Category: CARSON McCULLERS


Por Iñaki Urdanibia.

Lectura de la escritora del sur de los EEUU.

Si el año pasado recordaba a la escritora del sur de los USA con motivo del doble aniversario(http://kaosenlared.net/carson-mccullers-prisionera-americana-y-del-sur/ ), ahora vuelvo a la carga haciendo especial énfasis en su primera, y tal vez su más lograda, novela: El corazón es un cazador solitario. No cabe duda de que Lula Carson Smith era una grandísima escritora que movía a sus personajes desde sus yoes hasta un difícil, pero posible nosotros, con el telón de fondo del sur… y digo grandísima como lo muestran los elogios de sus pares: así Graham Greene decía: «Miss MacCullers y tal vez Mr. Faulkner son los únicos dos escritores, desde la muerte de D.H.Lawrence, con una sensibilidad poética original. Yo prefiero a Miss MacCullers que a Mr. Faulkner porque ella escribe con mayor claridad; y prefiero a Miss MacCullers a D.H.Lawrence porque lo que ella escribe no tiene mensaje», y Tennesse Williams por su parte: «El corazón de Carson, a menudo solitario, fue, para todos aquellos a quienes ella lo ofrecía, un cazador incansable, pero fue también un corazón embellecido con la luz que eclipsase sus sombras»; hubo algunas excepciones que desentonaban de los aires elogiosos, como las de Arthur Miller que le consideraba una escritora mediocre o su paisana sureña Flannery O´Connor que despreciaba con visceralidad el quehacer de su colega de escrituras.

Del yo al nosotros

«Todos los seres humanos son solitarios. Pero me parece algunas veces que nosotros, los americanos, somos los más solitarios de todos. Nuestra hambre de lugares extranjeros et de maneras nuevas ha sido entre nosotros casi como una enfermedad nacional. Nuestra literatura está marcada por el deseo y la inquietud y nuestros escritores han sido grandes vagabundos …»

«La conciencia del yo es el primer problema que resuelve el ser humano, la conciencia de la propia identidad […] Después de la primera fijación de la identidad llega la necesidad imperativa de perder este sentido recién descubierto de independencia para pasar a pertenecer a algo más grande y poderoso que l yo débil y solitario…»

Si los murmullos del corazón son la geografía de la soledad, la escritura de McCullers es un acta notarial de tal estado, reflejado en sus insatisfechos y aislados personajes: mudos, insatisfechos, seres endebles e indefensos, tullidos o atrapados por otras deficiencias; personajes, nada que ver con heroicidades, que se quedarán pegados como tenaces lapas a la mente lectora. En tales condiciones el ambiente que irrumpe en sus escritos es cerrado, y carente de ventanas que dejen entrar el aire liberador de otros horizontes, ambiente cargado que se traduce al establecer una neta distinción entre la habitación interna y externa.

La escritura de MacCullers huye de los adornos y de las complicaciones estilísticas, lo que hace que su narrativa sea directa y dé cuenta cabal de lo que trata de describir, en fiel heredera de la prosa de los maestros rusos – que fueron los primeros en encandilarle a la voraz lectora – y de algunos otros clásicos, entre los que destacaban Flaubert o su compatriota sureño William Faulkner, siempre que se subraye la distancia entre la complejidad de los escritos de este último y la sencillez de la escritora que suele ser incluida entre los escritores góticos del sur, por su entreveramiento de humor y tragedia a la hora de presentar a unos protagonistas débiles y conflictuales, que por momento se balancean entre o grotesco y lo sublime. Afirmaba Gore Vidal al respecto: «la señora McCullers escribe una prosa más próxima a cierto Flaubert que al Faulkner de ¡Absalón! ¡Absalón! Jamás se oye en ella una nota falsa. Su talento narrativo sigue siendo uno de los raros y felices logros de nuestra cultura».

El transparente retrato de los ambientes va unido con el retrato, al menos en forma de retazos, de su propia persona; «para entender una obra es importante que el artista esté emocionalmente en su centro mismo; que vea, que conozca, que experimente las cosas de las que está escribiendo». Así en el caso que nos ocupa, Mick Kelly es una indisimulada alter-ego de la escritora: el amor a la música, los proyectos de una niña precoz, su insatisfacción con respecto a los cánones, y roles asignados, dominantes, las problemáticas relaciones sexuales y las desbocadas ansias de libertad; sin obviar al personaje que se casa dos veces con la misma persona como fe el caso de la escritora. Esta misma relación especular (de speculum, i = espejo) puede observarse en otras obras como Frankie y la boda, o Reflejos en un ojo dorado … y en otras en las que los problemas de salud acechan a los protagonistas, o los problemas relacionados con la identidad sexual, por ejemplo. Muy recomendable resulta su relato Wunderkind (término alemán para dar a entender un niño prodigio) en donde se plantean los elogios que un profesor de piano tiene con respecto a su alumna de trece años, lo que conduce a ésta a una insufrible tensión para no defraudar las expectativas del profesor. Ella lo tenía y lo decía claro: «todo lo que sucede en mis relatos, me ha sucedido, o me sucederá».

