Por Iñaki Urdanibia.
Como ya he repetido en los anteriores artículos, en las que me he referido al escritor austriaco, lo leí con gran dedicación e interés en los años noventa del siglo pasado como de ello queda constancia en estas reseñas, publicadas todas ellas en el diario Egin, que en su momento vieron la luz de la página impresa y que ahora retomo.
+ De las distintas tonalidades del negro
Ensayo sobre el cansancio
Alianza, 1990
Podría hablarse que estamos ante la obra de un fenomenólogo del agotamiento que trata de clasificar las diferentes caras que adopta el fenómeno estudiado. Parte para ello de la distinción entre los distintas tonalidades: ¿todos los tonos negros son iguales? ¿nos pueden diferenciarse según los lugares en que lucen? Preguntas que traslada al cansancio, a la negrura de éste que hay veces en que toman la forma de una bendición, y que en las sucesivas distinciones se van entrelazando con nuevas preguntas, y en estos interrogantes sobre lo que le rodea cifra Handke el oficio de escritor: interrogarse sobre el mundo. En vez de partir de lo dado, el trabajo consiste en hurgar con el fin de hallar aristas que podían haber pasado desapercibidas en una mirada espontánea y apresurada, y así la literatura se convierte en búsqueda y revelación, en vez de mera repetición de lo mismo.
Revisa el escritor sus recuerdos y trata de distinguir entre diferentes tipos de cansancio que le han invadido: cansancios provocados por el aburrimiento, por la duración del sufrimiento, o el tedio de escuchar a un profesor, o todavía el cansancio se sentirse solo, recluido en la habitación propia, y hasta la soledad que se siente estando acompañado lo que conduce a otras formas de cansancio. Y los cansancios de la monotonía laboral, o de la vida repetida en las labores propias de la aldea; diferenciando el cansancio provocado por un trabajo a destajo que el cansancio que se padece, es un decir, en compañía de una mujer, ella también cansada. Y se atreve también Handke con el elogio de los aspectos benefactores de ciertos tipos de cansancio, que no se alcanza por medio de la voluntad sino que resulta de momentos de iluminación, y… Handke revolviendo en aspectos obvios que se dan por sabidos, por naturales en su repetición, y hurgando en aspectos recurrentes en su hábito, lo que le hace escapar de los modos consagrados en el quehacer de sus pares en escrituras.
+ Repensar el mundo
* Historia del lápiz
Península, 1991.
* Poema de la duración
Lumen, 1991.
Entre la vida y la literatura se balancea la obra del escritor austriaco; entre el sujeto y los objetos que le rodean y ante los que se posiciona, utiliza, o en alguno casos escapa, o al menos lo intenta. Para cualquiera que se haya acercado a los libros de Handke no supone sorpresa la hibridación de géneros que se halla en sus obras, de ahí que pretender como lo proponen los editores del primero de los libros que el libro puede leerse como una novela resulta al que esto escribe cuando menos desatinado, y ello ya que en el libro del que hablo asoman reflexiones, referencias a otros escritores, fragmentos y observaciones varias lo que hace que pueda considerarse el libro una especie cuaderno de bitácora, en el que el autor habla con él mismo, con unas tonalidades que podríamos calificar de filosóficas, no en el sentido académico sino espontáneo .
Handke busca cuál es el instrumento más adecuado para ejercer su labor y concluye que el lápiz resulta óptimo, lo que no significa, a pesar de esta conclusión y el título del propio libro que se circunscriba a dicho objeto y a su pormenorizada descripción, sino que el escritor deriva en una asociación libre en la que revisa diferentes aspectos del mundo, de la escritura y, fundamental, de sí mismo, y es en esto último en donde el autor se muestra más perspicaz y entrega las líneas más sabrosas de su libro, sin caer, en sus pesquisas por lo íntimo, ni en una postura romántica ni deudora del clasicismo. Momentos cercanos a la alucinación en la contemplación de algunas obras de arte, en las que los sueños de la razón hacen asomar a inesperados monstruos como el führer en un cuadro de Hieronyimus Bosch, nos da cuenta igualmente de algunas conversaciones ajenas captadas al pasar …en un continuo devenir del tiempo, en heracliteano todo fluye, nada permanece.
