Por Iñaki Urdanibia.

Acercamiento a uno de los más destacados escritores del panorama actual, con especial atención a su segunda novela.

«Leer a Pynchon supone hacer espeleología. Podréis perderos, resultaréis endurecidos, deberéis usar vuestra propia antorcha y hallar vuestra propia salida»

(Percival Everett)

«Pynchon considera con firmeza América como formando parte de esta cultura agonizante y el conocimiento que tiene de los detalles históricos, aun cuando fuesen todos inventados, es grandioso»

(Elfriede Jelinek)

Vagabundeos por el caos

La prosa de este escritor invisible es de difícil calificación, desde luego nada que ver con cualquier tipo de escuela o movimiento determinados; Thomas Pynchon siempre ha ido a su bola, con ciertas particularidades propias que le convierten en un escritor realmente singular. Si esto es cierto en lo referente a su escritura, de su vida no es fácil hablar ya que su presencia brilla precisamente por su ausencia, no concediendo entrevistas, no apareciendo en medios de comunicación, ni dando pistas sobre su vida, y hasta borrándolas o haciéndolas borrar, tampoco se explica sobre su compleja obra.

Lo que sí que es claro es que si hacemos caso a la distinción establecida, por Umberto Eco, entre apocalípticos e integrados, al escritor habría que incluirlo sin dudar entre los primeros. La impronta de la decadencia de su país, muy en concreto, podría decirse que constituye el hilo conductor de sus sucesivas obras que abarcando diferentes épocas de la historia van trazando una particular historia de los USA, criticando la sociedad norteamericana, sus valores y sus promesas paradisíacas; tal recorrido histórico se hace desde las filas de la crítica, usando para ello un recurso claro a diferentes materiales que van desde los plenamente históricos a los relacionados con la ciencia, o motivos de corte popular, lo que da un toque muy característico a su quehacer, que no rehúye tampoco ciertas dosis de surrealismo que, por sus guiños disparados, y casi me atrevería a decir que disparatados, recuerdan en algunos momentos al patafísico Boris Vian, el de La espuma de los días, comparación que se ha de tomar con pinzas ya que si el francés se movía en el plano cercano al delirio, el americano pisa en el terreno de la historia real, o imaginada pero inspirada al menos a nivel metafórico con la más pura de las realidades concretas. Escribe el caos el escritor contagiado por éste en su propio modo de escribir y de acercarse a la realidad… con la abarcante sombra del complot y la paranoia planeando.

Un tenaz trabajo de revisión y reescritura fragmentaria de la historia tomando como pretexto algunas anécdotas en vez de recurrir a pretensiones de centrarse en los grandes hechos; un crítico calificó a Pynchon como realista histérico por su recurso a personajes caricaturescos y de acciones frenéticas, por sus disgresiones continuas sobre temas que, en apariencia al menos, nada tienen que ver con el relato principal, líneas de fuga, fracturas profundas… (la etiqueta podría aplicarse sin forzar mucho las cosas a otros como Herman Melville, Vladimir Nabokov, Kunt Vonnegut, DeLillo, o Günther Grass por ejemplo), unido lo anterior a la mezcla de materiales de distinto orden (mítico, científico, histórico, teológico calvinista, retazos de su historia familiar…), los cortes en la narración lineal y otras cuestiones relacionadas con lo dicho anteriormente hacen que se le incluya habitualmente bajo la etiqueta de escritor posmoderno: tanto por su estilo literario, por sus maneras, sus mestizajes y también y sobre todo por su visión acerca de la historia (anulado como motor del avance la idea progreso, tan cara a los ilustrados y epígonos), del sujeto (lejos de la noción cartesiana del sujeto que todo lo controla con la poderosa razón), o de otros aspectos relacionados con la ciencia, en ruptura con la causalidad newtoniana (la presencia de nociones debidas a la ciencia es destacable: así, entropía, Maxwell y su demonio, caos, fractales, catástrofes,…), la sombra alargada de los mitos (Carl Jung, Mircea Eliade, George Frazer) u otras teorías psicoanalíticas o sociológicas (Jacques Lacan, Marshall MacLuhan, Jean Baudrillard, Michel Foucault, Norbert Wierner…), sin obviar la huella, o las réplicas explícitas o implícitas de otros escritores u textos representando situaciones caóticas o decadentes (ocupando un papel relevante T.S. Eliott y su Tierra baldía), Sea como sea, no creo equivocarme si mantengo que Thomas Pynchon: o bien, crea lectores que le siguen, con dificultad, pero con confianza, o bien, otros que a las primeras de cambio le dan la espalda… por raro [Conste que la utilización de la etiqueta posmodernidad no me seduce desde el punto de vista de que la frivolización del término se extendió como un reguero de pólvora, por todos los lados y en todos los campos, muy en especial en la posmodernidad a la española – circunscrita a la movida madrileña y a sus órganos como La luna de Madrid o Madriz me mata – que redujo la cosa a mera cuestión de estilo que lo mismo servía para un solo de saxo que a un peinado o a una arruga en la chaqueta. Dejando, igualmente, de lado el perverso uso político que del término se ha realizado a troche y moche, convirtiendo lo posmo en sinónimo de reaccionario, conformista, traidor, colaborador con el capital, y… otras lindezas; obviando los aspectos positivos de grito de alerta – de que las cosas no podían seguir siendo miradas e interpretadas como hasta entonces (bajo las ideas de progreso, avance lineal de la historia, el sentido pre-programado de ésta, y/o la presencia de un sujeto encargado de dirigir las cosas, de manera inequívoca, hacia delante (Nación, Pueblo, Proletariado…), o las llamadas a la resistencia, a la re-escritura, a la anamnesis, a retomar el espíritu inicial de la modernidad, más dejando de lado las concepciones basadas en la ilusión y los futuros deslumbrantes… Dicho queda].

