mti4odm2mjc4mzk2ndi1ndkw-1

Por Iñaki Urdanibia.

Acercamiento a la vida de la escritora y su obra. Varios son los problemas que surgen, nolis velis, a la hora de referirse a la escritora norteamericana, , ya que hay algunos aspectos de su existencia que marcan su recepción, y que resultan ineludibles teniendo en cuenta el tono transparentemente autobiográfico de su, única, novela y de no pocos de sus poemas. Sylvia Plath (1932-1963) pertenece al conjunto de las escritoras (y los escritores) que sin ser apenas leídas, son conocidas por algunas anécdotas vitales, del mismo modo que hay un conjunto de «locos egregios» (Artaud, Nerval…) o borrachos empedernidos (Bukowski, Hemingway o Löwry, por no abundar) que la gente les encasilla y los coloca en una peña, más allá de lo literario; en el caso de Plath es claro que todo el mundo, aunque no sea lector ni interesado especialmente por lo literario, y menos por el género poético, conoce el final de la escritora y el horno de marras (significativo en este orden de cosas es el retrato que de ella se hizo para ilustrar el «Diccionario de Literatura para esnobs» de Fabrice Gaignault, editado por Impedimenta en 2011, en la que se veía a la escritora con un delantal y preparando una bandeja para introducirla en el horno. Entra así la escrito en el club de suicidados junto a Séneca, Gérad de Nerval, Heinricho von Kleist, Akutagawa, Yukio Mishima, Kawabata, Crevel, Malcom Löwry, Virginia Woolf, Marina Tsvetaieva, Stean Zweg, Walter Benjamin, Ernst Hemingway, Cesare Pavese, Henri de Montherlant, Paul Celan, Anne Sexton, Pizarnik, George Trakl o Romain Gary. Había dejado escrito en un poema: «morir es un arte, como todo»

Ligado con lo anterior, asoma de inmediato el afán de diagnosticar la enfermedad mental de la escritora y los motivos que le empujaron a poner fin a su vida; en cuanto a lo primero se habla generalmente de depresión con brotes maníacos, si bien los altibajos patentes en su vida (se puede constatar en las biografías sobre ella y en sus propios diarios y cartas), pueden dar pistas para hablar de un trastorno bipolar (manera en que hoy se nombra lo que antes, en su tiempo, se denominaba como “ tendencias maníaco-depresivas” ), decía la poeta: « si la neurosis es querer dos cosas a la vez y al mismo tiempo, entonces soy infernalmente neurótica. Siempre , y por el resto de mis días volaré a ramalazos, y en sucesivos tanteos, y hacia adelante entre una cosa y la otra »; en lo referente a lo segundo, los motivos: hay disparidad de opiniones, desde quienes buscan los orígenes en la temprana muerte de su padre -cuando ella tenía ocho años- , a la infidelidad de su marido, pasando por la tensión continua entre su deseo de ser madre y la conciencia de la dificultad que ello supondría para escribir, que era su deseo fundamental; para otros intérpretes, la causa de su suicidio iba unido a la insatisfacción con respecto a la acogida de sus libros, que no obtenían el éxito que ella deseaba y que creían merecer. Ella misma hablaba de sí como una “ joven fragmentaria” (a fragmentary girl), y en ese mundo fragmentado no se podía contar, ni apoyarse en, punto fijo alguno, ni en Dios, ni sobre el cielo que está vacío, ni en los psiquiatras, ni sobre las emociones que no hacen más que sumergir la vida, ni sobre las angustias de la escritura…todo patina, todo se desliza.

