombres superfluos…

Nacido en una familia de terratenientes, su padre falleció cuando él tenía la edad de dieciséis años, quedándose huérfano, junto a su hermano, a cargo de una madre realmente dominante; este carácter que en la práctica rozaba el maltrato hizo que desde la adolescencia el futuro escritor pensase en huir del domicilio familiar. Así, tras sus estudios en Moscú y san Petersburgo, fue enviado a estudiar a Alemania contra los iniciales deseos del interesado, ya que su madre temía como al diablo las posibles influencias francesas. Ya en Berlín se inició en la filosofía hegeliana, en la ciudad nombrada y en Heildelberg, y a partir de entonces la frecuentación de centros de arte, ambientes culturales, y también de diversión, fue dedicación habitual en él, por distintos países: Alemania, Francia e Italia.

Ya de vuelta a sus país sus posiciones eran abiertamente europeístas, frente a las corrientes eslavófilas (esto era lo que le hiciese tener sus más y sus menos con Tolstói y Dostoievski, y mantener una defensa cerrada de su amigo en letras Gustave Flaubert), aires que abundaban en su tierra; él era de la opinión de que Rusia saldría adelante siguiendo las pautas del modelo europeo, único modo de superar el atraso del país, como quedaba reflejado de manera paradigmática en la persistencia del régimen de servidumbre al que se opuso abiertamente. De todos modos su vida se desarrollaba más en Alemania o Francia que en Rusia. En el segundo de los países nombrados, en donde estaba afincado, falleció en las cercanías de París.

Su primer éxito fue su Memorias de un cazador que según se dice influyó seriamente para que el zar se decidiese a decretar el fin de la servidumbre, si bien parece que la cosa tardó una veintena de años, creo recordar; sea como sea, alguna llamada al orden por parte de la Ojrana (la temida policía zarista) se produjo coincidiendo con un discurso fúnebre a Gógol, con ocasión de la muerte del escritor; pensaba Turguènev, no obstante, que el verdadero motivo de los incordios policiales venían provocados por la obra recién mentada, que dejaba ver los aires de denuncia, pintura que no gustaba ya que en vez de dedicarse e los elogios y bondades del país, con tonos bucólicos y pastoriles. La recopilación de cuentos que vio la luz en 1947, y que tomó como título el de uno de ellos, era una pormenorizada visita al campo ruso, en la que describía los diferentes estratos de la población campesina, desde los más pobres a los terratenientes, con unas alusiones no veladas en contra del caduco e injusto régimen de servidumbre. Sí que es cierto que los tonos elogiosos del discurso nombrado provocaron enojo, y la tenacidad del escritor que a pesar del disgusto mostrado por la judicatura, decidió publicarlo, costándole tal decisión un mes de prisión y un destierro de su provincia de origen durante dos años.

A mediados de siglo la situación de Rusia fue tornándose irrespirable, bajo el mandato del inflexible zar Nicolás, dándose abundantes detenciones y prohibiciones de obras de distintos escritores, lo que provocó la huida de algunos de ellos al exilio; fue el caso de Turgénev.

Su segunda obra, una novela corta, que gozó de amplio éxito fue Diario de un hombre superfluo (1850) en la que se retrataba a un personaje, aristócrata, que aun viendo las cosas claras con respecto a las injusticias que dominaban en el país, permanecía pasivo, en un chapoteo continuo en el nihilismo; retomaba la figura ya asentada anteriormente en la literatura rusa, si bien fue él quien a partir de esta obra extendió la leyenda, lo mismo que sucedería con el término nihilista en su novela, de 1862, más célebre Padres e hijos.

A pesar del carácter dominante de su madre, ello no le provocó forma alguna de misoginia – algunos sostienen que la relación problemática con las mujeres que tuvo el escritor se debe a esa huella materna -, al menos en el retrato de sus personajes femeninos, que por lo general son tratados con un claro cariño.