De la crítica literaria a la arquitectura, la sociología o la filosofía, de la mano de Jean-François Lyotard o Gianni Vattimo. En lo literario esta postura rupturista con los cánones dominantes y de vanguardia – que antes habían sido rupturistas hasta acabar sentándose en el sillón , dictando desde allá las normas debidas -, dando cabida al eclecticismo, al fragmento, la discontinuidad, el collage, y a una cierta mirada crítico-burlona del pasado teniendo en cuenta lo que ahora sabemos, otorgando un lugar esencial a la subjetividad frente al absoluto realismo que depositaba una confianza total en la capacidad del lenguaje para mostrar de forma transparente la realidad pura y dura, pluralidad de voces narrativas versus narrador omnisciente, importancia de la diferencia (feminismo, etnias, mestizajes varios,…) ante las embestidas y pretensiones de un cierto universalismo uniformizador… habiéndose traducido en expresiones rebeldes como las de la literatura beat (Allen Ginsberg, Jack Kerouac et alii), se ha situado también como antecedentes, en la medida que mostraban disconformidad, a Saul Bellow, John Updike o Carson MacCullers, entre otros); hablando con más propiedad, podrían nombrarse como testimonio de escritura posmoderna a los Don DeLillo, Jonh Barth, Paul Auster, o Raymond Carver (puestos a usar etiquetas en plan desmedido hay quienes han incluido a cualquier escritor que mostrase su irreverencia con los valores dominantes – Charles Bukowski, por ejemplo – o hasta los escritores de novela negra – como James Cain, Dashiel Hammett o Raymond Chandler, por ejemplo-, o… – Toni Morrison, Norman Mailer, el teatro del absurdo o el realismo mágico, etc., etc., etc. [No hace falta romperse mucho la cabeza para detectar que muchos de los rasgos mentados ya aparecían en obras anteriores, ¿modernas o posmodernas avant la lettre?. Piénsese en James Joyce o en Virgina Woolf, a modo de ejemplo]. Sea como sea, si en algún caso resulta pertinente la etiqueta posmo, es en presente caso, ya que ésta se ciñe al escritor como un guante a los dedos.

Sin entrar en mayores, me limito a citar tres aproximaciones que me parecen de interés y que me ahorrarán no pocas líneas: la primera de Umberto Eco: «desgraciadamente “posmoderno” es un término que sirve para cualquier cosa […] sin embargo, creo que el posmodernismo no es una tendencia que pueda circunscribirse cronológicamente, sino una categoría espiritual, una manera de hacer […]. El pasado nos agobia, nos chantajea […]. La respuesta posmoderna a lo moderno consiste en reconocer que, puesto que el pasado no puede destruirse – su destrucción conduce al silencio -, lo que hay que hacer es volver a visitarlo; con ironía, sin ingenuidad» (Apostillas al “Nombre de la rosa”), la segunda es de Antonio Tabucchi: «¿Posmoderno?. Dije yo, ¿posmoderno en qué sentido? Pues no sabría explicárselo, dijo el Vendedor de Historias, quiero decir que es un sitio con muchos estilos, mire usted, es un restaurante con muchos espejos, y con una comida que no se entiende bien lo que es, en fin, que es un sitio que rompe con la tradición, digamos que parece el resumen de varias formas diferentes, en eso consiste lo posmoderno, a mi modo de ver» (Réquiem). La última pertenece a Jean-François Lyotard que fue quien introdujo el término en el campo filosófico, con su La condición postmoderna (1979), informe para la universidad de Québec que se convirtió en banderín de enganche, provocando la extensión a otros campos: «cada uno de los grandes relatos de emancipación de cualquier género que haya acordado la hegemonía ha sido, por así decirlo, invalidado en sus principios en el curso de los cincuenta últimos años. – Todo lo que es real es racional, todo lo que es racional es real: “Auschwitz” refuta la doctrina especulativa. Al menos, ese crimen, que es real, no es racional. – Todo lo que es proletario es comunista, todo lo que es comunista es proletario. “Berlín 1953, Budapest 1956, Checoslovaquia 1968, Polonia 1980” (paso de otros) refutan la doctrina materialista histórica: los trabajadores se alzan contra el Partido. – Todo lo que es democrático es por el pueblo y para él, e inversamente: “Mayo 1968” refuta la doctrina del liberalismo parlamentario, y la “crisis de 1974-1979” refuta el arreglo post-keynesiano de esta doctrina» (Le Postmoderne expliqué aux enfants). En resumidas cuentas se acabaron las creencias en los grandes relatos de legitimación y tal falta de credibilidad, conlleva poner en solfa algunas ideas que parecían hasta entonces inamovibles: totalidad, progreso, concepción de la historia, la noción de sujeto… que, por otra parte, han mostrado su fracaso: la propuesta de una sociedad alternativa tuvo su culminación en el Gulag; el país ejemplo de desarrollo de la técnica se plasmó en Hiroshima y Nagasaki; en el país considerado de mayor nivel cultural se pusieron en pie las fábricas de la muerte…ideas, todas ellas, ya esbozadas con anterioridad por Adorno y Horkheimer, y otros. ¡No sigo!

