Category: VIRGINIA WOOLF


Por Iñaki Urdanibia

Mucho se ha hablado de la habitación propia, de su angustiada vida, y por supuesto de sus brillantes novelas, que a veces conservan ciertos aires de familia con el ensayo debido a sus hondas reflexiones en las que irrumpen con fuerza, erigiéndose en centro de gravedad, sus convicciones feministas*.

Ahora, en una muy cuidada edición, Páginas de Espuma publica una obra que no debe pasar desapercibida de la autora de Orlando: «El estrecho puente del arte», puente que une la ficción y la biografía.

Los ensayos literarios, verdaderas lecciones, que se reúnen, en su gran mayoría inéditos en lengua castellana, son presentados en dos bloques que responden a El arte de la ficción y a El arte de la biografía. En el primero se incluyen veinticinco ensayos, mientras que en el segundo, treinta y cinco análisis de obras de diferentes autores: desde Sterne a Lewis Carroll pasando por Henry David Thoreau, Henry James, Antón Chéjov, Charles Dickens, Herman Melville, Fiódor Dostoievski, Geoge Eliot, León Tolstói, Jane Austen, Josef Conrad, Marcel Proust, James Joyce, y unos cuantos más que no nombro.

La obra editada al cuidado de Rafael Accorinti, que abre el volumen con un ubicadora introducción, lleva el mismo título que el que da nombre al volumen, en el que podemos ver la sagaz mirada de la escritora y crítica, que no se priva de dejar aflorar sus opiniones sin cortarse ni un pelo. En todos los acercamientos prima la fusión entre los dos polos, complementarios, ya mentados: la ficción y la vida, a la vez que se reivindica la marcha que cada cual dé a su escritura más allá de las opiniones de otros, críticos y lectores, característica que aplica con mayor fuerza, si cabe, al referirse a las escritoras, cuyas dificultades a la hora de expresarse y los obstáculos que salen en el camino son mayores, sin lugar a dudas, a los de sus pares, o impares, masculinos… la sombra planeando de una posible hermana de Shakespeare. La escritora no deja lugar a la duda al escribir estos ensayos pensando en sus lectoras femeninas, del mismo modo que puede verse en alguna de sus intervenciones el espíritu de su célebre obra: Un cuarto propio, léase su Mujeres y ficción. No supone esta última mención ningún tipo de escore de la escritura de la autora, hacia la cuestión femenina, que aun empapando su quehacer lo palidece la brillantez de la prosa y los valores literarios e innovadores de la autora de La señora Dalloway, con sus flujos de conciencia.

El abanico de temas y escritores tratados es amplio yendo desde cuestiones relacionadas con la travesía que supone la lectura a lo largo de la acumulación de la de diferentes obras, o sus relecturas, penetrando en diferentes ediciones, en el terreno de diferentes géneros, sirviéndole algunos escritores como inspiración como ejemplo para subrayar algunos aspectos relacionados con la ficción, con la poesía, con la novela, etc. y con los diferentes pasos que han ido produciendo en su propio quehacer. Si de lo dicho se ocupa la primera parte, en la segunda, su mirada se amplía, más allá de los escritores de habla inglesa, a otros horizontes: rusos, franceses, irlandeses estadounidenses, etc., entregando algunos análisis de diversas obras, no sin subrayar aspectos biográficos y su huella en las respectivas escrituras y en la suya propia; ya en tiempos de escritora consumada.

A lo largo de la lectura se nos hace partícipes del florido jardín de lecturas, variadas donde las haya, de escrituras de diferentes luminarias de las letras, que se entreveran con el propia marcha de Virginia Woolf… planeando los destellos psicológicos de Sigmund Freud o la durèe de Henri Bergson; y… una invitación a caminar en la lectura «entre las vastísimas flores literarias que nos dejó Virginia Woolf en esta verde pradera de la literatura. Las flores de Virginia Woolf siguen ahí, tan coloridas y frondosas como siempre, más de ochenta años después», como dice Rafael Accorinti.

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( * ) Algunas incursiones anteriores relacionadas con la escritora y algunas de sus obras:

El ojo crítico de Virginia Woolf – Kaos en la red

Y Virginia Woolf se fundió con el agua – Kaos en la red

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“AL FARO» CON VIRGINIA WOOLF | Cartel de las Artes y las Letras

«Orlando» de Virginia Woolf censurada •

VOCES FEMENINAS CON IMÁGENES | Cartel de las Artes y las Letras

Por Iñaki Urdanibia

Varias narraciones y un clásico de Virginia Woolf

Pluma y pincel, por decirlo de algún modo, completan los relatos que se presentan por Planeta-cómic, bajo el título de «Voces que cuentan»; nueve narraciones acompañadas de las ilustraciones correspondientes: Julio por Julia Otero y Ada Díez, 24 horas por Lola García y Agustina Guerrero, El bicho por Diana López Varela y Akira Pantsu, Auctoritas por Estefanía Molina y Ana Oncina, Soledad por Eva Amaral y María Hesse, Más mujer por Leticia Dolera y Raquel Riba Rossy, Pasos de tortuga por Sandra Sabatés y Sandra Cardona, Por un falda de plátanos de Almudena Grandes y Sara Herranz, y Mzungu por Patricia Campos y Sara Soler.

Como salta a la vista en la lista transcrita, la primera de cada pareja es la narradora mientras que la segunda ilustra el texto presentado, dándose así una imbricación entre discurso y figura, por emplear el lenguaje de Jean-François Lyotard. Del mismo modo se puede señalar que basta con leer el nombre de algunas de las mujeres nombradas para que suene por su presencia pública en diferentes medios: algunas cuya dedicación principal es la escritura mientras que otras son presentadoras de televisión, cantantes, guionistas, periodistas, actrices, etc. Diferentes dedicaciones que, a mi modo de ver, se dejan ver en la mayor pericia de algunas con respecto a otras,¡ con perdón!, pero es que el oficio tiene su peso e importancia.

Es un muestrario de situaciones en el que cada cual pone el acento en aquellos aspectos que conformaron su ser y su posterior dedicación, y algunas experiencias que han debido vivir, más bien soportar, en el ejercicio de su profesión. Así vemos la importancia de tener un padre feminista, un mundo al revés en el que durante una jornada los hombres ocupan el lugar de la marginación con menor presencia en algunos puestos y trabajos, menores salarios, el peso de la imagen en los años escolares y el peligro de la anorexia, la falta de autoestima y de confianza en sí misma a la hora de expresarse en público, generalmente masculino… un canto a Soledad, la increíble exigencia que ha de soportar una actriz a causa del tamaño de sus tetas y la imposición de de colocarse un sostén con relleno (por delirante exigencia del guión), alguna vida que no teme, sino al contrario, romper moldes con respecto a los cánones heredados por un pasado mojigato, el peso de la cocina materna en lugar de aprendizaje no solamente del arte de cocinar, sino el lugar de conversaciones y aprendizajes varios, en un hogar en el que el Hola estaba presente y Josephine Baker destacaba con su figura y comportamiento en sus páginas, los abuelos y la memoria de los tiempos transitorios , o una piloto del aire que siente que el ejército no es buen lugar para mujeres y homosexuales, lo que le impulsa a jugar a fútbol y trasladarse a Uganda y ejercer allá labores relacionadas con la educación y el deporte, a pesar de la reticencia inicial de muchos padres que temían la intromisión de una señora blanca y sus intempestivos valores.

En fin, mujeres contadas por mujeres en formato de novela gráfica, con variedad de historias y una amplia gama de maneras de ilustrar, técnicas y formas de expresión, ofreciendo adecuadas figuras a las palabras e historias.

Un clásico de Virginia Woolf

Si digo uno es claro que se debe a que hablando de la escritora londinense (1882 – 1941) la práctica totalidad de sus textos han pasado a convertirse en clásicos. En la presente ocasión me refiero a un escrito que se ha convertido en realmente canónico para no pocas mujeres, y hombres también: «Una habitación propia». Un ensayo feminista avant la lettre que inspiró a escritoras y militantes posteriores.

La edición que ahora presenta Seix Barral es en su propio formato (¿quién ha dicho que la forma no importa?) destacable, Las luminosas ilustraciones de Sara Morante, cuyos dibujos resultan cartesianos en la claridad y distinción de lo que representan, en imaginativa concordancia con el texto. Tampoco tiene desperdicio el prólogo y la actualización del texto – aspecto en el que no sería justo ignorar la traducción de Laura Pujos – por parte de Elena Medel, quien pone el énfasis en que quedarse solamente en la habitación propia olvidando la continuación de la cita que se completa con la independencia económica, es castrar el pensamiento de la escritora; precisamente dicho aspecto sería uno de los destacados por Simone de Beauvoir en su El segundo sexo.

En 1928, Virginia Woolf fue invitada a impartir unas conferencias en Cambridge en un ciclo sobre Mujeres y literatura, el público asistente, en su mayor parte femenino, se entusiasmó con las posturas que expuso la escritora, en las que trataba de dar respuesta a la pregunta de qué necesitaban las mujeres para escribir buenas novelas?. Tres años después, en 1929, relevante fecha de la primera crisis del capitalismo industrial, a principios de año, mientras enferma pasase tres semanas en cama – según cuenta en el segundo volumen de sus diarios íntimos – maduró la idea de convertir en libro las conferencias antes nombradas, extendiéndose así de un modo que en su participación oral no había podido hacerlo por las restricciones de tiempo. Varias veces a lo largo de dicho año podrá observarse en sus nombrados diarios su preocupación por tal texto, por las posibles correcciones a introducir, y posteriormente, tras su otoñal publicación, bajo el título de Una habitación propia (A Room of One´s Own ), el enorme éxito de ventas.

La respuesta que daba a la cuestión planteada acerca de la relación de las mujeres con la literatura, se movía dentro de los parámetros materialistas y en vez de derivar hacia concepciones esencialistas que estableciesen alguna forma de particularidad propia de la escritura femenina – sin dejar, no obstante, de reivindicar el derecho a la diferencia, y también la deseable complementariedad, «es funesto ser un hombre o una mujer a secas; uno debe ser “mujer con algo de hombre” u “hombre con algo de mujer”. Debe consumarse una boda entre elementos opuestos», para añadir unas páginas después que «a menudo me gustan las mujeres. Me gusta su anticonvencionalismo» -, propondrá que la condición sine qua non para que las mujeres puedan escribir es tener «dinero y una habitación propia», además de libros también propios y una cerradura en la puerta de dicho cuarto propio. La aparente simpleza de la respuesta, va a ser, en cierto sentido, un grito de alerta y de radicalidad contra la situación a que se ha visto reducida la mujer a lo largo de la historia, contra la dependencia económica a la que se las ha sometido, a la carencia de habitación, hacendosas ellas en la sala de estar a disposición de la casa y sus habitantes, y sin libros propios patrimonio exclusivo de los varones de la casa. Ad maiorem gloriam homini – apropiando y adoptando para la ocasión el lema jesuítico -, tal ha sido el rol que ha debido jugar la mujer como «espejo al hombre durante siglos, poseen el poder mágico y delicioso de reflejar una imagen del hombre de tamaño natural, dos veces y media más grande». Desde aquella afirmación aristotélica que hablaba de las mujeres como hombres incompletos (en su Política se lee: «un ser degradado o por debajo de la humanidad»), las mujeres se han visto marginadas de los asuntos importantes, para ser convertidas en floreros o sirvientas, o a lo más en dominadoras de la vida de los reyes pero únicamente en la ficción, ya que en la práctica… recluidas en casa y la pata quebrada. La obra woolfiana de cuya publicación se cumplen ya casi cien años, es un repaso que abarca desde el siglo XV hasta los tiempos en que está escrita con el fin de denunciar la dependencia femenina con respecto a los varones, y subrayar el recurso por parte de las mujeres que escribían a utilizar pseudónimos masculinos para evitar que se conociese su identidad; ellas tenían prohibido el acceso a las aulas universitarias, a las librerías, y en consecuencia las más curiosas o interesadas por el aprendizaje habían de recurrir a apropiarse de los libros y los apuntes de sus hermanos del género masculino para poder acceder a estos pagos intelectuales que les estaban vedados.

El libro, téngase en cuenta la época en la que fue escrito, se convirtió en avanzadilla, y hasta en texto de obligada lectura para cualquiera que defienda los derechos de la mujer a disfrutar de la libertad y la igualdad con respecto a sus compañeros, y a veces dominadores infames como la misma autora lo denunciará años después en su novela Tres guineas (1938) al comparar el comportamiento de los nazis con ciertos hombres que parecen completamente dispuestos a conservar el privilegio de ser los únicos «dueños del mundo». Pues bien, en el libro Virginia Woolf recurre a la ficción como mecanismo para penetrar con eficacia por algunos lares ya transitados por distintas disciplinas académicas y por ciertos textos de ensayo, rompiendo con el recurso citado los estrictos lindes de las disciplinas, y abarcando así el quid de la cuestión muchas veces escamoteado por los cómplices silencios o por los discursos gastados. ¿Cómo explicar la «ausencia» persistente de las mujeres a lo largo de la historia? ¿Cómo es posible que haya habido tan pocas mujeres escritoras?… la autora de Orlando (1928) – precedente de las posturas del libro del que hablamos, en la medida que ese ser viaja a través de los siglos, encarnado en hombre o en mujer dependiendo los siglos por los que pasa, y tendiendo a la superación de los antagonismos de los sexos -, la autora digo, pasando por encima – o de lado – de las distintas disciplinas (antropología, historia, psicología, literatura, sociología…) va y le da, como decía, una hermana al gran escritor inglés, Shakespeare, la bautiza con el nombre de Judith y la dota de un enorme y «maravilloso ingenio » y señala el camino que ésta habría de seguir: aprovecharse de los libros que poseía su hermano, y a cierta edad se vería obligada a huir de su domicilio familiar ya que allí le querrían organizar una boda, y deseando hacer teatro vería negado su deseo ya que los papeles femeninos eran representados por hombres jóvenes, etc. ¡Amargura, tristeza, melancolía…!

