Category: H.G. WELLS


Por Iñaki Urdanibia

«La isla del Dr. Moreau» (1896 )

«Las ciencias naturales no tienen conciencia de su inscripción en una cultura, una sociedad, una historia. Las ciencias no tienen conciencia de su papel en la sociedad. Las ciencias no tienen conciencia de los principios ocultos que piden elucidaciones. Las ciencias no tienen conciencia de que les falta una conciencia»

 Edgar Morin

«Orwell dijo que H.G. Wells pensaba que la ciencia salvaría el mundo, cuando era mucho más probable que fuera la causa de su destrucción. Enfurecido… H.G. le envió una nota a Orwell a través de la BBC: “Yo no digo eso en absoluto, pedazo de mierda. Lee mis primeras obras como por ejemplo La isla del doctor Moreau...”No es la ciencia lo que salva la Tierra…»

  David Lodge

«A Wells le desagradan los tiranos pero los laboratorios le gustan; de ahí su previsión de que los hombres de laboratorio se juntarán para zurcir el mundo destrozado por los tiranos. La realidad no se parece aún a su profecía: en 1936, casi toda la fuerza de los tiranos deriva de su posesión de la técnica. Wells venera los chauffeurs y los aviadores; la ocupación tiránica de Abisinia fue obra de los aviadores y de los chauffeurs —y del temor, tal vez un poco mitológico, de los perversos laboratorios de Hitler.»

  Jorge Luis Borges

Vaya por delante una coletilla clarificadora: hay ocasiones en las que libros de profundo contenido y enseñanzas son presentados, a veces mutilados para ponerlos al nivel exigido, en colecciones dirigidas a los jóvenes: es el caso, no me refiero a la mutilación, de la edición que manejo, la de Anaya – infantil y juvenil – que a decir verdad me resulta, cuando menos sorprendente, ya que una lectura no acompañada, y siguiendo la letra de la narración tal cual, puede llevar al chapoteo por los bordes de la chacinería o del espanto… a no ser, reitero, que medien algunas explicaciones sobre las interpretaciones y mensajes que del libro se puedan extraer; del Apéndice final, debido a Alfredo Arias, no hablaré. Pero bueno…

La recepción de la obra fue una generalizada descarga hostil en su contra, indicando algunos de sus críticos que la obra estaba guiada única y exclusivamente por el gusto del horror, mostrando una verdadera fijación obsesiva por los detalles más desagradables (The Saturday Review), no menos contundente fue la crítica aparecida en The Speaker, que decía que era una obra con un alto voltaje en lo que se refería al sexo. El semanario Athenaeum preguntaba a sus lectores a ver si era de recibo que una obra de arte provocase sentimientos de repulsión, para responder acto seguido que aunque así fuese, Wells se había excedido. El que a la sazón era el órgano de la Iglesia, The Guardian, sentenciaba que la novela se había escrito guiada por los sentimientos más soeces y rastreros.

En origen el autor pensaba dedicar la obra a Jonathan Swift y como proyecto pensaba que su obra fuese una abierta oposición al dios del Antiguo Testamento exigiéndole responsabilidades acerca del proceso de evolución de la especie, proponiendo al contrario una evolución menos bárbara y que se basase en el modelo de los ángeles, lo que exigía una diferente utilización del barro inicial…algunos avispados clérigos – doctores tienen las iglesias – captaron esta supuesta intención al indicar que Wells había tratado de “parodiar la obra del Creador”. En una novela, El señor Britling lo entiende mejor, el escritor ponía en boca de uno de sus personajes: « El mundo es cruel – dice Letty -. Es muy cruel. En cuanto a Dios…, o bien Dios no existe, o bien es un idiota…», que resuena en aquello que dijese Stendhal de que «la única disculpa que tenía Dios es el no existir». Las casi unánimes críticas llevaron al escritor a tomarse una pausa y replantearse su quehacer en las letras, que confesaba – según su hijo Anthony – que su padre aclaraba que mientras escribía el libro, que inicialmente pensaba escribirlo en plan aventuras, de un naufrago, a lo Conrad, su imaginación guiada por una especie de empuje interior, oscuro, le empujaba a ir variando el rumbo de la escritura… hasta desembocar en una auténtica parábola de la condición humana, no solo en lo relacionado con la eugenesia (y las vivisecciones) sino también, y de manera más especial, en las interferencias humanas en la marcha de la Naturaleza; en este orden de cosas puede considerarse la obra cercana a la de Mary Shelley, y si en el momento de su publicación causó escándalo, las experiencias posteriores en lo que hace a experimentos brutales sobre humanos (resonando el nombre del doctor Mengele, no me detendré en los experimentos del nazismo) y los actuales avances genéticos hacen que la obra cobre una verdadera actualidad, si es que en algún momento la ha perdido (leí en la prensa no hace mucho que «se están creando ratas humanas en Japón y monos humanos en China»). En este orden de cosas, puede incluirse al autor entre los anunciadores de incendios de los que hablase Walter Benjamin

No sería tampoco exagerado incluir la obra entre las que en el siglo XIX han explorado el problema del mal (puede verse el aconsejable repaso que realiza Pietro Citati en su El mal absoluto. En el corazón de la novela del siglo XIX. Galaxia Gutenberg, 2006; obra en la que no incluye a autores y obras- Melville o el mismo Wells que bien podrían ser encasilladas en ese conjunto de obras en las que el autor hurga: las de Balzac, Poe, Dumas, Dostoievski, Hawthorne, Stevenson o Henry James).

La novela publicada en 1896, cuyo claro objetivo es – como queda dicho – oponerse a la vivisección (que en aquellos tiempos era ampliamente utilizada en Gran Bretaña al igual que lo era en la práctica psicológica de otros lugares: lobotomía y otras operaciones y/o mutilaciones), presenta la historia que se desarrolla en su isla del Pacífico, en donde un extraño doctor que había salido rebotado de la metrópolis por sus investigaciones científicas consideradas peligrosas fue a parar a la isla del Noble [cuyas coordenadas ofrecen, ficción de la ficción, Manguel y Guadalupi: «Situada a 5º 3´ de latitud sur y a 101º de longitud oeste. Islote volcánico, con una densa vegetación, sobre todo palmeras. Playas de gruesa arena, se elevan escarpadamente formando una loma de veinte o treinta metros de altura sobre el nivel del mar. Al norte hay fuentes de aguas termales y al sur un bosque carbonizado y una ciénaga amarillenta que exuda un vapor acre.

»La Isla del Noble fue visitada por primera vez en 1867 por el doctor Moreau, un biólogo inglés que, junto con su ayudante, llamado Montgomery, estableció allí un campamento para dedicarse a la investigación científica.

