Por Iñaki Urdanibia

«Contaré una historia de magia y mentiras, de batallas navales y princesas secuestradas, de revueltas de esclavos y persecuciones de reinos y embajadores impostores, de espías y ladrones de joyas, adoradores del diablo y obsesión sexual, puesto que todo ello se encuentra en la base de la idea moderna de libertad.»

No es la primera vez que hablo de piratas*, ni tampoco del autor de Trabajos de mierda** del que acaba de ver la luz una desmitificadora obra que se balancea entre el mito, la antropología y la historia de las ideas y que lleva por título: «Ilustración pirata», editado por Ariel. Su autor es el antropólogo y activista David Graeber (Nueva York, 1961- Venecia, 2020), del que, como decía, he dado cuenta de la lectura de varias de sus obras. Su activismo libertario, militando en el Parque Zuccotti e impulsando el movimiento Occupy Wall Street motivó su expulsión de alguna universidad, al contrario que en alguna otra facultad, la London School of Economics, en la que se le ha considerado, como «un destacado antropólogo que transformó radicalmente el estudio de la cultura», elogios que también vertieron eminentes historiadores como Simon Sebag Montefiore que decía que su quehacer estaba «lleno de refutaciones iconoclastas a la sabiduría convencional. Lleno de ideas nuevas, es un placer leerlo y ofrece un desafío estimulante en cada página»; el libro que acaba de ser publicado da cuenta cabal, una más, de lo dicho por el historiador nombrado.

La cita inicial que transcribo se cumple con creces en el libro que combina las historias y anécdotas, con un trabajo de erudición que por momentos desborda los límites del rigor; ha de añadirse a esto la hipótesis que avanza sobre los protagonistas del libro, los piratas, quienes las más de las veces han sido considerados como unos salvajes, desalmados y amorales que no respetaban la propiedad ajena, de las grandes navieras sea dicho al pasar, que se entregaban al vicio depravado y al ron, ron a litros. Pues bien, el autor les presenta como unos adelantados a los tiempos en la medida en que sus experiencias de democracia directa y ansia disparada de libertad, les convirtieron, a decir de Graeber, en precursores de las ideas ilustradas.

Entre 1989 y 1991, David Graeber se dedicó al trabajo de campo etnográfico en Madagascar. Su trabajo le sirvió como tesis doctoral que analizaba la magia, la esclavitud y la política por aquellos lares. A lo largo de su estancia comprobó que había un grupo étnico formado por descendientes, mestizos, de numerosos piratas que se habían instalado allá a principios del siglo XVIII: los Zana-Malata. Sus apuntes al respecto iban aumentando hasta que tiempos después decidió, pulirlos y publicarlos, centrándose en la utopía pirata bautizada por Daniel Defoe, como Libertalia. Hurgando en los escasos materiales existentes al respecto y en diversas leyendas de los propios piratas, llegó a la conclusión de que los herederos de los filibusteros dejaron una honda huella en la cultura y política malgaches que prologando, e inspirando, en ciertos aspectos, las propuestas del siglo de las Luces, completando el cuadro resaltando la influencia que tuvieron los relatos de los piratas y las prácticas proto-democráticas, con claros tintes libertarios, en los pensadores de las Luces. A la sombra de estas imágenes luminosas el autor avanza por las sombras que supusieron el mercantilismo, el colonialismo y en consabido europeocentrismo.

Las historias de filibusteros, mujeres comerciantes y los simulacros de reinos en Madagascar del siglo XVIII se acumulan convirtiendo la lectura en un verdadero libro de aventuras, que se ve completado, depende de cómo se mire, entorpecido, en la narración por la profusión de datos, citas, referencias… mas el rigor es el rigor, y la constatación basada no en ideas previas sino en datos, resulta necesaria, en especial, cuando la teoría que se propone puede resultar de entrada extemporánea e intempestiva, además de absolutamente contracorriente.

Aun a riesgo de repetirme, me permito retomar las líneas que en su momento escribí sobre el libro, al publicarse su edición francesa:

Aquel lugar se convirtió, en palabras del antropólogo americano David Graeber (1961-2020), en una tierra en la que se radicalizaron las ideas de las que más tarde se conocerían como las Luces. Alejados del orden mercantil y de la explotación, allá fundaron unas relaciones de libertad y de hermandad jovial: nadie gobernaba por razones de sangre, ni de linaje, ni de antigüedad, sino que el poder pertenecía a todos, que participaban en la renovación de los puestos de responsabilidad al tiempo que sobre cada uno de ellos podía recaer tal responsabilidad. Una amplia república oceánica que respondía a los sueños de la libertad; no hay en aquellos lares un fundamento último, ni primero, siendo su extensión la inmensidad de los mares como señala Marcus Rediker en su Pirates de tous les pays. Un modelo ajeno a la tierra con sus límites y sus férreas jerarquías, desplegándose por el mar, la mar, con la única ventaja, tecnológica, de quienes eran capaces de construir los navíos y hacerlos navegar. Libertalia, señala el especialista en el mundo de la mar, Rediker, la república de la que hablamos nacía en tiempos de la monarquía, siendo una democracia directa y asamblearia en la época del despotismo. En la obra se da cuenta de los principios constitutivos de tal república en sus medidas y normas con el fin de evitar la acumulación del poder, poniendo en marcha una política de igualdad en la que las mujeres también tenían su espacio (así lo muestra el capítulo dedicado a Anne Bonny y Mary Read), y con una aspiración permanente de luchar por hacer justicia a los marinos; ciertamente el papel esencial de las féminas es subrayado en la medida en que acogían con los brazos abiertos a quienes llegaban, no dudando en establecer relaciones de pareja… originando descendencia.