El grito woolfiano se alza con furia contra todos los límites y cortapisas que hacen que la mujer no pueda desarrollar sus potencialidades en todos los terrenos -incluidos obviamente los creativos-por la eterna dependencia económica, simbólica, espacial… y las coartadas hasta supuestamente científicas acerca de «la inferioridad intelectual, moral y física del sexo femenino», defendidas según señala la escritora en su libro por un tal profesor von X (que no era otro que su amigo Sigmund Freud)… aspectos todos ellos que, a pesar del tiempo transcurrido , siguen estando vigentes (en estos tiempos de floreros, velos, mutilaciones, infanticidios, mujeres quemadas por sus maridos, golpeadas, y muertas) lo que hace que el libro siga teniendo una extraordinaria vitalidad, debido tanto al tema abordado como a la sagacidad y originalidad con que se enfoca.

Por Iñaki Urdanibia.

Un par de libros, escritos por mujeres, que se centran en protagonistas femeninas.

Ellas que son la mitad, o algo más, del cielo, no ven correspondido este porcentaje sino que se han de conformar con empleos de menor monta, precarizado, con menores sueldos y teniendo vedados algunos campo de la actividad productiva; sin olvidarse de las restricciones a que están sometidas en otros ámbitos de la vida. Si esto es así, todavía, en la actualidad, en tiempos pasados, no tan pasados, la cosa alcanzaba niveles mucho mayores.

Pisando fuerte

El cambio de costumbres, de vestimentas, con la liberación de diferentes corsés y cuasi-ortopedias que sujetan y esclavizan el cuerpo, en especial el femenino, abrieron, qué duda cabe, nuevos senderos hacia la libertad, la aventura e independencia. En «Mujeres que pisan fuerte. Pasear, caminar, descubrir» (Maeva, 2019), Karin Sagner recurre a diferentes pintores (Sorolla, James Wallace, John Singer Sregent, Gustave Coillebotte, Aristide Maillol, Gustave Colbert, Zuloaga, Replin, Courttney Curran, Boldini, Evenepoel, y un largo etcétera, que incluye a la pintora de la que uno de sus cuadros utilizo como ilustración de este artículo: Emilie Caroline Mundt), a distintas muestras fotográficas y literarias, para dar cuenta de estas transformaciones que quedan plasmadas en las representaciones de esas mujeres paseantes que transitaban por las calles y parques de las ciudades abriendo así su mirada y su cuerpo al mundo, a la realidad ajena a las limitaciones del claustro del hogar, más allá de la tríada a ellas encomendadas: Kinder, Küche, Kirche… que luego, cierto, florecería con fuerza en ciertas épocas y bajo ciertos dominios patriarcales, por no nombrarlos directamente de falocráticos.

Las paseantes, osadas flâneuses, que asomaban con paso firme, y acompañadas de su soledad, por las calles de Centro-Europa, suponían en dichos tiempos una verdadera ruptura con las costumbres pasadas, que no veían con buenos ojos, y de hecho no permitían que las mujeres avanzasen sin compañía masculina por la esfera pública… no por el riesgo de ser agredidas, etc., sino por la provocación que suponía para los pobres hombres que se veían expuestos a la tentación que sabido es, al menos, desde Liltih, Eva y la maldita serpiente, por no referirnos a la caja de Pandora, o por no retroceder al papel otorgado a las féminas en el poema de Gilgamesh… más tarde reafirmado por aquella afirmación de Alí, el cuñado de Mahoma, de que cuando Alá repartió la sexualidad, entregó nueve a la mujer y uno al hombre… de ahí el peligro que siempre han acarreado las mujeres de cara a la perdición de los humanos, masculinos.

El aire libre, como condición para respirar en condiciones, al tiempo que para tocar mundo, y ahí están los constantes y habituales paseos de Virginia Woolf para visitar a su hermana, haciendo que la autora de Una habitación propia, ampliase las fronteras de ésta a las calles, como quien se lanza a la aventura de la contemplación y la cercanía con la naturaleza, y la vida. También se explaya la obra en el ejemplo de otras mujeres vanguardistas como la pintora Anna Ancher (1859-1935) y Marie Kroyer (1867-1940); artistas seguras de si mismas que rompían con las estrechas y pacatas convenciones de su época, en especial, la última de las nombradas, que con su arrojo y atrevimiento abrió la puerta a la siguiente generación de pintoras… Osadía que no solo mostraba en sus pinturas sino también en su propia vida privada, que rompía con las normas morales (del latín: mos, moris) de sus contemporáneos.

Una delicia de paseo el que se nos propone, a través de las imágenes que van complementadas con reveladoras palabras que se inician con el lúcido prólogo de Marta Sanz, en el que elogia el paseo, como acción con reminiscencias políticas, como sujetas libres que mueven el tacón (liberadas de las constricciones de los prietos cordones) , derivando por distintas metáforas de la marcha de las mujeres en pos de su libertad y su realización, liberándose de las amenazas impuestas desde niñas con sus sacamantecas, su cocos, sus manadas… el paseo como acto físico, sin obviar su cara sexual y erótica… reflexiones que se abren por diferentes lares de la condición femenina, y que que se extienden a lo largo del texto ampliándose a través de las explicaciones de la autora, Krin Sagner, que son puntualmente salpicadas con certeras citas y textos de la mentada Virginia Woolf, de Jane Austen, de Elisabeth von Arnim, Ricarda Huch, Charlotte y Emily Brönte, Simone de Beauvoir, etc.), aclaraciones que nos sitúan en los cambios que se dan entre los paseos de la nobleza y los de la burguesía, con escenas urbanas, campestres y hasta las propias del alpinismo.

El libro se cierra con una atinada bibliografía que señala algunos posibles caminos… para seguir transitando.

¿Liberación y publicidad?

Marta Gracia Pons (Terrassa, 1988) en su segunda novela «El olor de los días felices» (Maeva, 2019), nos presenta a una mujer que, contra viento y marea, se abre paso en un mundo en principio vetado a las personas de su género. Ella lo tiene claro y la tenacidad no le falta para encarar todas las dificultades que le salen al paso y sortearlas con arrojo. Si en su anterior «Agujas de papel» (Maeva, 2017) no situaba en la Barcelona del finales del siglo XIX, en la presente estamos en la Ciudad Condal en la segunda decena del siglo XX. Obviamente las costumbres se mantienen de unos límites controlados en lo que hace a la decencia y la moral siendo esto más estricto a la hora de aplicárselo a las mujeres, cuyos roles están marcados: madre y esposa, por no decirlo de manera más tajantes: la mujer en casa , la pata quebrada.

Pues bien, en esta ocasión la protagonista es Anna, huérfana que ha sido educada, es un decir, en la Casa de la Misericordia. Las condiciones de origen no parecían, desde luego, las más indicadas para que la chica dejase discurrir sus sueños hacia campos tan en las antípodas de la humildad vivida, más bien padecida, como eran la publicidad y todas las cuestiones centradas en la estética femenina: cosmética y revistas femeninas son su pasión y la frecuentación de estas últimas le dan una visión – digamos que – liberada de la mujer en la medida en que no está dispuesta a plegarse a los cánones al uso en lo que hace a la imagen y al comportamiento propio de las féminas, siempre que no quieran ser consideradas como unas cualquiera, por no usar epítetos más expeditivos. El caso es la que la joven entra a trabajar, al abandonar el orfanato, en una droguería, lugar inmejorable para estar al tanto de las novedades en el campo que le atrae a esta mujer que, por otra parte, tiene una honda pasión por el cine. Va a ser una fotografía la que desencadene una búsqueda de la mujer que aparece en ella; tal búsqueda le lleva a Sant Feliú de Guísols, a Madrid, extendiendo su periplo hasta Filipinas. Este camino en el que tropiezos no faltan van a ir curtiendo a la mujer y fortaleciéndola en su independencia, su comportamiento va a hacer bueno aquello que dijese Nietzsche: lo que no nos mata nos fortalece, y así Anna va a alcanzar su sueño: dedicarse al mundo de la publicidad. La lectura se ve agilizada por la constancia de unos diálogos que toman el pulso al ambiente y las concepciones de los tiempo visitados, lo que la movilidad de la protagonistas a la que seguimos en su obstinada geografía de la búsqueda, entre el amor y el desencanto, contagiados por su esperanza inquebrantable.

La novela está inspirada en la carrera de Anna Expósito, que de niña fue entregada a un convento por su madre. Siendo las monjas las responsables de su formación (?), ella sale díscola con respecto a las normas de austeridad, humildad y afines recibidos, y rompe con los moldes previstos para una mujer de los años veinte del siglo pasado… el paso del tiempo y el tesón de la mujer el convertiría en una de las primeras mujeres que lucieron en el campo de la publicidad del Estado español, convirtiéndose en una de las personas destacadas en dicho mundillo al ser la responsable de algunas de las campañas más sonadas de su tiempo.

A fuer de sincero, he de señalar sin entrar en mayores, que la lectura de esta novela me ha creado cierta incomodidad o desasosiego ya que el terreno de la publicidad es el terreno ideal en el que se entrelazan la persuasión con el engaño, siendo uno de los más punteros a la hora de fomentar la sociedad de consumo, y de convertir a la mujer en bello objeto de deseo, y no hace falta recurrir a Georges Perec, Henri Lefebvre, Jean Baudrillard, Roland Barthes, Guy Debord o Pierre Bourdieu para convencerse de ello, y para constatar que la seducción halla en el sistema de la moda uno de los campos más propicios para el engaño y el triunfo de la apariencia, la alienación… todo lo contrario a cualquier forma de liberación cabal (me viene a la mente aquella aseveración de Spinoza: «los hombres luchan por su esclavitud como si fuera su liberación»); dicho esto también resulta innegable que ciertas variaciones en la moda facilitan o abren puertas a la liberación de los cuerpos, y, en consecuencia, de las costumbres. Mas, esto, tal vez, lo dejamos para otro día.

 

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Por Iñaki Urdanibia.

Una escritora al asalto de los libros y sus autores.

« Los libros invaden todo, y siempre nos devora el mismo sentimiento de aventura. Los libros de ocasión son salvajes, vagabundos; son rebaños de todo pelo reunidos al azar, su encanto supera a los libros conseguidos en librerías. Por otra parte, en esta horda de compañeros de fortuna, podemos caer sobre un desconocido que, si la casualidad quiere, se convertirá en nuestro mejor amigo »

( La muerte de la polilla )

« En Virginia Woolf se dieron unas cualidades y una voluntad inéditas e irrepetibles en la historia de la cultura inglesa »

( T.S.Eliot )

En la Inglaterra victoriana, acosada por la inminencia de la segunda guerra mundial, la figura de la escritora fue calificada de variadas maneras: una burguesa mundana, una socialista militante, una panfletaria discutible, una editora celosa de sus autores…de todo de ello podía verse en ella; y esta pluralidad se traducía igualmente en sus variados quehaceres : prosista, ensayista, conferenciante, lectora impenitente e incisiva, crítica literaria, editora y siempre atractiva tertuliana, que respondía a un espíritu libre , cultivado y rebelde.

No le faltaba ojo , ni oído para captar las ondas literarias, a la escritora británica en su dedicación de analizar a escritores de su época, y también, y en especial, de tiempos anteriores; aunque en algunas ocasiones sus valoraciones no resultaron excesivamente justas, ahí está el caso de su abierta animadversión hacia James Joyce ( algunos han hablado de envidia), de quien se negó a publicar su Ulises, o la poca simpatía que le producía la lectura de Fiodor Dostoievski, por ejemplo. Dos cosas se unían en la escritora que ayudaban a que sus críticas fuesen realmente lúcidas: su surtida biblioteca, que, en parte, ya había heredado de su culto padre, y que le había hecho moverse entre textos desde joven, a lo que se sumaba su brillante inteligencia. Así pues, el abanico de los géneros abarcados por la británica se ampliaba desde la narrativa a la crítica literaria pasando por el ensayismo, sin olvidar sus exploraciones sobre su complejo yo que dejan ver tanto sus diarios así como sus cartas.

Las dotes de escritora afloraron tempranas ya que a los diez años ya dominaba la lengua escrita y su mirada era ya capaz, por otra parte, de observar con tino las relaciones conyugales, las relaciones de clase y los condicionamientos económicos como dejaba ver en su Hyde Park Gate News revista que redactaba con la ayuda de sus hermanos Thoby y Vanessa. Aun no habiendo sido escolarizada, la enseñanza la recibía en el hogar de la mano de su madre, Julia, que se mostraba exigente e irritable; mas sobre todas las cosas, la bulimia lectora se surtió en la surtida biblioteca de su padre, destacado intelectual, amigo de Thomas Hardy y de Henry James, entre otros, lugar esencial , que se convirtió para ella en templo de la inteligencia y símbolo de todas las dudas ya que se preguntaba continuamente “ ¿ por dónde comenzar?”, al tiempo que se marcaba la meta de leer un libro cada día-como anotaba en su diario-, y hasta anota igualmente la posibilidad comprobada de que puede ir leyendo dos a la vez…y el nivel no era banal: Sófocles, Eurípides, Platón, Shakespeare…A pesar de la amplia biblioteca el lugar familiar parecía quedársele pequeño ya que , con la ayuda de su padre que durante algún tiempo fue encargado de la London Library, acudía a la nombrada biblioteca, a la que al acceso de mujeres sin compañía estaba prohibida ya que su presencia podía distraer la concentración de los estudiosos. La gama de lecturas de las que dan cuenta sus críticas es de una heterogeneidad enorme…su biblioteca da fe de este abanico , ya que en ella se conservaban las obras que había leído durante su infancia y adolescencia, junto a las que dedicó crónicas, especialmente, en The Times Literary Suplement, y las que había editado en la Hogarth Press, y los que ocupaban un lugar privilegiado ya que constituían objeto de lecturas constantes: Homero, Platón, Shakespeare, Defoe, De Quincey, Emily Brönte, Sterne, Austen, y aquellos otros ante los que muestra cierto mosqueo: Conrad, Joyce, Lawrence, o el mismo Proust con el que le unía una relación de amor/odio.