No tenía que esforzarse en exceso la escritora para hallar los temas a tratar – otras cosa, obviamente es el arte a la hora de ponerlo negro sobre blanco – ya que su propia vida daba para una novela intensa, vida inmersa en una conflictividad racial y laboral de la que ella era consciente («la obra de un escritor se atribuye no sólo a su personalidad sino también a la región en la que nació»), mostrando en ocasiones un abierto compromiso con los perdedores, como quedaba patente en su prosa: véanse, por ejemplo, los relatos reunidos en su La balada del café triste, o de manera más clara todavía Reloj sin manecillas. Lo dicho no quita para que su obra desborde los límites sureños – la soledad como enfermedad nacional – para ampliarse al ámbito general de las miserias humanas, como dijese su amigo, el también escritor Tennesse Williams.

El corazón es un cazador solitario (1940)

«El tema principal de este libro… es la rebeldía del ser humano contra su aislamiento interior y la necesidad que siente de una expresión personal lo más plena posible».

Tomando como base y guión el relato que había escrito algún tiempo antes, El mudo, la novela obtuvo un inmediato éxito tanto de lectores como de crítica; el título le fue propuesto por el editor, tomando unos versos del poeta William Sharp: «Pero mi corazón es un cazador solitario que caza/En una colina solitaria». A la consistencia de la novela había de sumarse la circunstancia de que era la primera publicada por una jovencísima mujer, que la comenzó a escribir a los veinte años, publicándose cuando contaba con tres más. Esta inauguración le convirtió en una genio precoz, etiqueta que le perseguiría toda la vida. Los aplausos fueron, prácticamente unánimes. El inicio supuso para la escritora un acicate al tiempo que un alto nivel de exigencia, difícil de sostener, para que sus obras siguientes no decayeran sino que se mantuviesen a la altura.

Así describe la escritora la creación de su novela. «Durante todo un año trabajé en El corazón es un cazador solitario sin entender el libro en absoluto. Todos los personajes hablaban con el personaje central, pero yo no sabía por qué. Casi había decidido que no estaba escribiendo una novela, que debía reducirlo todo a varios relatos breves. Pero sentí en mi propio cuerpo la mutilación cuando tuve aquella idea, y me desesperé. Llevaba cinco horas trabajando y salí fuera. De repente, mientras cruzaba la calle , se me ocurrió que Harry Minowitz, el personaje con el que todos los demás hablaban, era un sordomudo, e inmediatamente su nombre pasó a ser John Singer. El enfoque entero de la novela quedó fijado y por primera vez me comprometí con toda mi alma con El corazón es un cazador solitario». (El sueño que florece – notas sobre la escritura -).

Estamos en Georgia en los años treinta, una ciudad industrial El personaje, que juega un papel de imán, es un sordomudo de nombre John Singer (el apellido significa “cantante” en inglés), que trabaja de grabador en una joyería, al que diferentes personajes se le acercan, a veces casualmente, para acabar convirtiéndose en receptor de las penas de cada cual; él se presta de buen grado a ser partícipe de las cuitas de cada cual, convirtiéndose en un impulso, para cada uno de sus confidentes, de cara a aceptarse a sí mismos, como si necesitasen el beneplácito, aunque fuese tácito, que suponía la compañía de Singer. El telón de fondo está marcado por la honda soledad que domina el ambiente y a cada uno de los personajes. La soledad, podríamos decir que casi auto-suficiente, de Singer es acompañada por la de un amigo Spiros Antonapoulos, también sordomudo, con el que ha convivido durante varios años. El comportamiento cada vez más intempestivo y violento de Antonaopoluos, es denunciado por el dueño – que es su primo – de la frutería en la que trabaja, lo que hace que sea encerrado en un hospital psiquiátrico en Chicago; entonces sí que la soledad de Singer toca fondo, llevándole a mudarse de casa. Va a parar como pupilo al domicilio de una familia, una de cuyos componentes es una muchacha que se pirria por la música y que sueña con comprar un piano; la joven mira con curiosidad al sordomudo e intenta enterarse de a qué dedica su vida. Un establecimiento de comidas, regido por Biff Brannon, es frecuentado por un borracho con simpatías comunistoides, Jake Blount (Cristo blanco), que se sienta en una esquina y no hace sino dar muestra de un genio insoportable, y acumular deudas, para disgusto de la esposa del dueño, al que considera un calzonazos. Ante las presiones recibidas, este personaje acaba en la calle, mas el sordomudo le invita a ir a vivir a su habitación, en donde duerme algunos días. A estos personajes se ha de añadir el de un médico rebelde, Dr. Benedict Mady Copeland (Cristo negro), rebotado por la situación de desprecio y marginación que soportan los negros, que coincide que es el padre de una de las empleadas, Portia, que trabaja en la casa de los pupilos antes mencionada; y si me he referido a dos de los personajes como Cristo es debido a que sus intenciones no cabe duda de que buscan la emancipación de sus semejantes, si bien el primero se abandona al alcohol desilusionado por la falta de conciencia de los trabajadores – no se cansaba de recriminarles: todos sois sordos -, y el segundo entrega sus fuerzas en pos de la liberación de sus hermanos negros hasta el final a pesar de ser consciente de su cercana muerte, afectado de una fatal tuberculosis.