Otra cuestión inevitable es que Sylvia Plath se convirtió en la mujer de un gran poeta, Ted Hughes, quedando así marginada su obra con respecto a la de su marido, además de pasar a ser una ama de casa y madre de su dos hijos, para que su esposo tuviese tiempo para escribir, para conferenciar y para todo lo demás. Resulta destacable en este orden de cosas – y no es el único caso en la historia de la literatura y de todo lo demás en que las mujeres juegan el rol, a lo más, de inspiradoras musas- el papel de segundona, de subordinada con el que pasó a ser considerada; se pregunta no sin razón Laura Freixas «¿ Cuántas otras Plath, nos preguntábamos tras leer el libro anterior de Malcom, La mujer en silencio, sobre la pareja Sylvia Plath-Ted Hughes ( Gedisa), sucumbieron al conflicto interno entre ser musa del genio o reivindicar la genialidad para sí mismas ?…» ( « El silencio de las madres. Y otras reflexiones sobre las mujeres en la cultura » Aresta Mujeres, 2015). Significativa es la ausencia de la escritora en algunos manuales especializados o su aparición como “mujer de”; en otras ocasiones se pasa sobre ella con patitas de paloma -por no decir de gorrión que es más ligero- así el autor de cánones, Harold Bloom en su « Poemas y poetas. El canon de la poesía » (Páginas de espuma, 2015) solo la nombra de pasada , en la página 520, asociándola al nombre de Anne Sexton; también es verdad que al “gran poeta y esposo de” no le nombra más que un par de veces (pp. 601 y 608), diciendo, eso sí, al menos alguna cosilla sobre la temática de sus versos. No mucha mejor suerte corre en el « Diccionario de literatura. 1. Literaturas anglosajonas » (Penguin / Alianza, 1979) en cuya página 637, en la entrada dedicada a la escritora , además de otras informaciones, se afirma de ella que fue « uno de los poetas americanos más intensos de las últimas generaciones» (conste que el artículo masculino no es mío); al « esposo de la famosa poetisa norteamericana Sylvia Plath», todo hay que decirlo, le dedica una atención, y espacio, similar. En el décimo volumen la « Historia de la literatura universal» ( Planeta, 1986) de Martín de Riquer y José María Valverde, en el espacio dedicado a Ted Hughes se dice que « se unió en matrimonio con la poetisa norteamericana Sylvia Plath» ( página 13); sesenta páginas más adelante se puede leer y me permito citar in extenso: « Dos poetisas suicidas, y en diverso grado y modo de patología mental [se refiere a Anne Sexton y a Sylvia Plath] …ésta en la colección poética que publicó en vida, El coloso (The colossus, 1962), y en las póstumas – Ariel y otras- , así como en su novela autobiográfica , La campana de cristal –como se ha traducido The bell jar (1963) -, nos echa encima una agitación y una angustia que no remedió su matrimonio con el poeta inglés Ted Hughes, y en que emergen restos de un trágico legado paterno – en escapatoria del peligro nazi – …» (angelical resulta la expresión que señala que el matrimonio “no remedió su angustia”…cuando de hecho no hizo sino incrementarla, y conste que no es por afán de señalar a Hughes como absoluto culpable, sino simplemente por constatar un hecho; lo del padre escapando del peligro nazi…un poco traído por los pelos). No entraré a saco, cosa bastante habitual en la visión consolidada del asunto , en el papel nefasto jugado por Hughes que anulaba la creatividad de su mujer al proponerle listas sobre los temas sobre los que debía escribir; con respecto a las purgas a que sometió sus diarios y también sus libros de poemas a los que cambió el orden, suprimiendo algunos poemas, tras la muerte de su mujer, habría bastante que hablar: para unos un censor inmisericorde para ocultar cualquier aspecto que pudiese empañar su figura (la suya, la de Hughes); según él , tanto los recortes de los diarios , como la destrucción del último cuaderno lo hizo ya que « no quería que sus hijos los leyesen; Consideraba entonces que el olvido resultaba esencial para sobrevivir». De parecida opinión era la madre de la poeta que trataba por todos los medios de impedir la publicación de algunos materiales de su hija. Añadía el viudo – que años después escribiría unos conmovedores poemas dedicados a su mujer – que había impedido, destruyéndolos, otros materiales para evitar daños a las personas a las que se aludía, ya que «Plath tenía una lengua afilada y una tendencia a aplicarla a todo el mundo»…también alegaba que algunas escenas eran de un erotismo excesivo y otras referidas a la madre de la escritora, en los momentos en que estaba en tratamiento psicoterapéutico, resultaban realmente crueles; una reciente muestra de esta descalificadora furia se podía leer en El Cultural del 23 de diciembre del año pasado, allá se leía: «Qué ironía. Qué risa saber que la peor viuda literaria de la historia fue la que por una lado mintió, machacó y asfixió a su cónyuge, y la que por otro se ocupó de construir cuidadosamente la heroicidad y la literatura de su pareja fallecida» (“ la peor viuda “ era – según la autora del artículo, Luna Miguel- Ted Hughes); la furia contra Hughes llega a tal punto que periódicamente de la lápida de Silvia Plath se intenta hacer desaparecer el apellido de él . En esta vena , centrada en despellejar a Hughes, hay quienes sacan a relucir, como supuesto argumento de peso, que Assia, la mujer con la que fue infiel a Sylvia también se suicidó con su hija recurriendo al gas, aunque, no sé… y –añadiré en este sentido, quizá a contrario – que el hijo de los dos, Nicolás, también lo hizo -cómo no- abriendo el gas… un affaire â suivre, que dirían los franceses.

En fin, si se admite lo anterior – que no hay otra que hacerlo – , esto ha originado una leyenda sobre ella y sus relaciones con Ted Hughes, como en botica hay explicaciones para todos los gustos: para unos las relación fue fructífera para ambos -como la pareja afirmó en más de una ocasión- para otros , ella fue un ser sometido al mando de un falócrata, que se sirvió de ella ( entre otras cosas para acceder al mercado editorial estadounidense) para luego dejarla tirada. De su poesía también se ha opinado de variadas maneras: para unos “confesionalista” (junto a los Robert Lowell y otros por la senda abierta por Walt Whitmann y Dylan Thomas), hablando desde un ensimismado yo; para otros representante de una “poesía existencial “ que únicamente se centraba en poetizar sus cuitas personales, o para los de más allá una “visionaria”…de todo ello hay en sus versos, si bien sería injusto ignorar que sus poemas , en no pocas ocasiones, parten de lo particular para ampliarse a lo universal, pringándose con la historia pasada que de un modo u otro marcaba su presente, y que había dejado sus huellas en su familia. Para complicar más las cosas, ahí está –como antes he apuntado – su “locura”, su “ histeria “ o su “neurosis” que para muchos supone un fardo que anula de cualquier valor a su obra, ya que donde la lógica (?) se reblandece difícil es la aprehensión de un mínimo sentido. Acerca de los orígenes de sus males, antes me he referido a algunos de ellos, unos mantendrían que desde la muerte de su padre no levantó cabeza, cuando basta con leer cualquier biografía de ella, para ver que amaba la vida- a pesar de su altibajos- que no cesaba de escribir y de enviar sus escritos a diferentes revistas logrando en ocasiones ver sus poemas publicados y que continuamente proyectaba y planificaba su futuro como escritora; si en sus textos a veces aparece la muerte, y hasta ensoñaciones suicidas, lo dominante son las ansias de vivir. Hay otros, más tajantes, que ven el final desgraciado de su vida como el motivo principal de su éxito…¡vaya por dios! ¿ Será aquello de no hay bien que por mal no venga? Cualquier puede saber que en vida sus poemas se publicaban en muchas de las revistas punteras del género, siendo incluida junto a nada menos que a Emily Dickinson como una de las grandes poetas de su época y de lengua inglesa. Un texto del que hablaré a continuación, de Xoán Abeleira concluye con la siguiente frase que no me resisto a transcribir: «Plath, como Trakl o Pizarnik, no debe, no, su fama al hecho de haberse quitado la vida sino a que en su obra “ los acontecimientos están absorbidos, transfigurados por la función universalizadora del mito”, y a que fue “ una poeta cuya imaginación , inteligencia, lenguaje, oficio y apertura al inconsciente alcanzaron un extraordinario grado de desarrollo” . Virtudes que tan sólo se pueden hallar en los y las grandes creadores /as.» [los entrecomillados que van dentro de las comillas pertenecen a una estudiosa de la obra plathiana, Judith Kroll].

