Category: JULIO VERNE


Por Iñaki Urdanibia

En esta segunda entrega se enfoca su obra, con especial atención a « La isla misteriosa».

III

Obra

«Julio Verne ha escrito la Odisea o el Ulises de Joyce en ochenta días u ochenta volúmenes. Cada viaje es un trozo del ciclo homérico, el despliegue de de una hora de Dublín. El modelo griego es entregado para un mar interior y un saber finito. Verne lo extiende al mundo cerrado del siglo XIX, en donde van a acabarse la totalidad de los encuentros posibles, por viajeros y geógrafos, de la enciclopedia cientista , optimista en un inicio saint-simoniano y utópico, vacilante e inquieto en un fin nietzscheano»

(Michel Serres)

No es cuestión de enumerar sus numerosas obras, y menos resumirlas lo que sería un trabajo ímprobo amén de fuera de lugar, referencias que cualquier puede buscar en diferentes lugares, sino que mi pretensión es detenerme al menos someramente en algunas constantes presentes en sus novelas que es necesario tener en cuenta para marcar el carácter de su escritura ya que resultan realmente significativas.

La exploración de la Tierra, los descubrimientos de nuevos lugares, de otros pueblos, con el propósito claro de intentar inmortalizar los avances del progreso que auguraban nuevas promesas y visiones de cara al futuro, ahí reside el empeño de Verne, siempre subrayando que: «me atendré siempre lo máximo posible dentro los límites de lo geográfico y de lo científico». Ha de señalarse, no obstante, que frente a las interpretaciones que hacen de él un positivista de tomo y lomo, en consonancia con los tiempos que le tocaron vivir, más ceñido al espíritu del escritor es la combinación de una fe fuerte en la ciencia a la que añadía una mirada escéptica, al prever -como ya he dejado indicado-los peligros que la aplicación de ésta sin ningún tipo de cortapisas (de ciencia con conciencia hablaba Edgar Morin), podría abocar a la humanidad al desastre.

Me limitaré a señalar, siguiendo el orden alfabético, algunas cuestiones esenciales que atraviesan su obra:

Aventura: No cabe duda de que en los libros del escritor hay aventuras a tutiplén, mas más allá de las aventuras concretas lo que está en juego es la aventura humana, sus inventos y creaciones que hacen que la humanidad avance y que el progreso vaya impulsando la marcha hacia mejor (siempre con el pero ya señalado y reiterado de los riesgos que acompañan a éste progreso incontrolado). Así pues, no parece de recibo reducir la obra de Verne a mera literatura de aventuras y evasión, ya que tras las aventuras reales se ocultan otros aspectos de mayor hondura. Siempre en decididos intentos por explorar distintos abismos ( del griego a – bussos, lo que es sin fondo).

Ciencia: Ya he comentado que junto a sus iniciales fervores hacia la ciencia como medio para lograr grandes ventajas, todas, al género humano, el escritor se fue deslizando hacia posturas más tibias y matizadas, hasta convertir su fe inicial en un grito de alerta ante la quiebra del mejor de los mundos. Está fuera de toda duda de que Verne estaba al corriente del estado de la ciencia en su tiempo, alimentado por sus consultas de diferentes publicaciones y las consultas a expertos de diferentes ramas del saber. A partir de 1886 se observa una fractura entre el optimismo anterior y el pesimismo que le sucedió, teñido de tonalidades negras y una puesta en cuestión de la fe en el progreso y de la ideología de la que procede, que bien mirado avanza por medio de la guerra… exclama uno de sus personajes del viaje en globo: «a fuerza de inventar máquinas, los hombres acabarán por devorarse a sí mismos», llegando a subrayar que el progreso y las técnicas son portadoras de muerte y de numerosos interrogantes acerca de la ciudad ideal. Verne constatando el permanente balanceo entre Prometeo y Frankenstein, en un retrato de efectos de realidad enraizados en la ciencia que muestran al mismo tiempo su puesta en solfa.

Héroes: Alguien que se mueve al unísono de las ideas recibidas y del consiguiente pensamiento dominante no parece que tenga madera de héroe; menos, si cabe, en el caso de los protagonistas vernianos. Son precisamente quienes se salen del adentro del tejido social, con el fin de buscar afuera lo que consideran extraño pero posible de ser hallado, camino por el que han caminado héroes o líderes de distinto pelaje (los héroes mitológicos, los personajes místicos, o los literarios) [Resulta de interés en este orden de cosas las ideas analizadas, casi fundadas, por los Bataille, Deleuze, Foucault en torno a los límites de la transgresión…]. Basta nombrar a Fileas Fogg, Nemo, Cyrus Smith o Miguel Strogoff para ver que no son gentes corrientes, normales sino que destacan o desentonan con respecto a sus conciudadanos como si estuviesen hechos de otra pasta: el primero se aventura por una apuesta, el segundo a causa de una rebeldía liberadora que le empuja a dar muestras de misantropía vengadora, el tercero arrojado por un azar, y el último de los nombrados por un impulso patriótico; se da, no obstante, una singularidad en la presentación de sus héroes que van desde los grandes de tipo Nemo, cuya bandera es negra como buen hombre de Saturno), a los sabios como Cyrus Smith a otros que más se asemejan a héroes-payasos que subrayase Foucault en referencia a los sabios o científicos en presencia; no responde precisamente el último nombrado, Smith, al retrato realizado por Foucault al referirse a los héroes vernianos que no participan en la aventura sino que influyen, para bien o para mal, desde fuera.

Iniciación: En todo viaje, éste cambia al viajero, más si en el transcurso del periplo surgen las dificultades y las pruebas que siguiendo una lógica constatada hace que lo que no nos mata nos fortalece que dijese el autor de Más allá del bien y del mal. Lo anterior puede constatarse de manera colectiva en la experiencia de los náufragos de La isla misteriosa que se ven obligados a partir de cero e ir buscando soluciones a los problemas que les surgen sobre la marcha. La presencia de ese aspecto en sus obras llevaron a algunos a señalar a Julio Verne como miembro de la franc-masonería; cosa absolutamente falsa.

Islas : En la geografía verniana, éstas juegan un papel importante, junto a los volcanes presentes en numerosas ocasiones. Las islas han jugado un papel destacado en la literatura utópica y en otras manifestaciones como algunas corrientes sagradas, por no nombrar a algunas comunidades de mujeres (Lesbos)… La Utopía de Moro era una isla, La ciudad del sol de Campanella estaba igualmente situada en una isla,… La isla como lugar alejado de los hábitos de las sociedades al uso, lugar separado del dominio y las normas que rigen en lo común (decía Deleuze que «soñar en islas, es soñar que se separa, que se está solo y perdido, es decir que se nace de nuevo – o bien es soñar que se parte de cero, que se recrea, que se recomienza»). Lugar privilegiado ya que en ella se pueden comenzar experimentos sin los corsés propios de las imposiciones gregarias. Ya desde antiguo las islas han tenido una gran presencia en los relatos de la humanidad: así en los viajes de Ulises, ha solido hablarse igualmente de la isla del Diablo como lugar de placeres y desfases, o las islas de los Bienaventurados en las que reinaba Apolo, la isla Verde en el imaginario celta; según algunas corrientes musulmanas el paraíso se halla en una isla (Ceylan), o la Tula griega, del mismo modo que se ven islas en diferentes leyendas de India, Camboya, o en otras corrientes religiosas: Monsalvat del Graal o la Neak Pean de los jemeres rojos… metáforas de paz y sosiego, lo que hace que sean consideradas lugares óptimos para la ubicación de santuarios, centros sagrados, etc. En la literatura, no solo en la de Verne, como vengo diciendo, aparecen numerosas islas (del tesoro, de la felicidad, de los esclavos, afortunadas, de Pascua), además de algunas ya nombradas ahí esta el relato de Saramago: El cuento de la isla desconocida, o las incursiones insulares de Marivaux y los esclavos, Archambault y su isla luminosa, o a los ensayos sobre la insularidad, además de las referencias ya nombradas de Deleuze y Foucault, de Trabelsi, Daniel Reig, etc.; «la isla es para Julio Verne el símbolo de la independencia, la única posibilidad de realizarla completamente, lejos de gobiernos corrompidos y de las leyes mal hechas» (Ghislain de Diesbach).

Mar: Ya ha quedado señalada la afición temprana del escritor por el mar, como símbolo de libertad, de horizontes abiertos, no cansándose nunca de sentir lástima de no haber cumplido su vocación de marino; en el Rayo verde pone en boca del protagonista una frase que bien podía ser atribuida a él mismo: «La mar, es una criatura viva, cuyo corazón batiría en la línea ecuatorial […] De todos los relatos de viaje, prefiero los que han tenido como objetivo el descubrimiento de mares lejanos… ¡Que hay más hermoso en la historia de la humanidad que esos descubrimientos!…».