La editorial Seix Barral acaba de publicar « Horas en una biblioteca» en el que podemos conocer los pormenores de muchas de las cuestiones señaladas y los cambios de opinión que se van sucediendo con el paso del tiempo con respecto a algunos de los escritores visitados: junto a los análisis a los que somete las obras de diferentes escritores ( Coleridge, Kipling, Conrad, Emerson, Thoreau, Herman Melville, Turguénev, Dostoievski, Jane Austen, Sarah Bernhardt…)somos puestos al corriente acerca de sus concepciones literarias y sus consejos sobre cómo encarar lo biográfico, acerca de los usos de la ficción, y sobre las relaciones entre hombres y mujeres…recomendando a estas últimas « probar las formas aceptadas, descartar lo menos idóneo, crear otras más adecuadas…como tarea que ha de culminarse antes de que haya libertad o triunfo…[ ya que la energía de las mueres en su empeño por ocupar su lugar en el campo de la escritura, exige] verter el excedente de energía que pueda haber en nuevas formas, sin malgastar ni una gota, es el difícil problema que solo podrá resolverse mediante la evolución y emancipación simultánea del hombre ».

Comentarios las más de las veces dirigidos pensando en los “lectores comunes”, en los lectores por devoción, no por profesión, por quienes se dejan arrastrar por el “placer de la lectura”-que diría Roland Barthes-, por el deseo, y que estaban dispuestos a dejarse llevar por las olas de la conciencia y partir de una ruptura con el modo clásico de narrar, dependiente de una supuesta omnisciencia que se empeñaba en predicar al mismo tiempo que describía lo real.

Junto a los juicios casi sumarios planea la constante interrogación de cómo juzgar de manera equilibrada a sus pares, lo que le arrastraba a dedicarse más a opinar sobre escritores de generaciones precedentes, siempre guiada por el deseo del que dejase constancia en su diario, 13 de enero de 1939: « pasar a través de la literatura inglesa[ se quedaba corta ya que su mirada fue mucha más amplia] como un hilo en la mantequilla, o mejor como un industrioso insecto royendo su camino de libro en libro, de Chaucer a Lawrence». Sea como sea, de ella podría decirse lo mismo que ella decía de Orlando : « su afición por los libros era temprana. De chico, los pajes lo sorprendían leyendo a medianoche. .. Orlando era un hidalgo que padecía de amor de la literatura ». Así Virginia Woolf, de quien Jorge Luis Borges, traductor magistral de algunos de sus libros, dijese: « Virginia Woolf es, indiscutiblemente, una de las inteligencias e imaginaciones más delicadas de la escritura inglesa ».

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Por Iñaki Urdanibia.

Lectura de la que es considerada mejor novela de la escritora británica.

« La obra maestra de Virginia Woolf. La combinación de material autobiográfico con el método poético de presentación y una más amplia estructura resulta en una reconciliación final entre la vida y el arte…

» El tema de “ Al faro” es el mismo de los sonetos de Shakespeare: el tiempo, la belleza, la supervivencia de la belleza por medio del arte, la ausencia y la muerte »

( Frank W. Bradbook )

La novela fue considerada como una de las más significativas y destacadas en la producción de la escritora británica, lo que le incluía en la línea del modernismo literario explorado por Marcel Proust o James Joyce; tanto ella como su marido consideraron el libro como el mejor de los escritos por ella . En su momento consiguió además del éxito de crítica y de lectores( casi cuatro mil ejemplares vendidos el primer año), algunos premios, sombra del éxito que todavía acompañan a la obra y a las periódicas listas de obras reseñables que cada equis tiempo elaboran distintas publicaciones ( Times, Le Monde…).

En 1926 no cesó de trabajar en esta novela que según decía la estaba escribiendo con una facilidad que hasta entonces no había conocido; en su Diario se lee «me veo sacudida como bandera al viento por causa de mi nueva novela Al faro… por fin, después de la batalla de El cuarto de Jacob y de la agonía de Mrs. Dalloway, escribo ahora con más rapidez y libertad que ninguna otra cosa que haya hecho en mi vida. Creo que esto demuestra que estaba en el camino correcto y que es aquí donde podré cosechar los frutos que alcance mi alma.»

Temía al tiempo que avanzaba en su escritura que se convirtiese en un libro lleno, en exceso, de sentimientos y afectos, cosa bastante normal si se tiene en cuenta que el modelo -al menos el de los protagonistas principales- era el de su familia, y la experiencia con ella vivida en las habituales vacaciones veraniegas en los parajes cercanos a Cornualles. El esfuerzo de la escritora fue constante para evitar caer en un cúmulo de anécdotas y ensoñaciones , de los recuerdos de la infancia, adosadas, y hacer que la novela tomase un tono estético-literario, cuestión esencial para ella. Huyendo pues de la idealización de los bellos tiempos de las vacaciones en los bellos parajes en los que se desarrollaban, para hurgar en los pensamientos y en las vacilaciones , muchas veces sombrías, de sus personajes.

Esta novela, sin lugar a dudas la más autobiográfica de las suyas, era un homenaje, en especial, a su madre ( encarnada en el personaje de Mrs. Ramsay), al tiempo que, como ella misma afirmase, su escritura supusiese una especie de cura terapéutica, ya que estaba obsesionada con su padre y más en especial con su madre; en este orden de cosas, resulta absolutamente pertinente -y hasta necesario, tal vez- realizar una lectura paralela entre la novela y su vida . De este modo la finalización de la novela le vino a suponer el abandonar un peso que la atosigaba, dejando aparcado un problema que le andaba rondando desde hacía tiempo.

Además de estos aspectos también planean a lo largo de la novela los problemas de la creación artística y las relaciones entre escritura y pintura, haciendo que el cuadro sea leído, o la prosa alcance a dar cuenta de un retrato como lo haría un lienzo, evitando con ello el mantenerse dentro de los límites de la narrativa clásica. En la novela se ven algunas de las técnicas que le llevarían a ser considerada como una de las pioneras de la novela moderna: la técnica de los diferentes puntos de vista que hacen que el relato no sea realizado por un narrador omnisciente sino que las diferentes miradas se posan sobre el mismo objeto, la mima realidad y los mismos sujetos, aportando sus respectivas visiones de lo observado; los monólogos interiores, que denotan distintos estados psicológicos / anímicos, haciendo que la narración cobre el manto de la pluralidad y la consiguiente complejidad que resulta de los roces entre lo interior y lo exterior y del lugar -social, intelectual, etc.- que ocupa cada uno de los personajes que, naturalmente, ven condicionada su visión ; todo ello aliñado con un destacado estilo poético…que para algunos críticos- sobre todo cercanos a los ambientes de la escritura dicha comprometida– confirmaría el esteticismo de esta escritora elitista, a la que se le notaba la buena cuna de sus orígenes ( sic!).

Tres partes componen la novela: La ventana, Pasa el tiempo y El faro. El eje sobre el que se desarrolla el libro es la familia Ramsay ( los esposos y su ocho hijos – Andreu, Carn, James, Nancy, Jasper, Rose, Roger, Prue) y algunos invitados ( Charley Tansley, Mr. Carmichael, William Bankes, Lily Briscoe, Paul Rayley, Minta Doyle). El centro de atención son, no obstante los esposos Ramsay y la pintora Lily Briscoe, llevándose la palma –si hubiese que establecer un hit- la esposa y madre Mrs. Ramsay. [ No está de más señalar que los padres de la escritora tuvieron cuatro hijos, aunque cada uno de ellos llegó al matrimonio con hijos de sus matrimonios anteriores: Leslie con una hija con alguna profunda deficiencia mental y Julia con tres hijos ].

Nos son presentadas, en la primera parte de la novela que se desarrolla en un día, las vacaciones del verano de 1892, en la isla de Skye [en la vida real iban a la isla de Saint Ives], de la familia Ramsay con sus hijos y con algunos amigos. La señora Ramsay muestra su interés por ir de excursión al día siguiente al faro, plan que satisfacía en especial al más pequeño y mimado de los niños, James, mas tanto el padre como algún otro agorero vaticinan que al día siguiente no va a hacer un tiempo apropiado. Así la excursión es pospuesta, lo que provoca impulsos asesinos en el niño hacia su padre. A la vez vemos a una atareada pintora, en el jardín, que pretende pintar un cuadro en el que aparezca la señora Ramsay su hijo James en la ventana de la casa.

La presentación de los personajes se hace recurriendo a los diferentes puntos de vista, que unos personajes tienen con respecto a los demás, con lo que se hace tambalear la figura del narrador omnisciente, como queda dicho. Si antes me he referido a la señora Ramsay como madre y esposa es debido a que es una mujer absolutamente entregada a los suyos, y al prójimo necesitado; ella siempre está dispuesta a ayudar a su quejoso marido -que por su parte no es que la trate con delicadeza- con el fin de subirle la moral que este tiene notable tendencia a tenerla por los suelos; juega igualmente el papel de mediadora de su marido con los hijos, tratando de limar asperezas …tampoco se han de ignorar su inclinación por participar en obras de caridad y de jugar el papel de celestina, tratando de arreglar matrimonios por doquier, etc. Los invitados, personas educadas y especialistas en temas económicos y otros, son del gusto de la señora Ramsay, de quien por otra parte todos ellos tienen tendencia a enamorarse, dejando ver ella por su parte ciertos dejes nostálgicos con respecto a cierto pasado amoroso… Todo el mundo quiere a la señora, por su carácter servicial, amén de por su destacada belleza; al contrario, el comportamiento de su marido resulta intragable para sus hijos, y es soportado a regañadientes, y guardando las formas propia a las normas de cortesía de la época y de su posición social; siempre ensimismado en el empeño, inacabado, por completar un abecedario del saber. [ Virginia Woolf admiraba a su madre, al tiempo que no podía dejarla de ver como sujeta al típico modelo de mujer victoriana, mosqueándole la subordinación que mostraba hacia su padre , del mismo modo que no le molaba de ninguna de las maneras sus posicionamientos en contra de las sufragistas, de las que echaba pestes; según cuentan algunos biógrafos, Leslie Stephen nunca llegó a estar enamorada realmente de su marido, Leslie Stephen, ya que se quedó anclada en el recuerdo de su relación con Duchworth . El padre dedicado a labores intelectuales, tratando de elaborar un diccionario de biografías, responde a la imagen del sabio despistado].

Los demás personajes, los amigos invitados, juegan papeles realmente secundarios: el tal Charles Tansley anda flipado con la señora Ramsay, sus coletillas despectivas con respecto a las mujeres son constantes; el señor Carmichael ama tomar el sol en el jardín y es un ser solitario al que la señora Ramsay está decidida a rescatar; La pintora, Lily Briscoe, adora a la señora Ramsay mientras que odia a su marido, la señora juzga que debería casarse con otro de los visitantes: William Bankes. Por último, Minta Doyle, mujer desaliñada y de formas bruscas, que parece mantener cierta relación con Nancy Ramsay -cosa que no gusta en absoluto a la señora Ramsay- acaba casándose con Minta.

La segunda parte da cuenta del paso del tiempo y los cambios que el abandono han producido en la casa, con sus empolvados objetos y muebles, de los Ramsay desde que falleciese la señora Ramsay que siempre había jugado el papel de imán, creando un nexo de unión entre todos los presentes.

La tercera parte, es donde nos enteramos de que la última noche de la jornada narrada en la primera parte es el día en el que falleció la señora Ramsay, de ello no se dan más detalles. Desde aquel día han transcurrido diez años. El señor Ramsay necesita que alguien le brinde el apoyo y consuelo que le daba su esposa; se puede ver que sus hijos siguen manteniendo con respecto a él juicios severos. De todos modos, la hasta entonces fallida excursión al faro se va a realizar al final. En la endeble barca van además del padre Carn y James que alcanzan el faro, un barquero…La pintora observa la travesía al tiempo que acaba su cuadro, al lograr la soledad necesaria y la ausencia de ojos espías que “ensucian” frenando la elaboración de su lienzo y la expresión de su creatividad; así como al principio, en la primera parte, Lily Briscoe tenía problemas para elaborar su cuadro, por sentirse siempre rodeada además de por su propia impericia para solucionar los problemas técnicos que se le planteaban, en este final la pintora logra culminar su obra, basándose en el recuerdo ya que el modelo ya no está presente, al haber alcanzado además de la señalada soledad, la habilidad necesaria para realizar lo proyectado. [ No pocos críticos y estudiosos han visto en la pintora el alter-ego de la escritora, en la medida en que esta se sintió libre para dar rienda suelta a su creatividad que era frenada por el constante marcaje de su padre, tras el fallecimiento de éste; puede añadirse-como señalaba la propia escritora- que en su casa nunca había un momento de sosiego ya que su madre siempre tenía invitados o visitas que interrumpían cualquier posibilidad de conversaciones íntimas…].