Sin lugar a dudas, a pesar de los aspectos señalados y la complejidad de sus novelas (Elfriede Jelinek advierte que Pynchon «adopta TODO como objeto de escritura», lo cual le convierte, en opinión de la Nobel en un escritor comparable con William Burroughs, John Barth, John Dos Passos, Jorge Luis Borges, James Joyce o Robert Musil), Thomas Pynchon es el autor que, a pesar de su enorme complejidad, o tal vez por ello, es el que más interés concita en los doctorandos en literatura y afines de las universidades norteamericanas, y otras… Su éxito, no obstante, no se ciñe al ámbito de los especialistas y académicos sino que su presencia y renombre hacen que sea uno de los candidatos, eternos, al Nobel de literatura. Las novelas de Pynchon exigen lectores pacientes y dispuestos a dejarse ser arrastrar por muy diferentes espacios del conocimiento, en medio de personajes que en muchas ocasiones pueden confundirse con los de un Julio Verne bajo los efectos de un tripi, que aparecen y desaparecen y que conducen al lector por pagos inesperados y a través de inverosímiles historias inesperadas igualmente, en las que irrumpen fugaces personajes secundarios que llevados por sus neuras personales pueden obnubilarnos por tierras inciertas de sus mentes y sus obsesiones, con tonos proféticos o desmadrados, o ambos a la vez.

No es extraño que el disloque pueda llevar a más de uno que se acerque a sus obras, torbellinescas y que avanzan en alocados borbotones guiados por un cierto criterio de incertidumbre, que lo mismo nos pueden conducir para un lado que para el contrario, puede llevar – digo – a plantearse que el caos ha invadido las páginas y del mismo modo que el otro decía que de la nada nada se puede decir, qué se puede decir del caos… lo que sí que queda claro es que la empatía que el escritor establece con su objeto es tal que lo refleja en su pluralidad poliédrica, de tal modo que hay que dejarse llevar sin pretender hallar una inequívoca brújula que otorgue un claro sentido a lo leído… y en tal tesitura, nadie ha de esperar que el escritor le facilite las cosas, ofreciéndole algunas pistas, resultando así, y no de otro modo, ya que sería una pretensión vana dar cuenta cabal del caos, en un intento alucinado de domarlo, domesticarlo, topografiarlo… La consigna que al final parece imponerse es la de sálvese quien pueda, ya que en esa diseminada y fragmentaria topología del caos no hay balizas, y las fronteras y límites responde a límites borrosos e intercambiables que nos conducen por lares dispares y distintos, algunos de los cuales ya han quedado nombrados al pasar. Bifurcaciones (obviamente en forma de V) que nos empujan a avanzar sin barandilla, a la intemperie, sin el recurso a alguna explicación clarificadora que nos aleje del abismo del sentido oculto, que se escapa como el agua entre los intentos de las ansiosas manos (dice el propio escritor: «Al lector le toca decidir. Al lector le toca desconfiar. Buena suerte»)

En fin, que acercarse al lote Pynchon supone indudables dificultades, y así, resulta aplicable al caso lo de las lentejas, si quieres las tomas o si no las dejas. Lo que sí que está asegurado es que siguiendo a este escritor capaz de perseguir a varias liebres a la vez, surgirá una sensación extraña en la que dominase la impresión de que hay que volver a aprender todo.

Sus obras claves en su interrelación:

«Los grandes libros están escritos en una especie de lengua extraña»

(Marcel Proust)

Su primera y exitosa novela «V.» se publicó en 1961 y se le concedió el premio de la Fundación William Faulkner a la mejor novela debutante del año; verdadero embrollo entre tres protagonistas, y muchos más, que buscan algo o no, una enigmática mujer por la que uno de los protagonistas siente interés por descubrir su verdadera identidad… ya que al final Stencil que es el que investiga y busca, ve en V se oculta todo lo que hemos soñado y algo más. Quinientas páginas sin descanso y con derivaciones laberínticas para todas las esquinas, en las que se pueden adivinar algunas referencias tomadas de su trabajo en la construcción de los aviones Boeing y de algún misil.

