Category: IVO ANDRIC


Por Iñaki Urdanibia.

Guerras napoléonicas en los Balcanes

+ Ivo Andric

«Crónica de Travnik »

Debate, 2001.

Mayormente conocido por El puente sobre el Drina, publicada en 1945, el escritor balcánico fue poeta, novelista, autor de novelas cortas y ensayista, y siempre se mantuvo ajeno a las modas literarias, luciendo un realismo que resulta ilusorio si en cuenta se tiene que aun recurriendo a una amplia documentación histórica y situados en un tiempo determinado, ello no quita para que su prosa se mueva en una especie de sub specie aeterinatis al subrayar que los destinos humanos conducen a interrogarse si «¿no estaremos confrontados, en el pasado como en el presente, con las mismas nociones y los mismos problemas?». Siempre situando el escenario de sus escritos en Bosnia, en especial, y muy en especial en los seres humanos que pueblan aquellos pagos y cuyos actos permitían crear destinos de un alcance universal.

En esta novela en la que lo narrado se desarrolla en una pequeña localidad perdida en las montañas de Bosnia, un lugar amurallado y anclado en el pasado, con una pluralidad de etnias, religiones y autoridades, en donde la población vive en un constante temor ante el poder de los verdugos de diferente pelaje; localidad que está presente en el título, permaneciendo durante largos periodos dominada por los turcos, y en donde en medio de continuas tensiones convivían musulmanes, católicos, judíos y ortodoxos, somos situados en los momentos más álgido de las guerras napoleónicas. Allá llegan unos seres ajenos a las costumbres del lugar: un diplomático francés, Jean Daville, es enviado al lugar, para ocupar el puesto de cónsul. De su estancia, entre 1806 y 1814 (más exactamente desde el primero viernes de mayo de 1806 al último viernes de octubre de 1814), seremos puestos al corriente, haciendo que se nos entregue una medida crónica de los tiempos convulsos en los que el enfrentamiento entre el Este y el Oeste europeos – con sus incomprensiones – dejan ver cierta apertura, obligada, por parte de los Balcanes con respecto a los que llegan, con las armas en la manos, desde el oeste; también reside en la localidad el embajador de Austria; un joven canciller llega a la misma embajada francesa, Des Fosses, en una situación en la que las esperanzas de ambos miembros del cuerpo diplomático – los dos nombrados en primer lugar – con respecto a sus carreras irán desvaneciéndose, rodeados de costumbres ancestrales, que a ellos les resultan absolutamente ajenas y lejanas con respecto a sus visiones de la vida y del mundo… ya que el modo de vida y los hábitos que allá se estilan resultan más cercanos a las ideas y modos medievales – con sus visires, monjes, comerciantes y burócratas – que a los propios de los tiempos modernos. Resulta destacable que la época narrada coincide con la de Guerra y paz tolstoiana, dándose en ambas un punto común en lo que hace al enfrentamiento nombrado entre el Oeste y el Este europeos, si bien cada cual desde la óptica de su país de origen, y diferenciándose en el pesimismo del serbio frente al optimismo del ruso, que en su obra no se priva de exponer su esperanzada filosofía de la historia.

El retrato es amplio, yendo más allá de la violencia bélica, la sangre, la tortura, para desplegarse por terrenos afectivos que se entreveran con las contiendas políticas. El fresco presentado hurga en las pasiones sedimentadas en aquellos lares en unos tiempos en los que ya anidan hechos que más tarde estallarían con una violencia inusitada, no esquivando las escenas sangrientas de empalamientos y diversos escarmientos convertidos en espectáculo intimidatorio.

Historia e intriga avanzan de la mano en esta novela que pivota sobre el eje de los dos cónsules nombrados, seres en las antípodas el uno del otro ya que mientras el primero trata de mantener una estricta coherencia entre teoría y acción, hombre leído y articulista al tiempo que fracasado esposo y desdichado padre, tendente a mantenerse en el justo medio y careciendo de iniciativa (ciertamente su esposa, madame Daville, da muestras de grandes dosis de paciencia ante el deterioro de la situación, ella que tiene “mano de oro” a la hora de sembrar y crear), hasta que este intento de autenticidad, forjado por los acontecimientos de la historia de su país, se desmorona, mientras que el segundo – perteneciente a una nueva generación – es un ser enérgico, intrépido, siempre dispuesto a hacer frente a las realidades de la vida y a buscar la verdad auténtica sobre Bosnia y sobre las relaciones reales entre las diferentes civilizaciones y religiones que allá se cruzan, luchando contra el fanatismo que se respira por aquellos lares y representando así las ideas ilustradas, revolucionarias y democráticas, los mismos ideales a los que se entregó el propio Andric como miembro de la joven Bosnia, resultando así Chaumette Des Fossés la representación del propio escritor. Tragedia del primero versus drama del segundo; Andric mantiene el firme centro de gravedad en el hombre, con las puntillosas caracterizaciones de muchos que deambulan por las historias, otorgando un papel clave a las circunstancias que hacen que el bien y el mal dependan de ellas, lo que hace que no se pueda considerar que hay pueblos malditos per se.

Allá en los Balcanes

+ Ivo Andric

Café Titanic(y otras historias)

Acantilado, 2008.

119 págs. / 15€.

Recuerdo que Ismaíl Kadaré en unos cuentos kosovares ponía en boca de algún personaje la afirmación de que las gentes de por allá son como el yogur local, agrio a tope. En el mismo lugar describía a masas que iban de un lado para otro como cuerpos locos brownianos, cambiando de bandera, y de dirección, sin saber muy bien hacia dónde marchaban. Si se mira el significado de la palabra proveniente de tal geografía, balcanización, se podrá leer algo así como fragmentación en distintos estados, etc. La prosa de quien fuera premio Nobel en 1961, Ivo Andric, recoge esta desunión, esta pluralidad en constante movimiento y la cohabitación de múltiples culturas y tradiciones. Si ellos lo dicen, los nativos de aquellos lares, así será, aunque no es la conciencia la que determina el ser sino el éste el que determina la conciencia que decía el otro, más nórdico él: y así, sus afirmaciones – las de los dos escritores nombrados – no harán más que reflejar la realidad de aquella geografía que ha sido hollada desde el norte, el oeste y el este, especialmente desde éste.

