Por Iñaki Urdanibia
«La isla del Dr. Moreau» (1896 )
«Las ciencias naturales no tienen conciencia de su inscripción en una cultura, una sociedad, una historia. Las ciencias no tienen conciencia de su papel en la sociedad. Las ciencias no tienen conciencia de los principios ocultos que piden elucidaciones. Las ciencias no tienen conciencia de que les falta una conciencia»
Edgar Morin
«Orwell dijo que H.G. Wells pensaba que la ciencia salvaría el mundo, cuando era mucho más probable que fuera la causa de su destrucción. Enfurecido… H.G. le envió una nota a Orwell a través de la BBC: “Yo no digo eso en absoluto, pedazo de mierda. Lee mis primeras obras como por ejemplo La isla del doctor Moreau...”No es la ciencia lo que salva la Tierra…»
David Lodge
«A Wells le desagradan los tiranos pero los laboratorios le gustan; de ahí su previsión de que los hombres de laboratorio se juntarán para zurcir el mundo destrozado por los tiranos. La realidad no se parece aún a su profecía: en 1936, casi toda la fuerza de los tiranos deriva de su posesión de la técnica. Wells venera los chauffeurs y los aviadores; la ocupación tiránica de Abisinia fue obra de los aviadores y de los chauffeurs —y del temor, tal vez un poco mitológico, de los perversos laboratorios de Hitler.»
Jorge Luis Borges
Vaya por delante una coletilla clarificadora: hay ocasiones en las que libros de profundo contenido y enseñanzas son presentados, a veces mutilados para ponerlos al nivel exigido, en colecciones dirigidas a los jóvenes: es el caso, no me refiero a la mutilación, de la edición que manejo, la de Anaya – infantil y juvenil – que a decir verdad me resulta, cuando menos sorprendente, ya que una lectura no acompañada, y siguiendo la letra de la narración tal cual, puede llevar al chapoteo por los bordes de la chacinería o del espanto… a no ser, reitero, que medien algunas explicaciones sobre las interpretaciones y mensajes que del libro se puedan extraer; del Apéndice final, debido a Alfredo Arias, no hablaré. Pero bueno…
La recepción de la obra fue una generalizada descarga hostil en su contra, indicando algunos de sus críticos que la obra estaba guiada única y exclusivamente por el gusto del horror, mostrando una verdadera fijación obsesiva por los detalles más desagradables (The Saturday Review), no menos contundente fue la crítica aparecida en The Speaker, que decía que era una obra con un alto voltaje en lo que se refería al sexo. El semanario Athenaeum preguntaba a sus lectores a ver si era de recibo que una obra de arte provocase sentimientos de repulsión, para responder acto seguido que aunque así fuese, Wells se había excedido. El que a la sazón era el órgano de la Iglesia, The Guardian, sentenciaba que la novela se había escrito guiada por los sentimientos más soeces y rastreros.