Mitos :Nombrados o sin nombrar algunas figuras mitológicas dejan notar su sombra alargada en el espíritu de los viajes vernianos: desde quien entregase el fuego a los humanos, Prometeo (adorado por el romanticismo y celebrado también por Marx y otros defensores de la emancipación humana), a los relacionados con él, el herrero Hefestos (véanse las páginas de La isla misteriosa en el que el autor se explaya en el método a la catalana en la producción del hierro, con referencia a Tubal Cain), convertido en la mitología romana en Vulcano, sin olvidar a Plutón… personajes que abren las puertas a las posteriores variaciones de la acción humana , al homo faber, al homo viator, et., desde los comienzos cazadores y recolectores, a la fabricación de diferentes utensilios y herramientas … Ícaro, Fausto también dejan adivinar la influencia en la odisea de la humanidad explorada o re-producida por Verne. No resulta abusivo el detectar en La isla misteriosa la proximidad del ingeniero Smih con Hermes, como mensajero que une a los dioses con los hombres, dotándole igualmente de algunos de los poderes de un Titán, y la boca abierta del volcán como lugar de acceso al taller de Hefesto (donde residen las forjas del Vulcano de los romanos). Y en su obra, una tríada dominante: Prometeo, Fausto y Hefesto , como representantes de la ciencia, el poder y la técnica… y la disposición permanente de los humanos en pos de rebasar los límites .

Profeta: En torno a la figura del escritor se han alzado diferentes leyendas que le han convertido, o han tratado de convertirlo, en ser misterioso, dotados de diferentes dones visionarios y hasta proféticos. Cierto es que algunas propuestas expuestas por la amplia imaginación del escritor, le hicieron narrar viajes y vehículos que nunca se habían hecho (algunos se llevarían a cabo más adelante) y que en el estado de los avances técnicos de la época eran imposibles y hasta inverosímiles; dicho esto, lo más probo parece subrayar, como queda dicho, que Verne era un hombre de su tiempo y que muchas de las cuestiones expuestas en sus obras respondían, con sus más y sus menos, al estado de la ciencia y las técnicas de su época.

Utopía: En el centro de la concepción de sus obras se respira el valor que se concedía al hecho transformador a través del trabajo: modificar la naturaleza, extraer de ella lo que pudiese beneficiar al ser humano, y con tal base – que Verne había bebido de las fuentes saint-simonianas (más que en las de otros de los socialistas denominados utópicos como Owen, Fourier o Cabet), en especial – preveía sociedades diferentes a las vigentes: sociedades basadas en el trabajo y en la colaboración, que acabarían siendo el reverso, en positivo, de las sociedades en vigor, que dejaban ver sus carencias y defectos. Estos intentos de poner en pie sociedades distintas pueden verse en diferentes obras y geografías vernianas, y muy en concreto en la isla Lincoln y en la posterior comunidad que establecen una vez salvados y llevados al continente.

Viajes: Las historias vernianas son movimiento continuo, movimientos físicos, desplazamientos geográficos, que suponen cambios de lugar, lo cual no debe hacer olvidar que los viajes – como queda ya señalado en la entrada Iniciación – son igualmente viajes interiores de los propios protagonistas, avatares que les modifican haciéndoles conocerse a sí mismos en situaciones al límite, en unas condiciones extraordinarias con respecto a las cotidianas, en las que no hubiesen experimentado mayores cambios ni transformaciones..

IV

La isla misteriosa (1874)

« …novela casi perfecta, donde el hombre-niño reinventa el mundo , lo llena, lo cerca, se encierra dentro de él y corona este esfuerzo enciclopédico con la postura burguesa de la apropiación: pantuflas, pipas y un rincón del hogar, mientras afuera la tormenta, es decir el infinito, se enfurece inútilmente»

(Roland Barthes)

«Hay una isla en el mar – no lejos de las islas Bienaventuradas de Zaratustra- en la que un volcán echa humo permanentemente. El pueblo y sobre todo las ancianas dicen de esta isla que esta situada como una roca ante la puerta del infierno: pero la vía estrecha que desciende a esta puerta atraviesa ella misma el volcán»

(NietzscheAsí hablaba Zaratustra, p. 129)

«El otro extremo conducía a la ominosa trampilla abierta con el aire frío brotando de abismos inimaginables»

(H.P. LovrecraftEl abismo en el tiempo)

« …es una parábola que pone de relieve el proceso de progresión del hombre sobre la naturaleza. Esta isla es un microcosmos, una recapitulación simbólica de todos los recursos animales, vegetales y minerales del globo[…] y es la ciencia de los colonos la que va a permitir explotar esos recursos…»

(Jean Chesneaux)

Las aventuras de Robinson Crusoe de Daniel Defoe, fue una obra que sedujo al joven Verne, si bien más le atrajo el Robinson suizo de J.D. Wyss; si en el primero de los libros, Robinson queda solo en la isla (eso sí necesitará más tarde a Viernes, y si no que se lo pregunten a Marx y a Engels quienes incidieron en este, entre otros aspectos, además de la necesidad de reparar en que el solitario se pudo servir de todos los materiales que había salvado del barco (dice Deleuze: «Robinson ha funcionado en la recomposición de la vida burguesa a partir de un Capital. Todo ha sido sacado del barco, nada ha sido inventado, todo es aplicado con esfuerzo en la isla»); en el segundo caso, Robinson, el suizo, acaba en la isla con toda su familia. Sin duda la atracción por el segundo venía provocada por la convicción de que el hombre es un ser social que en soledad no puede vivir, o en caso de tener que hacerlo acabará enfermo o sumido en la locura, o ambas cosas a la vez. La necesidad de un nosotros sin el que – en la visión de Verne – no somos nada; uno de los personajes de Los hijos del capitán Grant afirma: «el hombre está hecho para la sociedad, no para el aislamiento. La soledad no puede engendrar más que desesperación»… como se ve en la novela en los casos de Ayron, arrastrado a los bordes de la animalidad o Nemo enloquecido – según propia confesión -: «muero por haber creído que se podía vivir solo». Tránsito de la justificación del individualismo burgués de Defoe a la ascensión de la burguesía en pleno desarrollo industrial y la sintonía con el universo del progreso de la burguesía … (y un buque como un mundo completo, como se ejemplificará en el Nautilus); « el barco es un pedazo flotante de espacio, un lugar sin lugar, que vive por sí mismo, que está cerrado sobre sí y entregado al mismo tiempo al infinito del mar y que… […] va a las colonias a buscar lo más preciado que ellas guardan en sus jardínes, se comprenderá por qué al barco ha sido para nuestra civilización, desde el siglo XVI hasta nuestros días, a la vez no sólo, por supuesto, el mayor instrumento de desarrollo económico, sino la mayor reserva de imaginación…», afirma Foucault; en ese empeño por recorrer el universo, explorarlo, inventariar sus recursos, hallar tierras fértiles inexploradas la cartografía ocupaba un papel esencial, como dice Jean Chesneaux: «la cartografía es el actor por excelencia de la toma de posesión del mundo natural por el hombre; es el mapa el que refuerza el poder del hombres sobre el universo… no es la realidad, sino una representación de ella». Con respecto a dicho emblemático submarino, señala Barthes que responde al impulso de la burguesía de la época por dominarlo todo, y de acumular los objetos provenientes de la empresa de apropiación en un espacio finto, y es ahí en donde Barthes opone la embarcación de Nemo – encierro, vivienda, con todo tipo de objetos, libros, etc – al Barco ebrio rimbaudiano, ese sí dispuesto a la exploración; idea coincidente, en parte, por las palabras de Foucault quien hablando de utopías y heterotopías, afirma que «el barco es un pedazo flotante de espacio, un lugar sin lugar, que vive por sí mismo, que está cerrado sobre sí y entregado al mismo tiempos al infinito del mar y que, de puerto en puerto, de juerga en juerga… […] el barco va a las colonia y ha sido el mayor instrumento de desarrollo económico… El navío es la heterotopía por excelencia»; y puestos a transcribiré las definiciones que el autor de Vigilar y castigar propone: «las utopías son los emplazamientos que mantienen con el espacio real de la sociedad una relación general de analogía directa o inversa. Se trata de la misma sociedad perfeccionada o del reverso de la sociedad, pero de cualquier manera estas utopías son espacios fundamental y esencialmente irreales […] Igualmente, y esto ocurre probablemente en cualquier cultura, en cualquier civilización, hay lugares efectivos, lugares diseñados en la misma institución de la sociedad, que son una especie de contraemplazamiento, una especie de utopías efectivamente realizadas en las que los emplazamientos reales, todos los demás emplazamientos reales que es posible encontrar en el interior de la cultura, están a la vez representados, impugnados e invertidos, son una especie de lugares que están fuera de todos los lugares, aunque, sin embargo, resulten efectivamente localizables. Ya que son absolutamente distintos a todos los demás emplazamientos que ellos reflejan y de los que hablan, llamaré a estos lugares, en oposición a las utopías, heterotopías… el barco es la heterotopía por excelencia».

