Por Iñaki Urdanibia

«Si no las escribo, las cosas no han llegado hasta su término, han sido solamente vividas»

«Escribir no es para mí un sustituto del amor, sino algo más que el amor o que la vida»

Lo bueno si breve… más si en menos de cincuenta páginas la autora del relato deja ver los temas esenciales de su quehacer y de su vida; siendo el relato una verdadera flecha de por dónde avanzaría su camino y su posterior escritura, encarnada en El acontecimiento (2000), La plaza (1983), Una mujer (1987), Los años (2008), Pura pasión (1991), Los armarios vacíos (1974), etc. [Me permito al final, tras la recensión del libro, incluir algunos materiales que utilicé en una tertulia que dirigí, con el fin de dar una visión general del quehacer de la escritora, indudablemente una de las grandes de las letras hexagonales].

La escritura de Annie Ernaux tiene como materia prima su vida de la que habla con una descarnada sinceridad, situando su intimidad en los tiempos en que se ubican los hechos personales narrados, lanzando su experiencia particular al ámbito de lo universal .

En la presente ocasión, entrega un pequeño libro, editado en Gallimard: «Le jeune homme», en el que se narra una vivencia vivida treinta años atrás, plasmada en una prosa brillante al tiempo que anclada en la realidad pura y dura, que pone ante los ojos lectores una historia de amor, de una mujer de una cincuentena de años, 54 más exactamente, con un joven al que aventaja en casi treinta años. Ernaux pone la memoria a funcionar a tope para incrustar su prosa en la vida misma. Si con anterioridad no había tenido reparos en hablar de sus años de infancia y de sus ocupaciones laborales o de temas más crudos como el de la interrupción clandestina de un embarazo, en 1963, que esperó treinta años para entregarlo por escrito, en la presente ocasión no se corta a la hora de exponer una relación que suele ser considerada poco menos que como antinatural; cierto que desde que escribió el texto hasta la actualidad las cosas han cambiado en ese, como en otros terrenos, lo que no quita para que la inquietud que se siente al constatar el joven que las miradas sobre su compañera, los problemas de relación con otras personas que no llegan a disimular su incomodidad, al pensar que se hayan enfrente de una relación incestuosa, miradas que saltaban a la vista cuando frecuentaban los cafés estudiantiles, en donde la edad de la mujer sorprendía. Por parte, de la mujer, trasparente retrato de la propia escritora que denota por la primera persona utilizada, la visita de la relación relatada sirve bien para ver el cambio de época y, ya de paso, los cambios en la propia persona de la escritora, mostrando en no pocas ocasiones el peso de los gustos, maneras de hablar y vestir, habitus -que diría Pierre Bourdieu, de quien por cierto la escritora es gran admiradora- que son las marcas de la educación recibida y de la pertenencia de clase en la que se ha crecido, si bien en el texto del que hablo no se detiene en dicho aspecto sino que muestra un abismal desapego entre la relación hors norme à l´époque, y su posición ajena a tales normas y roles asignados; ella que se reivindica como tránsfuga de clase. El paso de las páginas van perladas por las rumias sobre sí y su comportamiento, acompañadas de las del joven compañero, suponiendo la relación unos cambios de importancia en la manera de encarar la vida por parte de ambos; a ella, en particular, le sirve para rememorar su juventud, a través del amante que podía ser su hijo, y para acercarle, en cierto sentido, a los orígenes populares del joven, de los que hacía tiempo que ella se había despegado, sirviéndole así el contacto además de para colmar el deseo, para dedicarse a una especie de anamnesis de sus años de juventud. Reflexiones que hacen que el relato roce el nivel de un potente ensayo en lucha contra las convenciones de la sociedad bien pensante.

Se relata, de manera dosificada, el desarrollo de la relación, establecida en Rouen entre mediados al final de la década de los noventa del siglo pasado, desde los momentos en que él, un joven estudiante, le llamaba con insistencia por teléfono, para quedar, ante la extrañeza de la mujer por semejante tenacidad y furor; quedaban para hacer el amor con la banda sonora de Jim Morrison y sin mayores preámbulos para posteriormente fundirse en unas lágrimas de exaltación, tendidos en el colchón extendido en el mismo suelo; en el apartamento del joven comían cualquier cosa en la plancha. Él deseaba tener un hijo con ella, mientras ella era consciente de que la relación era pasajera y no podía ir a mayores.