»No se dispone de información acerca de los actuales habitantes de la isla, pero sabemos que en ella vivían tanto una tribu de indios canacas (que también se encuentran en Nueva Caledonia) como un grupo de extrañas criaturas, los hombres-bestias hombres-toros, hombres-leones, hombres-monos, etc. -, que, a la inversa, en cierto modo de lo que se supone hacía Circe (isla de Eea, transformaba a los hombres en animales), eran originariamente bestias que el doctor Moreau intentó transformar en hombres, sin lograrlo jamás del todo. Aunque algunas estaban dotadas de habla, todas han vuelto a su condición animal, por lo que se recomienda al visitante permanecer alerta, pues un encuentro con cualquiera de ellas pueden constituir una experiencia poco agradable.

Después de haber tratado con estas bestias de la Isla del Noble, [el viajero] notó que muchos de sus compatriotas, aparentemente normales, le recordaban a los hombres-bestias. Veía ancianos que le hacían pensar en los hombres- monos, mujeres que ronroneaban como los gatos y le maullaban y pálidos obreros de mirada cansada como la de los ciervos heridos. Los rostros vacíos e inexpresivos de los viajeros de autobuses y trenes le resultaban particularmente repulsivos. En realidad, cabe dentro de lo posible que algunos hombres-bestias escaparan de la Isla de Noble y vivan hoy en otros lugares.»]

Pues bien, tras el naufragio del Lady Vain, el tío del narrador, un tal Edward Prendick que en tal barco viajaba , tras diversas peripecias vividas en el barco que le rescató, el Ipecacuanha, vio a unos seres extraños y a otros, humanos, que abandonaron el barco para dirigirse a una isla, el en principio se quedó abandonado en un bote, a la buena de dios. Al final, fue salvado por quienes se dirigían a la isla que llevaban consigo un cargamento de animales para -según decían – experimentar con ellos. Desde el principio fue acompañado por Montgomery, que ejercía las funciones de médico en el barco, y que le conducía por algunos espacios limitados de aquella extraña isla, siempre jugando el papel de mediador, con respecto al diseñador de las bestias-humanas, debiendo permanecer siempre Prendick en una caseta que se le había ofrecido como vivienda; allá acabaría conociendo al doctor Moreau del que supo con el paso del tiempo que lo que pretendía era transformar cuadrúpedos diferentes (cerdos, hienas, perros o leopardos) en seres humanos, sirviéndose de la cirugía y de ciertos tratamientos con el fin de modificar los hábitos del comportamiento; Moreau, ser alocado y visionario, había tenido que abandonar su país debido a las limitaciones morales y científicas de la sociedad victoriana ( su sombra es alargada cubriendo al Kutz de Josef Conrad), expulsado de la comunidad científica por sus vivisecciones salvajes con animales y sus transfusiones sanguíneas, consideradas en la época pura perversión. El recién llegado se aventura a explorar la isla, no pudiendo aguantar los aullidos que emite un puma al que Moreau está operando, viendo en su travesía por el bosque el espectáculo de algunos seres más cercanos a lo monstruoso que a cualquier figura propiamente humana o animal y viéndose invadido por un hondo temor de que pudiese ser tomado como objeto de experimentación por el doctor de marras, amenazando, por otra parte, la posible violencia de los monstruos avistados; el temor aumentaba al haber oído gritos espantosos y restos de sangre, etc. Prendick se llega a considerar un prisionero en la isla, hasta que tras un intento de huida, primero de los animales transformados y más tarde de Moreau y sus sabuesos, asiste a una declaración del doctor Moreau en la que éste le expone cuáles son sus verdaderos propósitos , llegando, el recién llegado, a convertirse en testigo horrorizado de los experimentos que allá se realizan. Su exploración de la isla le había hecho asistir a algunas sesiones rituales en las que los monstruos recitaban a modo de oración, dirigida por el que era calificado el recitador de la Ley, una serie de frases que ponían el acento en el cumplimiento de la Ley, lo que era acorde con ella o lo que era contrario, que culminaban con loas a la mano que sana y a la que hiere (es decir, preces al creador al modo de las entonadas en honor a dios) [las letanías repetidas, coronadas con los elogios al Maestro, son: no andar a cuatro patas, no sorber para beber, no comer ni carne ni pescado, no arañar las cortezas de los árboles, no cazar a otros hombres… siempre seguidas de un: Es la Ley. ¿No somos hombres? / puesto, por cierto, en música el grupo Devo lo hizo en su primer disco: Devo – Q: Are we not men? A: We are DEVO! – YouTube / y más en concreto: Devo – Jocko Homo – Q: Are We Not Men? A: We Are Devo! [1978] – YouTube ], estos comportamientos le inspiraban a Borges a sentenciar que: «el convertículo de monstruos sentados que gangosean en su noche un credo servil es el Vaticano y es Lhasa»; esta obediencia inducida por el experimentador, no resulta tan perfecta como éste había esperado, siendo precisamente esa imperfección en las transformaciones provocadas la que va a hacer que los seres transformados se vean impulsados a recuperar su antigua animalidad, volviendo a andar a cuatro patas y a correr detrás de los conejos.

Prendick llega a perder el miedo a las bestias si bien cuando éstas se rebelan, empujado por el afán de supervivencia, se une, en cierta medida, a la concepción de Moreau y de sus colaboradores. No pudiendo de todos modos, quedando él solo tras haber muerto quienes habían vivido con él en la isla, resistir el tirón y temiendo la rebelión de los animales, huye si bien tras la experiencia vivida le resulta incapaz de vivir en sociedad, soportando solamente su soledad, ya que en las relaciones sociales y bajo los ropajes de la moral y el progreso, él siempre sospecha que tales no hacen sino ocultar la verdadera esencia agresiva e hipócrita de los humanos.

Además de algunas de las posibles interpretaciones a las que he aludido, alguno de los nombres citados en el propio libro (Horacio, Victor Hugo o Huxley), y más en concreto el de Barba Azul, el siniestro personaje creado por Perrault, pueden dar alguna posible pista, trayendo a colación, por asociación libre, al marqués de Sade, como representación de la crueldad, que pretendidamente no hace sino seguir la amoralidad de la naturaleza… lo que podría llevarnos a penetrar en el tema de las relaciones que oponen o completan, según se interprete, a la naturaleza con la cultura, siendo esta última la que pone, supuestamente, freno a la guerra de todos contra todos (homo homini lupus, frase de Plauto – retomada y hecha célebre por Thomas Hobbes), con el recurso a la hipótesis del contrato social al pulir la animalidad de los humanos para convertirles en seres capaces de vivir en sociedad, bajo el dominio de Leviatán… o hasta podría asomar, sin rizar rizo alguno, la sombra de Jean-Jacques Rousseau y su teoría del bon sauvage, cuyas virtudes e inocencia se pierden por las imposiciones sociales que le malean… afirmaba Walter Benjamin en su Tesis sobre la filosofía de la historia ( Discursos interrumpidos I. Taurus, 1973; p. 182) que «jamás se da un documento de cultura sin que lo sea a la vez de la barbarie»; y así oye.

Libros h / ojeados

AAVV. La biblioteca ideal. Planeta, 1993.