Coincide, por otra parte, la intermitencia del faro que cual afinado metrónomo marca el ritmo y el paso del tiempo, con la labor lectora que casa, al finalizar la lectura, con la conclusión de la lectura por parte del señor Ramsay del libro que está leyendo, y el final del cuadro; el paso del tiempo además se demora durante una serie de años en los que el deseo de ir al faro ha de esperar, al ser aplazado, durante diez años.

Las discusiones con respecto al papel que juega el faro que ya aparece desde el mismo título de la novela han dado lugar a distintas interpretaciones que van desde las que inciden en el papel creador de la luz ( interpretaciones tal vez deudoras del principio luminoso que ha jugado un papel esencial en su función analógica / metafórica en la cultura occidental desde el sol-como representación de lo bello, lo verdadero y lo justo- en Platón, al Uno de Plotino, siempre difundiendo claridad, sin olvidarse del ideario ilustrado que otorgaba a las luces el papel de iluminar a los sujetos alejándoles de la oscuridad de la ignorancia; o, ya mucho antes, las mismas palabras de Cristo proclamándose como la luz y la vida…por no retrotraerse al bíblico fiat lux ) que pueden desembocar sin forzar las cosas en interpretaciones religiosas o políticas; otros han podido vislumbrar –guiados por la intermitencia del faro- una cierta relación binaria entre luz / oscuridad, tristeza / alegría, saber / ignorancia, vida / muerte etc. También podría verse en el viaje al faro, siempre aplazado, como la propia aventura de los humanos, tanto a nivel individual como colectivo, que hace que los deseos de alcanzar algún objetivo siempre se vea aplazados.

Virginia Woolf daba a entender que con el faro no pretendía simbolizar nada en especial al mismo tiempo que añadía que con la figura del faro no pretendió más que unificar la mirada de los personajes de la novela, sí que parece, no obstante, pertinente a todas luces considerar que el verdadero faro de la obra es la señora Ramsay que orienta la existencia de su quejica esposo y la de sus hijos, y que es la que señala el norte, busca soluciones a los problemas, y juega el papel de mediadora, solucionadora , o pretende hacerlo, con respecto a todos los que le rodean…

La sombra de la vida

(Diarios y biografías )

« Al faro será un libro muy corto: contendrá un retrato completo de papá; y de mamás; y St. Yves; y la infancia; y todas las cosas que siempre intento meter- la vida, la muerte, etc. »

( Diario, 14 de mayo de 1925)

Dudo entre convertir estas líneas en una atiborrada “ casa de citas”, dejando la palabra a la propia escritora y a sus amigos y biógrafos, o resumir los aspectos más reseñables que se pueden extraer de tales, de cara a hacer la lectura más ligera, o si se quiere menos pesada; opto por la segunda vía.

¿ Autobiografía? Los primeros pinitos en el terreno de la escritura por parte de la escritora, cuando no tenía más que catorce años, fueron autobiográficos, cuando junto a su hermana Vanesa y su hermano Thoby, escribía sobre la vida familiar, en el Diario de Hyde Park Gate, cuya lectura hacía las delicias de la familia Stephen por su vena humorística y satírica que ya denotaban sus retratos. Desde 1915, como por aquel entonces lo hacían cantidad de jóvenes de familias bien(?), comienza a llevar un Diario que escribirá hasta el año de su muerte, siempre bajo la guía de que « si no decís la verdad sobre vosotros mismos, no podréis decirla sobre los demás ». Tal tipo de escritura-según su propia confesión- para esta declarada admiradora de las confesiones de Jean-Jacques Rousseau, jugaba un papel terapéutico, sirviéndole, por otra parte, como contrapunto y banco de pruebas de la escritura de ficción, distinguiendo siempre entre el yo privado y el yo social. Mientras afirma que el yo es odioso, y muestra su tendencia a moverse en el anonimato afirma de manera paradójica que « pienso que únicamente la autobiografía revela la verdadera literatura; las novelas son peladuras que vamos quitando para alcanzar el corazón, que es vosotros o yo, nada más ». En uno de sus últimos textos. Incidiendo en el mismo aspecto, podía leerse: « quizá no he hecho nada más que aproximarme a la autobiografía ».

Vacaciones. En todas las biografías se deja ver el gozo que provocaba en los hermanos de la familia Stephen partir de vacaciones a la zona de Cornuailles: Significativa resulta la frase recogida en la revista que con la ayuda de su hermana Vanesa escribía con informaciones generalmente hacer de su familia, el Hyde Park Gate News del 12 de septiembre de 1982: «el sábado por la mañana Master Hilary Hunt y Master Basil Smith llegaron a Talland House y pidieron a Master Thoby y a miss Virginia Stephen que les acompañaran al faro, puesto que el barquero Freeman decía que había una marea perfecta y un viento favorable para ir allí. Master Adrian Stephen se enfadó mucho porque no le dejaron ir ». Estos recuerdos de las vacaciones y del faro se halla no solo en esta novela sino igualmente en El cuarto de Jacob y en Las olas, pues para ellos -y muy en concreto para ella « Cornuailles era el edén de su juventud, un paraíso inolvidable, y siempre estuvo agradecida a sus padres por haberse establecido en aquel rincón ».

Salir de la mesa de té / huida del yo: VW en un artículo , « El arte de la ficción» habla de la necesidad de salir de la mesa del té, dando a entender con la expresión, que se debía evitar quedarse en lo meramente anecdótico, para elevar la narración a cotas más elevadas en lo que se refiere al arte, a los criterios formales y estéticos; «el tema puede ser demasiado sentimental: padre, madre e hijo pequeño en el jardín; la muerte; la navegación hasta el faro » ( Diario, 20 de julio de 1925). Entre los dispositivos para lograr lo dicho es destacable su empeño por escapar del yo, aportando una fusión de visiones diferentes, de diferentes personajes.

Resulta curiosa la coincidencia de Freud y la escritora en su preocupación por el yo. De todos modos a pesar de haberse conocido y de haber editado alguna obra suya, en los tiempos en que el psicoanalista había buscado refugio en Londres, ella a pesar de sus continuas crisis psíquicas, nunca tuvo intención de tumbarse en el diván, ni confiarse a tales métodos.

Pintora / Vanessa : No era la primera vez en la que tomaba como modelo de algún personaje novelístico a su hermana. En el personaje de la pintora, además de la sombra de ella -a la que por cierto le comentaba que estaba segura de que le gustaría el personaje de Lily, en el que se vería retratada- estaba la suya propia, enfocando a través de la pintura el acto de creación, que explotaba en el momento en el que se sintió lejos de la “vigilancia” paterna y que alcanzaba la madurez en lo que hace a su habilidad…lo que le hacía considerar su novela como la más conseguida de sus novelas, en la que pensaba que había encontrado el camino correcto para expresarse.

En 1910 el crítico Robert Fry organizó una exposición consagrada a Manet y a los post-impresionistas como Cézanne, Van Gogh, Derain o Matisse. El escándalo fue de órdago, dimisiones de los galeristas, críticos que desaconsejaban la visita de la muestra, etc.…para Virginia Woolf en cambio fue la fecha en la que se había dado un cambio importante en la humanidad y sus tendencias estéticas. En cierto sentido esa mezcla de colores y formas nuevas iban a marcar su modo de enfocar la escritura en una hibridación entre lo legible y lo visible.

Las dos hermanas , Vanesa y Virginia, habían unido la pintura y la escritura desde que decidieron repartirse los papeles, y a lo largo de su obra no dejarían de buscar contrastes entre ambas actividades artísticas. El ambiente del grupo de Bloomsbury reforzaba el contacto entre diferentes quehaceres lo que condujo a VW a dedicar algún ensayo a la pintura. Absorta ante los retratos de rostros en los lienzos o en los papeles, ella pretendía lograr algo parecido en el terreno de la escritura. Gracias a la editorial que pusieron en marcha ella y su marido, la Hogarth Press, las ediciones experimentaban con la unión entre texto e imágenes; dicho sea de paso, prácticamente todas las portadas de los libros eran ilustradas por Vanesa; más tarde introduciría fotografías, etc. Sus tendencias sinestésicas se dejan ver en muchas de sus anotaciones.

En concreto, en más de una ocasión en sus cartas señalaba su frustración por no haberse dedicado a la pintura, extasiada ante los colores de los lienzos de su hermana. No resulta así extraño de ninguna de las maneras que en Al faro sea una pintora, Lily Briscoe, la que sea presentada, en cierta medida, como antítesis de la madre de familia, la señora Ramsay. Fallecida esta como metonimia de una Inglaterra brutalmente golpeada por la guerra, puede verse un cruce entre los cuadros de cada una de ellas: los de la señora Ramsay, la cuidada presentación del boeuf au dabe y las fuentes de frutas, y por otro lado el cuadro de la pintora, que no está llamado -según su propia concepción a ser una obra maestra- y que es objeto de los juicios, desorientados, del señor Bankes que no entiende que se presente a personajes tan entrañables por medio de líneas organizadas en triángulo, y la intransigencia de Tansley que no se cansa de repetir que las mujeres no saben escribir ni pintar. Al final, en la tercera parte, de vuelta a la isla, retoma el lienzo, y lo finaliza con una raya vertical como cierre de la herida, que coincide con el viaje al faro que emprende el señor Ramsay con sus hijos como cumplimiento de la promesa del pasado. Memoria, mirada y creación se dan en un luminoso instante , chispa metatextual, como doble del trabajo del escritor, intercambio entre lo legible y lo visible.

Faro sin por qué : Como la rosa de Ángelus Silesius; según señalaba con el faro no pretendía simbolizar nada en concreto, simplemente lo consideraba como un elemento unificador en torno al cual se movían todos los personajes del libro.« No quise decir absolutamente nada con el Faro. Una necesita una línea que recorra el libro de un extremo a otro para que el proyecto se sostenga. Me di cuenta de que brotaría de él toda suerte de sentimientos, pero me negué a pensar en ellos, y confié en que los lectores lo convertirían en el receptor de sus propias emociones; y eso es lo que han hecho, para unos significa una cosa; para otros, otra. No sé relacionarme con el simbolismo sino de esta forma tan general, tan vaga» ( Diarios, 27 de mayo de 1927)

Acabar con la obsesión: « Al Faro fue una iluminación torrencial, involuntaria, al parecer…Escribí el libro aprisa; cuando lo hube escrito dejé de estar obsesionada por mi madre. Ya no escucho su voz, ya no la veo» ( 1939). Su madre le obsesionaba, igualmente lo hacía su padre…a partir de la escritura de su novela logró que la presencia de ambos, y sus voces y juicios, quedasen silenciados y así superados. « Me obsesionaban ambos, de forma enfermiza; y escribir de ellos fue algo necesario » ( Diarios, 28 de noviembre de 1926); posteriormente ya no oiría sus voces, ni sentiría su presencia.

Reacciones ante la obra: el crítico y amigo de la escritora , que formaba parte del grupo de Bloomsbury, Robert Fry se deshizo en elogios en cuanto leyó la novela, tanto por su calidad literaria como por el retrato, que huyendo del retrato clásico, de la familia y el ambientes victorianos, como por la vivacidad con la que retrataba a su propia familia, y más en concreto a su madre, encarnada en la señora Ramsay.

Su hermana Vanesa se conmovió al observar, a través de la lectura, la recreación del ambiente vivido en su niñez, además de verse invadida por un sentimiento de su madre resucitada.

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La voz del modernismo

«Siento que escribiendo hago lo que es mucho más necesario que el resto »

Al comenzar el siglo pasado se da el tiempo en el que asoman todas las audacias literarias. En 1922, ve la luz el Ulises de James Joyce y La tierra baldía de T.S.Eliot, obras que vinieron a suponer las bases de un nuevo pacto entre la literatura y el mundo, entre el decir y la conciencia, entre las palabras y las cosas del alma y del cuerpo. En este terreno Virginia Woolf cobra una especial relevancia, abriendo su dedicación además de a la crítica literaria, al campo de la novela, al del ensayo y a su labor de editora. No era la única mujer que tomaban parte en esta ola: May Sinclair o su amiga Katherine Mansfield, tenían en común con Proust, Joyce o Faulkner, el llevar su escritura hasta el corazón de la conciencia, usando las palabras para expresar el centro de la experiencia . Mirada fenomenológica de la experiencia utilizando para ello la técnica de los flujos de conciencia ( stream of consciousness, expresión acuñada por el psicólogo Willian James, el hermano de Henry James) con el fin de tratar de aprehender un visión abierta, plural, que alcanzase los pliegues y repliegues de la experiencia. Posición que conduce a alguna de las escritoras nombradas, y más en concreto a Virginia Woolf a moverse en un balanceo constante entre la ficción y la autobiografía, siguiendo las inflexiones más íntimas de las protagonistas en un intento permanente por captar la sensibilidad de estas, como si se mirase un espejo en el que se reflejasen los cambios del yo. En esta técnica innovadora jugará un papel destacado VW, al presentar un yo huidizo, un sujeto que siempre está en movimiento, en huida y sombrío, lo que hace que sea un reflejo del mundo complejo en el que vive, al tiempo que éste se muestra imprevisible y desconcertante. En el caso de la escritora que nos ocupa se ha de subrayar que su empeño fue acompañado por su labor teórica y crítica.