Puede resumirse así, que la novela relata la historia de cinco personas aisladas, solitarias que están poseídas por el afán de expresarse e incluirse en alguna compañía que amplíe su soledad, y que en la relación con el personaje central adquieren un lugar en el mundo y en la comunidad. Singer deviene una especie de personaje que atribuye dignidad a seres que se sienten despreciados o al margen; puede notarse en este orden de cosas que la relación, de comprensión, que mantenía Singer con Antonapoulos sirve de modelo que, salvando las distancias, se aplica al resto de amigos… que observan como sus opiniones y singularidades son admitidas por la atenta postura de Singer; «Singer es un catalizador emocional de todos los demás personajes». Todos creen que Singer les comprende, mas el sordomudo no aspira a comprender nada.

El escenario en el que se mueven los distintos personajes es el de la difícil convivencia entre diferentes personas, debido a su cultura y el color de su piel. Las dificultades de relacionarse de los diferentes personajes parecen hallar el único acomodo en su relación comunicativa con, nada menos que, un sordomudo. Singer como hipérbole del aislamiento, «Singer, el sordomudo, es un símbolo de insuficiencia, y el ser que él ama es incapaz de recibir ese amor. Los símbolos inspiran el argumento, los temas, los acontecimientos, todos ellos entremezclados tan estrechamente que nadie puede saber con certeza dónde empieza y dónde acaba dicha inspiración» (Notas sobre la escritura)

La autora con aguda mirada nos presenta las rumias de los diferentes personajes y sus distintos puntos de vista acerca de cómo enfrentarse a las contradicciones en medio de las que viven, situación que queda magistralmente expuesta por medio de pinceladas que logran la composición del cuadro total de relaciones, y el misterioso atractivo del enigmático Singer, queda aclarado tras el fallecimiento de Antonapoulos, que conduce a Singer a poner fin a sus días, y al resto de personajes a reubicar sus respectivas existencias tras haber pasado por el cedazo de la relación con dicho personaje.

El tono musical ambiente lo da el piano de Mick y la inseparable armónica de Willie Copeland ; alguien se atrevió a definir la novela de la soledad y la angustia «como una voz en una fuga, cada uno de los personajes principales es una entrada en sí mismo, pero su personalidad adquiere una nueva riqueza cuadro es contrastada y entremezclada con las otras ».

He de señalar que en la lectura del libro me ha surgido más de un molesto crujido al cruzarme con expresiones como raza negra/raza blanca/rasgos faciales judíos/seres de color… ¿los hay incoloros?. No creo que sea cuestión de traducción sino que seguramente la propia escritora, teniendo en cuenta la época en la que escribía, utilizase tales expresiones; en cuenta se ha de tener además que en el ámbito anglosajón se emplea todavía hoy y sin mayores problemas la palabra “raza” – y su uso se contagia a otras zonas lingüísticas – y hasta en facultades de GB y EEUU hay cátedras en las que se enseña biología de las razas… Se ha de añadir que a no ser con el recurso al circunloquio es complicado huir de ciertas expresiones consagradas por el uso y el abuso; pero esto lo dejamos para otro momento.

Cronología/ Carson McCullers (1917 – 1967)

1917: Lula Carson Smith nace el 19 de febrero en Colombus, Georgia. Su madre era nieta de un terrateniente y héroe de la guerra civil, y su padre era un rico joyero y relojero. La madre afirmaba, una y otra vez, que ya en su vientre había experimentado “señales prenatales” que anunciaban la genialidad de la niña que iba a nacer.

1919 – 1922 : en la primera fecha nace su hermano Lamar Smith Jr. En la segunda su hermana Margarite Gachet Smith.
1923: Cuenta la leyenda que la pequeña Lula se sienta al piano y ejecuta a la perfección una melodía oída, solamente una vez, en una película. Tras la época de asistencia a un jardín de infancia, comienza sus estudios primarios. El 19 de noviembre muere su abuela con quien vivía la familia.

1925: Asiste a los ritos de la Primera Iglesia Bautista de Columbus, en donde es bautizada.

1926: Estudia piano, aprendizaje que continuará a lo largo de cuatro años.

1930: Renuncia a su primer nombre y cambia de profesora de piano, decidiendo que será concertista. Estrecha relación con la familia de su nueva profesora, Tucker.