Lo que es obvio en sus obras es que el escritor conocía el suelo que pisaba, y lo pisaba con fuerza, mostrando en sus textos los asuntos más problemáticos de su época (liberación de los siervos, el respeto a las mujeres…) para ello, iba por los pueblos y trataba de establecer relaciones con los campesinos con el fin de recopilar materia prima para sus obras… ello hace que sus obras se conviertan, en cierto sentido, en un muestrarios de distintos prototipos (nobles, mujiks, nihilistas, eslavófilos, occidentalistas… hombres superfluos), resultando algunos de los retratos cercanos, o al menos aproximados aires de familia, al personaje de Melville, el escribiente Bartebly, … personajes que ante el poder autocrático en vez de convertirse en posibles, casi seguros, mártires, o adaptarse al sistema, poniéndose a su fiel servicio, optaba por no hace… en el caso de los personajes turguenevianos más por el lado de il dolce far niente que por preferir no o cualquier otra forma de resistencia.

Pueden, y hasta deben, añadirse algunos avatares existenciales que completan el retrato del escritor: por una parte, algunas amistades peligrosas con las que se codeó en el exilio: así llegó a mantener una estrecha relación, que fue más allá de las meras palabras, en el terreno amoroso, con una hermana de Bakunin. Como ya ha quedado señalado, pasó más tiempo fuera de su país que dentro, fundamentalmente debido a sus amoríos con la Paulina García (Virardot) en una especie de llamativo ménage à trois.

No carece tampoco de importancia, sus balanceos ideológicos, con el propósito de desmarcarse de las reprimendas de las autoridades zaristas; y en este orden de cosas cobra especial pertinencia su deportación de su pueblo natal, que hizo que profundizase en el conocimiento del mundo rural, lo que le condujo a recopilar más datos de cara a sus futuras obras.

Como queda dicho su novela más célebre es Padres e hijos (1962), y ella es nombrada siempre que se habla del nihilismo, ya que efectivamente en ella aparece el término y su expresión personificada en Bazarov. La novela está dedicada a Belinski (1811- 1848), que era el más respetado y afamado crítico literario y filósofo de aquellos años; expulsado de la docencia universitaria debido a que reclamó la emancipación de los siervos. Dio un paso desde el hegelianismo a la defensa del socialismo, convirtiéndose en la figura más destacada de la occidentalización. Este crítico se habían pronunciado elogiosamente con respecto a las primeras publicaciones de Turguénev.

Si antes hablaba del tormento que supuso la madre para los hijos, y también para el marido que se encerraba en sus cosas para evitar el continuo atosigamiento, ello no queda reflejado en las mujeres que aparecen en el libro. A las que se divide entre las de la anterior generación , que obviamente mantienen posturas tradicionales, y las modernas que destacan por su liberalismo, y su interés en relación al sabre y a los asuntos sociales.

Vaya por delante igualmente que nadie ha de pensar que va a hallarse ante una definición estructurada de los nihilistas, y ellos porque por una parte se trata como queda claro, de una novela, por otra, que no estamos ante un predicador (el escritor podía entonar aquella canción de Francesc Pi de la Serra: no sóc predicador malgrat la meva barba), y por último, ya que su retrato está realizado des de una óptica no favorable a las posturas nihilistas.

El escenario es el que da fe del antagonismo entre liberales y demócratas – unos más reformistas, los otros más rupturistas, digamos -, aristócratas y nihilistas, eslavófilos y occidentalistas, como en una comparación entre los personajes de Hamlet y el Quijote. El protagonista no procede de la nobleza ye tenía la pretensión de ver reflejado en su persona la radical antítesis de todo lo ideal. Bazarov es botánico, médico, prendado del positivismo, un científico radical, muestra un abierto rechazo con respecto a la familia, la religión, el arte, el reformismo y el amor. Se erige en abanderado de la destrucción pura, y se siente fracasado pues camina hacia la muerte. Ante tal vacío, su mirada se dirige hacia la revolución fourierista. El personaje representa las aspiraciones del movimiento revolucionario ruso. Los jóvenes nihilistas, como él, ya no quieren esperar más, y se lanzan hacia la acción, acercándose al pueblo.