Borges , Jorge Luis. “El primer Wells” – Otras inquisiciones– in Prosa completa. Volumen 2. Bruguera, 1980-

Calvino, Ítalo. Cuentos fantásticos del siglo XIX. Siruela, 1987. [En el segundo volumen de esta recopilación se incluye El país de los ciegos]

Diccionario de Literatura. 1. Literaturas anglosajonas. Alianza, 1979.

Domingo, Andreu. Descenso literario a los infiernos demográficos. Anagrama, 2008.

Drouin-Hans, Anne-Marie. Éducation et utopies. Vrin, 2004.

Eizykman, Boris. Science-fiction et capitalisme. Critique de la position de désir de la science. Repères, 1973.

Fernández Buey, Francisco. Utopías e ilusiones naturales. El Viejo Topo, 2007.

Jameson, Fredric. Archéologie du futur. Le désir nommé utopie. Max Millo, 2007.

Le Guin, Ursula K. “Cosas que en realidad no están presentes” in Contar es escuchar. Círculo de tiza, 2018.

Lodge, David. Un hombre con atributos. Impedimenta, 2019. [crítica del libro publicada en la red: Tras la pista de H.G.Wells – Kaos en la red )

Manguel, Alberto / Guadalupi, Gianni. Breve guía de lugares imaginarios. Alianza, 1992.

Manuel, Frank E. – Manuel, Fritzie P. El pensamiento utópico en el mundo occidental III. La utopía revolucionaria y el crepúsculo de las utopías (siglo XIX- XX ). Taurus, 1981.

Manuel, Frank E (comp) Utopías y Pensamiento Utópico. Espasa Universitaria, 1982.

Miller, David (Dirigida por). Enciclopedia del pensamiento político. Alianza, 1987

Morin, Edgar. Science avec conscience. Fayard, 1982.

Mumford, Lewis. Historia de las utopías. Pepitas de calabaza, 2013.

Riquer, Martín de y Valverde, José María. Historia de la Literatura universal (Volúmenes 8, 9 y 10). Planeta, 1986.

Rouvillois, Frédéric (textes choisis & présentés par). L´utopie. Flammarion, 1998.

Steiner, George. En el castillo de Barba Azul. Aproximación a un nuevo concepto de cultura. Gedisa, 1991.

Stromberg, Roland N. Historia intelectual europea desde 1789. Debate, 1990.

Trousson, Raymond. Historia de la literatura utópica. Viajes a países inexistentes. Península, 1995.

Wells, H.G. Una utopía moderna, Editorial Océano-México, 2000.

Wells, H,G. Breve historia del mundo. Península, 2005.

Wells, H.G. Grandes novelas. RBA, 2012. [Contiene La máquina del tiempoLa isla del doctor MoreauEl hombre invisible y La guerra de los mundos]

Wells, H.G. Cuentos completos. Valdemar, 2109.

West. Anthony. H.G.Wells. Aspectos de una vida. Circe, 1993.

Por Iñaki Urdanibia.

Breve aproximación biográfica

Nació en 1866 en las cercanías de Londres, en Bromley, en el seno de una familia de sirvientes que ascendieron, gracias a una herencia que les sirvió para poner en marcha un pequeño negocio de porcelanas que nunca alcanzó a funcionar mayormente bien. Varias circunstancias marcaron su futura vocación: por una parte, un accidente mientras practicaba una actividad deportiva, en la que fue derribado y pateado lo que le postró en cama (enfermedad, con diversos y oscuros diagnósticos, que no le abandonaría a lo largo de la vida), momentos en los que su afición a la lectura creció de manera exponencial, entregándose a la lectura de Charles Dickens y Washington Irving en especial; empujado por su madre trabajó como aprendiz en diferentes negocios y en concreto en uno dedicado a la comercialización de telas y tejidos, empleo del que fue expulsado por el patrón debido a su carácter poco centrado y su tendencia a permanecer ausente de las labores que se le encomendaban, centrado en las cavilaciones propias de una imaginación desbordante; la decisión no desagradó en especial al joven Herbert George que sin trabajo podía dedicar más tiempo a su formación, entregándose a la lectura de Platón, Herbert Spencer o Voltaire. Logró una beca para estudiar Biología, estudios que se alargaron por limitaciones de índole económica; tras ejercer de profesor, primero en una escuela en el norte de Gales a la que se consideraba modélica, pero que le defraudó, y posteriormente en un centro universitario, la tuberculosis, que le supuso cuatro meses de cama, le condujo a dedicarse de lleno a la escritura, tarea que no abandonó hasta su fallecimiento en 1946 en su misma ciudad natal. Dejó gran cantidad de obras, más de cien libros de literatura, sin obviar los de corte ensayístico social, y más de una sesentena de cuentos. Fue nominado en cuatro ocasiones como candidato al premio Nobel de Literatura.

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«Es el más extraordinario inventor de historias de esa extraordinaria época de la literatura mundial que está a caballo entre dos siglos»

  Ítalo Calvino

«La procedencia de las primeras novelas de Wells – The Island of Dr. Moreau… – se debe a una razón más profunda. No sólo es ingenioso lo que refieren; es también simbólico de procesos que de algún modo son inherentes a todos los destinos humanos […]. La obra que perdura es siempre capaz de una infinita y plástica ambigüedad; es todo para todos, como el Apóstol; es un espejo que declara los rasgos del lector y es también un mapa del mundo»

  Jorge Luis Borges

No resulta excesivo considerar al escritor británico como el fundador o pionero impulsor de la denominada ciencia-ficción quizá más exacto sería adoptar la expresión que utilizase Ítalo Calvino: “ciencia-fantasía” [no está de mas añadir, a este respecto, las certeras precisiones de Ursula K. Le Guin quien hablando de la literatura fantástica pusiese en boca de un personaje suyo: «Fantasy o phantasy proviene del griego phantasia que literalmente quiere decir lo que se hace visible. Phantasia se relaciona con los verbos phantasein, hacer visible, o en griego tardío, imaginar, tener visiones, y phainein, mostrarY resume los primeros sentidos de la palabra fantasy en inglés: una aparición un fantasma, el proceso mental de la percepción sensible, la facultad de la imaginación, una idea falsa, un capricho, una extravagancia (…) La palabra fantasy es ambigua, situada entre lo falso, lo insensato, lo ilusorio, la superficie de la mente y la honda conexión de la mente con lo real. En ese umbral, a menudo mira para un lado, enmascarada y disfrazada, frívola, como un escapista; luego se vuelve y vemos la cara de un ángel, un mensajero refulgente de la verdad…» ], subrayando el italiano que el escritor, reformador y activista era de los que no consideraba sus historias como meros pasatiempos, sino que pretendía con ellos empujar a la reflexión moral y cívica; si se hace caso a las propias palabras de Wells se puede conceder que su interés no era fundamentalmente literario sino político y social, siendo la literatura el modo de vehicular sus mensajes; tal intención, a veces claramente explícita en sus escritos, es la que llevó a Chesterton a afirmar que el escritor se había vendido por un plato de mensaje, manteniendo una visión diametralmente opuesta a la de Borges que mantenía que «West es menos un literato que una literatura [para añadir líneas después:] que prodigó parábolas sociológicas, erigió enciclopedias, dilató las posibilidades de la novela, reescribió para nuestro tiempo el Libro de Job, esa gran imitación hebrea del diálogo platónico […] historió el pasado, historió el porvenir, registró vidas reales e imaginarias…».