En lo que antecede puede verse que siempre que se nombra a la escritora, su nombre es acompañado de su condición de poeta , y es que realmente fue en el género en el que destacó de manera especial, ya que solamente escribió una novela (comenzó un par de ellas más que no se publicaron y desaparecieron) que es la que hemos leído. Su « Poesía completa » fue publicada en 2008 por Bartebly Editores; en la nota del traductor Xoán Abeleira éste afirma que « su obra está muy por encima de su mito, y que su muerte supuso una pérdida inmensa para los amantes de la Poesía con mayúsculas. Así de claro». Es de justicia subrayar el hecho de que si su vida hubiese durado más tiempo su creación hubiese aumentado , además de que habría alcanzado mayor grado de madurez, ya que como ella misma señalaba y se puede ver en los poemas de sus dos últimos años estaba hallando un tono propio más personal y más logrado en lo poético. Es de destacar que insólitamente -y lo digo ya que casi nunca se concede tal galardón a título póstumo- en 1982 se concedió el premio Pulitzer de poesía al libro Poesías completas de la autora, casi veinte años después de su muerte.

Nadie podrá negar que sus versos son versos del dolor y que en ellos irrumpen, en ocasiones, su obsesión por la muerte; dicho lo cual, su poesía es mucho más como que dicho y confirma la opinión de George Steiner, quien en su Morir es un arte, incluido en su «Lenguaje y silencio. Ensayos sobre la literatura, el lenguaje y lo inhumano» (Gedisa, 1982; pp. 288-298) subraya el dolor que expresan, con una sinceridad ejemplar, los veros, al tiempo que muestra, con referencias concretas, algunas de los poemas en los que la voz de Sylvia Plath dan sobrada prueba de una «nueva franqueza de las mujeres respecto de las heridas y cicatrices específicas de su armazón neurofisiológico es vital en la poesía de Sylvia Plath, tanto como en los opúsculos de Simone de Beauvoir… Las mujeres toma la palabra como nunca ocurriera anteriormente». Amplía Steiner aún más la garra de los poemas plathianos al dejar constancia de su «comunión total con torturados y masacrados», lo que hace que sus versos contrarresten la tendencia a olvidar los nombres de ignominia (Dachau, Auschwitz…)… lo que le hace afirmar que la escritora «consigue lo clásico de la generalización traduciendo una herida privada, obviamente intolerable, a un código de estatuto minucioso, de imágenes instantáneamente públicas, que a todos concierne. Es el Guernica de la poesía moderna. Y es tan histriónico y en cierta medida, «amanerado», como lo es el alarido de Picasso». No está de más señalar que la autora subrayada su implicación con la historia, y la denuncia de las tropelías que se habían cometido, muy en concreto, en el siglo que le tocó vivir; así sus referencia a los campos de la muerte nazis, se enlaza contra el uso de la energía atómica, resonando el nombre de Hiroshima y Nagasaki, del mismo modo que criticó en repetidas ocasiones el intervencionismo de su país, en especial en el terreno militar con el apoyo pleno empresarial, etc. «los temas de los mejores poemas han de ser reales, basarse en emociones auténticas, y a la vez ser relevantes, relevante para las cuestiones más amplias, asuntos más importantes como Hiroshima y Dachau y todo lo demás… soy una persona bastante politizada». No sería difícil abundar en el tema, recurriendo a algunas declaraciones de la escritora que mantenía en una carta a su madre: «he empezado a preguntarme si tendrá algún sentido intentar criar hijos en un mundo tan demente y suicida – eran los tiempos de la crisis de los misiles en Cuba y de las amenazas de Kennedy hacia la URSS -. Lo triste es que el poder de destrucción es real y universal».

Su vida en flashes

De cara a acercarse a la vida de la escritora, pueden consultarse un par de libros sobre la vida de la poeta: Linda W. Wagner-Martin, «Sylvia Plath» ( Circe, 1989); Gwenaëlle Aubry, «Lazare mon amour» ( L´Iconoclaste, 2016). El primero es un detallado seguimiento de la vida de la escritora, si bien se echa en falta mayor detenimiento en el análisis de sus escritos. La segunda, en su belleza, resulta un homenaje y una somera introducción, en especial para quienes no conozcan ni la vida de la escritora ni sus obras.

En su infancia, de 1932 a 1942, hubo dos hechos que marcaron su existencia: por una parte, la muerte de su padre, Otto Plath, en 1940 («no hablaré más a Dios», dijo la niña). Su padre, era un entomólogo de origen germano-polaco y profesor universitario de biología, y autor de varias obras de biología, zoología, etc.; su madre, Aurelia Schober, bostoniana de origen austriaco que se casó con Otto Plath cuando este era su profesor. Por otra parte, dos años después, el traslado de la familia de Winthrop, en la costa de Massachussets, a Wellesley, en el interior . La presencia del mar siempre aparecerá ligada , en sus escritos, a los recuerdos de infancia; la presencia de su padre tampoco se oculta en sus escritos, siendo retratado en algunas ocasiones como un verdadero dictador, al que más adelante uniría la figura de su marido como continuación del dominio e imposición masculina sobre las mujeres; ambos son pintados como “nazis” frente a las mujeres que son los “judíos”. Ya en esta época eran frecuentes su envío de poemas a diferentes revistas, poemas escritos «sobre lo que veo y oigo en las noches cálidas de verano».