El relato escrito hace tiempo había quedado en el conjunto de los inéditos hasta el momento presente y en él, no obstante, se puede ver la postura de Annie Ernaux que culmina sus vivencias con la escritura de ellas, como si no ponerlas negro sobre blanco no fuese la plena realización de ellas.

Annie Ernaux o la joie de vivre, la intensidad de lo vivido puesto en página, y las trazas del paso del tiempo; y si el otro decía filosofar con el martillo, de Ernaux podría decirse que su escritura clínica está realizada con el bisturí.

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Notas biográficas

«Con la conciencia de que si tenía el valor de ir hasta el final de lo que sentía, acabaría por descubrir mi propia verdad…»

                                                Jean Rhys

«El lenguaje no es la verdad. Es nuestra manera de existir en el universo»

                                               Paul Auster

Annie Duchesne nace en Lillebonne (Seine-Maritime) el 1 de setiembre de 1940. Tanto su infancia como su juventud las pasó en Yvetot, Normandía. De orígenes modestos (eufemismo mediante), sus padres trabajaron en el campo e igualmente como obreros, para posteriormente, montar un café que a la vez era tienda de ultramarinos.

La hija realizó sus estudios en Rouen y posteriormente en Burdeos; esta dedicación supuso una separación con respecto a su padre que vivía con cierto complejo y malestar la ascensión de su hija en la escala social, sentimiento que igualmente afectó a Annie que sentía los estudios -y su futura dedicación- como una ruptura con respecto a sus orígenes y hasta como una cierta traición; más tarde su matrimonio, en 1964, con un joven de familia burguesa, reforzaría el sentimiento señalado, a la vez que le iba a suponer el cambio de nombre: a partir de entonces se llamaría Annie Ernaux (apellido que curiosamente no cambiaría después del divorcio). Su primera titulación le abrió las puertas a la enseñanza, que más tarde amplió, consiguiendo la agregaduría en letras modernas. Ocupando sus primeras plazas, a principio de los setenta, en Annecy y Pontoise, para más adelante lograr un puesto en el Centre de Éducation à Distance (CNDE).

Su estreno en el mundo de la literatura, como escritora, siendo madre ya de dos hijos, fue en 1974 con una novela autobiográfica, Les Armoires vides (traducción en Galda, 1974, y más recientemente en Cabaret Voltaire), más tarde le siguieron otras novelas: Ce qu´ils disent ou rien en 1977, cuatro años más tarde La femme gelée y La place en 1983 (hay traducción en Tusquets, 2002), obra con la que consiguió el Prix Renaudot de 1984. Si estas primeras publicaciones eran designadas como novelas, a partir de la última de las nombradas, se dio un giro en su manera de escribir y concebir el papel de la escritura, pasando a considerar su quehacer como «auto-socio-biografía» o como «etnología del mí misma», lo que quedaría patente en sus siguientes obras.

Algunas de sus obras toma como centro de atención a su madre: en 1987 Une femme (traducida en Tusquets, 1988) y más tarde, en 1997, Je ne suis sortie de ma nuit, que relata la enfermedad de Alzheimer que padeció su madre y los cuidados de los que ella se hizo cargo. Con respecto a su padre escribió el mismo año que la anterior La honte (traducida en Tusquets, 1999), en la que relata además de sus tensas relaciones con su progenitor, alguna escena de amenazas de muerte que su padre dirigió a su madre de la que ella fue impresionada testigo.

Dejando de lado otras publicaciones, conste que no por falta de interés, en 2008 publicó la novela que hemos leído, Los años (traducida el mismo año por Herce, que también tradujo L´occupation); siendo traducida la obra del año 2000, L´événement, por Tusquets, 2001. Con la publicación de Los años , podría decirse que le llegó la consagración definitiva, consiguiendo los premios Marguerite-Duras, el François-Mauriac y el de la lengua francesa – concedido por el conjunto de su obra – …todos ellos en 2008; al año siguiente le otorgaron el premio de los lectores de la revista Télérama. No se han de obviar los nombramientos honoris causa de diferentes universidades ni tampoco la cantidad de coloquios que en torno a su obra se han celebrado, Ahora, en 2022 acaba de publicarse un cuaderno de L´Herne dedicado a ella..