1932: Contrae fiebre reumática, enfermedad inicialmente mal diagnosticada que le dejará secuelas y recaídas. Recuperada confía a una amiga que no piensa ser concertista sino que se va a dedicar a la escritura.

1933: Concluye sus estudios secundarios. Tiempos en que comienza a mostrar una gran voracidad lectora ( primero los escritores rusos: Dostoievski, Gogol, Chejov, Tolstói…, y luego otros clásicos como Flaubert, Dinesen, Joyce, O´Neil, Faulkner, …). Escribe obras de teatro y su primer relato, que permanecerá inédito.

1934: Mary Tucker, su profesora, le presenta a Edwin Peacock, que será el primero de sus muchos amigos; éste va a presentar a Reeves McCullers – su futuro esposo – a la familia Smith. El marido de la profesora es transferido a otro destino, el traslado afecta a la joven Carson que rebotada le dice a ésta que no va a seguir con el piano sino que va a optar por la pluma. Viaja a Nueva York con la pretensión de estudiar creación literaria, y para conseguir dinero para el viaje, y las matrículas, vende algunas joyas que había heredado de su abuela; en la ciudad de los rascacielos pierde todo su dinero teniendo que buscarse la vida en diferentes trabajos. Se inscribe en los cursos de creación literaria de las universidades de Columbia y Nueva York.

1935: Vuelve a Columbus en donde trabaja fugazmente en el periódico local. En ese verano conoce a Reeves McCullers. En setiembre vuelve a Nueva York y entra en el Washington Square College de la universidad de dicha ciudad.

1936: Mientras Carson prosigue sus estudios, Reeves McCullers compra su baja en el ejército y llega a Nueva York con el propósito de convertirse en escritor; sigue cursos de periodismo y antropología. Carson enferma gravemente y Reeves deja sus estudios para acompañar a la joven a Columbus. Durante todo el invierno en la cama es cuando comienza a escribir El mudo que acabará convirtiéndose en El corazón es un cazador solitario. Algunas otras novelas escritas en aquel tiempo, se perderán.

1937 : Carson regresa a Nueva York, pero apenas un mes después vuelve a enfermar y regresa a Columbus. En setiembre se casa con Reeves, mudándose la pareja a Carolina del Norte. De sus experiencias de aquellos tiempos surgirá la leyenda de su lesbianismo o bisexualidad, si bien parece más exacto hablar de una sexualidad basada en obsesiones románticas y en “amistades imaginarias”. Más tarde, fue Reeves quien acabó asumiendo su homosexualidad – lo que según algunos biógrafos – le condujo al suicidio. Según un amigo de la pareja, el pianista Terry Murrant: «Carson y Reeves se amaron profundamente. Creo que ella le resultaba fascinante a él. Y está claro que sufrió mucho al comprender que ella era una escritora y él no. Los dos eran grandes personas, seres excepcionales. Pero jamás se las arreglaron para “funcionar” juntos. Más que nada, se hicieron daño». Influenciada por los consejos de su marido y Peackock inicia la lectura de Isak Dinesen, autora que le marcará de por vida.

1939: Finaliza la escritura de El mudo, y agotada regresa a Columbus en donde inicia la escritura de algunas otras de sus obras. En estos días Carson comprende que su matrimonio comienza a hundirse.

1940: El 4 de junio se publica El corazón es un cazado solitario logrando un gran éxito de público y crítica. La pareja decide alejarse del sur, jurando no volver a pisarlo; instalados en Nueva York conocen a los hijos de Thomas Mann, Klaus, Golo y Erika, y también al poeta W.H.Auden, y a algunos escritores más (mención especial merece la escritora suiza Annemarie Clarac-Schwarzenbach, de la que se enamorará… «persiguiéndole su rostro hasta el final de mi vida»). En setiembre se separa por primera vez de Reeves… instalándose en una colonia artística en donde convive con el nombrado W.H.Auden, el compositor Benjamin Britten, la pareja de escritores Jane y Paul Bowles… y otros muchos, que reciben visitas de gente como Dalí y Gala. Truman Capote evocará el santuario en un escrito de 1959. Se publica Reflejos en un ojo dorado, que es recibida con malas críticas. Vuelve a Columbus en donde enferma de pleuresía y pulmonía doble.

1941: Sufre su primer ataque cerebral. Le es concedida una beca Guggenheim y piensa ir a México, pero sus médicos se lo desaconsejan.

1942: Se entera de que Reeves falsifica cheques suyos y se aprovecha de sus cuentas; para entonces estaban viviendo nuevamente juntos, mas estos hechos hacen que Carson decide separarse de nuevo; éste, ya divorciado, se alista de nuevo en el ejército. Este mismo año recibe la fatal noticia del fallecimiento de su amiga Annemarie Clrac-Schwarzenbach, a causa de un accidente de bicicleta durante un paseo , mientras estaba ingresada en un hospital psiquiátrico.

