Category: PETER HANDKE


Por Iñaki Urdanibia.

Como ya he repetido en los anteriores artículos, en las que me he referido al escritor austriaco, lo leí con gran dedicación e interés en los años noventa del siglo pasado como de ello queda constancia en estas reseñas, publicadas todas ellas en el diario Egin, que en su momento vieron la luz de la página impresa y que ahora retomo.

+ De las distintas tonalidades del negro

Ensayo sobre el cansancio

Alianza, 1990

Podría hablarse que estamos ante la obra de un fenomenólogo del agotamiento que trata de clasificar las diferentes caras que adopta el fenómeno estudiado. Parte para ello de la distinción entre los distintas tonalidades: ¿todos los tonos negros son iguales? ¿nos pueden diferenciarse según los lugares en que lucen? Preguntas que traslada al cansancio, a la negrura de éste que hay veces en que toman la forma de una bendición, y que en las sucesivas distinciones se van entrelazando con nuevas preguntas, y en estos interrogantes sobre lo que le rodea cifra Handke el oficio de escritor: interrogarse sobre el mundo. En vez de partir de lo dado, el trabajo consiste en hurgar con el fin de hallar aristas que podían haber pasado desapercibidas en una mirada espontánea y apresurada, y así la literatura se convierte en búsqueda y revelación, en vez de mera repetición de lo mismo.

Revisa el escritor sus recuerdos y trata de distinguir entre diferentes tipos de cansancio que le han invadido: cansancios provocados por el aburrimiento, por la duración del sufrimiento, o el tedio de escuchar a un profesor, o todavía el cansancio se sentirse solo, recluido en la habitación propia, y hasta la soledad que se siente estando acompañado lo que conduce a otras formas de cansancio. Y los cansancios de la monotonía laboral, o de la vida repetida en las labores propias de la aldea; diferenciando el cansancio provocado por un trabajo a destajo que el cansancio que se padece, es un decir, en compañía de una mujer, ella también cansada. Y se atreve también Handke con el elogio de los aspectos benefactores de ciertos tipos de cansancio, que no se alcanza por medio de la voluntad sino que resulta de momentos de iluminación, y… Handke revolviendo en aspectos obvios que se dan por sabidos, por naturales en su repetición, y hurgando en aspectos recurrentes en su hábito, lo que le hace escapar de los modos consagrados en el quehacer de sus pares en escrituras.

+ Repensar el mundo

* Historia del lápiz

Península, 1991.

Poema de la duración

Lumen, 1991.

Entre la vida y la literatura se balancea la obra del escritor austriaco; entre el sujeto y los objetos que le rodean y ante los que se posiciona, utiliza, o en alguno casos escapa, o al menos lo intenta. Para cualquiera que se haya acercado a los libros de Handke no supone sorpresa la hibridación de géneros que se halla en sus obras, de ahí que pretender como lo proponen los editores del primero de los libros que el libro puede leerse como una novela resulta al que esto escribe cuando menos desatinado, y ello ya que en el libro del que hablo asoman reflexiones, referencias a otros escritores, fragmentos y observaciones varias lo que hace que pueda considerarse el libro una especie cuaderno de bitácora, en el que el autor habla con él mismo, con unas tonalidades que podríamos calificar de filosóficas, no en el sentido académico sino espontáneo .

Handke busca cuál es el instrumento más adecuado para ejercer su labor y concluye que el lápiz resulta óptimo, lo que no significa, a pesar de esta conclusión y el título del propio libro que se circunscriba a dicho objeto y a su pormenorizada descripción, sino que el escritor deriva en una asociación libre en la que revisa diferentes aspectos del mundo, de la escritura y, fundamental, de sí mismo, y es en esto último en donde el autor se muestra más perspicaz y entrega las líneas más sabrosas de su libro, sin caer, en sus pesquisas por lo íntimo, ni en una postura romántica ni deudora del clasicismo. Momentos cercanos a la alucinación en la contemplación de algunas obras de arte, en las que los sueños de la razón hacen asomar a inesperados monstruos como el führer en un cuadro de Hieronyimus Bosch, nos da cuenta igualmente de algunas conversaciones ajenas captadas al pasar …en un continuo devenir del tiempo, en heracliteano todo fluye, nada permanece.

Precisamente en el otro libro leído que ya desde el propio título se muestra bergsoniano, con la lentitud de la que Handke hace elogio el autor se sumerge y nos empuja con el al tiempo vivido, a la intensidad más allá de las agujas del reloj… decía el filósofo francés que «en realidad, el pasado se conserva automáticamente. Todo entero, sin duda, nos sigue en todo instante: lo que hemos sentido, pensado, querido desde nuestra primera infancia está ahí, inclinado sobre el presente al que va unirse, empujando contra la puerta de la conciencia que querría dejarlo fuera…», y por ese camino se desliza el escritor otorgando a dicho tempo vivido con intensidad tratando de hacernos conscientes de tal realidad sentida, en un camino en el que se cruzan versos, prosa, la reflexión y la lírica, fusionando ambos géneros de una manera ejemplar en una poética de la totalidad; «No, la duración era un sentimiento, / el más efímero de todos los sentimientos; / a menudo pasaba más rápido que un instante, / imprevisible, ingobernable, / inasible, inmensurable».

Otro país en otro mundo

La repetición

Alianza Editorial, 1992.

Un conjunto de obras fueron escritas por el casi cincuentón, nacido en Austria de madre eslovena, cuando contaba con cuarenta y cinco años, Peter Handke. Los libros a los que me refiero son: La tarde de un escritorLa repetición y Die Abwensenheit (La ausencia), aún no publicado por estos pagos. Estos libros fueron escritos en octubre de 1987 en Salzburgo. Nacieron durante las largas caminatas que el escritor realizaba al atardecer por los alrededores de la ciudad nombrada, o los paseos por Yugoslavia, más en concreto por Eslovenia, al norte de Trieste.