En lo que hace a sus años de formación, tras cursar los estudios secundarios, comenzó sus estudios universitarios en 1950. Fueron los años en Smith College, en Northampton, la primera ocasión en la que Sylvia Plath se separó de su madre, con la que a partir de entonces mantuvo una continua correspondencia que no cesó más que con ocasión de su muerte (« Cartas a mi madre ». Grijalbo, 1989); en dicha correspondencia , junto a momentos tensos con respecto a su madre, lo que domina es el empeño por contentar a su exigente madre, pintándole unas situaciones exitosas en las antípodas de la realidad que vivía realmente, siempre buscando el reconocimiento de su sensata , comprensiva y ordenada madre; siempre detallando sus planes, sus estrictos horarios, la organización estricta de sus gastos, y los planes de escribir, en una afán por mostrar un continuo camino de perfección (« el no ser perfecta me hiere» se lee en su Diario en 1957) por parte de esa chica que quería ser Dios, según sus propias palabras . Aurelia , su madre, era una persona perfeccionista que pensaba que todo debía preverse y proyectarse, y en esa medida su hija siguió dicha senda, ya que desde muy temprana edad decidió su futura vocación: ir a Europa a continuar los estudios para lo cual debería conseguir una beca, escribir libros de poesía y ser profesora o, en su defecto, directora de alguna revista ; más tarde sumaría a lo anterior, el compaginarlo con ser madre; esta relación de todos modos era contradictoria ya que Sylvia aun valorando todo lo que su madre había hecho por ella, lo que le llevaba a considerar que debía ser agradecida, también consideraba a su madre la persona que siempre le había vigilado e impuesto sus valores, lo que le conducía a comportarse a veces con Aurelia como una verdadera tirana, echándole en cara sus comportamiento tanto en lo referente a la indiferencia mostrada con ocasión de la muerte de su marido (la señora reprimió-según contaba- sus lágrimas para evitar mayor dolor a sus hijos), al comportamiento en relación a su tratamiento psiquiátrico, a sus continuas exigencias sobre cómo debía orientar su vida, sin obviar los aspectos políticos y morales con respecto a los cuales ella tenía una visión más abierta que su madre…Así para la escritora, estaba claro que su madre se había desvivido por ella, pero a la vez le había supuesto una verdadera losa de cara a hallar su propio camino; significativa en este orden de cosas es lo que se lee en la novela que hemos leído, que refleja a las mil maravillas la postura de la escritora. « mi madre no dejaba de decirme que nadie necesitaba a una mujer que sólo estuviera licenciada en literatura inglesa. Pero una licenciada en literatura inglesa que supiera taquigrafía era algo completamente distinto. Todos la necesitarían. Estaría muy solicitada entre los jóvenes prometedores y transcribía con brillantez una emocionante carta tras otra. El problema era que yo odiaba la idea de estar al servicio de los hombres […]. Yo quería dictar mis emocionantes cartas» . El afán de alcanzar la fama y que sus escritos lograran éxito, se compaginaba con su debilidad de carácter que le empujaba a ver las cosas con cierta mirada desanimada y de fracaso. En 1954, consiguió algún premio, concedido por la revista Mademoiselle, concediéndosele por ello, junto a otras jóvenes, una estancia de un mes en un hotel de lujo de Nueva York – ocupando el cargo provisional de subdirectora de la revista, y facilitándole la asistencia a galas de alta costura, de cosmética y peluquería, e igualmente organizando reuniones con artistas y escritores famosos. A pesar de este éxito, al volver a Boston , sufrió una profunda crisis nerviosa , acompañada de un intento de suicido, siendo tratada a base de electrochoques. Los acontecimientos de esta época van a ser la materia prima fundamental de su «Campana de cristal» ( The Bell Jar), publicada , un mes antes de su muerte, bajo el nombre de Victoria Lucas.

Tras finalizar sus estudios en su país, concluyendo con una tesis sobre Dostoievski, consiguió una beca Fulbright lo que le hizo viajar a Europa, uno de sus sueños, y allá en Cambridge, se casó, en 1956, con el poeta Ted Hughes. La pareja pasó dos años en Estados Unidos, en donde Sylvia Plath se convirtió , por breve tiempo, en profesora en el mismo centro en el que había estudiado; tal trabajo no duró mucho –como digo- ya que lo abandonó para dedicar más tiempo a la escritura. Época en los que su dedicación dio lugar a varios relatos que se inspiraron en vivencias junto a su marido, viajando, de camping, por Estados Unidos y Canadá, en este viaje tuvo la ocasión de asistir a una conferencia del poeta Robert Lowell y conoció a Anne Sexton (tanto ésta como Sylvia Plath siguieron un seminario del poeta, que además de su brillo poético, concitaba especial interés a Plath debido a ser presa de crisis nerviosas), de la escritora nombrada se hizo amiga; también le dieron juego narrativo los días pasados empleada como secretaria a media jornada en el servicio de psiquiatría del Hospital General de Massachussets (sus relatos están publicados por Alianza, en 1995, bajo el título de uno de los recopilados: « Johnny Panic y la Biblia de los Sueños») .