Esta mirada se muestra ajena al poder absoluto de la razón, para hurgar en el interior de la conciencia y la sensibilidad, en un intento por hallar los límites de la experiencia…fijando su mirada, y su pluma, en los personajes y en los objetos, etc. siempre dejando la escritura abierta a lo imprevisto y al caos, alzándose contra todo tipo de determinismos : sociales, sexuales, políticos e ideológicos; en la línea del grupo de Bloomsbury y su lucha contra loa cánones victorianos, en busca de la libertad de conciencia que supone la libertad de los espíritus, en paralelo con el horizonte de una identidad más allá de los géneros, como lo muestra con sus guiños andróginos, tanto en Una habitación propia como en Orlando, que será el topos adecuado para deslizarse por los recovecos del mundo y poder sintonizar de manera más empática con lo real. Esta búsqueda de la libertad se traducía en la unidad que ella ponía en negro sobre blanco de la libertad formal, inabordable, en constante equilibrio inestable e infinitamente fluido; « Una imagen , una emoción-le decía a su hermana Vanesa- crea esta ola en la mente , mucho antes de elaborar palabras que las describan…[ y en La señora Dalloway, dirá]: las olas se reúnen, se desequilibran y caen; se juntan y rompen…[y siguiendo con el simbolismo de las olas, en su Diario, en 1917, exponía el funcionamiento de las olas paralelas de conciencia]: saltar con facilidad de una cosa a otra, sin ninguna sensación de …obstáculo. Quiero hundirme más y más, lejos de la superficie, con sus hechos duros y separados ».

Los imprescindibles:

+ « La señora Dalloway » ( 1925)

La idea de una novela en la que la acción se desarrollase en un solo día no era nueva; tal sucedía en el Ulises de James Joyce, que Virginia Woolf había leído unos años antes, y que se había negado a publicar. Vemos a Clarissa Dalloway, una mañana de junio de 1923, caminar en busca de un ramo de flores. Por medio de un monólogo interior somos puestos al corriente de que en su mente se dan estados de alma realmente contradictorios. La protagonista trata de convencernos de que más allá de la locura y el suicidio su búsqueda es alcanzar una “alegría prodigiosa”. Con esta obra que obtuvo un éxito inmediato, la autora mostraba que una novela no necesita de grandes aventuras ni peripecias para funcionar.

+ « Al faro » ( 1927)

+ « Orlando » ( 1928)

Meses después de haber publicado la novela anteriormente nombrada, y escrita, la escritora inicia la escritura que explica en una carta a su amiga Vita: “ ayer a la mañana estaba desesperada. No podía escribir una sola palabra. Finalmente , he metido la pluma en el tintero y he escrito de modo casi automático: Orlando, una biografía. Nada más hacerlo todo mi cuerpo fue inundado de alegría “. El libro que en principio es visto por su autora como “ un pastiche muy claro y sencillo” tiene por tema la androginia. Más de una vez las heroínas de la escritora son mujeres que están enamoradas de otras mujeres, como en su vida misma. La escritura sobre el tema no cabe duda de que conmovió a VW, llevándole a un nuevo intento de suicidio. El libro presenta a un hombre que se convierte en mujer y que no puede amar más que a mujeres. ; se ve a la autora en un balanceo entre lo masculino y lo femenino. No propone la multiplicación de sexos, sino su anulación; solamente la muerte recupera la unidad original destruida por la vida.

+ « Las olas » ( 1931)

En su pretensión, escrita en sus diarios cinco años antes-en 1925- , de inventar un nombre para sus libros que no fuese el de novela, se embarcó en el más difícil y complejo de sus libros. El libro reúne diferentes monólogos interiores que se entreveran con descripciones de la naturaleza; narra la vida de un grupo de amigos , desde la infancia hasta la madurez, entregando cada uno de los protagonistas su visión del mundo, cada cual a su ritmo, mas siempre destinado a unirse al movimiento siempre recomenzado de las olas. Verdadero ejercicio de puro ritmo y una profunda reflexión sobre la impasibilidad del mundo, pero ante todo una transparente autobiografía literaria.

+ « Diarios » ( 1981-1990)

Desde 1915 hasta el día de su muerte, la escritora escribió sus diarios que dan una imagen bien distinta de la que pueda deducirse de la lectura de sus libros. Volúmenes que recogen anécdotas, descripciones variadas, noticias de uno y otro signo, juicios espontáneos y tajantes; en opinión de su sobrino, y biógrafo Quentin Bell, « dan la imagen de una mujer absolutamente sana de espíritu que lleva una vida tranquila y normal ». Para cualquiera que quiera conocer al personaje y a sus obra, resulta indispensable recurrir a estas anotaciones que muestran a la escritora siempre en busca de la palabra justa, preocupada por los asuntos humanos y empeñada en lograr una felicidad que parecía resistírsele.

P.S.: este mismo año recordando los setenta y cinco años del suicidio de la escritora se publicó en esta red este artículo:

http://kaosenlared.net/y-virginia-wolf-se-fundio-con-el-agua/

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Por Iñaki Urdanibia.

Acercamiento a la marginación que la mujer ha padecido en esta esfera de la actividad humana.

« Un punto de detalle: es indispensable que una mujer posea algo de dinero y una habitación propia si ella quiere escribir obras de ficción »

( Virginia Wolf )

« La imagen de un individuo solitario en un rincón, ausente en apariencia de los ruidos del mundo, sugiere una intimidad impenetrable, un ojo egoísta y una ocupación singular y sospechosa»

( Alberto Manguel )

No quisiera convertir esto en un valle de lágrimas, al centrar mis palabras en los desprecios, marginaciones y demás que han sufrido las mujeres a lo largo de la historia, y bastaría con remitirnos a unas pocas palabras y prescripciones-sin olvidar los hechos que como decía uno que decía el otro, su maestro, por ellos los conoceréis- como muestra de lo afirmado-con la honda y alargada huella religiosa- ( * ), que marcó desde la remota antigüedad las limitaciones sin cuento que las mujeres han padecido muy en concreto a la hora de dedicarse a ciertas profesiones / dedicaciones; no es cosa de retrotraernos a la obligación de las mujeres, propuesta por el de Tarso, entre otros, a mantenerse calladas y obedecer a los varones, ni a la definición aristotélica de las mujeres como hombres defectuosos o incompletos ( siglos más tarde el otro se referiría a la “envidia del pene”), ni al schopenhaueriano cabellos largos, ideas cortas…o el dicho de la mujer en casa, la pata quebrada, o aquello que mantuviese el yerno de Mahoma, Alí, de que cuando Alá creó la sexualidad entregó nueve a las mujeres y una parte a los hombres con lo cual es obvio que se debía mantener a raya a las féminas para que los cándidos hombres, masculinos, no enloquecieran ante las tentadoras seducciones femeninas….así, la mujer en casa la pata quebrada, Kinder, Küche, Kirche ( niños, cocina, iglesia; que defendía la consigna nacionalista germana)…ellas siempre bajo el dominio del padre, padrone, padreterno …o la recomendación de Nietzsche de llevar el látigo a la hora de ir con mujeres , y no seguiré aburriéndoos o cabreándoos con esta retahíla de sandeces masculinas que podrían ampliarse ad nauseam.

Sí quisiera, no obstante, detener un pelín la mirada en la presencia, más bien escasa comparativamente, de las mujeres en el campo de la literatura / escritura, si bien soy consciente de que muchas de las cosas que voy a decir son pan comido para vosotras, y vosotros también. No me impide este riesgo a repetirme el lanzarme a ello, y no por una supuesta vocación de ajo sino por atenerme a aquello que dijese el clásico: seguiré diciendo lo mismo mientras no cambiéis de actitud.

Hasta épocas relativamente no tan lejanas, y todavía hoy, en algunas culturas los lectores cuentan con una reputación ambigua: por una parte, hay quienes consideran a quienes se dedican al trato con los libros como dedicados a una actividad sabia y provechosa y en consecuencia gente a la que se ha de tener en cuenta pues se les supone conocimientos, mientras que otros consideran tal actividad como plena de desdén elitista y exclusiva ( como queda subrayado en la cita de Manguel que consta en exergo, tomada de su Historia de la lectura , en la que no evita destacar el carácter subversivo de la lectura / escritura , actividades perseguidas por todos los totalitarismos que en el mundo han sido, y son); si lo que digo es generalizable a ambos sexos, qué no decir si nos referimos a las mujeres que en lo que a las lecturas se refiere -debían ser del género piadoso o a lo más, amoroso-) y en lo que hace a la escritura han debido sortear no pocos obstáculos para poder dedicarse a ella, siendo despreciadas por el patriarcado ambiente. En este orden de cosas, ya es un lugar común lo que planteaba Virginia Wolf la hipótesis de qué habrá sucedido si Shakespeare hubiese tenido una hermana( « una mujer nacida provista de un don en el siglo XVI se hubiera realmente vuelto loca, se habría suicidado o habría terminado sus días en una cabaña solitaria en las afueras de una ciudad, medio bruja, media maga, temida y objeto de burla ») ; de todos modos no hacía falta echar la mirada tan atrás, sino la propia experiencia de la escritora británica bastaba : al no poder entrar, como era su deseo, en la prestigiosa universidad de Oxford, ya que en la época estaba cerrada para las mujeres; de este modo la amplia cultura de esta inteligente mujer hubo de recurrir al auto-didactismo , eso sí, con la cercana asistencia de su cultivado progenitor, Leslie Stephen. Recuerdo en este sentido una biografía de « Las hermanas Beauvoir» ( Circe, 2004), en la que la hermana pequeña de Simone, Hélène ( 1910-2001), que acabaría siendo pintora, vio sus alas cortadas por sus conservadores padres, ya que bastante tenían con que su hija mayor se hubiese introducido en actividades propias de hombres( así era considerados los estudios de filosofía)..

Claras hasta el deslumbre resultan, a modo de ejemplo, las indicaciones que se leen en Madame Bovary: «- ¿ Sabes lo que le haría falta a tu mujer?-repetía la madre Bovary. ¡ Ocupaciones forzadas, obras manuales! Si ella estuviese como tantas otras, obligadas a ganarse el pan, no tendría esos vapores, que le vienen de un montón de ideas que se crea en la cabeza, y de la pasividad en la que vive. – Sin embargo ella se ocupa, decía Charles. – ¡Ah! ¡ Se ocupa! ¿ En qué? En leer novelas, malos libros, libros que van contra la religión y en los que se burlan de los curas basándose en los discursos extraídos de Voltaire. Pero todo esto lleva muy lejos, mi pobre hijo, ya que alguien que no tiene religión acaba siempre por comportarse mal. Luego, está decidido que se impedirá a Emma leer novelas «. En resumidas cuentas que las novelas corrompen el alma, corrompen las costumbres y desnaturalizan al ser. Ese permanecer en esa cerrada torre de marfil, como consideraba Sainte-Beuve que suponía el acto de leer, es el terreno de los sueños mentirosos de los que hablase Virgilio, de lo incontrolable, de la curiosidad; como dirían los clérigos es el terreno propio en el que surge las tentaciones y los malos pensamientos…siendo, esos sí, desde las imágenes de la representación cristiana el Libro es propiedad de la divinidad masculina, el primer hombre es Adán, y de su costilla se crea la mujer-siendo así un ser secundario- ; más adelante a Cristo siempre se le muestra predicando, interpretando, su madre, la Virgen, tiene al Hijo, con lo que pasó a convertirse de por vida en la madre, como modelo de la función femenina, etc.

Si la mujer no ha de leer, más que aquello que le es prescrito, con no menor razón tendrá proscrita la escritura, y así a lo largo de los siglos las mujeres que escriben, para ver sus obras publicadas, ha estado expuesta a grandes peligros. El autor-es el que marca la autoridad ( auctoritas )- es un papel asignado, por su propia naturaleza, al hombre, mientras que la mujer –como ya quedase subrayado desde el Génesis– : « tu deseo te empujará hacia tu marido, y él dominará sobre ti»…y así, por esta senda las autoras quedaban fuera de su papel para pretender ser admitidas en el espacio de ellos, los hombres.

Ejemplar desde este punto de vista es la obra de Molière, Les femmes savantes, en cuyo acto II, escena 7 se puede leer: « Nuestros padres en este punto eran gente con muy sensata, / Decían que una mujer sabe siempre suficiente/ cuando la capacidad de su espíritu se alza / a conocer en demasía …/ las suyas no leían nada, pero vivían bien; / Las labores de la casa eran toda su docto entretenimiento. / Sus libros un dedal, hilo y agujas ./ Las mujeres están bien lejos de estas costumbres: / quieren escribir, y convertirse en autores». En los tiempos revolucionarios hasta entre seguidores de Graccus Babeuf, Sylvain Maréchal, redactor de la Conjura de los iguales, redactó igualmente un, en 1801, un Projet de loi portant défense à lire aux femmes, afirmaba, ridiculizando las ideas ambientes, que « no hay nada más chungo en el mundo que un hombre imitando a una mujer, a no ser que una mujer imitando a un hombre » ( refiriéndose, en tono provocador, al coser como actividad propia de mujeres y al escribir como propio de los hombres), y allí se proponía no solo la prohibición de leer a las mujeres, sino también de « escribir, imprimir, grabar, recitar ,solfear y pintar…». No se piense que el alegato de este “izquierdista” en pro de la desigualdad-ordenado por la musa Razón- siguiese el modelo de Jonatham Swift y sus delirantes y estridentes propuestas , sino que en este caso la cosa iba en serie, aunque con la máscara despistante del tono bromista. Cada sexo su lugar y su actividad …¡ Y no sigo! [ Hay un libro ejemplar que profundiza en el asunto y presenta el escrito y la polémica que suscitó en los tiempos revolucionarios acerca de la capacidad o incapacidad de las mujeres para desempeñar ciertas labores : Geneviève Fraisse. « Musa de la razón» ( Cátedra, 1991) ].