Precisamente en el otro libro leído que ya desde el propio título se muestra bergsoniano, con la lentitud de la que Handke hace elogio el autor se sumerge y nos empuja con el al tiempo vivido, a la intensidad más allá de las agujas del reloj… decía el filósofo francés que «en realidad, el pasado se conserva automáticamente. Todo entero, sin duda, nos sigue en todo instante: lo que hemos sentido, pensado, querido desde nuestra primera infancia está ahí, inclinado sobre el presente al que va unirse, empujando contra la puerta de la conciencia que querría dejarlo fuera…», y por ese camino se desliza el escritor otorgando a dicho tempo vivido con intensidad tratando de hacernos conscientes de tal realidad sentida, en un camino en el que se cruzan versos, prosa, la reflexión y la lírica, fusionando ambos géneros de una manera ejemplar en una poética de la totalidad; «No, la duración era un sentimiento, / el más efímero de todos los sentimientos; / a menudo pasaba más rápido que un instante, / imprevisible, ingobernable, / inasible, inmensurable».
+ Otro país en otro mundo
La repetición
Alianza Editorial, 1992.
Un conjunto de obras fueron escritas por el casi cincuentón, nacido en Austria de madre eslovena, cuando contaba con cuarenta y cinco años, Peter Handke. Los libros a los que me refiero son: La tarde de un escritor, La repetición y Die Abwensenheit (La ausencia), aún no publicado por estos pagos. Estos libros fueron escritos en octubre de 1987 en Salzburgo. Nacieron durante las largas caminatas que el escritor realizaba al atardecer por los alrededores de la ciudad nombrada, o los paseos por Yugoslavia, más en concreto por Eslovenia, al norte de Trieste.
En la hora que ahora leemos, La repetición, la claridad del paisaje viene a convertirse en el alma mater del relato: retoques sucesivos a lo largo de la obra, persecución de la iluminación ad hoc, recuerdos del colegio, de la niñez, de las difíciles relaciones entre un profesor y un alumno. La base del libro consistirá precisamente en el recuerdo de una infancia angustiada, a la vez que dichosa y firme, y la claridad que alumbra a los personajes desde los diversos ángulos posibles (descripciones insólitas del cielo o de las condiciones atmosféricas, etc.).
Como lo dice en una reciente entrevista, Handke pretende desde su mesa de trabajo rendir justicia a lo vivido, o a lo que se debería haber vivido conscientemente añadiría yo, ya que como él mismo señala en otro lugar de es misma entrevista al hablar de la inspiración: «la infancia es una fuente… pero la verdadera fuente es aquello que no hemos vivido… Mi fuerza radica en aquellos acontecimientos que me faltan». Filip Kobal, trasunto del escritor, es el protagonista de La repetición, tiene cuarenta y cinco años y se va a Yugoslavia, más exactamente a la república federada – en aquel entonces – de Eslovenia, en busca de un hermano desaparecido; no obstante, esto no es más que un pretexto, ya que mejor podría decirse que lo que va es a buscar su patria perdida, a rescatar los recuerdos escamoteados, de su niñez. En aquellas tierras el karst le proporcionará sosiego a su atormentada y angustiada búsqueda. Tal escenario vendrá a ser para él «el modelo para un posible porvenir». Y en tal desértico lugar comenzaría la rememoración de su familia, de su madre que le sacó del colegio cuando la relación del chiquillo comenzaba a ser insostenible con su maestro. De este modo, el relato vendrá a convertirse en una reconstrucción de la infancia, haciendo – como en el autor es típico – que el lector se vea atrapado en los recuerdos, como si de su propia infancia se tratase. La huella de los bestiales crímenes nazis se dejarán notar a lo largo de las parsimoniosas descripciones, y la soledad del narrador se profundizará a medida que avanza la rememoración que ha provocado su viaje. Constante búsqueda por lograr la objetividad acerca de sus familiares y de aquello que les rodeaba; y de esta manera el efecto del paisaje se ve aminorado por la reconstrucción histórica, que va tomando la primacía en el yo del narrador, memorioso. De vuelta al otro lado de la frontera, se desvelan con irremediable fuerza los contrastes, gentes despersonalizadas y preocupadas únicamente por unirse en una piña frente al extranjero, frente al enemigo.
Para la reconstrucción del recuerdo de su hermano sólo cuenta con un cuaderno de notas, de una diccionario alemán-esloveno del siglo pasado, y de algunas cartas y objetos personales del desaparecido. Ser encumbrado por sus padres, idolatrado, idealizado hasta el límite de convertirle en un héroe muerto en lucha contra el invasor y en defensa de su atacada patria. En otro de los viajes que Kobal realiza por aquellos parajes, llegará a descubrir a u no tan maravillo hermano. Y la soledad absoluta encontrará el único camino para el recuerdo a través de la narración, y ese ser fronterizo – no está de más subrayar que tal es el significado de Kobal – entonará en las últimas páginas del elaboradísimo libro una loa a tal género: « Narración, patrona del guerrero lejano, mi dueña. Narración el más espacioso de todos los vehículos, coche celeste. Ojos de la narración, reflejadme, porque sólo vosotros me conocéis y me hacéis justicia…». Y Kobla-Handke lucha con las palabras que han de dar exacta cuenta de la mirada que se posa sobre los objetos y sobre el sujeto que lucha con sus inasibles recuerdos, para darnos una muestra paradigmática de su modo de escribir en La repetición.