1943: Regresa a la casa/comuna de Brooklyn. Vuelve a enfermar y su madre acude a cuidarla y le acompaña en la vuelta a Columbus. Se publica La balada del café triste. Se le concede una beca de mil dólares de la American Academy of Arts and Letters y el National Institute of Arts and Letters. Reencuentro con Reeves y tras pensar en volver a casarse deciden no hacerlo.

1944: Enferma de influenza y pleuresía, sufre además ataques de ansiedad pensando en lo que pueda sucederle a Reeves en el frente; éste resulta herido levemente en el desembarco de Normandía, pero se reincorpora con rapidez. Vuelve a ser herido en Alemania. Por su parte, Carson padece problemas de la vista que le impiden escribir.

1945: persiste la enfermedad y apenas avanza en la escritura. Reeves condecorado y licenciado por incapacidad, vuelve a su país en donde vuelve a casarse con Carson.

1946: Carson consigue una nueva beca Guggemheim. Conoce a Tennesse Williams. Decide ir a Europa con Reeves e instalarse en París, en donde es recibida con entusiasmo por escritores, artistas, editores y lectores.

1947: Viajan a Italia en donde se relacionan con Alberto Moravia. De vuelta a la capital del Sena, vuelve a enfermar y es ingresada en el hospital americano. Meses después un ataque le paraliza su lado izquierdo. Vuelan de regreso a EEUU, ambos, en camilla, ella paralítica debido a su enfermedad, él bajo los efectos de un delirium tremens. La revista Quick nombra a Carson uno de los mejores escritores de posguerra del país.

1948: Ella sigue recibiendo honores y distinciones de diferentes publicaciones. Dirige una carta de protesta a la Biblioteca pública de Columbia por su política de discriminación racial Tras permanecer internada en un hospital sigue guardando cama en su casa. Vuelve a separarse de Reeves, se traslada a Nueva York en donde intenta suicidarse. Ingresada de nuevo, y de nuevo intento de reconciliación con Reeves. Apoya junto a otros treinta y seis escritores la candidatura a la presidencia del demócrata Harry S. Truman.

1949: Viajes para realizar diferentes visitas: de Manhattan a Georgia, o a Columbus, Charleston o Filadelfia, en donde se representa su Frankie y la boda, en la mayoría de las ocasiones acompañada por Reeves. Embarazada, los médicos le recomiendan abortar por razones de salud.

1950: Aplausos en el estreno de su obra llevada al teatro, obteniendo diferentes premios de la prensa especializada. Viaje a Irlanda y a continuación a París en donde se encuentra con Reeves, del que decide separase nuevamente de su compañero.

1951-1952: diferentes versiones teatrales y cinematográficas de algunas de sus obras… La pareja viaja a Roma para perfilar el guión de una iniciativa de Vittorio de Sica; es despedida por el productor y reemplazada por Truman Capote que describe a la pareja, “Sister y Mr. Sister” perdidamente borrachos por los bares de Vía Veneto. Más problemas de salud e ingreso en el hospital americano de París… hay dudas de si la enferma era ella o su compañero, o ambos. Conoce al padre de Ana Frank discuten acerca de la posibilidad de adaptar teatralmente el célebre diario, pero Carson no se siente con fuerzas.

1953: Reeves trata de convencer a la escritora para que se suicide con él. Abundantes peleas en la pareja. El 19 de noviembre Reeves McCullers se suicida, sobredosis de barbitúricos, en un hotel de París. Deja varias notas a los amigos y un telegrama a Carson, diciendo que se va “hacia el Oeste. Los baúles van de camino”.

1954: A pesar de su menguada salud, Carson no cesa de desplazarse para dar conferencias, impartir cursos y controlar diferentes versiones teatrales de sus obras.

1955: Vacaciones con Tennesse Williams, con quien ya había compartido conferencias varias. Trabaja en diferentes versiones de sus narraciones el mismo año en que fallece su madre.

1956: Pasa la mayor parte del año enferma y con el brazo izquierdo cada vez peor.

1957: Un sonado fracaso teatral (tras 45 representaciones fue quitada de la cartelera), y el destrozo de la crítica le sume en un estado depresivo.

1958: La honda depresión le hace pensar que ya ha perdido sus poderes creativos. Siguiendo la recomendación de sus amigos se hace psicoanalizar por Mary Mercer, las sesiones duran poco tiempo, mas la amistad entre ambas durará toda la vida.

1959: Es homenajeada junto a su admirada Isak Dinesen, por la American Academy of Arts and Letters. Festeja a Dinesen ofreciendo una cena, estando entre los invitados Marilyn Monroe y Arthur Miller. Trabaja en el libreto y música de La balada del café triste y Reloj sin manecillas. Es intervenida quirúrgicamente y se programan más intervenciones futuras, Incapaz de trabajar se dedica a escribir algunos cuentos infantiles.