Dicho lo anterior no está de mas buscarle la compañía de Mary Shelley, Edgar Allan Poe o Jules Verne. Centrado en los inventos y desarrollos tecnológicos, el escritor rastrea inverosímiles islas y no pone límite a la exploración de planetas: la Luna, Venus y Marte que luego se convertirían en los más visitados por la narrativa posterior; como queda ya señalado, no obstante, el centro de gravedad de su obra es la cuestión política, social y filosófica y las cavilaciones sobre los beneficios y costes que el empleo de la ciencia y la técnica tienen para los seres humanos. Podría hablarse de sus aproximaciones como especulativas frente a la onda más plenamente aventurera de Jules Verne.

Si fue en la literatura inglesa en donde se dieron los primeros ejemplos de propuestas de países nuevos, de islas, de utopías, de la mano de Thomas More con su isla Utopía que dio nombre al género o La Nueva Atlántida de Francis Bacon, en los siglos XVI y XVII, tal inauguración se amplió más tarde, en el XIX, con irrupción de Mary Shelley con su célebre personaje que abría el camino a escritores posteriores entre los que Wells resulta destacable al explorar ciertas tendencias creativas de los humanos, erigidos en dios, y ensanchando y desbordando los límites terrenales para viajar en el espacio y el tiempo… Junto a la creación de lugares y seres imaginarios (la isla Aepyorinis situada en medio de un pantano en donde viven unos extraños pájaros, que dan nombre a la isla; el País de los Ciegos situada en los Andes ecuatoriales; la Puerta en el Muro que sirve de entrada a un jardín que nunca está en el mismo lugar y que quienes lo visitan se sienten atraídos irremediablemente por volver, si bien el gozo puede convertirse en tumba; la isla Rampole que se sitúa en el Atlántico sur… dejando de lado la Isla del Noble que luego tendremos ocasión de visitar ya que es otro nombre que recibe La Isla del doctor Moreau) las exploraciones del escritor son de más amplio alcance y dimensiones, ya que nos conduce fuera de las coordenadas espacio-temporales: a no-lugares (u-topías), a otros tiempos anteriores o no-llegados (u-cronías), como el viaje a la Luna narrado en 1901 o los tiempos disparados a siglos después con su máquina del tiempo, pues Wells corría mucho y era capaz de vislumbrar situaciones futuras que con el paso del tiempo se confirmaron, al menos en parte, y sus abiertas críticas al comportamiento del colonialismo y el consiguiente desprecio de los otros, al igual que las constantes denuncias del uso abusivo del desarrollo científico y tecnológico.

Ciencia, socialismo y utopía

En la trayectoria personal e intelectual y en el pensamiento de H.G. Wells hay tres cuestiones que van unidas de manera inseparable: la ciencia, el socialismo en su vertiente fabiana y la utopía, que llevaban al escritor a realizar propuestas y a mantener algunos encuentros con relevantes personalidades políticas y literarias de la época, lo cual da cuenta de la atención que merecían sus previsiones y opiniones (Lenin, Stalin, Rooselvelt,… obviando los contactos con sus pares en escrituras). Tanto en sus narraciones como en su actividad se pueden ver anticipaciones acerca de un futuro que, por una parte, se antoja prometedor mientras que por otra anuncia su rostro amenazador. Ya desde joven mostró interés por la ciencia, en especial por la biología y afines, para cuyo estudio logró una beca que le abrió las puertas a los estudios de ciencias naturales en la Normal School of Science, institución que pretendía seguir el modelo de la prestigiosa École Normale Supérieure parisina, adoptando posteriormente el nombre de Royal College of Science de Londres; allá tuvo como profesor a Thomas Huxley, colaborador de Charles Darwin (se le conocía con el nombre de Darwin´s bulldog) y abuelo del escritor Aldous Huxley, que le marcó profundamente en su orientación vocacional; fue en aquella época en la que comenzó a escribir sus primeros cuentos, al fundar junto a otros compañeros la revista del centro, Science Schools Journal, pasando a ser su primer director. Eran tiempos en los que los relatos breves y los cuentos estaban en boga en la prensa británica que los publicaba habitualmente en sus suplementos dominicales y en donde destacaba Rudyard Kipling a quien Wells decía tomar como modelo. Al finalizar dichos estudios trabajó como profesor en el University Correspondence College de Cambridge. La tuberculosis fue la causa que abandonase su labor docente para dedicarse de pleno a la escritura.

Puede verse este interés por la ciencia desde sus primeros cuentos en los que iría tratando de temas como la cuarta dimensión, los viajes por el tiempo , la simultaneidad de espacios en diferentes lugares y planetas, mundos con otras formas de civilización, y otros con temas biológicos, botánicos y evolutivos, que presentan plantas , animales y seres humanos en distintas fases de su desarrollo, sin obviar las máquinas y vehículos, terrestres y marinos, civiles y bélicos… de manera muy especial en algunas de sus obras más señeras como La máquina del tiempo (1895), que obtuvo un notable éxito lanzándole a la fama y favoreciendo su capacidad de sobrevivir de la escritura, obra en la que narra la construcción por parte de un científico de una máquina que permite viajar al futuro; futuro realmente lejano (802.701) que realmente es pintado con tintes oscuros, en donde se da una encarnizada lucha entre los Morloks y los Eloi, siendo los primeros los siervos de los otros; crítica indisimulada de las diferenciaciones radicales impuestas por el capitalismo, y su carácter expansivo, entre clases, razas, poblaciones. Al año siguiente vio la luz La isla del Dr. Moreau, en la que luego me detendré, en el siguiente artículo, de manera pormenorizada, en la que trata de la manipulación genética y las sombras de ciertas utilizaciones perversas de la ciencia. En 1897 publica su El hombre invisible, en donde se presenta a un ser en permanente balanceo entre su superioridad y su consideración como víctima al que nadie escucha ni hace caso, y en donde el eje sobre el que giran las reflexiones son la incomunicación y la incomprensión de los humanos hacia lo diferente. La guerra de los mundos (1898) presenta la caída a la Tierra de unos extraños meteoritos , en cuyo interior hay unas naves de alienígenas que proceden de Marte, la amenaza es inminente y las primeras resistencias establecidas por los norteamericanos son vencidas. Es conocida la situación de pánico generalizado que se originó por la versión radiofónica creada, y puesta en práctica, por Orson Welles en octubre de 1938. En todas las narraciones nombradas, y no nombradas, destaca un espíritu crítico acerca de la hipocresía de la sociedad, sobre las flagrantes desigualdades , acudiendo a otros tiempos, a otros espacios, y a otros seres que hacen ver en la distancia los caducos valores de la humanidad y la posibilidad de crear alterntivas; Voltaire en su Micromegas ya había explorado los seres de otros planetas y sus viajes o anteriormente Luciano de Samósata (125-181) en sus Relatos fantásticos, había descrito los enfrentamientos interestelares entre selenitas y solares.