Ya en su obra clásica, y genial, El puente sobre el Drina – y sus “acompañantes”: La crónica de Travnik y La señorita – Ivo Andric (Travnik, Bosnia-Herzegovina, 1892-Belgrado, 1975) revisaba la historia de aquellas tierras desde los tiempos del imperio otomano, y hablaba de los encuentros, más bien desencuentros, que allá se dieron entre distintas tradiciones, turcas, francesas, etc., hasta la constitución de Yugoslavia de la cual fue diplomático. Si las novelas de las que hablo, además de ser inevitables para todo lector que se precie(en especial la del puente), reflejan lo que vengo diciendo, los siete cuentos ahora presentados bajo el título del último de ellos, Café Titanic, que inciden en lo mismo, en pequeñas píldoras sin desperdicio. El autor pone el dedo en la llaga-como si de un pepitogrillo de su país se tratara- en aquellos aspectos impresentables en los comportamientos pasados. A modo de moviola se erige en la voz de la conciencia moral de su/s país/es, y si lo digo en plural es debido a que la unificación ensayada bajo la hegemonía serbia(en lo burocrático-militar), de la mano de Tito, no pudo difuminar el bullir de las diferencias, y así en cuanto se soltó el cinturón que las sujetaba a todas juntas, saltaron mostrando que estaban juntas que no cohesionadas .

Sarajevo ocupa un papel clave en varios de los relatos. El primero nos sitúa en el cementerio judío de tal ciudad y el último en una cafetería también sarajevita, viéndose también presente en otros tal localidad emblemática. En ambos, y en algunos otros, los judíos ocupan un papel esencial, en su tremenda existencia convertidos en víctimas de la locura racista nazi y la de sus lacayos locales, los ustacha croatas. Las leyendas bíblicas (David y Goliat) se enlazan con las costumbres musulmanas (Ramadán), entregándonos así el cuadro vivo de una situación, viva y en tensión, de diversidad cultural. La crueldad de ciertos juegos infantiles son como el espejo de la dureza de las relaciones adultas. Esencial para pillar el pulso y el espíritu plegado a un cierto fatalismo es Una carta de 1920, en la que desde Trieste le escribe un antiguo compañero explicándole los motivos de su marcha: « Sí. Bosnia es tierra de odio. Esto es Bosnia. Y por un extraño contraste… puede también decirse que hay pocos países en los que la fe es tan inquebrantable, la firmeza de carácter tan sublime, la ternura es tanta y tanto el ardor amoroso, tanta la profundidad de sentimientos, tanta la lealtad y la lealtad inamovible, tanta la sed de justicia».

——————————————————————————————————————–

Ivo Andric ( 1892- 1975 )

+ Notas biográficas

Nace el 9 de octubre de 1892 en Dolac, Bosnia-Herzegovina, que entonces formaba parte del Imperio Austrohúngaro. Comienza sus estudios en Sarajevo y los continua en diversas universidades (Zagreb, Cracovia, Viena y Graz).

Durante la primera guerra mundial fue detenido por las autoridades austríacas a causa de sus actividades revolucionarias en la joven Bosnia. Tras su encarcelamiento sale a la luz su primer libro, Ex-ponto, libro de poemas en el que describe el mundo como una gigantesca prisión en la que impera el sufrimiento, la soledad y el miedo constantes.

Tras la finalización de la mentada contienda pasa a formar parte del cuerpo diplomático de Yugoslavia, ocupando distintos puestos y ocupaciones. Al inicio de la segunda guerra vuelve a Belgrado tras dimitir de su cargo. Mientras dura la guerra escribió tres novelas: «La crónica de Travnick», «La señorita» y «El Puente sobre el Drina», en donde describe la vida, las costumbres y las hazañas de su Bosnia natal y sus habitantes. El periodo abarcado por estas obras va desde su conquista por los turcos en 1389 hasta la creación del estado yugoslavo, tras la primera guerra mundial.

Aunque residió en Roma, Bucarest, Madrid, Ginebra y Berlín, fue Bosnia – y su historias, sus mitos, su multiculturalidad – la que constituyó el objeto de su inspiración como escritor. Dimite de tales funciones en 1941. En 1945, finalizada la segunda guerra mundial, ocupa diferentes puestos oficiales, en especial en el campo de la cultura.

El idioma de sus libros es el serbocroata, considerándose a sí mismo yugoslavo. Era serbio católico de Bosnia-Herzegovina.

En 1961 le es concedido el premio Nobel, siendo el primer escritor balcánico en conseguirlo, por su fuerza épica con la que describe los destinos humanos, desde la óptica de su país; sea dicho al pasar que el montante del premio lo donó a los fondos de la Biblioteca de Bosnia-Herzegovina. .

Muere el 13 de marzo de 1975 en Belgrado, a la sazón capital de la República Federal Socialista de Yugoslavia, en la actualidad capital de la República de Serbia.

Por Iñaki Urdanibia

Nota previahe conservado el tono coloquial de lo que sigue, debido a que es parte de lo que sirvió de presentación a la lectura del libro en una tertulia que se celebraba en la rive gauche del Urumea, en Arteleku allá por 2006, creo recordar.

Un Puente sobre el Drina (1945)

[Editorial Debate, 1996]

En la concesión del prestigioso galardón literario, el Nobel de 1961, tuvo mucho peso esta novela. El protagonista fundamental de ella es el Puente que se alza en Visegrad(Bosnia) sobre el río Drina. El escritor nos lleva desde el momento de su construcción en 1516 por orden de un visir otomano hasta setiembre de 1914, fecha en la que el Puente es en parte destruido. Custodios guardianes de su conservación, constructores y reconstructores, destructores… de todo habrá, como en la viña del señor.

La construcción que une las dos orillas del río, une a quienes habitan separados en las distintas riberas. El Puente va a ser testigo mudo de todo lo que acontece en aquellos lares, y las disputas que mantienen periódicamente la pluralidad de etnias – con sus distintas religiones: ortodoxos, católicos y musulmanes, y culturas – que allá confluyen. Tiempos de armonía entre unos y otros, y también épocas de cruentos enfrentamientos. Tensión que sacude hasta la misma cimentación de la construcción que como mandaban los cánones encerraba en sus paredes personas que allá habían sido emparedadas (leyenda balcánica presente en Ismaíl Kadaré, en su El puente de los tres arcos o en algún cuento de inspiración oriental de la exquisita escritora belga Marguerite Yourcenar). Las aguas pasan entre sus arcos como la Historia y a su paso se mantienen indiferentes al quehacer de los humanos que por allá pululan con sus hábitos, sus cuitas y sus enfrentamientos. El Puente sirve de nexo de unión entre identidad y diferencia, y por momentos de separación.