Los últimos años los pasó la pareja en Inglaterra, época en que tuvieron dos hijos y en los que vivieron en condiciones no demasiado boyantes : sobreviviendo del dinero conseguido por sus escritos y por sus programas radiofónicos y conferencias, en especial los de Ted Hughes; recayendo, especialmente en la mujer, el cuidado de los hijos para que Hughes pudiese crear…dedicación que en no pocas ocasiones , como deja ver en sus Diarios (recientemente publicados por Alba bajo el título de Diarios completos), le crispaban tanto por lo que suponía de falta de tiempo de dedicación a la escritura, además de por la desigualdad que suponía con respecto a la situación, más relajada, de su marido. El matrimonio duró, seis años; los últimos instalados en una amplia casa de campo, en Devon, hasta que las sospechas de Sylvia Plath de que su marido le era infiel, y la posterior comprobación de ello, dieron al traste con la unión. A partir de entonces , haciéndose ella cargo de sus dos hijos, y con alternos momentos de sequía y de producción eufórica, y de varios cambios de domicilio, trasladándose finalmente a Londres en donde alquiló una casa que anteriormente había habitado el poeta irlandés William Butler Yeats, los estados depresivos crecían al mismo tiempo que curiosamente algunas de sus poesías, en aquellos tiempos de cólera hacia su marido, alcanzaban cotas cada vez más propias y más conseguidas con respecto a sus anteriores poemas.

Febrero de 1963, coincidiendo con un tiempo terrorífico desde el punto de vista climatológico al que habían de sumarse la huelgas de electricidad, Sylvia Plath, en una casa a medio montar, con dos hijos a su cargo, con escaso dinero, abandonada por un marido, poeta admirado y de éxito, e invadida por el insomnio y los graves estados depresivos, poeta dejó una bandeja con el desayuno preparado para sus dos hijos, Frieda y Nicolás, se dirigió a la cocina, tapó con trapos todas las rendijas, encendió el gas e introdujo la cabeza dentro del horno…había dejado una nota con el número de teléfono del médico…resultó inútil, pues cuando llegó la criada, Sylvia Plath estaba muerta.

« ¿Qué ocurrió aquella noche? Aquella última noche/…/ Lo que pasó esa noche, en tus horas, / Nadie lo sabe, como si nunca hubiera ocurrido. / La acumulación de toda tu vida, / Como en un esfuerzo inconsciente, como en el nacimiento / Que pasa lento, que atraviesa la membrana de un segundo/ Hasta el siguiente, ocurrió / Sólo como si no pudiera ocurrir, /…/ Encendí el fuego y saqué los papeles. / Y apenas había comenzado a escribir cuando el teléfono / Se despertó como alarmado, / Como recordando todo. Tomó vida de nuevo en mi mano. / Y después, como un arma elegida cuidadosamente / O como una inyección, / Depositó con frialdad sus cuatro palabras / En lo más profundo de mi oído. “ Su esposa ha muerto “. » [Última carta, es un poema escrito por Ted Hughes, en vísperas de su muerte, en 1998, y que fue halado en 2010 entre sus pertenencias].

« La campana de cristal » ( 1963 )

« Es como si mi vida fuera recorrida mágicamente por dos corrientes eléctricas, una positiva y festiva, la otra profundamente negativa y desesperada. Esto invade mi vida, la inunda. Ahora estoy sumergida por la desesperación, la histeria como si yo me ahogase. Como si un gigantesco búho se hubiese posado sobre mi pecho, sus garras arañando y apretando mi corazón »

« Lo que hago es reunir acontecimientos de mi propia vida, añadir algo de ficción para darle color…Esto obtiene una verdadera sopa, mas pienso que indicará cuánto puede sufrir una persona solitaria cuando tiene una depresión nerviosa»

La novela, la única publicada de la autora, vio la luz un mes antes de su muerte, presentada bajo el seudónimo de Victoria Lucas, tras su fallecimiento se volvió a publicar ya con su nombre. El carácter autobiográfico de la novela resulta indiscutible; centrándose , en especial, en los tiempos de su primer intento de suicidio y su ingreso en un centro psiquiátrico. La transparencia de los personajes es clara para cualquiera que se haya acercado a su biografía , si bien con el fin de evitar problemas evitó utilizar los nombres reales de los personajes presentes en el libro. A pesar de lo dicho hubo personajes que se dieron por aludidos, y alguno de ellos denunció la obra por el retrato (homosexual) que de él se hacía en la novela, dándole la justicia la razón, por cierto. El éxito de la novela fue inmediato, tanto en lo que hace a lectores como a la crítica, y los datos confirman que éste perdura: se vende mucho más su novela que sus obras poéticas; sólo en Estados Unidos se siguen vendiendo anualmente de 80000 a 100000 ejemplares; no está de más señalar que el éxito y las ventas de las obras de Sylvia Plath son mayores en Inglaterra que al otro lado del charco, sea dicho al pasar. No fue de la misma opinión, laudatoria, la madre de la escritora que consideró el libro como una « auténtica vileza».

La historia presentada es la una joven de diecinueve años, Esther Greenwood (éste era el apellido de la abuela de la escritora) que narra sus experiencias a partir del momento en que habiendo sido una de las ganadoras de un premio en un concurso de poesía, organizado por una revista de moda, es invitada junto a las otras muchachas premiadas, a pasar un mes en un hotel de lujo en Nueva York, ocupando, la protagonista el puesto provisional de subdirectora de dicha revista; tal estancia les brinda la ocasión de asistir a desfiles de moda, de cosmética, y a conocer a artistas y escritores de campanillas. Esther se hace amiga de una tal Doreen que parece puede convertirse en impulsora para que la inocente chica pierda la virginidad, convirtiéndose tal objetivo en una constante obsesión. Esther no estaba acostumbrada al tipo de vida que se le abre en aquella nueva situación. Son los tiempos en el que el matrimonio Rosenberg son juzgados por supuesto espionaje, en la oleada de furia anti-comunista desatada por el senador Mac Carthy; a la protagonista le enfurece el hecho, nada digamos cuando estos son condenado a la pena de muerte y acto seguido ejecutados, del mismo modo que le soliviantan los recortes de libertades que se imponen y que hacen que cualquier signo de desacuerdo con las políticas gubernamentales, sean consideradas como muestra de traición a la patria de las barras y las estrellas. No es de la misma opinión alguna de sus compañeras de hotel que ve absolutamente justificado que se limpie el país de indeseables. « Era un verano extraño y asfixiante. El verano en el que han sido electrocutados los Rosenberg. No sabía lo que venía a hacer a Nueva York. Yo me siento idiota cuando hay ejecuciones».