Más tarde vinieron: L´Autre fille, en 2011, carta a su hermana que murió antes de nacer, además de la publicación de algunos cuadernos y diarios, que recogen sus anotaciones sobre la realidad vivida y sus reflexiones sobre la escritura. El pasado año publicó Regarde les lumières mon amour (Seuil), que narra la vida de un hipermercado y la de sus clientes, publicación que coincidió con un par de libros de entrevistas / ensayos: Le vrai lieu. Entretiens avec Michelle Porte (Gallimard) y Annie Ernaux. Le temps et la mémoire que recoge un coloquio celebrado sobre su obra en Cerisy-la-Salle.

Escribir la vida

«Escribir es un presente y un futuro, no un pasado. Ver reunidos bajo una misma portada la mayor parte de mis libros ha suscitado en mí una especie de incredulidad, ver de irrealidad. Más allá de esta reacción sin duda bastante frecuente para cualquiera que mira los trabajos que ha ido dejando detrás de él, me he visto forzada a plantearme esta pregunta: ¿qué significa este millar de páginas? ¿Cómo definir esta empresa de escribir iniciada hace cuatro decenios? ¿Qué título – que se me solicitaba – para calificarlas? Bruscamente me ha venido a la cabeza, como una evidencia: escribir la vida [evidencia avivada sin lugar a dudas por el recuerdo del seminario de Antoine Compagnon que llevaba ese título y en el que me ha invitado a hablar en 2009, en el Collège de France]. Ni mi vida, ni su vida, ni incluso una vida. La vida, con sus contenidos que son los mismos para todos pero que se experimentan de manera individual; el cuerpo, la educación, la pertenencia y la condición sexuales, la trayectoria social, la existencia de los otros, la enfermedad, el duelo. Por encima de todo, la vida tal y como el tiempo y la Historia no cesan de cambiarla, destruirla y renovarla. No he buscado escribirme, hacer obra de mi vida; me he servido de ella, de los acontecimientos, generalmente corrientes, que la han atravesado, situaciones y sentimientos que me ha sido dado conocer, como una materia a explorar para aprehender y poner al día alguna cosa del orden de una verdad sensible. He escrito siempre de mí y de fuera de mí, el “yo” que circula de libro en libro no es asignable a una identidad fija y su voz es atravesada por las otras voces, familiares, sociales, que nos habitan.

Pero la vida no dicta nada. No se escribe de ella misma. Es muda e informe. Escribir la vida manteniéndose lo más cerca posible de la realidad, sin inventar ni transfigurar, es inscribirla en una forma, de frases, de palabras. Es comprometerse – y cada vez más en la medida que transcurren los años- en un trabajo exigente, una lucha, que intento limitar y comprender en el mismo texto, en la medida que yo me entrego a la tarea. En esta frase de Proust que me acompaña desde la adolescencia, “las penas son servidoras oscuras, detestadas, contra las que se lucha, bajo el imperio en el que se cae cada vez con mayor frecuencia, servidores atroces, imposibles, de reemplazar y que, por vías subterráneas, nos conducen a la verdad y a la muerte“, me doy cuenta de que cada vez más pongo la “escritura” en el lugar de las “penas “. O con»

[Annie Ernaux, Écrire la vie. Quarto- Gallimard, 2011]

Bourdieu : la pena.

Por Annie Ernaux.

LE MONDE, 05.02.02.

La manera de cómo ha sido anunciada y comentada la muerte de Pierre Bourdieu en los medios de comunicación, el 24 de enero, a mediodía, era instructiva. Algunos minutos al final del informativo, insistencia-como si de tratase de la alianza incongruente, hasta entonces impensable, de estas dos palabras-sobre el «intelectual comprometido». Por encima de todo, el tono de los periodistas revelaba mucho: el del respeto alejado, el del homenaje distante y comedido. Evidentemente, más allá del resentimiento que habían podido alimentar con respecto a quien había denunciado las reglas del juego mediático, Pierre Bourdieu no era de los suyos. Y La distancia se antojaba inmensa entre el discurso oído y la tristeza, que en el mismo momento, invadía a millares de personas, investigadores y estudiantes, enseñantes, pero también a hombres y mujeres de todos los horizontes, para quienes el descubrimiento de los trabajos de Pierre Bourdieu ha constituido un giro en su percepción del mundo y en su vida.