Tras anunciar a Hetzel la intención de hacer una recreación del mito de Robinson, el editor no se muestra partidario de que Verne se dedique a tal trabajo, echando pestes ante la ocurrencia… éste le contesta, para convencerle: no se preocupe, estoy estudiando química, el aval de la ciencia parece apaciguar al inflexible editor que cede y acepta la entrega de Verne.

Son los años de la guerra de Secesión y varios prisioneros de los sudistas logran escapar en globo. Los viajeros son un ingeniero, Cyrus Smith (tal nombre significa en inglés herrero), un periodista, Herald Gedeón Spiller, un aguerrido marinero, Pencroff, y su ahijado, Harbert Brown, un sirviente negro, Nab o Nabucodonosor, y… el perro Top (luego se uniría a la peña el gorila Jup). Su viaje se ve perturbado por un terrible vendaval que hace que los viajeros se deshagan de todo el lastre que carga el globo, hasta de sus mismos enseres, con el fin de tratar de reflotar el globo. Al final acaban siendo náufragos del aire, como son calificados por el autor de la novela. Desaparecido inicialmente el ingeniero al final acaba siendo encontrado milagrosamente ya que a pesar de haber caído en el agua es hallado, por su fiel can, en un refugio seguro, surgiendo la duda de cómo habrá llegado hasta aquel lugar, refugio. La suerte de todos modos parece acompañarles, ya que de haber caído en el mar habrían resultado tragados por éste; también les acompaña la suerte en la medida de que la isla es rica en diferentes materias: minerales, flora y fauna de una diversidad pasmosa… aunque cierto es también que al ser volcánica la amenaza del fracaso siempre está presente como posibilidad.

Dudan de si han caído en una isla o en tierra continental, y si ha sido en la primera, en qué clase de isla: aislada o cerca de algún continente, si fuese en la segunda no habría mayores problemas. Todo da por pensar que la isla, a la que bautizan Lincoln, del mismo modo que irán bautizando los diferentes rincones y lugares de la isla en la medida en que vayan explorándolos y haciéndolos suyos (isla que según los cálculos del ingeniero, está ubicada a unos dos mil novecientos kilómetros de Nueva Zelanda, flanqueada de otro islote, hacia el interior se alzaba una meseta coronada por dos picos cónicos, de un volcán que las nieves eternas ocultaban… y unas masas graníticas en las que instalarán su hogar-fortaleza); nombrar es dominar, adueñándose de los lugares en pos de la brújula del progreso burgués ; la isla, como digo, no parece estar habitada, y va a ser a través del trabajo, dirigidos por los amplios conocimientos de física y química, y de todo lo demás, que posee el ingeniero, que sus necesidades comienzan a ser cubiertas en todas las esferas de su vida, lo que hace que los componentes de aquella comunidad vayan convirtiéndose en diferentes profesiones: cazadores, recolectores, fogoneros, herreros, leñadores, constructores, dedicados a la cría de animales y la consiguiente condición de ganaderos, canalizadores, exploradores, electricistas, constructores de barcos… Smith resulta ser un nuevo Dédalo que es prolongación de su antecesor griego; resultan así las andanzas de los náufragos del aire, un recorrido de la historia de la humanidad, desde el neolítico a la revolución industrial…repitiéndose las edades de bronce, de hierro, convertidos en distintos periodos: el metalúrgico, el constructor, el eléctrico, etc. (véanse en especial los capítulos X y XI). Smith reflexiona y propone, más bien ordena, y los demás se disponen a llevar a cabo las propuestas del ingeniero que es completado a veces por el joven Harbert que en su admiración por Smith se va a convertir en su alumno y en su iniciado en diferentes ramas del saber, del que por cierto el muchacho no es que estuviese a falta. A lo largo de la creación de una verdadera sociedad industrial, que va resultando cada vez más autosuficiente, se dan algunas circunstancias que hacen pensar en la presencia de algún ser con poderes, llegan a pensar en contra de sus creencias, o no creencias, en alguna fuerza sobrenatural y benévola que vela por ellos, ya que siempre les ayuda en los momentos más problemáticos (a las circunstancias de la salvación del ingeniero, ha de sumarse la salvación del perro de las aguas en lucha desigual con algún animal marino, el marinero halla en su comida un bala, lo que hace pensar en la presencia de humanos en la isla, cuando su refugio – a modo de fortaleza granítica – ha quedado invadida por los monos, y el acceso resulta imposible, una mano misteriosa les facilita la escalinata, ante el riesgo de muerte del muchacho aparece misteriosamente, y en el lugar preciso, un fármaco ideal para el caso, con ocasión del desembarco de unos piratas, el barco es echado a pique de una manera misteriosa, algunos de los maleantes supervivientes son frenados por muertes inexplicables, …); no cabe duda de que como subraya Serres en Verne el azar juega un papel esencial: «se va a caer en una isla: arrojado al mundo. Accidente de nacimiento: librarse de un canal de lava, agarrase a un globo que va a la deriva total y que parece rechazar a sus viajeros, resultar salvados de las aguas amnióticas…»; a lo que cabría añadir la amplitud de materias que posee aquella solitaria isla; planea, no obstante, en estos seres apartados del mundo y de la historia, un permanente sentimiento de nostalgia con respecto a su patria, y acerca del desarrollo de los acontecimientos, en este caso bélicos, que en ella se estarán desarrollando, y aun no poseyendo calendarios se guían por celebraciones relacionadas con fiestas religiosas y conmemoraciones patrióticas; con respecto a la fe en los recursos naturales, no hay lugar para la menor duda: «nada que temer. Mientras que la Tierra esté habitada, dará satisfacción a las necesidades de los habitantes. Estos nunca carecerán de luz ni de calor, como tampoco de las producciones de los reinos vegetal, mineral y animal. …» (hasta llegar a proponer como hipótesis el fin de la tierra por el enfriamiento…). Las continuas exploraciones, dignas de la elaboración de un preciso catastro (nombrar es dominar, y de ahí los sucesivos bautizos… en un momento, el periodista pregunta precisamente, a ver si no van a poner nombre al arroyo, no dejemos incompleta nuestra geografía), no evitan en tal tarea los comportamientos osados al penetrar en la boca del volcán, ya que para subir no les queda otra que bajar al interior de la tierra, allí por donde se puede acceder a su centro, al fuego y al eje en la que se sustenta, y del mismo modo que el volcán de la isla Lincoln explota, la isla del tesoro del maestro Antifer es arrasada por las aguas… «…se inclinó sobre el orificio… Era ahora un agujero silencioso. Parecía que fuera la boca de un volcán extinto».

En la novela llama la atención la ausencia de mujeres (cosa bastante habitual en las novelas del autor, que fue considerado como un misógino de tamaño XXL), a no ser en algunas ensoñaciones – lo cual hace que se vea que la continuidad en la isla no esté asegurada -, en cambio se da la presencia de personajes de anteriores novelas: así en sus viajes de exploración, en el Buenaventura, a la isla Tabor, tras hallar un indicativo mensaje en una botella , encuentran en ella a a un ser cercano al estado de salvajismo (la soledad le ha hecho no sólo cambiar de aspecto sino a que ha llegado a perder el lenguaje articulado),, Ayron, que había traicionado a los hijos del capitán Grandt y que debido a ello fue condenado a permanecer solo en aquella isla, Tabor, hasta que se considerase pagado su pecado que es cuando vendrían a buscarle, el condenado, consumido por la culpabilidad, tras algunos vaivenes y desconfianzas con respecto a él, se suma al grupo en las labores de construcción, jugando un papel de gran ayuda como los demás; también aparece allá sumergido el capitán Nemo (nadie en latín sin olvidar el viaje de Ulises) y su mítico Nautilus, de Veinte mil leguas de viaje submarino, que acaba viéndose que es él la mano providencial que ha socorrido a los náufragos en los momentos de peligro, además de hacerles un don de importancia… Las discusiones acerca del personaje que enfrentaron a Hetzel y a Verne, que mosqueaba a este último hasta el punto de decirle a su editor «me lo ha cambiado de tal modo que ni yo, su creador, lo reconozco». Aquí, en reaparición Verne presenta a Nemo como un patriarca universal dispuesto a hacer el bien y a ayudar a todos quienes sufren situaciones de opresión, sosteniendo todas las luchas de liberación… Allá en el inmóvil Nautilus, cuyo lema era precisamente Mobilis in mobile, como Prometeo encadenado acaba sus días Nemo, a hacer compañía a Orfeo. Mientras el volcán enfurecido arrasa toda la isla y todo el fruto del trabajo de los colonos… pura aplicación del principio de entropía (de moral del fracaso ha hablado alguien), que conlleva la condena de volver a empezar…esta vez en otro lugar como impenitentes Sísifos.

Dejaré de lado algunas interpretaciones psicoanalíticas que también las ha habido sobre la lucha entre el masculino mar y la femenina tierra, o las erupciones volcánicas como espejo de las crisis histéricas o el paisaje insular como regreso a la madre, y las numerosas cavernas (cas-Verne?, vacila Jacques Pezeu-Massabuau) y otras cavidades que se dan en la narrativa verniana como vueltas al estado embrionario, etc., etc., etc.

