Por Iñaki Urdanibia

Decía su amigo, Romain Rolland, que Stefan Zweig era «un cazador de almas», y si en sus novelas lo dejaba claro, no es menor la nitidez puntillosa con la que retrata al poeta francés: «Verlaine», libro editado por Acantilado. El autor de Novela de ajedrez, y de muchas y notables novelas más, se prodigaba en todos los géneros: críticas, ensayos y biografías, entre las cuales se codeaban escritores, políticos, y poetas como Kleist, Hölderlin, Stendhal, Casanova y Tolstoi. En la presente ocasión su mirada se dedica a quien fuera considerado el paradigma de poeta maldito (precisamente escribió una obra con tal título, Los poetas malditos(1884/ edición de Rafael Sender, en Icaria, 1980), en donde retrataba a Tristan Corbière, Arthur Rimbaud, Stephane Mallarmé, Marceline Desbordes Valmose, Villiers de L´Isle Adam y Pobre Lelian, que no es otro que lui-même; todo hace pensar que la inspiración de tal obra se la provocaba, en especial, Rimbaud con quien mantuvo una relación tormentosa, a lo que podría añadirse que quizá él se debería haber incluido en la nómina, con su propio nombre.

Paul Verlaine (Metz, 1844-París, 1896) tuvo una vida realmente difícil, atorbellinada, empapada de pasión y contradictoria. Un permanente vaivén entre la vida familiar combinada con amores prohibidos, los placeres carnales iban seguidos de profundos arrepentimientos místicos, amores y peleas que acabaron con él en prisión, padeciendo la miseria y el desprecio, lo que le empujaba a nadar en el alcoholismo y la enfermedad. Todo ello hizo que creara una obra singular con la guía, que él mismo señalaba, de que «el arte reside en ser absolutamente uno mismo»; desde luego sus poemas dan cuenta de su fidelidad a lo dicho. Con sus versos pasó a unirse a los grandes de las letras hexagonales, junto a sus contemporáneos Baudelaire, Hugo, Mallarmée o Rimbaud, dejando a su vez una honda huella en la poesía posterior de su país, y de otros lares.

Las páginas que Zweig dedica al poeta resultan deslumbrantes en su brevedad -noventa páginas escasas-, al analizar el vagabundeo de ese ser desarraigado y melancólico que paseaba su bohemia por su ciudad infernal, París o por las nieblas del norte, por las Ardenas, Bélgica o Inglaterra. Ya desde el Preludio, vemos al poeta lejos de la autosuficiencia y la maldad amoral, reflejando una clara muestra de fragilidad, la propia de un niño que busca unos brazos protectores, como quienes se hunden que alargan sus brazos en busca de auxilio, como los mendigos o los oprimidos, características que Zweig asocia con los poetas que «gritan y murmuran su queja y su alegría como una violencia más grande que sus propias fuerzas, una red que tejen, una cuerda a la que tratan de aferrarse». Verlaine es el ejemplo más palpable de ese intento necesario de dar su vida a otros.

En las páginas se van entrecruzando los datos biográficos, con las relaciones que dejan huella: así su acogedora y permisiva madre y su prima Élisa, que dejarían su impronta en sus poemas y en sus relaciones con su novia, Mathilde Mauté. El paraíso apacible de la niñez daría paso a situaciones más caóticas y problemáticas; resultado de las malas compañías, del internado, ante las que él no mostraba oposición sino que se plegaba a los deseos de los otros, consecuencia del carácter tímido, vergonzoso e introvertido de su infancia; una tensión entre dos polos, el ángel y el demonio, entre el pecado y la posterior penitencia, entre poemas de exaltación católica y pornografía dura. Es en ese tiempo, en el que se supera la niñez entrando en la adolescencia donde se fragua el poeta, y sus tendencias a sacar a relucir sus fleurs du mal particulares. Varias de sus estrechas relaciones con el Pobre Lélian – es decir consigo mismo, ya que bajo tal seudónimo escribía su vida -, y así nos es entregada por Zweig. El autor sigue la pista de cerca y se detiene en las variaciones que se ve en la poesía, influenciada por los avatares existenciales, por la ingesta de absenta a chorros, la atroz hechicera verde. En los poemas que siguieron a sus juveniles Poemas saturnianos, Las fiestas galantes la originalidad crece y la forma cambia…«poemas que bailan por el jardín sobre zapatos de tacón de aguja, que centellean a la luz de una luna burlona, en esas susurradas conversaciones entre Pierrot y Colombina…», y si la absenta le empuja a cambiar la vida y los versos, tampoco jugaron un papel menor la muerte de su prima querida, Élisa, y la Comuna…mas lo que le marcó sobremanera fue Arthur Rimbaud. Los poemas del joven poeta de quince años, alabado por Hugo y otros, los leyó con tal entusiasmo que, a pesar de los temores de su mujer por esa nueva compañía a la que consideraba un peligro, el esposo acogió al joven y juntos se fueron de viaje por Bélgica, Alemania e Inglaterra, y allá malvivieron en la miseria, dando algunas clases, y peleándose hasta el punto de que Verlaine pegó dos tiros a Rimbaud, lo que supuso que fuese encarcelado; desde la prisión siguió, no obstante, escribiendo al agredido, volviendo a reunirse con él tras salir de la cárcel, y sumergiéndose ambos en litros de alcohol y dando el espectáculo, al pelearse en la calle a puñetazos y bastonazos…el más débil, Verlaine salió perdiendo, hundiéndose en la enfermedad… la ruptura estaba consumada, no sin antes tratar de convertir al joven poeta a la fe de Cristo.