Leer en los años 1970 Los herederos, La reproducción, más tarde La Distinción, era – lo es siempre – resentir un choque ontológico violento. Empleo a posta este término ontológico: el ser que se creía ser no es ya el mismo, la visión que se tenía de sí y de los otros en la sociedad se quebraba, nuestro lugar, nuestros gustos, nada nos resultaba ya natural, en el que se consideraba habitual funcionamiento de las cosas aparentemente más normales de la vida.

Y, por poco que haya salido uno mismo de las capas sociales dominadas, el acuerdo intelectual que se otorga a los análisis rigurosos de Bourdieu se dobla del sentimiento de la evidencia vivida, de la veracidad de la teoría de alguna manera garantizada por la experiencia: no se puede, por ejemplo, rechazar la realidad de la violencia simbólica cuando, uno mismo y sus próximos, la han sufrido.

He comparado más de una vez el efecto de mi primera lectura de Bourdieu a la del Segundo sexo de Simone de Beauvoir quince años antes: la irrupción de una toma de conciencia sin retorno, en este caso de una toma de conciencia de las mujeres, en el otro de la estructura del mundo social. Irrupción dolorosa pero seguida de alegría, de una fuerza particular, de un sentimiento de liberación, de sumisión rota.

Esto me produce un sentimiento de misterio y una tristeza que la obra de Bourdieu, sinónimo para mí de liberación y de «razón de actuar» en el mundo, haya podido ser percibida como una sumisión a los determinismos sociales. Me ha parecido al contrario que, poniendo al día los mecanismos escondidos de la reproducción social, objetivando por medio de su impulso las creencias y procesos de dominación interiorizados por los individuos, la sociología de Bourdieu desfataliza la existencia. Analizando las condiciones de producción de las obras literarias y artísticas, los campos de luchas en las cuales surgen, Bourdieu no destruye el arte, no lo reduce en su medida, simplemente lo desacraliza, hace lo que sería algo mucho mejor que lo que haría una religión, ponerlo a la altura de una actividad humana compleja. Y los textos de Bourdieu ha sido para mí un estímulo para perdurar en mi empresa de escritura, tratando de desvelar, entre otras, lo que él llamaba lo reprimido social.

El rechazo opuesto, a veces con una violencia extrema, a la sociología de Pierre Bourdieu proviene, me parece, de su método y del lenguaje que conlleva. Viniendo de la filosofía, Bourdieu ha roto con el manejo abstracto de los conceptos que la fundan, lo bello, el bien, la libertad, la sociedad, y otorgando a estos contenidos estudiados su concreción y una mirada científica. Ha desvelado lo que significaban en la realidad lo bello cuando se es agricultor o profesor, la libertad si se habita las zonas superpobladas de inmigrados , explicado por qué los individuos se excluyen ellos mismos de lo que, de manera oculta, les excluye de todas las maneras.

Como en la filosofía y, en el mejor de los casos, en la literatura, es todavía hoy y siempre de la condición humana de lo que se trata, pero no de un hombre en general, sino de los individuos tal como están inscritos en el mundo social. Y si un discurso abstracto, por encima de las cosas, o profético, no molesta a nadie, no es lo mismo cuando se da el porcentaje aplastante de los niños provenientes de los medios dominantes intelectual o económicamente en las grandes escuelas cuando se observan de manera rigurosa las estrategias del poder, aquí y ahora, tanto entre los universitarios (homo academicus) como en los medias.

Cuestión de lenguaje; sustituir, por ejemplo, «sectores medios, gentes modestas» y «capas superiores» por los términos de «dominados» y «dominantes», es cambiar todo: en lugar de una expresión eufemizada y casi natural de las jerarquías, es hacer aparecer la realidad objetiva de las relaciones sociales.

El trabajo de Bourdieu, empeñado como Pascal en destruir las apariencias, en poner de manifiesto el juego, la ilusión, el imaginario social, no podía más que hallar resistencias en la medida que contiene fermentos de subversión, que empujan hacia una transformación del mundo, del que en la obra que ha dirigido con su equipo de investigadores, más conocido, muestra la miseria.