No destriparé más la historia, que bastante lo he hecho ya, más sí quisiera subrayar, aunque cualquiera que se acerque al libro lo constatará desde el principio que la confianza en la ciencia (encarnada por el ingeniero) es absoluta, a través de ella viene la salvación al ofrecer soluciones a todos los problemas que van saliendo al paso; puede constatarse igualmente como esta fe en la ciencia, como elemento fundamental del progreso, va unida a una valoración positiva de la colonización («haremos de esta isla una pequeña América. Edificaremos en ella ciudades , tenderemos ferrocarriles, instalaremos el telégrafo y un buen día, cuando la hayamos transformado y civilizado, iremos a ofrecérsela al gobierno de la Unión […] no nos consideremos náufragos, sino como colonos que hemos llegado aquí para colonizar la isla»), como manera de exportar a otros lugares y países los descubrimientos que no debían queda solamente en manos de unos (entran en contradicción tales posturas con las frecuente aparición en las distintas novelas de diferentes luchas de liberación nacional y de otra índole que atraviesan su obra toda… ver guerra de la independencia, revueltas en Siria y Egipto contra el dominio otomano, guerra de independencia en Grecia, levantamientos armada de los franceses de Canadá contra el dominio británico, la guerra de los boers, revuelta amerindia en Perú, insurrección campesina de 1848 en Transilvania, guerra de Crimea…¡ y no sigo! Resulta oportuno aclarar, no obstante, la visión de Verne acerca del colonialismo: por una parte, estaría el llevado a cabo por gente que trabaja los lugares a los que llega con sus manos transformándolos y mejorándolos, y por otra, el llevado a cabo por las clases dominantes de Estados Unidos, Francia e Inglaterra). Salta a la vista igualmente el saint-simonismo ya referido, y la ensoñación de crear una sociedad ideal ( que será ofrecida como provincia a los estados de la Unión), sociedad basada en el trabajo común y en la solidaridad y ayuda mutua; «el trabajo es ante todo un fenómeno que une al hombre y a la naturaleza. Un fenómeno en el que el hombre acomoda, regula y controla el cambio de materia que hace con la naturaleza. Actúa frente a la materia natural como un fuerza natural. Al actuar sobre la naturaleza que está fuera de él, a través de este movimiento y al transformarla, transforma su propia naturaleza» – Miguel Salabert saca a relucir, con indudable aceirto, esta frase de Marx, señalando que bien podría haber sido escrita por Julio Verne en su novela -, sueño de crear una sociedad ideal que tras ser casualmente rescatados, por el barco que venía a liberar a Ayron, e instalados en el continente americano, del norte, ponen en marcha una sociedad que es utópica, o pretende serlo, hasta en su propio nombre. Esta misma tendencia utópica puede verse en El ácrata de La Magallania, convertida por su hijo en Los náufragos del Jonathan, pero extenderse en ello…: hoy no toca.

Leía recientemente en una revista en sus páginas dedicadas a la ciencia que: «Verne mostró de manera tan completa y exhaustiva su interés y conocimientos científico-tecnológicos; de hecho es posible leer La isla misteriosa como un buen resumen de cómo podrían sobrevivir un pequeño grupo de personas de mediados del siglo XIX, dejadas a su suerte, sin dispone de los recursos que ponía a su disposición la civilización. “Partían casi de cero”, salvo en los conocimientos que esa sociedad había producido» (José Manuel Sánchez Ron). Podría añadirse, como lo subrayaba Jean Chesneaux, sus afinidades en lo referente a la geografía con Elisée Reclus el célebre geógrafo anarquista y sus amplios conocimientos, siendo ambos extraordinarios divulgadores… en aquellos tiempos en los que la III República, junto a otras burguesías extranjeras, se preparaban para adueñarse y repartirse el mundo, cosa que provocó un creciente interés por la geografía que se plasmaba, a su vez, por la proliferación de sociedades geográficas.

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Verne, Julio. Viaje maldito por Inglaterra y Escocia. Debate, 1989.

Verne, Jules. La isla misteriosa. Alianza, 1989.

Verne, Julio. Paris en el siglo XX. Andrés Bello Editor, 1994.

+ Verne, Jules. L´île mystérieuse. Le livre de poche, 2002.

+ Verne Jules, Un hivernage dans les glaces. Hachette, 2004.

Verne, Jules. Viaje al centro de la mente. Ensayos literarios y científicos. Páginas de Espuma, 2018.

+ Vierne, Simone. Jules Verne. Mythe et modernité. PUF, 1989.

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Un par de artículos publicados con anterioridad

Siguiendo a Julio Verne | Kaos en la red

Jules Verne, ciencia y literatura | Kaos en la red

Por Iñaki Urdanibia

En los últimos años de su vida, Verne, que tenía amigos de todas las tendencias, siempre, eso sí, en especial republicanos, se presenta en 1888 a las elecciones municipales en una lista radical-socialista.

I

«La obra de Verne rastrea el mapamundi a través de una apretada red de caminos, después extrapola la aventura al mapa del cielo… cuando el geógrafo ya no conoce más tierras raras… los Viajes repiten cien veces el circuito, la vuelta al mundo, y miran hacia otras partes… He aquí una Odisea que ha de llevarnos por todos lados»

(Michel Serres)

«Verne construyó una suerte de cosmogonía cerrada sobre sí misma, que posee sus propias categorías, su tiempo, su plenitud e incluso su principio existencial»

(Roland Barthes)

«Es tan monstruoso hacerles leer a los niños como enseñarles las Fábulas de La Fontaine., tan profundas que pocos adultos son capaces de comprender»

(Raymond Roussel)

«La obra de Julio Verne no es más que una larga meditación o ensoñación, sobre la línea derecha que representa la articulación de la naturaleza con la industria y de la industria con la naturaleza»

(Pierre Macherey)

No está de más comenzar realizando cierto retrato que sitúe al escritor de Nantes, más allá de los límites dentro de los que habitualmente se le encasilla. Decir Verne va asociado con aventuras, adelantos científicos y técnicos, y… literatura propia para jóvenes; comienza Jacques Pezeu-Massabuau su Jules Verne et ses héros. Une leçon d´abîmes (L´Harmattan, 2011) exponiendo una puntualización necesaria: «De un exilio secular al verde paraíso de las lecturas infantiles, Jules Verne vuelve hoy con su verdadero rostro: un escritor para todas las edades del hombre».

Si bien a ningún joven le vendrá mal la lectura del autor de La Isla misteriosa, siempre que no sea en alguna versión castrada y apta para ingerirla con cucharilla [no me resisto en este orden de cosas a mostrar mi coincidencia con Michel Onfray en este terreno: « Durante estos tiempos, la proliferación de una literatura dicha “de juventud” parte del principio de que el libro no es un instrumento para convertirse en adulto y acceder a su mundo intelectual, espiritual y cultural, sino una ocasión de propaganda del catecismo dominante [..]. Al mismo tiempo que son cortadas páginas, se ha de evitar lo que no entre en el campo social a la moda, los editores aumentan la parte de dibujos en el libro. Menos palabras, palabras menos ricas, menos frases, frases cada vez más pobres, menos sentido, sentidos cada vez más orientados ideológicamente, menos variedad narrativa y relatos pobres en lo que hace al mundo…» (Théorie de la dictadure. Robert Laffont, 2019; pp. 199-201)], el interés de leerle rebasa los límites de la edad, ya que en su obra, y en su propia existencia en consonancia, están presentes algunas cuestiones que son de gran interés, general; cierta confirmación de lo que digo puede ser el interés que por su obra ha mostrado pensadores y filósofos: ahí están los Roland Barthes, Gilles Deleuze, Jacques Derrida, Michel Foucault, Michel Serres y su colegas, en escrituras: Le Clézio, Julien Gracq, Michel Butor, etc., etc., etc., sin obviar la admiración con respecto a su obra que expresaron sus contemporáneos Blaise Cendrars, Leon Tolstói, Ivan Turgueniev, Antoine de Saint-Exupéry, etc., etc., etc.

Sería injusto, no obstante, ignorar su participación en la revista puesta en marcha por su editor Hetzel, en colaboración con Jean Macé, al que Verne consideraba “su director espiritual ”, Magasin d´éducation et de récréation, cuya pretensión era educar a las familias, padre e hijos, por medio de la distracción al tiempo que ilustrándolas en el campo de las ciencias, la geografía, y en los valores laicos y republicanos de la III República; así se expresaba Verne acerca de su labor ante sus lectores: «haber escrito estas novelas geográficas con el fin de pintar la tierra entera, el mundo entero, bajo la forma de novela, imaginando aventuras especiales en cada país, creando personajes especiales en el medio en el que actúan». Resulta fuera de toda duda de que a Verne le leían jóvenes y adultos y entre estos últimos algunos destacados científicos que se empeñaron en verificar algunas de las afirmaciones vernianas. No está de más indicar que sus novelas eran publicadas por entregas además de en esta pedagógica revista, en otras de mayores altos vuelos en lo que al nivel y rigor científico se refiere… [De la importancia del editor y de las tensiones que entre ellos se dieron hablaré más adelante].