Distintos episodios van dando cuenta, poliédrica, de la vida que allá se desarrolla, de la génesis de las iras y odios que parecen acumularse, o permanecer en estado latente, hasta hacer que por momentos las aguas claras del Drina se vuelvan turbias y… hasta rojas… como de manera profética – y fatalmente premonitoria – lo anunciase a mediados del siglo XX, el escritor bosnio, serbio, yugoslavo… que no pudo llegar a ver la posterior disgregación de su unido país, y el baño de sangre que lo asoló en la década de los noventa… allá en los pagos del río Drina.

Derivas a partir de los puentes

Los puentes han jugado – qué duda cabe – un papel esencial en la vida de los humanos, para salvar los arañazos profundos, abismales, provocados por los rabiosos zarpazos de Satán en la tierra, logrando así unir lo que quedaba separado… y por hacer boca diré que de los puentes ha hecho uso el cine (que se lo pregunten al director del Puente sobre el río Kwait o al de los Puentes de Madison)… e indudablemente que se lo pregunten también a los trabajadores que pueden aprovechar de uno soleado, o a quienes se ven forzados a vivir bajo los acogedores arcos de algunos de ellos…

Los puentes unen, si bien también es cierto que sirven para delimitar fronteras y, en consecuencia, pasar a suponer señal de separación. En las fronteras así, se puede afirmar que confluyen ambos aspectos: la separación y la unión. Me vienen a la mente ciertas reflexiones francamente atractivas que se han dedicado a elogiar las fronteras, como lugares de contacto, de encuentro, de horizontes nuevos que nos abren a los otros, y en dicha cercanía es en donde se puede empezar a conocerlos y a entenderlos. 1) El escritor José Luis Sampedro en un precioso texto que fue el discurso leído ante la Real Academia Española, el día 2 de junio de 1991, con motivo de su nombramiento, texto titulado Desde la frontera (Aguilar, Madrid, 1995), se reivindicaba como ser fronterizo: de nacimiento, de profesión y de ideología; 2) desde otra óptica geográfica bien distante, Michel Warscharwski – judío nacido en Strasbourg y emigrado a Jerusalem – se ha convertido en un ser fronterizo hasta el peligro (ha ido a parar varias veces a la cárcel precisamente por contar con amistades peligrosas que son las del otro lado de la frontera, por supuesto); en su brillante libro-testimonio En la frontera. Israel-Palestina: testimonio de una lucha por la paz (y pongo el subtítulo para situar ya la geografía. Publicado por Gedisa, Barcelona, 2004) explica en él como optó hace tiempo por mantenerse en contacto con ambos lados de la frontera para tratar de establecer lazos de unión y concordia(por cierto, su mujer abogada de profesión se convirtió en defensora de palestinos… para qué quieres más…). Mas volvamos a los puentes.

En la presente ocasión, ya desde el título, se nos anuncia el que luego, al pasar de las páginas, va a ser el eje de la novela. Un puente concreto que une las dos orillas de un río, al tiempo que, si se me permite y no pretendo jugar con las palabras, en el libro hay fronteras y puentes al por mayor, internos y externos, no solo el majestuoso puente de piedra que da nombre a la obra, o el otro de madera que también se nombra (¿Dranz?) sino a otro tipo de puentes – si se quiere imaginarios y/o simbólicos – que el autor de manera magistral lanza entre los distintos islotes de este archipiélago que lleva por nombre Un Puente sobre el Drina. Sabido es que los islotes que componen la unidad archipielágica están unidos por el mismo elemento que los separa: el agua. Andric se dedica a establecer sólidos – al tiempo que sutiles y sinuosos- puentes a través de tres siglos, entre distintas generaciones que habitan en las proximidades del puente, entre lo colectivo y lo particular, entre lo macro y lo micro, entre la Historia (con mayúsculas) y las historias(con minúsculas), entre el amor y el odio, entre las distintas ideologías, tradiciones, religiones que por momentos conviven y en otros momentos parecen lanzarse al cuello, lo cual viene a suponer el puente que se traza entre convivencia y enfrentamiento, entre el diálogo y la incomunicación, entre lo nuevo y lo viejo, entre la innovación y la tradición, entre unas culturas y tradiciones y otras, entre opresión y resistencia… y podríamos seguir ad nauseam: podríamos hallarlos en los pares norte/sur, este/oeste, bajos fondos/ puente y centro, ideas renovadoras/conservadoras, industrialización y sus consiguientes resistencias o esperanzas eufóricas de futuro… ¡y así!

Y es que estamos ante un rico mosaico al que trata de acercarnos Ivo Andric (en quien por cierto también confluye una enigmática y plural pertenencia: en solapas y otros lugares en los que se da información sobre él, se puede leer: escritor serbio, serbocroata, bosnio, yugoslavo…) y lo hace – digo lo de acercarnos – trazando puentes logradísimos como buen arquitecto de la escritura. Así en el acercamiento que nos ofrece el autor recurre con maestría a distintas técnicas para hacernos más cercana la presentación de la localidad visitada, que no supone un encierro en los estrechos marcos de una pequeña aldea, lo cual sería una literatura de parroquia o de minarete, si se quiere, que convertiría a Andric en un mero escritor tradicionalista, folclórico o como quiera llamársele sino que su ubicación local se despliega – tendiendo puentes – hacia lo universal, pues los temas abordados son – por suerte o por desgracia – constantes que pueblan la historia de la humanidad en todas las latitudes que en el mundo son, y que, en consecuencia, salpican a/en los libros de historia, y también empapan – y hasta sirven de materia prima – a las narraciones literarias, y ejemplos sobran en la historia de la literatura universal desde el poema babilónico de la creación, o el de Gilgamés, o la Biblia, hasta la literatura más actual (Tolstoi, Guerra y Paz, Buzzati, El desierto de los tártaros, Vassili Grossmann, Vida y destino, Céline, «Viaje al fin de la noche», Vargas Llosa, Guerra del fin del mundo, Julien Gracq, El mar de las Sirtes, o casi toda la obra de Ernst Jünger toda…), pasando por Homero casi entero, y… así hasta pasado mañana por poner fecha al fin de los humanos; y que nadie tema que no soy ni profeta, ni futurólogo y espero que tampoco agorero.