Mal que bien Esther – a la que la escritora pretendía «hacerla exponente de la generación» – soporta aquellos momentos neoyorkinos, y tras ellos vuelve a casa de su madre, a la que considera poco menos, o más, que la responsable de la muerte de su padre; al menos no la lloró, lo cual a los ojos de la joven no era más que signo de indiferencia y falta de amor. Al poco de su vuelta se ve inmersa en una grave depresión que va acompañada de hondo insomnio y un intento de poner fin a su vida. Consultado un psiquiatra éste recurre a los electrochoques, lo que no quita para que Esther siga erre que erre tratando de consumar su suicidio. El relato es fiel a lo sucedido a la misma escritora, y muy en concreto la desaparición de la casa, ante la desesperación de la madre que se teme lo peor, siendo hallada, días más tarde en un trastero de la casa materna, tomándose un puñado de somníferos. El intento no logró su pretendido fin, y la chica fue ingresada de vuelta en otro psiquiátrico, en el que la psiquiatra que le va a tratar parece más cercana y comprensiva; a pesar de ello, vuelve a ser sometida a electrochoques. No se puede obviar que la traición recorre el libro de principio a fin, haciendo que las personas en las que la joven protagonista había confiado, le decepcionan: Buddy no es virgen, Irwin hace una chapuza al desvirgarla, Jota Ce no hace justicia al talento de Esther, la madre, la psiquiatra…Hasta algunos críticos han visto en el número de jóvenes invitadas a la estancia en Nueva York que descendió de las veinte previstas a doce, número coincidente con el de los apóstoles (Doreen se sale de la norma jugando el papel de mala, como Judas) un paralelismo con la última cena…Algo rebuscado sí que me parece, pero bueno.

La novela se cierra con unos tonos realmente angustiosos, ya que su pérdida de la virginidad, con un profesor de matemáticas, le supone una grave hemorragia vaginal, por lo que ha de ser llevada a urgencias de un hospital, aunque también es verdad que asoma la esperanza de un renacer, cuestión que los críticos pasaban por alto, cosa que repateaba a la escritora, que tras su experiencia de encierro psiquiátrico parecía que una nueva vida se abría para ella..

Entre los críticos hay quienes han relacionado la obra con la novela de J.D. Salinger, El guardián entre el centeno, y al menos lo que de entrada se puede mantener, sin dudar, es un punto en común: la mirada crítica con respecto a la sociedad de los años 50 en los USA; desde distintas ópticas ambas novelas inciden en la hipocresía dominante y en los valores mojigatos que imponían los adultos; Holden Caulfield -el protagonista de la novela de Salinger- se situaba fuera de la sociedad, a la vez que se veía marcado por ella, no avergonzándose de hablar su descenso a la locura…Esther Greenwood coincide en algunos de dichos aspectos. En el caso de Sylvia Plath, destacan una serie de índices que describen esta vida aburrida y reglamentada en esta América en aquellos años, que eran duros, mucho más siendo mujer, de cara a poder expresar cualquier signo de rebeldía, de disconformidad; « no me muevo / El hielo crea la flor. / La rosa crea la estrella. / Y el cristal / Y el cristal./ Alguno es condenado». La escritora pretendía, como deja ver en los Diarios de aquellos años, ir más allá de una novela meramente autobiográfica, extendiendo el retrato a la vida de innumerables mujeres que había conocido ( una imagen esencial del libro , la higuera llena de higos maduros, tiende a representar el dilema de las mujeres de los años cincuenta: ninguna mujer puede conseguirlo todo, pero también resulta difícil elegir) enfrentadas, desde diferentes orígenes y sus correspondientes códigos sociales, a las presiones sociales que les imponían el camino a seguir: casarse y dedicarse al cuidado del marido y de los hijos. Resulta innegable la admiración que Sylvia Plath tenía , en el terreno de la narrativa, tanto hacia J.D. Salinger como hacia Philip Roth y en más de una ocasión señaló su intención de crear su novela en la misma línea crítica -mezclando humor y cierta ironía y sarcasmo – que usaban los anteriores; soy de la opinión que, no obstante, la temática abordada, y el carácter de la propia escritora, no permitía mayores alegrías. Hay quienes en su afán de ver parentescos de su novela con la mentada de Salinger han llegado a señalar algunos episodios que habrían inspirado directamente a la escritora, como si ésta en busca de salida a ciertos impasses, hubiese recurrido a la novela de Salinger , los detectados son paralelismos en situaciones entre el personaje salingeriano y la plathiana (encuentros casuales, recorridos similares, espejos, vómitos, escenas de cementerio, suicidios, viaje en busca de salida, supuestas “desviaciones” sexuales, etc.).

La novela se puede incluir sin reparos en el género autobiográfico, de ficción, tan extendido entre mujeres del siglo pasado ( Doris Lessing, Virginia Woolf, Christa Wolf, Colette, Simone de Beauvoir, Nathalie Sarraute, Marguerite Yourcenar o Annie Ernaux, por ejemplo.