La segunda es La subasta del lote 49 también fue premiada al año siguiente de su publicación. Novela breve comparada con las demás.

La tercera, El arco iris de gravedad (1973), fue quizá la obra que, a pesar de su enorme complejidad, y extensión de más de mil páginas, o tal vez por ello, afianzó a su autor que ya era conocido por sus dos anteriores novelas entre los mejores escritores contemporáneos. La novela estuvo nominada para el premio Pulitzer pero fue retirada de la competición por el jurado al ser considerada obscena en algunas de sus historias. La novela fue, o obstante, galardonada con el William Dean Howells Award y el National Book Award al año siguiente, convirtiéndose en modelo de escritores de las siguientes generaciones (David Foster Wallace se reivindicaba abiertamente de ella). La historia se sitúa en la segunda guerra mundial y se desliza en diferentes épocas y lugares. Desde las erecciones de un militar americano que cada vez que estalla una bomba alemana, las V-2 en concreto, padece la erección de marras, a los experimentos paulovianos a los que fue sometido por un profesor de Harvard, que actualmente trabaja para los nazis, habiendo inventado cierto aislante para los cohetes, que era el que provocaba la reacción al militar nombrado, ya que a tal material había sido condicionado… no basta con ese infierno priápico sino que acabada la contienda, en una Alemania, en ruinas los enemigos del militar surgirán por todas las esquinas haciendo que la vida de éste sea una continua esquiva.

Tras varios años de silencio, en 1990 se publicó Vineland, en dicha región californiana inventada y bautizada por el escritor vive una comunidad de ex-hippies que pagan las consecuencias de los excesos de los años sesenta, amén de padecer el ambiente hostil en los años Reagan. El cruce entre una joven que busca a su madre que fue líder radical en los años nombrados, y que en la actualidad ha perdido su empleo en el FBI debido a los recortes del gobierno de Reagan, lo que hace que se convierta en cabeza de turco de un ex-amante que representa la maldad, Brock, y que no cesa en su empeño de, armado hasta los dientes, intentar acabar con todos quienes se habían movido en lo años sesenta, liderados por Frenesí, y que ahora se refugian en la comunidad ubicada en Vineland; mientras la hija de esta, Prairie, no cesa en su búsqueda. La falta de éxito de la novela puede deberse al carácter abiertamente crítico de la novela, lo que podría dañar el orgullo patrio y el prietas las filas debido.

En 2000 aparece Mason y Dixon, en la que dos personajes del XVIII que habían sido contratados por la Royal Society , fueron quienes establecieron la línea de separación de los estados (que entonces eran meras colonias) de Pennsylvania y Maryland. Las andanzas de ambos personajes sirven al autor para escribir una delirante novela de indios feroces y rudos colonos; batallas por tierra y por mar, jesuítas, erotismo, tejemanejes políticos, adicciones y sorprendentes cameos de George Washington, emporrado hasta las entretelas, Benjamín Franklin y Samuel Johnson… un retrato alucinante, y alucinado, de los albores de la edad contemporánea con su empresa colonizadora… una pareja a la altura de Quijote y Sancho, Laurel y Hardy, Buvard y Pécuchet, o Vladimir y Estragón…

Hay más obras (pueden verse su Contraluz, que recrea un mundo en descomposición, el que va de los tiempos de la Exposición Universal de Chicago de 1893 a los años inmediatamente posteriores a la primera guerra mundial, o Vicio escondido, en la que se toma el pulso a los años sesenta y setenta en California), mas en estos someros resúmenes me limito a dar cuenta de las que he leído y considero esenciales para delimitar el hilo conductor de la historia de Estados Unidos que sigue el autor: desde los tiempos iniciales de la llegada de los colonos hasta la segunda guerra mundial, sin esquivar los años sesenta y los sueños californianos, y el invierno instalado por los tiempos retrógrados de la administración Reagan. No me puedo resistir, no obstante, a recomendar una recopilación de relatos que está acompañada de una introducción auto-crítica del propio escritor en la que brinda unas sabrosas pistas sobre su oficio de escribir y sus inicios: Un lento aprendizaje, que reúne sus primeros relatos, escritos entre 1958 y 1964. Algunos escritos, cinco, en sus años de universidad, y sobre ellos el autor echa una mirada que le hace ver con ojos críticos sus escritos de juventud, el tiempo lo cambia todo, entre otras cosas la mirada que sobre la realidad se tiene y el propio modo de reflejarlo.