Con semejante panorama hasta cierta época las mujeres no escribían más que cartas, ya que tanto la lectura como la escritura les estaban vetadas, y solamente el espacio íntimo les era reservado; y quienes, de entre ellas, trataban, de traspasar tales fronteras eran consideradas excéntricas, cuando no abiertamente dementes. Las más bravas( si exceptuamos casos anteriores como los de Christine de Pizan o Marie Le Jars de Gournay, por ejemplo) optaron por adoptar el nombre masculino para disimular su identidad femenina: quizá el caso más paradigmático fue el de Amantine Aurore Lucile Dupin, alias George Sand, primer caso de mujer que se dedicó profesionalmente a la ficción; quería ser juzgada por sus méritos y no por otras cuestiones, así que el recurso al nombre masculino le igualaba con sus pares de quehaceres. En la época victoriana el nombre masculino hacía que sus obras no fueran consideradas como simples novelas de amor ( el caso de George Eliot resulta al caso más claro)…Tiempos en los que todavía las bibliotecas estaban cerradas para las mujeres a no ser que acudiesen acompañadas por algún hombre, o presentar la carta de recomendación de alguno. Aunque resulte increíble a estas alturas de la película, todavía recientemente se pudo conocer el escándalo que supuso el nombramiento de Marguerite Yourcenar , haciendo que alguna de las luminarias de las letras francesas, Albert Cohen-autor entre otras de la gran novela Bella del Señor– se atreviese a preguntarse cómo una mujer « tan gorda y tan fea» podía ser un gran escritor ( en masculino)…¡ Todo un guaperas, el macizo académico!

Descendiendo a la actualidad , que me voy; teniendo en cuenta que Doris Lessing fu premiada con tal distinción, en 2007, recurriré a modo de ejemplo a la presencia femenina en los Nobel de literatura ( de otras disciplinas hoy no toca); los datos son realmente significativos: fue en 1901 cuando se concedieron por primera vez tales premios en la modalidad de literatura. Son catorce las mujeres que han logrado dicho galardón, lo que viene a suponer un 12,4% de los otorgados. Observando el desarrollo de la concesión de los premios se ve que en los noventa primeros años de su historia ( desde 1901 a 1991) son ocho mujeres las que han sido premiadas frente a ochenta y un hombres, lo que supone un 7%. A partir de entonces hasta el día de hoy son ocho las mujeres y diecisiete los hombres que han recibido el premio, lo que hace un 32% de mujeres. No cabe duda que haciendo caso a estas cifras las cosas van mejorando. lo que muestra de que son más las mujeres que se dedican a la creación literaria además de que también se ha dado un notable cambio de la mentalidad social que hace que, a pesar de los pesares, al menos a nivel institucional se refleje esta modificación de óptica.

Las mujeres galardonadas son: 1909: Selma Lagerlöf ( 1858-1940),1926: Grazia Deledda ( 1871-1936), 1928: Sigrid Undset ( 1882-1949), 1938: Pearl S. Buck ( 1882-1973), 1945: Gabriela Mistral ( 1889-1957), 1966: Nelly Sachs ( 1891-1970), 1991: Nadine Gordimer ( 1923-2014), 1993: Toni Morrison ( 1931), 1996: Wislawa Szymborska ( 1923-2012), 2004: Elfriede Jelinek ( 1946), 2007: Doris Lessing ( 1919-2013),2009: Herta Müller ( 1953), 2013: Alice Munro ( 1931) , 2015: Svetlana Aleksiévich ( 1948).

( * ) Sin pretender dar un repaso exhaustivo a las zancadillas que las mujeres han sufrido a través de la historia, sí que parece de interés trazar algunas pinceladas que den cuenta de las ideas que han marcado, a cal y canto, los límites impuestos a la mitad del cielo que decía el otro, eso sí siguiendo como hilo conductor el hecho, y los textos, religioso que han dejado, y sigue dejando, su profunda traza, y guía de conducta, en la actividad de los humanos, y muy en concreto en la estigmatización de las mujeres..

«Adán es el primer hombre. Dios hizo de él un cretino que, para complacer a su mujer, cometió la estupidez de morder una manzana que sus descendientes no han podido digerir todavía»

(Paul-Henri d´Holbach)

«Ninguna religión respeta a las mujeres, ni les reconoce el estatus de seres humanos. La religión hace de la mujer una mercancía, un objeto precioso, una esclava doméstica comprada a precio caro: de todos los bienes del mundo, una mujer fiel es el bien supremo, dice uno de los textos sagrados».

(Taslima Nasreen.)

«Tú que eres mujer, acuérdate. Desde que hayas traspasado el umbral de tu casa, te juzgarán. Desde que andes por la calle, te seguirán y te silvarán. Y cuando llegues a ciertas avenidas te tratarán de puta. Si eres tonta, volverás sobre tus pasos, si no lo eres, proseguirás tu camino »

(Taslima Nasreen)

« Con raras excepciones, todas las sociedades, desde hace tres o cuatro mil años, han sido patriarcales o patrilineales »

(Shere Hite)

Desde la noche de los tiempos, la mujer ha sido tratada con desdén, por decirlo suave, por los hombres…en el poema de Gilgamés es la mujer la que siempre urde engaños; en la Grecia clásica, la mujer es una máquina para hacer hijos, y casualmente es Pandora, retratada por Hesíodo, quien la lía de todas todas…Es claro que las religiones, más en especial las monoteístas( ha de tenerse en cuenta que siendo omnipotente y omnipresente el ser superior su presencia se deja ver partout y per saecula saeculorum), son la instancias más sancionadoras de esta insultante discriminación hacia las féminas, dando a tal discriminación el rango de decisión divina; aprovechando el tirón que indudablemente tiene para los humanos lo invisible, lo eterno, lo divino, lo que viene después de la muerte, etc., que hace que parezca más cierto decir que el hombre quiere por naturaleza que le cuenten cuentos, más que el dicho aristotélico de que el hombre quiere por naturaleza saber.

Aun a riesgo de convertir esto en una modesta casa de citas, sí que me parece de interés para el tema que nos ocupa, sin pretender ninguna forma de exhaustividad, traer a colación algunas frases tomadas de los supuestos textos sagrados, o de algunos prohombres de dichas religiones de libro.

Previamente diré que antes de la presencia de dichas religiones, por los restos que se conservan se puede afirmar que diosas habían existido siempre unidas a la fecundidad, con « capacidades exorbitantes» en lo que hace a sus voluminosos atributos (Françoise Hèritier). Los primeros signos históricos ya señalan una clara división de roles:

+ las mujeres: dedicadas a las labores domésticas y de reproducción(esposas y madres). Lévi-Strauss indica el papel que las mujeres jugaban como sistema de cambio entre diferentes tribus…

+Los hombres por su parte eran cazadores, guerreros y poseedores del poder político(magistrados, curas, guerreros…).

  1. Tal división va a conllevar, desde el inicio ya, una serie de diferencias:1) El razonamiento siempre reservado, a los varones, concepción que llegó hasta los ilustrados, así Rousseau: «Gustar a los hombres, serles útiles, hacerse amar y elogiar por ellos, educarles de jóvenes, cuidarles de mayores, aconsejarles, consolarles, hacerles la vida agradable y dulce, he ahí los deberes de las mujeres en todos los tiempos, y se les debe enseñar en ese sentido desde la Infancia». No sería cuestión de hacer hincapié en ejemplos de actualidad, pero recuerdo hace un par de años que en un debate en el parlamento europeo hablando del trabajos nocturnos se ponía limitaciones (de hecho un total veto) a las mujeres para evitarles riesgos, como si fueran menores de edad.
  2. En lo que hace a prohibiciones: san Pablo explícito: «que las mujeres callen en las asambleas».

También pueden verse, en la Grecia clásica, como Zeus, como castigo por la osadía de Prometeo al entregar el fuego a los humanos decide castigarle además de a la insaciable voracidad del ave que le devora incansablemente el higadillo, a tener que soportar un enorme mal para la humanidad: la mujer; para Aristóteles las mujeres demostraban la impotencia de los padres, y a través de ellas se heredaba después dicha impotencia.. O mirando más a Oriente, los hindúes, mantenían que en la reencarnación los hombres que no hubieran hecho méritos suficientes volvían a la vida como mujeres, y como señalara Max Weber, en su estudio del hinduismo y el budismo, las mujeres y los esclavos cubrían los mismos trabajos.

Así pues, puede verse con nitidez cómo los mitos y la religión son fuente de misoginia. Un estudioso de tales asuntos, Fustel de Coulanges, afirmaba que «una religión primitiva ha fundado la familia, establecido el matrimonio y la autoridad paterna, ha fijado los rasgos del parentesco, ha consagrado el derecho de propiedad y el derecho de herencia». Como claro ejemplo, puede verse en las ceremonias del matrimonio, tanto griego como romano, tres significativas fases: 1) el hogar sera el domicilio paterno, 2) llevada al domicilio del futuro esposo quien debía simular que raptaba a su futura esposa; el traslado hecho a la fuerza, la mujer debía gritar como muestra de resistencia. La entrada en el domicilio nuevo había de ser en brazos del futuro marido, por dos motivos: uno, por que él era el dueño de ella, y dos, para que la recién llegada no pisase el recinto sagrado…y 3) la ceremonia religiosa realizándose en el nuevo domicilio, pasando a estar la recién llegada a plena disposición de la nueva familia. Más claro todavía resulta si se ve la fórmula ritual del matrimonio griego:

«- El suegro dice: te entrego mi hija para trabajar y para procrear hijos legítimos.

  • – El yerno contesta. La tomo.
  • – El suegro: te doy también una dote de tres talentos.
  • – El yerno: lo recibo también con placer».

(En todo ello,… la mujer, recatada y cabizbaja, no dice ni pío…)

La herencia, en el caso igualmente de Grecia y Roma, era para los hijos. El derecho a rechazar al cónyuge, en caso de adulterio, era del marido que podia -o casi mejor, debía- matar al culpable y no perdonarle. Prácticamente en los mismos términos se pronunciaba el código de Napoleón.

Podría darse un repaso a otros aspectos en los que destaca la marginación eterna de las mujeres: «hogar de impureza» (menstruación…en ambientes campesinos, en Galicia y seguro que otros lares también, las mujeres no podían ir al campo ya que estando con la regla si algún pelo suyo caía a la tierra se convertía en serpiente…testimonio oído en el siglo XX), la mujer siempre juega el papel de tentadora, y encerrada, por tanto, en tareas domésticas, para evitar su excesiva presencia en el ámbito público,…Los derechos por línea paterna irían por el mismo lindero de dominación masculina…

Tras este desordenado rastreo…vamos a los libros sagrados antes anunciados:

Biblia/Torá

« Cuando Dios es el jefe del hombre, el hombre es el jefe de la mujer » (San Pablo).

En el origen está la tentación de la segunda creada (Eva), por cierto de una costilla del primero que es hombre (Adán) ¿Cómo no recordar la creación de Atenea, sacada de la cabeza de Zeus?

En la Torá (cinco primeros libros de la Biblia, XIII siglo antes de nuestra era), texto sagardo del judaísmo. «Pueblo elegido» es exhortado por Yaveh a que «crezca y se multiplique»; naturalmente la mujer tiene la función reproductora (tal es su tarea y función y a tal queda reducida su presencia en la colectividad, sin ser humano a parte entera); sin ser esto una invención bíblica, tal texto lo sanciona y lo erige al rango de mandato divino…añadiendo en su primer libro, el «Génesis», el «pecado » y sus nefastas consecuencias: 1) parirás con dolor, y atrayéndote tu esposo 2) él te dominará.

Se lee en el Kohelet (Ecclesiastés): «Lo que encuentro más amargo que la muerte, es la mujer, en cuyo corazón no hay más que trampa y mentiras y cuyos brazos son cadenas».

Oración diaria de los judíos ulltraortodoxos: «Loado sea Dios por no haberme creado mujer ». Los rabinos son , naturalmente, hombres y eso muestra su absoluta superioridad. Estos -ni cortos ni perezosos- han establecido en el Talmud nueve maldiciones con respecto a la mujer, tras la caída del pobrecito Adán: «A la mujer Él envió nueve plagas y la muerte: la pena de la sangre de las reglas y de la virginidad; el fardo del embarazo; el sufrimiento del parto; la carga de educar a los niños; su cabeza ha de ir cubierta como si estuviese de luto; debe agujerearse las orejas como una esclava de por vida, que sirve a su dueño; no tiene solvencia como testigo; y después de todo esto: la muerte ».

«¡Sé madre y cállate! »(entre los judíos ortodoxos, si una mujer no se queda preñada puede ser rechazada y reemplazada por su dueño, el marido; a la inversa…¡ni pa flores! )

En el Deuteronomio se lee: «Una mujer no debe llevar ropa de hombre, ni un hombre vestirse con ropa de mujer; pues el Eterno, tu Dios, se horroriza ante cualquiera que actúe así ».

Tertuliano, padre de la Iglesia: «La sentencia de Dios sobre este sexo perdura todavía en nuestro días. Y bien, sí, que siga en pie, pues es preciso que este crimen permanezca como un oprobio eterno. ¡Oh mujer! Eres la puerta por la que el demonio ha entrado en el mundo; has descubierto el árbol la primera; has infringido la ley divina; eres tú quien ha seducido a quien el demonio no ha tenido el coraje de atacar directamente; has roto sin esfuerzo al hombre».

Innumerables podrían ser las citas de un misógino de tomo y lomo, como San Pablo: «El hombre no debe cubrirse la cabeza; porque es la imagen y la gloria de Dios; en cuanto a la mujer, ella es la gloria del hombre. No es el hombre, en efecto, quien ha sido sacado de la mujer, sino la mujer del hombre; y no es el hombre, claro está, quien ha sido creado para la mujer, sino la mujer para el hombre. He ahí por qué la mujer debe llevar sobre la cabeza un signo de sujeción »(¡Toma «Corintios»!).