Este negativo balance acerca del mundo se amplía en otras obras y ensayos a los que contrapone la posibilidad de una situación de mayor armonía entre los humanos, con propuestas que en algunos casos contenían el diseño de un futuro gobierno mundial de lo que luego sería, por ejemplo, la Sociedad de Naciones Unidas; «valorar más lo colectivo que lo individual y trabajar para la Inteligencia de la Raza Humana[ y relacionando su idea de crear una organización de las Naciones Unidas, terciaba que el Gobierno Mundial está todavía muy lejos. Y si no se produce un cambio en la mentalidad colectiva, esa organización será tan inútil como la Liga de las Naciones». Estos posicionamientos políticos, fueron en algunos casos compartidos por sus compañeros de la Sociedad Fabiana, si bien las posturas de Wells eran en no pocas ocasiones discordantes con los principios de tal grupo y fueron mantenidas en solitario, no durando excesivamente su afiliación.

Fue en los años ochenta del XIX cuando surgió la asociación de la que hablo siendo una de las introductoras del socialismo en Gran Bretaña, un socialismo abiertamente contrario al marxismo ( rechazo de boquilla ya que aun no proclamándolo se nutrieron de atentas lecturas de Marx); decía años después un correligionario: «fue la primera y fresca primavera del socialismo fabiano y considerábamos que marchábamos en una procesión irresistible, con Shaw, Webb y Wells, en la vanguardia, rumbo a la tierra prometida». En 1884 se unieron algunos intelectuales seguidores de William Owen y de John Ruskin y optaron por encuadrarse bajo el nombre que hacía referencia a Fabio Cunctator, el contemporizador, esperando que los cambios vendrían dados por el paso del tiempo y no por la acción, tratando, con el fin de que los cambios se produjeran, de infiltrarse en las instituciones en las que tenían la intención de influir para que progresivamente fueran evolucionando hacia el socialismo. Su propósito era ir haciendo que sus ideas fueran ganando las mentes de los dirigentes, mas siempre alejados de cualquier veleidad amistosa con respecto a los anarquistas u otras corrientes revolucionarias y siguiendo las posturas del pragmatismo benthamiano, adoptando como guía a John Stuart Mill . La pareja formada por Sidney y Béatrice Webb, fueron quienes aglutinaron en torno suyo a Bernard Shaw, Aldous Huxley , Bertrand Russell o, por supuesto, al mismo Wells. Su programa residía en liberar el suelo de la propiedad privada para que fuese entregado a la comunidad, del mismo modo que los capitales que servirían para la instauración de una democracia industrial (la pareja citada en primer lugar publicó precisamente una obra con tal título), que fuera desembocando en un socialismo administrativo que municipalizase los grandes servicios y otorgase mayores poderes al Estado. Sus intentos de convencer a los liberales de la justeza de sus presupuestos no tuvieron el éxito esperado lo que empujó a algunos a orientarse hacia la creación de un partido obrero autónomo, en 1892, con la pretensión de que dentro de tal partido ellos seguirían manteniendo su independencia como grupo.

Reivindicando posturas republicanas, mostraban cierto recelo hacia la democracia y hacia la “estupidez de la clase obrera” (Barnard Shaw dixit) buscando un protagonismo transformador que recayese en expertos en lo que hace a la ciencia y la técnica; con tales presupuestos su influencia solamente se dio en el seno de las clases medias y en las capas profesionales, permaneciendo los trabajadores impermeables a sus mensajes. Las cifras cantan en lo que se refiere a su implantación: 640 en 1983 alcanzando los 3000 escasos en 1914. Representaban al medio de profesionales administradores asalariados no ligados a las empresas privadas , reclamando en todo momento una intervención del Estado, identificándolo con el socialismo; en realidad a pesar de proclamar el socialismo de hecho se comportaban como freno ante cualquier movimiento revolucionario para lo que invitaban a los capitalistas a que mejoraran las condiciones salariales y de vida a los trabajadores para evitar así su descontento y su consiguiente revuelta.

H.G.Wells fue durante los dos años en que perteneció, con sus más y sus menos, a la sociedad fabiana, el crítico más agudo de las posturas del movimiento. Se alzó contra ella, echando en cara, a sus miembros, que sus posturas eran muy tibias y que no escandalizaban a la opinión pública, evitando el uso de la palabra socialismo convirtiendo su acción política en una especie de mero entrismo (permeation) en los medios progresistas. Invitaba a convertirse en un partido político que interviniese en las contiendas electorales (más adelante él fue incluido en las listas electorales del partido laborista). Su socialismo era contrario a la democracia al ser considerada por él, y sus correligionarios, como una mera “engañifa verbal”, y aun condenando el burocratismo de los Webb, mostraba su esperanza en que fuese una aristocracia (en el sentido original griego: el poder de los mejores) que no fuese clasista ni heredada sino que respondiese al esfuerzo personal en el camino de acceso a tal capa que él comparaba con los samurais japoneses. « Imaginé que la Sociedad Fabiana reconstituida, o al menos modificada a fondo, podría convertirse, por medio de una vigorosa propaganda y y guiada esencialmente por personas jóvenes, en el elemento que aglutinase y dirigiese un partido socialista reorganizado… Si tuviese que hacer recuento de las idas y venidas del mojigato y polvoriento conflicto que tuvo sus inicios en mi texto titulado The Faults of The Fabian [Las culpas de los fabianos, de febrero de 1906] y terminar con mi dimisión, en septiembre de 1908, el lector acabaría aburriéndose más allá de lo humanamente tolerable. Por fortuna para él, a mí me aburría más si cabe desenterrar todos los documentos que hacen al caso, volver a librar todas aquellas batallas y escribirlo todo por lo menudo. Y no hay nadie más que pueda hacerlo» (Experimento de Autobiografía).

No debe pasarse por alto que algunas de las más profundas diferencias con respecto al grupo se daban en relación con sus posturas a favor de las mujeres, con respecto a las que defendía que se pusiese inmediato término a su sometimiento [la propuesta que presentó a la Sociedad como una de las bases esenciales que debía adoptarse era el reconocimiento igualitario entre los sexos, al igual que proponía que el Estado prestase apoyo a todos los niños, nacidos dentro o fuera del matrimonio], y sus concepciones de una sexualidad abierta, actividad que él ponía en práctica en su propia vida personal lo que era piedra de escándalo para los dirigentes fabianos, nada digamos para gentes de otros horizontes ideológicos y políticos. Había contratado matrimonio con una prima suya a la que dejó tras catorce años al enamorarse perdidamente de una alumna suya, Amy Catherine Robbins con la que se casó una vez liquidado el contrato anterior, estando casado con Jane Wells (con quien tenía una especie de detallado contrato que permitía al marido tener las aventuras que juzgase menester), comenzó una relación con la escritora Rebecca West, casi treinta años más joven que él, con la que tuvo un hijo, Anthony… No fueron las únicas amantes, entre las que se contaban Amber Reeves – relación que provocó un escándalo sonado entre los fabianos y encendidas denuncias por parte del padre de la chica que decía que había sido engañada por él -, y también Elizabeth von Amin y Moura Budberg, secretaria de Maxim Gorki.