Otra de las constantes a la hora de bautizar su quehacer es la de considerarle como fundador de la ciencia-ficción, honor harto discutible ya que generalmente las historias de Verne se situaban en su tiempo, en la segunda mitad del siglo XIX, coincidiendo en no pocas ocasiones con las fechas de su escritura, dejando a un lado las prospecciones del porvenir… lo cual no quita para que en sus imaginativas narraciones se diesen algunas anticipaciones con respecto a los inventos de su tiempo: así el submarino Nautilus o el cañón que lanzaba el cohete a la luna, por citar un par de claros ejemplos, siendo cierto también que algunas luminarias de la ciencia ficción o de anticipación se reclamasen de él: así Ray Bradbury o Isaac Asimov, lo cual no significa más que que sirvió de inspiración y guía a los nombrados; de hecho más influencia, o admiración y elogio, tuvo más allá de tal género, en escritores como Blaise Cendrars, Raymond Roussel (que le visitó en su domicilio de Amiens para mostrarle su veneración), Julien Gracq, Georges Perec, Jean Cocteau, Marcel Proust, Alfred Jarry, Stéphan Mallarmé, François Mauriac, Hugo Pratt, Umberto Eco y algunos que llegaron a inspirarse, sin disimularlo, en algunos episodios vernianos: ahí está el bateau ivre de Arthur Rimbaud, o algunos préstamos tomados por Villiers de L´Isle-Adam, Léon Bloy, o, encore, algunas historias del Reino de este mundo de Alejo Carpentier… por no hablar del mundo del séptimo arte: Walt Disney se arruinó por llevar a la pantalla Veinte mil leguas de viaje submarino, Steven Spielberg o James Cameron no ocultaron su admiración e influencia. Verne estaba al día del estado de la ciencia de su tiempo por medio de revistas de divulgación y por sus frecuentes, diarias, visitas a la Biblioteca para consultar obras científicas al tiempo que departía con algunos científicos e industriales que allá acudían. Así pues, a su desbordante imaginación se sumaban sus conocimientos del estado de la ciencia y de la geografía. En este orden de cosas, y tal vez ello pueda considerarse como una de las razones de su éxito y de su permanencia como lectura en diferentes edades, es de destacar el sentimiento de duda que provoca su lectura en especial en los casos en los que se asiste a situaciones – digamos que – disparatadas: ya sé que no, pero… a lo que invita en algunos casos las detalladísimas descripciones que se ofrecen de lugares no reales (el caso de La isla misteriosa resulta paradigmático, en la medida en que se ofrece un mapa con los nombres de las diferentes zonas… lo que hace que el lector llegue a situarse en una no realidad que parece real, con una sabia utilización de la técnica del trampantojo, situación paradójica como la sentida por Cyrus Smith y señalada por Clément Rosset – cuando desciende a explorar un pozo en el fondo del que [sin él saberlo] permanece el capitán Nemo, es decir el capitán Nadie, y buscar a nadie supone estar condenado a no encontrar nada; lo que lleva al ingeniero a mantener no he visto nada, luego probablemente no hay nada, al tiempo que piensa también lo contrario: no he visto nada, y sin embargo hay algo . Resultan de este tipo de escritura una invitación al juego al que se ve sometido el lector, más si cabe cuando ciertos personajes, con sus tics propios de las representaciones teatrales, provocan la risa, o al menos, la sonrisa.

Lo que queda claro es el éxito de sus libros que han resistido a la marcha del tiempo, y su enorme creatividad que se materializó en unas sesenta y dos novelas, incluida en los Viajes, y una cuarentena de nouvelles y piezas de teatro, además de algunas obras de divulgación geográfica.

No seguiré no obstante en desenmascarar las veinte mil leguas de etiquetas y afirmaciones reductoras que o bien le encierran en un género o bien se refieren a él como alguien que nunca viajó, que era un estilista endeble, que era un burgués conservador o, al contrario, un ser cercano al anarquismo, etc., etc., etc.

II

Vida

Nació en Nantes en 1828 , hijo de una familia de la burguesía local, y desde su más tierna infancia soñaba con los barcos que veía desde la ventana de su la vivienda familiar situada en las orillas del Loira, barcos que partían para realizar largas travesías. Tras un desengaño amoroso, con una prima que se casó y no con él, como éste soñaba, se trasladó a París a comenzar estudios de derecho, más que nada para satisfacer a su padre. Frecuenta salones literarios en donde establece una relación de estrecha amistad con Alexandre Dumas, hijo. Lleva un vida bohemia y asiste asiduamente con gozosa alegría a un club de célibes: Once sin mujer. Lee mucho (Victor Hugo, William Shakespeare, Walter Scott, Daniel Defoe, etc.) y escribe una serie de tragedias que no llegarán a representarse, prodigándose igualmente en otros géneros: el vaudeville y la opereta. Asiduo a los teatros parisinos, algunas de sus obras son representadas, cuando contaba con veintidós años, en el Teatro histórico; por mediación de su amigo Dumas fue contratado como secretario del Teatro lírico, en tal escenario algunas de sus operetas van a obtener cierto éxito.

Tras contraer matrimonio con una joven adinerada de Amiens, la familia de ésta le confía un pequeño capital al tiempo que le coloca como agente en la Bolsa. El mismo año en que nace su hijo, Michel, finaliza su alegre vida de soltero y se encierra a escribir su primera novela [No está de más señalar que las relaciones con su hijo fueron realmente problemáticas: ingresándole en un instituto especializado de cerca de Tours, luego fue enviado por su padre, con visto bueno judicial y psiquiátrico, en un barco a dar la vuelta al mundo… Finalmente Michel se convirtió en cronista científico del Figaro, escribiendo algunas novelas que corregía y firmaba su padre; muerto éste el hijo del escritor y el del editor se encargaron de publicar los manuscritos inéditos, revisados y retocados por Michel]. No cabe duda de que en su vocación influyó su encuentro con un explorador ciego, Jacques Arago, que viaja por el mundo dejando constancia de ello en relatos en los que mostraba su interés por la geografía y la astronomía. Es por aquel tiempo cuando descubre a Edgar Allan Poe y muy en especial Las aventuras de Gordon Pym, la escritura de éste le entusiasma hasta el punto de dedicar un ensayo a su figura. También influye el fotógrafo Nadar, gran aficionado a los viajes en globo en la escritura de la novela que originalmente titula: Un viaje en el aire. La entrega de este original al editor Hetzel, en 1862, cuando Verne contaba a la sazón treinta y cuatro años, va a suponer un cambio radical en su vida. El editor, que había publicado de Victor Hugo algunos escritos en contra de Napoleón III, estando ambos exiliados en Bélgica tras la revolución de 1848, va a firmar de inmediato un contrato publicando en 1863 el primer volumen con el título de Cinco semanas en globo de una serie, que va a convertirse en todo un mito: los Viajes extraordinarios.

Hetzel, decidido republicano y laico, publica junto a su amigo Macé una revista de la que ya he hablado líneas más arriba. Hetzel era un editor exigente al que le gustaba intervenir en los escritos de aquellos a quienes publicaba; la relación entre ambos ha provocado diferentes teorías: desde aquellas que dibujan al editor como un dictador siempre empeñado en que en las obras que editase se viese su mano, al menos en los aspectos ideológicos, notándose esto en algunos textos rebajados (retocados) del propio Verne, hasta las versiones que minimizan tales imposiciones y defienden la debida distancia del editor con respecto a las obras de Verne. Sea como sea, un par de cuestiones sí que resultan incuestionables: la primera, que la vocación de Verne de convertirse en escritor fue puesta en acto gracias a tal editor; la segunda, es que las tensiones fueron frecuentes y la censura del editor, los cambios o las negativas de publicar algunos textos o publicar otros tras cambiar algunos aspectos esenciales de algunos personajes están fuera de toida duda (París en el siglo XX, que no vio la luz hasta 1994, fue rechazada por Hetzel no cortándose a la hora de calificarla como algo penoso y poco vivo. En honor a la verdad ha de señalarse que tal obra es un retrato futurista, una obra de anticipación negra que presentaba con sesenta años de distancia el París de 1960 absolutamente deshumanizado , la capital del Sena arrastrada por los excesos del desarrollo hasta convertirse en un lugar oscuro, inhabitable, etc.; es obvio que tales posturas no gustaban a Hetzel como tampoco le gustaba el retrato inicial que Verne había presentado de su personaje Nemo, ser cercano al nihilismo y al anarquismo… Este texto rechazado, el de París, sería recuperado por el hijo del escritor, Michel, y publicado en 1904; con respecto al célebre personaje nombrado, Nemo, Verne se tomó la revancha al hacerle reaparecer en La Isla misteriosa, presentándole como un entregado luchador por la liberación nacional en contra del colonialismo británico; también impuso Hetzel las palabras finales del capitán en La isla misteriosa, de modo que en donde Verne ponía en la boca del personaje: ¡Independencia!, el editor tachó y puso: ¡Dios y patria!., fórmula nada apropiada, desde luego, para un ser rebelde. Con dos pinceladas concluiré este asunto: por una parte, se ha solido hablar de dos circunstancias que marcaron algunas de las últimas obras de Verne (además de la ya nombrada parisinaEl eterno Adan, o El ácrata de la Magallanía, por ejemplo), la mano del hijo, y la desaparición del vigilante editor Hetzel… ya que el tono se hizo más radical tras el fallecimiento de éste; por otra, y como consecuencia de lo anterior, sus últimas publicaciones presentaban personajes más rebeldes, luchadores, además que de la anterior divinización de la ciencia y el progreso, se daba un paso a una visión más negativa, al subrayar los aspectos que podían conducir a la humanidad al desastre si se dejaba arrastrar por el dominio de la ciega ciencia… en este orden de cosas Laure Lévêque llega a catalogar al escritor como un lanzador de alerta en el mejor de los mundos, obra, así titulada, en la que la autora desvela de manera documentada las proclamas antibelicistas del escritor al señalar cómo los supuestos actos de civilización eran llevados a cabo por medio de guerras e imposiciones (se cree morir por la patria y en realidad se muere por los negocios de los fabricantes de cañones, diría con certero tino, Anatole France). De la cuestión de los derechos de autor… mejor no meneallo, pues Hetzel se mostraba como un verdadero buitre tacaño – véanse algunas cifras más abajo -.