Más «Corintios»: «Que las mujeres se callen en las asambleas, pues no les está permitido tomar la palabra; que se mantengan en la sumisión, según lo indica la misma Ley. Si quieren instruirse hasta cierto punto, que pregunten a su marido en casa; pues no es conveniente que una mujer hable en una asamblea».

Y en su «epístola a Timoteo », dice: «Durante la instrucción, la mujer debe guardar silencio, absolutamente sumisa. No permito a la mujer enseñar ni hacer la ley del hombre. Que guarde silencio. Es Adán, en efecto, quien fue creado primero, Eva a continuación ». Y así…ad infinitum.

Corán (Islam)

Alí, yerno de Muhammad –Mahoma-y primer imán chíita sentenciaba : «Dios dividió el deseo sexual en diez partes, y de ellas dio nueve a las mujeres ».

El Corán(XXIV): «Di a las creyentes que bajen los ojos, oculten sus partes y no muestren sus adornos más que en lo que se ve. ¡Cubran su seno con el velo! ».

En el mismo lugar(XXX):« Entre sus leyes está la que creó, sacándolas de vosotros mismos, esposas para que en ellas reposaseis ».

En estos tiempos espectaculares de burkas, apedreamientos, talibanes, madrasas, etc. el Islam queda completamente estigmatizado…dicho lo cual, no parece que su libro sagrado(612-632, aproximadamente) sea más sexista que los precedentes, se puede observar la preocupación de Mahoma por aminorar las injusticias cometidas con las mujeres, los deberes masculinos para con ellas,…al tiempo que no se corta, tampoco, ni un pelo a la hora de prescribir cosas de este pelo: «Aquellas de las que podáis temer la desobediencia, desplazarlas a camas aparte, golpeadlas, pero desde el momento en que ellas os obedezcan, no volváis sobre el tema »(surata IV, “Las mujeres”).

Concluida la escritura de estas líneas y leyendo el ultimo libro del esloveno Slavoj Zizek ( «Problemas en el paraíso. Del fin de la historia al fin del capitalismo ». Anagrama) no puedo resistirme a transcribir lo que leo en su página 87: « El 3 de diciembre de 2013, el periódico israelí Haaretz informa de que unas “ patrullas del recato” ultraortodoxas y no oficiales solían vender unas gafas con unas pegatinas especiales en la lente que volvía la imagen borrosa: las gafas permitían una vision clara hasta pocos metros, lo suficiente para no entorpecer el movimiento, pero más allá todo se desdibujaba…, incluyendo las mujeres. De manera parecida , podemos imaginar a unos sionistas agresivos vendiendo gafas que de algún modo vuelven borrosos a los palestinos y sus edificios, de manera que uno puede ver la Tierra Santa tal como debería haber sido ».

N.B.: en la tertulia que dirijo desde hace una decena de años- primero en Arteleku y en la actualidad en la donostiarra biblioteca municipal de Intxaurrondo, este año el tema que nos va a ocupar es tratar es de “ Literatura escrita por mujeres “ ; he ahí el programa:

LITERATURA ESCRITA POR MUJERES

<< Cuando trabajo no me planteo la cuestión de lo que significa tener una sensibilidad femenina …Apuntar hacia ciertas feminizaciones del arte es un craso error de las mujeres. Creándose esta especificidad, limitan el mismo alcance de sus propósitos >>

( Marguerite Duras )

<< No en menor medida que Nathalie Sarraute desprecio figurar en la rúbrica “ escritura femenina”. No hay división de la literatura que diga “ escritura masculina”, es decir relacionada con el sexo biológico o con el género masculino. Hablar de escritura femenina, es de facto establecer la diferencia sexual -y no solamente para las mujeres – como una determinación mayor a la vez de creación y de recepción: una literatura de mujer para las mujeres>>

( Annie Ernaux )

La propuesta de este curso, 2016-2017, quizá se deje llevar por cierto espíritu compensatorio ante la escasa presencia de féminas en las chandas anteriores, impulsada más, desde luego, que por cualquier apuesta en pro de la particularidad de la escritura realizada por mujeres; el tema ha dado mucho que hablar y discutir, y lo que te rondaré morena. No es mi intención entrar en el asunto; eso sí, se ha de tener en cuenta que si el otro decía que la mujer es la mitad del cielo, esto no se refleja de ninguna de las maneras en el terreno de la escritura, nada digamos en otros como los de la ciencia o de la filosofía, por ejemplo, en donde la presencia femenina brilla por su casi total ausencia. En esto, a falta de mayores honduras, me dejo llevar por la idea de que hay humanos que escriben bien, siendo grandes escritores, otros menos grandes, y los de más allá menores o malos; y entre ellos hay mujeres y hombres; lo dicho no quita para señalar-como subrayaba recientemente, una mujer que escribe, bien por cierto, Marta Sanz – que « frente al elogio de la imaginación y las ficciones, casi toda la literatura es una forma de autobiografía. Cada una de nuestras ficciones es una máscara que nos desnuda. Mi segunda intemperie me expone por el hecho biológico y cultural de que soy una escritora»…vamos que cada cual escribe desde donde vive, y desde donde le duele el callo; huyendo obviamente de los estereotipos que harían hincapié en las diferencias abismales entre la mirada, y la sensibilidad, femenina y la masculina, lo cual empujaría hacia un encasillamiento temático que balancearía entre la permanente búsqueda del príncipe azul y el abundantón don juan de turno o entre los trapitos y el rimel y las hazañas bélicas, y demás mandangas. Tras lo dicho, me da por suponer que nadie osará poner en duda la categoría de las que he seleccionado, siempre teniendo en cuenta que se podrían, y pueden, elegir otras muchas; he apostado por aquellas que entre otras cosas, además de poder considerárseles grandes escritoras, por la diferencia entre ellas, lo que hace que la variedad temática pueda aflorar en la tertulia, tras varias chandas que han tenido, cada una de ellas, habitualmente unidad temática y tonos trágicos prácticamente todas..

Sin buscar ningún posicionamiento entre los polos de igualdad y diferencia, y sus corrientes presentes en los estudios y debates sobre el tema, reitero, que mi propuesta pretende, por un parte, compensar la escasez de féminas en los ciclos anteriores, además de hacer la chanda más variada y “ligera” ( que nadie entienda el término como sinónimo de banalidad, superficialidad o frivolidad .)

+ Día 20 octubre

Doris Lessing, « El cuaderno dorado »

+ Día 17 noviembre

Virginia Woolf, « Al faro »

+ 15 diciembre

Toni Morrison, « Beloved »

+ 12 de enero

Sylvia Plath, « La campana de cristal »

+ 16 febrero

Patricia Highsmith, « El diario de Edith »

+ 16 marzo

Natalia Ginzburg, « Todos nuestros ayeres »

+ 20 abril

Nadine Gordimer, « Mejor hoy que mañana »

+ 18 mayo

Marguerite Yourcenar, « Opus nigrum »

SUPLENTES

[ En caso de que surgiese algún problema a la hora de conseguir alguno de los libros propuestos]

Christa Wolf, « Casandra »

Siri Husvedt, « Todo cuanto amé »

Elena Poniatowska, « Leonora »

Clarice Lispector, « La hora de la estrella »

Carson McCullers, « Reflejos en un ojo dorado »;

Flannery O´Connor, « Sangre Sabia »

Simone de Beauvoir, « Memorias de una joven formal »

.

A las siete de la tarde

Eran las siete en punto de la tarde

De ayer

Cuando se celebró la primera: sesión del curso

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Este año se cumplen setenta y cinco del fallecimiento de la escritora británica.

Por Iñaki Urdanibia

Era el 28 de marzo de 1941 cuando la escritora penetró en las aguas del río hasta desaparecer en ellas, en la orilla quedó la verticalidad de su bastón como testigo mudo de su muerte. No podía soportar la existencia, y aun viniendo de lejos tal sentimiento, en los últimos tiempos las voces no le dejaban vivir, atormentaban a la atormentada mujer. Si decía la escritora que « las cosas nos expresan », el bastón en su verticalidad daba muestra del lugar en el que Virginia dejó su vida, al tiempo que simbolizaba también la resistencia frente a la locura en la que el mundo se veía envuelto,…soportando –como lo señalaba Leonard, el marido de la escritora- « como símbolo de una humanidad que, a pesar de todas sus dudas, superando su desgana, su asco, había decidido no ceder, no abdicar, resistir…».

Los últimos días de la gran escritora londinense fueron días difíciles, dolorosos, días de profunda depresión por los continuos bombardeos que caían sobre el sur de Inglaterra, y por la desesperante trayectoria que tomaba su enfermedad mental, y la enfermedad del mundo. Estos últimos días se desarrollaron en unos parajes idílicos, en Rodmell, pueblecito situado junto al río Ouse, en Sussex. Alí el matrimonio trataba de alejarse del mundo, sustraerse al sangriento ajetreo que sacude la vieja Europa. Los días que precedieron al 28 de marzo de 1941-fecha de la muerte de la escritora.- están plenos de temor, de reflexiones sobre el presente , el pasado y el incierto futuro. El domicilio respiraba inquietud, los dueños preocupados por la enfermedad de Virginia, del futuro de la guerra, de la increíble pasividad de Dios que nada hace para parar el aplastante avance del mal. El pensamiento en una muerte digna ocupa a la pareja que preparaba sus respectivas dosis de cianuro, para llegado el momento…El marido pensando en su condición de judío, cosa que hasta entonces no le había preocupado en absoluto, se dedicaba a leer la Biblia, tarea a la que nunca había dedicado ni un minuto de su vida. La mujer aguantaba su derrumbe como podía. El médico mostraba su pesimismo con respecto al futuro de la mente de Virginia, y la criada Louie, se desesperaba al ver la vida de la pareja: el marido en su despacho oyendo las noticias de la radio, la escritora en su cabaña, « en perpetua charla consigo misma», …y Louie ahogando su tristeza en coñac ( no me resisto a recomendar un librito, « El bastón de Virginia», editado en 2000, por Circe Ediciones, que recoge aquellos días de manera polifónica).

El cuerpo sería encontrado tres semanas después. También se encontraron dos notas: una dirigida a su hermana Vanesa y la otra a su marido Leonard Wolf. En esta se podía leer : « estoy segura de estar volviéndome loca otra vez. Siento que ya no podemos atravesar otros de estos horribles periodos. Y creo que esta vez ya no tengo cura. Empiezo a oír voces, y ya no puedo concentrarme. Así que voy a hacer lo que me parece mejor». Se fundió con el agua, tan presente en su obra, y las olas marcaron el ritmo de su desaparición. « ¡Muerte! Las olas rompían en la playa ». Allí se acabó aquella vida que había sido una continua búsqueda de un rostro propio, de una voz, de una mirada, de un tono…permanente mudanza en pos de u espacio propio, de una habitación propia.

El espejo de una vida

Se apagó la vida de Adeline Virginia Stephen que había nacido, , en el seno de una familia acomodada de clase media, el 25 de enero de 1882. De su madre, Julia Duckworth, heredó el talante artístico y la preocupación por los demás, especialmente por los más desfavorecidos. De su padre, Leslie Stephen, sus posturas atrevidas en lo que hace a las costumbres sociales y el gusto por los asuntos intelectuales. Niña sensible donde las hubiese, Virginia al igual que su hermana Vanesa recibió una educación doméstica, sólo los varones iban a estudiar a centros universitarios, como ella lo explica con afilada pluma en su Habitación propia ( « si, por desgracia, no se tiene una formación universitaria…», se quejaría) ( * ) . La surtida biblioteca del domicilio familiar, en Hyde Park Gate, y los sabios consejos paternos le iban a servir para curtirse en los terrenos del saber .Cuando contaba con la edad de trece años muere su madre, « su muerte fue el mayor desastre que podía ocurrir» dirá en Momentos de vida. Aquel verano de 1895, tendría su primera crisis ( « y también mí se levanta la ola. Se hincha; arquea el lomo. Una vez más soy consciente de un deseo, nuevo, de algo que se levanta en mí como el caballo cuyo jinete hinca espuelas para después tirar de las riendas», se lee en Las olas ). Ya periódicamente, a lo largo de su vida, le volverían a visitar esas olas de la conciencia, las innúmeras voces, los pájaros cantando en griego…y le ocuparían mucho tiempo en su reflexión. Se puede leer en sus Diarios: « creo que estas enfermedades so en mi caso-¿cómo puedo expresarlo?- en parte místicas. Algo ocurre en mi mente . Se niega seguir registrando impresiones. Se encierra en sí misma se convierte en crisálida, a menudo con un agudo dolor físico. Luego de pronto se dispara un resorte». De crisis maníaco-depresivas, con verbo menos poético, habla algunos especialistas.

