Por Iñaki Urdanibia.

La última novela del escritor gallego, premiada, es para el que escribe la mejor de las suyas… recogiéndose en ella los males que dominan el mundo.

Desde que en 2006 viese la luz su Nocilla Dream, a la que posteriormente siguieron dos entregas más, Agustín Fernández Mallo (A Coruña, 1967) se convirtió en un singular referente del mundo literario hispano, hasta el punto de conseguir unos cuantos seguidores, que con sus respectivas particularidades seguían el camino abierto por él. Esta escritura innovadora y experimental se completó por algunas incursiones post-poéticas, dejando ver una tenaz marca de la casa en la onda de las novelas-ensayos tan caras a Robert Musil (aquello que en más castizo Alfonso Sastre calificaba de ensayelas).

Ahora, el escritor ha dado cierto giro a su quehacer, con la publicación de su «Trilogía de la guerra», galardonada con el Premio Biblioteca Breve 2018 de la editorial Seix Barral; un paso firme de la nocilla a la novela-hojaldre… y me explicaré.

Si la califico de hojaldre, siguiendo con el vocabulario alimentario, es debido a que la novela se compone de tres capas, que luego en su avance son más y se despliegan como si la crema del relleno de entre las capas se desparramase, derivando hacia otras historias, otros lugares y diversos cameos, y lo hace con una estructura que parece abocar a cierta similitud con las estructuras disipativas de las que hablasen Ilya Prigogine e Isabelle Stengers.

La novela se despliega contagiada por la complejidad del mundo que quiere reflejar y ello supone que las historias deriven en su carácter fractal y azaroso que va a suponer algunos cruces a modo de carambola, y una tupida red que se extiende, no al modo del dominante internet, sino entre los vivos y los muertos, los segundos dejando sus huellas y su presencia en los primeros, y dejando sentir su peso. Más la mirada de Férnandez Mallo pretende ser otra mirada a la que habitualmente se ha dado privilegio en la contemplación e interpretación de los hechos; la cita inicial del poeta Carlos Oroza, marca el tono: «Es un error dar por hecho lo que fue contemplado».

El primer libro, Isla de San Simón (Combustibles fósiles), nos traslada a la isla ubicada en la ría de Vigo, a donde va el escritor invitado a un encuentro relacionado con las redes digitales, Terceras Jornadas Nethinking. Le sirve como guía un trabajo publicado en 1995 por varios periodistas, Aillados, en donde se daba cuenta de cómo la isla había sido utilizada como campo de concentración en tiempos de la guerra civil; antes ya había sido lazareto y refugio de piratas. Con la publicación nombrada el escritor va a recorrer los distintos edificios y lugares fotografiados, fotografiando él a su vez los mismos objetos. La inclusión de los documentos fotográficos trae ciertos aires de familia cercanos al quehacer de W.G. Sebald, deuda que no oculta el propio escritor, y que se deja ver no solamente en este primer libro sino que se extiende a lo largo de todo el volumen. La historia se despliega en la medida en que el narrador viaja al otro lado del charco, tanto al norte, Nueva York, como al sur, Uruguay y a otros lugares, sin obviar sus cavilaciones acerca de alguna foro del autor de El proceso, y con el recuerdo del episodio de Nietzsche, en Turín, al abrazarse al cuello de un caballo que era golpeado por un cochero.

El siguiente rastreo, y libro: Estados Unidos de América (Mickey Mouse a crecido y hora es una vaca). El protagonista es Kurt, uno de los astronautas que llegaron a la Luna, pero que no salió en foto alguna ya que él era quien las sacaba. La impronta guerrera asoma con los destellos de la guerra de Vietnam, al tiempo que se palpa el estado de crisis en el país de las barras y estrellas… y la ampliación narrativa no obvia las últimas elecciones norteamericanas, el 11S y… vemos a Federico García Lorca y a Salvador Dalí, conversando en el centro neurálgico de la ciudad. Y vemos la caída de las Torres Gemelas como señal de salida al desastre guerrero de Oriente Medio.

El tercer libro tiene también, igual que el primero, narrador mallorquín (no está de más recordar que el escritor vive en Mallorca); en este segundo caso, mallorquina ya que la mujer se dedica a repetir el viaje que en su momento había realizado, con su marido, a las playas normandas en las que se desarrolló del célebre desembarco. Normandía (los amos de la noche), recoge el paseo sobre los huesos que yacen en la arena, y la enorme cantidad de munición que aun no observándose, permanece allá enterrada. Materiales, integrado por restos de muerte, que más tarde al ser utilizados extenderán su presencia a diferentes lugares, edificios,… la presencia de los muertos entre los vivos. Por aquellas tierras, se ven deambulando a morenos que no son otros que sirios en busca de refugio, escapando de la persistente y brutal guerra que asola su país…en lo que, en cierto sentido, es una guerra de carácter mundial.

Como ya ha quedado reiterado, los desvíos de la obra a otras geografías que resultan las centrales, hacen que lleguemos a Shangai, a Armenia de cuyo genocidio no se nos hurta la mención, y… diferentes anécdotas salpicadas que nos hacen constatar la barbarie y la necedad del reino de la estupidez en la que nos toca vivir.

Y los protagonistas que más que ser retratados en sus perfiles físicos y psicológicos, se nos dan a conocer por medio de sus voces y sus confesiones, lo que aporta cercanía con respecto a ellos y nos hace penetrar en un terreno de cierta ambigüedad que es el que se debate en el interior de las rumias de ellos mismos… en medio de los diferentes escenarios por los que avanzan que nos son presentados con destacable luminosidad.

En fin, imposible dar cuenta de todas las sendas y caminos que se entrecruzan en esta magna obra, que se dispara en múltiples direcciones… como el despliegue de las crisálidas en flor. Si lo anterior resulta imposible por la magnitud señalada, lo que sí se puede mantener sin ningún tipo de exageración es que estamos ante una logradísima novela, en mi opinión la mejor del escritor gallego, de la que al serle concedido el premio nombrado, el jurado dijo: «Una propuesta narrativa que transforma la realidad del último siglo en una ficción repleta de imágenes insólitas, en las que se combinan poesía y ciencia, historia y política. A través de la construcción apasionante por su voluntad de juego, la novela traza un mapa tragicómico de nuestro mundo contemporáneo».