Enrique Vila-Matas retratado en la exposici—n evolutiva de Daniel Mordzinski realizada durante el Festival de literatura de viaje, LEV, en Matosinhos, Portugal.

 

Por Iñaki Urdanibia.

Hablaba Alfonso Sastre de “ensayelas” para referirse al mestizaje entre novela y ensayo: el escritor catalán es paradigma de tal quehacer.

Es obvio que no basta con el uso atinado del humor, con ser ocurrente u original en la invención de historias, para afirmar que quien esté en posesión de tales virtudes a la hora de escribir es un gran escritos; las características nombradas no son per se garantía de validez; se ha de sumar a lo anterior el uso debido de la capacidad de narrar. En el caso de Enrique Vila Matas se dan todas las características nombradas en un destacado nivel.

Es obvio que Enrique Vila Matas no está aquejado por los síndromes literarios que diagnostica con tanto tino (Bartebly, Montano o Pasavento), casi podría decirse que, al contrario, está en las antípodas de dejar de escribir, de desaparecer borrándose, ya que él continúa empeñado en completar su diseminado manual de literatura portátil, que teniendo en cuenta las dimensiones que van tomando sus sucesivas entregas, no es fácil de portar (que sí de soportar). Seguro que no es la primera ve que lo digo, tendría que mirarlo, que abrir un libro del catalán es como abrir una matrioska, en cuyo interior va otra, y así sucesivamente, del mismo modo – sirva la analogía – que «El gabinete de un aficionado» de Perec, en el que un cuadro se repite en cuadros más pequeños en el interior del primero y así sucesivamente, cambiando en algunos aspectos cada uno de las réplicas, llevándonos al terreno del mismo y lo otro, de la identidad y la diferencia.

En la presente exploración del continente literario, «Mac y su contratiempo» (Seix Barral, 2017), el barcelonés entrega un surtido muestrario de escrituras, novelas en la novela, relatos que se encabalgan y en los que, como en él es hábito, se entreveran el género de ficción con el ensayismo, sin obviar el registro autobiográfico, en el que su yo es otro o varios otros como si ante un hombre-orquesta estuviésemos. Lo dicho no ha de conducir a pensar que el autor se pierda por los pagos del territorio visitado que transita con brillo y con dominio …del mismo modo que no llevará a los lectores a perderse en las historias, y, en posible consecuencia, a perder lectores abrumados por el embrollo laberíntico que les plantea; al menos servidor se siente como atrapado por la capacidad hipnótica del escritor catalán y sus atractivas incursiones.

Decía el poeta lisboeta Fernando Pessoa que el poeta e un fingidor, y ciertamente en esta ocasión el barcelonés cumple con creces lo afirmado, ya que parte de la posición de un señor, Mac, entrado ya en años que pretende escribir una novela que se convierta en póstuma, arriesgándose a fracasar si la muerte le llega antes de culminar su obra; para llevar a cabo su tarea se basa en la novela de un vecino de su barrio barcelonés, el Coyote, que es un lugar real al tiempo que es un lugar fingido, el lugar desde el que el escritor, hombre en paro, inicia su corrección de la novela del otro escritor,, con el que se cruza al vivir en el mismo barrio y con el que, casualidades de la vida, llega a coincidir en una librería frecuentada por ambos; Abel Sánchez, Walter y su contratiempo. Mac se pone a la tarea, como lleva haciéndolo el propio Vila Matas desde sus inicios en el campo de la escritura, y comienza a elaborar un diario en el que apunta sus encuentros y vicisitudes cotidianas, al mismo tiempos que empiezan a asomar referencias acerca de las narraciones orales y las de ciertos maestros del campo del relato (Barnes, Borges, Carver, Malamud, Poe, Chesterton , entre otros, y el filósofo Kierkegaard), suponiendo este último el trampolín que le da pie para indagar sobre la repetición y la posibilidad de hallar una voz supuestamente propia, y la imposibilidad de lograrlo en el sentido de que no existe el grado cero de la escritura, sino que se es heredero de la historia pasada, de otras escrituras e historias. La obra deriva de este modo en unas escenas en las que nos hallamos ante una serie de variopintos personajes con los que se encuentra Mac, en un juego de azares que van conduciendo su escritura, en unos reflejos especulares en los que la simulación y las máscaras se turnan en el seno de un ser ventrílocuo que es una voz, que al tiempo es muchas voces; las historias avanzan del mismo modo que una manzana se desliza pendiente abajo, saltando y modificándose ante lo irregular del terreno. La obra se abre así en. Lúcida y lucida, crisálida plasmando, con brillo y humor, un entreverado de relatos, copias, apuntes personales, haciendo que las coincidencias entre la re-elaboración de lo ya escrito, algunas coincidencias en lo que hace a su vida familiar, y las nuevas formas en que Mac trata de corregir / recrear la obra, digamos que, toma como modelo.

Si Mac es un escritor en su fase inicial, y un lector compulsivo, éste sirve como reflejo de la propia construcción del oficio de escribir del propio Enrique Vila Matas, y su concepción de la historia de la literatura y su experiencia lectora, bulímica, que a la vez de entregarnos unas sugerentes historias y reflexiones, desvela su propia trayectoria como creador que muestra su inagotable creatividad y su capacidad de ofrecer sus lecturas, destiladas en finos análisis y guiños…que nos invitan a penetrar en diferentes autores y en la propia trayectoria del escritor catalán.

Puede considerarse, una vez más, si bien esta vez me atrevería a decir que de una manera más lograda todavía, que la creatividad, la imaginación, y las lecciones con la ligereza propias de unas coloridas mariposas revoloteando en ese continente que es la vida y la obra de ese ser cuya existencia es la literatura y su propio oficio de escribir, dando la impresión de que la actividad del escritor es una aventura continua en la que se desenvuelve con una habilidad y una capacidad de aprehender al lector difícilmente igualable; y es que el universo de Enrique Vila Matas es el poliédrico y amplio mundo de la literatura, de lo cual da muestra cabal en esta última entrega, que quizá – reitero – sea la más, o una de las más, logradas de su ya extensa obra.

Decía el otro que todo gran escritor no hace sino escribir siempre sobre los mismo. Afortunadamente, por lo que parece, Enrique Vila Matas no se acaba nunca y sigue en su línea de enseñar deleitando, al tiempo que fomenta con su quehacer el placer de la lectura, suministrando al tiempo numerosas pistas por las que continuar leyendo y disfrutando.