Por Iñaki Urdanibia

«Mis versos son mi diario, mi poesía está construida con nombres propios…, afirme cada momento, cada gesto, cada suspiro… ¡No hay nada que no sea relevante!»

Jirones de vida, así definía su poesía la gran poeta rusa (1892-1941), que no podía prever en los años en que escribió los poemas que reúne el libro que traigo a esta página: «La amiga», publicado por la Editorial Pre-Textos, que lo que vendría después dejaría su vida hecha jirones: el exilio, se fue de su país en 1922, para unirse con su marido, también poeta, Serguei Efrón, primero en Praga, yendo ambos luego a París. Sus libros eran vetados en su publicación, los de ambos, y con su hija, Ariadna, se fue a la capital del Sena, en donde padecían una situación económica realmente dramática, ella escribía – no siendo aceptada su obra ni por los refugiados blancos, ya que había elogiado a Vladimir Maiakovski, ni por los rojos que la consideraban una traidora por haber abandonado la patria, ella que se reivindicaba como ni roja, ni blanca («De izquierda como de derecha / Surcos ensangrentados / Y cada herida: / ¡Mamá! // Y yo, embargada, / No oígo más que eso, / Entrañas – a las entrañas: / ¡Mamá! // Todos acostados unos al lado de otros-/ No sabrías separárseles. / Mirad: un soldado./ ¿De los nuestros o de los suyos? // Era blanco-es rojo: / La sangre le ha enrojecido./ Era rojo-es blanco: / La muerte le ha emblanquecido»)- mientras su marido se dedicaba a sus tareas, que le llevaron, convencido por las promesas del consulado soviético, a volver a la URSS, en 1938 con el fin de ayudar a la patria; al poco lo haría Ariadna con el mismo propósito, si bien en agosto de 1939 la mujer fue detenida, torturada y llevada a un campo de reeducación (?), siendo liberada en 1947; no obstante, acto seguido fue reenviada a un campo del Gran Norte… en total, quince años atrapada por las redes del poder (infierno relatado en su Chronique d´un goulag ordinaire, Phébus, 2005). Ya con anterioridad en plena guerra civil murió su hija Irina, a causa de la desnutrición, mas no acabaron ahí las desgracias de la familia, ya que el padre, Serguei Efrón, fue detenido y condenado a muerte, siendo ejecutado el 6 de octubre de 1941; del paradero de su esposo Marina Tsvietáieva nada sabía, del destino que depararía la guerra a su hijo, Mirsky, que movilizado en el ejército rojo murió en combate en Letonia en 194, tampoco pudo saber, como tampoco el paradero de su hija. No pudiendo soportar las garras de la represión, el 31 de agosto de 1941 se ahorcó [algunas de estas historias familiares, relacionadas con la represión, pueden verse en la obra de Vitali Shentalinski: Denuncia contra Sócrates. Nuevos descubrimientos de los archivos literarios del KGB, Galaixia Gutenberg, 2006; pp. 379-437. Añadiré que en el volumen del que hablo, se ofrece unos Apuntes bibiográficos realmente pertinentes.

Se lee en las Páginas de recuerdos de su hija, como ésta cuenta las frecuentes visitas con su madre a casa de una amiga, Sonia Parnok (1885-1933), mujer que también escribía versos, y que su madre leía los versos de la amiga, y Sonia los de su madre [algunas alusiones a esta amistad se puede ver igualmente en su obra: Marina Tsvetáieva, mi madre, Circe, 2009]. Marina se había casado con Efrón en 1912, y al poco tiempo estableció una muy estrecha relación con Sofia Parnok, poeta y crítica de arte, siete años mayor que Marina Tsvietáieva, resultando una relación tormentosa y conflictiva desde el inicio. La amante no respetaba la exclusividad que era fundamental para Marina que a la vez seguía amando a Serguei («amo a Serguei, para toda la vida, , forma parte de mí misma y no le dejaré nunca…». La ruptura se produjo en agosto de 1915, considerándola Marina como la primera catástrofe de su vida. Esta ruptura coincidía con el estrechamiento de lazos de amistad, y apoyo, con Óssip Mandestalm, que fue otros de los poetas que le acompañaron de por vida, amores poéticos, junto a Anna Ajmátova, Alexandre Blok, Boris Pasternak y Rainer Maria Rilke, con estos dos últimos formó un amoroso y poético, triángulo divino que dijese Constantin Azadovski (pueden verse Cartas del verano de 1926, Grijalbo, 1993 / editada posteriormente por Minúscula en 2012). https://archivo.kaosenlared.net/un-triangulo-poetico/ .