Capítulo aparte merecen sus tiempos de penitente, rebotado de los desmanes cometidos que le provocaban una resaca triste y, su iluminación religiosa que le empujó a volver a la iglesia, como cuando niño, buscando un sacerdote que le confesase…iniciándose la época del nacimiento del poeta católico; y como final, la decadencia en París, donde ya nadie se acordaba de él y sus libros envejecían en las librerías, y el empeño por crear leyendas e historias en torno a su persona, y unas poesías que parecían repetir un molde, ajenas a toda singularidad.

A lo largo del libro se desvela el entrecruzamiento, no sería exagerado decir que su reatrolimentación, de los aspectos de la ajetreada vida del poeta y su expresión escrita en sus versos, que variaban según los avatares existenciales; de ello da cumplida y brillante, no me importa repetirme, cuenta Stefan Zweig, en este libro que no tiene líneas grises ni páginas de relleno, sino que avanza con cuidada luminosidad, enroscando la vida y obra del retratado.

El libro fue un encargo de la editorial berlinesa Schuster & Loeffler; el resultado fue esta breve monografía, que resultó ser su primer ensayo biográfico y que vio la luz en 1905. El librito incluye algunos de sus poemas más emblemáticos (en bilingüe). Ciertamente la prosa y los destellos estilísticos brillan con luz propia iluminando al retratado con tonos de cercanía y simpatía hacia los anhelos de eternidad que de los poemas verlainianos emanaban.

«Verlaine no nos dio nada que no estuviera ya en nosotros: tan sólo fue corriente de la vida, sublime eco de esa música secreta que se alza en nosotros a cada contacto con las cosas, como el sonido de las copas en una vitrina sacudida por los pasos o un golpe. Su efecto es profundo, no por eso es grande […] su grandeza y su fuerza, símbolos de la más pura humanidad, espléndida energía poética en el frágil receptáculo de su personalidad […], multiplicándose en su esencia y en sus sentimientos de ciega e inagotable nostalgia de la totalidad y el infinito». Así, Paul Verlaine según Stefan Zweig: un gran poeta leído por un gran escritor.

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Lector asiduo desde hace años de Zweig, recupero algunas reseñas que resultan accesibles en la red

+ Stefan Zweig, cazador de almas – GARA 4/III/ 2012

https://gara.naiz.eus/paperezkoa/20120304/326173/Stefan-Zweig-cazador-almas

+ Stefan Zweig hurga en la historia – Kaos en la red 8 /II /2019

https://archivo.kaosenlared.net/stefan-zweig.hurga-en-la-historia/

+ Stefan Zweig, biógrafo • 6/II/2021

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Ya puestos a… me permito incluir estas pinceladas biográficas del escritor, que entregué en una tertulia literaria que dirigí en la biblioteca municipal de Intxaurrondo, en la que leímos su obra: La impaciencia del corazón… Anteriormente en Arteleku habíamos leído Novela de ajedrez

Stefan Zweig (1881- 1942)

+ Notas biográficas

Nace en Viena el 28 de noviembre de 1881, hijo de propietarios de una fábrica textil. Entre 1892 y 1900, cursa sus estudios secundarios, años en los que lee algunos poemas de Rainer Maria Rilke de los que se queda tan colgado que se los aprende de memoria; tal lectura le va a impulsar a comenzar a escribir sus propios poemas, que llegan a ser publicados en alguna revista. Tras haber obtenido el bachillerato, sin brillo, se ve alejado de la prisión dorada de su infancia y abandona el lujoso apartamento de sus padres para instalarse en una habitación. Primer viaje a Francia.

Habiendo destacado en sus estudios en las asignaturas de alemán y de historia, se matricula en filosofía en la Universidad de Viena, y allá comienza a frecuentar, en el Café Central, a los componentes de la Joven Viena, entre quienes están Arthur Schnitzler, Hugo von Hofmannstahl, et alii. El año siguiente, 1901, publica una recopilación de poemas, y colabora, por primera vez, en un importante diario vienés (Neue Freie Presse). Traduce a Verlaine y a Baudelaire. En un viaje a Bélgica, en 1902, conoce a Émile Verhaeren. En sus estancias en Berlín y París, descubre las obras de Dovstoievski y de Munch.

Vuelve, en 1904, a Viena, y en julio defiende su tesis de doctorado en letras, sobre Hippolyte Taine. Se publica su primera recopilación de nouvelles y la traducción de unos poemas escogidos de Verhaeren. Viaja a Londres y a París. En 1905, viaja a España y a Argelia; el mismo año publica un libro sobre Verlaine. Al año siguiente: aparición de su segunda selección de poemas; pasa cuatro meses en Inglaterra y traduce a algunos autores británicos, entre otros a William Blake. En 1907, primera obra de teatro, y escribe una introducción a un poemario de Rimbaud, que hace pensar en un auténtico autoretrato: «Rimbaud es un héroe de la libertad interior. Un desesperado del instinto…».