El libro sirve para acercarse al escritor en potencia que ya apuntaba maneras y que muestra al autor de aquellos textos que, en su inexperiencia, dejan ya ver algunos de los temas o preocupaciones que pueblan la obra toda del escritor, al mismo tiempo que en su introducción deja ver sus amplias fuentes de inspiración que van desde Shakespeare a T.S. Eliott, aliñadas con las cancioncillas populares y del rock, variedad de fuentes que van desde Maquiavelo hasta Frank Zappa. Conocemos al escritor en ciernes en su banco de pruebas, en el que el humor y la ironía ya florecen con potencia propia. El ambiente del trabajo duro de limpieza a que son destinados unos militares es el tema del que se ocupa Lluvia ligera. La basura invade Tierras bajas, convirtiéndose los desechos en metáfora de la propia existencia del protagonista, y de sociedad en la que vive. El siguiente relato que marca un tono omnipresente en toda la escritura del autor, hasta casi me atrevería a decir que adquiere tonalidades programáticas, lleva por título Entropía. Las historias que se entrecruzan dan como denominador común, con referencias explícitas a los presupuestos científicos sobre las leyes de la termodinámica de Clausius, Gibbs o Boltzmann, la entropía como metáfora de la propia sociedad consumista de la época; discurso científico el anterior que es vertido al terreno de la comunicación… todo ello en un mar de confusión, desorden y discusiones al límite, en medio de los cuales se cuelan algunas instancias que pueden provocar cierto equilibrio en el totuum revolutum. Una historia de espionaje, y de lucha entre varios encargados de desempeñar dicha tarea, es presentada en Bajo la rosa, a finales del siglo XIX, en medio de la lucha de los países europeos por adueñarse de las colonias en tierras africanas. Por último, La integración secreta, entrevera la actividad de una banda de gamberros y las tensiones provocadas por la discriminación racial, aspecto, el del racismo, que cobrará abundante presencia en las obras de Pynchon.

La subasta del lote 49 (1966)

«Se diría que al escribir esta obra, he caído en la cuenta de que había olvidado casi todo lo que creía haber aprendido anteriormente»

Como ya queda señalado el título de una nouvelle de juventud marca el tono de su obra: Entropía, concepto aplicado a las sociedades, al encuentro de culturas que produce indiferentemente fecundaciones y corta circuitos… ¿Cómo unos personajes devienen otros? En el caso que nos ocupa ¿Tristero es una red secreta y omnipresente o el fruto de la neurosis de Edipa Maas? Si en general podría aplicarse a las creaciones del escritor novelas con cajones, en este caso no deja de cumplirse tal característica; se da cierta situación parecida a quien amaga hacia un costado para golpear por el otro.

Esta, la segunda novela del autor, parece romper con la anterior (V.), si bien cierta continuidad puede detectarse como luego indicaré. La novela fue premiada por la fundación Richard y Hilda Rosenthal. Resulta más breve y más lineal que sus otras novelas. Podría verse en las andanzas de la protagonista Edipa Maas el espíritu de indagación propio de los Chandler o Hammett. Lo que en principio se encamina por la recepción de una carta en la que se nombra a la señora albacea de los bienes de un ex -amante, la cosa deriva hacia una organización paralela de correos, Tristero, cuyas pistas están presentes en la revolución francesa, en los alemanes llegados, al otro lado del charco, tras la segunda guerra mundial, etc., lo que hace que este tema usurpe en cierto sentido el papel protagonista de la historia que se anuncia inicialmente.

A pesar de su brevedad, en ella si que cobran presencia algunos de los aspectos antes señalados, que son habituales en todas sus obras: las referencias científicas, incursión en no aclarados acontecimientos históricos, que se mezclan con algunas muestras de la cultura popular, lo que le sirve para entregar algunas pinceladas acerca de la sociedad americana; más en concreto, en su zona californiana. No cabe duda de que la herencia, el lote, que recibe Edipa es EEUU, y, en cierto sentido, es a ella, mujer, a quien se encomienda el papel de liberadora del callejón sin salida al que parece haber llegado la sociedad; atraviesa igualmente las historias la tensión entre dos polos contrapuestos: los ortodoxos y los perseguidos que se mueven en los márgenes tratando de cambiar las cosas o al menos zancadillear la marcha de los poderes dominantes que han demostrado su ineficacia. Se entronca así la obra en la historia crítica de su país, lo que sirve de nexo de unión a sus diferentes novelas.

Hablando de presencias de algunos rasgos, en esta ocasión no se nos priva del espíritu general de complot, entropía y paranoia que planea por todas las páginas

He de decir, sea dicho al pasar, que si he optado por esta novela, es debido a que juzgo que como acercamiento es la más propicia y llevadera, en el sentido de su brevedad – las demás le superan como mínimo en el triple de paginación – y en orden a la complejidad de lectura que en este caso queda muy por debajo del resto de novelas suyas, pues las otras – prácticamente todas ellas sin excepción – se abren por diferentes andurriales alcanzando cotas cercanas a lo enciclopédico (sin obviar los toques chirenes), rozando los aires de familia, en lo que hace a la perseguida exhaustividad, a los Buvard et Pécuchet flaubertianos.

