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Por Iñaki Urdanibia.

Galardonada con el premio Goncourt en diciembre de 1916, la novela de Henri Barbusse fue la primera en describir la realidad de la Gran Guerra.

Henri Barbusse (1873-1963), comenzó su andadura en el mundo de las letras como poeta cuando aún contaba con veintidós años; más tarde se volvió hacia la prosa pacifista y socialista de izquierda, publicando una novela en 1908, L´Enfer. En aquellos primeros tiempos era un pacifista convencido por ideología. A pesa de esto, se enroló voluntario cuando contaba con 41 años y serios problemas pulmonares, para él mucho había llovido en esta vida, y a esa edad le tocó conocer de cerca la mortífera lluvia de las bombas, las granadas y demás ingenios guerreros. De todo ello dieron cumplida cuenta las entregas que se hicieron en L´Oeuvre, periódico radical-socialista de Gustav Téry, que más tarde reunió en libro: «El fuego (Diario de una escuadra)», publicado en 1916, la novela obtuvo una gran, y escandalosa acogida, siendo premiada con el prestigioso Goncourt; esta obra es la que le valió la fama y la que más fue celebrada entre sus obras. Que algunos acogieran la novela visible disgusto no es de extrañar si se tiene en cuenta que el país estaba en guerra y las páginas de Barbusse podrían provocar el desánimo en la ya un poco cansada tropa, ya que lo que un principio se pensó que iba a durar un suspiro se alargó en muchos más; al inicio era la drôle de guerre (la guerra de broma) que parecía resultar indiferente a los franceses, mas cuando se vio que la cosa iba en serio y para largo estos tuvieron que reaccionar y entonces fue el tiempo de los poilus, los valientes que tuvieron que moverse en las trincheras entre el barro, la sangre y los cadáveres. Tras esa novela vendrían otras del mismo corte, Clarté y Enchaînements, convirtiéndose en el primer presidente de la Association républicaine des anciens combattants (organización situada en la izquierda socialista), y más tarde participó en el movimiento de trabajadores esperantistas, colaborando con la revista Esperantista laboristo, lengua en la que volcaba grandes esperanzas: «los esperantistas burgueses y mundanos se extrañarán cada vez más y tendrán más miedo por todo lo que puede salir de este talismán: un instrumento que permitirá a todos los seres humanos comprenderse».

Su participación bélica le convirtió en una entregado intelectual contra las guerras y en pro de la justicia, junto a los Anatole France, Léon Blum, Francis Carco, Romain Rolland o Jules Romains; en 1923 se afilió al PCF y su entrega le llevó, como convencido seguidor de Stalin, a viajar constantemente a Moscú en donde falleció cuando escribía precisamente-todo hay que decirlo- un libro de alabanzas hacia el “padre de las patrias”; el cortejo que acompañó su cadáver al parisino Père Lachaise fue realmente multitudinario.

La novela, cuyo subtítulo es « Diario de una escuadra» que se inicia con una visión idílica de unos ciudadanos del mundo charlando en los Alpes, resulta de una gran crudeza , relatando las andanzas de una escuadra en las trincheras de Artois, en el periodo terrible que va desde los últimos meses de 1914 hasta diciembre de 1915; tiempos en los que los soldados habían tomado ya conciencia de que la cosa iba realmente en serio. Asistimos al horror y a los miedos y ensoñaciones de los diferentes personajes ( Barque, Cocon, Tirette, Volpatie, Marthereau, Larruse, Tirloir y Eudore, dirigidos por un intrépido capitán). Tenaces bombardeos de la artillería, combates de bayonetas, siempre con la cercana presencia de la dama de negro. Temores, temblores, muestras de camaradería y solidaridad entre los combatientes en medio de la sangre y el barro dominante en aquellas tierras de lluvias constantes, y allá en las trincheras se come, se lava, se duerme, se hacen las necesidades, se vigila, se combate, con raros momentos de reposo y menos todavía de permisos. La escuadra es el lugar de la vida y de la muerte en común, es el agujero en el que hay un “nosotros” que se opone a los “otros”.

Heridas provocadas por obuses y granadas, marchas nocturnas, salvajes ataques y una juventud sacrificada pour la patrie.; no sólo era la juventud la empujada a la carnicería sino que allá estaban, los nombrados poilus( soldados de infantería) de muy distintas edades y de muy diversas profesiones. La narración no decae en ningún momento y se nos hace vivir en primera línea del enfrentamiento, guiados por un hábil cronista que nos hace sentir , por momentos verdadero repelús, ante la barbarie, enfrentados a las coincidencias en el dolor y la esperanza por parte de los soldados de ambos bandos, la necesidad, el hambre y las botas que se convierten en inutilizables y que hace que no sea un recurso extraño recurrir a las de los cadáveres yacentes. ..en medio de los apestosos olores y del escenario dantesco en el que se amontonaban cuerpos mutilados; un verdadero mundo de sueños propios de sonámbulos, vividos por idiotas y narradas por locos. Veintiún capítulos- en los que se mezclan escenas propias de sainete, anécdotas y reflexiones, muchas reflexiones. También aparecen los mundos de los enchufes en las filas del ejército y los redondos negocios de la población de los pueblos cercanos al frente que saca provecho de la escasez para aprovecharse de la soldadesca de un modo realmente vampiresco.

La obra destila un profundo desprecio hacia el militarismo como culpable último de la guerra y hacia quienes la impulsan con fines de conquista y de sacar provecho de las conquistas territoriales y otras, ello no quita para que a lo largo de ella se mantenga un potente rayo de esperanza representado por «los treinta millones de esclavos, lanzados unos contra otros a la guerra del barro a causa del crimen y del error, alzan unos rostros humanos donde por fin germina una voluntad. El futuro está en manos de estos esclavos, y se puede ver con toda claridad que la alianza que construirán algún día aquellos cuyo número y miseria son infinitos va a cambiar para siempre el viejo mundo ».