En la hora que ahora leemos, La repetición, la claridad del paisaje viene a convertirse en el alma mater del relato: retoques sucesivos a lo largo de la obra, persecución de la iluminación ad hoc, recuerdos del colegio, de la niñez, de las difíciles relaciones entre un profesor y un alumno. La base del libro consistirá precisamente en el recuerdo de una infancia angustiada, a la vez que dichosa y firme, y la claridad que alumbra a los personajes desde los diversos ángulos posibles (descripciones insólitas del cielo o de las condiciones atmosféricas, etc.).

Como lo dice en una reciente entrevista, Handke pretende desde su mesa de trabajo rendir justicia a lo vivido, o a lo que se debería haber vivido conscientemente añadiría yo, ya que como él mismo señala en otro lugar de es misma entrevista al hablar de la inspiración: «la infancia es una fuente… pero la verdadera fuente es aquello que no hemos vivido… Mi fuerza radica en aquellos acontecimientos que me faltan». Filip Kobal, trasunto del escritor, es el protagonista de La repetición, tiene cuarenta y cinco años y se va a Yugoslavia, más exactamente a la república federada – en aquel entonces – de Eslovenia, en busca de un hermano desaparecido; no obstante, esto no es más que un pretexto, ya que mejor podría decirse que lo que va es a buscar su patria perdida, a rescatar los recuerdos escamoteados, de su niñez. En aquellas tierras el karst le proporcionará sosiego a su atormentada y angustiada búsqueda. Tal escenario vendrá a ser para él «el modelo para un posible porvenir». Y en tal desértico lugar comenzaría la rememoración de su familia, de su madre que le sacó del colegio cuando la relación del chiquillo comenzaba a ser insostenible con su maestro. De este modo, el relato vendrá a convertirse en una reconstrucción de la infancia, haciendo – como en el autor es típico – que el lector se vea atrapado en los recuerdos, como si de su propia infancia se tratase. La huella de los bestiales crímenes nazis se dejarán notar a lo largo de las parsimoniosas descripciones, y la soledad del narrador se profundizará a medida que avanza la rememoración que ha provocado su viaje. Constante búsqueda por lograr la objetividad acerca de sus familiares y de aquello que les rodeaba; y de esta manera el efecto del paisaje se ve aminorado por la reconstrucción histórica, que va tomando la primacía en el yo del narrador, memorioso. De vuelta al otro lado de la frontera, se desvelan con irremediable fuerza los contrastes, gentes despersonalizadas y preocupadas únicamente por unirse en una piña frente al extranjero, frente al enemigo.

Para la reconstrucción del recuerdo de su hermano sólo cuenta con un cuaderno de notas, de una diccionario alemán-esloveno del siglo pasado, y de algunas cartas y objetos personales del desaparecido. Ser encumbrado por sus padres, idolatrado, idealizado hasta el límite de convertirle en un héroe muerto en lucha contra el invasor y en defensa de su atacada patria. En otro de los viajes que Kobal realiza por aquellos parajes, llegará a descubrir a u no tan maravillo hermano. Y la soledad absoluta encontrará el único camino para el recuerdo a través de la narración, y ese ser fronterizo – no está de más subrayar que tal es el significado de Kobal – entonará en las últimas páginas del elaboradísimo libro una loa a tal género: « Narración, patrona del guerrero lejano, mi dueña. Narración el más espacioso de todos los vehículos, coche celeste. Ojos de la narración, reflejadme, porque sólo vosotros me conocéis y me hacéis justicia…». Y Kobla-Handke lucha con las palabras que han de dar exacta cuenta de la mirada que se posa sobre los objetos y sobre el sujeto que lucha con sus inasibles recuerdos, para darnos una muestra paradigmática de su modo de escribir en La repetición.

Buscando el ángulo justo

Ensayo sobre el jukebox

Alianza Tres, 1992.

Ahí reside una de las obsesiones, una de las mayores preocupaciones del escritor austriaco que responde al nombre de Peter Handke. Si En la tarde de un escritor muestra el rincón adecuado para la ubicación de la mes en la que va a manchar sus folios, en esta ocasión varias son las búsquedas que ocupan las cavilaciones del autor de Ensayo sobre el cansancio: quiere hallar la soledad más absoluta para escribir su Ensayo sobre el jukebox. Con tal fin se traslada al que piensa que puede resultar el lugar ideal: Soria, y allí le ronda en sus reflexiones la sombra de Machado, y la de Teresa de Jesús. En aquella pequeña y solitaria ciudad castellana, rastrea en pos del rincón menos ruidoso para comenzar su labor. No obstante, otras preocupaciones retrasan el inicio de su ensayo: ¿serán adecuados los tiempos – tan plenos de acontecimientos sonados- como para dedicarse a tan insignificante tarea, escribir sobre esas ya desaparecidas máquinas que suministraban-a-la-carta música en los bares? Frente al aislamiento del presente, por medio de los walkman, los jukebox servían al menos en parte para dirigir el espacio de los demás. Estas sinfonolas son los recuerdos del autor en el terreno musical, pero también la muestra de lo efímero de nuestro tiempo. Como en el escritor es hábito, ninguna sorpresa, nada de grandes saltos… la sencillez más plena y la reflexión acerca de aspectos que las ocupaciones de la vida cotidiana han impedido que se les preste la debida atención. «Rendir justicia a lo vivido», he ahí su razón de escribir, y por eso su permanente preocupación responsable ante el hecho de escribir; de ahí también – de la insignificancia de lo tratado – la cercanía que consigue en el lector. Su concentrada escritura y su caminar por los bordes de esa zona íntima donde el pensamiento y lo real se tocan, funcionan una vez más.

+ Habitar / nombrar el mundo

La ausencia

Alianza, 1993.

La preocupación por el lenguaje, como materia prima de la literatura y hasta del ser de los humanos, es una constante del escritor austriaco. Una prosa seca, concentrada, sin abalorios y con unas descripciones puntillosas, muestran la cercanía del escritor con el nouveau roman al tiempo que hunde sus raíces en tintes netamente autobiográficos. El sujeto frente al paisaje se da, en esta ocasión , en una travesía a modo de viaje de iniciación en el que están presentes cuatro personajes (un viejo narrador, un soldado, un jugador y una mujer) que transitan por las tierras de la niñez, casi olvidadas.

En esta tierra casi olvidada y ausente, es en cierto sentido en donde se halla el sentido, y es el viejo cargado de experiencia y de recuerdos, el que sirve a los demás como guía de la tenaz búsqueda, de ese territorio ausente, y es esta ausencia la que hace que sus vidas cobren sentido… En la historia, como en las historias del autor es lo habitual, no hay lugar para los guiños humorísticos, sino que él se toma la tare, el oficio de escribir, en serio y precisamente con una estricta seriedad.

El regusto que se saca de la lectura es la de que Handke permanece en su posición constante de búsqueda de sí mismo y, en eso, parece dar la razón a aquello que decía el otro, que son varios, de que los grandes escritores siempre escriben sobre lo mismo.

El caminante Handke, como los cuatro caminantes del libro, avanza en un camino que le lleva a profundizar el conocimiento de sí, pues todo viaje transforma de uno u otro modo al viajero, y del mundo, tarea en la que busca la compañía, o la empatía, de los lectores que, en cierto sentido, son invitados a participar. El desarrollo de la trama se inicia con una presentación de las intenciones de cada uno de los protagonistas al emprender el viaje, aún sin conocerse entre ellos, ya todos juntos, y como queda señalado, será el viejo quien tomará las riendas de la marcha, y somos atrapados en un abanico de miradas (desde arriba, desde abajo), en busca de la mirada más justa, que al final pueden reducirse a una mirada a través por unas tierras que pertenecen a la vieja Europa que, debido a los oscuros avatares de su historia, nos ha dejado como huérfanos… como les sucede a los viajeros a falta del anciano guía.

Por Iñaki Urdanibia.

Polémicas aparte y también dejando el Nobel a un lado si en cuenta se tiene que la concesión del premio responde muchas veces a cuestiones absolutamente, o casi, ajenas a criterios literarios, sí que se puede afirmar que el escritor nacido el 6 de diciembre de 1942, en Griffen (Carinthia/Austria) es una de las luminarias del panorama literario en lengua germana. Desde el inicio de su carrera, sus primeras publicaciones datan de mediados de los sesenta, el éxito le ha acompañado: en primer lugar, con sus obras teatrales y piezas habladas y más adelante con sus obras narrativas.

Una constante ha acompañado su extenso quehacer y es el afán de ser exacto en las descripciones, lo que va a la par del paladeo de la duración y la transformación del yo, que interpela a los yoes lectores, que en una declarada intención de concentrar hasta llegar a un punto de intimidad – lo que hace que la inspiración en las experiencias vividas estén presentes – que se vierte en el que lee, alcanzado por una sencillez, y una observación de asuntos de la normal cotidianidad que las ocupaciones de la vida hacen que no se les preste la atención debida. Es ahí en donde, como indicaba líneas más arriba, el lector siente cierta cercanía y familiaridad con lo descrito. Es marca de la casa, la profundización en los aspectos a los que no se presta atención , que supone un cambio de marcha o de dirección a la habitual, la que convierte su prosa en una especie de recuperación de un dejà vu, del que no se había llegado a ser consciente o al que no se había prestado la debida atención. Este modo de mirar de otra manera es la que deja ver su mirada rebelde con respecto al modo habitual de enfocar las cosas, como presintiendo que estas ya no son como antes ante la falta de verdades fuertes, y seguras, en momentos de desbrujule de los que el año 1968 fue señal, va acompañado con una forma de denuncia y compromiso que no es el propio de la utilización mecánica en su repetición de almidonadas consignas políticas que ahuecan precisamente el carácter de la denuncia propuesta; ello le conduce a tratar de narrar de otra manera desprendiéndose de las grandes historias y los hechos que exigen protagonistas trágicos y heroicos… mostrando una potente fe en la «capacidad del pensamiento poético a la hora de disolver los conceptos residiendo ahí la fuerza del porvenir» [tras describir su reacción de miedo ante la contemplación de los pies de un detenido en los campos de concentración…], estas palabras que corresponden al discurso con motivo de la recepción del premio Büchner en 1972, muestran un intento de abandonar cualquier forma de grandilocuente retórica para poder abrir las puertas a la verdad, casando su intento de cambio y de ir más allá que las formas literarias habituales, con su trasfondo ideológico, evitando mantenerse en onda con, o tratando de superar, la denuncia expresada por Adorno acerca de la barbarie de escribir poemas después de Auschwitz… Handke busca la ruptura con las visiones y sus expresiones conceptuales que ponían freno a visiones diferentes, libres de los corsés de las versiones que se pretenden definitivas. Alguna veterana crítica ABCera ha calificado el quehacer de Handke con el título de la obra mayor de Peter Weis, Estética de la resistencia, no es por… pero nada que ver la concepción de la escritura del último nombrado , como comprometido y militante, con la de Handke que sí que es cierto que resiste a los modos habituales de escribir pero sin pretensiones militantes.