Ya antes de hacer un planteamiento abiertamente utópico, casi programático, en Una utopía de la modernidad (1905), en obras anteriores, como La máquina del tiempo, podían verse algunos cambios que resultaban como consecuencia de innovaciones científicas, modificaciones biológicas, que provocaban como resultado una situación más cercana a la catástrofe, dándose un enfrentamiento brutal y sangriento entre los mentados, subterráneos, Morlocks y los Eloi solares que son quienes dominaban, mas donde hay opresión hay resistencia y los primeros agobiados por el hambre se comen a los segundos… como queda patente en esta «sátira cruel y profética de la civilización industrial y capitalista» la crítica radical al rumbo que guiaba a la sociedad hacia la catástrofe era clara como el agua cristalina . La publicación de Una utopía de la modernidad supuso un giro que del pesimismo anterior, que presentaba situaciones que más se asemejaban a distopías o utopías negativas, daba pasos a una tierra cercana al paraíso, dominado por una desarrollada tecnología, que acabaría con la guerra y lograría mercancías para todo el mundo. Proyecto que en cierta medida tomaba impulso en las obras de Platón, Moro y Saint-Simon (en concreto en la obra nombra las utopías de Morris, de Platón y de Moro); la acogida del libro le supuso una grata sorpresa ya que fue realmente buena hasta dentro de las filas del propio fabianismo, aplauso que se extendía hasta en los aspectos relacionados con la cuestión sexual que tanto revuelo habían levantado en su momento; aplauso incondicional por parte de los jóvenes en especial. Se ha de añadir que sus posturas netamente feministas, que a tantos escandalizaron, hizo que recibiese un respaldo incondicional por parte de casi todas las esposas de los fabianos; alguna de ellas se dirigió directamente a Jane, la esposa del escritor, para expresarle que las posturas de su marido debían ser seguidas por la Sociedad para cambiar de rumbo y dejar paso a una nueva era dentro del fabianismo: «si al menos todos fuesen tan sensibles, tan amplios de miras [lo que podía hacer que la Sociedad dejase de ser] una capillita baptista dominada por el diácono Webb [añadiendo que el socialismo propuesto] era mucho más democrático, radical y omnicomprensivo que el que se defendía en las filas de la asociación». En la obra se planteaba que la humanidad tenía los recursos suficientes para que nadie pasase hambre siempre que hubiese voluntad y sentido común. Con un planteamiento que dejaba lugar a mundos paralelos, el narrador de la obra y su acompañante, un mediocre antropólogo, caminan por los Alpes cuando de pronto se asoman a un abismo desde el que observan otro mundo, Italia. Ese otro mundo podía traspasarse a otro mundo ideal en el que reinase el orden y la racionalidad, la belleza y la convivencia, la paz y la salud mental y física, y, por supuesto, en donde reinase un Gobierno Mundial, no elegido democráticamente sino que fuese ocupado por los mejores, al modo del modelo platónico y su filósofo-rey (en sus Anticipaciones había dejado escrito en clara onda platónica: «no conozco argumento alguno a favor del gobierno democráticamente elegido de los Estados modernos que no se pueda demoler en cinco minutos; […] el sufragio universal coloca simplemente el poder en las manos de los candidatos más hábiles […] ni los hombres ni sus derechos son absolutamente iguales, sino que varían en función de los individuos» [sea dicho de paso que tales posturas pueden ser anunciadoras de los gobiernos autoritarios, según algunos que, en una indudable pasada de frenada o de acelerada, así lo proclamaban, mientras que para otros eran el anuncio del futuro Estado del bienestar; lo que sí que resulta cierto es que los gobiernos propuestos por Wells, y congéneres (y pienso en Bertrand Russell) bien podrían ser asimilados en cierta medida con el despotismo ilustrado – todo por el pueblo, y en la práctica, sin el pueblo, o con poco pueblo-, del mismo modo que a los samurais, propuestos por Wells, se les puede hallar parecidos con los templarios, con la jerarquía establecida por La República platónica o con los sifograntes de Moro; los samurais, voluntarios y sacrificados aristócratas, mujeres y hombres austeros que se entregaban a la colectividad, y bajo el mando de éstos: los poéticos que destacaban por su creatividad, los obtusos que no tenían ningún don especial y los villanos que carecían de criterios morales, estos últimos eran aislados a islas ya que desentonaban con respecto al resto, con el fin de no contagiasen a los demás y que construyesen la sociedad que fuera de su gusto. Los criterios clasificatorios en esta utopía nada tienen que ver con la producción sino que se basan en una tipología psicológica que puede variarse, no obstante, con el esfuerzo personal( meritocracia); una ciudad en la que no había prisiones, y que era descrita con detalle en sus costumbres sexuales y matrimoniales. Los matrimonios solamente estaban destinados para quienes quisieran tener hijos, los demás no tenían problemas ya que el Estado se encargaba de suministrar anticonceptivos. Las casadas recibían ayudas económicas por parte del Estado para que pudiesen tener recursos propios que les permitiese ser independientes, los hombres casados por su parte podían tener todas las relaciones sexuales con otras mujeres, sin cortapisas, siempre que les viniese en gana…

Un papel fundamental en su proyecto residía en la importancia otorgada a la educación, común a todos y todas hasta los catorce años, con respecto a la que mantenía poco menos que una adoración , postura que había sido igualmente una constante en su vida y en su entrega a los estudios; «¿Cuál es la tarea del educador en el mundo? La mayor de todas: asegurar que el hombre, el hombre-dios, crezca sin cesar en el alma de los hombres. ¿Qué es el hombre sin instrucción? Un ser como las bestias, de un devorador egoísmo, un ávido deseo, un balanceo entre lujurias varias y temores: no ve nada más que respecto a sí mismo. Y somos únicamente nosotros, los educadores, los que podemos educar por encima de este egoísmo, abrir sus ojos hacia el porvenir y hacia la vida inmortal del hombre». Su proyecto era hacer salir a los humanos de sus propios límites de su tiempo y de su propio ser, de su naturaleza inferior cercana a las bestias, para impulsarlo hacia un mundo nuevo y una nueva humanidad; uno de sus personajes lo deja claro, con tonos propios de un Arquímedes social: «¡confiadme las escuelas del mundo entero y os fabricaré una edad de oro en medio siglo!».