David Graeber en su Les pirates des Lumières ou la véritable histoire de Libertalia (ahora presentada en castellano, como digo), hace honor a su oficio y entrega los resultados de un detallado trabajo de campo, y así lo anuncia desde el principio: «voy a contar una historia de magia y de mentiras, de batallas navales y de princesas raptadas, de revueltas de esclavos y de cazas de hombres, de reinos de pacotilla y de embajadores impostores, de espías y de ladrones de joyas, de envenenadores y de sectarios del diablo y de la obsesión sexual, todas las cosas que participan en los orígenes de la libertad de moderna». Entre 1989 y 1991, David Graeber se entregó a un trabajo etnográfico en Madagascar (país muy dado, según señala, a situar la conversación en un papel esencial, casi estructurador de las relaciones sociales, en una sociedad poco homogénea compuesta de gentes de muy diversos orígenes, a lo que se ha de sumar el desarrollado arte de la seducción sexual; sociedad abierta, y acogedora, con respecto a los llegados de otros lares); el resultado de su estancia fue su tesis de doctorado sobre la magia, la esclavitud y la política en la isla. Mientras desarrollaba su trabajo, tuvo conocimiento de la existencia de un grupo étnico que estaba formado por mestizos descendientes de diferentes piratas, que se habían instalado allá a principios del siglo XVIII: los Zana-Malata; la nombrada importancia y centralidad de la conversación no cabe duda de que fue contagiada a los piratas que la practicaban, aumentada con sus uniones con mujeres malgaches, materializándose además en forma de debate a la hora de tomar decisiones colectivas. En la obra pone el foco en el relato de Daniel Defoe, y la utopía pirata de la que éste hablaba. No se conforma con ello sino que, a cada cual lo suyo, incide en el peso de los filibusteros y sus descendientes sobre la cultura malgache en el siglo de las Luces, y subraya la importancia que tuvieron las leyendas y relatos de piratas y las prácticas proto-democráticas, léase libertarias, de éstos en los pensadores de las denominadas Luces. Obra que se abre, cual crisálida, ofreciendo caminos para la reflexión, crítica, sobre la naturaleza y los orígenes de la ideología mercantil, del colonialismo y del europeocentrismo, a la vez que muestra su rigor dando cuenta de los diferentes documentos consultados, diferentes textos que dan testimonio de algunos protagonistas y testigos de la época, amèn de una extensa bibliografía, sin ocultar su honda prudencia (si Libertalia no ha existido tal vez podría haberlo hecho) acerca de lo que se sabe de los piratas ya que mucho se ha escrito, mucho se ha ocultado y borrado de la historia… a lo que se ha de sumar que ha habido cantidad de cuentos de una imaginación desorbitada y unas leyendas sin cuento; generalmente empapadas de desprecio. No está de más tener en cuenta que todas las utopías, desde las primeras de Moro o Campanella, son no-lugares situados en islas imaginadas.

«Los primeros griegos fueron todos piratas» que dijese Montesquieu, afirmación que se puede acompañar de la conclusión de Marcus Rediker: «los piratas han tenido el coraje de tratar de vivir de manera diferente y de crear una vida alternativa al mismo tiempo que se encontraban confrontados a condiciones de extrema opresión […]. Igualitarios, colectivistas y democráticos, estos “sinvergüenzas” de todas las naciones merecen que se recuerde su historia, en Francia y por otros lugares».

Me permito sugerir la que puede ser una adecuada banda sonora para acompañar la lectura la recopilación de Johnny Depp and Gore Berbinski: Rogue´s Gallery /Pirate Ballads, Sea Songs & Chanteys que recoge canciones de Bono, Brian Ferry, Nick Cave, Lou Reed, Sting, Lucinda Williams, Javis Cocker, y…otros, hasta completar, en dos cds, cuarenta y tres canciones.

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( * ) Los dos primeros enlaces envían a algunas obras sobre los piratas, incluyéndose en uno de los artículos, unas líneas dedicadas al libro ahora comento, en su versión francesa de hace cinco años:
(**) Los artículos que siguen están dedicado a diferentes obras del autor: