Por Iñaki Urdanibia

Yordán Radíchkov (Kalimánitsa, 1929 – Sófia, 2004) fue considerado el escritor búlgaro más destacado de la segunda mitad del siglo pasado. Se le ha solido comparar con Gabriel García Márquez y con otros escritores de zonas más cercanas, como Gógol o Kafka, etiquetando su escritura como cercana al realismo mágico, balcánico eso sí. Lo que sí que es claro es que su narrativa nada tiene que ver con los postulados del realismo socialista, y sus protagonistas no son héroes sacrificados forjados en puro acero, sino que son seres sin mayor, ni menor, carga ideológica: Lázaro, Dos Cigüeñas, Floro, Tiko, Veliko, Kolov, Tártaro, Mostachón, etc.; queda claro así, que sus historias no caen en forma alguna de hagiografía o de propaganda y elogios a la nomenklatura de su país, ni a la ideología oficial.

En el libro que edita Automática: «Abecedario de pólvora», se reúnen una veintena de relatos que dan cumplida cuenta de su quehacer. Somos llevados a una serie de escenas rurales en las que conocemos a campesinos y comerciantes que se buscan la vida recurriendo al trueque, cobrando los objetos (capas, lana, carros, panes, vasijas, herramientas, pólvora,piedras,…) y los animales (cabras, cerdos, gallinas…), y, por supuesto, la flora de aquellos lares balcánicos, una centralidad en el desarrollo de las historias que muestran ciertos hilos que unen unas con otras en lo que hace a sus protagonistas e historias, ofreciendo diferentes visiones acerca de los mismos hechos y personajes; al tiempo se nos dan a conocer diferentes grupos, digamos que, étnicos, y sus comportamientos habituales (gitanos, cosacos. tártaros,…). No faltan las situaciones chuscas, las carambolas, aderezadas con un claro sentido del humor, con el telón de fondo de diferentes formas de resistencia, que forman un continuum contra los otomanos, contra el gobierno monárquico y también contra los invasores alemanes, o a favor de la revolución dicha comunista. En el bosque se esconden los emboscados con sus armas, y los encuentros con ellos pueden suponer cierto riesgo si al intruso se le considera enemigo o colaborador de éste. No es extraño, en aquel mundillo en el que todos se conocen, apoyar de uno u otro modo a los insurgentes, aun a riesgo de poner en peligro la vida si se es descubierto por las fuerzas de orden de turno. Ciertos rebotes se dan que hacen que quien teme ser tenido como partícipe o colaborador de una de las partes en lucha, acabe siendo considerado poco menos que como un héroe; en algunos casos la desviación se da para el otro lado, al de la colaboración con los dominantes opresores. La gente por regla general bastante tiene con salir adelante en medio de la escasez y la pobreza, moviéndose en la vida como títeres que son arrastrados en un vaivén que no controlan ni entienden, lo que no quita para que se den unas relaciones sociales propias de un sálvese quien pueda, lo que supone, por otra parte, tratar de evitar las garras de los recaudadores de impuestos, ahondando la desconfianza ante la presencia de seres ajenos al lugar.

A través de las historias vamos entrando en las leyendas y el folklore, propios de aquellos parajes, en precisiones de orden geográfico, al tiempo que recibiendo amplias lecciones acerca de las costumbres y los hábitos de los habitantes del país, con sus juicios y prejuicios; también hay sitio para el recuerdo de diferentes glorias nacionales; las notas pie de página juegan un papel clave en este sentido. No faltan los pasajes en que el delirio toma la página, en que las visiones hacen que los objetos tomen vida propia, y otros desbarres debidos a la tensión y a la imaginación desatada que ella desencadena. Gente absolutamente pegada a la tierra, a los animales domésticos y otros, que son tenidos en cuenta como si fueran uno más de la comunidad… y el silencio de Dios que parece haberse olvidado de aquellos pagos y sus habitantes.

El libro publicado en Bulgaria en 1969 supuso cierto aire innovador ya que se desmarcaba de los cánones establecidos, plegados a la servil alabanza y a la hagiografía pura y dura… al presentar personajes sencillos dedicados a sus labores, y sus microhistorias que se enclavan en la historia macro, haciéndoles mantenerse, guiados por los cambios de las estaciones del año, siempre al acecho por si acaso, con ciertas interferencias de nuevas palabras y términos, extraños, que responden a la marcha del país… y los olores, los trinos, el susurro de los campos de maíz, mecidos por el viento,…