Ya desde su primera novela, Los avispones, publicada en 1966, puede hallarse el entrelazamiento entre los avatares personales, familiares, y los recuerdos sobre ellos con sus traumas y huecos de memoria (recurso a lo personal que más adelante repetirá , en referencia a sus años de estudiante en la escuela comunal en donde también, y en especial, se detiene en el suicidio de su madre, Desgracia impeorable, el internado en una institución religiosa de la que fue expulsado por sus lecturas prohibidas, La repeticióno el divorcio de su mujer en Carta breve para un largo adiós…); Handke baja al fondo de sí mismo en busca de su ser, siguiendo el camino propio de una perlaboración, por decirlo en lenguaje psicoanalítico, de un ejercicio de anamnesis e intentando dar voz a lo no-dicho, siempre manteniéndose en los estrictos límites de la precisión, en un tenaz empeño por poner en marcha la búsqueda de las palabras exactas con las que formular lo confuso, lo que escapa a la aprehensión. Ahí, en ese espíritu seco y de reivindicada objetividad, es en donde los aires de familia con le nouveau roman y con Beckett más en concreto, saltan a la vista, sin que esto quiera decir que Handke se desplace por los lares del realismo o el naturalismo; una constante rumia sobre las relaciones que, habitualmente se dan por evidentes, entre los sujetos y el mundo exterior o entre los propios sujetos, sujetados por la repetición de lo mismo como si se tratara de una segunda piel.

El poder de la lengua, para lo mejor y para lo peor, pues al fin y a la postre es lo único que tenemos, es destacado por el escritor, tratando de huir del lenguaje anquilosado que es el que utilizaba el Grupo 47 – del que formaban parte Heinrich Böll, Günther Grass… -, con el que se codeaba no sin mostrar su desacuerdo con él acerca de la rigidez de los modos de expresión que venían a utilizar, y en cierto modo, a imponer, reivindicando que la pretendida realidad que los integrantes de tal grupo decían expresar no era más que la realidad del lenguaje, y en consonancia con lo anterior la escritura para él consistirá en inventar un punto invisible desde el que observar la disposición de lo real, cuestión en la que se inspira en Cézanne (La doctrina de Sainte-Victoire) para reivindicar este punto como el justo de la mirada humana. Ahí cobra impulso la convicción de que puede hacerse que el lenguaje dé cuenta de lo que parece inaprehensible, incomunicable, quitando las máscaras de la apariencia, recurriendo para ello al fragmento, a los saltos en la exposición sin seguir una sucesión lógica o cronológica, lo que logra que el lector haga suyo el camino como si del suyo se tratara… « no tengo temas sobre los que escribir, no tengo más que un solo tema: ver claro, cada vez más claro mi sujeto, aprender a conocerme o no aprender a conocerme, aprender lo que he hecho mal, lo que pienso mal […] llegar a ser más atento y más sensible, con el fin de que pueda entenderme mejor con los otros y tratarlos mejor». Perseverando en huir de la forma novela o a lo más escribir una continua indagación sobre sí y exponerla en una narración de formación de sí mismo que huya del uso pre-formado y preestablecido de la lengua («lo que yo escribo es solamente mi existencia configurada […] “solamente“ significa aquí: todo “enteramente yo”…»); como deja ver en su El vendedor ambulante, en una onda camusiana que le conduce a tratar de evitar que la injusticia funcione en el lenguaje, o que sea monopolizado por las redes del poder… mostrando en toda su trayectoria, lo que ya asomaba con fuerza en su Desgracia impeorable: su carácter de emigrado, de no-integrado, de perseguido… recordando su Griffen natal, población de lengua eslovena, y como tal marginada con respecto a la población austriaca, y aplazando de una obra a otra el verbo definitivo… « más tarde escribiré de manera más precisa sobre todo esto», lo que hace que de libro a libro se vayan completando / complementando las historias que se encabalgan entre ellas.

Una obra que se despliega desde un yo en devenir al mundo de este infatigable paseante que marcha por los alrededores de Salzburgo en La tarde de un escritor, y se detiene en la contemplación del paisaje en La repetición o el viaje que se desliza por la inmovilidad, en lo que hace al afán de búsqueda, como en La ausencia… avanzando por pequeños rincones, y lo que cuenta de sí mismo resulta válido para otros, para quienes se acerquen a sus libros, ya que el propio enriquecimiento del escritor se transmite a quien lo lee, en momentos de sensación verdadera, de lentitud y sosiego… siempre si hacemos caso a su traductor al francés, Georges-Arthur Goldsmidt: «desarrollándose en todo momento en su misma esencia contra el nazismo y contra lo que, entre sus restos, podría ser todavía fecundo, coincidiendo con René Char [de quien Handke es traductor], en el rechazo de toda autoridad, de toda sumisión, de toda definición de los unos por los otros, de toda discriminación: es en su esencia misma obra de libertad».

P.S.: una recomendable obra en la que el propio Peter Handke, en diálogo con Herbert Gamper, expone su concepción de la escritura y las claves de algunas de sus obras es «Pero yo vivo solamente de los intersticios» (Gedisa, 1990). Allí se lee, en las páginas 88-89: Cunado digo que con el vacío comienza todo, quiero decir que ese vacío viene hacia mí como un reclamo del cielo; un reclamo de crear para ese vacío la forma o la expresión correspondiente (así está dicho mejor), para que el vacío se haga visible, para que el vacío se convierta en forma-vacío […] cuando vivencio ese vacío… ese vacío, ese vacío bullente, celestial, fructificante, seductor , – eso me brota sólo en el hablar, sólo con ello obtiene el hablar su sentido -, nunca se me abrió en la naturaleza vacía de hombres, sino siempre en la vecindad de los hombres. Bueno siempre sucedió en las periferias, por ejemplo, en el borde de la ciudad; por ejemplo, en el límite entre el bosque y la estepa, es curioso; siempre en los límites, o mejor dicho, en los umbrales. Siempre tiene que ver también con cercanía, con la asequibilidad (quizá así es mejor) del mundo de los hombres, nunca en el desierto, por ejemplo, y nunca en algún paraje de la alta montaña […] donde uno no sólo percibe la proximidad de los hombres sino, por decirlo así, casi la puede aprehender. En ese vacío pues se sumergen los antepasados, los descendientes, todo el mundo humano…el vacío quisiera poblarse. ¿Y cómo querría poblarse? Me exige, o mejor dicho, me permite, intervenir y poblar ese vacío escribiendo, pero al mismo tiempo mantener el vacío. […] tengo el placer que siempre se renueva de comenzar de nuevo en este estado de vacío en el que entro y en el cual – para expresarlo grosso modo – me siento mejor».