Decía, de todos modos, que Andric tiene sobrados recursos literarios como para hacernos partícipes – vellis nolis – de la óptica que nos entrega el omnipresente y omnisciente narrador que sin pedirnos permiso, y haciendo uso de coletillas que nos integran en su visión privilegiada( «si se tiene en cuenta que… veremos, o aceptaremos…»/ o «como sucede siempre con los jóvenes, con los humanos… con la religión o con lo que sea…»… / paso del plural informativo que aceptándolo, a falta de mejor, da al lector una sensación de objetividad que le hace aceptar, sin chistar, el paso al plural como incluyéndose él mismo. Podríamos añadir otras como: «se debe decir», «como sucede», «como hacen»… dan estas expresiones, impresión de verdad pura amén y además como queda dicho nos convierte en cómplices en cooperadores de su visión omni)… No hemos de olvidar que los ángeles son mediadores(por cierto qué bellas páginas han escrito sobre ellos Michel Serres y, en otro terreno más mediológico, Régis Debray, y hasta Rilke pero dando otros sentido a esos seres imposibles), mediadores – digo – que con sus alas nos entregan el mensaje divino con vaselina – si se me permite la expresión -, y en el libro se recurre a ellos en el precioso relato del surgimiento de los puentes(según se señala como leyenda musulmana), o se habla de los ángeles rebeldes para referirse a los estudiantes que llegan en las vacaciones al pueblo y traen nuevas teorías, nuevas costumbres, nuevas formas de ver las cosas (al modo de los nihilistas rusos narrados por Turguénev en su Padres e hijos… o, al fin y al cabo, defienden el puente contra los ataques persistentes de las hadas malignas de las distintas orillas o los demonios (siempre negros, se ha solido hablar de los demonios rojos) que embisten contra el pilar central de la construcción… dándose la casualidad de que en un accidente laboral el azar hace que el accidentado sea el único negro que hay por allá, y que para más inri quede sepultada solo su parte inferior, mientras que la superior queda sobresaliente, al descubierto… Inmediata surge la asociación entre la visión mítica presente en las leyendas, los mitos, y la filosofía occidental (¿hay otra?)… Metáfora vertical que sitúa arriba el Bien (sol) y abajo la ignorancia (oscuridad) – no hay más que ver la alegoría de la caverna platónica – o la teoría del alma del autor de El banquete, la ubicación y las funciones que les otorga: alma racional(cabeza), alma irascible (tórax), y alma concupiscible (abdomen)… o san Pablo que dejaba claro que el espíritu es fuerte y la carne es débil (privilegio del espíritu sobre el cuerpo pecaminoso)… o Plotino que hablaba del luminoso Uno que ilumina a la confusa pluralidad (emanentismo), obviamente el Uno está arriba y la confusión abajo… en línea directa vendría san Agustín(con su metáfora luminosa y vertical de la Ciudad de Dios)… y si se me apura hasta los ilustrados…que situaban las Luces como el instrumento para evitar la ignorancia del vulgo (por no hablar de la de los negros, oscuros ellos, que como dijese el equilibrado Kant, en De lo bello y lo sublime, con éstos bastón…) ¡y no sigo!. ¿Está claro no?… arriba el cielo, abajo el infierno… Cosmos que doma al Caos. Orden frente a desorden.

Con ello lo que quiero dar a entender, además, es el recurso que a las leyendas, los proverbios, los mitos, hace Andric ensamblando sin que cruja de ninguna de la maneras la Historia objetiva, cronológica, junto a las descripciones geográficas absolutamente objetivas y rigurosas como las de un manual o atlas… que se codean, mezclándose como lograda mayonesa, con la subjetividad de los personajes que por allá aparecen, que cuentan historias basadas en la tradición… distintas capas que no es que superpongan sino que se entremezclan – como digo – constituyendo la particularidad del modo de narrar de quien odiaba que se le encasillase como novelista histórico. Queda dicho: historia macro, historia micro(como la de Carlo Ginsburg, o la de los nuevos Annales – Braudel, Leroy Ladurie, Philippe Ariés… -) y hasta historia oral son las visiones que quedan plasmadas en la prosa del escritor balcánico en un todo que avanza – y este sería otro truco del escritor- con aceleraciones o reducciones de velocidad, y con repeticiones de palabras – que hacen que el ritmo del paso del tiempo se haga más lento o más veloz… y hasta marchas atrás en el recuerdo de los diseminados protagonistas que van dando cuenta de los hilos de unión que enlazan a unas generaciones con otras(a modo de avezado genealogista que establece un árbol genealógico de las mentalidades)… Lucha permanente entre el Cosmos ordenado y El Caos… Identidad y permanencia (Puente-Parménides: el Puente es el no-puente no es) frente a las aguas del Drina (movimiento confuso y continuo – Heráclito el del «todo fluye nada permanence» -.

Evitaré referirme, o al menos detenerme, en otros temas que asoman o planean por las páginas de la novela: el mito del eterno retorno (Pitágoras… Nietzsche… tiempo circular)… muertes, exposición de la crueldad y de la muerte…  “tontos del pueblo”, inundaciones y otras catástrofes, demonio moderno que viene de la mano de los civilizadores del norte que junto al ferrocarril, los gramófonos y los coches traen el explosivo que colocan en el pilar central en el que ya había caído hincado el demonio “negro”, y contra el que había atentado aquel ser que luego sería empalado…tras confesar que había sido enviado por el Demonio (quod erat demonstrandum o como dirían los franceses CQFD, ce qu´il fallait démontrer)…

 + + +

Al hilo de la lectura de este libro de Ándric dos nombres me vienen a la cabeza: uno, común “profeta”, el otro propio “Sherezade”, y me explicaré.

Desde luego la obra escrita en los años de la segunda guerra mundial, y publicada el año de la finalización de esta (1945), arroja mucha luz sobre lo que posteriormente sucedió unos cuarenta años después de manera terriblemente cruenta en aquella furiosa explosión guerrera por aquellos lares. Muchos han sido, hoy todavía, quienes han vendido una imagen de plácido mestizaje en el que vivía desde tiempo inmemorial, por ejemplo, Sarajevo (vamos como la Escuela de traductores de Toledo)… Ivo Andric da sobrada cuenta de los frágiles, inestables y volubles lazos de convivencia y enfrentamiento que se sucedían cíclicamente dependiendo de quién fuese el invasor de turno (y las posibles cercanías ideológicas, culturales, religiosas o “civilizatorias”) y las posibles ventajas o desventajas que podía acarrear su presencia. En la prosa de la novela se pueden ver las diferencias religiosas(cristianos ortodoxos, musulmanes… y hasta judíos, fundamentalmente sefarditas, “marranos” expulsados por los muy católicos y, en consecuencia, caritativos Isabel y Fernando que tanto montaba la una como el otro; también llegan más tarde los azkenasis), culturales, etc. Es en esta medida en la que se puede leer esta novela del premio Nobel de 1961 como la obra de un “profeta” en la medida que podía verse en su escritura, y en embrión, lo que más tarde estalló, o al menos – mutatis mutandis – se le puede ver como un anunciador del incendio, por emplear una expresión utilizada por Walter Benjamin para referirse entre otros a Franz Kafka, Rosenzweig… que a su modo anunciaron con sobrada anticipación los años oscuros que luego arribaron.