Igualmente se puede tener en cuenta la elaboración continuada de unos diarios y numerosas cartas (muy en especial dirigidas a su madre), tan extensos o más que los de André Gide, Robert Musil , Anaïs Nin , Virginia Woolf, o …

Quizá no sea necesario decirlo, pero no está de más el hacerlo, que la novela amén de sus méritos literarios sirve , más que para provocar lágrimas, para acompañar a la protagonista en su descenso al infierno , además de para conocer el desarrollo de la obra de la poeta; dejando de lado la función terapéutica que a ella le pudo suponer, y de hecho-según su propia confesión- le supuso ; hay quienes mantienen que el libro tiene un gran valor para todos aquellos que padezcan, o quieran conocer, los síntomas de los trastornos bipolares. Quien quiera conocer , no obstante, de manera más rigurosa ese tipo de cuestiones más certero resultaría acudir al inevitable DSM-IV-TR. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales ( Masson, 2002), al más centrado « Convivir con el Trastorno Bipolar» de Eduard Vieta Pascual y Francesc Colom i Victoriano ( Panamericana ), o a acercamientos menos técnicos como « El psiquiatra a mano » de Miguel Ángel Jiménez Arriero ( Acento, 2001), o …yo qué sé.]

Algunos versos

El coloso : Nunca conseguiré recomponerme del todo, / Armarte, encolarte y ensamblarte adecuadamente./ De tus enormes labios surgen/ Rebuznos, gruñidos y cacareos obscenos./ Esto es peor que vivir en un corral. / Supongo que te crees un oráculo, / El portavoz de los muertos o de algún que otro dios. / Treinta años llevo ya luchando/ Por drenar el cieno de tu garganta, / Y aún no sé por qué. …

Papi: Tú ya no, tú ya no/ Me sirves, zapato negro/ En el que viví treinta años/ Como un pie, mísera y blancuzca / Casi sin atreverme ni a chistar ni a mistar./ Papi tenía que matarte pero/ Moriste antes de que me diera tiempo. / Saco lleno de Dios, pesado como el mármol,/ Estatua siniestra, espectral, con un dedo del pie gris, / Tan grande como una foca de Frisco. /…En tu lengua alemana, en tu ciudad polaca/ Aplastada por el rodillo/ De guerras y más guerras. / Aunque el nombre de esa ciudad es de lo más corriente. / Un amigo mío, polaco./ Afirma que hay una o dos docenas, / Por eso yo jamás podía decir dónde Habías / Plantado el pie, dónde estaban tus raíces, / Ni siquiera podía hablar contigo, / La lengua se me pegaba a la boca. / Se me pegaba a un cepo de alambre de púas. / Ich, ich, ich, ich./ Apenas podía hablar. / Te veía en cualquier alemán. / Y ese lenguaje tuyo, tan obsceno. / Una locomotora, una locomotora/ Silbando, llevándome lejos, como a una judía. / Una judía camino de Dachau, Auschwitz, Belsene. / Empecé a hablar como una judía. / Incluso creo que podría ser judía. / …/ Siempre te tuve miedo: a ti, a ti/ Con tu Luftwaffe, con tu pomposa germanía, / Con tu pulcro bigote y esa/ Mirada aria, azul centelleante. / Hombre-pánzer, hombre-pánzer, ah tú…/ No eras Dios sino una esvástica/ Tan negra que ningún cielo podía despejarla./ Toda mujer adora a un fascista, / La boca en la cara, el bruto/ Bruto corazón como un bruto como tú./ Mira, papi, aquí estás delante del encerado, / En esta foto tuya que conservo, / Con un hoyuelo en el mentón en lugar de en el pie,/ Mas sin dejar por eso de ser un demonio, El hombre de negro que partió. / De un bocado mi lindo y rojo corazón. / Yo tenía diez años cuando te enterraron. / A los veinte intenté suicidarme/ Para volver, volver a ti./ Creía que hasta los huesos lo harías. / Pero me sacaron del saco/ Y me amañaron con cola./ Y entonces supe lo que tenía que hacer. / Creé una copia tuya, / Un hombre de negro, tipo Meinkampf. / Amante de tormento y tortura./ Y dije sí, sí quiero./ Pero, papi, se acabó. He desconectado/ El teléfono negro de raíz, las voces/ Ya no pueden reptar por él. / Si ya había matado a un hombre, ahora son dos: / El vampiro que afirmaba ser tú/ Y que me chupó la sangre durante un año, / Siete años, en realidad, para que lo sepas. / Así que ya puedes volver a tumbarte, papi. / Hay una estaca clavada en tu grueso y negro / Corazón, pues la gente de la aldea jamás te quiso. / Por eso bailan ahora, y patean sobre ti. / Porque siempre supieron que eras tú, papi,/ Papi, cabrón, a fin te rematé. ( 12 de octubre de 1962).

Tres mujeres: poema para tres voces : Cuando vi por primera vez el pequeño flujo rojo, no podía creerlo./ Observaba a los hombres ir de aquí para allá, en la oficina, ¡ tan vacuos!/ Todos tenían un aire plano, acartonado, que sólo ahora comprendo, / Esa vacía, vacía vaciedad suya de la que surgen constantemente / Sus ideas, destrucciones, Buldózeres, Guillotinas, blancos recintos / Repletos de gritos, y esos ángeles fríos, las abstracciones. / Sentada ante mi escritorio, con las medias, los tacones altos, /…Intenté ser natural. / Ser ciega en el amor, como tantas otras mujeres; / Ciega en la cama, con mi amado y dulce ciego; / No buscar, entre la densa oscuridad, u rostro ajeno. /…surgieron otros rostros. Rostros de naciones, / Gobiernos, parlamentos, sociedades, / Los rostros sin rostro de los hombres importantes. / Son ellos , esos hombres, los que me preocupan: / ¡ Sienten tantos celos de todo lo que no sea vacuo! Son dioses celosos, sí, / A los que les gustaría volver al mundo tan vacuo, tan plano como ellos. / Veo al Padre conversando con el Hijo. / Semejante vaciedad tan sólo puede ser sagrada./ Dicen: “ Dejad que os construyamos un cielo, / Dejadnos vaciar y aplanar la carnosidad de vuestras almas”. /…/ La vi en sueños, a mi niña roja, terrible./ La oigo llorar a través del vidrio que nos separa. / La oigo llorar: está furiosa. Sus grito son ganchos/ Que echan la zarpa y arañan como gatos./ Con ellos trepa y reclama mi atención. / La oigo llorar en los oscuro, o en los astros/ Que , tan lejos de nosotras, brillan y giran. / …( Marzo de 1962).