Los habitantes de la Utopía wellsiana responden a criterios dinámicos, en contrapisión al carácter estático de las utopías anteriores, y así viajan, reinando la variedad de oficios y de status, en cierto modo es una sociedad ajetreada, que recuerda a los falansterios propuestos por Charles Fourier o a algunos retratos de la vida en la sociedad comunista, y la diversidad de ocupaciones, presentados por Karl Marx y Friedrich Engels en las páginas iniciales de La ideología alemana, sin obviar la huella del positivismo de Auguste Comte ni tampoco – en lo referente a las castas – la huella del Bhagavad Gita«la utopía moderna no puede adoptar una forma inmutable, sino que debe parecernos una fase transitoria, a la que sucederán una larga serie de fases que la transformarán sin cesar». Los cambios y movimientos de los ciudadanos , no obstante, eran controlados al igual que los hábitos alimentarios y otros de todos los ciudadanos… toda la reglamentación formaba «parte de un amplio sistema de cuestionamientos y rechazos, de dudas políticas, de dudas sociales, de preguntas inciertas». Una utopía de eugenismo dulce que lleva a la extinción a quienes no se adaptasen por medio de la educación, en una senda en la que las tonalidades deudoras de Charles Darwin y sus criterios de selección sexual / natural se dejaban ver

Dentro de las clasificaciones que se pueden establecer entre las utopías teniendo en cuenta las formas de gobierno que adoptan, podría clasificarse la visión de Wells entre las de carácter anarquista, sui generis ya que igualmente mantiene resabios aristocráticos, tecnocráticos, meritocráticos y mesocráticos, junto a las de William Morris o a las de Bertrand Russell, frente a las monárquicas de Thomas More o Bulwer-Lytton; las aristocráticas de Platón, Tommaso Campanella o Saint-Simon, o las democráticas de Étienne Cabet o Edward Bellamy.

El optimismo esperanzado de este fogoso pacifista – y bélico en este caso – que era H.G.Wells puede verse en aquella frase que pronunció mientras se desarrollaba la primera guerra mundial: «la guerra para poner fin a las guerras [cuando pensaba que] esta civilización en la que vivimos se está derrumbando y, en mi opinión, se está derrumbando velozmente»… en medio de estos altibajos con respecto al futuro de la humanidad, que en los tiempos de la segunda guerra mundial le hundieron en una profunda depresión, no se puede negar lo que dijese George Steiner: «de todas estas fantasías sólo World Set Free (El mundo liberado) de H.G.Wells iba a resultar enteramente exacto. Escrita durante 1913 esta obra previó con pavorosa precisión “el inextinguible carmesí de las conflagraciones de las bombas atómicas”. Y ni siquiera Wells pudo profetizar la verdadera dimensión de de lo que luego acaeció, el grado de disolución de las normas civilizadas, de las esperanza humanas».

No cabe duda de que la huella dejada por el escritor ha sido honda y ha recibido los elogios de no pocos escritores quienes no han ocultadola influencia de éste en sus propias obras; sin pasar lista me vienen a la cabeza Aldous Huxley, Ítalo Calvino, Jorge Luis Borges (que no se cortaba a la hora de reclamar su modelo: «He querido ser fiel, en estos ejercicios de ciego, al ejemplo de Wells: la conjunción del estilo llano, a veces casi oral, y de un argumento imposible»), sin obviar a Ursula K. Le Guin y otros escritores incluidos bajo la etiqueta de la ciencia-ficción o similares; sin olvidar a Margaret Atwood y El cuento de la criada y sus secuela o La posibilidad de una isla de Michel Houellebecq, en los que asoman reflexiones sobre el papel del demiurgo y las implicaciones éticas de las creaciones y experimentos científicos; o, todavía, el mismo Primo Levi quien nunca ocultó el peso que la obra de Wells tuvo como inspiradora de sus relatos: puede verse su Defecto de forma (El Aleph, 2010), obra escrita en los tiempos de la guerra fría, en donde centra sus relatos en los límites de la humanidad futura (tratando de la manipulación genética y la creación artificial de seres vivos…), reivindicándose sin ambages de Verne, Swift y muy en especial de Wells (a quien nombra, concretamente, junto al Micromegas de Voltaire) en la recopilación nombrada, que puede ser continuación de sus Historias naturales (El Aleph, 2006) o de su L´asymétrie et la vie (Robert Laffont, 2002).

 

Por Iñaki Urdanibia.

Un brillante acercamiento de un escritor a la vida de otro escritor visionario, con el eje de sus impulsos sexuales y su implicación política.

«Tuve plena conciencia de una serie de asombrosos abismos… Durante unos cuantos días hube de quedarme en su casa, hube de repasar sus papeles, disponer de todas esas minucias personales, íntimas que se acumulan años tras año en torno a un ser humano: las cartas, los recortes amarillentos de algún periódico, los amuletos, las reliquias guardadas sin razón aparente, los vestigios accidentales, todos esos residuos tan significativos. Y me enteré de muchas cosas en las que nunca había soñado siquiera. A veces dudé si no estaría espiando, metiéndome en donde nadie me había llamado, pensando si no sería preferible arriesgarme a perder para siempre las pruebas legales que estaba buscando, y quemar en cambio todos aquellos papeles sin leerlos»

(Los amantes apasionados)

En un año tan propicio para asociar una fecha con los aires utópicos, o distópicos, como 1984, se publicaba una biografía de ese gran escritor que fue Herbert George Wells , nacido el 21 de setiembre de 1866 en Bromley, Kent, Reino Unido y fallecido el 13 de agosto de 1946 en Londres a los ochenta años, aquí se presentó esta biografía de la que hablo por Circe en 1993: «H.G.Wells. Aspectos de una vida», su autor Anthony West, el hijo de Rebbeca West y el escritor. [Libro por cierto nombrado en el libro que ocupa estas páginas, si bien qué libro no ha consultado David Lodge como deja ver en sus páginas finales en las que junto a los agradecimientos expone la enorme bibliografía utilizada… que puede reducirse a TODA la que sobre Wells se haya escrito, y toda la escrita por el mismo biografiado].

El biografiado ejerció mil oficios, iniciándose como escritor en 1895, convirtiéndose en uno de los pioneros de la ciencia-ficción con obras como La máquina del tiempoLa isla del doctor MoreauEl hombre invisible o La guerra de los mundos, en las que se entreveraban ciertas inspiraciones científicas con una perspectiva política en la que se alertaba sobre los abusos de la técnica, y muy en especial sus aplicaciones militares, que podría llevar a la humanidad, inspirada por sus afanes prometeícos, a verse sometida a diferentes Frankenstein… por ella creados.

Ahora Impedimenta presenta una obra en la que un escritor, David Lodge, sigue las huellas del escritor al que admira, que no es otro que del que vengo hablando. «Un hombre con atributos», bajo ese título, que airea varios guiños, y que es opuesto al título musiliano, el escritor londinense nos introduce en los atributos literarios y pasionales del novelista y lo hace con tal puntillismo y cercanía que bien podría pronunciar, como suyas, mutatis mutandis, las palabras que encabezan este comentario. A lo largo de las casi seiscientas páginas de que consta la obra, salta a la vista no solo la admiración que Lodge profesa hacia Wells sino que parece tomarle como el modelo de lo que a él le hubiera gustado ser y no logró, con lo que en cierta medida, dos en uno, estamos ante una presentación o acercamiento a dos escritores: al biografiado y al autor de la Trilogía del campus, como sombra especular e imaginaria del primero.