Edipa Maas es una mujer de 28 años, que vive en California con su marido Mucho Maas, un dj que no está a gusto con su trabajo en la radio, ha trabajado también como vendedor de coches, y a quien le gustan las jovencitas, cosa que preocupa a su esposa. Por los datos que nos son suministrados ella es la clásica mujer sin mayores, ni menores, tendencias progres (en aquella época en la que las tierras californianas se veían empapadas de espíritu de innovación y cambio contra-culturales) que asiste a reuniones Tupperware y toma algunos tragos con sus amigas, hace crecer en su jardín plantas aromáticas, se dedica a cocinar y lee ciertas revistas… sin mayores pretensiones. Su monótona existencia cotidiana, sin brillo, se ve alterada al recibir el encargo testamentario de Pierce Inverarity, su ex-amante; absolutamente desconocedora de tal tipo de labores, parte hacia san Narciso con el fin de intentar cumplir la tarea que se la encomendado. Este viaje supone, como por añadidura, la liberación de la mujer que abandona el hogar marital, viaje en el que se ve arrastrada a sentir mosqueo debido a ciertos sellos que forman parte del lote contenido en el testamento de Inverarity… la que se va a convertir en obsesiva curiosidad le va a llevar a toparse con pistas falsas, y a hallar relaciones entre un tráfico de huesos y una antigua compañía postal, Thurn und Taxis, y una red oculta que sirve a diferentes fugados, R.E.S.T.O.S. (siglas coincidentes con desechos, basuras…). La investigación en la que se empeña le conduce a conocer a diversos y variopintos personajes, y el modelo de la entropía tanto en el terreno de la física como de la comunicación, el demonio de Maxwell, y el misterioso símbolo postal… confluyen en el aumento de la confusión y el misterio. Entre los seres con los que contacta está el grupo musical los Paranoides, además de abogados, expertos e investigadores, coleccionistas filatélicos, físicos, vendedores de armas, viejos marinos, vagabundos, etc., etc., etc. Este variopinto conjunto provoca una sensación de desorden que la prosa, con vueltas y revueltas, logra la debida puesta en escena, con la guía de un avezado director de orquesta como si de un domador del indomable caos se tratase. El laberinto en que se halla Edipa (¿ es un juego organizado por Pierce, es un complot real o es fruto de mente?) es contagiado a los propios lectores, y la diseminación provocada por la curiosidad y las diferentes pistas que se cruzan en la investigación da lugar a una confusa situación que se asemeja a la banda de Moebius, que en su falta de bordes que den curso a un sentido determinado, en medio de una paranoia creciente – marca de la casa – nos las vemos con la protagonista, sus aspiraciones, sus inquietudes, su desesperación creciente y en el cruce de pistas y análisis se adivinan ciertos aires de familia con su célebre homónimo masculino y su persistente búsqueda… y los encuentros (con seres marginados, seres perdidos, etc.) y el errar de la protagonista… a nada concluyente conducen, dejando un final abierto que si alguien pretende cerrar, este será el lector. El laberinto, con sus ecos y resonancias, está servido y su creador es un avezado Dédalo, que responde al nombre de Thomas Pynchon.

Un viaje por el laberinto, que está constituido por algunas plagas de los tiempos, y en el que no está de más hacer caso a la afirmación del bueno de José Bergamín: si os empeñáis únicamente en hallar la salida del laberinto acabaréis sin conocerlo.

La vida del escritor invisible

Hay quienes no conformes con la falta absoluta de colaboración por parte del sujeto (que llegó a hacer desaparecer materiales que diesen cuenta de su vida, hasta el punto de convencer a algunos encargados de archivos para que hiciesen desaparecer los papeles que hablasen de él; sin contar con el incendio accidental de algún archivo), y como dando muestras de intempestiva disconformidad con tal ausencia de datos, han llevado la empresa más lejos todavía a la hora de escribir sobre la desconocida vida del desconocido personaje, sirviéndose por los datos expuestos, en especial, en El arcoiris de la gravedad, por el propio escritor, han llegado a retroceder en el árbol genealógico hasta las primeras veces en que aparece su apellido, o similar (Pinco), en 1066, con ocasión de la invasión de Inglaterra por parte de bretones y normandos,, entre cuyos protagonistas se hallaban algunos Pinçon y Pinchon. Ya en el siglo XVI vivía en el país de Gales un tal Nicolas Pynchon, que es el primero en aparecer en el árbol genealógico de la familia. Uno de sus bisnietos sería el primer Pynchon en suelo americano. William Pynchon funda algunas poblaciones, de huidos europeos por motivos religiosos. en suelo americano, convirtiéndose él mismo, más tarde, en un perseguido por algunos escritos heréticos, que se convirtieron en pasto de las llamas, convirtiéndose en el primer autodafe en el Nuevo Mundo.

Negociantes, funcionarios, enrolados en el ejército federal, reverendos (uno de ellos que se queja ante Nathaniel Hawthorne, por la aparición de varios “Pyncheon” en una de sus obras), profesores de ciencia y de religión, geómetras, como el abuelo del escritor, que tuvo un hijo, el padre del escritor, bautizado bajo el nombre de Thomas…y así hasta su hijo, el escritor del que hablamos.