1960: Solicita una beca Guggenheim que le es denegada ya que se la han concedido en una par de ocasiones. Finaliza la escritura de Reloj sin manecillas.

1961 – 1965: se suceden las operaciones, las nuevas amistades y las visitas a las antiguas. Y los contratos para llevar a la pantalla algunas de sus novelas (entre otros, John Huston, proyecta hacerlo., Viaja a Inglaterra para participar en un “Simposio sobre el amor” junto a Joseph Heller, Roman Gary o Kingsley Amis, mas a pesar de la celebridad de los ponentes la reunión se salda con un rotundo fracaso, aumentado por la no-intervención de Carson que llegado su turno dice que no tiene nada que decir acerca del amor, ya que « ya no me queda nada de él». Conoce a Graham Greene quien no ahorrará elogios hacia la mujer. Publica algunos ensayos sobre Isak Dinesen y sobre el asesinato de Kennedy, entre otros.

1966: Se ultiman los rodajes de El corazón es un cazador solitario y Reflejos en un ojo solitario. Y trabaja en un texto autobiográfico que acabará por publicarse con el título de Iluminaciones y fulgor nocturno.

1967: Viaje a Irlanda para visitar a John Huston con quien proyecta llevar a la pantalla un relato de James Joyce. El director ya había conocido a la escritora durante la guerra. El 15 de agosto sufre una devastadora hemorragia cerebral, permaneciendo en coma durante cuarenta y siete días y muere en el hospital de Nyack el 3 de octubre. The New York Times le despidió, con todos los honores, en sus páginas editoriales: «Ella dignificó la idea de lo individual, en especial de los perdedores de la vida. Los títulos de sus obras dicen ya mucho sobre sus preocupaciones, pero no revelan que, a partir de la mitad de su existencia, escribió agobiada por la enfermedad y las desgracias personales. Como ocurre con Faulkner, sus historias trascendieron el marco regional de lo sureño porque la soledad, la frustración, el amor y la gracia no conocen de fronteras… No puede afirmarse que sus personajes sean heroicos, pero aun así consiguen hablar más allá de las generaciones con tonalidades tan humanas como místicas. Es como si la tragedia de la demasiado breve vida de su creadora se las arreglara, al final, para triunfar por encima de las contingencias que dominan a gran parte de la humanidad. Carson McCullers reflejó el corazón solitario con una mano dorada».

Y uno que sabía mucho de jarros varios, Charles Bukowski, le despidió a su modo: «Murió alcohólicamente/envuelta en una manta/sobre una silla plegable/en un transatlántico. / Y todos esos libros suyos/de aterradora soledad/esos libros/sobre la crueldad/del amor sin amor/es todo lo que de ella queda/uno que pasaba/descubrió su cuerpo/y avisó al capitán/y su cadáver fue trasladado/a otra zona del barco/mientras todo lo demás seguía/exactamente como ella lo había descrito».

Libros de y sobre la autora

Carson McCullers, «El corazón es un cazador solitario» (Seix Barral, 1958 / 2017)

Carson McCullers, «Frankie y la boda» (Seix Barral, 1960)

Carson McCullers, «La balada del café triste» (Seix Barral, 1987)

Carson McCullers, «Reflejos en un ojo dorado» (Seix Barral, 1988)

Josyane Savigneau, «Carson McCullers. Un corazón juvenil» (Circe, 1997)

Carson McCullers, «Iluminación y fulgor nocturno» (Seix Barral, 2001)

Carson McCullers, «“El mundo” y otros textos» (Seix Barral, 2007)

Carson McCullers, «El aliento del cielo» (Seix Barral, 2007)

Carson McCullers, «El reloj sin manecillas» (Seix Barral, 2007)

Una posible banda sonora

+ Suzanne Vega : https://www.youtube.com/watch?v=QjwrCJHm4Pw&feature=share
https://www.youtube.com/watch?v=qupg-Us0jJ8

+ Madonna : https://www.youtube.com/watch?v=G7gyWF0AUko&feature=share

carson-mccullers

Por Iñaki Urdanibia.

Este año se cumplen aniversarios de la escritora por partida doble: nacida el 19 de febrero de 1917, y fallecida el 29 se setiembre de 1967.