Con el nombrado viaje en globo se iniciaban los Viajes extraordinarios en cuyos seis primeros volúmenes explora los diferentes ejes de nuestro universo: los aires con el globo (y con Viajes y aventuras del capitán Hatteras), el centro de la Tierra y la vuelta al mundo (Los hijos del capitán Grant), la luna y el mar. Esto no le impide entrar en temas más oscuros como lo hace presentando un personaje nihilista que quiere dominar los cielos (Robur el conquistador), novela que apareció al mismo tiempo que se publicaba la nietzscheana Más allá del bien y del mal, obras cuyo espíritu no está alejadas en exceso.

Se trasladaba posteriormente de París a Amiens y luego a Crotoy, pues la vida resultaba menos cara y las condiciones para escribir eran mejores, y es allá en donde pudo llevar adelante una vida organizada hasta el extremo, pues ha de tenerse en cuenta que su contrato con Hetzel le obligaba a entregar tres volúmenes al año. Escribía de cinco de la mañana a once, siempre con un globo terráqueo sobre la mesa, para trasladarse después a la Biblioteca de la Sociedad industrial de Amiens en donde llenaba fichas con las noticias leídas en la prensa científica. Las ventas que alcanzaban sus obras eran de asombrar: se llegaron a vender 30 o 40000 ejemplares de cada volumen en los cinco primeros años; de algunas de sus más célebres novelas, en vida del autor, 100000 ejemplares, a pesar de lo que Verne no cobraba grandes cantidades en concepto de derechos de autor; para el quedaba un 8% con respecto al precio de venta en lo que hace a libros en rústica, mas con respecto a las ediciones ilustradas que jugaron un papel esencial en el crecimiento del mito Verne, no cobraba ni un céntimo por los 20000 primero ejemplares, ya que el tipo de papel, las ilustraciones y las tapas duras, hacían que no quedase – según Hetzel – margen suficiente para cubrir debidamente los derechos de autor. En resumidas cuentas, sus ingresos mensuales venían a ser 4000 euros actuales, para ello tenía que entregar tres gruesos volúmenes al año y escribir manuales de geografía. Lo que realmente le produjo mayores ganancias fueron las adaptaciones teatrales de algunas de sus novelas (en especial La vuelta al mundo en ochenta días y Miguel Strogoff); las traducciones en otros países se dieron con rapidez, haciendo que Verne se convirtiera en una verdadera celebrity: en su último viaje por el Mediterráneo, el bey de Túnez puso su tren privado a su disposición, el papa le recibió en Roma, y los fuegos artificiales en su honor le recibieron en Venecia.

Anteriormente había viajado , muy joven , por Escocia y Escandinavia; en 1867, había viajado con su hermano Paul, avezado marino, a Nueva York en el Great Eastern, siempre llevando una biblioteca para escribir trozos de sus novelas en aquel despacho flotante – como él decía -. Tres fueron los veleros que tuvo, todos ellos con el nombre de su hijo: Saint Michel I, II y III, con los que, sobre todo con el último, viajaba todos los años varios meses por el Mediterráneo y también por Irlanda, Dinamarca, etc.

En los últimos años de su vida, Verne, que tenía amigos de todas las tendencias, siempre, eso sí, en especial republicanos, se presenta en 1888 a las elecciones municipales en una lista radical-socialista (para unos muy roja, para bastantes más republicana sin más), siendo elegido consejero municipal de Amiens, entregándose en especial a las cuestiones culturales y de urbanismo, centrándose en lograr subvenciones para el teatro y para la creación de un circo [Conveniente ignorar algunas salvajes opiniones que vertió con respecto a la Comuna de País, a pesar de lo que posteriormente escribió algún libro, Los quinientos millones de Begún, en colaboración con un destacado dirigente de tal rebelión en la que los movilizados trataron de asaltar los cielos, Pascal Gousset, alias André Laurie, había sido ministro de asuntos extranjeros de la Comuna y condenado a prisión, logrando escapar y exiliarse; no me resisto a señalar que en el libro recién nombrado se da una encarnizada lucha entre Stahlstadt, villa de acero del doctor Schultze, que elabora un cañón de gran potencia para atacar la ciudad de Franceville, dirigida por el doctor Sarrazin, apóstol de la paz. Si traigo a colación este asunto es por el nada casual nombre otorgado a la primera ciudad nombrada, de férreo carácter dictatorial, si en cuenta se tiene que su editor Hetzel, firmaba su libros con el seudónimo de Stalhl… No parece que la denominación fuese casual, menos si en cuenta se tiene que Hetzel ya había fallecido].

Su salud se debilita en especial a raíz de una misteriosa herida provocada por un par de tiros que le propinó un sobrino, Gaston, asuntos oscuro que la familia se esforzó por mantenerlo en la más oscuridad todavía …justo cuando estaba hospitalizado, falleció Hetzel, lo que hizo que Verne no pudiera asistir a las exequias, cosa que le repateó sobremanera hasta el fin de sus días, el 28 de marzo de 1905.

 

Por Iñaki Urdanibia.

Acercamiento al «viejo mago» que decía Julien Gracq, y en especial a quizá su novela más lograda.

«Desplazamientos. Por los mares, los desiertos y por el mapamundi. Trazar el mapa y cerrar la red. Geodesia de niños y sabios…En la geometría, las ciencias aplicadas, la utopía política. Dibujar las vías de la enciclopedia, para la educación, para la recreación…»

                                      (Michel Serres)

«En el centro de la obra de Julio Verne, está el viaje. Se trata del descubrimiento del mundo, de su exploración, de la elaboración de sus mapas y de su estudio científico, un poco a la manera de las grandes expediciones del siglo XVIII, con Baudin, Dumont d´Urville. O del viaje del “Beagle” que permitió a Darwin su revolución. Pero sobre todo se trata, como lo dice el subtítulo de la primera colección de Hetzel, en donde Julio Verne publicará la mayor parte de sus novelas, de “Viajes en mundos conocidos y desconocidos”»

                                      (Le Clézio)

Hay escritores y gente dedicada a otras actividades (¡ay Poulidor!) que las coincidencias de la vida, más bien de la época, les lleva a ser considerados como de segunda fila o a no ser tenidos en cuenta como en principio deberían; en sus últimos años de vida, Julio Verne, dejó ver su amargura por la falta de consideración con la que era tratado. Su caso es paradigmático, y es que este bulímico escritor (más de ochenta novelas) coincidió en su tiempos con escritores de la talla de Dickens, Turguéniev, Tolstói, Flaubert, Dostoievski, etc., etc., etc., esta buena cosecha, de escritores, hizo que el nacido en Nantes fuese arrinconado y catalogado como escritor para jóvenes (junto a los Jack London, Rudyard Kipling o Robert Louis Stevenson) que es en las colecciones ad hoc en las que generalmente fue editado, del mismo modo que fue considerado como escritor perteneciente al subgénero de aventuras y viajes, añadiré que flaco favor le hicieron de cara a una lectura textual las versiones cinematográficas de sus principales novelas; salvando las distancias algo del mismo estilo sucedió con la llamada novela negra hasta que André Gide o Luis Cernuda, por poner dos destacados ejemplos, la sacaron del limbo; («enigmático e irritante para el espíritu, el caso de estos escritores que las librerías, a la larga, han impuesto a la literatura: Simenon o Julio Verne al igual que Dashiel Hammet o Tolkien» dice Julien Gracq). A partir de la segunda mitad del pasado siglo, ciertas lecturas más sosegadas y de mirada más amplia lanzaron al escritor a extensiones lectoras más abiertas y de mayor complejidad cultural (estoy pensando en Jean Chesneaux, Roland Barthes Michel Foucault, Julien Gracq, Michel Serres o Le Clézio, como ejemplos destacados). En el caso del mercado editorial hispano, por lo general se cumplió lo afirmado con anterioridad, si bien con el paso del tiempo hubo algunas editoriales que se decidieron a publicar a nuestro hombre en el catálogo general de escritores – digamos que – de alto nivel literario.