Con una pretendida imparcialidad, solamente permitida en aquella Rusia por la múltiples mirada del escritor, Turguénev nos acerca al germen de la fuerza que sumergiría a la viaje Rusia en la nada. Así, Padres e hijos se convierte en una mirada anticipadora y sensible sobre los comienzos de la revolución rusa. La mirada, no obstante y como ya queda dicho, es abiertamente escorada, ya que trata de afear a teoría y la conducta de los nihilistas, posicionándose del lado de los liberales reformadores frente a los demócratas revolucionarios.

No se ha de obviar, el aspecto ya subrayado desde el propio título, que la pretensión es incidir en paralelo en el conflicto generacional (posición conservadora versus nihilista): los padres (hermanos Pavel y Nicolai Petrovich), defensores del orden establecido y respetuosos con las formas de pensar y obrar tradicionales; los hijos (Arcadi, hijo de Pavel, y su amigo Basarov); este último, joven universitario y estudiante de medicina (como su progenitor que había sido médico militar) se proclaman defensores de las ideas nihilistas y anarquistas en boga en los ambientes filosóficos y culturales de Occidente, quienes con actitud crítica tratan de implantar un nuevo orden social más libre y progresista. Asoma cierta Reductio ab absurdum por parte de Pavel Petrovich (tío de Arcadi) ya que trata de demostrar que las consecuencias del nihilismo son nefastas, que en cierta medida subraya las contradicciones e incoherencias: expresadas en el enamoramiento, las tendencias empiristas y cientifistas… llegando hasta la muerte debido a un contagio a causa de no tomar las debidas precauciones.

Resulta de ese modo, una singular imagen del nihilista, que mantiene una fe inquebrantable en un positivismo férreo, en una ciega fe en la ciencia, combinados con cierto escepticismo y con sobradas dosis de cinismo, que quedan resaltadas en su absoluta falta de respeto hacia las costumbres y hábitos sociales, como reflejo de la odiada autoridad… y en medio de las contradicciones nombradas vemos al nihilista que no cree en nada, que no acata ninguna forma de autoridad, careciendo de fe en cualquier tipo de principios y que a todo aplica su punto de vista crítico.

Memorias literarias y de vida

«Como punto de partida para la figura principal, Bazarov, tomé la personalidad, que me había impresionado, de un joven médico de provincia, que murió poco antes de 1860. En este hombre singular se compendiaba, a mis ojos, aquel conjunto de principios que recibió después el nombre de nihilismo». [Quizá la inspiración además de la nombrada, pueda basarse más en Pisarev que en Bakunin o Netchaiev, que eran, como más comprometidos y en el caso del segundo, más tramposo y turbio en sus comportamientos mentirosos.]

«No me extenderé acerca de la impresión que produjo este relato; diré solamente que, cuando volví a Petersburgo, en el mismo día del famoso incendio del Aparksinski Dvor [los edificios del gran mercado de la ciudad], la palabra “nihilista” estaba ya en millares de bocas, y la primera exclamación que oí de los labios del primer conocido con el que me topé cerca de la Neva [la avenida principal de la ciudad] fue: “¡Mirad lo que hacen vuestros nihilistas! ¡Queman Petersburgo!».

[La interpretación se le escapó al autor ya que su visión crítica y escorada no fue entendida así por los lectores que lo interpretaron de manera más radical que él mismo… y sí queda expresado en esta cita de una carta de una lectora que parece dio en el blanco: «Ni padres ni hijos, me dijo una graciosa señora, después de haber leído mi libro. Éste es el verdadero título de vuestro relato; y vos mismo sois un nihilista»].

«De la palabra creada por mí: “nihilista”, se han valido después muchos otros, que no esperaban más que la ocasión, el pretexto para detener el movimiento por el cual era arrastrada la sociedad rusa. No en el sentido de un reproche, no por un propósito de mortificación utilicé aquella palabra, sino como expresión precisa y exacta de un hecho real, histórico; ella fue transformada en un instrumento de delación, de condena inapelable, casi en una marca de infamia».