«La semilla de la escritura germina en el escritor como un grano en la tierra, sin que él sepa cómo. Él puede solamente decir que escribe a partir de esta semilla, que se extiende poco a poco en su subconsciente»

Viajando al sur de los Estados Unidos, por los caminos de las letras, varios son los guías de excepción, tal vez, si exceptuamos a William Faulkner o a Flannery O´Connor, o en compañía de ellos, la escritora a la que me refiero. Esta mujer de breve vida – falleció a los cincuenta años – no era desde luego la alegría de la fiesta, contra lo que pudiera dar a entender la foto de la portada de El aliento del cielo, recopilación de sus cuentos completos (Seix Barral, 2007): una vida raspada por su endeble salud y un par de matrimonios – con el mismo marido del que conservó el apellido (su nombre de soltera era Lula Carson Smith) – realmente desdichados, le empujaban a sus constantes estados depresivos que facilitaban la búsqueda de consuelo en el alcohol y… otras yerbas. James McCullers , para bien y para mal, fue el hombre de su vida, y la vida con él supuso a la vez una experiencia enriquecedora al tiempo que le llevaba en vía directa, a la destrucción total. A ambos les gustaba el alcohol sobremanera lo que les arrastraba a episodios al límite (intentos de suicidio por parte ella, delirium tremens en él…) que supusieron la separación – a causa del enloquecimiento de él cuando fue llamado a filas -, una pareja en permanente estado de derrumbe… Difícil relación a la que se había de añadir las relaciones ambivalentes, en el terreno sexual, de la escritora (a destacar su relación con Annemarie Schwarzenbach), y los celos del marido con respecto al éxito de su pareja en el terreno literario, y también en el social( ella mantenía una estrecha amistad con W.H.Auden, Tennesse Williams, John Huston, Marylin Monroe, Karen Blixen, etc.). Los dolores y padecimientos que enumero, de esta autodidacta que de niña apuntaba una prometedora carrera de pianista, pasaron a ser parte fundamental de la materia prima de su escritura, marcando el tono de su prosa , estado contagiado a los protagonistas de sus libros: seres solitarios, restos de naufragios varios (familiares, laborales, sociales, raciales, amorosos, etc. )…. traducida en una potente prosa de la soledad que la acompañó desde niña y que convirtió su existencia en breve y aislada del mundanal ruido, del ruido a secas.

“Prisionera, americana y del sur” , como a ella le gustaba decir, quedó marcada desde sus orígenes por la profundidad del profundo Sur y su territorio sin encanto, su ambiente estrecho y vigilante, sus costumbres provincianas, su pobreza, la resignación de los negros, el abundante alcohol, y… una monótona música de fondo que trataba de hacer más soportable el sofoco provocado por el atosigante calor y por la atmósfera retrógrada…consciente era de todo ello la escritora que decía: «la semilla de la escritura germina en el escritor como un grano en la tierra, sin que él sepa cómo. Él puede solamente decir que escribe a partir de esta semilla, que se extiende poco a poco en su subconsciente». Para un acercamiento cabal a la escritora, par elle-même, resulta realmente su autobiografía inacabada editada igual que sus obras fundamentales, por Seix Barral y titulada «Iluminación y fulgor nocturno»; del mismo modo que no resulta baladí recurrir a la detallada biografía de Josyanne Savigneau , editada por Circe hace ya unos añitos..

La última novela que escribió después de un tiempo de sequía creativa, novela que muchos han considerado la mejor que escribió. «El reloj sin manecillas», es una verdadera muestra de su modo de hacer. La novela rezuma violencia desde el principio hasta el fin por todos sus poros, y muestra con descaro una sociedad encorsetada por unos valores estrictamente reaccionarios y una moralina a prueba de bombas… tal y tan crudo retrato no dejo indiferente a nadie cuando el libro vio la luz: unos para despellejarlo ya que no podían aguantar que se pintara de tal manera el ambiente de su amada tierra a la que consideraban como un verdadero paraíso terrenal en el que reinaba la paz como dios manda – que diría el otro – para los humanos de tez blanca claro; otros ensalzaron la novela sin recato… hasta las mismas nubes.

En la novela se entrecruzan las vidas de cuatro personajes, reflejando las injusticias que allá se padecen, la angustiosa soledad y los más y los menos del amor que en algunas situaciones hacen bueno aquello que cantasen hace unos añitos ya los entonces chicos de El último de la fila: cuando la pobreza entra por la puerta el amor sale por la ventana. Desde las primeras líneas conoceremos la enfermedad de un desdichado farmacéutico, Malone, que será alcanzado por la leucemia, mal que sirve de metáfora a la historia en la que se da un continuo combate entre el bien y el mal como sucede con la labor destructora de las células cancerígenas en el organismo del enfermo; en lo temático también asoman con fuerza otros asuntos, tratados con garra, como el conformismo y la dignidad humana. Junto a tal señor que va convenciéndose que lo peor no es la muerte sino el arrastrar una vida en la que uno no se encuentra a sí mismo, asoman por la novela un viejo juez – Fox Clane – que representa los valores retrógrados y patriarcales del sur, su jovencito nieto, Jester, y un atractivo negro de ojos azules Sherman Pew. El retrato de los personajes es certero al hacernos penetrar en la mente de ellos, mostrando la escritora una mirada sutil que nos acerca a los complejos pliegues de sus personajes; la atmósfera va avanzando en un in crescendo asfixiante que hace que ésta se convierta en algo palpable hasta lo sólido y en medio de todo ello se alza el verbo de la escritora clamando contra el racismo convirtiendo así ésta novela, sin lugar a dudas, en la más comprometida que McCullers escribió; sin abandonar por ello la brillantez literaria que se muestra en toda su belleza y en su más afilada eficacia descriptiva.