Por Iñaki Urdanibia.

«Mi papel es imposible. Vosotros poseéis todos los derechos sobre la historia de la guerra. La vuestra es la única manera de contar[…] . Mi juego está perdido desde el inicio»

«¿Existe un lenguaje dañino para una buena causa? Vosotros sois la última instancia y al mismo tiempo sois los malhechores. Como el odio, cada vez mayor, que se clava en nosotros. Contra lo conocido y lo desconocido. Y como el odio contra lo conocido no tiene salida tiene que dirigirse contra lo desconocido. Y hoy se vuelve cada vez más desconocido y más desfigurado precisamente por las informaciones y publicaciones diarias. Y así crece en nosotros el odio contra lo desconocido»

Con la concesión del premio Nobel de Literatura 2019 a Peter Handke ha vuelto a salir a relucir la eterna cuestión de si a un escrito, o a otros creadores, se le ha de juzgar por su escritura, su obra, o por sus posicionamientos políticos o por sus comportamientos de otro tipo. O bien, se diferencian ambas facetas, o bien no se diferencian considerándolas una y la misma cosa. La cuestión ha solido saltar a la palestra con Celine, autor de unos incendiarios escritos antisemitas y colaborador de los ocupantes nazis, Heidegger por su implicación con el nazismo, Ernst Jünger por tres cuartos de los mismo, etc., o con el mismo Nietzsche por el falaz uso que de él hizo el nazismo; en el caso del nacionalsocialismo podría añadirse los Herbert von Karajan, Karl Bohm o Wilhem Furtwägler, célebres directores de orquesta, que tuvieron el carnet del partido de Hitler, podría hablarse también de Jorge Luis Borges, defendiendo a los militares argentinos, o las andanadas que han asomado, de vez en cuando, con respecto a George Orwell, Christa Woolf, Günther Grass o Milan Kundera por diversas colaboraciones chungas con los servicios secretos de sus países, o más cerca de nosotros, aquella polvareda que rodeaba a Jon Mirande por su supuesta apología del incesto, en su Haur besoetakoa, o por sus estrechas relaciones con la filo-nazi academia cultural bretona… Me vienen al recuerdo un par de tajantes afirmaciones o cuestiones aireadas por un par de escritores, vertidas en las páginas de un diario con el que colaboré hasta su cierre por orden gubernativa: una, con motivo de la concesión del Nobel a Camilo José Cela, Alfonso Sastre se preguntaba si un idiota puede escribir bien; con motivo del nombramiento de doctor honoris causa a Ernst Jünger por la UPV / EHU (Universidad del País Vasco), Víctor Moreno se preguntaba, más bravo, si un hijoputa puede escribir bien. Pues no cabe duda de que a ambas interrogantes se puede, y se debe, contestar con un rotundo sí, y es más muchas veces no estaría de más atenerse a aquello que una vez oí decir a Ángel Crespo, gran traductor y gran poeta, conoce la poesía, no conozcas al poeta, prescripción, que dicho sea de paso, no podía aplicársele a él mismo ya que era una gran persona. En otro orden de cosas: ¿grandes películas dejan de serlo por el supuesto comportamiento abominable en lo sexual de sus directores? Pienso en Woody Allen o Roman Polanski; o ¿una gran voz deja de serlo por las denuncias del comportamiento falócrata y acosador de su emisor, tenor él?.

En el caso presente, el que nos ocupa, señalaré que publicado un artículo con motivo de la concesión del premio Nobel (Peter Handke, la religión de la fatiga profunda | Kaos en la red ) se me hizo llegar algún escrito en el que la Asociación de Madres de Srebrenica pedían que se retirase el premio al galardonado; otras voces se alzaron en el mismo sentido o parecido, entre ellas las de algunos colegas de escrituras (Salman Rushdie, Joyce Carol Oates, o Slavoj Zizek), este último, en la onda de a ver quien dice la más gorda, vino a decir que la Academia sueca se dedica a premiar a criminales de guerra (sic!). Las voces que celebraron el premio fueron en gran parte provenientes de Serbia y también de otros escritores y cineastas (Elfriede Jelinek, Patrick Modiano, Wim Wenders y Emir Kusturica que señalan que el escritor «está sufriendo una campaña de difamación por pensar contracorriente»)… es decir, opiniones para todos, o casi todos, los gustos, si bien la sociedad biempensante se inclina por demonizar al escritor, poco menos que a borrarlo de la historia de la literatura.

Ciertamente funciona el criterio selectivo con respecto a lecturas en concreto que se atiene a yo a ese no le leo porque es un impresentable… En fin, es comprensible ya que hay tanto que leer, ahora bien como criterio literario no cabe duda de que no posee validez alguna, ni como musical, filosófico,… ya que tal norma nos alejaría de obras de indiscutible valía; he de confesar, y que se me excuse aclarar mi postura en concreto con respecto a Handke: en su tiempo fui lector asiduo del austríaco, mas he de señalar que más adelante cuando se comenzó a bombardear acerca de sus posicionamientos pro-serbios y sus elogios de Milosevic y otros responsables de carnicerías múltiples, aparqué su lectura, diré más revisando en mi biblioteca he hallado tres libros que no era consciente de que los tenía , ya que en su momento no los leí, aunque cosas de la selectiva memoria alguno de ellos tiene subrayados y hasta algunos papeles con anotaciones lo cual indica que sí que los leí, al menos alguno de ello, pero que la memoria no los conservó en su almacén. Los libros a los que me refiero son Un viaje de invierno a los ríos Danubio, Save, Morava y Drina, o justicia para Serbia (Alianza, 1996), Apéndice de verano a un viaje de invierno, publicado un años después por la misma editorial, y El viaje en canoa o El guión para la película sobre la guerra (Hiru, 2005). Ahora los he leído y quisiera dar cuenta de algunos aspectos esenciales a tener en cuenta.