El libro, en edición bilingüe, que provoca estas líneas, recoge los poemas escritos entre 1913 y 1915, bajo el título de Amiga, tomado de los Poemas juveniles, que no pudieron ver la luz hasta 1976, al ser rechazados una y otra vez como señala la traductora Reyes García Burdeus en un ubicador Prefacio; la destinataria es la amiga que he mencionado: Sofia Parnok, de quien, por cierto, se presentan un par de poemas dedicados a Marina Tsvietáieva. La frase de la poeta que abre, en ex ergo, el volumen, marca el tono: «El amor vive de exclusiones, de aislamientos, de separaciones. Vive en las palabras y muere en las acciones»; la pasión se palpa, la tensión también…del mismo modo que lo haría en sus Poemas de Alemania, inspirados en los diez días que pasaron ambas en Rostov. «Es el momento de nuestra unión, / más preciosa que la plata y el oro». Diecisiete poemas en los que vamos desde el momento del encuentro hasta el adiós. Y el fuego de la pasión se traduce en unos versos que no esquivan los rasgos físicos de la amada, su manera de vestir, elogiando la delicadeza de sus manos, las fragancias, invadiendo los versos unos aires de exaltación no disimulada que se entreveran con los celos y con claros sentimientos de culpabilidad y traición con respecto a su marido, al tiempo que puede verse la entrega total de la poeta a su amada, a la que consideraba como si su madre fuera, a la vez que viéndola como la encarnación de todas las heroínas.

Marina Tsevetáieva o la poética del “vivir-escribir” que dijese Caroline Bérenger en el Prefacio a Les Carnets, Éditions des Syrtes, 2008; confesaba la poeta que escribir es vivir o vivir es escribir, expresando el amor que «no desea ser magnificado (¡es bastante magnífico por sí mismo!), puede considerarse como un absoluto, el único absoluto», en este caso hacia su amada Parnok, que fue quien le abrió las puertas a la sensualidad del amor carnal, más allá de sus frecuentes idilios cerebrales, como expresión de su concepción del amor, de hallar una vida feliz en otros o en otra, ante la imposibilidad de vivir la felicidad de la propia vida, como forma de «exteriorizar la propia alma», en un impulso que la guiaba: «lo que amo por encima de todo en el mundo, es al ser humano, el ser vivo, el alma humana, – más que la naturaleza, que el arte, más que todo». En los versos ahora presentados que hubieron de esperar para ver la luz debido a las prohibiciones de los comisarios de turno, como queda dicho, se plasma, la búsqueda del alma del ser amado, por medio de la esfera propia del poeta, el alma – decía – «como purgatorio entre el infierno de la vida terrestre y el paraíso del espíritu puro»… tomo estas últimas palabras, todo hay que decirlo de la magnífica presentación que Tzvetan Todorov realizó a las confesiones de la poeta: Vivre dans le feu, Robert Laffont, 2005.

Leo las líneas que cierran los Apuntes biográficos: «…una mujer transgresora en todo, genial escritora, fiel a sí misma, consecuente y a la vez contradictoria que, a lo largo de su periplo vital, mantuvo un vínculo con la tragedia. Y que será recordada, admirada y venerada por el legado de su inmensa obra».

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Algunas visitas anteriores a la poeta y su obra:

https://archivo.kaosenlared.net/marina-tsvietaieva-e-el-ojo-del-huracan/index.html

5 de marzo de 2015

https://archivo.kaosenlared.net/dos-poetisas-anna-ajmatova-y-marina.tstevaieva/index.html

5 de agosto de 2018