Por Iñaki Urdanibia.

Último volumen de los seis que componen esta obra fundamental de la literatura concentracionaria.

«Todo lo que el alma del escritor comporta “infierno” y “paraíso, junto a su enorme experiencia, todos eso es lo que le confiere no solamente el derecho de escribir, sino también de juzgar»

Recuerdo una anécdota, relatada por el crítico francés Bernard Pívot, relacionada con los campos de concentración soviéticos. Corrían los años finales de lo setenta del siglo pasado cuando en la país vecino se puso en marcha la traducción del Archipiélago Gulag de Aleksandr Solzhenitsyn, para su presentación televisiva se comenzó a recabar información y para la atrea se consultó a geógrafos para tratar de localizar dónde quedaba Gulag… nadie lo sabía, hasta que consultando a fuentes rusas se resolvió el misterio: eran las siglas de la dirección general de los campos (Glavnoe, Oupravlente Laguereï).

No se da tal oscuridad con el nombre de Kolimá, ya que esta es una región, fácilmente reconocible en los mapas, se sitúa en el noreste de Siberia, zona rica en oro, que toma el nombre del río que atraviesa la región. Los campos de tal lugar adquirieron triste celebridad ya que el clima es muy rudo, descendiendo las temperaturas hasta 60 bajo cero. Las normas de rendimiento, para un detenido menor, que allá se establecían se traducían en una tonelada y media de mineral por día (en los tiempos de los zares era de 50 kilos por día). De entre todos los campos del periodo estalinista los campos de allá se distinguían por la severidad del régimen, y también por la tasa de mortalidad que era sin duda la más elevada del Gulag. De las infames condiciones de vida dieron testimonio varios de quienes allá estuvieron detenidos, de entre ellos cabe destacar a Evguénia Guinzbourg (su segundo tomo de Le vertige, se titula precisamente: Le ciel de Kolyma. Seuil, 1980) y Varlam Shalámov quien con sus Relatos de Kolimá, cobró celebridad y mostró el espanto del lugar.

La editorial Minúscula comenzó en 2007 la ingente, y necesaria, tarea de traducir en su totalidad tales relatos, que anteriormente se había editado unos cuantos relatos por la editorial Mondadori en 1997. Ahora se publica el volumen VI, Relatos de Kolimá. Ensayos sobre el mundo del hampa. con lo que concluye la edición completa de tan escalofriante obra. Los delincuentes comunes (urka) jugaban un papel esencial en los campos de concentración – en especial en los nazis – , ya que en no pocas ocasiones eran utilizados por los jefes como enchufados para cubrir ciertas labores de responsabilidad con respecto al resto de detenidos (zeks), o en labores de delación, vigilancia, etc.; «¿Cuál es el catecismo del ladrón? El ladrón es miembro del mundo criminal – esta es la definición: el mundo del crimen pertenece a los propios ladrones – y debe robar, engañar a los “fraier”, beber, divertirse, jugar a la cartas, no trabajar y participar en las “pravilka”, es decir, en los “juicios de honor”». En los ocho relatos que componen este volumen se repasan algunos hechos y algunos personajes, a la vez que se dedican unas muy interesantes páginas a cierta sublimación, en el campo de la literatura, de la figura del hampón, sin tener en cuenta su verdadera esencia, que desde luego no ha de prestarse al elogio, menos cuando se les ha conocido de cerca, como gentes sin convicciones y sin culpa, ni remordimiento. Somos puestos al corriente de las normas y códigos de honor (o deshonor) de los hampones con respecto a los diferentes estamentos presentes en los campos, al igual que conoceremos también los enfrentamientos entre diferentes bandas y los intentos por parte de la jefatura de servirse de ellos para lograr ciertas ventajas para la buena marcha del centro; cosa que es completada con algunas anécdotas que muestran en la práctica la cuestión recién apuntada. Las veleidades y los brotes de patriotismo que habían aumentado tras la guerra patria había calado hondo en la mente de cantidad de hampones, a pesar de su carencia de valores Se cuelan también algunas apreciaciones literarias y ciertas valoraciones con respecto a cierto tipo de textos.

Una vez más, es marca de la casa, el escritor muestra un laconismo y una falta de abalorios a la hora de narrar su experiencia. No pocos quebraderos de cabeza le dio el hallar la forma para hablar del desastre sin embellecerlo, de ahí que llegase a la conclusión de que el relato era el género adecuado para relatar lo padecido.

No sería justo obviar el certero posfacio del también traductor, Ricardo San Vicente, que sirve para un acercamiento al autor y a su concepción acerca de la escritura, el testimonio, etc.