Es necesario distinguir, aunque a veces las distinciones se enturbian, entre lo principal y lo secundario, del mismo modo que entre el objetivo señalado por el escritor, las críticas que vierte y el método con que se enfrenta a la tarea que hace que la cosa se escore de manera notoria; con respecto a los dos primeros asuntos no cabe duda de que la razón le asiste: los bombardeos de castigo sobre poblaciones serbias, bajo la batuta el matarife de la OTAN (léase Solana) son verdaderos crímenes de guerra y el hábito de hablar y escribir sobre lo que se desconoce es moneda corriente entre los defensores de la versión oficial (estas posturas de denuncia, saliéndose de las prietas filas son las que han provocado que le tuviesen ganas… y que se lanzasen a saco sobre él sin atender a conocer el contenido de sus obras). Handke sostiene que «no se trata en absoluto de un “yo acuso”. Lo que me mueve es sólo la justicia. O tal vez, antes de nada, poner las cosas en duda, nada más dar-que-pensar» y con tal propósito parte señalando que existe una enorme hipocresía a la hora de informar y posicionarse ante las guerras y otros acontecimientos, y más en concreto al intervencionismo occidental en diferentes lugares bajo la bandera de la guerra humanitaria y el consiguiente restablecimiento de la paz (en su viaje en canoa pone en boca de un coro de bienechores internacionales lo que sigue: «de esta guerra solo se puede hablar como hemos hablado nosotros. Otro lenguaje de la guerra distinto a este nuestro es un escarnio a las víctimas. Nosotros escribimos la historia y la historia necesita de nuevo culpa, miserables, reparación y corazones inmisericordes». La consagración de la versión debida, aireada por algunos intelectuales mediáticos que ni conocen los territorios de los que hablan, ni han estado nunca allá, ignorando su historia (nombra concretamente a varios mediáticos y mediatizados nouveaux philosophes: Alain Finkielkraut, André Glucksmann y Bernard-Henri Lévy) y que se permiten insultar a quienes no comulgan con las ruedas de molino al uso (en concreto, se recogen varios insultos de grueso calado dirigidos a él) de incondicional apoyo a los bombardeos OTAN / USA sobre la población civil serbia; repaso se pega a la prensa tanto francesa como germana en la que no se han ahorrado descalificaciones acerca de sus posicionamientos, en el mayor número de los casos sin haber leído sus obras sobre el tema. Incide Handke en que el maniqueísmo, al modo de las películas de vaqueros («¿Va a descubrir alguien alguna vez, pronto, ¿quién?, que los serbios de Bosnia son también como esos indios?»), no es de recibo y no sirven, desde luego, para hallar conciliaciones, ni la Utopía,ni la Gran Paz, ni el Encuentro universal que él propone; «hacerse adulto, hacer justicia, dejar de encarnar un simple reflejo más de cara a la noche del siglo, ayudando así a que ésta se oscurezca todavía más; salir de esa noche». Los bombardeos de la OTAN son denunciados como verdaderos crímenes contra una población civil, verdaderas razzias de castigo [recuerdo una obra de W.G. Sebald, Sobre la historia natural de la destrucción, en donde se habla de los bombardeos indiscriminados de los aliados sobre 131 pueblos y ciudades germanas] en donde la que se con sus innumerables víctimas y con la sangre, las lágrimas y los muertos, pues los serbios también lloran… «la cabeza apoyada entre las manos, o tapándose los oídos, una postura con la que nos íbamos a encontrar más a menudo los días siguientes…».

Cuenta Handke que Serbia era una de las zonas que no conocía de la antigua Yugoslavia y que el viaje, una y otra vez aplazado, decidió realizarlo coincidiendo con los tiempos justo posteriores a la guerra. Fue por libre, como turista, sin patrocino de nadie, y allá se dejó guiar por entre otros, su traductor . La pregunta reiterada es ¿quién inició la guerra?, y aun sin responder directamente , sí que narra cómo la declaración unilateral de Bosnia hizo que los serbios hubieron de abandonar la tierra en la que habían vivido desde varias generaciones, cuando no fueron perseguidos y asesinados… cosa similar a lo que anteriormente sucedió, por cierto, en Croacia en donde la campaña de limpieza de los serbios del territorio fue bestial. El viaje por aquellas tierras, aunque suene a puro y frío cinismo, es descrito, con referencias al puente de Ivo Andric, con especial atención a los paisajes, a los ríos, a los cambios de flora y topografía de unos lugares a otros… y mientras la cuestión bélica, y la política no es el eje sobre el que gira el viaje. A pesar de esto último sí que es cierto que se ve un espíritu de compensación como quien dijese: ya que todo dios ha mantenido una versión monolítica que ha demonizado a un pueblo orgulloso de su identidad (cosa, la del orgullo, que Handke niega haber visto por ninguna esquina), con el cerrado y unánime aplauso de los medios de (in)comunicación. Otro de los aspectos fundamentales en el que Handke se detiene es en la necesidad de conocer la historia de la zona, y las andanzas pro-nazis, de los ustachi croatas, y las posiciones antifascistas mantenidas por la resistencia encabezada por Tito, compuesta fundamentalmente de serbios, etc., etc., etc. [No está de más tener en cuenta que frente a lo serbios, como genuinos herederos y representantes del socialismo de Tito, que con sus más y sus menos pertenecía al bloque del Este y que encarnaban el espíritu de la Yugoslavia unida, se jugaba, en contraposición, la baza de la Europa dicha democrática]. Se encarga, no obstante, el escritor de subrayar esta necesidad de conocer no para justificar el posible carácter de venganza que haya podido darse en las actuaciones bélicas, sobre poblaciones indefensas, ya que su postura es neta y clara: la venganza no se puede ni se debe justificar de ninguna de las maneras.