Son varios los libros de la autora, por no decir todos, absolutamente recomendables (El corazón es un cazador solitario, Reflejos en un ojo dorado o La balada del café triste); su lectura no defraudará a ningún lector y le impulsará a volver una y otra vez sobre sus obras pues hasta en los detalles más nimios hay resquicios para la interpretación.

Fue la primera de las nombradas en el párrafo anterior la que se publicó en primer lugar que fue la que le supuso el lanzamiento a la fama, situándola en el rango de los clásicos, conjunto al que pertenece indudablemente, y con sobrados méritos, lugar desde luego que nadie se atreverá a poner en duda. Desde entonces, contaba la joven con veintitrés años, no cesó de escribir y su prosa se convirtió en reflejo de la dureza, la soledad, la tristeza, la violencia, el amor y el desamor, el fracaso por medio de sus hondas historias que pueblan su sur natal; no se ha de pensar no obstante en un tipo de escritura parroquiana pues los sentimientos expresados por la autora plasman bien lo que de universal hay en ellos. Nadie pensará que todo esto no se puede cantar, la historia está llena de tragedias musicadas, y una buena muestra más de ello, la tenemos en la prosa musical hasta el trino de la que es poseedora la escritora nacida en Columbus, Georgia, en 1917, y fallecida en Nueva York en 1967.

Para cualquiera que quiera penetrar en la cocina en donde se preparaban sus textos y conocer también su opinión sobre su amiga, la también escritora Karen Blixen, sobre las relaciones del realismo de la escritura rusa con la del sur de su país (puro ejercicio de lucidez en lo referido s sus recursos comparativos a Chejov, Gogol o Dovstoievski), ahí está su «“El mundo” y otros textos» (Seix Barral, 2007) , en donde se pueden leer también siete ensayos más en los que puede verse la manera de enfrentarse al oficio de escribir, su afición por las representaciones teatrales domésticas, la forma en la que se fue formando la escritora en una jovencita adolescente que recluida en su casa leía todo lo que caía en sus manos y caía bastante, por lo que podemos escuchar su propia voz que se oye en su maduración como si viésemos, y oyésemos al tiempo, a la yerba cuando va creciendo en un prado hasta dejar este verde y repleto de tupida vegetación; y comprobaremos la visión que ella tiene de la soledad, de los márgenes, las relaciones de la escritura sureña – a veces asimilada por algunos críticos, sin excesivo rigor, como «gótica».

Si su texto autobiográfico antes nombrado, entrañable texto, en cuyo título se recurría a la “iluminación”, la escritura de Carson McCullers alumbra el amor – sui generis – que tanto le hizo sufrir, y que tanto deseó hasta el desbordamiento. Pues, no cabe duda, de que como lo señala con tino el presentador de la obra, Rodrigo Fresán, toda la prosa de la americana tiene como base el amor, amor a los otros, amor a la vida, amor al mundo y a escribirlo, y hasta amores frustrados. Ella misma lo afirma de forma tajante: «por encima de todo, el amor es el principal generador de toda buena escritura. Amor, pasión, compasión están todo fundidos en uno».

Si todas sus obras, en lo que alcanzo, resultan recomendables, n quisiera concluir estas líneas sin detenerme brevemente en un verdadero muestrario de su quehacer, de sus personajes y de sus constantes temáticas, El aliento del cielo recoge diecinueve relatos en los que se pueden observar seres deformes, enfermos, enamorados y parejas al borde del desmoronamiento, o reflejos autobiográficos de una niña enferma que es mimada por su madre; también asomarán seres marcados como por un destino que han de cumplir en su vida, verdaderos iluminados; recuerdos de la infancia, vista comparativamente con otras más envidiables, o los cambios de unos seres que hablando de otros se ven transformados en su propio ser. Existencias desveladas por una prosa – por momentos verdadero homenaje/ canto al mundo, a la vida y a los seres que de ella disfrutan o padecen – y cuyos avatares van siendo salpicados de referencias literarias y musicales, y si en su paisana O´Connor – quien a menudo ha solido ser comparada con ella- la música del dolor es patente hasta el grito, en el caso que nos ocupa, el dolor o la insatisfacción viene atizado -al tiempo que amortiguado – por el deseo de alejarse de situaciones asfixiantes, o por el horizonte que hace soñar en el cumplimiento de algún proyecto las más de las veces demorado Y todo ello lo hace la escritora con una encomiable capacidad de arrastrar a los lectores alcanzando el corazón de sus sentimientos y la implicación ineludible de los personajes presentados. ¡Así McCullers!