Si Lodge ha solido tomar su vida como materia prima de su escritura, en la presente ocasión, ya lo había probado de manera exitosa anteriormente con las angustias de Henry James en su ¡El autor, el autor!, penetra hasta las entretelas en la vida de un visionario, tratado como un ser de novela y cuya vida es convertida en eso, en una novela entretenida, documentada y rigurosa en lo que hace a la realidad del personaje. Se apoya el autor en los testimonios de distintas personas que trataron a Wells y que escribieron sobre tales relaciones; anuncia Lodge al inicio de su monumental novela-biografía, aclarando su método y su propósito – y que se me excuse lo largo de la cita -: «Casi todo lo que sucede en esta narración está basado en información obtenida de fuentes fidedignas; basado en un sentido amplio, es decir, que es deducible de lo que afirman dichas fuentes y coherente con ello. Todos los personajes son retratos de personas reales, y las relaciones que estas mantuvieron fueron como se relata en estas páginas. Las citas de sus libros y otras publicaciones, sus discursos y (con muy escasas excepciones) sus cartas reproducen sus palabras. Pero, como novelista, me he tomado ciertas licencias a la hora de representar lo que pensaban, lo que sentían y lo que se decían, y he imaginado muchos detalles circunstanciales que la historia no ha registrado»; fin de la cita.

El retrato de quien fuese un brillante arqueólogo del tiempo futuro se mantiene fiel, muy en especial en lo referido a su trato con las mujeres. La tercera persona recurre en no pocas ocasiones a la del propio Wells, tomando frases suyas, y presentándonos al propio protagonista hablando y hasta discutiendo consigo mismo, y somos invitados a entrar en los recovecos más íntimos del propio escritor hablando a calzón quitado, sobre su concepción de la sexualidad, materiales tomados de la correspondencia de Wells y de sus rumias de sus últimos años. Ayuda al acercamiento, la media docena de entrevistas intercaladas que prestan la palabra al escritor en una amplia gama de temas y la referencia a una elogioso artículo de George Orwell, que ponía en dispar relación a Well y Hitler y el Estado mundial, subrayando cómo los jóvenes que deseaban escribir habían tenido durante una época un inequívoco modelo en Wells, que difundía un efecto iluminador y liberador sobre no poca gente.

El título original de la novela-biografía en inglés es A Man of Parts, y ciertamente el contenido responde a la realidad troceada que nos es entregada, de manera que la verdad sobre Wells es elaborada como una construcción de diferentes trozos que van componiendo en diferentes piezas, al modo de las fichas de un puzzle, que dan cuenta en su combinación de un yo fluido, que corresponde a la visión, que sobre la escritura y sobre sí mismo confesase el propio Wells, haciendo recordar a aquel dicho de Arthur Rimbaud de que Yo es un otro, para dar cuenta del devenir de sí mismo, de la movilidad y de los cambios que se producen en la vida del sujeto, haciendo de este un ser poliédrico, múltiple y hasta caleidoscópico. En este orden de cosas, David Lodge intenta, y pienso que lo consigue o al menos lo convierte en creíble, meterse en la propia piel del presentado, quien en sus momentos postreros de su existencia, desencantado por el estado del mundo, por el fracaso de sus esperanzas utópicas, por su afiliación en la sociedad Fabiana, de clara impronta socialista (de la que en sus pinitos autobiográficos evitaba extenderse para no aburrir a sus lectores) y las voces que le rondaban de sus mujeres amadas: sus dos esposas, sus incontables amantes, muy en especial Amber Reeves que le llamaba maestro, o la insaciable arribista Rebecca West… nombres de mujeres por doquier Isabel, Jane, Moura, Alice, Dusa, Rosamund… y siempre la tenaz búsqueda de la culminación del deseo huidizo por parte de este Casanova de verbo fluido y ameno. Si Oscar Wilde decía que lo mejor que se puede hacer con una tentación en ella, Wells cumplió en no pocas ocasiones tal consejo.

David Lodge, con sobradas dosis de humor, recrea al personaje que quería cambiar el mundo, fogoso defensor del amor libre lo que le condujo a iniciar repetidas experiencias sexuales, con éxitos y sonados fracasos, que además del consiguiente placer el supusieron no pocas preocupaciones y entorpecieron su carrera como hombre público; juzga el autor que «el sexo para G.H.Wells, era idealmente una forma de recreación, como el tenis y el badminton, una cosa que se hacía cuando se había finalizado alguna tarea con éxito, para desfogarse y ejercitar un momento el cuerpo más que su espíritu…». Lodge nos conduce a un balanceo que se da entre los ideales amorosos y el deseo, y extiende su narración al telón de fondo de la sociedad, de puritanismo victoriano, en la que vivió G.H. Wells: con las esperanzas en el socialismo, el surgimiento de las reivindicaciones feministas, y la visión de los bombardeos aéreos, y al empleo de la bomba atómica… hechos que fueron conocidos por una vida que padeció las dos guerras mundiales del pasado siglo.

La lectura de la obra puede espantar ante la abundante paginación y el menudo tamaño de la letra, más a medida que se va entrando en ella, lo cual no tarda en llegar, las páginas con sus historias se deslizan con fluidez haciendo que lleguemos al final y casi desearíamos más. Desde el inicio, situado en 1944 con el escritor enfermo, rodeado de sus seres queridos, hijos y amantes, y la banda sonora de los continuo bombardeos que se oían desde su casa de Rengent´s Park… [recuerdo por asociación de ideas la experiencia del pintor Francis Bacon quien desde su balcón, en forma de tríptico mirador, veía la polvareda y escuchaba el bestial estruendo que provocaban los bombardeos de Londres]; en el libro del que doy cuenta, la marcha se acelera al presentarse una auto-entrevista en la que se comienza a conocer la vida de este escritor visionario, que se irá abriendo en amplio y colorido abanico en el que el amor y la política cobran el eje sobre las que pivotó la vida de Wells, mirada que se va ampliando a sus creaciones literarias, de las que el propio autor ofrece sus inspiraciones y temáticas en las que ocupan un papel central la ciencia y sus lazos con la política, que le llevaron a conocer y relacionarse con algunas destacadas figuras de la época: Rooselvelt, Gorki o Lenin.

Concluye David Lodge su travesía tras las huellas de Well, señalando que «con el tiempo, la brillantez de su imaginación y su intelecto fue menguando, la gente poco a poco fue dejando de contemplarlo maravillada y ahora ha desaparecido de la vista. Pero también en la historia de la literatura hay órbitas excéntricas. Tal vez algún día vuelva a brillar en el firmamento»; ¡Ojalá! Siendo de justicia añadir que la obra exhaustiva de Lodge bien puede servir para ello, creando interés hacia el escritor y sus anticipadoras obras, ya que en ella además de a la persona se nos acerca a sus obras más señeras, haciendo que la biografía – escrita al modo de una verdadera autobiografía – sirva para dar a conocer la obra de H.G. que es como le conocían sus amigos.