Buscando el ángulo justo
Ensayo sobre el jukebox
Alianza Tres, 1992.
Ahí reside una de las obsesiones, una de las mayores preocupaciones del escritor austriaco que responde al nombre de Peter Handke. Si En la tarde de un escritor muestra el rincón adecuado para la ubicación de la mes en la que va a manchar sus folios, en esta ocasión varias son las búsquedas que ocupan las cavilaciones del autor de Ensayo sobre el cansancio: quiere hallar la soledad más absoluta para escribir su Ensayo sobre el jukebox. Con tal fin se traslada al que piensa que puede resultar el lugar ideal: Soria, y allí le ronda en sus reflexiones la sombra de Machado, y la de Teresa de Jesús. En aquella pequeña y solitaria ciudad castellana, rastrea en pos del rincón menos ruidoso para comenzar su labor. No obstante, otras preocupaciones retrasan el inicio de su ensayo: ¿serán adecuados los tiempos – tan plenos de acontecimientos sonados- como para dedicarse a tan insignificante tarea, escribir sobre esas ya desaparecidas máquinas que suministraban-a-la-carta música en los bares? Frente al aislamiento del presente, por medio de los walkman, los jukebox servían al menos en parte para dirigir el espacio de los demás. Estas sinfonolas son los recuerdos del autor en el terreno musical, pero también la muestra de lo efímero de nuestro tiempo. Como en el escritor es hábito, ninguna sorpresa, nada de grandes saltos… la sencillez más plena y la reflexión acerca de aspectos que las ocupaciones de la vida cotidiana han impedido que se les preste la debida atención. «Rendir justicia a lo vivido», he ahí su razón de escribir, y por eso su permanente preocupación responsable ante el hecho de escribir; de ahí también – de la insignificancia de lo tratado – la cercanía que consigue en el lector. Su concentrada escritura y su caminar por los bordes de esa zona íntima donde el pensamiento y lo real se tocan, funcionan una vez más.
+ Habitar / nombrar el mundo
La ausencia
Alianza, 1993.
La preocupación por el lenguaje, como materia prima de la literatura y hasta del ser de los humanos, es una constante del escritor austriaco. Una prosa seca, concentrada, sin abalorios y con unas descripciones puntillosas, muestran la cercanía del escritor con el nouveau roman al tiempo que hunde sus raíces en tintes netamente autobiográficos. El sujeto frente al paisaje se da, en esta ocasión , en una travesía a modo de viaje de iniciación en el que están presentes cuatro personajes (un viejo narrador, un soldado, un jugador y una mujer) que transitan por las tierras de la niñez, casi olvidadas.
En esta tierra casi olvidada y ausente, es en cierto sentido en donde se halla el sentido, y es el viejo cargado de experiencia y de recuerdos, el que sirve a los demás como guía de la tenaz búsqueda, de ese territorio ausente, y es esta ausencia la que hace que sus vidas cobren sentido… En la historia, como en las historias del autor es lo habitual, no hay lugar para los guiños humorísticos, sino que él se toma la tare, el oficio de escribir, en serio y precisamente con una estricta seriedad.
El regusto que se saca de la lectura es la de que Handke permanece en su posición constante de búsqueda de sí mismo y, en eso, parece dar la razón a aquello que decía el otro, que son varios, de que los grandes escritores siempre escriben sobre lo mismo.
El caminante Handke, como los cuatro caminantes del libro, avanza en un camino que le lleva a profundizar el conocimiento de sí, pues todo viaje transforma de uno u otro modo al viajero, y del mundo, tarea en la que busca la compañía, o la empatía, de los lectores que, en cierto sentido, son invitados a participar. El desarrollo de la trama se inicia con una presentación de las intenciones de cada uno de los protagonistas al emprender el viaje, aún sin conocerse entre ellos, ya todos juntos, y como queda señalado, será el viejo quien tomará las riendas de la marcha, y somos atrapados en un abanico de miradas (desde arriba, desde abajo), en busca de la mirada más justa, que al final pueden reducirse a una mirada a través por unas tierras que pertenecen a la vieja Europa que, debido a los oscuros avatares de su historia, nos ha dejado como huérfanos… como les sucede a los viajeros a falta del anciano guía.