Si con la muerte de Sartre, he tenido el sentimiento de que algo se acababa, integrado, que sus ideas no permanecerían activas, que él desparecería en suma, de la historia, no me ha sucedido lo mismo con Pierre Bourdieu. Si somos muchos los que experimentamos la pesadumbre por su pérdida-me atrevo, lo cual hago raramente, a decir «nosotros», en razón de la onda fraternal que se ha propagado espontáneamente al anunciarse su muerte- somos tan numerosos en pensar que la influencia de sus descubrimientos y de sus conceptos, de sus obras, no va a cesar de expandirse. Como fue el caso de Jean-Jacques Rousseau, a propósito de quien no sé cuál de sus contemporáneos se rebelaba ante el hecho de que su escritura había convertido en valiente al pobre.

Vocabulario portátil

Autobiografía

Las novelas de inspiración autobiográfica van a derivar hacia los relatos de tipo auto-socio-biográfico, alejándose de cualquier forma de ficción o de apuesta por el arte, convirtiendo su escritura en una exploración de una realidad social exterior y de sus influencias en la interioridad personal. Si la primera persona es una de las condiciones del género autobiográfico, en este nuevo terreno la escritora usa la tercera persona en su tendencia por mantener la distancia objetivante… El yo de la narradora adopta un valor colectivo; en algunas ocasiones la primera persona cede el paso a la tercera, haciendo que los registros biográficos y autobiográficos se vean completados por una dimensión colectiva, social.«Esto no es una biografía, ni naturalmente una novela, quizá algo entre la literatura, la sociología y la historia»

Compromiso

Su visión de la escritura es que ésta pueda «contribuir a desvelar y cambiar el mundo o al contrario a reforzar el orden social, moral, existente». Atribuye a su escritura la misión de ayudar «a la subversión de las visiones dominantes del mundo» haciendo que la gente comprenda que el orden social no responde a leyes naturales inmutables. Trata con sus libros de modificar la visión de los lectores «haciéndoles ver lo que antes no veían», lo que puede empujar a actuar o al menos a no comulgar con ruedas de molino… Siempre en lucha contra la violencia simbólica que ejerce el orden social sobre los individuos.

Cuchillo

«La exploración de la realidad exterior o interior, de lo íntimo y lo social en el mismo movimiento, fuera de la ficción. Y la escritura “clínica“ [expresión utilizada por el entrevistador] es parte integrante de la búsqueda. Lo siento como el cuchillo, en el sentido cercano al arma, del que tengo necesidad».

Escritura

La Place va a suponer un giro en su modo de encarar la escritura. Si sus anteriores libros eran catalogados como novelas, aquí asoma un nuevo estilo.Tiende a neutralizar la expresión de emociones en la narración alejando los adornos y la ficción, optando por «el único medio de evocar una vida, en apariencia insignificante… reconstruir la realidad de esta vida a través de hecho precisos, a través de palabras oídas». Esta nueva óptica va a suponer el recurso a la «escritura plana» (écriture plate), renunciando a las cuestiones de estilo imaginado, a las metáforas o a diferentes juegos de lenguaje sintácticos u otros, y optando por una voz narrativa neutra; se ha solido asimilar tal postura con la escritura blanca señalada por Roland Barthes. Suponiendo esta elección un proyecto ético y político: escribir sin traicionar; de «la moral de la forma» hablaba Roland Barthes en su El grado cero de la escritura. Esta exigencia va a hacer que en sus escritos se intercalen momentos de duda y reflexión acerca del modo de llevar adelante su empresa. «Es siempre lo que se va a decir lo que leva a la manera de decirlo, lo que acarrea la escritura, y también la estructura del texto».

Etnología

Si los etnólogos se preocupan de los otros, por medio de documentos describen a un grupo humano, tratando de definirlo en su otredad, Annie Ernaux, utiliza la expresión etnología de mí misma para dar a entender que la joven que sale, por ejemplo, en una foto es ella pero quiere recuperar la «realidad de entonces», resultando que la joven de la imagen es la de una época que dista cantidad de lo que ella es en el presente, habiendo vivido y acumulado experiencias, conocimientos, …Significativo resulta que una de sus obras, la ya nombrada La Place, pensó titularla en principio Éléments pour une ethnologie familiale.

La escritora no se conforma con su propia memoria sino que recurre a sus diarios, escritos sobre la marcha, y a los documentos de época: revistas, periódicos, etc.

Ficción

La autora privilegia la realidad de los hechos vividos y huye de cualquier forma de abalorio que pueda desviar al lector de lo esencial o le pueda despistar a la hora de comprender lo que ella pretende transmitir, adoptando el papel de un notario.