En lo que hace a la habladora protagonista de las mil y una noches, Sherezade, que hablaba con una incontinencia logorreíca a fin de contar historias que alejaran la amenazadora muerte, el autor – y sus personajes – de Un Puente sobre el Drina se comportan como tal mujer, dejándonos ver ciertos mitos, ciertas leyendas y tradiciones y costumbres que se han ido transmitiendo de generación en generación, dando cuerpo a una singular cultura balcánica. Andric cuenta historias que engarzan con la marcha de los acontecimientos y con la vida de quienes por allá pululan… las palabras y los cuentos forman y crean creencias que en cuanto prenden en las masas cobran una fuerza material imparable (y perdóneseme la inspiración maoísta de la frase, por no hablar de los performativos de Austin y su hacer cosas con palabras. En un momento del libro se habla de la fuerza material que tienen las palabras…)… Semejante influencia de los mitos y creencias en la forma de actuar y de vivir de las gentes puede llevar a (re)pensar aquél dicho aristotélico de que el hombre quiere saber por naturaleza parece no siendo exagerado, ni desde luego descabellado corregir al estagirita para señalar que al hombre lo que realmente le gusta es creer y que le cuenten historias, historias… de las cuales algunas de ellas llegan a alcanzar la calificación de divinas, reveladas, trascendentes, y luego pasa lo que pasa… (al decir de algunos, Samuel Hungtinton y su choque de civilizaciones… no se puede apagar fuegos con gasolina, ni con napalm, ni… pero por ahí no sigo). Quizá hasta haya algo de cierto en aquello que dijese Georges Dumézil de que un pueblo que no ha tenido mitos es un pueblo muerto, es como una planta que no tiene raíces y en consecuencia no tiene marchita y se marchita… aunque también es cierto que los humanos no somos yerbas y en consecuencia nos podemos mover, mezclarnos… pero eso lo dejo para otro día .

En la recepción del premio Nobel Ivo Andric decía: «en miles de lenguas diversas, en las condiciones de vida más variadas, de siglo en siglo, antiguos relatos patriarcales contados alrededor de las chimeneas junto al fuego, tomados en sus manos por cuentistas modernos se publican en este momento en las casas de edición, y se venden en los grandes centros comerciales, se teje el cuento del destino del hombre, que los hombres dicen a los hombres sin fin y sin interrupción».

Otras salpicaduras

Ale menos de manera esquemática, y un tanto deshilvanada, quisiera señalar algunos hilos que pueden abrir otras vías de interpretación

Distintas vertientes:

+ socio-histórica

+ metafísica (Heráclito. Todo fluye + eterno retorno: «Siete años – dice pensativo y estirando las palabras Hamdi bey – ¡siete años! [hablan de Bunaparte]. En fin, ocurrió y se acabó… los cónsules dejarán Travnik. Se les mencionará un par de años más. Los niños jugarán a cónsules y escoltas a las orillas del río, montando sobre palos a guisa de caballos, y luego ellos también caerán en el olvido como si nunca hubiesen existido. Y todo volverá a ser como siempre ha sido, por voluntad divina». Crónica de Travnik, p. 472)/Parménides: El Puente es, el no-puente no es / Eterno retorno: «¿No encontramos en el pasado como en el presente fenómenos análogos, los mismos problemas?». Discurso al recibir el premio Nobel)… muertes debidas a ejecución escarmentadora… poste de roble… exposición de cadáveres o de sus cabezas… chivo expiatorio… hazmerreíres varios…

+ psicológica (multitud… se centra la mirada en el pensamiento colectivo, no en pensamientos individuales, de manera especial).

+ Puente: dominador del Caos, vida versus muerte… representa el sentido y el orden

+ Ir al pasado para resolver el presente («Según algunas concepciones escribir sobre el pasado vendría a minusvalorar el presente y, en cierta medida, dar la espalda a la vida» (Discurso).

En lo referente al papel que se asigna al Destino, pueden adivinarse ciertos parecidos con Grossman)

+ Asoman problemas con respecto a la modernización(algunos se muestran esperanzados con respecto a él/ otros resistiendo y desconfiando del optimismo de que todo va hacia mejor y además hay que acelerarlo con vuelcos o empujones revolucionarios…)

+ Podría considerarse como precedente del realismo mágico… escritura neomitológica (como en Latinoamérica, y otros países del Tercer Mundo…). Escritura de los pequeños pueblos, al margen u olvidados, no de los grandes países victoriosos…

+ Planean claros dardos contra el positivismo, racionalismo, progreso lineal e imparable(signos de la satisfacción de la mentalidad burguesa ascendente… se podría hablar hasta de historia hipotética – más en la onda del relativismo y desde luego nada que ver con mecanicismo economicista y productivista marxista alguno)…

Algunos aires de familia

Contacto con Ismail Kadaré (en sus cuentos sobre Kosovo, se habla del carácter de las gentes del lugar como el agrio yogur de la zona y se destaca la confusión de bandos cuyos componentes no saben tras qué bandera marchar: igualmente en El Puente de los tres arcos se recoge la leyenda de los emparedados como “protectores” del puente, en El nicho de la vergüenza, se narra cómo se exponen la cabeza de los muertos y torturados para escarmiento del personal…)

Recuerdo también cómo en alguno de sus «Cuentos orientales» la escritora belga Marguerite Yourcenar se detiene igualmente en esta leyenda balcánica… y hasta me atrevo a decir que hasta en alguna narración de Natalia Ginsburg también creo haber leído, etc.

Protagonismo del Puente: este protagonismo de construcciones, edificios, etc., puede verse en otros textos en que los edificios juegan un papel esencialEl Castillo de Kafka, el puente ya mentado de Kadaré. la Fortaleza en Esperando a los tártaros de Dino Buzzati o el Almirantazgo en El mar de las Sirtes de Julien Gracq… Por no referirme a La vida instrucciones de uso de George Perec.