[Resulta destacable la importancia que el escritor otorga a estos personajes familiares y a su actuaciones, solapadas en ocasiones bajo otros nombres y características, importancia que más que por sus tendencias posiblemente familiaristas, residen en las luchas entre tendencias dentro de las filas de algunas corrientes religiosas, que hacen que los perseguidos en un momento acaben siendo perseguidores o viceversa, esquema, binario, que bajo diferentes ropajes atravesarán no pocas historias de las narradas en las obras pynchonianas…]

Thomas Ruggles Pynchon Jr, Nace el 8 de mayo de 1937 en Glen Cove, Long Island, en el estado de Nueva York. Su padre era geómetra e ingeniero en el área de los trabajos públicos. La madre, Catherine Bennett.

En 1953 Thomas Pynchon publica algunas historias y artículos en la gaceta del liceo de Oyster Bay, localidad a la que se había mudado la familia en 1941 o 1942. Alguno de sus escritos fue censurado. Escribe bajo diferentes seudónimos. Resultando segundo de su clase, recibe un premio por su trabajo en el estudio del inglés. En el anuario del año 1953, bajo una de las pocas fotos que de él se conservan se puede leer: «PYNCHON, THOMAS “Pynch”; P&G; Trombinoscope; Asociación caritativa; 2,3,4; Asistente y director del taller de teatro; club de español; 6,4; Hermandad de honor;3,4; le gustan las pizzas; no le gustan los hipócritas; posee una máquina de escribir y un animal de compañía; aspira a convertirse en físico». Acabados sus estudios secundarios entra en la universidad de Cornell. Comienza sus estudios de ingeniero en la especialidad de física, cambiando en su segundo año por la literatura inglesa. Entre 1955 y 1957, interrumpe sus estudios y se enrola en la US Navy, lo que le va a servir de modelo para algunos de sus personajes. Sirvió, según parece, en una unidad de transmisiones. Su dossier militar desapareció en un incendio en Saint-Louis.

1957 – 1959, vuelve a Cornell, y establece ciertas amistades, obteniendo su diploma, una licenciatura en literatura en 1959. Asiste a diferentes cursos entre los que se supone que alguno de los profesores era Vladimir Nabokov, aunque éste dice no acordarse de haberlo tenido como alumno. Ese mismo año se publica su primera historia: Lluvia ligera, y alguna otra que posteriormente no se ha vuelto a publicar.

1959 – 1960: Vive en Greenwich Village. Solicita una beca a la fundación Ford con el fin de escribir una ópera, petición que le es denegada; él, por su parte, rechaza una beca que le ofrece la fundación Wilson.

1960: en marzo se publica Tierras bajas, su tercera historia. Contacta con su editor, Corlies Smith, y le pide que no mencione ni su lugar de nacimiento, ni sus estudios. Más tarde este editor será el que publique El arco iris de la gravedad. Publica su cuarta historia: Entropía.

1960 – 1962: trabaja en Seattle para la firma Boeing. Escribe algunos textos técnicos bajo el nombre de Thomas H. Pynchon. Según algunos rumores, habría participado también en la construcción del misil Minuteman.

1961: escribe su quinta historia, Bajo la rosa, primera versión del tercer capítulo de su primera novela V.

1963: publica su primera novela, que consigue el Premio de la Fundación William Faulkner a la mejor primera novela del año. En la portada de las pruebas se podía leer: «J.B. Lippincott Company tiene el placer de enviaros estas primeras pruebas de lo que será probablemente la novela más original que se publique en 1963. Ninguna de las novelas que hemos publicado ha originado tanta excitación entre nosotros. Se la ha calificado de todo, de “roman off-Broadwat” hasta texto de ficción más importante desde Ulyses”. No dudamos de que esta sorprendente primera novela escrita por un joven escritor de gran talento resultará controvertida y muy discutida desde su publicación en marzo de 1963».

1965: en marzo se publica The World (This One), the Flesh (Mrs, Oedipa Maas), and the Testament of Pierre Inverarity, extracto de La subasta del lote 49.

1966: se publica una segunda parte de la novela recién nombrada. Ese mismo año se publica un libro de su amigo de los tiempos de Cornell, Richard Farinas, cuya contraportada está escrita por Pynchon.

1966: Publicación de la segunda novela del autor: La subasta del lote 49. En junio de ese mismo año se producen las revueltas raciales en el barrio de Watts en Los Ángeles, acerca de lo que Pynchon publica un enfurecido artículo en el The New York Times Magazine. Roman Gary dirige una carta al New York Times Book, acusando a Pynchon de haberle copiado al elegir el nombre de Genghis Cohen… la respuesta de Pynchon es vacilona, indicando que no hace falta ser muy espabilado ni sutil para inspirarse en el nombre del guerrero mongol; no me resisto a transcribir la respuesta: «Gary se equivoca totalmente. He elegido el nombre Genghis Cohen a partir del célebre jefe guerrero mongol Genghis Khan (1162-1227) Si el señor Gary cree realmente que es el único escritor contemporáneo capaz de un juego de palabras de tal trivialidad, es otro problema, tal vez más psiquiátrico que literario, y espero sinceramente que trabaje el asunto».