En origen el autor pensaba dedicar la obra a Jonathan Swift y como proyecto pensaba que su obra fuese una abierta oposición al dios del Antiguo Testamento exigiéndole responsabilidades acerca del proceso de evolución de la especie, proponiendo al contrario una evolución menos bárbara y que se basase en el modelo de los ángeles, lo que exigía una diferente utilización del barro inicial…algunos avispados clérigos – doctores tienen las iglesias – captaron esta supuesta intención al indicar que Wells había tratado de “parodiar la obra del Creador”. En una novela, El señor Britling lo entiende mejor, el escritor ponía en boca de uno de sus personajes: « El mundo es cruel – dice Letty -. Es muy cruel. En cuanto a Dios…, o bien Dios no existe, o bien es un idiota…», que resuena en aquello que dijese Stendhal de que «la única disculpa que tenía Dios es el no existir». Las casi unánimes críticas llevaron al escritor a tomarse una pausa y replantearse su quehacer en las letras, que confesaba – según su hijo Anthony – que su padre aclaraba que mientras escribía el libro, que inicialmente pensaba escribirlo en plan aventuras, de un naufrago, a lo Conrad, su imaginación guiada por una especie de empuje interior, oscuro, le empujaba a ir variando el rumbo de la escritura… hasta desembocar en una auténtica parábola de la condición humana, no solo en lo relacionado con la eugenesia (y las vivisecciones) sino también, y de manera más especial, en las interferencias humanas en la marcha de la Naturaleza; en este orden de cosas puede considerarse la obra cercana a la de Mary Shelley, y si en el momento de su publicación causó escándalo, las experiencias posteriores en lo que hace a experimentos brutales sobre humanos (resonando el nombre del doctor Mengele, no me detendré en los experimentos del nazismo) y los actuales avances genéticos hacen que la obra cobre una verdadera actualidad, si es que en algún momento la ha perdido (leí en la prensa no hace mucho que «se están creando ratas humanas en Japón y monos humanos en China»). En este orden de cosas, puede incluirse al autor entre los anunciadores de incendios de los que hablase Walter Benjamin
No sería tampoco exagerado incluir la obra entre las que en el siglo XIX han explorado el problema del mal (puede verse el aconsejable repaso que realiza Pietro Citati en su El mal absoluto. En el corazón de la novela del siglo XIX. Galaxia Gutenberg, 2006; obra en la que no incluye a autores y obras- Melville o el mismo Wells que bien podrían ser encasilladas en ese conjunto de obras en las que el autor hurga: las de Balzac, Poe, Dumas, Dostoievski, Hawthorne, Stevenson o Henry James).
La novela publicada en 1896, cuyo claro objetivo es – como queda dicho – oponerse a la vivisección (que en aquellos tiempos era ampliamente utilizada en Gran Bretaña al igual que lo era en la práctica psicológica de otros lugares: lobotomía y otras operaciones y/o mutilaciones), presenta la historia que se desarrolla en su isla del Pacífico, en donde un extraño doctor que había salido rebotado de la metrópolis por sus investigaciones científicas consideradas peligrosas fue a parar a la isla del Noble [cuyas coordenadas ofrecen, ficción de la ficción, Manguel y Guadalupi: «Situada a 5º 3´ de latitud sur y a 101º de longitud oeste. Islote volcánico, con una densa vegetación, sobre todo palmeras. Playas de gruesa arena, se elevan escarpadamente formando una loma de veinte o treinta metros de altura sobre el nivel del mar. Al norte hay fuentes de aguas termales y al sur un bosque carbonizado y una ciénaga amarillenta que exuda un vapor acre.
»La Isla del Noble fue visitada por primera vez en 1867 por el doctor Moreau, un biólogo inglés que, junto con su ayudante, llamado Montgomery, estableció allí un campamento para dedicarse a la investigación científica.
»No se dispone de información acerca de los actuales habitantes de la isla, pero sabemos que en ella vivían tanto una tribu de indios canacas (que también se encuentran en Nueva Caledonia) como un grupo de extrañas criaturas, los hombres-bestias hombres-toros, hombres-leones, hombres-monos, etc. -, que, a la inversa, en cierto modo de lo que se supone hacía Circe (isla de Eea, transformaba a los hombres en animales), eran originariamente bestias que el doctor Moreau intentó transformar en hombres, sin lograrlo jamás del todo. Aunque algunas estaban dotadas de habla, todas han vuelto a su condición animal, por lo que se recomienda al visitante permanecer alerta, pues un encuentro con cualquiera de ellas pueden constituir una experiencia poco agradable.
Después de haber tratado con estas bestias de la Isla del Noble, [el viajero] notó que muchos de sus compatriotas, aparentemente normales, le recordaban a los hombres-bestias. Veía ancianos que le hacían pensar en los hombres- monos, mujeres que ronroneaban como los gatos y le maullaban y pálidos obreros de mirada cansada como la de los ciervos heridos. Los rostros vacíos e inexpresivos de los viajeros de autobuses y trenes le resultaban particularmente repulsivos. En realidad, cabe dentro de lo posible que algunos hombres-bestias escaparan de la Isla de Noble y vivan hoy en otros lugares.»]
