Por Iñaki Urdanibia

Sus textos no son ajenos a los aires distópicos, en algunos casos, y alucinados, en casi todos.

Como si del juego de las cuatro esquinas se tratara, mas con claras tendencias centrípetas en busca de la unión se mueve este libro del periodista y escritor británico (Londres, 1961). Las historias, cuatro, tiene como denominado común el principio de entropía (segunda ley de la termodinámica), plasmado en el hígado, órgano que da título al libro: «Hígado», editado por la valenciana Shangrila. Uno de los cuadros presentados precisamente tiene una gran actualidad ya que el virus toma el protagonismo, hasta el punto de que es su punto de vista el que dirige la historia, sin que ello quiera decir que los otros tres no tengan su enjundia, ya que al fin y a la postre las metáforas no hacen más que buscar una relación con los aconteceres del mundo, que son una ficción, si coincidimos con J.G. Ballard, o un simulacro si hacemos caso a Jean Baudrillard. Sus textos no son ajenos a los aires distópicos, en algunos casos, y alucinados, en casi todos.

Son los propios recuerdos infantiles, en tiempos de precariedad, acerca del plato de hígado, a la plancha, cocinado con aceite de oliva y aliñado con ajo y perejil, como alimento de alto valor en hierro y vitaminas, uso alimenticio, el del hígado, que no ha cesado de utilizarse y que se emplea para alimento animal, en pastillas y en procesos de provocar el desatado crecimiento del órgano en algunas aves, y obviamente en el humano, el que inspira en cierta manera a Will Self, invirtiendo la valoración mentada al modo del pharmakon griego que cura y/o mata, ya que tal órgano se convierte en el camino de la perdición, a causa de las drogas, el alcohol, la enfermedad, la decadencia moral . La tendencia del escritor a llevar las cosas al límite, y sin ceñirse a constricción alguna, hace que algunos de los cuentos en presencia resulten realmente disparatados, cosa que en el terreno de la ficción no ha de espantar a nadie, recuérdese la cucaracha de Kafka, por nombrar un lugar común.

El primer cuadro, Foie humano, nos planta en un antro, el Plantation, que toma como modelo un club del Soho que funcionó, con sus más y sus menos, entre 1948 y 2008, frecuentado por diferentes celebridades del mundo del arte(entre otros, Lucien Freud, David Bowie, E.M.Forster, Dylan Thomas o Joe Strummer), entre las que en el relato cobra presencia el pintor Francis Bacon, nombrado como Trouget o Pintamonas. Los personajes variopintos y el barman, un tal Val, son conocidos por sus respectivos motes (el Mamón, el Extra, Su Señoría, Su Alteza, el Marciano, el Perro, el Marica, la Mecanógrafa, etc.), si bien todos son igualados por el término de mamonas, con el que son saludados entre chanzas. El ambiente está dominado por homosexuales (por decirlo fino ya que en el libro se nombran con más crudeza) y, como es natural, en un lugar de tales características por el alcohol en sus distintas variedades y gustos. Allá, Val se propone experimentar con uno de los camareros, Hilary, aplicándole el mismo método de hiper-alimentación, forzosa, que se usa en Francia con las ocas para conseguir el engorde del hígado y el exquisito foie, añadiendo en el vaso de cerveza de éste, cada vez que Hilary se da la vuelta, un chorro de vodka. Cuando Val fallece, el cebado Hilary adopta, como herencia, la malévola costumbre que se le había aplicado para utilizarla al nuevo camarero que allá llega… No cometeré spoiler del desenlace de la historia que desde luego es imaginativa donde las haya.

La segunda historia, Leberknödel, nos conduce a Zurich, a donde viaja un ser enfermo de cáncer Joyce Beddoes – Jo para los amigos, Jo-Jo a veces, en el ámbito familiar – con el fin de poner fin a sus días en una clínica ad hoc de las que existen en el país helvético, que practican el suicido asistido. Allá va junto a su hija, Isobel (alcohólica ella y asidua al club antes nombrado, el Plantation), mas acercándose el momento, Joyce opta por no seguir el camino trazado, mandando de paseo a su hija y a todo dios. Curiosamente la señora comienza a experimentar ostensibles mejoras en su estado de salud lo que causa sorpresa en propios y extraños y de manera muy especial en un grupo de amigos, católicos a macha martillo, que consideran la mejora de la señora como un milagro obrado por el Altísimo. Joyce, no obstante, rechaza tal hipótesis y su escepticismo lo convierte en entregada militancia contra la supercherías de la fe de sus nuevos amigos.

En el siguiente relato, Prometeo, un sujeto con dicho nombre, trabaja en una agencia de publicidad que es propiedad del padre de la chica con la que sale. Preocupado por hallar los caminos más apropiados para lograr los objetivos de la seducción publicitaria a ello entrega su mente y sus días, del mismo modo, que siguiendo el ejemplo del personaje mítico griego (aunque éste lo hiciese debido a una condena de Zeus)deja que que un buitre le produzca un corte en el costado y que tome, periódicamente, trozos de su hígado. Tal vez, y sin tal vez, es el cuento más rebuscado de los recopilados, haciendo que el despiste pueda surgir en la lectura debido a las disgresiones mitológicas(Epimeteo, Pandora…) y otras (asoma algún cliente de Plantation) que sume al lector en una derivante nebulosa. El dardo lanzado contra los engaños de la publicidad no queda disimulado de ninguna de las maneras.

Es en el último, Pajarito Nam Nam, es el virus de la hepatitis C el que habla, y se presenta en su unidad múltiples y sus tendencias a la ubicuidad, reivindicando su duración por encima de otras enfermedades. Somos conducidos al domicilio de un yonqui, de hecho son tres los que allá viven, en donde se trafica con caballo y con crack. Entre quienes allá acuden hay alguno que también ha frecuentado el club Plantation, lo que convierte dicho establecimiento en lazo de unión entre los relatos, si bien el lazo fuerte es el nombrado hígado en sus diferentes expresiones. Se nos dan a conocer diferentes personajes, entre los que un rememorativo personaje, entre pico y pico, recuerda las escenas de una película, The Party (El Guateque)

Las historias resultan dislocadas y se mueven por los pagos propios del delirio(del lat.: de, lirium: fuera del surco), y ello hace, como ya queda indicado líneas arriba, que algunas de las historias resulten algo cansinas, lo que no quite para que nos sean presentados unos personajes variopintos que, en el fondo, son dirigidos en sus actos por un deus ex machina que todo lo domina y lo organiza.

Queda claro en la prosa de Will Self, ser que se balancea entre el provo y el beat, que su espíritu crítico e intempestivo es, sin duda, marca de la casa… marca que luce no solamente en su escritura sino en sus apariciones mismas, que más de una vez han provocado escándalo