Resulta así el tono general de estas obras, vellis nolis, un apoyo, o al menos un prestarle la palabra, al lado serbio, silenciado, condenado, diabolizado, como quien dice ya que todo dios ha dado la voz a los bosnios, yo voy a prestarla a quienes se han visto silenciados…con respecto al sufrimiento de los otros, muy en concreto de los bosnios, ni ripio (en paralelo a lo que la voz dominante ha hecho con los sufrimientos serbios), y ya de paso algunas reivindicaciones de Milosevic o Karadzic, cuya imagen siempre ha sido vilipendiada hasta lo vilmente caricaturesco, incluso en la presentación de fotografías (el segundo siempre vestido en traje de campaña y rodeado de matones… cuando, de hecho, Handke narra como ha visto a cantidad de bosnios en poses similares, en traje de faena caqui en controles que hubo de pasar…), y también con respecto al mismo aireando como único mérito – además de el de ser un criminal de guerra de tomo y lomo – el ser psiquiatra y el haber escrito poemas para niños, siempre destacando que eran de escasa, por no decir, nula valía. Handke se pregunta ¿esta es manera de acercarse a unos sujetos a los que se considera los culpables de todos los males, sin prestar la mínima atención a la realidad?

Aun pudiendo dar por válidas muchas de las críticas que realiza Handke sobre la versión oficial, la hipocresía de los gobiernos y la prensa, el maniqueísmo, sí que no parece lo más probo pasar de puntillas, o más bien ignorar, la limpieza étnica de la que se acusó a los serbios, las matanzas de poblaciones enteras, la nefasta actividad de los certeros, en su puntería criminal, francotiradores serbios contra la población civil en mercados, cementerios, etc… a lo que se ha de sumar, y esto ya no es literatura, su visita a Milosevic en la cárcel o su discurso funerario cuando murió en 2006 (por cierto, años más tarde el tribunal que anteriormente le había condenado le exculpó).

No cabe duda de que Hanke nunca ha temido meterse en charcos, en ir contracorriente, lo cual per se no da la razón a nadie (conste que del mismo modo que agarrarse a la versión mayoritaria tampoco otorga razón. ya que tal versión depende de la potencia de los altavoces, además de que como decía el otro: a mayor número, mayor miedo) a lo más es muestra de osadía ya que ello, dejarse llevar por la parresía – que reivindicaban los griegos – por encima de todo, puede llevarte al aislamiento, a la soledad, a buscarte enemigos, más todavía si tal postura se enfrenta a las instituciones europeas, a los tribunales internacionales (de los que, por cierto, se escaquean algunos países que no permiten que sus militares sean juzgados por tales instancias…) y a la mismísima OTAN… en una lucha de memorias y versiones (en la que se ha prestado únicamente la palabra a una de las partes, como si todo lo que decía fuera oro de ley) en las que se han mezclado intereses de diferente tipo, siendo cubiertos por los velos de las diferencias religiosas y étnicas, cargando las tintas en los hechos de unos y difuminando las acciones de los otros; Handke no oculta la sombra de la duda que le asalta sobre su propia labor: «empezó a traerme de cabeza la idea de que al escribir esta historia tal vez había hecho algo mal, falso, sí, incluso injusto» se lee en El apéndice de verano…»

Esta ha sido la falta de Peter Handke que le ha llevado a ser expulsado del club selecto de los grandes escritores, al ser incluido entre los seres infames… Este escritor preocupado por hallar las palabras justas ha seguido en estas obras el espíritu, en él habitual, de escapar de las redes domesticadoras del discurso único, correcto y obligatorio, si bien en esta ocasión sus pretendidos equilibrios le han empujado a escorarse malamente, del lado de un país que durante los años noventa no hizo sino ser objeto de sanciones internacionales; «salirse del cautiverio, de la cháchara sobre la Historia y la actualidad en la que estamos atrapados todos nosotros y dirigirse a un presente incomparablemente más fecundo [siguiendo] el arte de desviarse; el arte como la desviación esencial».

¿Anula este desafortunado escore la validez y calidad literaria de este escritor? ¿Se le debe aplicar directamente el dispositivo sinécdoque, metonimia o lo que sea con el fin de convertir la parte en el todo… y olvidarnos de él y de sus sagaces obras? ¿Hacen estos posicionamientos que su obra literaria deje de ser sobresaliente?

Por Iñaki Urdanibia

El Nobel de literatura 2019 se le ha concedido al escritor austríaco de lengua germana.

Tomo el título de una etiqueta que leí en su ensayo Sobre el poder de Byung Chul Han. El nombre suyo había sonado con frecuencia como candidato seguro al Nobel, allá por los años ochenta, hasta que fue desplazado al limbo – que ahora ya no existe – o tal vez al purgatorio, del que ahora sale, debido a su declaraciones sobre el conflicto en la ex-Yugoslavia (Un viaje de invierno a los ríos Danubio, Save, Moravia y Drina o justicia para Serbia) y su posterior asistencia, en 2006, al funeral de Slobodan Milosevic que sentaron a cuerno quemado por sus tonalidades pro-serbias; ya en sus inicios había levantado alguna sonada polémica con motivo de la representación de una obra teatral suya: Ultraje al público, que como tal fue tomada en 1966, y en la que interpelaba al público metiendo el dedo en la llaga. Las tan celebradas novelas cortas iniciales con el pavor del portero ante el penalticarta breve para un largo adiós, la tarde de un escritorla mujer zurda, su ensayo sobre el cansanciosus lápices, o el jukebox… moviéndose en un terreno cercano al minimalismo detallista más depurado, que le habían encumbrado parecieron ser borradas de la historia de la literatura.