1967: La subasta del lote 49 obtiene el premio de Richard and Hilda Rosenthal Foundation del Instituto Nacional de las Artes y las Letras. Se niega, junto a unos cuantos escritores más, a pagar los impuestos correspondientes al ejército, como protesta contra la guerra del Vietnam.

1973: se publica su tercera novela, El arcoiris de la gravedad, obra que compartió el premio, al año siguiente, National Books Award, con I.B. Singer. No va a recoger el premio y envía para hacerlo al comediante Irwin Corey.

1974: el comité Pulitzer decide recompensar por unanimidad la novela recién publicada, pero su consejo consultor se pronuncia firmemente en contra al juzgar obsceno el texto. Ese año es el único en el que el premio Pulitzer quedó desierto.

1975: Thomas Pynchon rechaza la medalla William Dean Howells que se concede cada cinco años a la mejor novela americana.

1977: un antiguo amigo, de los de Cornell, escribe un extenso artículo sobre Pynchon, resultando la mayor parte de sus informaciones difícilmente corroborables.

1984: Se publica Un lento aprendizaje, recopilación de sus primeros relatos, para la que escribe una destacable introducción: será el único comentario que realizará sobre su propia obra. Ese mismo años. Candida Donadio, agente literaria de Pynchon después de Joseph Héller, vende su correspondencia con Pynchon por 45000 dólares a un coleccionista. Al fallecer éste dona las cartas compradas a una biblioteca de Nueva York. Las cartas permanecerán sin poder ser consultadas hasta la muerte del escritor.

1988: Recibe una beca de la fundación MacArthur; al dossier sobre tal concesión no se puede acceder. Publica un elogioso comentario a la novela de Gabriel García Márquez: El amor en tiempos de cólera.

1990: publicación de Vineland, dedicada a sus padres. Ese mismo año se casa con su agente Melanie Jackson. La pareja tiene un hijo, Jackson. La mujer es bisnieta de Robert Jackson, fiscal en jefe por los Estados Unidos en los procesos de Nuremberg, después de la segunda guerra mundial.

Se pone fin a la supuesta autenticidad de unas supuestas cartas de Pynchon que él no había escrito sino que habían sido falsificadas; años después será descubierto el verdadero autor. En los años siguientes escribe diferentes introducciones a obras de Donald Barthleme, Jim Dodge…

1997: se publica la quinta novela del autor: Mason y Dixon, dedicada a su esposa y a su hijo. La obra obtuvo una buena recepción por parte de la crítica. El editor se encoleriza al ver que la novela no es seleccionada para el National Book Award.

2001: los traductores al francés de su última novela afirman haber sido ayudados en la labor, por medio del fax, por el propio escritor. Ese mismo año, otros rumores hablan de una nueva novela de Pynchon sobre el matemático David Hilbert… Aparece un breve comentario suyo sobre el 11S en la edición japonesa del Playboy, algunos niegan su autenticidad .

2003: Publica un prefacio a 1984 de George Orwell, con motivo del cincuentenario de su edición (se editó, conste, en 1949).

2004: Pynchon presta su voz a un episodio de los Simpson: cuando Marge Simpson, repentinamente convertida en escritora, le pide escribir un prefacio a su libro, el escritor le responde que aprecia tanto su novela como aprecia las cámaras.

2006: publicación de su sexta novela Contraluz.

Luego vendrían, en 2009, Vicio propio y cuatro años después, en 2013, su última novela por el momento: Al límite.

Como conclusión diré que el respeto entre sus colegas escritores es bastante amplio , y así pueden verse elogios, además de algunos ya nombrados, por parte de Don DeLillo, Elfriede Jelinek, Salman Rushdie,… y entre sus jóvenes seguidores: David Foster Wallace, Michael Chabon, Chuck Palahniuk, Mark Z. Danielewski o William Gibson.

Concluyo estas líneas con la valoración del primero de los nombrados:

«Fue como sin un día, según una extraña ley de la naturaleza, Hemingway muriese y, al día siguiente, naciese Pynchon. Una mutación de la literatura encontraba su origen en otra, Pynchon ha convertido la literatura en algo más abierto, más intenso. Ha discernido murmullos y apariciones en los bordes de la conciencia moderna sin aminorar la dimensión física de la prosa americana; el vigor de una escopeta, el humor de la calle, los fluidos del cuerpo, la presencia».

«Estaba escribiendo textos publicitarios para neumáticos de camión cuando un amigo me regaló un ejemplar de bolsillo de” V.”. Lo leí y pensé: ¿de dónde puede venir eso?»

«La envergadura de ese trabajo, geográficamente vasto y sin arredrase ante temas mayores, nos ayuda a situar nuestra ficción no en un rinconcito anónimo, humano e irrisorio, sino afuera, en la extensión de la imaginación elevada y de los sueños colectivos»