Es claro que el protagonista es el Puente, pero en especial las personas – mejor diría las generaciones que se suceden – y que por allá deambulan. Arqueología… pero de capas mezcladas, blandas y permeables al modo de una hojaldre

Palimpsesto… Nubes que se deshilachan… se fusionan, y derivan sin rumbo con el principio de incertidumbre como guía, como cuerpos brownianos de la microfísica…

Y luego… se armó la de dios

No hubo jamás en el mundo dos opiniones iguales, igual que no hubo dos pelos o dos granos. Su cualidad más universal es la diversidad

(Montaigne, Ensayos II, p. 37)

Cada nación posee su propio fundamento de felicidad, del mismo modo que cada esfera tiene su propio centro de gravedad

(Herder)

Sin entrar en mayores precisiones, a la muerte de Tito(creo recordar que en 1980) las relaciones que al menos desde fuera parecían apaciguadas, se liaron a la carrera, así los enfrentamientos en Kosovo y en Bosnia se sucedieron de inmediato, al igual que en Montenegro, etc. Parecía como si una vez soltado el cinturón que a todos sujetaba, cada cual tendiese, en un acelerado movimiento centrífugo, a irse por su lado. Parece que habría que dar por buena aquella metáfora del ruso Isahiah Berlin de la rama doblada (título de un brillante ensayo suyo, obviamente teñido de ideología liberal, que habla sobre el nacionalismo, romanticismo y totalitarismo) con la que da a entender que una rama que ha estado mucho tiempo doblada por alguna fuerza que la sujeta en cuanto es soltada se sacude… (metáfora por otra parte deudora de aquella afirmación/ interrogación kantiana que venía a preguntarse cómo hacer del hombre una rama recta cuando su origen es una madera retorcida…). Así pues, como digo muerto el mariscal, aquello que había estado unido con una constitución federalista saltó dejando ver que no se acabó la rabia, sino que precisamente se desató y además de una manera furibunda. Los nacionalismos comenzaron a sacar a la luz la lista de agravios a los que – según ellos – habían sido sometidos por el poder de la Liga de los Comunistas y por su constitución, pretendidamente, respetuosa con las distintas nacionalidades, regiones, culturas, etc. Sabido es que un nacionalismo que se siente ninguneado o despreciado o agraviado con respecto a otros, tiene tendencias a saltar y de manera agresiva llegado el caso.

Todo da por pensar – y simplifico a pesar de que sé que hacerlo es “mentir” – que los nacionalismos fundamentalmente atravesaron dos etapas: una, en Europa, hasta la primera guerra mundial (1914-1918), con reivindicaciones muchas veces deudoras de una ideología romántica, volkiana a lo Herder, que reivindica la sangre y la tierra; la segunda, posterior, sería la correspondiente a la oleada reivindicativa de las colonias, desarrollada en el Tercer Mundo. Todo parece indicar que en el caso que nos ocupa estamos ante unos nacionalismos del primer tipo, apagados durante una partida de años debido al régimen socialista(las comparaciones son odiosas pero a cualquiera le puede venir a la cabeza automáticamente el veloz desmembramiento de la URSS).

Sin entrar, como decía, en mayores profundidades y de manera esquemática, podrían señalarse varias fechas decisivas en el desarrollo de estos sentimientos nacionales en la zona: por de pronto – y hablo de memoria – se podrían datar los orígenes (Iván Gundulic de Ragusa propuso la unión de todos los eslavos del sur en una misma patria) del nacionalismo “yugoslavo” allá por el siglo XVII – ha de tenerse en cuenta además que las distintas nacionalidades se movían muchas veces impulsadas por la invasión de las distintas fuerzas dominantes, simpatía o antipatía hacia ellas dependiendo de si les podía favorecer en sus relaciones con las otras nacionalidades en disputa con las que se convivía, o mejor se cohabitaba cierto que pacíficamente cuando se quedaban solos; así si venían del Este, otomanos, turcos, vistos con mayor simpatía por los musulmanes allá instalados, si venía del norte, imperio austrohúngaro, cercanía por cultura y religión de algunos en detrimento de otros… si venían del Oeste, se podían levantar esperanzas de que pudiesen servir de freno al Este, etc… cuestión visitada de certera manera por el mismo Ivo Andric en su Crónica de Travnik, deteniéndose en la marea napoleónica -; volviendo de todos modos a las fechas importantes de las que había empezado a hablar, 1878 es esencial si se tiene en cuenta que se dan los acuerdos del congreso de Berlín y los estados serbio (ya en 1830 se había dado en tal lugar una autonomía que se acercaba cantidad a la independencia) y montenegrino son reconocidos por la diplomacia internacional; el imperio turco se va de Bosnia-Herzegovina, que queda bajo la administración austro-húngara. A partir de entonces la ideología unitarista yugoslava comienza a funcionar de varias maneras: algunos defendiendo el modelo de la unificación italiana de todos los pueblos subeslavos, mientras que otros juzgan más acertado organizar una relación federada o confederada entre los grupos mentados. Época, por otra parte, de surgimiento de partidos políticos que en aquel lugar se dejan llevar más por los sentimientos de pertenencia nacional que por cualquier otro baremo ideológico o político. Para entonces los nacionalismos serbio, croata y esloveno ya poseían una clara afirmación cultural, lingüística y folclórica, ya habían elaborado algún proyecto político, y dejaba de ser asunto de intelectuales para extenderse a amplios sectores populares… los nacionalismos macedonio y musulmán tienen un proceso más lento… y el caso albanés tiene sus particularidades (clara contraposición étnica con respecto a sus vecinos del norte, claras diferencias religiosas y culturales-lingüísticas, existencia de un estado albanés que, por otra parte, cobra creciente implantación en Kosovo… va a ser más leña para alimentar fuegos posteriores (es interesante en este orden de cosas los planteamientos “patrióticos” de Ísmail Kadaré que reivindica los mitos, la lengua albanesa como la primigenia, etc. de todos los demás grupos de aquel lugar).

En 1919, fundación de Yugoslavia. Téngase en cuenta que para entonces Serbia ya posee su propio estado, incluido además en el grupo de los ganadores de la gran guerra mientras que los demás se sitúan entre los perdedores, etc. Por ultimo, 1945 va a suponer al tiempo que el final de la segunda guerra mundial, la implantación del régimen comunista de Tito y la inauguración de una nueva Yugoslavia. Ya después… en lo que estamos.