La casa, debido a la ausencia materna, queda en manos de su hermanastra Stella-que jugará el papel materno- y de un padre enfurecido y que se comporta de manera un tanto autoritaria. Esa es la impresión que Virginia guarda de su, por otra parte, admirado padre. De aquellos años recordará más tarde la escritora, datan también lo abusos a los que le sometía su hermanastro George. Dos años después muere Stella y cinco después su padre. ¡ Qué cúmulo de muertes! Como dirá en su conmovedor relato , Condolencia, : « ¿Cómo lo ha cambiado todo la muerte! Como en un eclipse de sol, los colores se esfuman…Ha sido la muerte , la muerte acecha tras las hojas y las casas y el humo que asciende tembloroso, y lo sosiega…y he visto al hombre con la guadaña mirando por encima del seto a nuestro paso ». El año de la muerte de su padre, el mismo en el que se traslada junto a sus hermanos Vanesa, Thoby y Adrián, al 46 de Gordon Square, en el barrio más popular de Bloomsbury, sufre nuestra protagonista su segunda crisis que le viene a durar prácticamente todo el año, 1904. Allí, en el nuevo domicilio, comenzaron las tertulias sin fin, las libres palabras sobre cualquier tema, que dio origen al llamado «Bloomsbury Group». Años más tarde, confesaría Virginia a su sobrino, y biógrafo, Quentin Bell: « no éramos más que seres alocados, extravagantes, ingenuos, toscos, excéntricos e industriosos por encima de las palabras ». Por allá andaban célebres filósofos, economistas, escritores, pintores, y entre ellos el que luego sería marido de Virginia, Leonard Wolf. Más que cualquier tipo de doctrina, fueron los valores de la libertad más absoluta los que dejaron su perenne impronta en la futura escritora. Aquellas veladas refuerzan más si cabe, el complot contra el mundo dominado por hombres, y por estúpidos valores, que Virginia había sellado hacia ya años con su hermana Vanesa; relación estrechísima que haría que Virginia preguntase a ésta : « ¿ Tú crees que tenemos el mismo par de ojos y sólo gafas distintas ¿ o que le llevase a decir en otro lugar, Flush… existía un parecido entre las dos. Al mirarse la una a la otra decían: “¡ soy yo!” , pero cada una se decía, “¡ qué distinta!…” Separadas en dos mitades, pero hechas con el mismo molde, ¿ sería acaso, que cada una plasmaba lo que estaba latente en la otra? ».

Precisamente u viaje con su hermana a Grecia, donde se contraría con sus os hermanos, tiene como desgraciado resultado la muerte del hermano pequeño debido a unas fiebres tifoideas. ¡ Otra muerte! Al año siguiente se casa su hermana y Virginia se muda co su hermano Adrián a otro domicilio londinense, se cansan de este domicilio y se trasladan a otro que comparten con Duncan Grant, Maynard Keynes y Leonard Wolf. Al año siguiente, el 10 de agosto de 1912, se casan Virginia y Leonard. Crisis postmatrimonial, justo al cumplirse un año del enlace, que le lleva a consumar una tentativa de suicidio. La pareja se traslada a otra casa y compran una imprenta ( Hogarth House) que serviría para publicar los escritos de Virginia, y también algunos de Freud – refugiado en Londres- , y de sus amigos Catherine Mansfiled , E.M. Forster y T.S.Eliot.

Viajes, intensa vida social, amistades ( elevada a ivel de verdadera leyenda la que mantuvo con la aristócrata Vita Sackville-West), conferencias, trabajo editorial, y participación en diversas luchas feministas ( feministas, pacifistas y laboristas). La enfermedad le visita con frecuencia. Sufre con la guerra de España ( en la que se le muere un sobrino) y con el estallido de la segunda guerra mundial. Se van de Londres por temor a los bombardeos, y teme también por la condición de judío de Leonard. El mundo se hunde ( « zarandeados entre la esperanza y la desesperanza, la guerra y la paz, la locura y la cordura…» que decía Leonard a un amigo) y parece que Virginia se hundía con él…Sus libros no lo hicieron entonces, ni lo harán..son inmortales: Fin de viaje, El cuarto de Jacob, La señora Dalloway, Alfaro, Orlando, Una habitación propia, Las olas, Tres guineas…Siempre con los temas perennes de la salud y la enfermedad mental, lugar de la mujer en la sociedad, de la relación de las mujeres con la escritura, la sociedad patriarcal , la vida y la muerte, y muy en concreto el suicidio .

Escritura sin rostro

A Virginia Wolf se le ha solido relacionar con el filósofo francés Henri Bergson ( 1859-1941) en el hincapié que ambos hacen en las cuestiones relacionadas con el tiempo, la memoria, los recuerdos. Se preguntaba el pensador de la durée : « ¿ qué somos nosotros, qué es nuestro carácter sino la condensación de la historia que hemos vivido desde nuestro nacimiento, antes de nuestro nacimiento incluso, dado que llevamos con nosotros, disposiciones prenatales? ». Los recuerdos privilegiados- la memoria es sin duda selectiva- van dejando su poso en las personas que los arrastran a lo largo de su existencia…ahí residirá la materia prima de la escritura. « Es un error creer que la literatura pueda producirse a partir de la materia en bruto…es preciso extraerla de la vida », decía Virginia Wolf y convertía de se modo a la novela en algo así « como una visión de la vida en un espejo, aunque, naturalmente , con innumerables simplificaciones y deformaciones ».

Mas la singularidad de una vida está conformada por la multiplicidad de relaciones, por una multiplicidad de voces que Virginia- por medio de su escritura líquida- convierte en un rumor de voces que combina los silencios con la aceleración de sentimientos, con las reflexiones entrecortadas y entrecruzadas de los distintos persones que en su escritura se dan cita. Son sujetos sin rostro, quebrados, que son desnudados en sus flujos de conciencia ( stream of consciousness ), y que dejando ver por momentos sus actos oscuros-tan reseñables para Virginia Wolf- que los grandes hechos de los que habitualmente se nutre la historia. Es esta fragmentación, el fluir de repetitivas y desiguales olas de conciencia, unidos a las alusiones al carácter no trasparente y comunicativo del lenguaje lo que ha hecho que se emparente el nombre de la escritora con el de Foucault, o con el de la corriente denominada postmoderna. « Empiezo a desear un lenguaje parco como el que usan los amantes, palabras rotas, palabras quebradas, como el roce de las pisadas en la acera, palabras de una sílaba como las que usan los niños cuando entran en un cuarto donde su madre está cosiendo y cogen del suelo una hebra de lana blanca, una pluma, o un retal de chintz. Necesito un aullido, un grito ».

Muy ligado a lo anterior, salta a la vista en la prosa woolfiana su afán por adoptar una mirada distinta, por « buscar una frase femenina, una frase psicológicamente femenina». Como se harta de repetir la escritura sobre las mujeres siempre la han hecho los hombres-quienes necesitan a éstas para que se comporten como « espejos dotados del mágico y delicioso poder de reflejar una silueta del hombre de tamaño doble del natural»-, es hora ya de que las mujeres se retraten por ellas mismas. Su búsqueda se centró en hallar esa diferencia de visión, esa mirada diferente, que harían que las mujeres esquivasen los consolidados discursos masculinos para explorar pagos hasta entonces inexplorados y vetados al sexo femenino ( condenado a no escribir o a hacerlo en la sala de estar, en medio de los ruidos, de los niños, las tareas domésticas…). Devenir-femme – que diría Gilles Deleuze- fue el intento inagotable de la escritora de Al faro, tratando de abrir ventanas al discurso de la alteridad, como otro del discurso dominante. « Soy mujer…cuando escribo », decía con orgullo.

Y con ese equipaje explorará las cuevas de la conciencia, trazará mapas de los múltiples estados mentales. Como espectadora privilegiada da cuenta de la familia victoriana ( los escritores no surgen de la nada, sino que son herederos de sus épocas), de la visión del mundo desde el enfrentamiento entre cordura y locura, de la constitución del artista…y se compromete contra la guerra, en pro del feminismo y la justicia sin recurrir al panfleto sino incrustándolos en un registro lírico. Marcando el ritmo…el tic-tac de los relojes, la intermitencia de los faros, y el vaivén de las « viejas olas que han estado rompiendo exactamente así durante estos miles de años ».

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( * ) Artículo que escribí con ocasión del 75 aniversario de la publicación de « Una habitación propia», que fue publicado en el diario GARA.

Una hermana para Shakespeare

En 1926, Virginia Woolf es invitada a impartir unas conferencias en Cambridge en un ciclo sobreMujeres y literatura, el público asistente, en su mayor parte femenino, se entusiasmó con las posturas que expuso la escritora. Tres años después, en 1929, relevante fecha de la primera crisis del capitalismo industrial, a principios de año, mientras enferma pasa tres semanas en cama-según cuenta en el segundo volumen de sus diarios íntimos– madura la idea de convertir en libro las conferencias antes nombradas, extendiéndose así de un modo que en su participación oral no había podido hacerlo por las restricciones de tiempo. Varias veces a lo largo de dicho año podrá observarse en sus nombrados diarios su preocupación por tal texto, por las posibles correcciones a introducir, y posteriormente, tras su otoñal publicación, bajo el título de Una habitación propia ( A Room of One´s Own ), el enorme éxito de ventas.

La respuesta que daba a la cuestión planteada acerca de la relación de las mujeres con la literatura, la respuesta de ella fue plenamente materialista y en vez de derivar hacia concepciones esencialistas que estableciesen alguna forma de particularidad propia de la escritura femenina- sin dejar, no obstante, de reivindicar el derecho a la diferencia, y también la deseable complementariedad, «es funesto ser un hombre o una mujer a secas; uno debe ser “mujer con algo de hombre” u “hombre con algo de mujer”. Debe consumarse una boda entre elementos opuestos », para añadir unas páginas después que «a menudo me gustan las mujeres. Me gusta su anticonvencionalismo»-, propondrá que la condición sine qua non para que las mujeres puedan escribir es tener «dinero y una habitación propia », además de libros también propios y una cerradura en la puerta de dicho cuatro propio. La aparente simpleza de la respuesta, va a ser, en cierto sentido, un grito de alerta y de radicalidad contra la situación a que se ha visto reducida la mujer a lo largo de la historia, contra la dependencia económica a la que se las ha sometido, a la carencia de habitación, hacendosas ellas en la sala de estar a disposición de la casa y sus habitantes, y sin libros propios patrimonio exclusivo de los varones de la casa. Ad maiorem gloriam homini-apropiando el lema jesuítico para la ocasión-, tal ha sido el rol que ha debido jugar la mujer como «espejo al hombre durante siglos, poseen el poder mágico y delicioso de reflejar una imagen del hombre de tamaño natural, dos veces y media más grande>>. Desde aquella afirmación aristotélica que hablaba de las mujeres como hombres incompletos (en su Política se lee: «un ser degradado o por debajo de la humanidad »),las mujeres se han visto marginadas de los asuntos importantes, para ser convertidas en floreros o sirvientas, o a lo más en dominadoras de la vida de los reyes pero únicamente en la ficción, ya que en la práctica…recluidas y la pata quebrada. La obra woolfiana de la que ahora se cumplen setenta y cinco años desde su publicación, es un repaso que abarca desde el siglo XV hasta los tiempos en que se escribe para denunciar la dependencia femenina con respecto a los varones, y subrayar el recurso por parte de las mujeres que escribían a utilizar pseudónimos masculinos para evitar que se conociese su identidad; ellas tenían prohibido el acceso a las aulas universitarias, a las librerías, y en consecuencia las más curiosas o interesadas por el aprendizaje habían de recurrir a apropiarse de los libros y los apuntes de sus hermanos del género masculino para poder acceder a estos pagos intelectuales que les estaban vedados.

El libro, téngase en cuenta la época en la que fue escrito, se convirtió en avanzadilla, y hasta en texto de obligada lectura para cualquiera que defienda los derechos de la mujer a disfrutar de la libertad y la igualdad con respecto a sus compañeros, y a veces dominadores infames como la misma autora lo denunciará años después en su novela Tres guineas (1938) al comparar el comportamiento de los nazis con ciertos hombres que parecen completamente dispuestos a conservar el privilegio de ser los únicos «dueños del mundo ». Pues bien, en el libro que recordamos Virginia Woolf recurre a la ficción como mecanismo para penetrar con eficacia por algunos lares ya transitados por distintas disciplinas académicas y por ciertos textos de ensayo, rompiendo con el recurso citado los estrictos lindes de las disciplinas, y abarcando así el quid de la cuestión muchas veces escamoteado por los cómplices silencios o por los discursos gastados. ¿Cómo explicar la «ausencia» persistente de las mujeres a lo largo de la historia? ¿Cómo es posible que haya habido tan pocas mujeres escritoras?…la autora de Orlando (1928)-precedente de las posturas del libro del que hablamos, en la medida que ese ser viaja a través de los siglos, encarnado en hombre o en mujer dependiendo los siglos por los que pasa, y tendiendo a la superación de los antagonismos de los sexos-, la autora digo, pasando por encima-o de lado- de las distintas disciplinas (antropología, historia, psicología, literatura, sociología…) va y le da una hermana al gran escritor inglés, Shakespeare, la bautiza con el nombre de Judith y la dota de un enorme y «maravilloso ingenio » y señala el camino que ésta habría de seguir: aprovecharse de los libros que poseía su hermano, y a cierta edad se vería obligada a huir de su domicilio familiar ya que allí le querían organizar una boda, y deseando hacer teatro vería negado su deseo ya que los papeles femeninos eran representados por hombres jóvenes, etc. ¡Amargura, tristeza, melancolía…!

El grito woolfiano se alza con furia contra todos los límites y cortapisas que hacen que la mujer no pueda desarrollar sus potencialidades en todos los terrenos-incluidos obviamente los creativos-por la eterna dependencia económica, simbólica, espacial… y las coartadas hasta supuestamente científicas acerca de «la inferioridad intelectual , moral y física del sexo femenino», defendidas según señala la escritora en su libro por un tal profesor von X (que no era otro que su amigo Freud)…aspectos todos ellos que, a pesar del tiempo transcurrido , siguen estando vigentes ( en estos tiempos de floreros, velos, mutilaciones , infanticidios, mujeres quemadas por sus maridos, golpeadas, y muertas) lo que hace que el libro siga teniendo una extraordinaria vitalidad, debido tanto al tema abordado como a la sagacidad y originalidad con que se hace.