Por Iñaki Urdanibia

«A través de los años y mutaciones, The Waste Land siguió siendo para mí un obelisco cubierto de signos, invulnerables ante los vaivenes del gusto y las vicisitudes del tiempo»

                            Octavio Paz, Fidelidad a la tradición

«El poeta moderno es, parece decirnos Eliot, un zahorí de todas esa energías e impulsos, el único capaz de devolverle: la fecundidad el mundo en decadencia»

                      Ernesto Hernández Busto, Un río subterráneo

El año pasado se cumplieron cien años de la publicación de una obra poética oscura y enigmática, The Waste Land /Tierra baldía, que hizo que el poeta pasase a convertirse en uno de los más destacados e innovadores poetas del siglo, pasando la obra también a adquirir el carácter de síntoma de una época y, a la vez, un clasico. De anno mirabilis de la historia literaria se ha hablado, ya que en tal fecha vieron la luz el Ulises de James Joyce, Trilce de César Vallejo y Anabase de Sr. John Perse, ola que era ampliada por José María Valverde al Tractatus logico-philosophicus de Wittgenstein, y alargaba, al año siguiente en que vieron la luz las Elegías de Duino y los Sonetos a Orfeo de Rainer Maria Rilke (Introducción a Poesías reunidas 1909-1962 de T.S.Eliot, Alianza Tres, 1978). Con ocasión de tal aniversario salieron al mercado un par de traducciones nuevas, que se sumaban a la veintena de versiones anteriores, superándolas lo que que hace que sean dignas de ser tenidas en cuenta: una, publicada por Olé Libros en traducción de Sanz Irles, y la otra, en edición de Viorica Patea, quien colaboró junto a María Teresa Gibert con la traductora Natalia Carbajosa, publicada por Cátedra en su colección de Letras universales. Ambas publicaciones son bilingües. No entraré en comparaciones, ya que en lo que hace a las versiones presentadas, ambas mantienen el listón de la dignidad y fidelidad muy alto, dicho lo cual es justo añadir que la versión presentada en Cátedra resulta apabullante como queda claro por las más de doscientas páginas de presentación, interpretación y fuentes que sirvieron de inspiración a Eliot, a las que se han de sumar unos apéndices, también bilingües, en los que se publican, además de algún texto del propio poeta, otros textos, de diferentes escritores, a los que se refiere, o alude, Eliot, en sus versos, que sirven para aclarar de manera luminosa el poema y sus claves interpretativas. Conste que lo dicho no resta valor, para nada, al Prólogo de Ernesto Hernández Busto y al Epílogo de José Antonio Montano que acompañan a la otra versión presentada por la Editorial Olé Libros.

Antes de entrar en harina, me parece necesario, o al menos conveniente, incluir unas anotaciones preliminares. 1) Escuché una vez al gran poeta y crítico Ángel Crespo, aconsejar: conoce la poesía, no conozcas al poeta, advertencia que no podía aplicársele a él, ya que era una persona de trato realmente cercano y afable. Si digo esto es debido a que Thomas Stearns Eliot (Saint Louis, Missouri-1888 -Londres, 1965) no era una persona de trato fácil, amén de que sus ideas resbalaban hacia la derecha y la tradición, no ocultando sus simpatías por las reaccionarias posturas del ultra francés Charles Maurras, lo que hace que surja, de inmediato, una pregunta: ¿se puede ser revolucionario e innovador en lo literario, y conservador en lo personal e ideológico?… Creo que no es necesario, al menos en esta ocasión, responder a la cuestión si bien parece que es claro que en el poeta se combinaban, sin asomo de duda, la unidad de ambos aspectos, sin mayores crujidos. 2) Es hábito afirmar que se expresa en el género poético lo que no resulta posible hacerlo en prosa, del mismo modo que se suele aseverar que las artes plásticas, al menos algunas de sus obras, se centran en la figura y no necesitan discurso explicativo… El poema que nos ocupa hizo, indicaciones de los editores imperando, que el propio poeta incluyese unas notas explicativas que daban cuenta del hilo conductor que en la lectura pudiera antojarse ausente, resultando así los diferentes poemas inconexos, como adosados y saltarines. Sea como sea, y a pesar de las diferentes excusas y explicaciones de Eliot, esas notas son una guía del lectura, del mismo modo que su colega James Joyce acompañó su obra con notas que explicaban diferentes vericuetos de su Ulises, libro al que por cierto Eliot dedicó un sagaz y elogioso comentario, Ulises, el orden y el mito, que puede verse en las páginas 338-347 de la edición de Cátedra.; «yo sostengo que este libro es la expresión más importante de nuestra era; es un libro con el que todos estamos en deuda, y del que nadie se puede desentender».

El trabajo de Ezra Pound, il miglior fabbro, el mejor artesano, en palabras de Eliot, expresión presente en la dedicatoria del libro, tomada del Purgatorio de Dante, fue de importancia a la hora de reducir el número de versos y cepillar no pocas cuestiones de estilo que resultaban, a su certero modo de ver, poco poéticas; redujo el material prácticamente a la mitad del borrador entregado por quien sería, Premio Nobel 1948 dejándolo en un total 434. El autor de los célebres Cánticos, se calificaba a sí mismo como la comadrona de la obra.