Alguien, muchos, han hablado de esta explosión nacionalista como cosa del pasado… visión absolutamente progresista – de corte netamente kantiano – de la Humanidad en marcha triunfal hacia mejor… Mucho se ha hablado igualmente de limpiezas étnicas con una comprensión de la palabra “étnica” con claras connotaciones peyorativas ya presentes en el propio María Moliner… Sea como sea en el caso de la ex-Yugoslavia es acertada la metáfora de la piel de leopardo o del tejido de lunares, o igualmente la de las muñecas rusas, matrioskas, que guardan una dentro de la otra… metáforas que indudablemente tratan de dar cuenta de la complejidad del asunto frente a las visiones absolutamente claras y distintas(¡muy cartesianas ellas!) que tanto consuelan a los listos y a los menos listos, prensa y políticos en lugar destacado. Es decir, aquí no hay fronteras netamente trazadas, la confusión también alcanza a los planos ideológicos y teóricos… se ha de tener en cuenta además el ya aludido derrumbe del “socialismo”, con lo que esto supuso de quiebra del Estado y las demás instituciones. Así las cosas, en aquel momento se dio una perentoria necesidad de redefinición de un “nosotros” frente a un “ellos”(los primeros acosados y supeditados frente a los otros acosadores y supeditadores)… de ahí a las teorías del chivo expiatorio(no hace falta haber leído a René Girard) o de cabeza de turco(nunca mejor dicho) no hay más que un paso… que muchas veces no hacen más que ocultar ciertas luchas interburocráticas que lo que pretenden es conservar ciertas cotas de poder y de dominio, bajo el banderín de enganche de la madre patria.

Buscando las causas, algunas de ellas ya apuntadas, no cabe duda de que un papel esencial juega la caída del bloque socialista (real) y la coincidente, y profunda, crisis económica que se dio en los ochenta y que hizo que las desigualdades de trato, sumadas a las existentes entre Norte (industrial) y Sur (agrícola)… pusiera más caldo de cultivo para las rencillas. Ha de tenerse en cuenta igualmente como en la primera experiencia yugoslava (1919-1939) se creó un cierto miedo – bastante justificado, por cierto – de una aplastante hegemonía serbia. Ha de añadirse a esto la escabechina que supuso la guerra civil y nacional a principios de los cuarenta que enfrentó a las distintas nacionalidades cada una de ellas con sus alianzas o simpatías por ejemplo los ustachi croatas – más nazis que los propios germanos, etc. – y con la ayuda y bendición de los otros países vecinos(que lo mismo apoyaban que al día siguiente les dejaban en la estacada…). Así pues, a pesar de ciertas visiones simplificadoras se podría hablar en el caso que nos ocupa de un desarrollo de guerras en la guerra.

El aparato militar reposaba, de manera harto destacada en la época titista, en jefes serbios, quienes por otra parte a la primera de cambio optaron por el recurso al uso de la violencia para evitar la amenazante disgregación, haciendo gala de ello con el castigo indiscriminado de la población civil… sin querer hacer recaer en los serbios, la responsabilidad única y exclusiva de las tropelías cometidas, sí que es constatable que las malas formas y las llamadas a lanzarse a la guerra si llegará el caso, vienen de lejos en el ideario del nacionalismo de éstos. Van a surgir los disputas por la herencia verdadera de la auténtica Yugoslavia. Además si sí que es cierto que es Serbia quien desencadena las hostilidades bélicas abiertas, hay un exterior y un interior en los ataques y en las defensas que hacen los pillados en terreno hostil… al final las víctimas de verdad son los pobres ciudadanos, la población civil que es utilizada como carne de cañón, como víctimas propiciatorias, etc.

Fronteras fluctuantes, bolsas, islotes (cfr.: mapas étnicos y guerreros, 1948)… lucha encarnizada por lograr corredores hacia el mar y hacia otros países, ocupación de territorios…

Ciertas valoraciones como si decir etnia fuese decir raza, o como si decir nacionalismo fuese igual a decir violencia… Las supuestas limpiezas de todos modos más que cualquier otro tipo de esencialismo de razas elegidas u otras siniestras gaitas estaba encaminada a lograr la unidad y evitar la creciente heterogeneidad… que muerto Tito muchas veces se reivindicaba como señal de oposición al fenecido régimen que había tratado de silenciar esas voces que ahora gritaban airadas.

Por Iñaki Urdanibia.

Solamente con decir el nombre de quien fuese Nobel de Literatura 1961, se le asocia, obviamente con la literatura y más en concreto con sus novelas El puente sobre el Drina o Café Titanic [de ellas y de otras cosas con ellas relacionadas hablaré en el siguiente artículo], mas no se agota ahí la figura de Andric, ya que no se debe, ni puede obviar, su compromiso revolucionario o su carrera diplomática, representando tras la segunda guerra mundial a la recién estrenada Yugoslavia que le llevó a Berlín, Bucarest, Ginebra, París, Roma y Madrid, su estancia en esta última ciudad hizo que conociese las costumbres, el modo de vida y el arte hispanos. Prueba de esto último es el libro que acaba de publicar Acantilado, con un sentido de la oportunidad digno de encomio si en cuenta se tiene que se cumple el bicentenario del Museo del Prado, «Goya», que recoge dos textos del autor además de una treintena de reproducciones de obras del pintor aragonés. Los textos, luminosos, sirven bien para acercarnos al personaje, a su vida y a su obra.

El primero que lleva el nombre del pintor, Goya, se escribió en 1928 cuando se cumplían cien años de su fallecimiento. En el se rastrea en los claroscuros de la agitada existencia del aragonés. Andric sigue su pista desde su nacimiento en Fuentedetodos el 30 de marzo de 1746 hasta su fallecimiento en Burdeos a los ochenta y dos años. De Zaragoza , donde estaba instalado tras sus estudios, se hubo de trasladar a Madrid debido a que su franqueza y libertad de espíritu le convirtieron en posible presa de la Inquisición. Mujeriego, pendenciero y pícaro en sus años de estudiante, sumó a este modo de ser la observación de las clases populares, que tan fielmente fueron retratada en sus pinturas. Alguna reyerta en la capital del reino, en la que resultó herido de navaja, le empujaron a volver a Zaragoza. Se cuenta igualmente como en su estancia en Italia secuestró a una niña en un monasterio lo que hizo que la horca amenazase su vida, que sólo la salvó debido a la intervención de la embajada española. De vuelta a Madrid, ya en las alturas de la fama, recibió el encargo de realizar unos tapices decorativos en la Real Fábrica de Santa Bárbara. Contrajo matrimonio con Josefa con la que tendría siete hijos, de los cuales en la hora de su muerte solo quedaba uno. Su éxito fue en aumento a la par que sus ingresos, y su prestigio como retratista le hizo recibir encargos de la corte de Carlos III y de su sucesor Carlos IV y de su familia, lo que hizo que le llovieran los encargos de los duques y duquesas. Los amoríos con la duquesa de Alba, que le sirvió de modelo para sus majas vestida y desnuda; momentos en los que comenzó a ser asaltado por ciertos signos de deriva crepuscular, que sin ser un mal diagnosticado, él atribuía a la enfermedad de la razón, a esto se ha de añadir la creciente sordera que hizo que se viese obligado a abandonar su puesto en la Academia de San Fernando. Desde Sanlúcar de Barrameda, a donde le había llevado la duquesa, volvió a Madrid en donde continuó haciendo retratos para la corte, entre ellos el del todopoderoso Godoy.