Julio Verne trabajaba acompañado de un mapamundi en la mesa y se inspiraba para sus viajes de ficción en él. Infatigable, podría decirse que acabó con todos los lugares de tal mapa y entonces los desplazamientos fueron para dentro de la propia tierra o los mares (al centro de la tierra, o viajes submarinos; de revolucionario submarino hablaba Michel Foucault refiriéndose al escritor), o despegando hacia la bóveda celestial (a la luna). Los viajes de Verne, no obstante, no se ceñían a la mera geografía, real o inventada, sino que «elabora dos cartografías, primero la del mundo y la del saber superponiéndolas y una tercera… la cartografía del mundo…, el mapamundi de la enciclopedia… y un mapa imaginario del espacio imaginario…» (Michel Serres, Conversations avec Jean-Paul Dekiss. Jules Verne, la sciencie et l´homme contemporain. Le Pommier, 2003. / el filósofo-marino ya había desmenuzado la obra del de Nantes, en su Jouvences sur Jules Verne. Les Éditions de Minuit, 1974), entregándonos una extensa y sugerente obra literaria y un retrato de los saberes científicos de su época, una obra que es una verdadera Odisea de su tiempo, que funcionaba del mismo modo que el texto homérico: servir de material para el aprendizaje de la juventud (Le Clézio afirmaba que las novelas de Verne habían sido su Odisea y su Ilíada ). Así «si la Odisea nos hace viajar por los mares conocidos y desconocidos, explora también el conjunto del saber de la época de Homero. Doble viaje de exploración del espacio y de la enciclopedia; así la Odisea no cesa de pasar de la literatura de viaje a la pedagogía » (Michel Serres). Una obra situada en el corazón de su tiempo, en el que en el terreno de la ciencia era dominado por las leyes de la termodinámica, y Verne – como muchos de sus contemporáneos – centra su mirada en la segunda ley, en la de la entropía, y aplica analógicamente este principio de la ciencia dura a la visión sobre la sociedad…en aquellos momentos en los que la ideología de la decadencia avasallaba, mas – en el caso del escritor- complementándola con la idea de progreso, cerrando de ese modo el boucle (téngase en cuenta la etimología de la palabra enciclopedia: pedia = conocimiento / enseñanza // ciclo = en círculo) [no resulta baladí señalar cómo algunas de sus obras fueron publicadas en el Magasin d’Éducation et de Récréation ] Decía Foucault en un artículo, L´arrière-fable , de la revista: L´Arc nº 29/ mai 1966, dedicada a Verne – texto recogido en Dits et écrits I, 1954-1975. Gallimard, 2001; pp. 534- 541) que su empeño parece responder a «evitar que el mundo se detenga bajo el efecto de un equilibrio que sería mortal… luchando contra la entropía» (esta y otras ideas sobre la obra del escritor de Nantes las expone igualmente Foucault en La Técnica narrativa de Julio Verne, prólogo a la edición Einaudi de La vuelta al mundo en ochenta días). El escritor obtuvo, en especial en lo que hace a sus primeras obras, un gran éxito entre los lectores que veían saciada su curiosidad con las respuestas que Verne ofrecía con respecto a algunas preguntas que planeaban en el espíritu de la época.

No poco se ha hablado de otros aspectos del escritor francés: de su misoginia, de su excelencia literaria (que elogiase Raymond Roussel o Blaise Cendrars, o Paul Claudel o Jean Cocteau, o el nombrado Gracq que dijese en sus Lettrines: «[tras nombrar sus inicios lectores]… hubo Julio Verne. Lo venero, un poco filialmente. Soporto mal que se habla mal de él. Sus defectos, sus desfases, me enternecen. Lo veo siempre como un bloque que patina en el tiempo sin caer. Es mi primitivo personal»… sin olvidar al pintor Paul Delvaux – de quien por cierto es la ilustración de este artículo -), también se habló de sus anticipaciones proféticas , o de su visión política, aspectos en los que no me detendré, pero del que sí señalaré con respecto a la última de las cuestiones nombradas – la de la política – que Verne participó en política municipal al formar parte de una candidatura encabezada por un socialista radical en la ciudad de Amiens (ciudad en la que vivió los últimos años de su vida), quedando él, como concejal, encargado de los asuntos relacionados con el teatro y otros espectáculos, labores que desempeñó durante una quincena de años. Algunos se han empeñado en ver en el personaje ciertos dejes anarquistas, sacando a relucir para ello el carácter de algunos de los protagonistas de sus historias – muy en especial Nemo – y los contactos que mantuvo con el geógrafo anarquista Eliseo Reclus, si bien parece que el gran geógrafo anarquista le contagió más su afición, y su modo de dedicarse a la geografía más allá de lo meramente descriptivo que su anarquismo como señala y argumenta con tino Béatrice Giblin en la revista Herodote nº 10/ 2º trimestre de 1978; pp. 76-90. Su amor a tal disciplina nombrada queda expuesta en sus novelas e igualmente en sus recuerdos de infancia y de juventud: «mis jóvenes lectores conocen ahora a qué instintos , a qué circunstancias debo el haber escrito esta serie de novelas geográficas […] Esta tarea, es la de pintar toda la tierra, el mundo entero, bajo la forma de novela, imaginando aventuras especiales en cada país, creando personajes especiales en el mundo en el que actúan»

La isla misteriosa ( 1875)

«Hay una isla en el mar – no lejos de las islas bienaventuradas de Zaratrustra – en donde un volcán humea perpetuamente. El pueblo y sobre todo las mujeres ancianas del pueblo dicen de esta isla que está colocada como una roca ante la puerta del infierno: pero la vía estrecha que desciende a esta puerta atraviesa ella misma el volcán»

                                           (Nietzsche)

«Descubrid junto a Cyrus Smith la orilla gesticulante de “La isla misteriosa”, la entrada hacia una vida nueva. Soñad con una isla en la que todo sería ideal , reinventado, como en una “segunda patria”. Pues la grandeza de esta obra, su marca de genio, es haber construido un mundo imaginario en el que todos los elementos se corresponden y se encadenan según su propia lógica».

                                                  (Le Clézio)

Una isla es como un microcosmos que refleja la sociedad del mismo modo que un barco – ciudad flotante –, como mundos cerrados en sí mismos. Si esta es la analogía que puede emplearse sin forzar las cosas, se ha de completar esta afirmación con el importante papel, hasta asumir la centralidad, que tales masas de tierra rodeadas por el agua ocupan en el terreno de la literatura. Liliput, Utopía, la Ciudad del Sol, la isla del tesoro… si estas islas – a las que podrían añadirse no pocas más – fueron el escenario de los relatos de Swift, Moro, Campanella o Stevenson, la célebre de Daniel Defoe, en donde acabó Robinson Crusoe, dio mucha marcha e inspiración a otros escritores que versionaron la famosa historia: Michel Tournier, Julio Cortázar, Coetzee, entre otros, y… por supuesto, Julio Verne.

En los viajes de Verne no es la única isla más sí me atrevo a decir que la más significativa desde el punto de vista que en ella se compendian casi todas las características de la escritura del autor, además de aparecer en ella los temas esenciales que preocupaban y ocupaban la narrativa verniana. La inspiración le vino desde joven ya que la lectura del clásico de Defoe le encantó, y tras algunos intentos fallidos de abordar explícitamente el tema del robinsoniano, rechazados por su editor, al final, anunció al editor que estaba escribiendo una “novela química”, que se plasmó en su Isla misteriosa – publicada inicialmente por entregas para posteriormente hacerlo en un solo volumen y que fue la última entrega de la primera oleada de sus Viajes extraordinarios. Si su antecesor Defoe retrataba en la figura de Robinsón, el origen individual de la sociedad burguesa y sus valores, Verne – los tiempos han cambiado – recoge la colectividad como constructora de la sociedad; son los tiempos de la colonización, del progreso que se supone que conlleva la civilización, aunque en este caso los náufragos que arriban a la isla no encuentran indígenas a los que civilizar.