1908-1909: introducción a una selección de textos de Balzac y primeras representaciones de su obra teatral, Thersite. Cinco meses de viaje por Asia (India, Ceilán y Birmania). Al año siguiente, publica una obra sobre Verhaeren y la traducción de dos volúmenes del poeta belga. Escribe la presentación alemana de las obras completas de Charles Dickens. En 1911 viaja a América (Nueva York, Canadá, Cuba, etc.); publica una recopilación de cuatro novelas cortas. En 1912 conoce a Friderike von Winsternitz, casada y madre de dos hijos, novelista que aspira a una vida más libre. Se establecen estrechas relaciones intelectuales entre ellos.

La declaración de la guerra le sorprende en Bélgica; vuelve a Viena y es incorporado al ejército austríaco, siendo destinado al servicio de archivos de guerra. Tres años después compra una casa en Salzburgo, y vive con Friderike. Escribe un drama pacifista, Jeremías. Gira de conferencias por Suiza. Su obra es representada en Zurich y ese mismo año es representada, en Hamburgo, y otra obra suya, Leyenda de una vida, también. Comienza a frecuentar en Ginebra, los ambientes pacifistas de intelectuales emigrados. Traduce varias obras de Romain Rolland.

En 1919, vuelve a Austria, instalándose en Salzburgo con Friderike. Habiéndose divorciado por el rito católico, ya que ella vivía en situación bígama. Al año siguiente, se convierte oficialmente en su mujer. Publica varias biografías y Tres maestros (sobre Balzac, Dickens y Dostoievski). Publica Amok y una antología poética. El éxito le sonríe sin dudar, en especial a raíz de La confusión de sentimientos. Se multiplican los viajes: a Marsella, a la Unión Soviética(1928) con motivo del centenario del nacimiento de Tolstói. En 1930 visita a Gorki en Italia.

En 1931, estancia en Francia, en donde se encuentra con su compatriota Joseph Roth. Más viajes y amistades. Dos años después sus obras son pasto de las hogueras nazis; ya predijo Heine que se empieza quemando libros y se acaba quemando personas. Primera estancia en Londres. En 1934, su casa es registrada, lo que le empuja a instalarse en Londres, permaneciendo su mujer en Salzburgo. Libros sobre Erasmo, María Estuardo. Una joven alemana, Lotte Altmann, se convierte en su secretaria, contratada por la propia Friderike. Es invitado a pronunciar una serie de conferencias en Estados Unidos. La representación de sus obras es prohibida por las autoridades germanas, por ser obras de un judío. En 1936, primer viaje a Brasil, Argentina. Algunas de sus obras se publican en Viena, en especial La impaciencia del corazón (1937). Vende su casa de Salzburgo y se separa de Friederike.

Éxito enorme del libro recién nombrado en Inglaterra(1939). Pronuncia los discursos fúnebres en homenaje a Joseph Roth, y más tarde en el de Sigmund Freud. Se casa con Lotte. En 1940 se le concede la nacionalidad inglesa. Se multiplican sus conferencias y se ve sorprendido por el éxito que sus libros tienen en Brasil. En 1941, la pareja se instala en Petrópolis… allá escribe la Novela de ajedrez, y reúne sus recuerdos en El mundo de ayer. Su estado depresivo empeora y el desarrollo de la guerra le hunde en un hondo pesimismo. Mientras asiste, en 1942, al carnaval de Río, se entera de la caída de Singapur…desesperado vuelve a Petrópolis y el 22 de febrero se suicida junto a Lotte. La ingesta de amplias dosis de Veronal puso fin a dos vidas, puso fin a una vida de vagabundeo, a una vida provisional.

+ «La impaciencia del corazón» ( 1937)

Entre la impaciencia y la piedad – como los editores y traductores de la obra – se mueve el protagonista de esta novela, quizá la más lograda del escritor vienés, quien habitualmente se movía en distancias más cortas, y hace deslizarse a los lectores…

Estamos en 1914. Un oficial, cuyo regimiento es destinado a a zona fronteriza húngara, pasa allá el tiempo como puede. Una fiesta organizada por una rica familia local, la del barón de Kekesfalva, a la que es invitado va a llevar a Anton Hofmiller a pedir un baile a la hija inválida de los anfitriones; lo que con aquella invitación comienza va a asentarse con un compromiso; las visitas con ramos de flores van a dar duración, entre la culpa y la expiación, a la relación. Ante la petición de la muchacha el joven asiente, más no va a tardar en anidar en él cierto arrepentimiento. Como se lo señala el doctor Condor hay dos tipos de piedades: una débil y sentimental para con los indefensos, la otra creativa… la primera va a conducir a nuestro hombre por los derroteros del engaño y los malentendidos. Como telón de fondo en el que se desarrolla el tenso dilema infernal… las sombras de una época, con sus máscaras y sus garras varias.