Pues bien, tras el naufragio del Lady Vain, el tío del narrador, un tal Edward Prendick que en tal barco viajaba , tras diversas peripecias vividas en el barco que le rescató, el Ipecacuanha, vio a unos seres extraños y a otros, humanos, que abandonaron el barco para dirigirse a una isla, el en principio se quedó abandonado en un bote, a la buena de dios. Al final, fue salvado por quienes se dirigían a la isla que llevaban consigo un cargamento de animales para -según decían – experimentar con ellos. Desde el principio fue acompañado por Montgomery, que ejercía las funciones de médico en el barco, y que le conducía por algunos espacios limitados de aquella extraña isla, siempre jugando el papel de mediador, con respecto al diseñador de las bestias-humanas, debiendo permanecer siempre Prendick en una caseta que se le había ofrecido como vivienda; allá acabaría conociendo al doctor Moreau del que supo con el paso del tiempo que lo que pretendía era transformar cuadrúpedos diferentes (cerdos, hienas, perros o leopardos) en seres humanos, sirviéndose de la cirugía y de ciertos tratamientos con el fin de modificar los hábitos del comportamiento; Moreau, ser alocado y visionario, había tenido que abandonar su país debido a las limitaciones morales y científicas de la sociedad victoriana ( su sombra es alargada cubriendo al Kutz de Josef Conrad), expulsado de la comunidad científica por sus vivisecciones salvajes con animales y sus transfusiones sanguíneas, consideradas en la época pura perversión. El recién llegado se aventura a explorar la isla, no pudiendo aguantar los aullidos que emite un puma al que Moreau está operando, viendo en su travesía por el bosque el espectáculo de algunos seres más cercanos a lo monstruoso que a cualquier figura propiamente humana o animal y viéndose invadido por un hondo temor de que pudiese ser tomado como objeto de experimentación por el doctor de marras, amenazando, por otra parte, la posible violencia de los monstruos avistados; el temor aumentaba al haber oído gritos espantosos y restos de sangre, etc. Prendick se llega a considerar un prisionero en la isla, hasta que tras un intento de huida, primero de los animales transformados y más tarde de Moreau y sus sabuesos, asiste a una declaración del doctor Moreau en la que éste le expone cuáles son sus verdaderos propósitos , llegando, el recién llegado, a convertirse en testigo horrorizado de los experimentos que allá se realizan. Su exploración de la isla le había hecho asistir a algunas sesiones rituales en las que los monstruos recitaban a modo de oración, dirigida por el que era calificado el recitador de la Ley, una serie de frases que ponían el acento en el cumplimiento de la Ley, lo que era acorde con ella o lo que era contrario, que culminaban con loas a la mano que sana y a la que hiere (es decir, preces al creador al modo de las entonadas en honor a dios) [las letanías repetidas, coronadas con los elogios al Maestro, son: no andar a cuatro patas, no sorber para beber, no comer ni carne ni pescado, no arañar las cortezas de los árboles, no cazar a otros hombres… siempre seguidas de un: Es la Ley. ¿No somos hombres? / puesto, por cierto, en música el grupo Devo lo hizo en su primer disco: Devo – Q: Are we not men? A: We are DEVO! – YouTube / y más en concreto: Devo – Jocko Homo – Q: Are We Not Men? A: We Are Devo! [1978] – YouTube ], estos comportamientos le inspiraban a Borges a sentenciar que: «el convertículo de monstruos sentados que gangosean en su noche un credo servil es el Vaticano y es Lhasa»; esta obediencia inducida por el experimentador, no resulta tan perfecta como éste había esperado, siendo precisamente esa imperfección en las transformaciones provocadas la que va a hacer que los seres transformados se vean impulsados a recuperar su antigua animalidad, volviendo a andar a cuatro patas y a correr detrás de los conejos.