Esta se compone de cinco partes: El entierro de los muertos, Una partida de ajedrez, El sermón del fuego, Muerte por agua y La fábula del trueno, iniciándose con la célebre y enigmática afirmación de la crueldad del mes de abril y el abrigo del invierno: desde ese comienzo entramos en un desfile de personajes, muertos en vida o vivos en muerte, que viven sin barandilla, en el terreno de los valores y el espíritu; ese hueco coincide con lo terrible de los años vividos, la guerra y sus ruinas y cadáveres, Un mundo en declive, sin obviar los tonos spenglerianos, que van de la mano de los momentos depresivos que por entonces atravesaba el escritor. De una manera críptica levanta acta Eliot de la decadencia de Occidente, de su caída, con tonos de solemne réquiem, que también refleja la del poeta; así pues, a la fragmentación de la fuerza del mundo la acompaña la del sujeto. Respondía, no obstante, Eliot ante las interpretaciones políticas y/o ideológicas de su poema, que en realidad el tono pesimista y oscuro del poema simplemente eran un desahogo, lo que se reflejaba en el centro de gravedad puesto en la impotencia y esterilidad (reflejo de un matrimonio endeble, por no decir, fracasado). A las las fragmentaciones señaladas se contagia el carácter fragmentario de los versos y sus partes, que hace que sea pertinente hablar de collage, caleidoscopio, inter-textualidad que aúna muchas voces, con guiños a la caída del imperio austro-húngaro, los rusos que huyen de la revolución, los muertos de la contienda bélica, y unos sujetos, que como turistas solamente se detienen en lo aparente, ignorando lo esencial de lo vivido y observado, dándose el caso de alguno que vive el presente y recuerda, al igual, la participación en guerras pasadas de la antigüedad; no resulta abusivo emparentar la escritura del poema con los principios del cubismo en lo que hace a la yuxtaposición de fragmentos que pretenden dar cuenta de una totalidad, si bien en el caso de la pintura son las imágenes, las figuras, las que sirven de eje, mientras que en el poema es el discurso, las palabras y las historias narradas con ellas. La sequedad desértica de la tierra baldía, es el escenario del nihilismo rampante, Tal desesperanza de cara al futuro, en ese presente de desolación, va a empujar al poeta a buscar salidas, y éstas le van a ser dadas con los arquetipos proporcionados por la antropología, y por diferentes mitologías y sus expresiones literarias, sin obviar la presencia de las cartas del tarot; se convierte así el avanzar de los versos en una especie de aleatorio juego de la oca que hace que unas referencias y voces conduzcan a otras – confesadas por el propio Eliot: La rama dorada de Frazer, y los estudios sobre la búsqueda del Grial de Jessie L. Weston; en otro lugar dirá Eliot: «la etnología y La rama dorada han concurrido para hacer posible lo que ha sido imposible hasta no hace mucho. En lugar de un método narrativo, hoy podemos utilizar el método mítico. Creo seriamente que se trata de un avance para hacer el mundo moderno posible para el arte…» -. Continuando con la enumeración de referencias y alusiones, éstas van de textos bíblicos (diferentes profetas, el Ecclesiastés, san Pablo…), y personajes claves como Tiresias, Sibila, Cristo, Brahman… asomando igualmente san Agustín, los sermones de Buda, o leyendas de los Upanishad y otros textos del hinduismo, sin obviar las referencias literarias a Ovidio, Dante, Shakespeare, Chaucer, Bradley, Baudelaire, Verlaine, Wagner,… [en honor a la verdad y teniendo en cuenta que muchas de las referencias mentadas no son explicitadas por Eliot, para desvelar dichas referencias sirve el pormenorizado estudio preliminar que anteriormente he nombrado… informaciones tan útiles como para un cojo el bastón o las muletas]. La variedad enorme señalada hace que el poema se convierta en un poema que recurre a diferentes lenguas, amén del inglés, incursiones del alemán, del italiano, del sánscrito… provocado por el intento de Eliot de hallar las coincidencias y correspondencias de variedad de leyendas y mitologías, tratando de expresar «en una lengua una variedad infinita de lenguajes». Reflejo todo ello, como queda ya insinuado, de una conciencia fragmentada que no tiene otra salida que expresarse de igual manera saltarina hasta en lo sintáctico.

Y en medio del paisaje de la desolación y sus flagrantes carencias que se reflejan de manera muy concreta en lo referido a las relaciones sexuales, convertidas en mero mecanismo de desahogo, planea la esperanza del agua redentora y purificadora, anunciada por el trueno que pueda abrir las puertas a un futuro recompuesto y armónico… de paz; Shanti, shanti, shanti… y el propósito confesado en los versos finales del poema: «Con estos fragmentos apuntalaré mis ruinas», en la traducción presentada por Olé, de Sans Irles / «Esos fragmentos he apoyado contra mis ruinas», en la de Alianza de José María Valverde / «Esos fragmentos he reunido sobre mis ruinas» en la de Cátedra, de Viorica Patea… sutilezas exigentes de la labor de los traductores… Sea como sea, la esperanza de T.S. Eliot de servirse de todas los materiales referidos para hallar la revitalización y el rearme de la sociedad muerta, la resurrección que traiga la abundancia, la fertilidad a esa tierra baldía que nada produce y a sus habitantes que perdidos y hastiados – el pecado más “infame” tanto para Eliot como para Baudelaire – permanecen en el limbo de la modernidad.