Nacido en Griffe, Austria, en 1942, donde curso estudios de derecho, en Graz en los años sesenta, profesión que nunca practicó ya que desde entonces se dedicó la escritura, compartiéndola con pequeños trabajos manuales, recibiendo en 1973 el Premio Büchner el más prestigioso galardón de lengua alemana, ya a comienzo de los noventa se había instalado en Francia (por cierto escribió un vivido y amplio retrato de la periferia de París: El año que pasé en la bahía de nadie, zona con la que se sentía más identificado), anteriormente ya había vivido allá en los setenta, en donde en un ambiente más tranquilo escribió alguna de sus más singulares obras, posteriormente volvió a Austria en donde destacó en su denuncias con respecto al pasado nazi del presidente del país, autor de una extensa obra que abarca todos los géneros, destacando especialmente en las nouvelles que como deslumbrantes flashes en su brevedad y concisión, han tratado, no los grandes hechos de la historia y sus célebres protagonistas, sino asuntos nimios – no para quien los padeciese, claro – con tintes de rumia reflexiva, por su presencia habitual en vidas cotidianas, que reflejan pequeños asuntos de nuestro tiempos, dramas que algunos podrían calificar de presque rien [a fuer de sincero diré que es la época en la que le leí con gusto algunas de las nombradas con anterioridad a las que dediqué algunos artículos, que hoy debido a estar lejos de mi domicilio habitual… entonces se escribía, al menos servidor, con olivetti]. No faltan en su prosa, ni en su vida de homo viator, los viajes, y su conversión en un verdadero fläneur por las calles y pasajes urbanos de la Ville-lumière, paseos en los que no cesa de tomar notas en cuadernos que le sirven de materia para sus obras o que las publica tal cual; esta nueva ubicación geográfica no ha impedido que siga perteneciendo a su país y a su lengua. Ya desde la versión cinematográfica de, realizada en 1991 por él mismo, de La mujer zurda su contacto con la gran pantalla no ha cesado acompañando a Wim Wenders; este infatigable creador: autor de una veintena de obras de teatro, y más de cincuenta obras contando diarios, novelas, cuentos.poemas y guiones. Mas no acaba ahí su laboriosidad ya que ha traducido a lo más granado del panorama de las letras: desde René Char o Jean Genet, a Patrick Modiano, Francis Ponge, Adonis, sin obviar los clásicos (Esquilo, Shakespeare o Sófocles).

La vida como experiencia y aventura, afrontando pruebas siempre con el elogio del la materialidad del lápiz en la mano, moviéndolo en los dispares diálogos, en medio de una acción en la que nada pasa, ya que ésta está ausente, dejándose guiar por los demonios que los hay de diferentes tipos: benévolos y malévolos, que todos llevamos dentro, lo que hace que en su interior -según propia confesión- habiten varias voces que las más de las veces se antojan contradictorias y, que desde luego no pretenden modificar el mundo, sino a lo más hallar la luz de sí mismos, partiendo de la constatación de que las ideas van y vuelven, intentado, eso sí, alejar los aspectos malos que acechan a los humanos, balanceo que tiende a frenar por medio de la escritura, el medio más limpio del que hablase Gilles Deleuze.

Tratando de plasmar la épica de las historias sencillas, en las que los protagonistas avanzan tratando de hallar aquello que ya anidaba en el principio pero que no se desvela más que con el paso del tiempo, de los años y las experiencias vividas… en historias en las que los que las viven y narran se sientes solos (asunto que queda presentado de manera explícita en la soledad de las mujeres en La mujer zurda); cobra la soledad cuerpo en la pagina, soledad que persiste aun estando en compañías, aspecto que él basa en la zanja existente entre hombres y mujeres… incidiendo en el papel educador de la infancia y citando aquello que dijese Wordsworth: el niño es el padre del hombre, en cierta semejanza a lo que decía el otro de que el educador es educado por el educando. Y sin dejar de desvelar el acto colectivo, que ha desparecido como desaparecieron los juke-box que situados en lugares públicos convertían la audición de los tubes en compañía, lo que incitaba a cantar y a contar con los demás. Del mismo modo que las diferencias existentes y palpables entre el agotamiento y el cansancio y la fatiga son abordadas por este escrutador de la vida en común… en busca de la felicidad.

Siempre avanzando por una senda que lleva de lo pequeño a lo grande, de las cosas sin importancia aparente a las cuestiones globales, ya que la pretensión de abarcar el todo es además de imposible un intento vano; y en los pequeños detalles residen algunas de las cuestiones esenciales de la vida… como si se partiese en busca del kairós, que resulta como una iluminación, para lo que es imprescindible alejarse de las pantallas que engullen la capacidad de pensar que se logra en movimiento como el hábito de los peripatéticos o de los paseantes solitarios de los que hablase el otro: mecanismo en el que confluyen el pasar y el pensar, la literatura y la filosofía, siguiendo el caminos propuesto por Wittgenstein: de lo que no se puede hablar es mejor callar, ya que hay cosas de las que se puede hablar y de otras se puede parlotear, para acabar diciendo n´impote quoi.

Peter Handke o el deseo de dar cuenta de la realidad, siendo auténtico y así realizar la verdad… siempre manteniéndose alerta e infatigable en ese viaje y exploración permanentes que es la vida, al menos para este escritor al que se acaba de conceder el Nobel de literatura 2019.

N.B.: Con absoluta sinceridad si no hablo de la mujer galardonada con el Nobel 2018, es debido a que desconozco su obra.

Vieux-Boucau, 10 de octubre