Prendick llega a perder el miedo a las bestias si bien cuando éstas se rebelan, empujado por el afán de supervivencia, se une, en cierta medida, a la concepción de Moreau y de sus colaboradores. No pudiendo de todos modos, quedando él solo tras haber muerto quienes habían vivido con él en la isla, resistir el tirón y temiendo la rebelión de los animales, huye si bien tras la experiencia vivida le resulta incapaz de vivir en sociedad, soportando solamente su soledad, ya que en las relaciones sociales y bajo los ropajes de la moral y el progreso, él siempre sospecha que tales no hacen sino ocultar la verdadera esencia agresiva e hipócrita de los humanos.
Además de algunas de las posibles interpretaciones a las que he aludido, alguno de los nombres citados en el propio libro (Horacio, Victor Hugo o Huxley), y más en concreto el de Barba Azul, el siniestro personaje creado por Perrault, pueden dar alguna posible pista, trayendo a colación, por asociación libre, al marqués de Sade, como representación de la crueldad, que pretendidamente no hace sino seguir la amoralidad de la naturaleza… lo que podría llevarnos a penetrar en el tema de las relaciones que oponen o completan, según se interprete, a la naturaleza con la cultura, siendo esta última la que pone, supuestamente, freno a la guerra de todos contra todos (homo homini lupus, frase de Plauto – retomada y hecha célebre por Thomas Hobbes), con el recurso a la hipótesis del contrato social al pulir la animalidad de los humanos para convertirles en seres capaces de vivir en sociedad, bajo el dominio de Leviatán… o hasta podría asomar, sin rizar rizo alguno, la sombra de Jean-Jacques Rousseau y su teoría del bon sauvage, cuyas virtudes e inocencia se pierden por las imposiciones sociales que le malean… afirmaba Walter Benjamin en su Tesis sobre la filosofía de la historia ( Discursos interrumpidos I. Taurus, 1973; p. 182) que «jamás se da un documento de cultura sin que lo sea a la vez de la barbarie»; y así oye.
Libros h / ojeados
AAVV. La biblioteca ideal. Planeta, 1993.
Borges , Jorge Luis. “El primer Wells” – Otras inquisiciones– in Prosa completa. Volumen 2. Bruguera, 1980-
Calvino, Ítalo. Cuentos fantásticos del siglo XIX. Siruela, 1987. [En el segundo volumen de esta recopilación se incluye El país de los ciegos]
Diccionario de Literatura. 1. Literaturas anglosajonas. Alianza, 1979.
Domingo, Andreu. Descenso literario a los infiernos demográficos. Anagrama, 2008.
Drouin-Hans, Anne-Marie. Éducation et utopies. Vrin, 2004.
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Fernández Buey, Francisco. Utopías e ilusiones naturales. El Viejo Topo, 2007.
Jameson, Fredric. Archéologie du futur. Le désir nommé utopie. Max Millo, 2007.
Le Guin, Ursula K. “Cosas que en realidad no están presentes” in Contar es escuchar. Círculo de tiza, 2018.
Lodge, David. Un hombre con atributos. Impedimenta, 2019. [crítica del libro publicada en la red: Tras la pista de H.G.Wells – Kaos en la red )
Manguel, Alberto / Guadalupi, Gianni. Breve guía de lugares imaginarios. Alianza, 1992.
Manuel, Frank E. – Manuel, Fritzie P. El pensamiento utópico en el mundo occidental III. La utopía revolucionaria y el crepúsculo de las utopías (siglo XIX- XX ). Taurus, 1981.
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Miller, David (Dirigida por). Enciclopedia del pensamiento político. Alianza, 1987
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Wells, H.G. Cuentos completos. Valdemar, 2109.
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