No hay bien que por mal no venga, y así el aislamiento hizo que fuese asaltado por la inspiración en temas oscuros y de las gentes humildes, al tiempo que caracterizaba de manera caricaturesca la sociedad madrileña; de tal es estados de alma surgieron los CaprichosDisparates y Proverbios (pinturas que Andric asocia con los versos de Baudelaire: «Éste es el negro cuadro que un sueño nocturno / vi desplegarse ante mis ojos clarividentes»); la serie nombrada en primer lugar provocó una amplia polvareda al verse algunas personalidades retratadas, poniendo al acecho a las siempre celosas Iglesia e Inquisición, con el fin de frenar tal ambiente en su contra regaló las obras al rey con lo que frenó el golpe. Los males no vienen solos y así se produjo la invasión de Napoleón y Goya se convirtió en lo que se conocía como un afrancesado. De la crueldad bélica dejó algunos inolvidables lienzos, los Desastres de la guerra, a los que seguirían las escenas del Madrid del 2 y 3 de mayo o Los fusilamientos. Una vez rechazados los franceses, volvió al trono Fernando VII que perdonó a Goya su postura alegando su genialidad. Retirado en las afueras de la capital, en la que se denominaba la quinta del sordo, se entregó a su obra, con claros tintes de oposición a la guerra, expresando la locura de las personas destruyéndose entre ellas, y plasmando su oscura mirada en algunos lienzos de claros resabios nihilistas, en un dibujo de la época se veía en la mano de un esqueleto escapando de la tumba una nota en la que se leía Nada; destacables son en ese orden de cosas: ¿Por qué? o su posterior No se puede saber por qué… [El ensayista subraya las pinturas taurinas como muestra del amor que el pintor tenía con respecto a la fiesta de los toros, si bien podría argumentarse, hay dispares interpretaciones al respecto, que del mismo modo que las escenas guerreras no implican un espíritu belicista ni patriótico, como el mismo pintor aclaraba, las escenas taurinas tal vez puedan ser interpretadas del mismo modo, como espanto ante el maltrato que se ejercía sobre los astados]. Hundido en el abismo, y con el permiso del rey, se marchó a Francia instalándose en Burdeos, ciudad en donde rodeado del único hijo que le quedaba y de una prima lejana , se apagó su vida.

Al tiempo que sigue los avatares existenciales del pintor, Ivo Andric entrega atinados análisis de su quehacer, señalando que «Goya nos atrapa, nos aturde, nos sobrecoge y nos deja sin aliento. Y el visitante abandona el museo [se refiere obviamente el del Prado] para seguir recorriendo mundo y contemplando otras obras, pero jamás olvidará a Goya [quien] al realizar sus distintas series sobre las debilidades humanas, las pasiones y los vicios, no sólo elaboraba las líneas y las sombras, sino también la dimensión dramática de la profunda piedad, la ironía y la crítica feroz»

El segundo, escrito en 1936, se presenta bajo el título de Una conversación con Goya, que de hecho es un sabroso monólogo del pintor, al que Andric encuentra en las calles de Burdeos. Si el texto anterior no tiene desperdicio, a éste segundo no le sobra ni una línea ya que en la unión de ellas se expresa la visión que el pintor tenía del arte y de su función de una manera certera y brillante. Reflexiona en voz alta Goya sobre el papel del artista, indicando que en los retratos se expresa, o de debe expresar, la soledad y el cruce de pasiones tristes y alegres que atraviesa el ser del retratado, como si fuese un instante disecado, y añade que en algunos momentos se sintió tentado a añadir alguna anotación, a modo de título o complemento, a los dibujos, desistiendo de ello ya que la figura debía primar sobre el discurso – por decirlo en lyotardiano -, y ateniéndose a los consejos de su difunta tía que no cesaba al enseñar a su hija el oficio de tejer: «Aprieta, ¡aprieta más! ¡Sin miedo! ¡Aprieta más fuerte!», aplicando él en sus dibujos al destacar, condensando, aquellos aspectos que apretaba como si de hilos se tratara. Habiendo visto todo – dice – y no sorprendiéndose de nada en lo que hace a su observación de la naturaleza y de la sociedad, desde los de abajo a los de arriba, a los pobres y a los ricos, príncipes y ministros, a rebeldes, proscritos, prostitutas, y… a todos los pintó. Y sus sueños sobre la Mors, muerte, cuyo pensamiento y pintura le servían como exorcismo, como medio para alejar el miedo, y expone la impotencia de lo intelectual y lo espiritual ante las miserias del mundo, haciendo que «cada gran idea noble sea una intrusa esté condenada al sufrimiento. De ahí también la inevitable tristeza en el arte y el pesimismo en la ciencia», afirmaciones que surgían en sus años de oscuridad. Destacable resulta también las analogías sobre el carácter del arte y de sus creadores, como seres fuera de la ley, forajidos y sospechosos para el común de los mortales, al jugar el papel de verdaderos anti-Cristos, en una labor de zapa propia de fuerzas diabólicas, erigiendo sus creaciones en obras de verdaderos impostores que pretenden sustituir al mismísimo dios, viendo, en la infinitud, ciertos destellos, como las astillas de un gran árbol, más allá de la mirada común, traspasando el campo fenoménico para alcanzar y penetrar en los pagos del noumenos, que diría Kant.

Y luego la voz de Goya se apagó y por más que le buscó el narrador lo le halló, y utilizó todo lo que necesitaba: «un montón de hojas… un tintero negro y grande… y una pluma francesa negra…», para dar testimonio de las palabras del pintor.

Casi la mitad del libro( de la página 49 a la 91), que sigue a los textos de Ivo Andric, está dedicada a la reproducción cuidada de diferentes obras, treinta, del pintor, en una selección que da cuenta del amplio abanico de su quehacer.