Cinco sujetos (Cyrus Smith con su perro Tob, Pencroff, Gédéon Spillet, Habert y Nab) que pertenecían al ejército unionista, prisioneros de los confederados del sur, consiguen un globo aerostático para escapar, mas el vuelo fracasa haciendo que sus pasajeros naufraguen, yendo a parar a una pequeña isla (lo sabrán más tarde tras disipar las dudas iniciales que señalo en las líneas que vienen), a la que bautizaron como la isla Lincoln, isla volcánica del océano Pacífico [en el Atlas de Islas remotas de Judith Schalansky (Capitán Swing y Nórdica Libros, 2013) en la página 58 se presenta una isla situada en el Océano Índico, Posesión / Islas Crozet, que pertenece a Francia; en donde la cordillera de montes más altos ha sido bautizada con el nombre del escritor… la presentación de tal isla concluye con las siguientes palabras: «La isla misteriosa de Verne se encuentra muy lejos de aquí, ilocalizable en medio del Océano Pacífico, y Posesión no es lugar para robinsonadas»]. En el momento del desastre desaparece uno de ellos, el ingeniero Cyrus Smith, al que el resto se dedica a buscarle; la pregunta que les ronda es: si se hallan en una isla o en tierras de un continente, a lo que el hallado acaba por decir: «Amigos míos, nuestra situación quizá es muy deplorable, pero en todo caso también es muy sencilla. O estamos en un continente, y entonces, a costa de fatigas más o menos grandes, llegaremos a algún punto habitado, o bien estamos en una isla, y en este último caso, de dos cosas una: si la isla está habitada, tendremos que relacionarlos con sus habitantes; si está desierta, tendremos que vivir por nosotros mismos» (cap. IX). El lugar tenía la compañía de otra isla cercana con forma de cetáceo; en sus orillas convivían focas con crustáceos y moluscos. La isla ascendía desde sus extremos formando dos picos icónicos perfectos de un volcán cubierto de nieve permanentemente; en sus faldas de frondosos bosques habitaban numerosos animales hasta entonces desconocidos por los recién llegados.

La división de trabajo se organiza: unos se dedican a la caza (Pencroff – antiguo capitán de la marina – y Harbert – adolescente a su cargo -), mientras que Nab se convierte en el cocinero. Cyrus Smith, ingeniero de profesión, es un cúmulo de conocimientos prácticos (físicos, químicos y agrícolas), con los que va a hacer que los problemas que surgen por todos lados de cara a la supervivencia vayan siendo solucionados con ocurrentes salidas. La curiosidad del grupo hace que se empeñen en explorar la isla para lo que ascienden al punto más alto desde el que se hacen completa idea de la forma y la extensión de la isla, a la que bautizan – como queda dicho – con el nombre presidencial de Lincoln; la labor de bautizar los lugares se extiende a todos los rincones del lugar. El fuego que ocupa un papel esencial clave en la existencia de los humanos (Prometeo mediando), también lo va a ocupar en la novela en la que juega un papel doble, como el pharmakon griego, soluciona los problemas al tiempo que los crea. Dicho elemento les sirve para subsistir, mas el fuego interno de la tierra, contenido de manera amenazante en el volcán, no anuncia nada bueno. A esta inquietud han de sumarse ciertos signos que el grupo va detectando que les origina honda extrañeza y les hace suponer que en el lugar hay algún poder sobrenatural que actúa y bajo cuyo poder viven. Los signos de la presencia humana les mosquea… y las exploraciones hacen que descubran nuevos y misteriosos lugares. En medio de todo esto, el tiempo mítico de los orígenes va a ocupar una preocupación mayor, tema al que se dedican los capítulos X y XI, en los que se trata el asunto de la fundación del mundo. En el desconocido lugar, se van a mover por los pagos de la incertidumbre, de lo secreto, de lo misterioso. Situación que les empujará a hallar nuevos modos de organización social, y a preocuparse por el eje del mundo y de sus propios yoes, en busca de cierto criterio de ordenación.

El hallazgo de una bala incrustada en un cerdo, hace que se sospeche – como digo – de la presencia humana, lo que lleva al tenaz Cyrus Smith a marcarse como tarea la búsqueda de tal ser. La sorprendente aparición de una piragua cuando tenían necesidad, en una de sus expediciones, para cruzar un infranqueable brazo de agua hace que aumente su mosqueo. A la vuelta de su periplo, la cueva en la que habían instalado su cuartel general, ha sido invadida por los monos; los expulsan, más se quedan con un orangután al que bautizan como Júpiter, al que llaman Joop, y al que domestican.

Pencroff construye un barco, Buenaventura, y en su primer viaje halla una botella con un mensaje de un naufrago, que vive en una isla cercana. Va en su busca y halla a Ayrton, un prisionero que ha huido y se ha refugiado en la pequeña isla; allá aislado de la sociedad y de sus semejantes, ha devenido salvaje, habiendo perdido el habla y otras habilidades humanas. Cyrus Smith y sus compañeros deciden hacerle volver a la humanidad, cosa que logran; más tarde les aclarará su identidad y su sanguinario pasado de pirata.

Las exploraciones continúan, las labores de transformación y construcción a la par, y los misteriosos descubrimientos también: así, un día un barco se aproxima y el temor cunde hasta los límites del pánico al comprobar que el barco es de piratas que quintuplican en número a los seis habitantes de la isla Lincoln. La pelea, tras algunos cambios de tácticas y estrategias, se entabla entre las desiguales fuerzas… pero la casualidad, una vez más, juega a favor de los afortunados habitantes de aquella reducida sociedad, que ha debido reiniciarse desde cero (partiendo del hecho de que los humanos nunca parten de tal, ya que los saberes y técnicas acumulados en su vida en sociedad constituyen un bagaje fundamental para desenvolverse). Algunos de los “invasores” sobreviven y vagan por la isla originando algunos problemas… otra vez, no obstante, el azar o las extrañas fuerzas actúan a favor de los habitantes del lugar. No sucede lo mismo con las fuerzas de la naturaleza que hacen que el volcán muestre con toda su potencia su carácter destructor. La isla desaparece y las fuerzas sobrenaturales que parecían actuar puntualmente en los momentos en que más lo necesitaban el ingeniero y sus amigos, dejan ver su verdadero rostro natural: se trata de Nemo (en latín, persona) quien anda por allá refugiado con su Nautilus; el bien hallado personaje les facilita la huida del lugar, en los momentos en que ven el derrumbe del lugar, originado por la erupción en cadena del volcán…las última palabras de Nemo serán: «mañana habré muerto, y deseo no tener otro sepulcro que el Nautilus. Es mi ataúd. Todos mis amigos reposan en el fondo de los mares y yo quiero reposar con ellos»… y los que quedan abandonan la isla logrando en el futuro una vida plena de felicidad.

La visión de Verne – heredero en esto de Eliseo Reclus – es un verdadero canto a la tierra, a su plenitud, que puede ser completada con los conocimientos científicos, lo que no quita para que considerase a la naturaleza como dotada de poder autónomo; naturaleza compaginable con los humanos en la medida en que estos no provocasen su hostilidad. En la novela en la que me detenido – considerada por muchos, entre los que me cuento, como su más lograda novela- no hay desplazamientos, ni viajes, más que las exploraciones que se dan en el interior de la isla, con el fin de buscar modos para subsistir y ordenar el territorio; ordenación que viene a ser el modelo de la colonización, teniendo en cuenta, no obstante, que el escritor diferenciaba entre un colonialismo (colonismo se decía por entonces) de las potencias como EEUU, Francia o Inglaterra, y otra manera de colonizar que era la propia del saint-simonismo que trataba de organizar comunidades en tierras no habitadas…erigiéndose así el caso de la Isla misteriosa en una forma de utopía, que refleja la historia de la humanidad que desde sus primeros pinitos fue avanzando – como estos colonos/ náufragos – por las distintas fases de desarrollo… «mirad lo que nos entrega la naturaleza, dice Cyrus Smith mientras saca de sus bolsillos trozos de mineral de tierra, de pirita, de arcilla, de carbón…»; la tierra ofrece sus dones, materias, cobijo, y los humanos se organizan para organizar aquel reducido territorio y vivir en una comunidad armoniosa que siempre quedará en su imaginación, en el recuerdo y en su deseo.

Una exploración por las palabras, las imágenes, por la tierra, los aires, conviviendo con los cuatro elementos

Me permito concluir esta lectura del imaginativo cartógrafo del mundo y del saber, con unas lúcidas palabras de J.M.G.Le Clézio y otras de Roland Barthes : el primero dice «Verne se sitúa en la bisagra de dos mundos, el mundo antiguo, romántico, heroico, a veces místico, a menudo bárbaro, y nuestro mundo contemporáneo, en el que triunfan la ciencia y los valores individuales, así como la hipocresía y la avaricia de los hombres de negocios»; el segundo en Nautilus y el barco ebrio in Mitologías (Siglo XXI editores, 2006; p. 87) afirma que «Verne es el creador de una cosmogonía cerrada sobre sí misma, con sus categorías propias, su tiempo, su espacio, su plenitud, incluso su principio existencial. La consolidación verneana está ligada a las tareas técnicas del siglo industrial: efracción de la tierra, explotación de las minas, apertura de rutas, de las vías férreas […] Toda la simbología que recorre sus novelas está unida al industrialismo, a la idea de progreso, a la idea de que la técnica, dominando la Naturaleza, hará de la tierra un edén y al hombre más libre. Pero debajo de esta armadura lógica, de esta apología de la herramienta y de la ciencia, laten significaciones más profundas».