Lesbos: ¡ Crueldad en la cocina! / Las patatas protestan silbando./ Todo es muy vulgar e indecente, este lugar sin ventanas, / La luz fluorescente, encendiéndose y apagándose en una mueca de dolor; / …/ Y mi hija – mírala, tumbada bocabajo en el suelo, / Una marionetilla sin hilos, pataleando desesperada por desaparecer, / Porque es una esquizofrénica, / Da miedo verla así, con la cara roja y blanca. / Y todo porque arrojaste sus gatitos por la ventana / A una especie de pozo de cemento/ Donde cagan, vomitan y gimotean, y ella o los puede oír./ Dices que no la soportas, / Claro, la cabrona es una niña. / Tú, a quien se le han fundido las lámparas, como a una radio barata, / Limpia ya de voces y de historia, del ruido/ Electroestático de lo novedoso. / Dices que debería ahogar a los gatitos, porque ¡ apestan! / Dices que debería ahogar a la niña, / Pues, si a los dos años ya está así de loca, a los diez se cortará el cuello. / El bebé, en cambio, ese caracol rechoncho, sonríe / …/ Te lo comerías. Claro: él es un niño/…/ El marido impotente se escabulle pesarosamente fuera, en busca de un café. / Yo intento retenerlo, / Esa vieja vara que aguanta los rayos, / Los baños de ácido, los cúmulos que surgen de ti./ …/ Ahora estoy aquí callada, inmersa / Hasta el cuello en mi odio. / Un odio denso, denso. / N hablo./ Estoy empaquetando las patatas duras como si fueran ropa buena, / Empaquetando a los niños, / Empaquetando los gatos enfermos. / …( octubre de 1962).

Ariel: Éxtasis en la oscuridad. / Después, el azul e insustancial / Diluvio de peñascos e infinitudes. / Leona de Dios, / Eje de talones y rodillas, / ¡Cómo nos fundimos en una! El surco / Se abre y avanza ante nosotras, hermana / A cuya cerviz marrón y/ Arqueada no consigo asirme, / Las bayas con mirada de negro / Lanzan oscuros / Anzuelos, / Bocanadas de sangre negra y dulce, / Sombras./ Algo más / Me lleva por el aire, arrastra/ Muslos, cabellos; / Escamas que se desprende de mis talones. /Blanca/ Godiva, así me voy esfolando, despojando / De manos muertas, de rigores muertos. / Y ahora voy dejado / Espuma sobre el trigo, un centelleo marino. / El grito del niño / Se disuelve en la pared. / Y yo / Soy la flecha, / El rocío que vuela / Suicida, unida a esa fuerza/ Que me impulsa hacia el ojo / Encarnado, el cabello del alba. ( 27 de octubre de 1962).

Lady Lázaro : …/ Pero yo sigo siendo yo, la misma de antes, idéntica./ La primera que vez que ocurrió, sólo tenía diez años. / Y no lo hice adrede. / La segunda sí, estaba decidida / A llegar hasta el final, a no regresar jamás. / Meciéndome, me cerré / Como una concha. / Tuvieron que llamarme a gritos, / Despegarme los gusanos adheridos como perlas. / Morir / Es un arte, como todo. / Yo lo hago extraordinariamente bien. /Tan bie que parece el infierno. / Tan bien que me parece real. / Lo mío, supongo, es como un llamado. / Es muy fácil hacerlo en una celda . / Es muy fácil hacerlo y quedarse así, inmóvil. / Es la forma teatral / De regresar , a plena luz del día, / Al mismo lugar, a mismo rostros, al mismo grito / Brutal de embeleco- / Que me anonada. / “¡ Milagro!”, / Hay que pagar / Por ver mis cicatrices, hay que pagar / Por oír mi corazón: / Realmente late. / Y hay que pagar, pero mucho, / Por una palabra, un roce, / Un poco de sangre, / Un mechón de mis cabellos o un jirón de mi ropa. / Sí, sí, Herr Doctor. / Sí, Herr Enemigo. / Yo soy tu gran obra , / Tu pieza más valiosa, / El bebé de oro puro / Que se funde en un grito. / Viro y me abraso. / No creas que subestimo tu enorme celo. / Ceniza, ceniza / Que tú remueves y avivas. / Carne y huesoso, no hay nada más ahí: / Una pastilla de jabón, / Un anillo de boda, / Un empaste de oro. / Herr Dios, Herr Lucifer, / Cuidado, mucho / Cuidado, / Porque yo, mi cabellera / Roja, resurjo de la ceniza / Y me zampo a los hombres como si fuesen aire. ( 23-29 de octubre de 1962).

Límite : La mujer se ha perfeccionado. / Su cuerpo / Muerto luce la sonrisa de acabamiento, / La ilusión de un anhelo griego / Fluye por las volutas de su toga, / Sus pies / Descalzos parecen decir: / Hasta aquí hemos llegado, se acabó. / Cada niño muerto, enroscado en sí, / Una serpiente blanca, uno a cada lado de / Su jarrita de leche, ya vacía./ Ella los ha plegado/ De nuevo hacia su cuerpo, como se cierran / Los pétalos de una rosa cuando el jardín / Se retesa y los aromas sangran / De las dulces y profundas gargantas de la flor de noche. / La luna no tiene por qué entristecerse. / Está acostumbrada a ver este tipo de cosas, / Oculta bajo su capuchón de hueso, / Arrastrando sus vestiduras crepitantes y negras. ( 5 de febrero de 1963).