No hace falta ni decirlo, pero Shálamov sabía muy bien de qué hablaba («sólo los que conocen perfectamente su tema y quien domina la manera de darle forma, son tareas que revelan no solo pura literatura sino el deber, imperativo moral, pueden escribir la nueva prosa de hoy ») y para ello basta recordar algunas de sus vicisitudes existenciales para comprender lo que afirmo; «el campo es para el hombre una experiencia integralmente negativa desde la primera hasta la última hora. Nadie debería conocerla, ni oír hablar de ella nunca. Jamás individuo alguno se convertirá en mejor ni más fuerte tras la experiencia del campo. El campo es una experiencia y una escuela negativas una escuela de descomposición para todos los detenidos más allá de sus grados, los escoltas como los espectadores, los que pasan como los aficionados a las bellas letras»:

Varlam Shálamov nació en 18 de junio de 1907, en una familia realmente acomodada. Su padre era pastor de la catedral ortodoxa de Vologda. La revolución de octubre supuso un radical cambio en las condiciones de vida de la familia. Su padre fue privado de sus funciones y cayó enfermo, perdiendo la vista. El domicilio pasó a consistir en una habitación en que habitaban seis personas. El joven Varlam frecuenta la biblioteca pública y se aficiona la teatro. Finalizados sus estudios secundarios en 1922, se ve privado de poder asistir a la universidad al ser hijo de eclesiástico… Se traslada a Moscú y comienza a trabajar en una curtiduría. Este trabajo le supuso que las puertas de la universidad le fuesen abiertas, y allí se matriculó en derecho. Frecuenta los ambientes futuristas y de otras vanguardias artísticas, al tiempo que no se pierde ningún mitin o conferencia. El 19 de diciembre de 1929 es detenido en una imprenta clandestina en la propia universidad, por difundir el conocido como Testamento de Lenin, en donde el retrato que éste hacía de Stalin no era muy favorable que digamos. Condenado a tres años de trabajos forzados, en Vichera, norte de los Urales, en donde conocería a su primera mujer. En 1931 opuesto en libertad se traslada a Moscú, allá se dedica en cuerpo y alma a la escritura, muy en especial a la poesía y a relatos, teniendo éxito por los segundos y no así por sus poemas que son rechazados. En 1933 muere su padre yal año siguiente su madre. El 12 de enero de 1937 es detenido por segunda vez, siendo enviado a Kolimá, a las minas, en donde es destinado a los trabajos más duros ya que las acusaciones que sobre él pesan son las del temido artículo 58 (KRTD, actividades contrarrevolucionarias trotskistas). La ola de purgas, hace que la mano de obra nueva abunde, por lo que se llevan fusilamientos diarios de los que por suerte se libra Shálamov. En 1943 es juzgado otra vez, por el mismo delito, lo que hace que su condena sea alargada en diez años más, siendo reenviado a las minas de oro. Golpeado con regularidad diaria, encerrado en celdas heladas, rodeado de delincuentes, catorce horas de trabajo , y… hambre y frío, lo que le lleva a intentar huir. En 1947 tuvo la suerte de encontrar un médico que le ayudó a convertirse en auxiliar, lo que hizo que su trabajo se realizase en la enfermería; se dedica a escribir sin pausa cantidad de versos.

Cumplida su condena en 1951 es asignado a residencia en la propia Kolimá… varios trabajos y alguna escapada a Moscú para ver a su mujer , de la que se divorciaría dos años más tarde, y encontrase con Boris Pasternak; su hija reniega de él. En 1954 comienza la escritura de los Relatos de Kolimá. Rehabilitado oficialmente se instala en Moscú y conoce a su segunda mujer. Trabaja en una revista, y escribe los Cuadernos de Kolimá y los relatos; serios problemas de salud, de los que ya no se repondría de por vida. Tras la muerte de Pasternak, con quien había roto, tuvo alguna relación – siempre problemática y fría – con Soljenitsin y con la viuda del poeta Ossip Mandelstam. Su salud se degrada a pasos agigantados. Sus primeros libros son prohibidos en la URSS, pero son publicados , fuera de su control, en el extranjero, lo que disgusta sobremanera al escritor ya que se considera utilizado por gente con la que nada tiene que ver en o que hace a sus ideas. Muestra su enfado, sin pelos en la lengua, en una revista rusa lo que hace que mucha gente se enfrente a él, haciéndole el vacío. Vive solo en una habitación, cada vez más enfermo. En 1979 es ingresado en un hospital, ya ciego y sordo a la vez que con permanentes tics, de donde fue trasladado tres años después, en contra de su voluntad, a un hospital psiquiátrico, en donde moriría días después, el 17 de enero de 982.