Fotos

Utilizadascomo motor para lanzar las descripciones ya que no las incluye en sus libros. Se ha de tener en cuenta que las fotos le hablan en la medida que recuerda no solo el lugar y los personajes que en ella aparecen sino sus cavilaciones de entonces y también de las palabras que acompañaron al posado. «La distancia temporal es importante: es la que me permite volver a diario con una mirada objetiva, fría, a considerar el “yo” como otro, otra y, sobre todo de ver más allá del contexto de aquel tiempo, más allá de los sentimientos experimentados, de ver, de sentir debería decir, la escritura, la verdad producida por la escritura». Las ideas expuestas en esta cita bien sirven para comprender también su concepción del yo (no idéntico, de una vez por todas, cambiante; igualmente aclara la escritura como ejercicio de anamnesis). Frase tomada de la contracubierta de la edición francesa de Les années: «A través de las fotos y de recuerdos dejados por los acontecimientos, las palabras y las cosas, Annie Ernaux hacer revivir el paso de los años, de la posguerra a hoy. Al tiempo inscribe su existencia en una forma nueva de autobiografía, impersonal y colectiva».

Memoria

Uno de los centros de reflexión de la escritora. Su trabajo es «recordar cada detalle» de los tiempos revisitados intenta aprehender la «atmósfera de la época » retratada o rememorada; y se esfuerza igualmente en recuperar el leguaje de la época, del mismo modo que las costumbres, los hábitos de vestir, de comer, etc. Su visión privilegia la sucesión en vez de la identidad fija, en el reino de lo efímero que supone la sociedad de consumo, en la que «los vestidos, las publicidades, las canciones y las películas aparecen y desaparecen en un año». Ernaux recurre en más de una ocasión a Marcel Proust gran maestro en lo que hace a las cuestiones memorísticas: este en su El tiempo recobrado escribe: «…el único libro verdadero, un gran escritor no tiene que inventarlo en el sentido corriente, porque existe ya en cada uno de nosotros, no tiene más que traducirlo. El deber y el trabajo de un escritor son el deber y el trabajo de un traductor».

Sociología

No le duelen prendas a la escritora a la hora de señalar la importancia que algunos textos de Pierre Bourdieu (Los herederos, La distinción o La reproducción) tuvieron en su formación intelectual y personal. La huella que señalo puede observarse en el artículo que publicó en Le Monde con ocasión del fallecimiento del sociólogo, reproducido más arrina. Cuestiones como la violencia simbólica de las relaciones sociales asoman indisimuladamente en sus obras.

Traición

Pierre Bourdieu emplea la expresión tránsfuga de clase, que la escritora constató en el cambio de trabajo de sus padres, en sus estudios que le alejaban del nivel de sus orígenes, o más tarde su boda y su dedicación a la enseñanza. La escritora se halla en una situación paradójica ya que habiendo cambiado de clase social-hasta sus dieciocho años había convivido en un medio obrero y campesino- se ve arrastrada a emplear «la lengua del enemigo» – que diría Jean Genet – y para evitar tal caída le queda el recurso de la escritura plana y lograr que su escritura pueda ser entendida por todo dios, huyendo eso sí de cualquier forma de miserabilismo o populismo baratos.

Yo

Los límites entre lo íntimo, subjetivo y lo colectivo se tornan borrosos, haciendo que a través de lo singular se aprehenda lo colectivo. «Lo íntimo es siempre social, ya que el yo puro, en el que los otros, las leyes, la historia, no estuviesen presentes sería inconcebible». Esto hace que la autora declare, por activa y por pasiva, que ella no pretende en su escritura explorar sus propias zonas sombrías… sino que pone el acento en las determinaciones exteriores, en la pertenencia a distintos grupos sociales, etc. «El “yo” que utilizo me parece una forma impersonal, apenas sexuado, muchas veces resulta más una palabra del “otro” que del “yo” : una forma transpersonal en suma» – y la escritora se explica con más amplitud – «no me considero como un ser mayormente único, en el sentido de absolutamente singular, sino como una suma de experiencias, de determinaciones también, sociales, históricas, sexuales, de lenguajes, y en diálogo continuo con el mundo (pasado y presente), formando todo ello, sin escapatoria, una subjetividad única».

[Las citas de la autora están tomadas en su mayor parte de L´ecriture comme un couteau. Entretien avec Frédéric-Yves Jeannet , Folio-Gallimard, 2001]